REALIZATIONS por Wishweaver.
Traducido por Ianthe.
Disclaimer: Ni Harry Potter ni ningún otro personaje, locación, o cualquier otra cosa mencionada en los trabajos de J. K. Rowling son míos.
Captulo 8: Un Día Afuera.
Viernes, 7 de Julio de 1995
Los rayos del sol de una tardía mañana, caían sobre las calles de Londres. El clima era ideal para salir -- despejado y benigno, con un deslumbrante cielo azul, borlas de nubes blancas, y tan sólo un poco de brisa para evitar que las cosas padecieran de falta de ventilación.
Harry Potter cerró sus ojos, y volvió la cara hacia el sol por unos cuantos segundos, mientras esperaba su oportunidad para cruzar la calle. Días como ése era un obsequio raro. Hasta ahora, no se había dado cuenta de cuánto había extrañado estar afuera. Ahora que lo pensaba, había estado dentro del Caldero Chorreante cinco días enteros. Harry suspiró contento cuando el sol calentó su delgado rostro y la brise agitó su cabello alborotado. Qué lástima que no pudiera arriesgarse a volar en su escoba. Si tan sólo pudiera dar una vuelta en su Saeta de Fuego, las cosas serían simplemente perfectas.
La señal del tráfico cambió, y Harry se apresuró a cruzar la calle y llegar a la acera junto con el resto de los peatones, tomando nota de las librerías, tiendas de música, y restaurantes de hamburguesas que pasaba. Tal vez podría explorarlos después, pero por ahora, se dirigía a la cercana estación del metro. La misma estación, recordó Harry afectuosamente, en la que él y Rubeus Hagrid habían viajado cuando había visitado el Caldero Chorreante por primera vez. Mientras continuaba su camino, se preguntó distraídamente cómo le estaría llendo al semi – gigante. Sonaba como si Dumbledore estuviera planeando enviar a Hagrid y a Madam Maxime como emisarios a los gigantes, en un intento de evitar que Voldemort ganara su apoyo. El muchacho esperaba que todo le estuviera saliendo bien a su amigo. Cuando Hedwig regresara, le enviaría una carta.
Harry giró un poco los ojos, cuando llegó a su destino, y siguió a un grupo de gente escaleras abajo. Mirando hacia atrás, era difícil creer cuán poco preparado había estado para su primer contacto con el mundo mágico. Recordaba haber alzado la vista hacia Hagrid, después de leer su lista de artículos requeridos para su primer año en Hogwarts. "¿Podemos comprar todo esto en Londres?" había preguntado, con sorprendida incredulidad. Tan sólo no parecía posible.
"Sí, si sabes adónde ir," le había respondido Hagrid, un brillo de alegría en sus negros ojos como los de un escarabajo.
Harry todavía no había estado totalmente convencido. Sabía que Londres era una ciudad grande, con abundantes y diversas áreas de compras, ¡pero realmente! ¿Un caldero? ¿Una varita? ¿Guantes de piel de Dragón? Harry se había sentido un poco renuente a hacerse a la idea.
To Vernon y ta Petunia haban sabido que él era un mago, por supuesto, pero se lo habían mantenido oculto, y se enfadaban siempre que trataba de hacer preguntas. Ellos sostenían que las muertes de James y Lily Potter, y la brillante cicatriz en forma de rayo, habían sido causadas por un accidente de auto. Toda su vida, Harry había escuchado el bramido de to Vernon, "¡No hay cosas tales como la magia!" Haba sido duro, al principio, aceptar que la magia real. Harry haba pasado sus primeras horas con Hagrid temeroso de que fuera alguna broma colosal, o bien, un sueño sumamente detallado y maravilloso. Esperaba despertar en cualquier momento, y encontrarse de regreso con los Dursley, en una destartalada cabaña en la roca.
La idea de la magia, sin embargo, no era nada comparada con la reacción que había ocasionado en el Caldero Chorreante. Cuando Tom se haba realizado quién era, y desconsideradamente dijo su nombre, un silencio haba descendido sobre la taberna. Magos y Brujas se habían arremolinado alrededor suyo, deseosos de estrechar su mano y darle la bienvenida en su regreso. Le habían dicho más veces de las que podía contar que era un honor conocerlo. Después de casi cuatro años, estaba más acostumbrado a eso, pero incluso entonces, encontraba su fama desconcertante. Su repentina celebridad había contribuido más a su shock cultural que los espejos que hablaban, los fantasmas, las escaleras móviles, los coches que volaban, y los Trolls de montaña en conjunto.
