Saludos a tod@s, ya veo que la gente por aquí lee pero no deja mensajes…. Buff creo que me tendre que ir acostumbrando, de momento no soy exigente, pero… me gusta que me dejen reviews, por favor, por favor, por favor, gasten unos segundos de su tiempo en pinchar en el boton ese de abajo, donde pone GO y dejen aunque sea una misera palabra, algo, por favor, por favor (escritora de rodillas pidiendo reviews), que llevo dos capitulos sin que nadie escriba y no se si es porque escribo mal (espero que no sea asi) o porque la historia no lo merece (espero que esto tampoco), porque no se me ocurre mas cosas. Aahhh, tambien puede ser que como la gente no se ha leido el 5 libro no lo lea, que se le va a hacer, espero que cuando lo lean pasen por aquí que esta historia lleva para rato (si no se han fijado, se supone que estamos en el cumple de Harry y son 6 capitulos, asi que para el final… no hago cuentas, pero la historia estara para largo rato).

Aviso, este capitulo esta muy raro, lo se, pero si lo leen hasta el final comprenderan TODO, ya veran.

Ahora a disfrutar.

Capitulo 7_Volver al hogar

Desaparecer.

Desaparecer.

Desaparecer.

Desaparecer….

- ¿Dó… donde estamos?

- No… no lo se.

Dos personas miraban detenidamente el lugar donde se encontraban en aquellos momentos, lo ultimo que habían podido ver, antes de encontrarse en ese lugar, era una lúgubre y oscura cueva, pero… en esos momentos se encontraban en un lugar completamente opuesto a eso, parecía que flotaban en medio de nubes, todo era de tonos blancos y azules y de vez en cuando les rozaban trozos de algo blando, como algodón.

- ¿Qué ha pasado? – volvió a preguntar una de las personas dando una voltereta completa para poder preguntarle a la otra, ambos se encontraban flotando en ese lugar, como si no existiera la gravedad allí.

La otra persona, dando también una especie de vuelta para responderle mejor inclino los hombros en señal de que tampoco él sabía donde se encontraban.

Poco a poco se fueron acostumbrando a ese lugar, parecía que eso hacia que olvidasen las penas, se dedicaban a flotar y a pasar entre las nubes jugando todo el rato, como si se tratasen de niños pequeños, había algo en la atmósfera que liberaba el niño interior que ambos llevaban dentro y les hacia reír y disfrutar de lo que les rodeaba.

Saltando y brincando entre las nubes llegaron a una especie de parque donde había todo tipo de columpios, a los dos se les ilumino la cara al verlo y fueron medio corriendo medio volando a probar todas las atracciones que veían. Al llegar al parque pudieron apoyar los pies, no lo habían echado en falta, pero el tocar tierra firme les daba más sensación de disfrute. No dejaron ninguna atracción por probar y lo que mas les divertía a ambos era tirarse por el tobogán y bajar por una columna que había (como si fuesen auténticos bomberos), aunque a ninguna dejaron de subirse, eran como niños pequeños y las atracciones estaban adaptadas a su tamaño para que disfrutaran mas (cosa que ellos no sabían y que tampoco les importaba mucho).

Al cabo de mucho rato de juego el cansancio hizo aparición, ninguno de los dos se había dado cuenta de cuanto tiempo habían pasado divirtiéndose, no tenían con que contar el tiempo y tampoco les importaba, pero hubo un momento en que estaban tan cansados que se sentaron en los dos columpios que allí se encontraban y se pusieron a balancearse despacio.

- ¿Te acuerdas de algo?

- No… ¿por?

- Nada, por saber – encogió los hombros, como si ya hubiese olvidado por qué lo preguntaba.

Siguieron columpiándose un rato mas hasta un ruido, como si se tratase de un rugido, hizo su aparición.

- ¿Qué ha sido eso? – dijo uno de los muchachos parándose con el columpio.

El otro siguió su ejemplo y también se paro en seco, el ruido volvió a sonar.

- Cre… creo que… mi estomago – dijo riéndose el otro muchacho y amarrándose la tripa fuertemente.

Otro ruido, parecido al primero, sonó en el parque.

- Oh… el mío también se queja – contesto el otro graciosamente.

Ahora los dos se encontraban revolcándose en el suelo y de sus ojos salían lágrimas de la risa que tenían y cada vez que intentaban parar, un nuevo rugido de sus estómagos les hacia comenzar de nuevo a reír.

