REALIZATIONS by Wishweaver.

Traducido por Ianthe.


Disclaimer: Ni Harry Potter, ni ninguno de los otros personajes, locaciones, o cualquier otra cosa mencionada en las obras de J. K. Rowling me pertenecen.


Capítulo 17 – Todo Está En Los Detalles

Domingo, 16 de Julio de 1995.

Tom hizo un ruido de descontento, cuando sintió unos largos bigotes felinos cosquilleándole en la cara. Los bigotes pronto fueron reemplazados por una pata insistente que golpeaba ligeramente su mejilla, y una pequeña nariz húmeda que hurgaba en su oído. Cuando comenzó a dar señales de despertarse, su oído inmediatamente reverberó con un ronroneo retumbante,

"¡Patches!", gimió infelizmente, abriendo ligeramente un ojo, y volviendo a cerrarlo. A Juzgar por la débil luz que se filtraba a través de las ventanas, faltaba una buena hora o más antes de que tuviera que levantarse. "¿Qué pretendes, despertándome a ésta hora?", gruñó, enviando lejos al gato con un gesto de su mano. Imperturbable, Patches simplemente caminó hacia abajo, y se colocó confortablemente en su regazo, colocándose en su pierna y ronroneando de contento.

La boca de Tom se abrió en una media sonrisa soñolienta. Mientras que la acariciaba distraídamente, Débilmente, su recién despertado cerebro, comenzó a procesar varios detalles. Sostenía su varita flojamente, en la mano que no acariciaba a Patches, todavía estaba completamente vestido, todo, hasta los zapatos, y estaba sentado en lo que parecía su silla acolchada preferida.

Después de decidir que debía haberse quedado dormido en su sala otra vez, Tom bostezó adormiladamente, y cambió de posición levemente en la silla. Todavía era temprano. Podía dormir un poco más antes de levantarse para afrontar otro día. Casi se había vuelto a quedar completamente dormido, cuando un pequeño ruido a un lado de él, lo hizo dar un brinco por la sorpresa.

Tom abrió los ojos de par en par, y cogió su varita en un acto reflejo. Todavía no despierto del todo, miró precavidamente a su alrededor, preguntándose si había un intruso. Después de todo, no se suponía que entrara nadie en sus habitaciones privadas sin ser invitado. Cuando sus ojos cayeron en la cama al lado suyo, se relajó casi de inmediato. Oh. No había de qué preocuparse. Tan sólo era Harry, cambiando de postura en su sueño.

Tom se puso una mano en el corazón y soltó un suspiro de alivio, mientras Harry murmuraba algo, después todo volvió a quedar tranquilo. ¡Eso estuvo cerca! Pensó el mesonero agradecido, volviendo a acomodarse nuevamente en su silla, con un bostezo. Había estado muy cerca de gritar dando la alarma cuando oyó moverse al muchacho. Oh, cielos, sí. Eso lo habría despertado de seguro, y nunca haría eso. El pobre chaval necesitaba su descanso, especialmente después de ese repugnante encantamiento que tenía ayer por la noche.

Espera... ¡¿Harry?! ¡¿¿Ayer por la noche??! Repentinamente despierto, Tom se dio cuenta de que estaba en su antiguo cuarto, sobre la cocina, mientras que los acontecimientos regresaban a él en oleadas. Después de que hubiera terminado todo lo que había que hacer abajo, había decidido ir a sentarse con Harry por un rato, para cerciorarse de todo estaba bien. ¡Debió haberse quedado dormido!

Recordando algo más, Tom se puso de pie de un salto, desalojando a Patches en el proceso. Sin hacer caso del indignado aullido del gato, buscó el segundo encantamiento de rastreo que había ejecutado la noche anterior. Éste aparecía en el interior de la puerta de Harry.

Sparky:

Localización: Caldero Chorreante (Habitación del desván)

Estado: Normal

Normal. Bueno. Tom sintió que la presión en su pecho disminuía un poco, entonces, frunció el ceño repentinamente. "¡Temporis Spatium!" dijo suavemente, señalando con su varita la línea de su estado. Debería haber sido despertado la noche anterior, si algo hubiera estado mal, pero nunca estaba de más cerciorarse. Así que esbozó una sonrisa se alivio cuando vio los resultados a la pregunta de duración. El estado de Harry no había vuelto a cambiar durante la noche.

Brevemente, deseó saber un encantamiento más detallado. La persona y su ubicación estaba muy bien, pero el estado... el estado era un poco vago. Después de lo de la noche anterior, se encontró deseando tener algo más útil e informativo que normal, advertencia, y peligro. Los encantamientos de rastreo no eran algo que usara mucho, y generalmente eran temporales. Ciertamente no había pensado en mantener mucho tiempo a largo plazo el encantamiento que realizó, pero ahora consideraba seriamente el mantenerlo activo hasta que Harry estuviera en la seguridad de Hogwarts.

Frustrado y sin saber qué hacer, Tom se paró a encender un poco la luz del cuarto, y estudió atentamente al joven que tenía ante sí. Realmente, pensó, inclinándose y tocando la frente de Potter buscando rastros de fiebre, Harry parece estar mucho mejor ahora. El muchacho estaca caliente, pero no demasiado, y estaba durmiendo pacíficamente, lo cual le gustó mucho a Tom. Satisfecho, se alzó, y estiró su espalda tiesa.

Suspirando, Tom se frotó las sienes, abrumado por la preocupación y la indecisión. Después de dirigir el Caldero Chorreante todos aquellos años, había creído que no había nada que no hubiera visto u oído. La gente tendía a abrirse con los encargados del bar, especialmente después de haber tomado un poco. Si hubiera querido hacerlo así, podía escribir el panfleto rey de todos los escándalos.

