Saludos a todos y todas :D

Aqui tienen un nuevo capitulo del fic. Un capitulo muuuuy interesante (e intenso, creo) y, ademas, terriblemente complicado de escribir, pues aunque sabia que "cierta" parte tenia que ser asi, a la hora de escribirlo... se resistia enormemente (para más informacion, justamente la penuntima escena, ya la veran)

Me disculparan si no contestó los reviews (mañana o el domingo - cuando pueda- volveré a subir el capitulo con las contestaciones)... pero lo importante es leer¿no es cierto? (guiño) Asi que, acomodense y disfruten del capitulo (Ah, y si dejan sus coemntarios, no estaria mal. ¿no?)

Besicus ydisfruten.

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42 Lazos que unen

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Corría todo lo rápido que podía.

Se esforzaba en dar a sus piernas la velocidad necesaria para escapar, para alejarse de lo que estaba pasando. Escapar y correr, esos eran sus dos únicos objetivos. Correr hasta quedarse sin aliento, correr hasta encontrarse a salvo (o en algún lugar donde pudiera tomar aliento y poder, luego, volver a correr), pero no podía, no encontraba ni un solo escondite, ni un solo lugar donde refugiarse o escapar de lo que estaba pasando.

Una.

Dos.

Y tres.

Tres zancadas para evitar el obstáculo que tenía por delante y evitar la caída sobre él de aquel enorme trozo de techo. Y siguió corriendo sin cesar.

El suelo se estaba derrumbando a su alrededor. Todo se estaba desmoronando y destruyendo.

Y él, un insignificante punto en la inmensidad del lugar, estaba buscando una salida, o un algo que le permitiera salir, escapar de ese derrumbe, de esa destrucción.

Pero…

Lo sabia, no había salida, y por mucho que la buscase, no la iba a encontrar, pero como se decía y repetía una y otra vez: "la esperanza es lo último que se perdía" y se aferraba a esa idea, a la fijación que iba a salvarse de la destrucción y que iba a salir de ahí.

Llevaba. ¿Cuánto era ya?. ¿Días?. ¿Semanas?. ¿Meses?. ¿Quizás años? No lo sabia, nunca se había preguntado cuánto hacia que llevaba allí. Si, bueno, al principio si le importó y lo supo, contaba las horas y el tiempo que trascurría. Preguntaba a las personas que se encontraba en que fecha se hallaban, intentaba tener un control del tiempo para no perder la orientación y tener algo a lo que aferrarse… pero pronto supo que era inútil aquel esfuerzo, que en ese lugar jugaba a su antojo con el tiempo y con el espacio, que tan pronto era una fecha como era otra, que tan pronto te encontrabas en un lugar que en otro situado a miles y miles de kilómetros.

Una vez más volvió a esquivar una gran mole que le venia encima.

Y ahora ¿Por qué sucedía eso?. ¿Por qué se destruía y caía en pedazos aquel inmenso lugar? Nada se salvaba, nada se mantenía en pie. Todos los lugares que había conocido antaño, todos los lugares que una vez recorrió solo, o en compañía, se estaban desmoronando y desvaneciéndose en la ¿nada?

Una oscuridad se abría paso en el suelo tragándose lo que un día fue hermoso o vivo, lo que fue irreal o real, lo que existía en los sueños o en la realidad. Nada escapaba de esa oscuridad, de esa negrura.

Nada excepto aquella pequeña figura, un ser humano que había vivido quien sabe cuanto tiempo allí, que había conoció sólo una mínima parte del lugar, y que ahora se encontraba escapando, o intentando escapar de la destrucción que se abría paso y dejaba tras ella la nada.

Ese alguien era, efectivamente, Sirius.

A pesar de que el agotamiento empezaba a asomar en su cuerpo sabia que, si se detenía, no habría escapatoria, caería en la oscuridad, en la nada absoluta, y nunca regresaría de allá de donde había venido… aunque, hace ya bastante tiempo, había decidido no intentarlo más. Había sido, según recordaba, cosa de algún tiempo atrás, cuando se encontraba sentado en un montículo, frente a una especie de cristal, mirando una escena donde se encontraba él en versión infantil. Había llegado allí, a ese límite, de la mano de aquel misterioso niño que al final resultó ser él mismo pero con unos años menos, y que también significaba una vuelta a sus orígenes. Lo supo nada mas ver el jardín, y reconocer el sauce boxeador y la escena de diversión que se desarrollaba a su alrededor, y todo lo que ocurrió unos años después (es decir, cuando el niño que había entrado ya había crecido bastante)

Nunca se lo había confesado a nadie, a nadie exceptuando a James, que para eso era su mejor amigo y el único que podía leer en su cara cualquier preocupación, como aquella que fue. No, nadie sabía la verdad de aquel suceso que rememoró cuando estaba de espectador del cristal. La razón por la que estaban eternamente enemistados él y Snape (y por consiguiente James y toda su familia posterior): fue, efectivamente, la trampa que hicieron aquella noche de hace mucho, muchísimo tiempo.