Harry cogió un mapa del subterráneo de Londres en el dispensador del boleto, compró su pase, y se dirigió hacia la plataforma. Todo es basura, de todas formas, pensó, cuando miró al tren entrando en la estación. Dudaba mucho de que fuera como todo el mundo mágico lo hacía parecer, pero también le gustaba pensar que no era un ser tan completamente despreciable como le decían sus parientes. Por lo menos esperaba que no lo fuera. En el mundo muggle, los Dursley pensaban en él como una vergüenza... una carga. Su misma presencia en su casa era como un pequeño secreto oscuro que hacían grandes esfuerzos por ocultar. Harry se encogió filosóficamente de hombros. La verdad estaba en alguna parte entre esos dos extremos -- esperanzadamente más cerca del lado bueno, aunque a veces no estaba seguro.
Harry entró en el tren cuando las puertas se abrieron, y eligió un asiento con ventana. Sonrió ligeramente, al recordar de nuevo al amable semi-gigante, y cómo había charlado sobre dragones, y parquímetros, y los métodos de transporte muggles. Harry sabía que haba sido muy afortunado de tener a Hagrid como guía, y se preguntó brevemente cómo los de origen muggle, como Hermione, lograban enfrentarlo. Actualmente, Harry se dio cuenta de que nunca había pensado mucho en el asunto. Hermione siempre había parecido estar tan bien informada y que tenía todo bajo control, que nunca pensó en preguntarle cómo había reaccionado al recibir su carta de Hogwarts. Harry frunció el ceño pensativamente, después se encogió de hombros. Quizás podría preguntar a la Dra. Granger.
Algunos pasajeros de último minuto abordaron antes de que se cerraran las puertas, y el tren salió de la estación. Harry miró a través de la ventana, hasta que el tren entró en el túnel que conduca a la siguiente parada. Cuando su visión estuvo limitada a una pared de concreto, Harry dio la espalda a la ventana, y sacó su lista de compras y direcciones de su bolsillo de la camisa.
Cuando terminó su correspondencia el día anterior, Harry había echado una cuidadosa ojeada a sus pertenencias, y había hecho una lista de compras. Era un poco más extensa de lo que había esperado, pero no podía evitarse. Necesitaba calcetines, zapatos, lentes, ropa interior, artículos de tocador, y toda su ropa necesitaba ser substituida -- incluso sus uniformes de Hogwarts.
El joven mago se rió suavemente entre dientes cuando recordó intentar vestirse aquella mañana. Había decidido usar su camisa y sus pantalones del colegio, para así no parecer un completo pelagatos, ¡y se había sentido totalmente sorprendido al encontrar que sus brazos y piernas eran más largos que sus ropas! Quizás ésa era la causa de los molestos dolores que tenía. Todavía podía ponerse los zapatos, aunque los dedos apenas le cabían, y parecían ser del mismo tamaño alrededor del centro, pero su camisa se sentía un poco estrecha en sus hombros. Y definitivamente mostraba una parte del tobillo y también las muñecas.
Había comprado ese uniforme... ¿cuándo? ¿el Verano anterior a su tercer año? ¿El verano pasado? Harry negó con la cabeza con impaciencia. No importaba. El punto era, que Madam Malkin había dejado bastante tela para que creciera. Si las mangas de su camisa y las piernas de sus pantalones hubieran sido más largar, habría perdido puntos de su casa por desaliñado. Ahora que lo pensaba, al final del último curso, sus mangas parecían subirse a sus brazos, y las piernas de sus pantalones apenas cubrían la parte superior de sus zapatos. Tan sólo había estado demasiado distraído para darse cuenta. Mirando a su pila de la lavandería, Harry también había notado que ya no había necesitado dar vuelta a las mangas y las piernas de los pantalones de la ropa muggle que había usado ayer. Harry había estado llevando las ropas usadas y dejadas por Dudley desde que dejó la escuela, así que realmente no haba notado su nueva altura.
Al final, se había quitado el uniforme y se había puesto uno de sus viejos trajes muggles en su lugar. De cualquier modo, no era ningún punto de referencia de la moda, pero, en opinión de Harry, la ropa que era demasiado grande, pero más cerca de la longitud apropiada, parecía menos estúpido que en la ropa que era demasiado corta. El muchacho bajó brevemente la mirada hacia su traje, y se estremeció levemente. Las viejas ropas de Dudley eran tan grandes, que esperaba que nunca las llenaríatotalmente.