No lo haría nunca, por supuesto. Incluso si la idea no el pareciera repulsiva, Tom sabía que tendría que encontrarse otro trabajo si abusaba de la confianza de sus clientes de esa forma.

No obstante, pese a como odiaba admitirlo, Harry lo había asustado como si le hubiera salido un infierno. Había hecho una carrera de mirar e interactuar con la gente. Se enorgullecía de poder manejar cualquier situación, pero la noche anterior, había estado perdido. Todavía lo estaba.

¿Qué sucedió? Se preguntaba Tom incensantemente, cerrando los ojos y haciendo memoria. A excepción de la irrupción de las brujitas muggles la tarde anterior había transcurrido sin incidentes. De hecho, no tenía idea de que pasaba algo malo, hasta después de la"Ültima Llamada."

Después de despedir a los últimos clientes, había cerrado, y comenzado a poner todo en orden esa noche. No había habido mucho que hacer, realmente, tan sólo limpiar la barra, y llevar las últimas tazas, vasos y botellas a la cocina. Haciendo caso omiso de la bandeja que generalmente usaba Harry para ese propósito, Tom había utilizado un encantamiento convocador para juntar toda la cristalería, y después le echó un encantamiento de levitación, a todos. Y los dirigió por la puerta y hasta el fregadero, recordó haber pensado en cancelar el encantamiento de rastreo que le había echado al Niño – Que – Vivió, antes de olvidarlo. Después de dejar los platos en el fregadero, levantó su varita, proponiéndose hacer eso, pero un vistazo a la línea de su estado, lo había hecho quedarse helado.

Peligro.

Tomado totalmente por sorpresa, Tom se había quedado mirándola fijamente por un momento. Su primera idea, había sido que Harry debía haber vuelto a salir, sin que lo notara, pero cuando alzó los ojos a la línea de ubicación, todavía se leía El Caldero Chorreante (habitación del desván).

Asustado, Tom se había dado vuelta, y se había apresurado a ir escaleras arriba a la parte trasera. Cuando Harry no había respondido a sus insistentes golpes y llamadas, estaba medio convencido de que habían atacado al muchacho. Preparándose para lo peor, Tom se había preparado, después había irrumpido en el cuarto de Harry, con al varita lista.

Inicialmente, no había podido determinar qué era lo que estaba mal. Harry no lo estaba mirando, pero juzgando por su aspecto, obviamente se preparaba para dormirse. Potter se había cambiado y se había puesto la camisera suave u los pantalones que usaba para dormir, se había quitado la cinta de la cabeza, y podía ver que las lentes estaban guardadas por encima de su cabeza. El muchacho estaba sentado en su escritorio, y por todos los indicios, se había quedado dormido mientras que escribía una carta o hacía una tarea.

Aliviado, Tom se habría preguntado si el encantamiento había fallado, o si era más sensible de lo que había pensado originalmente. La única cosa de la que Harry parecía estar en peligro, era de despertarse con el cuello y la espalda muy tiesos.

Se había adelantado hacia el escritorio, y había llamado al muchacho, pensando en que al menos debería hacerlo moverse a la cama, pero Harry no había respondido.

Tom había encontrado esto muy peculiar. Había aprendido algunas cosas sobre el Niño-Que-Vivió desde el principio del verano, y algo que había aprendido desde el inicio, era que Harry Potter tenía el sueño ligero. Intentándolo de nuevo, lo había llamado en voz más fuerte, y le había sacudido de un hombro.

Todavía no había obtenido respuesta, pero Tom había notado que la camisa de Harry estaba húmeda de transpiración.

Frunciendo el ceño, Tom había retrocedido un poco, y había revisado la condición de la habitación. Extraño. El cuarto estaba a una temperatura cómoda, y Harry no tenía demasiada ropa puesta. Se quedó preguntándose sobre ello por algunos momentos, después, la obvia respuesta se le había ocurrido. Potter debía de estar enfermo. Eso podría explicar muy bien su sueño demasiado profundo.

Estaba muy mal, realmente, había pensado Tom, mientras que le quitaba los lentes al muchacho, y lo había hecho a un lado las mantas de la cama con un movimiento de varita. "¡Wingardium Leviosa!" ordenó, señalando con la varita al inconsciente adolescente.

Mientras que la figura inconsciente de Harry era cuidadosamente dirigida del escritorio a la cama, Tom había reflexionado que, aunque desafortunado, no era del todo algo sorpresivo. Cuando Harry había aparecido en su primera noche, todo mojado, pálido, enrojecido y estornudando, Tom había estado seguro de que el muchacho tendría un severo resfriado. Había sido realmente sorprendido por la condición de Harry, cuando había entrado a su cuarto la siguiente tarde.

Seguro de que el muchacho las necesitaría, había revisado el gabinete de medicinas del Caldero Chorreante antes de subir. Armado con un reductor de fiebre y algo de poción Pepper – Up, había ido al cuarto número 11, asumiendo que tendría a un adolescente enfermo a su cargo por algunos días.

Sorprendentemente, ése no había sido el caso.

Potter todavía tenía apariencia de estar un poco enfermo y macilento, y estaba muy tenso y aprensivo, pero todas las otras muestras de enfermedad habían desaparecido. Estaba más alerta, ya no parecía afiebrado, y había dejado de estornudar.

Tampoco había sido la única vez, ahora que lo pensaba. Algo similar había sucedido cuando Harry se había irritado la piel, cuando trató de terminar con todas las tareas de la lista que Tom le había dado. Apabullado por lo ocurrido, Tom había ido a su propia habitación en un descanso entre el almuerzo y la cena, y había sacado un bálsamo calmante para las manos. Había estado esperando en la cocina cuando Harry apareciera para el trabajo, pero no había sido necesario. De hecho...