Se habían comportado como auténticos idiotas, lo sabia, ahora si lo sabia. No tendrían que haber jugado de esa forma con la vida de una persona (aunque fuera una a la que detestaban y gustaban de hacer bromas y meterse con ella sin cesar) y no tendrían que haber arriesgado tanto y llevarla tan lejos, hasta casi el extremo de causar un mal mayor… menos mal que James fue rápido e impidió que atravesase totalmente el pasadizo que comunicaba con la Casa de los Gritos y se encontrase cara a cara con el lobo que residía allí esa noche (la luna se alzaba majestuosamente blanca esa noche)

Esa fue una de las razones por las que había decidido no regresar, porque sabía que todavía no había aprendido lo suficiente y lo necesario, porque sabía que todavía quedaban muchas cosas que hacer y muchas personas por ayudar¿quien sabría que nuevas experiencias le aguardaban? Y, sobre todo, porque se encontraba útil, y necesario, porque su ayuda se valoraba allí, mas que la que tenia antes de llegar. Antes se sentía preso, casi más que cuando estaba en prisión, encerrado en su casa (o mejor dicho, en la casa que le había correspondido por herencia de familia, pues nunca la había considerado "su" hogar, nunca se había sentido parte de las personas que allí habitaban, él era diferente, bastante diferente del resto)

Ahora se sentía útil y libre… bueno, lo sentía hasta unos momentos antes, antes de que se empezase a derrumbar el lugar a su alrededor, antes de que la oscuridad se tragase el suelo donde sus pies se habían apoyado unos segundos atrás.

Había decidido no regresar, tomando así una decisión de una persona madura y consciente de sus actos, de una persona que, a pesar de sus deseos y anhelos, sabia que tenia una responsabilidad y un deber que cumplir… ojala hubiera aprendido eso antes y no ahora, ojala hubiera alcanzado ese nivel de madurez cuando salió de la escuela (o unos pocos años después, el nivel de aprendizaje de unas personas a otras puede variar bastante) de ese modo se había ahorrado muchos de los disgustos que la vida le había dado. Si hubiese pensado antes de actuar, si se hubiese quedado en casa antes de salir en pos de Peter cuando sucedió la traición a sus amigos, si hubiese pensado que era una trampa cuando sucedió aquello del ministerio, si hubiese dejado las venganzas para otra ocasión… Pero como todo, el hubiera es algo que podría haber sucedido y no sucedió: las cosas trascurrieron de otra manera.

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Siguió corriendo, evitando las caídas de los trozos de diversos tamaños que caían, rodaban y se desvanecían a su espalda. Las salas, los lugares que una vez había conocido desaparecían y se destruían, incluso llegó a atisbar algunas habitaciones que no conocía… justo antes de que estas empezasen a caer y derrumbarse. Pasó como pudo por entre medias de las montañas de escombros que se amontonaban a su paso, saltó y se escabulló por la lluvia de pedazos que caían desde el casi infinito techo (de donde se suponía que estaba)

Ahora acababa de adentrarse en una estancias que conocía bastante bien, pues allí era donde había encontrado a Ron (que recuerdos, y que lejanos parecen aquellos hechos, pensó) Atravesando aquellos lugares, pasó por unos pasillos que no recordaba haber estado nunca antes, pero no se paró a observarlos, tenia que escapar de ese desastre que ocurría en aquel lugar, tenia que escapar de la destrucción que se abría camino y que se tragaba, literalmente, todo lo que encontraban a su paso.

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Unos momentos más tarde pasó cerca de una casa medio derruida y de unos columpios oxidados y deshechos, no estaban así la última vez que los había visto, todo era obra de la oscuridad, lo intuía. De nuevo un recuerdo le vino a la mente: allí era donde había encontrado a los gemelos, a los inconfundibles pelirrojos: Fred y George¿Qué nuevas travesuras estarían inventando ahora¿Qué nuevos inventos estarían desarrollando?

¿Qué estarían haciendo? Pensó y expandió el pensamiento a todas las personas que conocía.