Pasó largo rato hasta que los dos pudieron ponerse en pie sin riesgo a otro ataque de risa, pero en cuanto se calmaron se dieron cuenta de que hacia bastante tiempo que no comían nada, es mas, no recordaban la ultima vez que habían comido, aunque no le daban mucha importancia a ese hecho en esos momentos.

- ¿Has visto algo? – uno de los muchacho se había subido a la parte mas alta de los columpios y observaba buscando algún lugar cercano, en ese instante bajaba rápidamente con una gran sonrisa en los labios.

- Si, cerca de aquí hay una casa, quizás nos den de comer.

- Eso espero, ya que cada vez me duele la tripa mas – dijo agarrándose con ambas manos el estomago.

Decidieron ir los dos juntos a la casa que uno de ellos había vislumbrado desde lo alto de los columpios, mientras se acercaban, una sensación de familiaridad se apoderaba de ellos, pero a cambio de esto algo se iba quedando atrás, estaban perdiendo la sensación de un hogar…

La casa era acogedora a la vista, las paredes estaban pintadas de blanco y el techo de rojo, las ventanas y la puerta eran de colores distintos, tales como verdes o azules, incluso se veía una ventana de un color naranja pálido. A pesar de esta disparidad de colores, el conjunto parecía estar en equilibrio e invitaba a entrar adentro, una fuerza atraía a todos las personas que la contemplaban.

Al llegar a las cercanías, y contemplar la casa desde mas cerca, desearon pertenecer allí, ambos lo hicieron, y como si ese deseo se hiciera realidad, al traspasar la verja que separa la pequeña casita del camino tuvieron la sensación de haber vivido siempre allí, de que esa era su casa y que no recordaban otro lugar, ese era su hogar desde siempre.

Corriendo hasta la puerta y la abrieron a la vez, como si supieran donde se encontraba todo, torcieron a la derecha del pasillo que se abría ante ellos y entraron al comedor de la casa, la visión de este era realmente fantástica, pero ellos no se dieron cuenta… pues… como habían vivido desde siempre allí , estaban acostumbrados a esos lujos.

El comedor estaba decorado de forma grandiosa, una mesa se encontraba en el medio de la habitación y encima de ella se encontraban todos los manjares que invitaba a comerlos, a uno se le hacia la boca agua al contemplarlos, todos tenían un aspecto fabuloso. Encima de la mesa se encontraba, colgada del techo, una gran lámpara de forma circular, de la que colgaban pequeñas gotas de cristal y que daba una luz magnifica al salón, algunas de estas gotas desprendían brillos de diferentes colores, pero la mayoría era de color blanco. Como esperando a que esas dos personas entrasen a comer, un par de sillas se encontraban cerca de la mesa, una en cada extremo, rápidamente estas fueron ocupadas por los dos hambrientos jóvenes y se pusieron a degustar los apetitosos manjares que se encontraban enfrente de ellos en la mesa. Sin que estos se dieran cuenta, la lámpara cambió un poco de aspecto puesto que dos de las millones de gotas que la componían cambiaron de color, pasando de un blanco puro a otro bien distinto.

Después de comer, los platos vacíos que se amontonaban en la mesa desaparecieron, y los dos muchachos se levantaron y desperezándose fueron a dormir a sus habitaciones que se encontraban cerca del salón. Parecía que siempre habían vivido en esa casa, se desenvolvían de maravilla y parecían saber donde se encontraba cada cosa. Caminaron por el largo pasillo hasta llegar a una gran puerta que se encontraba al final, esa era su habitación, la de ambos, pues siempre habían dormido en el mismo cuarto.

Abrieron la puerta, esta estancia era del mismo estilo que el salón, bastante decorada y con todo lo que ellos deseaban, las dos camas eran de un tamaño gigantesco, el suelo era mullido como si se tratase de una alfombra, eso invitaba a andar descalzo, cosa que hicieron nada mas entrar, a ambos lados de la habitación se encontraban gigantescos armarios que contenían ropa, (su ropa, pensaron), quitando todo esto todavía quedaba suficientemente espacio para considerarla grande, muy grande incluso, mas que cualquier salón de una casa normal.

Se echaron en las camas vestidos tal cual estaban, no tenían ganas de ponerse el pijama ya que estaban muy cansados, las mullidas sabanas les acogieron y pronto, muy pronto, los dos se estaban dormidos en la calida habitación de esa casa.