Tom alzó las cejas, especulativamente, y acarició la negra cabellera de Harry, exponiendo su frente, y su cicatriz en forma de rayo. La noche anterior, la cicatriz había estado roja e irritada, como si Harry hubiera sido herido recientemente. Tom también había sentido un escozor de energía cuando la tocó, casi como electricidad estática. Ahora lucía y se comportaba como siempre. Extraño.

Decidirle que probablemente lo mejor era dejar solo a Harry, contando con que podría mantenerlo vigilado con el encantamiento de rastreo de la cocina, Tom se disponía a echar un encantamiento para encoger su silla, pretendiendo metérsela en el bolsillo, y llevarla de nuevo a sus propios cuartos, cuando se dio cuenta de que la silla del escritorio de Harry faltaba. Oh, sí, transformé la silla del escritorio en algo un poco más cómodo.

Realmente, necesito mi té de la mañana. Pensó Tom avergonzado, deshaciendo el encantamiento y sustituyendo la silla en el escritorio, antes de salir silenciosamente por la puerta. Al salir, susurró un Finite Incantatem, cancelando la copia del estado de Harry, antes de cerrar suavemente la puerta tras de sí. Pareciendo percibir a dónde iba, Patches salió por la puertecilla para gatos, y estuvo escaleras abajo en un santiamén.

Mientras rebullía en la cocina, poniendo la tetera, y llenando el plato de comida de Patches, Tom volvió a sus meditaciones. Había logrado meter a Harry en la cama sin muchos problemas. El muchacho estaba pálido y todavía sudaba un poco, así que Tom había traído un paño mojado, proponiéndose humedecerle la cara y los brazos, en un intento de ponerlo un poco más confortable. Había sido entonces cuando se había percatado de la extraña energía que parecía emanar de la cicatriz de Harry, y de la condición de la marca en sí misma. Cuando tocó la piel del muchacho con el paño, los pelos de su brazo habían parecido erizarse literalmente.

Y sin embargo, eso no había sido nada comparado con lo que pasó después.

Sin advertencia previa, Harry había soltado un grito estrangulado, y sus manos habían volado hacia su frente, Estremeciéndose convulsivamente, había rodado hacia un lado, y se había acurrucado, defensivamente. Los tendones de su cuello y sus brazos, se habían marcado, como si estuvieran tensos, y su respiración se había vuelto rápida y poco profunda.

"Harry!" había gritado Tom, alternándose entre sacudir al muchacho y tratar de alejarle las manos de su cabeza. "¡Harry despierta!" rogó, pero el joven no dio muestras de oírlo. Sus ojos y su quijada estaban firmemente cerrados, pero pequeños sonidos de incomodidad salían con cada respiración.

Aquello había parecido durar una eternidad, aunque realmente, tan sólo debió haber durado unos dos o tres minutos. Entonces, tan rápidamente como había comenzado, se detuvo. Harry lentamente dejó de temblar y se relajó, jadeando y sudando como si acabara de correr un buen trecho. Todavía no respondía a las llamadas de Tom, pero por lo menos ya no parecía que lo estuvieran lastimando. Tom tomó esto como una buena señal. Volvió a coger el paño que antes había dejado caer, y comenzó a refrescar suavemente la piel febril del muchacho, hablándole todo el tiempo.

Finalmente, obtuvo una respuesta, Harry apretó lo puños, y jadeó, después, sus ojos verdes se abrieron y comenzó a despertar. "Whoa, whoa, vamos, tranquilo," lo amonestó Tom, cuando Harry se irguió de golpe, y después se tambaleó ante el movimiento repentino. Le puso las manos en los hombros del muchacho para estabilizarlo. "Tómatelo con calma."

"No puedo," había croado Harry, negando obstinadamente con la cabeza, y secando sus ojos húmedos. "Soñé con ÉL. Tengo que escribirlo-- " comenzó, después, se interrumpió dando un gemido dolorido, y se puso una mano en la boca, como si tuviera nauseas, "vamos, muchacho," había dicho Ton, convocando el vaso de leche y transformándolo en un lavabo – tan sólo por si acaso – cuando Harry cerró los ojos y se concentró en controlar su estómago.

Afortunadamente, el muchacho lo había logrado, y las precauciones de Tom no habían sido necesarias. Después de un minuto o algo así, Harry había abierto los ojos, había retirado su mano, y había asentido débilmente. Tom esbozó una sonrisa de alivio, y lo empujó suavemente hacia la cama, cuando intentó levantarse de nuevo. "Dime lo que quieres, y te lo traeré," le ordenó. "Tan sólo tranquilízate."

"Papel... pluma," había dicho Harry, comiéndose levemente las sílabas de las palabras, mientras gesticulaba en la dirección general del escritorio.

Asintiendo, Tom le había llevado el cuaderno y la pluma muggles que Harry tenía sobre el escritorio, y se quedó mirando con honda preocupación, cómo Harry se volvía sobre su estómago, vacilando al hacerlo, y garrapateaba algunas líneas. Bostezando enorme, el muchacho puso su cabeza en su brazo y masculló. "Necesito escribirle a Dumbledore..."

"Por la mañana," había contestado Tom con firmeza, cogiendo los utensilios para escribir, y poniéndolos en la mesita de noche. "O al menos, después de que hayas descansado un poco." Conociendo la obstinada naturaleza de Harry, había esperado, si no una discusión, por lo menos una protesta simbólica, pero Harry había asentido con la cabeza y había vuelto a cerrar los ojos. Tom había encontrado ese asentimiento sin lucha preocupante -- incluso más de lo que lo había sido su extraño ataque. Casi se había ido resueltamente escaleras abajo, a pedir ayuda médica por la red flú, pero al pensarlo por segunda vez, había decidido esperar a la mañana. Ahora Harry parecía estar en un profundo y reparador sueño, y había respondido con pequeños murmullos cuando Tom lo echó encantamientos para secarlo y refrescarlo,, en vez de permanecer insensible.

