Aquí está el siguiente capitulo, espero que lo disfruten (Ohh… y dejen algun reviews)

Dedicado especialmente para lix, por animarme en el anterior capitulo (he estado a punto de no subirlo hasta la semana que viene, pero he sido buena y lo he subido, aunque otras veces, ya veré lo que hago, jeje,…. No se lo tomen com amenaza, no soy asi, ¿o si? :-P)

Por cierto, me agradaria mucho que se pasasen por el resto de mis historias (facil, pinchen en el nombre –arriba de esto- y sale mi biografia y abajo las historia que tengo) Me encantaria que se pasasen y leyesen los demas fics que tengo, seria una gran alegria.

Ciao

Y disfruten del capitulo.

Capitulo 14_El ataque (Segunda Parte)

(-El encarcelamiento de un inocente -)

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"- Buenos días señor ministro – un joven pelirrojo se inclinó al paso de Cornelius Fudge, el actual ministro de magia llegaba a su hora a la oficina, había muchas cosas que hacer y tenían que coordinar las defensas del mundo mágico tras la vuelta, reconocida oficialmente, del Innombrable.

- Buenos días – fue la única contestación que salio de los labios del hombre. Este, al sentarse en la mesa de su despacho, observo asombrado todo el jaleo de papeles que se veían amontonados frente a él – Weasley, ¿Qué son todos estos informes?

- Señor, son los datos de los ataques ocurridos esta noche – el Asistente Menor del Ministro respondió a la pregunta formulada. Desde el año pasado tenía ese cargo y lo desempeñaba de la mejor manera posible: llegaba una hora antes a la oficina y tenían todo preparado a la llegada del máximo dirigente del mundo mágico.

- Dios mío! – exclamo Funge al observar varias de las hojas puestas ante él – cientos de muertos, desastres causados de manera imprevisible, una ola de frío que empieza justamente en estas fechas…. – iba enumerando todo lo que leía – Es imposible que todo esto este ocurriendo ahora, y todavía estamos a principio de verano!!! – tenia razón, puesto que estaban a mediados de Julio.

- Y todavía sigue llegando mas informes de los diferentes departamento, señor. Están desbordados…

- Ya lo veo, ya lo veo… - el ministro veía como, de la nada, aparecían mas papeles en un extremo de la mesa – Creo que va a ser otra dura jornada de trabajo – se retiró el sombrero verde lima que todavía llevaba y dirigiéndose a su asistente – Tráeme un café, lo necesito.

- Ahora lo traigo señor ministro – Percy Weasley atravesó la puerta que separaba esa oficina con el resto del ministerio de magia. Uno de sus deberes como asistente era servir y ayudar al ministro en todo lo que pudiera, como en este caso, llevándole el café o ayudarle a seleccionar los informes, por ejemplo.

En otro departamento, en el nivel dos del ministerio de Magia, Arthur Weasley se encontraba hablando con un mago viejo y encorvado, de aspecto tímido y con un esponjoso pelo blanco, era Perkins, su compañero de departamento.

- ¿Crees que mi hijo se adaptara fácilmente al trabajo? – decía este mientras intentaba encerraba en un armario (lleno a rebosar, por cierto) unos bolígrafos que se le escurrían a veces de la mano y volaban por toda la habitación escribiendo en las paredes hasta que de nuevo se capturaban.

- Es joven y acaba de salir de la escuela… creo que si

- Eso espero, aunque no se lo que le habrán enseñado en Durmstrang, debería haberle mandado a Hogwarts, pero ya sabes… mi mujer se empeñó.

- Bueno, ahora lo importante es que no se meta en líos. Por cierto ¿Dónde se ha ido? – el señor Weasley miraba su pequeña oficina, unos momentos antes el muchacho se encontraba admirando los recortes que estaban prendidos en la pared.

- Buff, esto ya está – Perkins cerró el armario, al fin había almacenado los bolígrafos bromistas – Estará de nuevo con tu hijo Percy, se han hecho muy buenos amigos ambos.

- Si – dijo tristemente Arthur – son igual de ambiciosos los dos.

- Percy, Percy!!!

- ¿Qué quieres Guillaume?