A la mañana siguiente los dos se despertaron cuando sintieron que sus estómagos comenzaban a protestar de hambre, el sol ya estaba en lo más alto como notaron al levantarse de la cama. Se quitaron el pijama que llevaban puesto y dejándolo encima de la cama, se pusieron lo primero que encontraron en los armarios. Al notar el aroma que les llegaba del salón fueron corriendo hasta allí, compitiendo entre risas a ver quien llegaba antes de los dos. Al llegar al comedor les esperaba de nuevo un banquete tan espléndido como el de la noche anterior, pero esta vez con cosas para desayunar, de nuevo se sentaron cada uno en su silla y comenzaron a comer con ansia. Cuando terminaron, salieron otra vez al parque, a jugar, eso era lo que mas les apetecía.

Esa rutina siguió durante muchos días, se levantaba, desayunaba, iban a jugar, comían, volvían al parque y cuando se sentían cansados iban a la casa a cenar y echarse a dormir. No les parecía monótono esta rutina pues cada día que pasaba descubrían algo nuevo en el parque, un juego nuevo que les permitía pasar de forma agradable y divertida el día, pues eso era lo que querían, diversión y risas todo el día. No se sentían solos, pues se tenían uno al otro y, a pesar de convivir todos esos días juntos y conocerse hasta el mas mínimo detalle del otro, siempre se gastaban bromas mutuamente, como levantar al otro de la cama con la almohada (o con agua fría, según si querían despertar al otro con mas o menos humor) o poner en la comida picante, o hacer que saltase alguna cosa, etc… muchas bromas se les ocurrían para gastar al otro, como si tuvieran un don natural, pero a pesar de todo, nunca se cabreaban o enfadaban con el compañero, pues los dos se tomaban con humor lo sucedido y pronto olvidaban el incidente.

Poco a poco, sin que ninguno de los dos se diera cuenta, la lámpara del salón estaba cambiando, y ahora tenia mas gotas de colores que gotas blancas, estas empezaban a escasear, lo que ellos no sabían es que poco a  poco estaban perdiendo sus recuerdos, sueños e ilusiones, que se almacenaban en esas gotas y que llegaría un momento, si nadie lo impedía, en que se convertirían en nada, en alguien sin recuerdos, sin pasado, ni presente, que se convertirían en personas que no esperan nada y eso era malo, ya que sin sueños ni esperanzas para el futuro uno desaparece y deja de existir tanto él como los sucesos en los que habían participado… pero eso ellos no lo sabían y si lo averiguaban en algún momento, tampoco les hubiera importado, pues ya casi no tenían recuerdos de su pasado ni nada a donde agarrarse para no perderse en los brazos del olvido, y además, se sentían muy a gusto en ese lugar, un sitio dónde podían disfrutar de juegos y risas cada día y donde ellos pensaban que pertenecían desde siempre… ese era el principal engaño de ese lugar…

*****

Las risas resonaban en el parque, dos personas se encontraban divirtiéndose y jugando allí, como ambas hacían desde hace mucho, mucho tiempo, desde que aparecieran en ese lugar y ahora ya no se acordaban de donde provenían ni que hacían en ese sitio, lo único que les importaba era jugar y jugar, no se preocupaban de nada, solo de divertirse y reír, de disfrutar….

De nuevo estaban puestos en los columpios, ya era tarde y la luz que iluminaba el lugar descendía, siempre reservaban un ratito en los columpios antes de regresar a la casa en donde comerían y se echarían a dormir después. Los dos se balanceaban adelante y hacia atrás lentamente, disfrutando de la brisa que corría. Algo les hizo detenerse de su cómodo balanceo, enfrente de ellos había aparecido la silueta de un hombre, al principio solo distinguieron su silueta, pero conforme la luz se disipaba pudieron apreciar las fracciones del hombre: el pelo negro le caía alborotado hasta los hombros, como si hubiera pasado mucho tiempo sin cortárselo, y los ojos, los ojos les observaban atentos a los dos, unos ojos de un azul muy penetrante se fijaban en las dos personas que se columpiaban, una expresión entre alivio y esperanza apareció en el rostro del hombre, como si los llevara mucho tiempo buscándoles. Las dos personas seguían paradas en el columpio, atónitas ante esa aparición, aunque ninguno de los dos reconoció quien era el aparecido.

- Chicos – el hombre se acercaba a ellos despacio – por fin os encuentro – los ocupantes del columpio se miraron entre si, no sabían a que se refería – tenéis que volver, tenéis que arreglar todo.