Después de cubrir al muchacho, Tom había recuperado la silla del escritorio, y la transfiguró en algo un poco más cómodo. Evidentemente, esa tarea le había salido demasiado bien. Tan sólo se había propuesto quedarse un rato, el suficiente para cerciorarse de que Harry estaba bien, y no despertaba de nuevo. ¡En vez de eso se había quedado dormido y se había quedado toda la maldita noche!

Ah, bueno, nadie es perfecto, pensó Tom, cogiendo una taza, y yendo hacia la tetera cuando ésta comenzó a silbar.


¡Sal de la cama, cabeza dormilona! ¡Sal de la cama, cabeza dormilona!

Harry Potter gimió y enterró la cabeza en la almohada. ¿Lo llamaba la Tía Petunia?

¡Sal de la cama, cabeza dormilona! ¡Sal de la cama, cabeza dormilona!

"Voy," masculló, todavía medio dormido. Ausentemente, extendió la mano para buscar el encendedor de la lámpara del techo de la alacena. Cuando su mano no encontró más que aire, sus cejas se juntaron, por la molestia. ¿Dudley había movido la cuerda sobre el estante superior y la había dejado fuera de su alcance otra vez?

¡Sal de la cama, cabeza dormilona! ¡Sal de la cama, cabeza dormilona!

Sin abrirse los ojos, Harry murmuró otra afirmación soñolienta, abandonado su búsqueda de la cuerda para encender la luz y en vez de eso buscando sus lentes a su alrededor. Se sorprendió cuando por detrás de su cabeza, sus dedos encontraron en su búsqueda una lisa cabecera de roble. ¿Dónde estaba el estante detrás de su camastro? ¿Y dónde estaban sus lentes?

¡Sal de la cama, cabeza dormilona! ¡Sal de la cama, cabeza dormilona!

Oh, es cierto. Se había mudado al segundo cuarto de Dudley poco antes de que comenzara a asistir a la escuela Hogwarts. Era estúpido de su parte haberlo olvidado... los antiguos hábitos y todo eso..

¡Sal de la cama, cabeza dormilona! ¡Sal de la cama, cabeza dormilona!

La Tía Petunia ciertamente se estaba repitiendo a sí misma con una regularidad tremenda, notó Harry distraídamente, preguntándose por qué todavía no había golpeado su puerta. Mientras que se iba despertando del todo, se dio cuenta de que no era a él a quien llamaba Tía Petunia. La voz que llegaba hasta su cama era demasiado alegre y vivaracha. No se parecía en nada a sus usuales gritos estridentes.

Harry abrió los ojos, frunciendo el ceño confuso, después de mirar el reloj en su mesita de noche. Oh, cierto. Estaba en la habitación que estaba sobre la cocina del Caldero Chorreante. Tom había querido que bajara temprano, así que debió poner la alarma para asegurarse. Hasta ahora no se había molestado, desde que Patches había cogido el papel de su despertador todos los días. Era extraño. Había esperado que la alarma consistiera en lo pequeños pitidos que sonaban en el reloj, ¡no esto!

¡Sal de la cama, cabeza dormilona! ¡Sal de la cama, cabeza dormilona!

Estaba sorprendido. No habría creído que existiera una alarma que fuera más molesta que esa cosa zumbadora que tenía el Tío Vernon, pero ésta era suficiente para volver loca a una persona cuerda.

¡Sal de la cama, cabeza dormilona! ¡Sal de la cama, cabeza dormilona! ¡Sal de la cama, cabeza dormilona!

"Está bien," gruñó, cogiendo bruscamente el reloj, y luchando con el impulso de mandar a volar la cosa por el cuarto cuando no pudo encontrar de inmediato el interruptor de "off". "¡Ya estoy despierto, ya estoy despierto! Cállate ya, ¿quieres?"

Obedientemente, el reloj se silenció cuando desactivó la alarma, y comenzó a reajustarse. Después de algunos segundos, además del tiempo, la cara exhibía, "Demasiado Temprano Para Estar Despierto."

Harry giró los ojos internamente, cuando colocó el reloj en la mesita, después se sentó, buscando sus lentes. Extraño. Deberían estar precisamente junto al reloj... ¿y cómo había llegado ahí su cuaderno de notas? Harry alzó una ceja, desconcertado ante aquello. Por lo que sabía, ¿cómo había llegado ahí? Ciertamente, no recordaba haberse levantaod y haberse ido a la cama. De hecho, lo último que recordaba, era haber apoyado la cabeza en el escritorio, cuando escuchó las voces de Voldemort y Wormtail.

Curioso, Harry se acercó al escritorio. Ciertamente, ahí estaban sus lentes, cuidadosamente doblados encima de sus cartas y sus tareas en distintos grados de avance. Automáticamente las puso encima, después, se sentó u cogió una hoja del pergamino encantado de Dumbledore.

Estaba a la mitad del recuento de su sueño, cuando se dio cuenta de que recordaba todos los detalles sin usar el cuaderno de notas. Era distinto.

Usualmente, tenía que escribir los sueños en el acto, porque tendía a olvidar los detalles rápidamente al despertar. Algunas veces, incluso con el uso de su cuaderno de notas, era difícil recordarlo todo, pero por algún motivo, el recordar el sueño de la noche anterior era como si recordara algo que le había pasado ayer. Si se concentraba un poco, podía recordar todo clara y fácilmente.