Era asombroso, realmente, había pensado Harry, cuando estudiaba su reflejo en el espejo. No podía creerlo. Debido al Torneo de los Tres Magos, había pasado gran parte del tiempo del pasado año escolar tan nervioso, que estaba casi físicamente enfermo. Su dieta y sus hábitos de comida se resentían cuando estaba preocupado, triste, enfadado o deprimido. Tendía a encerrarse en sí mismo y dejaba la comida, pero evidentemente había obtenido lo suficiente, por sus pequeños arranques de crecimiento.
Entonces, nuevamente, quizá no era algo tan asombroso, después de todo. Ron, Hermione, y lo que parecía la mitad de la torre de Gryffindor -- la familia de Ron, el equipo de Quidditch, y sus compañeros de dormitorio, pro nombrar a algunos -- saban que aquello era una característica suya, y generalmente lo importunaban para que comiera, al menos un poco, incluso cuando no tenía ganas. Además, ciertamente había tenido suficiente para comer desde que estaba en el Caldero Chorreante. Soy realmente afortunado de tener tan buenos amigos, pensóHarry pasaba a toda velocidad por el túnel. Una arruga de determinación apareció en su rostro, y levantó la barbilla en forma casi desafiante. Haría lo que fuera necesario. Nadie más sería lastimado por causa suya si tenía algo que decir al respecto.
El tren comenzó a disminuir la velocidad, conforme se acercaba a la siguiente estación. Harry echó un rápido vistazo a su mapa del subterráneo, después de las instrucciones que le había dado la Dra. Granger. Estaba en la línea correcta, pero todavía le faltaban unas cuantas paradas antes de llegar a la que quería.
Cuando Harry había llamado a la residencia de los Granger aquella mañana, había estado listo para confesarle todo a Hermione. No veía escapar de ello. Había contado con que ella querría una explicación cuando le contestara, y le pidiera que le pasar a su mamá, pero aquello no había ocurrido. Se habría preocupado por si había llamado demasiado temprano, pero había encontrado a Helen Granger sola en casa. Hermione y su papá ya habían salido en su paseo anual de padre e hija de todo un día, y Helen no esperaba que volvieran hasta la hora de cenar, si no después. "Hermione lamentará haber perdido tu llamada, Harry, aunque debo decir, ¿una lechuza ayer por la noche, y ahora una llamada? ¿Tiene usted alguna intención con mi hija, Sr. Potter?" lo había embromado ella.
Harry estaba seguro que ella podía haberlo oído ruborizarse a través del teléfono. "¿Ya recibió mi nota?" había preguntado, evadiendo cuidadosamente la pregunta e intentando sonar sorprendido.
"De hecho sí. Estaba muy feliz de saber de tí. ¿Así que ahora eres un hombre trabajado, o no?"
"Sí señora. De hecho, erm, de hecho, eso es parte de la razón por la que le llamé," dijo Harry, entonces se lanzó antes de que pudiera cambiar de opinión. "Necesito comprar algunas ropas y cosas, para el trabajo, quiero decir, y puesto que usted vive en Londres, me preguntaba si, ¿podría recomendarme algunas tiendas?"
"¿Vendrás todo el camino hasta Londres?" La Dra. Granger se había oído desconcertada. "¿No te sería más fácil simplemente visitar algunas tiendas en Surrey?"
Oh,cierto. Ella piensa que todava estoy en Little Whinging. Harry pensó rápidamente. "Tengo que ir a Gringott's y cambiar algo del dinero en mi cámara acorazada en libras," le dijo. Era verdad, después de todo. El banco mágico abriría pronto, y planeaba ir all tan pronto como hubiera colgado. "Necesito ropas muggles, así que me figuré que podría simplemente hacer mis compras en la ciudad."
La Dra, Granger hizo una breve pausa, reflexionando en lo que le había dicho. "¿Vendrás a Londres sólo?" le preguntó, buscando una aclaración.
"Sí. Mi supervisor me dejó el día libre para encargarme de eso."
"Pero porqué... quiero decir que, dónde... Umm... " Helen no haba sabido cómo formular la pregunta que quería hacer sin sonar totalmente falta de tacto.
Aunque Harry le había entendido. Le había respondido en lo que esperaba que fuera un tono de voz casual. "mi tía y mi tío por el momento no están disponibles. Lamento molestarle, pero esto ocurrió en forma repentina, y usted me dijo que podía llamar…" Harry se cortó y comenzó a perder confianza cuando su largo silencio por el shock continuó en la línea. "No importa, entonces. Yo… yo tan sólo pensé que el viaje sería un poco más sencillo si hablaba con alguien que supiera dónde encontrar las cosas -- estoy más familiarizado con el Callejón Diagon que con Londres. ¿Podría tratar de llamar a Hermione a otra hora?"