- ¿Qué? – ambos tenían cara de extrañeza, ese hombre decía cosas muy raras.

Ignorándolos, el hombre siguió hablando.

- Tenéis que volver, han ocurrido muchos desastres, muchas tragedias que pueden ser evitadas, tenéis que regresar… - el hombre ya se encontraba cerca de ellos, alargando el brazo los podía tocar.

El silencio se apodero del lugar, todos estaban inmóviles en sus posiciones y mirándose mutuamente.

- ¿Quién eres? – pregunto al cabo de un rato uno de los muchachos.

- ¿No sabéis quien soy?

- No – ambos muchachos lo dijeron a la vez, y ciertamente, no tenían ni idea de con quien estaban hablando.

Desesperado, el hombre empezó a andar y a murmurar cosas tales como "tendría que haberlos encontrado antes", "han pasado demasiado tiempo aquí", "¿Cómo puedo hacer que regresen si no se acuerdan de quienes son?", "tienen que volver, demasiadas cosas dependen de ellos" Parándose de repente, volvió a situarse enfrente de ambos muchachos.

- ¿Recordáis donde vivís?

- Allí – ambos muchachos respondieron señalando la casa que se encontraba cerca del parque.

- No, esa no, ¿Dónde vivíais antes?

- Siempre hemos vivido aquí

- ¿Y vuestra familia?

- Solo estamos nosotros dos – el hombre murmuró algo como "demasiado tiempo"

- ¿Recordáis como os llamáis?

- No – el hombre suspiro, según había averiguado, poco les faltaba a ambos para perder por completo su identidad, aunque… quizás todavía podía hacer algo, tenia que averiguar si todavía eran ellos o no.

- ¿Os gustan las bromas? – pregunto esperanzado.

Las caras de los muchachos se iluminaron, esa era una pregunta a la que podían contestar, mientras asentían con la cabeza respondieron – Nos encantan.

Al oír esta respuesta, el hombre sonrió, aun podía hacer algo para recuperarlos.

- Bien, bien, a mi también, ¿me enseñáis alguna?

Los muchachos se levantaron de los columpios aceptando esa propuesta, invitando al hombre a la casa para poder enseñarle algunas de las bromas que tenían. En el camino, los dos iban contándole al hombre algunas de sus bromas y este escuchaba atento, estaba pensativo aunque para que los muchachos no se dieran cuenta, de vez en cuando se reía de alguna de las cosas que le estaban contando.

Al llegar a la casa, el hombre se paro enfrente de la verja, dejando que los muchachos entrasen delante de él. Desde su posición echo a la casa una mirada de sospecha y de recelo, no se fiaba de nada que estuviese en aquel lugar y aun menos de esa casa. Oyó como los jóvenes le llamaban desde la entrada y se dispuso a entrar tras ellos, al traspasar la entrada del comedor se dio cuenta de por qué recelaba, allí se encontraba un lámpara que en esos momentos desprendía luces de muchos colores, "así que era eso", pensó para sus adentros, tenia que intentar que no se volviera la lámpara totalmente multicolor y para eso faltaba realmente poco, como pudo observar, en la lámpara solo quedaban unas pocas gotas de color blanco, "he llegado justo a tiempo".

- Así que – comenzó a hablar el hombre – siempre habéis vivido aquí

- Si – dijeron los muchachos después de tragar la comida que estaba en su boca, encima de la mesa se encontraba de nuevo los exquisitos manjares con los que cenaban.

- ¿Y no sabéis vuestros nombres? – volvió a preguntar

- No, pero eso que importa – dijo uno de los muchachos haciendo un gesto de indiferencia.

- ¿Y siempre hacéis lo mismo? Comer, jugar, dormir….

- Si, exactamente eso

- No necesitamos mas cosas

- ¿Y no os gustaría tener mas diversión? – en ese momento capto toda la atención de los muchachos, estos dejaron de comer y se dispusieron a prestar atención al hombre, este, al ver que al fin conseguía que le escuchasen siguió hablando – Si, tener mas gente con la que jugar y bromear, pertenecer a algo… - una mirada de reojo se dirigió hacia la lámpara, había conseguido que unas pocas gotas se volviesen blancas -  como a una familia, por ejemplo. Ser parte de algo… - Miro a las caras de los muchachos, parecían estar pensando en lo que les decía el hombre – tener hermanos y hermanas con los que compartir los juegos, aprender, tener padres…. – otra mirada a la lámpara le indico que iba por buen camino – vivir aventuras, conocer otros lugares, crecer…

 Las palabras del hombre empezaron a no escucharse, los dos muchachos habían cerrado los ojos y poco a poco su mente comenzó un largo camino por un oscuro túnel.