Harry sentió que un estremecimiento le recorría la espina dorsal cuando recordó la curiosa sensación de estar simultáneamente despierto en la lejana cabaña, y dormido en el Caldero Chorreante. Eso era más que extraño. Se preguntó si tendría que mencionárselo al Director. Quizás tendría que esperar a ver si podía identificar lo que había sucedido primero. Tan sólo sabía que aquello era algo de lo que había escuchado antes -- ¡tan sólo que no podía recordar dónde!

Suspirando, Harry soltó la pluma encantada, y comprobó otra vez la hora. ¡Diantre! Tenía que bajar, pero realmente quería enviar esa carta, y no después. Se estremeció cuando recordó la petición de Dumbledore de que le enviara toda la información, sin importar cuán simple o sin importancia le pareciera, garabateó una breve descripción del resto del sueño, y un poco sobre el dolor de su cicatriz.

La parte sobre su sueño sonaba un poco dura, pensó críticamente mirando el resultado poco después, pero el tono era tranquilo e informativo. Decidiendo que eso serviría, Harry activó el pergamino, entonces cogió algunas ropas y comenzó a limpiar.


De regreso en la cocina, Tom miraba las existencias de pociones curativas y medicinales del Caldero Chorreante. Después de todo, la gente se enfermaba, y no siempre llevaba sus propios remedios consigo, así que guardaba una remesa de algunas de las pociones más suaves, y que no necesitaban prescripción a la mano. Había tenido la idea cuando era joven, cuando uno de sus clientes había despertado por la noche con un caso de cardialgia. Había sido muy severo, así que había despertado a Tom para ver si tenía algo que pudiera ayudarle. Desafortunadamente, Tom no había tenido ningún remedio disponible, puesto que él no sufría de esa aflicción, y el asunto no había parecido ameritar un viaje a San Mungo, así que el mago enfermo tuvo que esperar hasta que las pequeñas tiendas de pociones abrieron por la mañana. Tom se había ofrecido a ir, y había comprado un pequeño arsenal de remedios comunes, ya que estaba en ello.

Hab­a sido una inversión segura, caviló Tom, mientras que estudiaba las botellas, observando los niveles de las pociones que contenían. La buena voluntad que eso le había ganado había sido enorme, y como la mayoría de los magos y brujas agregaban dinero para su reemplazo cuando se les hacía la cuenta, el coste de proporcionar el servicio era mínimo. Hmm. Todavía tenía mucho reductor de fiebre, pero casi se le había acabado la Solución Calmante del Estómago. La señora Nettleby había utilizado bastante durante su estancia hacía dos semanas. Pobre querida. ¡Ah! ahora bien, quedaban unas cuantas dosis. Podría ordenar más adelante.

Frunciendo el ceño, Tom bebió su té, y comenzó a organizar. Por lo que sabía, Harry había estado planeando quedarse ese día en el Caldero Chorreante, y hacer el lavado. Vería cómo estaba el muchacho cuando se despertara, entonces podrían enviar lechuzas a las tiendas en las que se suponía que trabajaría Sparky por el siguiente par de días. Realmente, después de lo que había visto la noche anterior, un chequeo en San Mungo podría estar indicado. El viejo mago estaba considerando el hacer una lista cuanto una voz tranquila habló detrás de él.

"Buenos días, Tom."

Saliendo de su ensueño, el mago se dio la vuelta, entonces parpadeó unas cuantas veces. "¿Harry?'" barbotó incrédulo. Calculaba que Harry pasaría el siguiente día, o dos más enfermo en cama, pero allí estaba, recién vestido, con el cabello todavía húmedo de la ducha y no parecía estar mal.

Se le quedó viendo, hasta que el muchacho frunció el entrecejo, preocupado. "¿Estás bien, Tom?" preguntó Harry, estudiando a la persona mayor inciertamente. "Tal vez deberías sentarte," le sugirió, "¿quieres otra taza de té?"

Todavía aturdido, Tom se sentó pesadamente en una de las mesas de trabajo, y no se opuso cuando Harry recogió su taza fue a llenarla nuevamente. Cuando miró al reloj en el que se leía, "Te Levantaste Temprano." Tom alzó una ceja en dirección a Harry cuando su joven compañero regresó, y colocó dos tazas con humeante vapor sobre la mesa. "¿Qué haces levantado a ésta hora?" le preguntó, pues el muchacho se había sentado en la silla al lado suyo.

"Er, me dijiste que querías hablar conmigo­," indicó Potter, cogiendo nerviosamente su taza de té.

Oh, sí... pensó Tom, recordando como si fuera de otra vida, cuando le había pedido a Harry que bajara un poco más temprano. ¡Merlín! ¿Había sido realmente tan sólo la noche anterior?

"Si no es así, puedo irme," ofreció Harry, pareciendo más que agradecido de escabullirse. Acababa de comenzar a levantarse, pero el otro mago lo detuvo.

"No, no, ahora recuerdo," le dijo con una pequeña sonrisa. "Lo siento, estaba distraído con los duendecillos. ¿Desayuno?"

Harry negó con la cabeza. Todavía no tenía hambre. "¿Quizá un poco más tarde?"

"Muy bien." Tom cruzó las manos sobre la mesa y pareció reunir sus pensamientos. "Originalmente, cuanto de pedí que bajaras, tenía algunas preguntas en mente, pero después de anoche, encuentro que tengo algunas más."

Harry lo miró, entonces palideció un poco, cuando se dio cuenta de lo que había sucedido. La información de lo sucedido que no había encajado a su despertar, encontró su sitio. ¡Eso es! ¡Tom estaba allí cuando me desperté de la pesadilla! ¡Me llevó el cuaderno de notas! Pensó, sintiéndose un poco escandalizado. ¿Tom también lo habría llevado del escritorio hasta la cama?