"¿Qué? ¡Oh! No, espera, Harry, "había dicho Helen, dándose cuenta de que él había malinterpretado su falta de respuesta. "Lo siento. Por supuesto que puedes llamarnos en cualquier momento. Tan sólo estaba un poco sorprendida porque te permitieran salir sólo."
"Bueno, estoy seguro de que ésa no sería la primera opción de nadie, pero así es," había contestado francamente el joven el mago.
"Gran verdad," Helen convino, entonces se arregló.
Harry se pasó una mano por su ingobernable cabello, apartándolo de sus ojos, y observando ociosamente cuando el tren llegó a la siguiente parada. Parecía que la Dra. Granger tenían sus propios planes. Iba a pasar algo de tiempo en su oficina aquella mañana, y después haría sus propias diligencias por la tarde. Tan rápido como pudiera decir. "Bob, es tu tío," tenía un compromiso para ir de compras con la madre de su mejor amiga, completada con una cita para almorzar. Todavía no estaba muy seguro de cómo había pasado eso. Tan sólo había querido obtener algún consejo y tal vez, unas cuantas direcciones cuando llamó, pero Helen era más difícil de discutir que Hermione. Consecuentemente, estaba comenzando un poco más tarde de lo planeado. La Dra. Granger tenía algo de trabajo que hacer, y él mismo tenía que darse algo de tiempo para "llegar a Londres desde Surrey."
El muchacho alzó confusamente una ceja. Ahora sabía de dónde venía la costumbre de Hermione de hablar muy rápido cuando se entusiasmaba o se excitaba por algo. También comenzaba a sospechar que la Dra. Granger era tan hábil como su hija para asimilar la información y encajar las cosas. Si no quería que ella adivinara su situación, tendría que mantener los pies en la tierra. Harry frunció el ceño ante la ventana, a medida que el tren seguía su camino y se preguntó si sería mejor confesar ahora, y lidiar con ello.
Cuando llegó a su parada, Harry salió del tren, llegó hasta la calle y buscó el consultorio dental de la que los Granger eran socio. Las instrucciones de Helen eran muy buenas, así que muy pronto, el Gryffindor se encontró en un cuarto muy limpio, alegre y adornado. Después de una breve conversación con al recepcionista, la Dra. Grager salió apresuradamente de la parte de atrás.
"Lo siento, Harry. Casi termino. ¿Por qué no vienes conmigo?" lo invitó ella.
Harry asintió con naturalidad, y la siguió de regreso a uno de los cuartos de examinación. Una vez allí, miró con curiosidad a su alrededor, a las diversas máquinas y herramientas centelleantes, mientras la Dra. Granger clasificana los archivos en los que había estado trabajando. "¿Pensando en una carrera de dentista, Harry?" le preguntó Helen con una sonrisa, observando su interés.
Cuando Harry se había sonrojado, y había admitido renuentemente que nunca antes había visto aquellas cosas, Helen se había escandalizado. Harry se vió tumbado sin ceremonias en una silla de examen, y Helen lo haba revisado rápidamente, buscando cualquier punto suave o débil. Acostumbrado a tratar con Hermione cuando se el metía algo en la cabeza, Harry había pensado que era mejor no discutir, y se había sometido a su reconocimiento y raspados sin protestar.
"Bien, debo decir, Harry, o que te cuidas excepcionalmente a ti mismo, o que estás bendecido con unos genes realmente buenos," le dijo la Dra. Granger pocos minutos después. "Sin embargo, deberías hacerte unos exámenes apropiados y limpiezas. Si prefieres ir a un consultorio dental más cercano a tu casa, está bien, pero no descuides tus dientes."
Harry haba estado de acuerdo, y obligatoriamente concertó una cita cuando pasaron por el escritorio de la recepcionista. Entonces él y Helen habían salido a un cercano centro comercial. Su primera parada haba sido una tiende que anunciaba su capacidad de tener los lentes listos en alrededor de una hora. Harry logró conseguir una cita aquél mismo día en el consultorio de un óptico que estaba afiliado a la tienda. Faltaba algún tiempo antes de la cita de Harry, así que fueron a conseguir algo de comida para el almuerzo.
Harry haba temido que él y la Dra. Granger estarían vacilantes, o torpes con uno con el otro, pero para su agradable sorpresa, habían congeniado con gran facilidad. Por supuesto, ayudó que tenían un tema preferido en común: Hermione.
Helen había estado curiosa por saber algo más sobre la vida de Hermione en Hogwarts, y de cómo había llegado a ser tan buena amistad con Harry y Ron. Harry se había visto obligado a contarle algunas de las historias más inocuas de su repertorio. Había comenzado con su encuentro inicial en el Expreso de Hogwarts, y terminado con su abrumadora gratitud por la forma en que ella le había creído, y lo había apoyado el último año. "No lo merecía,"le dijo a Helen. "Sobre todo después de que fui tan despreciable y un pequeño tondo en nuestro tercer año."