- ¿De nuevo estas de sirviente? – el joven miró la gran tetera que llenaba el pelirrojo, el café se cogía en una sala especialmente habilitada para ello y donde la mayoría de los trabajadores iban allí a la hora del descanso, que por cierto, ahora estaba vacía al ser la primera hora de la mañana.

- Soy su asistente… solamente. Tengo que ayudarle en lo que pueda – el café ya casi estaba listo, ya solo faltaba un par de dedos por llenar.

- Déjame a mi – el otro joven le arrebato la tetera y se dispuso a llenarla hasta el final, mientras veía como Percy Weasley se limpiaba la mancha que le había surgido en la túnica al serle arrebatada de esa forma la tetera.

- La próxima vez avisa, amigo – decía el pelirrojo riendo – si quieres quitarme el puesto no lo lograras.

- No es eso, no es eso… - pero lo decía tan bajo que ni siquiera el cuello de su túnica alcanzo a oírlo – Bueno, esto ya esta – le paso el recipiente lleno, a la vez que apoyaba una mano en la túnica del otro, como si quisiera limpiarle una mota de polvo – Haz tu trabajo, amigo – le dedico la sonrisa mas sincera que pudo hacer, aunque la ultima palabra no sonó como su significado indicaba.

- Aquí tiene señor Ministro – Percy Weasley entró en el despacho y deposito el recipiente lleno de café en un espacio libre que se veía en la mesa, el resto se encontraba completamente lleno de papeles e informes que no paraban de llegar uno tras otro.

- Gracias Weasley - Cornelius Funge se sirvió un vaso repleto de café – Puedes irte, y avisa a Amelia Bones, creo tener un caso claro de infracción de la ley 514 – ella era la Directora del Departamento de la Aplicación de la Ley Mágica y su departamento se hacia cargo de ese tipo de delitos.

- De acuerdo, ahora la llamo – la cabeza pelirroja del muchacho desapareció tras la puerta.

Al cabo de unos segundos, la persona que había hecho llamar el Ministro de magia entró al despacho, pero nada mas traspasar la puerta, un grito se oyó en toda la planta e inmediatamente todas las puertas se cerraron herméticamente, sin dejar oportunidad alguna de salir del ministerio de magia.

- ¿Qué habrá pasado?

- No lo se, Perkins, pero algo grave, hace años que no se había activado la alarma de prioridad alta.

- Guillaume, hijo, ¿Dónde te habías metido? – el viejo mago había atisbado a ver a su hijo en medio del pasillo por donde circulaba él y el señor Weasley, iban al punto de reunión que se indicaba en ese caso, además, las indicaciones luminosas que indicaban el camino a seguir iluminaban el pasillo, en esos instantes, vacío.

- Ah… hola papa, señor Weasley – dirigió una pequeña inclinación al compañero de su padre – Estaba visitando el Departamento de Juegos y Deportes Mágicos, quería saber si hay algún equipo con vacantes, quisiera seguir jugando a quidditch… Como acabé este año el colegio – dijo intentando sonar melancólicamente.

- No te preocupes, que ya encontraremos algo para ti… - su padre apoyó la mano sobre el hombro del muchacho, su intención era que su hijo se quedase de ayudante en su departamento, aunque eso no se lo había dicho todavía al chico.

Los tres entraron a la gran sala habilitada para que todos los trabajadores del ministerio de magia pudiesen caber allí. Ya se encontraba la mayoría de ellos, solo faltaban unos cuantos de los pisos superiores, que venían bajando por las escaleras, ya que el ascensor no funcionaba en cuanto había sonado la alarma. Los rumores que se oían por toda la habitación era, la mayor parte inverosímiles, pero uno de ellos sonaba con mayor fuerza que los demás.

- Cornelius Funge ha sido asesinado.

- … han puesto un veneno en el café que tomaba…

- … sospechan del asistente del ministro…

Este ultimo comentario hizo que Arthur Weasley pusiera atención por primera vez desde que entrara a la sala, aunque el año pasado no había hecho mucho caso a su hijo Percy, todavía seguía preocupándose por él, desde la distancia observaba el comportamiento de su tercer hijo.