Pasó saliva nerviosamente, y estudió la mesa, preguntándose si había hecho algo extraño e imperdonable la noche anterior, mientras había estado soñando. ¿Ahora Tom creería que era una amenaza? ¿Adónde iría, si ya no podía quedarse por más tiempo en el Caldero Chorreante?

Estaba tan preocupado por su desahucio inminente, que casi dio un brinco cuando Tom se inclinó hacia delante, y le puso una mano en su antebrazo.

"¿Estás bien?" le preguntó Tom, ahora frunciendo el ceño de preocupación. "Por un segundo parecías una lechuza a las luz del día." Cuando Harry asintió, continuó. "Pareces estar mucho mejor esta mañana, pero ayer por la noche parecías estar terriblemente enfermo, Harry. Puede ser que no te haga ningún daño que acudas con tu médico regular, o que por lo menos, descanses por un par de días. Puedes enviar lechuzas a los comerciantes con los que se suponía que irías, estarán decepcionados, pero entenderán."

"Oh, y hablando de lechuzas," dijo Tom, interrumpiéndose antes de que Harry pudiera decir algo, "ayer recibí una carta de tu Director. Me preguntaba si me importaría permitir que usaras de vez en cuando las lechuzas del Caldero Chorreante, puesto que la tuya es tan distintiva." Tom frunció un poco el entrecejo y sacó la carta de uno de los bolsillos de su traje, y la escudriñó. "No sé porqué pensó que sería una molestia, contigo quedándote aquí y todo, supongo que no quería presumir nada."

Harry parpadeó una o dos veces, mientras que procesaba lo que Tom le decía. ¿El otro mago estaba preocupado por las lechuzas? ¿Y por su salud? Eso para nada era lo que había estado esperando. Antes de poder evitarlo, se le escapó una pregunta. "¿Entonces todavía puedo quedarme aquí?"

Cortado abruptamente, Tom frunció nuevamente el ceño, esta vez por la confusión. "¿Por qué en la tierra piensas que no podrías?"

Harry se encogió de hombros, dejó otra vez la mirada fija en la mesa. Encontró que su atención era distraída momentáneamente por la mano de Tom que todavía estaba ligeramente apoyada en su antebrazo. Era una sensación interesante, no se parecía en nada a cuando su tía o su tío lo cogían con aspereza, o cuando uno de sus amigos le cogía la mano para llevarlo a alguna parte o para apresurarlo. No, esto era algo tranquilo y sin demandas. Uno podía decir que reconfortante.

Antes de que comenzara a asistir a Hogwarts, Harry no había tenido mucha experiencia en contacto positivo. Lo había observado, por supuesto. Dudley siempre había renegado por las muestras de afecto de ambos padres, pero las pequeñas atenciones siempre habían fascinado a Harry, cariños que la tía Petunia hacía especialmente, sin que pareciera que las pensaba conscientemente. Era igual en La Madriguera. Molly Weasley siempre les acariciaba el cabello, les enderezaba la ropa, y rápidas caricias cariñosas que avergonzaban a su amigo Ron. Janet Wright se había comportado de una manera muy similar con Kitty y Becky la noche anterior, ahora que lo pensaba.

Desde que había comenzado su entrenamiento mágico, había hecho muchos progresos. Por ejemplo, se había acostumbrado al trato rudo y, hermanalmente reñido con sus compañeros de dormitorio y el quipo de Quidditch. Había aprendido a aceptar el contacto de Hermione y los exuberantes abrazos de Hagrid con bastante tolerancia, y la mayor parte del tiempo, podía soportar el contacto ocasional de sus profesores y pares. Eran esos momentos efímeros de dulzura genuina los que todavía lo tomaban por sorpresa. Se encontraba sintiéndose perdido y con la lengua atada, y sin saber qué hacer.

Finalmente, incapaz de soportar el suspenso, alzó la vista y encontró la perspicaz mirada de Tom. "Todavía te preocupa lo que esa basura que Rita Skeeter escribió, ¿no es verdad?" le dijo el otro mayo, en un tono que lo hacía una declaración y no una pregunta. "Pensé que habíamos aclarado eso en tu primer día aquí."

Harry no respondió en voz alta, pero sus mejillas se enrojecieron levemente.

Tom murmuró desaprobadoramente para sí. "Niño, he perdido la cuenta de cuántos magos y brujas se han sentado en mi bar y se han puesto a dar de gritos, afligidos por las historias que publica esa mujer. Desafortunadamente, ella siempre se cerciora que sus artículos tengan la suficiente verdad en ellos. El Diario El Profeta generalmente no se retracta de una historia, a menos que sea totalmente mentira. Y lo más importante," continuó, dando un pequeño apretón en el brazo de Harry, antes de sentarse y cruzar las manos sobre la mesa, "nunca he creído que fueras un peligro para los que están cerca de ti. Si lo creyera, no te habría recomendado a mis amigos en el Callejón, y ciertamente no habría permitido que escoltaras a su casa a esa familia, ayer por la noche."

El efecto de sus palabras electrizante. Sonriendo indulgentemente, Tom miró las emociones que pasaron por la cara de Harry. El muchacho había parecido sorprendido en un principio, después sospechoso, como si fuera incapaz de creer lo que le había dicho. Después, había mirado muy atentamente a Tom, escudriñándolo de cerca, como si buscara muestras de una mentira oculta, después, finalmente... finalmente, Harry le había creído. Sus ojos habían perdido la mirada de enfermizo pavor que los llenaba, su postura se había relajado levemente y la sincera sonrisa que había aparecido en su cara valía un millón de Galeones.