"Estás creciendo, Harry," le dijo Helen sabiamente. "Se necesita mucho valor para admitir tus errores. Tan sólo asegúrate de aprender de la experiencia y no cometas el mismo error."
Cuando terminaron de comer, se separaron brevemente. Helen escoltó a Harry de regreso al consultorio del optometrista, y se fue a hacer unas cuantas diligencias mientras él veía al doctor. Harry llenó los formatos para los archivos, y después se ocupó con los folletos en el área de espera. Los de los lentes de contacto, especialmente la sección llamada "Para los Estilos de Vida Activos de Hoy " atrajeron su interés:
Para cualquier deporte, con un ajuste y comodidad excepcionales, las lentes de hoy están listos para jugar. Hechas de materiales especiales que los dan mejor cabida, las lentes de contacto de hoy permanecen en su lugar bajo casi cualquier condición -- permitiendo que usted se concentre en el juego, y mantenga su nivel competitivo.
Ooooooh, s. A Harry le gustaba cómo sonaba aquello. Sonrió cuando revisó la lista de las ventajas de las lentes de contacto comparados con los lentes:
Las lentes de contacto son más cómodas... no se doblan o se rompen... no se empañan con la transpiración... no se empalan cuando están guardados… permiten una mayor profundidad de percepción y visión periférica... mejora su capacidad para juzgar distancias y velocidad...
Mejor y mejor. La sonrisa de Harry se volvió un poco depredadora, cuando se colocó en modalidad "Destruir a Malfoy". Las lentes de contacto sonaban como hechas a medidas para el Quidditch. Draco Malfoy y el resto del equipo de Slytherin nunca sabrían qué los había golpeado.
Harry se ensombreció un poco cuando los otros buscadores de Hogwarts, Cho Chang y Cedric Diggory se cruzaron por su mente. Todavía le dolía recordar lo que le había sucedido a Cedric, pero a Harry se le había hecho más fácil de soportar desde la noche en que había tenido su pequeño llanto a lágrima viva. No le gustaba lo que había pasado, y nunca lo haría, pero había hecho lo correcto al ofrecer compartirlo con Cedric. De esto estaba seguro. Harry había pasado las últimas noches estudiando las circunstancias desde todos los ángulos posibles. No tenía forma de saber que la copa era un traslador. Incluso Dumbledore no lo había sabido. Permitir hundirse en la desesperación, y revolcarse en su propia miseria no serviría de nada, y ciertamente no honraría la memoria de Cedric. Harry se había hecho a la idea de jugar Quidditch el siguiente curso, a menos que fuera cancelado otra vez. No permitiría que Voldemort le quitara otra de las cosas que amaba.
Además, ¿no había dicho Hermione que lucía diferente sin sus lentes? También podría ser que le fueran útiles para su pequeña charada. Definitivamente tendría que ver si servían de algo. Harry echó un breve vistazo a las secciones que describían los tipos de lentes de contacto y los cuidados que requerían, y leyó cuidadosamente otro folleto que anunciaba las lentes de contacto de color antes de que el doctor lo llamara.
Para cuando Helen Granger hizo acto de presencia nuevamente en la tienda de lentes, Harry había terminado con su examen. Ella lo encontró de pie delante de las micas en exhibición para hombres, con su prescripción en la mano y luciendo un poco confundido. "Así, pues, ¿cómo te fue?" le preguntó ella a manera de saludo, cuando se acercó al muchacho.
"Bien," le contestó Harry distraídamente, todavía mirando hacia la pared. "Estoy tratando de elegir algunos marcos." Se dio la vuelta y le sonrió tímidamente. "Nunca antes se me permitió elegir," le confesó.
Helen asintió, asumiendo su tía siempre había tenido la última palabra respecto a los lentes que había comprado en el pasado. Aunque ella se preguntó por el gusto de la mujer. Las gruesas micas negras, que Harry usaba, eran bastante útiles, suponía ella, pero realmente no hacían nada por él. A la larga, seleccionaron unas micas más pequeñas, delgadas, de alambre, que le quedaban mejor a Harry, y que no parecían abrumar su rostro, como hacían las viejas.