De repente, un silencio se hizo en la gran sala, todo el mundo había llegado ya y el murmullo, que hasta ese momento había sido incesante se paró (las conversaciones estaban en su punto máximo), la irrupción de cuatro inmensos guardianes en la habitación provocó que todas las voces se callasen al instante. Los cuatro llevaban uniformes negros, similares a los de los dementores (estos se habían revelado unas semanas atrás y se había elegido una guardia especial para vigilar el mundo mágico), en cuanto entraron, debido a su imponente aspecto, la gente se fue apartando de su camino, hasta que estos se quedaron enfrente de un nervioso y agitado muchacho pelirrojo de unos veinte años.

- Percy Ignatius Weasley, queda usted detenido por el asesinato de Cornelius Oswald Fudge, ministro de Magia…

La tensión del ambiente se podía palpar, el asesinato del ministro había sido sólo un rumor, pero ante esa escena no había duda de que era cierto, aunque… nadie jamás se había imaginado que fuera realidad y que fuera el joven ayudante del ministro el culpable de tan terrible crimen. El guardia que parecía ser el jefe siguió hablando.

- Tenemos pruebas que le incriminan directamente: fue el ultimo que entro en su despacho antes de que lo encontrasen muerto, además de… – el mago levanto la varita y realizo el encantamiento convocador (una persona anónima le había indicado que lo hiciera) – Accio – una pequeña botellita de cristal oscuro (de poco menos de unos centímetros que, perfectamente, cabía dentro de una mano) fue a parar a las manos del guardián – Aquí esta la prueba que demuestra que, indudablemente, USTED es el culpable – enseñó el recipiente a las personas que se encontraban alrededor y con un movimiento rápido de la varita, una par de cadenas aparecieron en las muñecas de Percy inmovilizándolo – Queda condenado a la prisión de Azkaban, PARA SIEMPRE!!!

Todos los trabajadores del ministerio estaban consternados ante ese hecho, nadie se había imaginado que la ambición de un joven pudiera llegar a tanto… muchas brujas se pusieron a llorar por la noticia del asesinato del ministro; otros seguían mirando atónitos la lucha que se desarrollaba entre el joven y los guardianes; unos cuantos, mayoritariamente los de la planta segunda, miraban de reojo a un compañero suyo, padre del joven detenido; y unos cuantos, todavía no asimilaban la noticia, estaban anonadados.

- … Soy inocente, soy inocente – Percy Weasley se debatía entre los brazos de los cuatro vigilantes que le intentaban sujetar fuertemente, las cadenas se le estaban clavando en la piel, pero en un momento dado, logró escabullirse de sus captores y corrió hasta el grupo donde se encontraba su padre – Papá, papá… creeme… soy inocente, yo no lo hice – el padre del muchacho miraba al frente, mientras que su hijo se encontraba arrodillado y suplicándole desde el suelo – PAPÁ!!! - unos brazos le sujetaron fuertemente desde atrás, arrastrándole por el suelo y alejándole de su progenitor, este parecía no querer mirarlo a la cara, y parecía hacer un gran esfuerzo para mantener la posición. – YO NO LO HICE!!! – grito mientras lo arrastraban por el suelo – SOY INOCENTE!!!! – en la posición en la que le estaban arrastrando, le pareció ver como su gran amigo Guillaume Perkins se tocaba el brazo izquierdo y que en su cara aparecía una sombra de sonrisa. – SOY INOCENTE!!! SOY INOCENTE!!! SOY INOCENTE!!! – sus gritos se perdieron cuando fue obligado a coger un traslador que lo llevo directamente a la prisión de máxima seguridad del mundo mágico: Azkaban.

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El relato de lo sucedido hacia, exactamente, un mes y dos semanas terminó y Remus Lupin miró, alternativamente, al muchacho pelirrojo que se encontraba enfrente de él: Percy Weasley; y a otro joven de unos dieciocho años de edad que se encontraba atado a una silla fuertemente con cuerdas: Guillaume Perkins. El tatuaje de color rojo intenso que este ultimo tenia en el brazo estaba siendo iluminado por la luz desprendida por la lámpara oscilante del salón, donde claramente se podía ver la forma que tenia: una calavera con una serpiente que le salía de la boca, la Marca Tenebrosa, símbolo de los seguidores de Lord Voldemort.