El hombre sonrió, lo había conseguido, en el último instante había conseguido que ellos dos se preguntasen quienes eran y la prueba de ellos era la cara de concentración de ambos, esperaba que ese último esfuerzo resultase. Miró la lámpara colgada, habían estado a punto de desparecer, agradeció el haberlos encontrado a tiempo, pero… ¿seria eso suficiente para evitar lo que había visto que ocurría en el mundo en el tiempo en que llevaban desaparecidos?, ¿seria eso suficiente para evitar todos los desastre ocurridos hasta ese instante?, ¿serviría su vuelta para evitar todos esos meses que habían trascurrido desde su desaparición? Por lo menos eso era lo que esperaba, muchos acontecimientos dependen muchas veces de cosas insignificantes y creía firmemente que todo los que había podido ver: caos, destrucción, muertes… se evitase.

El estallido de una gota de cristal le sacó de sus pensamientos, dirigió su vista hacia los muchachos, estos parecían esbozar sonrisas, como si recordasen cosas agradables. Al romperse la gota se pudo escuchar voces en la habitación y el hombre al oír y reconocer muchas de esas situaciones sonrió.

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

—Fred, eres el siguiente

—No soy Fred, soy George. ¿De veras, mujer, puedes llamarte nuestra madre? ¿No te das cuenta de que yo soy George?

—Lo siento, George, cariño.

—Estaba bromeando, soy Fred

—Daos prisa

—No llores, Ginny, vamos a enviarte muchas lechuzas.

—Y un inodoro de Hogwarts.

—¡George!

—Era una broma, mamá.

—Harry, ¿te hemos dicho quiénes somos? Fred y George Weasley. Y él es Ron, nuestro hermano. Nos veremos después, entonces.

—Bien hecho. Wood nos lo contó. Nosotros también estamos en el equipo. Somos golpeadores.

—Te lo aseguro, vamos a ganar la copa de quidditch este curso. No la ganamos desde que Charlie se fue, pero el equipo de este año será muy bueno. Tienes que hacerlo bien, Harry. Wood casi saltaba cuando nos lo contó.

Fred y George llevaban jerséis azules, uno con una gran letra F y el otro con la G.

—El de Harry es mejor que el nuestro. Es evidente que se esmera más cuando no es para la familia.

—¿Por qué no te has puesto el tuyo, Ron? Vamos, pruébatelo, son bonitos y abrigan.

—Detesto el rojo oscuro

—No tenéis la inicial en los vuestros. Supongo que ella piensa que no os vais a olvidar de vuestros nombres. Pero nosotros no somos estúpidos... Sabemos muy bien que nos llamamos Gred y Feorge.

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—¡Ah! —musitó Fred.

—¡Dios mío! —exclamó George.

La señora Weasley se paró delante de ellos, con las manos en las caderas, y paseó la mirada de uno a otro. Llevaba un delantal estampado de cuyo bolsillo sobresalía una varita mágica.

—Así que... —dijo.

—Buenos días, mamá —saludó George, poniendo lo que él consideraba que era una voz alegre y encantadora.

—¿Tenéis idea de lo preocupada que he estado? —preguntó en un tono aterrador.

—Perdona, mamá, pero es que, mira, teníamos que...

—Abran paso al heredero de Slytherin, aquí llega el brujo malvado de veras...

—No es asunto de risa —decía con frialdad.

—Quítate del camino, Percy —decía Fred—. Harry tiene prisa.

—Sí, va a la Cámara de los Secretos a tomar el té con su colmilludo sirviente —decía George, riéndose.

—Ni se me pasaría por la cabeza —dijo Fred, que ponía una cara como si faltase muy poco para su cumpleaños.

—Por supuesto que no —corroboró George con una risita.

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—¡Harry! —dijo Fred, quitando a Percy de en medio de un codazo, y haciendo ante él una profunda reverencia—. Es estupendo verte, chico...

—Maravilloso —dijo George, haciendo a un lado a Fred y cogiéndole la mano a Harry—. Sencillamente increíble.

—Ya vale —dijo la señora Weasley.

—¡Mamá! —dijo Fred, como si acabara de verla, y también le estrechó la mano—. Esto es fabuloso...