Helen había mirado con creciente curiosidad cuando Harry pagó sus compras. "¿También lentes de contacto? Observó ella, divertida, cuando salieron de la tienda y se dirigieron hacia la alamerda. El muchacho había asentido entusiastamente, y había sacado un arrugado folleto del bolsillo de su pantalón, señalando la sección de exaltaba las virtudes de los lentes de contacto, y los "Estilos de Vida Activos de Hoy". Claro, sonrió Helen, divertida, cuando leyó aquello. Los Chavales y sus deportes. Y pensar que había creído que lo hacía por vanidad.
Si Harry pensó que las opciones de lentes para hombres eran impresionantes. Se sintió totalmente abrumado cuando se enfrentó al maravilloso mundo de las ventas al menudeo. En el pasado, la tía Petunia se presentaba muy secamente con paquete te las viejas ropas de Dudley, y eso era lo que tenía que ponerse. Realmente, nunca antes se había comprado sus propias ropas, a excepción de las de con Madam Malkin, pro supuesto, y ésas no contaban. Tenía una lista precisa de qué y cuántos artículos necesitaba de cada cosa cuando había hecho ahí sus compras. No había opciones. Todos los uniformes eran iguales. La única vez que habría podido elegir fue el año pasado, con las túnicas de gala -- y la señora Weasley haba escogido por él. Ella había hecho las compras del año pasado para sus chicos, Hermione, y él mismo, mientras que habían ido a la Copa Mundial de Quidditch.
Se había visto perdido en aquél ambiente desconocido y confuso. ¡Haba tanto a dónde mirar! No había sabido por dónde comenzar, o qué elegir, y había estado totalmente apabullado por los dependientes y sus ofrecimientos de ayuda. ¡Ni siquiera había sabido su tala actual, por todos los cielos!
La presencia de la Dra. Granger había sido inmensamente tranquilizante y provechosa. Ella lo había orientado suavemente en la dirección correcta, ocupándose de las preguntas de los dependientes, tomando sus medidas para así poder juzgar su tamaño, y mostrándole cómo combinar y emparejar algunas ropas separadas par hacer varias combinaciones. Ella también sabía aprovechar las ventas y dónde obtener el mejor precio. Harry apreciaba que había aprendido más acerca del valor y comparación de costos en una hora con la madre de Hermione de lo que había logrado aprender de su tía en toda su vida. Consecuentemente, fue capaz de comprar más de lo que esperaba.
Por su parte, Helen llevó a Harry de tienda en tienda, haciendo de intermediaria con el personal de ventas, y gozando a fondo gozar con la lenta metamorfosis sucedía ante sus ojos. Había descubierto que Harry lucía mejor en colores más oscuros, y brillantes, y con los estilos simples, que acentuaban su coloración, y disimulaban su delgadez. Helen movió la cabeza, maravillada. Cuando el muchacho había salido renuentemente del vestidor, para que así ella pudiera ver las ropas que se estaba probando, la diferencia había sido estremecedora. Harry seguía siendo infantilmente ligero, y de aspecto un poco pandillero y juguetón, pero la materia prima estaba all. Cuando lograra dejar atrás la etapa de "Todo codos y rodillas" y se rellenara un poco, el niño iba a ser devastador. Helen lo consideró especulativamente. Podría ser digno de Hermione... quizá.
Helen se rió entre dientes un poco ante la dirección que habían tomado sus pensamientos. Tranquilízate mujer, se dijo. No hay necesidad de apresurar las cosas. Después de todo tan sólo son niños, y puede ser que ni siquiera estén interesados el uno en el otro.
Actualmente, pensó Helen cuando obligó a sus pensamientos a regresar al presente, estaba comenzando a preguntarse si necesitarían hacer más de un viaje. Habían comprado solamente lo mínimo indispensable, ¡pero Harry necesitaba tanto! Se preguntaba cómo cargarían todo, pero cuando le expresó sus preocupaciones a Harry, éste simplemente había sonreído, y se había sacado una arrugada bolsa de compras de su bolsillo.
Tom, del Caldero Chorreante se la había dejado en préstamo, le explico el chico. Tenían encantamientos para aligerar y de expansión en ella. Helen había mirado sorprendida, cuando él se había detenido brevemente en un vestbulo que estaba a mano, y había procedido a guardar todo lo que había comprado hasta entonces. "¿Puedo llevarle también lo suyo?" se había ofrecido cortésmente, señalando las compras llevaba ella. Helen asintió, momentáneamente muda por la sorpresa, le dio sus cosas sin comentarios, y miró al adolescente meterlas en su bolsa de compras aparentemente sin fondo. S, la magia definitivamente tenía su utilidad. Se preguntó distraídamente si Hermione podría hacerle una bolsa como aquélla para ella. Ciertamente le sería muy práctica a la hora de hacer las compras de Navidad.