Desde que encarcelaron al joven Weasley, muchos magos renombrados, entre ellos Albus Dumbledore, insinuaron que no había sido el muchacho el culpable del crimen, sino que existía una relación entre este hecho y el Innombrable, cosa que no se podía demostrar de momento, pero ante la circunstancia que tenia ante sí Remus Lupin, estaba demostrado que esas personas se encontraban en lo correcto: hubo alguien que incriminó al joven asistente en el asesinato, y esa persona se encontraba ya detenida, aunque no puesta en manos de las autoridades, la misma que estaba enfrente del hombre atada a una silla (y que había reconocido el crimen al ser despertado de repente. Ahora, de nuevo, estaba inconsciente a causa de un hechizo lanzado por Percy que se había enfadado al escuchar las razones de su incriminamiento y que eran las mismas que conjeturaban los magos reacios a la culpabilidad del joven).

Al hombre le recordó un hecho vivido unos quince años atrás, cuando dos de sus mejores amigos se vieron involucrados en una situación parecida: quedando uno de ellos prisionero en Azkaban (siendo inocente, como Percy) y el otro, el culpable del crimen, viviendo "libremente". Pero a excepción de ese caso, esta vez iban a demostrar la inocencia del muchacho y habían capturado al culpable, no como sus amigos: Sirius Black estuvo prisionero en Azkaban durante doce largos años, hasta que finalmente escapó, pero el ministerio siempre estaba detrás de él, y ahora… ahora estaba muerto; el culpable del crimen: Peter Pettigrew, estaba vivo en cambio, él mismo tuvo oportunidad de matarle hace unos dos años y pico, pero el muchacho moreno que tenia enfrente de él se lo impidió… mejor, así no seria culpable de un asesinato… pero… le daba mucha rabia, la escapada de este esa noche en que lo capturaron, ya que podrían haber evitado muchas de las cosas que sucedieron a partir de entonces…

- Remus, ¿en que piensas? – la voz de una muchacha le sacó de sus cavilaciones.

- Ah… Elizabeth… - miró a la niña que tenia a su lado, de pie, mirándole con los ojos preocupados, parecía que sus meditaciones habían durado un buen rato – Ehmm… - ¿Qué le podía decir? – Pues…

La entrada de dos lechuzas en la casa interrumpió la frase que el hombre había empezado, este suspiró de alivio, no sabia como, pero en la presencia de la muchacha no podía mentir, había algo que hacia que dijera la verdad siempre, cosa que en esos instantes no le apetecía mucho que digamos.

Una de las lechuzas se dirigió al joven adolescente, llevaba un sobre bastante abultado y con el sello del colegio al que el chico asistía.

- Por fin!!! Cuanto han tardado los TIMOS!!! – Harry exclamó al coger la carta de la lechuza, ya estaba calmado, después de un buen rato de razonamiento con la señora Figg, Remus y Percy (Mundungus Fletcher se había ido a ayudar en la defensa de la casa a petición de los dos jóvenes, tenia obligado el regresar inmediatamente con noticias en cuanto pudiese, ese era el trato al que habían llegado después de mucho rato y para calmar al muchacho de dieciséis años).

- Ya te lo dije Harry. A mi me llegaron cuando sólo faltaban unos diez días para empezar el curso.

- Me acuerdo, pero pensaba que se podían dar mas prisa en nuestro caso – rió Harry – Mira, a Liz le ha llegado la carta de Hogwarts – señalo a la muchacha, que estaba desdoblando la carta que portaba la otra lechuza y que iba a su nombre.

- Albus al final la admite – aclaro el hombre – Dice que es mejor que asista al colegio… - sintió como alguien le tiraba de la manga y se giró a ver  lo que sucedía - ¿Que pasa Elizabeth?

- No lo entiendo. Aquí dice que tenemos que llevar túnicas, sombrero puntiagudo, guantes ¿piel de dragón? Y… ¿una capa de invierno?.... ¿Qué es todo eso?

- Es el uniforme de la escuela – aclaro Harry – todo el mundo lleva esa ropa.

- Ah… - pareció comprender la muchacha, pero se quedó dudando un momento - ¿Y donde se compra todo eso?