—He dicho que ya vale. Hola, Harry, cariño. Supongo que has oído ya todas nuestras emocionantes noticias. —Señaló la insignia de plata recién estrenada que brillaba en el pecho de Percy—. El segundo Premio Anual de la familia

—Y último —dijo Fred en un susurro.

—De eso no me cabe ninguna duda —dijo la señora Weasley.

—¿Para qué queremos ser prefectos? Le quitaría a la vida su lado divertido.

—¿Qué hacéis? —preguntó Harry con curiosidad—. ¿Cómo es que no estáis camino de Hogsmeade?

—Hemos venido a darte un poco de alegría antes de irnos —le dijo Fred guiñándole el ojo misteriosamente—Entra aquí...

—Bueno, Harry… cuando estábamos en primero.. y éramos jóvenes, despreocupados e inocentes... —Harry se rió. Dudaba que Fred y George hubieran sido inocentes alguna vez—. Bueno, más inocentes de lo que somos ahora... tuvimos un pequeño problema con Filch.

—Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.

—Así que nos llevó a su despacho y empezó a amenazarnos con el habitual...

—... castigo...

—... de descuartizamiento...

—... y fue inevitable que viéramos en uno de sus archivadores un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peligroso».

—No me digáis... —dijo Harry sonriendo.

—Bueno, ¿qué habrías hecho tú? —preguntó Fred— George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba fétida, yo abrí a toda prisa el cajón y cogí... esto.

—No fue tan malo como parece —dijo George—. Creemos que Filch no sabía utilizarlo. Probablemente sospechaba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.

—¿Y sabéis utilizarlo?

—Si —dijo Fred, sonriendo con complicidad—. Esta pequeña maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio.

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—¡Ay! No, Fred... Vuelve, vuelve. Ha habido algún error. Dile a George que no... ¡Ay! No, George, no hay espacio. Regresa enseguida y dile a Ron...

—A lo mejor Harry nos puede oír, papá... A lo mejor puede ayudarnos a salir...

—¿Se lo comió?

—Sí —respondió Harry poniéndose en pie—. ¿Qué era?

—Caramelo longuilinguo —explicó Fred, muy contento—. Los hemos inventado George y yo, y nos hemos pasado el verano buscando a alguien en quien probarlos...

—¡Jo! ¡Espero que esta vez sea igual! —dijo Harry entusiasmado.

—Bueno, pues yo no —replicó Percy—. Me horroriza pensar cómo estaría mi bandeja de asuntos pendientes si faltara cinco días del trabajo.

—Desde luego, alguien podría volver a ponerte una caca de dragón, ¿eh, Percy? —dijo Fred.

—¡Era una muestra de fertilizante proveniente de Noruega! ¡No era nada personal!

—Sí que lo era —le susurró Fred a Harry, cuando se levantaban de la mesa—. Se la enviamos nosotros.

—¡Accio! ¡Accio! ¡Accio!

—¡Hemos pasado seis meses desarrollándolos! —le gritó Fred a su madre, cuando ella los tiró.

—¡Ah, una bonita manera de pasar seis meses! —exclamó ella—. ¡No me extraña que no tuvierais mejores notas!

—Estáis todos bien. Estáis vivos, niños...

Y, para sorpresa de todo el mundo, cogió a Fred y George y los abrazó con tanta fuerza que sus cabezas chocaron.

—¡Ay!, mamá... nos estás ahogando...

—¡Pensar que os reñí antes de que os fuerais! —dijo la señora Weasley, comenzando a sollozar—. ¡No he pensado en otra cosa! Que si os atrapaba Quien-vosotros-sabéis, lo último que yo os había dicho era que no habíais tenido bastantes TIMOS. Ay, Fred... George...

—¿Qué andáis tramando?

—Son deberes

—No digas tonterías. Todavía estáis de vacaciones.

—Sí, nos hemos retrasado bastante.

—No estaréis por casualidad redactando un nuevo cupón de pedido, ¿verdad?. Espero que no se os haya pasado por la cabeza volver a las andadas con los «Sortilegios Weasley».

—¡Mamá! Si mañana se estrella el expreso de Hogwarts y George y yo morimos, ¿cómo te sentirías sabiendo que la última cosa que oímos de ti fue una acusación infundada?

Todos se rieron, hasta la señora Weasley.

—¡Se está quedando con nosotros! —dijo Fred en voz alta.

Repentinamente se quebró la tensión que se había apoderado del Gran Comedor desde la entrada de Moody. Casi todo el mundo se rió, y Dumbledore también, como apreciando la intervención de Fred.