La charla había ido un poco más fácilmente después de eso. Tom sabía que Harry no le había contado todo, pero habían abordado bastantes asuntos antes de que fuera hora de alistar el comedor para el desayuno. Harrý había parecido sentir que Tom había estado genuinamente asustado por lo que había atestiguado, así que le compartió un poco sobre su cicatriz, y su evidente conexión con Voldemort. También admitió que no se ponía enfermo a menudo, e incluso cuando le ocurría, parecía dejarlo en una noche o dos, o algo así. La señora Pomphrey también hab­a comentado más de una vez cuán rápidamente se recobraba de una lesión física.

Quizás lo más revelador había sido los pequeños fragmentos de información que Harry había compartido sobre sus parientes muggles. O más bien lo que no dijo. El muchacho seguía siendo algo renuente a hablar del tema, pero Tom se había enterado de ello, no obstante. Era una vergüenza y una desgracia, y no podía figurarse cómo había pasado inadvertido tanto tiempo, pero ahí estaba, claro como el día. El Niño-Que-Vivió, el niño que cada mago y bruja en el mundo mágico asumía que le era dado todo lo que deseaba en abundancia, realmente tenía muy poco. Estaba más allá de la comprensión de Tom, cómo podía haberse cometido un error tan tonto.

Esas horribles enormes y horribles ropas habían sido ropas desechadas por su primo. Las ropas que Harry se había comprado habían sido las primeras ropas nuevas que se había puesto desde que era un niño. Evidentemente, sus parientes habían hecho exactamente lo que tenían que hacer y nada más. Le habían dado a Harry alimento para comer, ropas para usar, un lugar donde dormir y atención médica cuando no había habido otra opción, pero claramente le habían negado muchas otras cosas intangibles que necesitaban los niños para prosperar y crecer. No era raro que hubiera parecido tan sorprendido cuando Hagrid lo había llevado al Caldero Chorreante por primera vez.

En el reloj de la cocina finalmente sonó una advertencia, de que era hora de poner las mesas. Harry le había dado a Tom una media sonrisa y se había excusado para "ir a traer a Jim." Tom lo miró hasta que desapareció en el rellano de la escalera, maravillado de la fuerza y resistencia que el muchacho demostraba. Considerando todas las cosas, era un condenado milagro que el niño hubiera resultado tan bueno como era.

Dándose cuenta de que todavía tenía la carta de Dumbledore en la mano, Tom la metió nuevamente en su bolsillo con un suspiro. Había sido obvio de la correspondencia del director que no tenía ni la más remota idea de que Harry estaba en el Caldero Chorreante. Se había propuesto abordar ese tema con el muchacho, pero con la conversación que habían tenido esa mañana había decidido esperar un poco.

Harry le había asegurado que se comunicaba con Dumbledore, y le pasaba cualquier tipo de información sobre su cicatriz y sobre Quien- Usted-Sabe, y además, le había compartido que Albur le había advertido que no fuera a las casas de sus amigos y que por eso era que había ido al Caldero Chorreante en primer lugar

Mientras que andaba por el comedor y comenzaba a alistarlo, Tom pensaba en el dilema. Por un lado, no le parecía correcto ocultarle al director de Hogwarts algo de esa magnitud. Por otra parte, Potter estaba profundamente asustado por algo. No estaba seguro de que el propio muchacho pudiera explicar lo que lo molestaba si se le preguntaba. Se preguntaba si estaba nervioso porque lo enviaran de nuevo con sus parientes muggles. Y se preguntaba si los temores de Harry estaban justificados.

Siguió con ese círculo vicioso por un rato, antes de decidir dejar pasar el asunto, por lo menos por ahora. Harry estaba bastante seguro, con su distraz. Nadie lo había reconocido, Nadie, incluso, había sospechado. Ésa era otra ventaja de que fuera famoso. No se esperaba que Harry Potter estuviera dispuesto a trabajar. El pensamiento nunca se le ocurriría a la gente.

Todo eso estaba muy bien, pero tendrían que ser cautelosos. Lucius Malfoy había estado ayer en el Callejón, y pronto las tiendas estarían llenas de gente que probablemente reconocería al joven Sr. Potter. Quizás debería hablar con Harry acerca de decirles sobre él a algunos de los otros comerciantes para que pudieran tenerlo vigilado -- cuidándole la espalda -- como habían hecho hacía un par de veranos.


Lunes, 17 de Julio de 1995.

La profesora Minerva McGonagall se sacudió cuidadosamente el hollín de sus túnicas de verano cuando salió de la chimenea de su oficina en Hogwarts. Aparte de lo obvio, una de las más molestas consecuencias del regreso de Voldemort, eran las restricciones de viajar que Dumbledore había impuesto. A ella le gustaba aparecerse en Hogsmeade, y después caminar hasta Hogwarts cuando el clima era agradable, pero no había nadie disponible para acompañarla, así que tenía que utilizar la red Flú, o su translador de la Orden.

La profesora de Transformaciones se detuvo un momento para abrir su ventana, antes de sentarse ante su escritorio. Las cartas a los alumnos tenían que enviarse a fin de mes, ella le debía a Flourish & Blotts, una lista de libros, y un número aproximados de los alumnos, y todavía no había comenzado a prepararlos.

La mayoría del personal de Hogwarts ya había entregado su proyección de horarios y los textos solicitados para el nuevo curso. El único problema era la posición de Defensa Contra las Artes Oscuras. No podía muy bien haber un programa y una lista de libros cuando no había un profesor que la hiciera. Minerva supuso que en el peor de los casos, siempre podría volver a poner el texto de Quentin Trimble. Muchos de los estudiantes que volvían ya lo tenían, y era mejor que forzarlos a comprar todos los libros de Gilderoy Lockhart otra vez.

El Directora Adjunta, acababa de acomodar los programas de sus colegas en 7 pilas, una para cada grado en Hogwarts, cuando un correo lechuza entró por su ventana abierta, y dejó caer un grueso paquete de pergamino en su escritorio, antes de dar una vuelta y alejarse volando otra vez.