¿Que estaría ocurriendo en el mundo para que allí, donde quiera que él estuviese, sucediese aquello tan extraño y destructor?

¿Se salvaría, o acabaría sus días en el fondo de un agujero negro, de negrura infinita, sin que nadie averiguarse jamás lo que había sucedido con él?

Sin cesar, siguió corriendo, intentando escapar de la oscuridad que empezaba a gobernar el lugar.

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El hombro le quemaba terriblemente. Era un dolor inaguantable que nacía desde el fondo de su hombro, haciendo que se tuviese que morder los labios para no emitir un grito desgarrador, ya que no quería mostrarse herido, ni débil, tenía que ver en él un digno rival.

Intentó levantarse del suelo de la fría celda, la mano izquierda apoyada en el hombro derecho (tenia toda esa parte como congelada, casi sin sensibilidad), pero una vez más, no pudo sostenerse en pie, el esquince en el tobillo que se había hecho al aterrizar en el lugar le impedía mantenerse recto.

Cayó al suelo.

Sabia que tenia que intentar salir del lugar, tenia que intentar salir de la celda y del lugar donde estuviese, un arrugado pergamino, ahora guardado en un bolsillo de su túnica, le daba las fuerzas necesarias para continuar y no abatirse, como lo hubiera hecho en otras circunstancias. Quería salir de allí y volver al colegio, sabía que ahora tenía un objetivo que cumplir, una persona a la que ver, y un sentimiento que desvelar. No le importaba que dijeran los demás, ya no importaba nada, sólo ella.

Ella.

Una dulce sonrisa se instaló en el rostro cansado y agotado de Harry, y la mano izquierda se separó de su lugar y se fue a posar encima del bolsillo donde guardaba la carta. Que tonto había sido, o que ciego, o quizás, no había querido darse cuenta de lo que sucedió: había tenido tantas cosas en las que pensar últimamente.

Una nueva ráfaga de dolor le borró la felicidad del rostro ¿por que le pasaba eso?

Volvió a apoyar la mano en el hombro para intentar aliviar un poco el dolor, y volvió a apretar fuertemente la boca para no emitir ningún sonido, a pesar de que se sentía morir por dentro: era mil veces peor que el dolor de los cruciatus que había experimentado hace tiempo.

De rodillas, en la solitaria celda, aguantaba ese sufrimiento que no comprendía de donde venia.

La respuesta a lo que le sucedía (sin contar al causante) la tenia alguien… muy lejos de allí.

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Antes de abandonar la mansión Lord Voldemort había pasado a esa habitación, había pedido que le dejasen a solas con el único objeto que allí se encontraba, y había pronunciado unas antiquísimas palabras en una lengua ya olvidada hace tiempo atrás, de cuando la magia y la vida eran casi recién nacidas, primitivas. De esta forma había invocado un ritual al que le faltaba ya bien poco para terminar: había empezado ya hace mucho tiempo, unos años atrás cuando, al fin, el hueso del padre, la carne del vasallo y la sangre de enemigo se mezcló para hacerle revivir, volver a tener la forma humana que tenia actualmente. Ese sólo era el primer paso, y ahora, bastantes meses después, casi estaba a punto de rozar su objetivo, la inmortalidad estaba ahí, al alcance de su mano.

Mientras había pronunciado esas palabras, supo que estaba en buen camino, pues la energía que había empezado a desprender el objeto era poderosa, las corrientes que separaban la vida y la muerte se abrían a su paso, y ya quedaba muy poco para que su objetivo final se cumpliese.

Nada mas terminar el ritual, cuando vio que la muerte, escondida tras esos ropajes negros se rendía a su paso (una muerte experimental, no la Muerte, la verdadera…pues de eso se encargaban en aquel área del ministerio, de estudiar los misterios de la vida y la muerte, y aquel velo, aquel portal, era una puerta, o intentaba serlo, al mundo de los muertos: era, lo que se podía considerar, una conexión entre esos dos mundos) y supo que estaba en buen camino. Ahora sólo le faltaba eliminar "ciertos" elementos, y después… después se alzaría con el apreciado trofeo.