—No me estoy quedando con nadie, señor Weasley —repuso—, aunque, hablando de quedarse con la gente, este verano me han contado un chiste buenísimo sobre un trol, una bruja y un leprechaun que entran en un bar...

—Sí, pero eso fue hace años, ¿no? Además, ¿es que puede haber diversión sin un poco de riesgo? ¡Eh, Ron!, y si averiguamos cómo engañar a Dumbledore, ¿no te gustaría participar?

Fred avanzó hasta el borde de la línea y se quedó allí, balanceándose sobre las puntas de los pies como un saltador de trampolín que se dispusiera a tirarse desde veinte metros de altura. Luego, observado por todos los que estaban en el vestíbulo, tomó aire y dio un paso para cruzar la línea. Durante una fracción de segundo, Harry creyó que el truco había funcionado. George, desde luego, también lo creyó, porque profirió un grito de triunfo y avanzó tras Fred. Pero al momento siguiente se oyó un chisporroteo, y ambos hermanos se vieron expulsados del círculo dorado como si los hubiera echado un invisible lanzador de peso. Cayeron al suelo de fría piedra a tres metros de distancia, haciéndose bastante daño, y para colmo sonó un «¡plin!» y a los dos les salió de repente la misma barba larga y blanca.

En el vestíbulo, todos prorrumpieron en carcajadas. Incluso Fred y George se rieron al ponerse en pie y verse cada uno la barba del otro.

—Os lo advertí —dijo la voz profunda de alguien que parecía estar divirtiéndose, y todo el mundo se volvió para ver salir del Gran Comedor al profesor Dumbledore. Examinó a Fred y George con los ojos brillantes.

—¡Ah, lo siento, Neville!. Se me había olvidado. Es la galleta de crema que hemos embrujado.

Un minuto después las plumas de Neville empezaron a desprenderse, y, una vez que se hubieron caído todas, su aspecto volvió a ser el de siempre. Hasta él se rió.

—¡Son galletas de canarios!. Las hemos inventado George y yo... Siete sickles cada una. ¡Son una ganga!

—Ron, ¿nos puedes prestar a Pigwidgeon?

—No, está entregando una carta. ¿Por qué?

—Porque George quiere que sea su pareja de baile

—Pues porque queremos enviar una carta, so tonto

—Fred... George... esperad un momento.

—Cogedlo

—¿Qué?

—Que lo cojáis. Yo no lo quiero.

—Estás mal del coco

—No, no lo estoy. Cogedlo y seguid inventando. Para la tienda de artículos de broma.

—Se ha vuelto majara

—Escuchad: si no lo cogéis, pienso tirarlo por el váter. Ni lo quiero ni lo necesito. Pero no me vendría mal reírme un poco. Tal vez todos necesitemos reírnos. Me temo que dentro de poco nos van a hacer mucha falta las risas.

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—Pienso que hicimos bien deshaciéndonos de él

—¿Qué ha pasado?.

—Percy y papá tuvieron una discusión. Yo nunca he visto a papa pelearse con nadie de esa manera. Normalmente la que grita es mamá.

—Detente!

—¿Cómo es que Harry consigue que sus preguntas sean contestadas?.

—¡Hemos intentado conseguir la información de ustedes durante un mes y no nos han dicho sola cosa! Tu eres demasiado joven, tu no estás en la Orden

—¿Que oyeron mis oídos?¿Prefectos de Hogwarts que no desean asistir a sus clases?

—Mira lo que tenemos hoy… Es el peor lunes que he visto en mi vida…

—Mala suerte hermano pequeño. Puedes comprar un poco de Sangranarices. Es barato, si lo quieres...

—¿Por que es barato?

—Porque estarás sangrando hasta que te seques, aun no tenemos el antídoto

—Déjalo. Creo que tendré que ir a clase…

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

Cuando todas las voces se desvanecieron, la lámpara se había vuelto totalmente blanca, los muchachos habían recuperado su identidad, sus recuerdos y… su vida. Abrieron los ojos lentamente, y mirando a su alrededor observaron extrañados el comedor en donde se encontraban, los ojos de los gemelos se clavaron en el hombre que, con una sonrisa en el rostro, les observaba.

- Al fin habéis vuelto – dijo el hombre sonriendo.

- Pe-pero…- los dos muchachos observaban atónitos al hombre, según sus recuerdos, él estaba….

- No penséis ahora en eso – se le escucho decir al hombre como si supiera en lo que estaban pensando – tenéis que regresar y pronto.