Curiosa, Minerva cogió el sobre, sólo para sobresaltarse cuando leyó el nombre del remitente Flourish & Blotts. Probablemente el Sr. Reed preguntaba por la información que le debía. Suspirando, rompió el sello del cera del sobre, y sacó un apilado de pergaminos. Había varias hojas juntas, formando un librito, y había una carta encima:

Querida profesora McGonagall:

Espero que al recibir esta carta, se encuentre usted gozando de buena salud, y de sus vacaciones de verano. Confío en que recibiré las listas de libros y el número de alumnos para el siguiente curso de HOgwarts muy pronto, de forma que pueda tener disponibles los materiales necesarios.

Ahora que me he encargado de ese pequeño asunto, procederá a la verdadera razón por la que le escribo. Debe encontrar un librito incluido. Es la guía a los de primer año de origen muggle.

Minerva cerró los ojos, y murmuró algo poco halagador por lo bajo. ¿Cuántas veces iban a tener que pasar por ese intento infructuoso? La guía para los de origen muggle era una idea completamente brillante que desgraciadamente había fallado una vez que había sido puesta en práctica. De vez en cuando, el Sr. Reed sentía la necesidad de intentarlo otra vez, y cada vez, ella y los otros jefes de las casas, tenían que ocuparse de la horrorosa confusión que provocaba en los de primer año de origen muggle.

Sé lo que usted probablemente está pensando, seguía la carta, casi como si Geoffrey pudiera leerle la mente. Yo también había abandonado, pero creo que finalmente tenemos algo que podría funcionar.

En vez de pedirle a alguien que ha vivido en el mundo mágico toda su vida, que intente imaginarse lo que pensarían los de origen muggle, he acudido directamente a la fuente. Ésta actualización fue hecha por un alumno de Hogwarts -- uno de origen muggle muy superior. Era tan asombrosamente simple, que no sé por qué no lo pensamos antes. Además, el muchacho ha escrito la información de forma muy casual y alegre. Pienso que los niños responderán más favorablemente, puesto que no es tan estricta y formal como la original.

Por favor, tómese algunos minutos para echarle un vistazo, y si está de acuerdo conmigo, quizás podría enviarse con las cartas para este año. Creo que finalmente tenemos un documento que hará lo que pensamos en un principio. Quise mandárselo inmediatamente, para que no hiciera falta al mandar las cartas.

McGonagall hizo un sonido suave. ¡Si él supiera! La tan-eficiente-directora-adjunta, definitivamente no estaba disponible esa vez.

Estoy seguro de que notará que no hay créditos de autor en éste libreto. Por alguna razón, el muchacho parecía muy tímido e inseguro de sus propias habilidades. Le dije que usted desearía saber quién hizo éste pequeño y maravilloso trabajo, pero por ahora, quiere permanecer en el anonimato. Quizás podamos hacerle cambiar de opinión para la segunda reimpresión, aunque estoy seguro de que usted reconocerá su estilo de escritura -- es absolutamente distintivo.

Una última cosa, él hizo otra sugerencia que sentí que tenía mérito. Junto con la nueva guía muggle, quizás podríamos invitar a los nuevos alumnos de origen muggle a venir al callejón Diagon en grupos, y serán conducidos y guiados en su primera excursión de compras en el mundo mágico. En el futuro, si resulta bien, usted y el director indudablemente querrán asignar a los Prefectos a aceptar voluntarios por sí mismos, pero puesto que el verano está bastante avanzado, el autor se ha ofrecido a realizar la tarea.

Usted puede estar renuente de aceptar la oferta del muchacho "a ciegas", pero él ha sido mi empleado por unas cuantas horas este verano, y estoy confiado en que podrá realizar la tarea admirablemente. Si está de acuerdo, entonces, divida a los de primer año en grupos, y asígneles una fecha. Por supuesto, estaremos encantados de intentar acomodar a cualquier persona que no pueda venir en la fecha asignada.

Sinceramente,

Geoffrey Reed.
Director General de FLourish & Blotts

Ahora intrigada, a pesar de sí misma, Minerva hizo la carta a un lado, y miró el librito. Suspirando, miró las pilas de pergamino en su escritorio. Realmente ten tendría que hacerlo, si quería que las cartas salieran a tiempo. No obstante, si Geoffrey tenía razón... eso era que algo que habían necesitado durante largo tiempo, y el documento no parecía ser terriblemente largo.

Ajustándose sus lentes cuadrados McGonagall cogió el librito, y comenzó a leerlo. Cuando leyó el título, sonrió. A mitad de la primera página, estaba impresionada. Para cuando llegó al final, se había echado a reír dos o tres veces. Se secó los ojos con un pañuelo, la directora adjunta puso el librito a un lado y movió la cabeza. Reed tenía razón. Era inspirador. Era exactamente lo que habían imaginado todos aquellos años. El autor, quienquiera que fuera, era sucinto y claro, con un genio seco, y in sentido del humor ligeramente irreverente.

Frunciendo el ceño, McGonagall recorrió rápidamente todo el documento otra vez. No reconoció el estilo de escritura inmediatamente, pero, de nuevo, seguramente no podría. Las tareas y ensayos que recibía de los alumnos, generalmente tenían un tono mucho más formal. Sonriendo de nuevo, cogió el librito, y se apresuró a ir en busca del profesor Dumbledore. Técnicamente, ella realmente no necesitaba la aprobación del director, el registro era uno de sus deberes, después de todo, pero no podía evitar pensar que probablemente también a Albus podría gustarle una buena risa.

Temporis Spatium es latín para "Duración"


Gracias por sus reviews, los mencioné en el re-post del capítulo 16, pero gracias de nuevo, Ianthe.