El rato que trascurrió después de la llegada de las lechuza fue ocupado, por los tres chicos que había en el salón, en explicarle a la muchacha lo que iba a encontrar en el colegio al que iba a asistir, como se dividía este en casa (no se le explico nada del sombrero seleccionador, era la sorpresa que se daba a los alumnos de primero), las clases que iba a tener, etc, etc… además de prometerle que antes de empezar el curso irían los tres a comprar los materiales al Callejón Diagon (Remus, Harry y ella. Percy, aunque le había caído bien a la muchacha desde el primer momento, todavía no había sido declarado inocente, por lo que no podía acompañarles).

En medio de esta conversación estaban cuando Arabella Figg entró con una bandeja de galletas recién salidas del horno, a su pies se encontraba el gato blanco de Percy, que parecía haber encontrado una nueva amiga en la anciana señora y la seguía por toda la casa.

- Ay muchachos, no asusten a la pobre chica – dijo la señora Figg cuando se sentó en el sillón – Verás querida, exageran las cosas, sobre todo con respecto a la clase de Pociones – el ultimo comentario logró que tanto Percy como Harry emitiesen un bufido como dando a entender su desacuerdo – Según tengo entendido, las asignaturas no son tan horrorosas como te las presentan estos tres…

- ¿Cómo que no?, ¿Y Binns y sus clases de Historia de la magia?

- ¿Y Trelawney, adivinación?

- ¿Y ….?

- No les hagas caso a ninguno de ellos, ya descubrirás por ti misma las dificultades que se te presentan. Siempre es mejor decidir por uno mismo y formarse una opinión propia, que fiarse de lo que dice la gente – interrumpió Arabella, después de esto, a ninguno de los muchachos les quedo ganas de hablar – Bien, veo que ya se han calmado. ¿Una galletita? – les mostró la bandeja repleta de grandes y redondas galletas de chocolate, que enseguida empezaron a disminuir – Así me gusta. Coman, coman lo que quieran – una sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de la anciana señora mientras veía que sus galletas, hechas artesanalmente y con una receta muy antigua de su familia, eran, literalmente, devoradas.

Sus ojos fueron paseando por la decorada habitación mientras comía, a pequeños mordiscos, una galleta que había cogido de la bandeja, antes de que esta fuera asaltada por el resto. Algo le llamó la atención entonces, no se había fijado antes.

- Harry, cariño, no has abierto tu carta. ¿No te gustaría saber que notas tienes?

- Si, me gustaría saberlas señora Figg, pero prometimos abrir los sobres juntos.

- ¿Quiénes? – pregunto Arabella, aunque creía saber la respuesta.

- Ron, Hermione y yo.  – Cogió la abultada carta entre los dedos y la estuvo examinado unos instantes antes de continuar – Estoy seguro de que abriremos las cartas los tres juntos – dijo todo convencido el muchacho, depositando de nuevo el sobre cerrado en la mesa, frente a él – Pronto, muy pronto.

*****

Casi al mismo tiempo en que, en algún lugar cerca del numero cuatro de Privet Drive se narraban los sucesos ocurridos a principios de verano, en la Madriguera se preparaban para la lucha y defensa de su tan amado hogar en la medida en que pudiesen. Después de haber recibido la carta de Harry, la mayoría de los varones Weasley intentaron aparecerse en otros lugares para pedir refuerzos y ayuda, pero se encontraron con la misma dificultad que tuvo el cabeza de familia: no podían salir de la casa, algo, como una barrera sólida pero transparente, dejaba incomunicada la zona de la casa. También habían intentado escapar por la chimenea, pero esta se encontraba sin conexión, como si alguien hubiese cortado cualquier intento de salir de la casa: estaban encerrados, prisioneros en su propio hogar, aunque… no se rendirían sin luchar.

Con las esperanzas puestas en el mensaje de la carta que, a duras penas, la lechuza había llevado a riesgo de su propia vida, se dispusieron a organizar la defensa, esperando que los tan ansiados refuerzos llegasen pronto.

- Bill, Charlie, Fred y George me acompañaran en la entrada y el jardín – Arthur Weasley se dirigía a sus hijos mayores, esos lugares eran por donde, seguramente, iban a entrar los mortifagos – Molly, Ron y Hermione – se dirigió a otras personas del salón – se quedaran aquí, nos cubrirán – estos asintieron.