Nada mas salir (ahora desprendía mas energía maligna de la que antes tenia, eso enseguida se dieron cuenta aquellos que le vieron), se dirigió sin vacilar a la personas a la que había encargado de vigilar aquel casi inofensivo objeto (cierto que era inofensivo… siempre y cuando no se atravesase). Sabía que nadie iba a hacerle nada (y más cuando todos le obedecían de aquella manera tan ciega, rindiéndose ante su poder y maldad), pero sabía también que, si no le mandaba aquella tarea, si no le mantenía ocupado en algo, podría sospechar lo que se avecinaba, y eso no era nada bueno. Bien es cierto que podía, sencillamente matarle, quitarle la vida, pero a su pesar (y nunca se lo confesaría a nadie) tenia una deuda de sangre con él, pues sin su "mano" nunca hubiera renacido, con lo cual esto le impedía matarlo u ordenar matarlo. Que irónicas eran las reglas mágicas.

Así pues, se dirigió al cobarde que había traicionado a sus mejores amigos, a aquel que había entregado las vidas de dos inocentes personas a cambio de la propia, a aquel que había propiciado su regreso… y le ordenó que se quedase vigilante de aquel arco y de la extraña tela que ondeaba (ahora con mas fuerza que antes) dentro de la habitación. Y que nadie, nadie excepto él, es decir, Lord Voldemort, entrase allí.

Poco sabia este que, con aquel hecho tan, en apariencia, insignificante (es decir, vigilar un objeto que le parecía inútil y bastante ruinoso), iba a desembocar algo tan importante y que iba a cambiar tanto el rumbo de la historia.

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En otras estancias de la sombría casa, unos metros hacia abajo, en los sótanos que poseía la fortaleza, otra escena muy diferente se desarrollaba. No, no eran mortifagos ni cualquiera que habitualmente paseaban por la zona de arriba, sino presos, aquellos a los que habían negado la libertad.

.-. ¡Déjala! No ves que es como ellos – acompañando a esas palabras, Vernon Dursley impidió, con un gesto brusco, que su esposa se agachase y tocase a la desmayada niña que había aparecido de la nada (si, ya que de repente no había nada allí, y de un instante a otro, había una niña de aproximadamente unos doce años)

.-. Pero… es sólo una niña – replicó Petunia al verla, le recordaba, por alguna razón extraña, a la niña que fue ella por la cara de tristeza que poseía, no sabia porqué, pero algo le indicaba que tenia que ayudarla – Y además… esta herida… - miraba preocupada el cuerpo inconsciente, un delgado hilo rojo empezaba a deslizarse por su cabeza, formándose un pequeño charco en el suelo.

.-.¡No! Ella es como ellos, es una de ellos, un… no me hagas decirlo. Ya sabes, la palabra que empieza con "m" – tras la gran mole que era, se escondía tembloroso su hijo, casi tan blanco como un papel.

.-.Vernon…

.-.Ya sabes cómo son, en cuanto te descuidas un poco hacen volar las cosas y… no me hagas recordarlo – se sostuvo la cabeza con las manos – Por culpa de "tu sobrino" – enfatizó las palabras con una gran ira – estamos aquí. Nada de esto hubiera ocurrido si "tú" no lo hubieras acogido en "nuestra" casa.

.-.Ya sabes que fue exactamente eso lo que lo nos protegió.

.-.¿Nos protegió¿De verdad? Yo creo que eso fue lo que nos puso más en peligro.

.-.La carta lo decía…

.-.La carta, la carta – replicó irónico Vernon – la "famosa" carta. ¿Quien me dice que todo eso no es mentira? No te acuerda del pasado verano. "Esas cosas" atacaron al querido Dudley – removió el pelo de su hijo para darle fuerzas a sus palabras, este todavía continuaba temblando detrás de su padre.

.-.No creo que una niña tan pequeña pueda hacer algo…

.-.¿De verdad? – un rictus irónico apareció en su cara – Tu sobrino…

.-.Déjale en paz.

.-.¿Sabes? Ahora pienso que fue muy mala idea casarme contigo – el enfado de Vernon iba cada vez en aumento – los "monstruos" como ellos deberían estar recluidos en "su" mundo – señaló con furia a la figura inconsciente – Las cosas extrañas que "ellos" hacen tendrían que estar prohibidas. Tu hermana…

.-.No te metas con Lily… esta muerta – a pesar de que no se hablaban desde hace mucho, el sentimiento de perdida le dolía bastante, no por nada era su única hermana.

.-.Mucho mejor…

.-.No digas eso – le cortó Petunia, en un alarde de valentía que no sabia que existía en el fondo de su corazón y se puso entre medias: a un lado su marido y su querido hijo, y al otro, la desmayada niña.

.-.Si la ayudas – señaló con el dedo el cuerpo del que manaba cada vez mas sangre – Olvídate de nosotros – apretujo con mas fuerza a su hijo, para dar mas énfasis a sus palabras.