El viaje al peluquero haba sido otra revelación. Harry había protestado, diciendo que tan sólo era una pérdida de tiempo, pero Helen había insistido, y los resultados habían valido la pena. El pelo del muchacho era negro azabache, y tan ingobernable como siempre, pero el estilista le había cambiado algo -- ¿el largo? ¿Quizás la forma? La Dra. Granger no podría ubicar con certeza qué era distinto, pero había algo. Como sus lentes, el corte de cabello de Harry simplemente le había abrumado el rostro. Todavía le caían cabellos largos sobre la frente, para ocultar su distintiva cicatriz, pero el aspecto total era diferente -- más atractivo, de algún modo. Salió de sus cavilaciones, y notó que Harry se examinaba cuidadosamente su reflejo con el ceño fruncido.
"¿Pasa algo malo, querido? ¿No te gustó el corte de pelo?"
"¿Qué? Oh, no. El corte está muy bien, Dra. Granger," le dijo Harry, dándose vuelta y sonriéndole," tan sólo trataba de figurarme cuándo me va a durar."
"Bien, tendrás que recortarlo de vez en cuando," lo embromó Helen.
Harry se rió disimuladamente por lo bajo, y le hizo señas de que se le acercara mientras que salían del local del peluquero. "¿Hermione llegó a hacer magia accidental antes de que recibiera su carta de Hogwarts?" le preguntó.
Helen asintió, refrenándose de lanzarse a relatar las historias en específico por el momento.
"Yo también," admitió el muchacho con tranquilidad. "Creo que de alguna forma se manifestaba al mantener subconscientemente mi cabello como estaba, o algo así. No importa cuántas veces me enviara la tía Petunia a recortarme el pelo. Siempre lucía igual. Regresaba de con el peluquero luciendo como si no hubiera ido." Harry frunció un poco más el entrecejo, después continuó. "Una vez se hartó de eso y lo cortó ella misma. Dejó el frente largo, para cubrir mi cicatriz, pero en el resto estaba muy corto." Harry se detuvo brevemente y le dio a la Dra. Granger una media sonrisa pesarosa. "Se veía horrible," continuó cuando ella no le dijo nada. "De todos modos, pasé toda la noche preocupándome por cómo se iban a burlar y a reírse de mí en la escuela, pero cuando desperté, a la mañana siguiente, mi cabello estaba exactamente como había estado antes de que ella lo cortara." Harry se encogió de hombros. "Antes no estaba tratando de hacerme el difícil, tan sólo pensé que no tenía caso tratar de cambiarme el pelo desde que había pasado aquello."
Helen asintió pensativamente. "Será un experimento interesante," convino ella, "pero creo que esta vez se mantendrá así, porque te ha gustado. Admitiste que no te importaban mucho los resultados de los esfuerzos de tu tía."
"Es verdad," dijo Harry, elocuentemente antes de consultar su lista. Descartó los artículos que ya tenían: camisas, pantalones, calcetines, zapatos... "todavía tengo que recoger mis lentes nuevos, y ver al químico," le informó©, después habré terminado. "Qué de lo suyo, Dra. Granger?"
"También casi he terminado. Debo decir que no estaba segura de qué esperar, pero he disfrutado el día de hoy enormemente, Harry."
El joven mago sonrió contento aunque avergonzado. "Gracias, Dra. Granger. Me pasa igual."
"La próxima vez, tendremos que traer a Hermione con nosotros," lo embromó Helen. Ella medio esperaba que Harry se sonrojara otra vez, pero él continuaba sonriéndole.
"S. Aunque espero esto no será necesario otra vez por algún tiempo. Unas cuantas cosas puede estar bien, pero me atrevería a decir que el día de hoy se podría clasificar como entrenamiento."
Helen se rió, y cariñosamente le alborotó el pelo. Muy pronto, se encontró mirando fijamente el asombroso resultado completo de las compras del día. "¿Cómo está?" le preguntó el técnico óptico, cuando Harry se colocó sus lentes nuevos. Los verdes ojos de Harry se abrieron encantados. "¡Oh, wow!" respló. "¡No puedo creer que pudiera andar por ahí con mi antiguo par! ¡Ahora todo está mucho más claro!" Se volvió hacia Helen. "¿Qué opina usted? ¿Me quedan bien?"
"Por completo, Harry, por completo." Helen movió la cabeza aturdida. "Buen Dios, niño, pareces un ser humano distinto."
Él se animó ante eso. "¿De verdad?"
"S, realmente. Si no hubiera estado contigo todo el día de hoy, no estoy segura de haberte reconocido."
La sonrisa de Harry se volvió traviesa. "¿Podría pedirle un favor?"