- ¿Y yo? – una muchacha pelirroja pregunto.

- Tu estarás con los padres de Hermione, en el ático – era la parte de arriba de la casa, encima de la habitación de Ron y donde vivía un espíritu que continuamente hacia ruidos, aullaba y golpeaba las tuberías, cosa normal en la casa.

- No es justo, ¿Por qué yo tengo que esconderme mientras vosotros peleáis? No di clases de Defensa Avanzada el curso pasado para nada, además, ya he demostrado en muchas veces que soy capaz de defenderme de cualquier cosa – el genio de la menor de los hijos Weasley era muy vivo, además, la experiencia que había tenido en su primer año de escuela le había valido para darse cuenta de que, si había que luchar, ella lo haría, no quedaría como una inútil o cobarde.

- Ginny cariño, eres demasiado joven para enfrentarte a los seguidores del-que-no-debe-ser nombrado…

- Se llama Voldemort!!! – grito la muchacha – Es sólo un nombre, no os dais cuenta de que vosotros le tenéis mas miedo al no querer decir su nombre… es sólo un nombre!!! Para vuestra información, ya tengo quince años, no me tratéis como si fuera una delicada niña – las últimas palabras las dijo con una forma tan furiosa que dos personas en el salón agacharon la cabeza en señal de culpabilidad.

- Cariño, por favor… - su madre intento calmarla, pero un ruido en el exterior de la casa hizo que todo el mundo se callase.

- Ya están aquí!!! – Bill Weasley anunció al asomarse a una de las ventanas del salón, allí, a unos pocos metros, se veía un gran grupo de encapuchados, todos llevaban túnicas negras, y el ruido que habían oído era la invocación de la Marca tenebrosa que se encontraba flotando, en esos momentos, encima de la casa.

- Vamos!!! Todos a sus posiciones!!! Y tu Ginny – se dirigió a su hija pequeña – ve al ático con los señores Granger, si todos caemos – dijo al oído de la menor de sus hijos - me gustaría morir sabiendo que, al menos, uno de mis hijos esta a salvo, mi querida y dulce niña – dicho esto le dio un beso en la mejilla a la muchacha y se dispuso a salir con el resto de sus hijos mayores al jardín, a enfrentarse a una dura y cruel batalla.

La salida al jardín de cinco pelirrojos fue el detonante para que los encapuchados se dispusieran a avanzar hacia la casa, la proporción era tremendamente exagerada: mas de seis mortifagos para cada uno de los componentes de la familia Weasley, y eso sin contar con un grupo de diez que se mantenía apartado, sin intervenir en el avance (claramente se veía que eran aprendices, por la complexión, pero con las mismas ganas de participar en la lucha que sus superiores. Muy a su pesar, se tenían que quedar en esa posición para lo que tenían planificado)

Los mortifagos avanzaron hasta quedarse enfrente del reducido, aunque valiente, grupo al que se enfrentaban. Arthur Weasley, había lanzado un hechizo para impedir la entrada a la casa, así que si estos querían entrar, tenían que pasar sobre su cadáver, y sabía, debido al comportamiento irracional y asesino de los encapuchados, que eso era lo que iban a hacer: cuando la Marca Tenebrosa aparecía encima de una casa, nadie, absolutamente nadie, salía vivo de allí.

- Nos volvemos a ver, Weasley – el que parecía el jefe se adelanto hasta quedarse parado justo enfrente del cabeza de familia, unos gélidos ojos se vieron a través de la abertura de la capucha del mortífago. La pronunciación de la última palabra sonó con desprecio, como si lo considerara un inferior.

- Veo, Malfoy, que tu señor logró sacarte de Azkaban o… ¿es que los favores y las bolsas de oro que repartes fueron suficientes para eso?...  – dijo irónicamente Arthur Weasley rodeado de los cuatro hijos que le acompañaban (Bill, Charlie, Fred y George, todos esgrimían las varitas fuertemente y en sus rostros se veía una expresión de determinación)

- ¿Cómo te atreves? CRUCIO!!! – de la varita de Lucius Malfoy salió el hechizo que fue directamente al pecho de la otra persona. Fue la señal para empezar a atacar sin piedad, nadie tenía que salir vivo de esa incursión y seria una lección para todos los que se opusiesen a Lord Voldemort.