- ¿Cuánto tiempo llevamos aquí? – pregunto George al recordar que habían pasado mucho tiempo en ese lugar.

- Mucho, demasiado, según mis cálculos, ya casi es mayo – los gemelos dieron un salto al enterarse de esa noticia.

- ¿Y… ha pasado algo? – temían preguntar eso.

- Si – contesto el hombre – el mundo esta envuelto en una guerra muy sangrienta, han muerto millones de personas y… mucha gente importante – se le oscureció el rostro – el mundo esta a un paso de la destrucción – observo como el rostro de los muchachos – Voldemort ha destruido todo a su paso, y cuando digo todo, es TODO y… a todos – los gemelos ahogaron un grito, sabían que era lo que eso significaba, dejo pasar unos segundos antes de continuar – Hace algún tiempo me di cuenta de algo, de una situación que al principio me había resultado de poca importancia, pero que, al cabo del tiempo, demostró ser de mucha importancia, eso era lo que había cambiado las cosas – los jóvenes le miraban sin entender – No se como, pero puse mi empeño en buscarlos – miro a los otros dos – tenia que encontrarlos y cuanto antes, antes de que  desaparecieran…

- ¿Desaparecer? – interrumpió Fred la charla del hombre.

Entonces el hombre les contó todo lo que sabia de ese lugar, de cómo allí se perdía todo rastro de identidad y se terminaba despareciendo en el olvido, lo que no les contó era como había logrado encontrarles. Al terminar la explicación les dijo que necesitaban regresar.

- ¿Y como? – pregunto uno de ellos, eran lo que estaban pensando ambos.

- Tenéis que concentraros en regresar, en volver a casa.

- ¿No podemos aparecer?

- No, en este lugar no funciona eso, este lugar funciona con los pensamientos.

- Una pregunta – Fred se había dado cuenta de algo - ¿Por qué no pudimos evadirnos de los mortifagos si sabemos aparecernos?

- Yo también pensé en eso, pero creo que os pusieron algún artefacto para evitar eso, creo recordar que existen collares o dispositivos para evitar que la gente se desaparezca, así el ministerio controla a los presos, aunque creo que Voldemort ha conseguido hacerse con ellos ahora. – Esto sirvió como explicación a la pregunta.

- Entonces, tenemos que pensar en regresar

- Eso es

- Pero, no habrá nada que hacer

- Oh, creo que no, ya os daréis cuenta al llegar.

- Sirius…

- ¿Qué?

- ¿Tu no vuelves?

- No puedo, aun no ha llegado mi momento, todavía no puedo regresar. – Fred y George le miraron extrañados. – Ya lo sabréis a su debido tiempo, pero todavía no ha llegado mi hora de regresar, todavía no – dijo lo ultimo de forma melancólica, luego se dirigió a los muchachos – Tenéis que prometerme que no diréis nada, absolutamente nada a nadie, ni siquiera a vuestros padres, ni a Dumbledore, ni a Ron, ni a nadie de la Orden, ni… a Harry, - lo ultimo lo dijo tristemente - nada a nadie, ¿entendido? – Fred y George asintieron con la cabeza – Bien, ahora concéntresen en regresar a casa, en volver, piensen en su hogar – miro a los dos muchachos, estos estaban con los ojos cerrados concentrándose en lo que les decía – bien, sigan pensando, concéntrense en un rostro, en vuestro padre o en vuestra madre e imagínenselo enfrente… deseen regresar, volver a casa, volver al hogar…

De pronto los dos muchachos desaparecieron de la habitación dejando al hombre solo.

- Espero que esto arregle las cosas – pensó el hombre al salir de la casa.

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Fin capitulo

¿Qué les ha parecido?, raro no, pero creo que me ha quedado bien e interesante (eso creo que lo teneis que decidir vosotros, jeje).

Por cierto, hay varias referencias (en este y el capitulo anterior) de unos libros que son mis favoritos, a ver si las averiguas.

Ciao y hasta el proximo capitulo

Pd: Como sufro de hiperactividad mental creo que el siguiente capitulo estara mas o menos… mañana o dentro de dos dias (todo depende de vuestras opiniones, si me dejan reviews lo pongo inmediatamente lo termine y si no…. Tendreis que esperar un par de dias para que me recupere de la depresion que me causa no recibir reviews, jeje, vosotros decidis)

Ahora si me despido de vosotros, un besazo a todos y todas.