"Supongo," concedió la Dra. Granger.
Harry se rió ante su vacilación. "No es nada horrible, lo prometo. Sé que tendrá que contarle a su familia dónde ha estado todo el día, pero ¿no podría usted no decirle a Hermione sobre mi, erm, nuevo look? Quiero sorprenderla la próxima vez que la vea.
Una vez que se probó los lentes, Harry se dirigió al área de los lentes de contacto. El doctor había telefoneado su orden a la tienda, y Harry tenía lentes claras y de color listas. Al principio, las lentes se habían sentido muy extrañas, como si le hubiera caído una pestaña en el ojo, pero Harry se había acostumbrado a la sensación rápidamente.
"Ahora todo está bien, vamos a cerciorarnos de que todos te quedan bien," le dijo el técnico, indicando a Harry que se quitara las lentes claras y se pusiera las de color. Obedientemente, Harry lo hizo, y unos momentos después, un virtual extraño le devolvía la mirada en el espejo. Eso era lo que notaba la gente, decidió Harry. El cabello, los ojos, y la cicatriz. ¡Hombre, qué diferencia hacía el cambio del color de los ojos!
"Todavía no sé por qué quieres cambiar el color de tus ojos," le dijo la técnica francamente. "Parece como si ya estuvieras usando lentes de contacto verdes."
Harry se había encogido de hombros, parpadeando con sus ojos ahora marrones la miró cándidamente. "Supongo que quería un cambio."
"Como quieras. Parece que todo está bien. ¿Entiendes el procedimiento para cuidar de las lentes?
"Sí, señora."
"Todo bien, entonces. ¿Qué quieres usar para salir? ¿Los lentes, los de contacto claros o los de color?"
"Los claros, creo." Harry se cambió nuevamente sus contactos. Realmente se estaba volviendo bastante bueno en esto. Inicialmente no había pensado que podría controlar su reflejo de parpadeo lo bastante para ponerse y quitarse las lentes, pero había logrado mejorar con la práctica.
Helen revisaba sus mensajes cuando salió del área de prueba. Cuando Harry llegó hasta ella, suspiró con pesar. "Iba a ver si Greg y Hermione tenían algunos planes para la cena, pero han decidido a ir al cine, y no volverán hasta tarde."
Harry se había decepcionado, pero se recuperó rápidamente. "No me es difícil llegar al tren," le dijo, encogiendo sus delgados hombros, cuando caminaron hacia el químico. "Puedo venir otra día que sea más conveniente." Harry se detuvo y se mordió el labio, antes de mirar con incertidumbre a la Dra. Granger. "Realmente aprecio su ayuda en la salida de hoy. No tenía idea de en lo que me estaba metiendo."
"No fue nada, querido. Lo disfruté mucho, "Helen sonrió mientras dejaban la tienda. Era cierto. Para su sorpresa, Harry era un compañero amable y agradable. Y también tenía el buen sentido de reconocer cuán maravillosa era su hija, y no le importaba compartirle historias sobre ella -- hasta un cierto punto. Sí, Hermione tenía un buen amigo en éste.
"¿Mamá?"
"¿Helen? ¿Estás despierta todavía, querida"
Helen parpadeó confusa, después vio la televisión y se relajó. Debía haber dormido una siesta.
"¿Mamá?"
Ah. Hermione y Greg estaban de regreso. "Aquí estoy," llamó, y pronto su familia estuvo ante ella. "¿Cómo fue su día?" sonrió ella.
"¡Genial, mamá! Realmente deberías haber estado allí, "farfulló Hermione, prorrumpiendo de lleno en historias del día.
Helen se acomodó, contenta, escuchando a su marido e hija. Ella siempre adoraba escuchar sus historias, pero esta noche estaba esperando la pregunta que uno de ellos inevitablemente le haría.
"Así pues, mamá, ¿Qué hiciste hoy?"
Helen sonrió para sus adentros. Sí, ésa era. Ella se estiró, lánguidamente, y entonces les sonrió a su marido y a su hija.
El título también podría traducirse como "Un día libre", o incluso, haciendo referencia a la actividad realizada, como "Un día de compras", aunque tomándome un poco más de libertad.
Me decidí por "Un día afuera", por considerar que Harry podría haber tenido otros "Días libres", muy diversos, aunque en ellos no hubiera salido, ya fuera en el Colegio o en la casa de los Dursley. Así que consideré que la palabra "afuera" era más exacta dada la situación y lo que se quería resaltar, el 'cambio de escenario' de Harry, después de varios días recluido, y no tanto el que ese día tuviera o no que hacer algún trabajo más tarde (a su regreso).