La batalla comenzó y todos los combatientes fueron separados al verse atacados simultáneamente, unos atacaban sin piedad, mientras que otros defendían y luchaban con todas sus fuerzas. Eran duelos desiguales claramente, aunque el arrojo y la valentía de los pelirrojos hacían que no pocos mortifagos retrocediesen en su intento por entrar a la casa; que unos cuantos ya se hallasen atados con cuerdas o inconscientes en el suelo, pero esto no era suficiente, el retroceso era evidente y poco a poco, iba llegando un grupo a la entrada de la casa.

En el momento en que estos lograron anular el hechizo con el que se mantenía la puerta cerrada, la mayor parte de los mortifagos entraron por ella, dejando una reducida parte afuera para combatir a los cinco pelirrojos, que, según se veían, ya pronto acabarían con ellos, el cansancio y las heridas que se veían por todos los sitios daba la sensación de que faltaba bien poco para su derrota total.

Mientras afuera se iniciaba la lucha, dentro, en el salón de la casa, se encontraban tres personas en la retaguardia, dos de ellas pelirrojas y parientes de los que estaban defendiendo la localización. Las tres estaban mirando por la ventana y comprobando la lucha desigual que se llevaba a cabo… sufrían, sufrían bastante con cada golpe que veían, con cada derribo de marido, hijos, hermanos o amigos… la visión era terriblemente angustiosa, pero no podían salir a ayudarles, tenían que quedarse allí para defender La Madriguera todo lo que pudiesen.

- "Tengo que decírselo. Ahora o nunca. Si no, nunca sabrá lo que siento" – un adolescente pelirrojo, miraba de reojo a la muchacha de pelo castaño que se encontraba en la misma habitación que él mirando por otra ventana – "Si tengo que morir hoy, quiero quitarme ese peso… es de idiotas ignorar lo que siento por ella…" – pensaba el joven a la vez que veía el desastre en que se había convertido el hermoso jardín debido a los hechizos y maldiciones que volaban por todos los sitios.

Cuerpos caídos, sangre, polvo, arrojo, valentía, determinación… todo se mezclaba en la cruel batalla que se desarrollaba en la, ya destrozada, entrada a la casa A pesar de ser menos, todos se batían con las mismas energías que al principio. Ron vio como uno de sus hermanos mayores, Bill, cayó al suelo tras recibir una de las maldiciones imperdonables, el mortifago que la había lanzado seguía apuntándole con la varita, y riéndose a la vez, mientras que el otro se retorcía de dolor, gesticulando y aguantando los gritos de dolor en la garganta, no iba a dejar que los atacantes se mofaran de él, por algo era un Gryffindor. Al cabo de unos momentos, alguien golpeó al mortifago con un hechizo de desarme y Bill se vio libre de la maldición Cruciatus, pero estaba tan malherido que se quedo tendido en el suelo, desmayado, el muchacho pelirrojo que le había salvado se agachó y, tras comprobar que estaba vivo, siguió con la batalla.

- "Ahora o nunca"… - se había, al fin, decidido, iba a decirle a la muchacha lo que sentía, lo que escondía en su corazón desde hace ya mucho tiempo – Hermione… - esta, al sentir que alguien ya llamaba, se volvió, sus ojos castaños se clavaron en Ron, que tras una larga pausa, donde sólo se oía los gritos y ruidos de batalla que provenían del exterior, se animo a continuar – Yo……… yo……… Hermione…… yo……

El golpe seco de la puerta al caer dejó inconclusa la frase que el pelirrojo le iba a decir a su amiga y compañera, los mortifagos ya habían penetrado en la casa y eso sólo podía significar una cosa: había que luchar y defender hasta la muerte el interior.

Juntando hombro con hombro, Ron Weasley, Hermione Granger y Molly Weasley se dispusieron a atacar al primer mortifago que apareciera por la puerta, en cuanto todo el humo proveniente de la entrada y de la batalla se disipara…

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Fin del capitulo 14

Acepto sugerencias para el siguiente capitulo (aunque ya tengo parte decidida, jeje)

Hasta el proximo capitulo

Y pasen por mis otras historias, se lo agradeceria en el alma.

Muchos besos y abrazos.