Petunia Durley miró a un lado y a otro. Bien es cierto que siempre había rechazado las cosas extrañas que hacia su hermana, y que renegaba del mundo de la magia (mas por envidia que por desconocimiento, ya que ella no había obtenido ese don o lo que fuera) y que intentaba esconder a su familia (y sobre todo a su sobrino) tras una capa de normalidad, pero sabia que, desde que este había llegado a su casa, toda su vida había cambiado… ya nunca seria todo lo mismo.

Tenia en sus manos la decisión de seguir y continuar ignorando el mundo en el que se había involucrado desde el mismo momento en que su hermana recibiera la carta de acceso al colegio; o de participar, de una manera u otra, y ayudar a esa niña que había aparecido de repente procedente de quien sabe donde, pero que era, a todas luces, una bruja y alumna del mismo colegio donde había ido su hermana.

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El ministerio estaba completamente rodeado de una gran y poderosa barrera mágica… creada con magia negra, de eso no había ninguna duda. Por más hechizos que supieran los pocos aurores presentes en esa fatídica hora, la salida estaba cortada: estaban atrapados y sabía muy bien cual seria su final, desafortunadamente, esa situación había ocurrido ya hace muchos años… y nadie de los acorralados salió vivo entonces.

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En una de las paredes del ministerio de Magia se encontraba apoyado Albus Dumbledore, frente a él se alzaba una majestuosa fuente: un mago, una bruja, un centauro, un duende y un elfo domestico. Cada raza que podía manejar la magia representados en estatuas de oro. Las chimeneas que se hallaban cerca, habitualmente repletas de magos y brujas que salían y entraban del edificio, se encontraban ahora vacías y apagadas.

Cerrando los ojos recordó el aspecto diferente que había ofrecido ese mismo lugar hacia cosa de varios meses, casi al final del curso pasado, al término de la batalla que habían tenido él y Voldemort. Batalla que había terminado en tablas, pues ni uno ni otro habían resultado ganadores… y ninguno lo seria, pues ellos dos no eran los que tendrían que pelear. No era él, el mejor mago del momento se suponía, el que tendría que pelear contra el mago oscuro, si no un niño, un muchacho que todavía estudiaba en la escuela el que decidiese el destino del mundo. Irónico el destino ¿verdad? Un mago muy poderoso que no podía derrotar a esa maldad personificada.

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A su alrededor, los magos y brujas reunidos se dejaban caer y se sentaban en el suelo derrotados, esperando el temible final, aunque todavía conservaban una esperanza de vencer al ver al director de la escuela de magia tan concentrado, con los ojos cerrados, apoyado en una de las paredes del ministerio. Poco sabían ellos que lo que menos hacia era pensar en la batalla que iba a tener lugar.

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Seguía corriendo sin cesar, escapando del derrumbe y de la desolación que acechaba el lugar. Buscaba un lugar en donde resguardarse, o por lo menos, ponerse a salvo para descansar y luego seguir corriendo.

Ya quedaba menos en pie, muy poco, sólo aquel tan conocido pasillo lleno de columnas y mas columnas que se extendía por doquier… pero como todo, eso tendría un limite, un lugar en donde terminase, pues incluso el infinito llegaba a su fin.

Corría por el medio del pasillo y las columnas se derrumbaban a su alrededor, por delante, por detrás, por los lados, caían y caían como si de frágiles columnas de arena se tratasen, como si de folios que se movían al menor soplo de viento.

Y él… estaba solo, pero con fuerzas todavía para resistir el choque de esa oscuridad que embargaba el lugar, que se tragaba literalmente todo cuando tocaba, que destruía antes de desaparecer.

Ese lugar (o mejor dicho, lo que estaba quedando de el, ahora que se estaba derruyendo) si lo conocía bastante, en el se había pasado casi la mayoría de su estancia. Incluso podía reconocer las columnas si se concentraba (aunque parecieran exactamente iguales a simple vista) y, entre todas, tenia su preferida, aquella en la que se acostaba o apoyaba siempre que paseaba por el pasillo, aquella que era totalmente blanca, sin rasguños, lisa y vacía de toda señal.

Inconscientemente se dirigió hacia ella corriendo.

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El velo ondeaba ahora con más fuerza, como si un huracán se hubiera apoderado de él, sólo de él, pues nada en la habitación sentía la presencia de ese viento desconocido proveniente de ninguna parte. Varias de las piedras que formaban el arco que sostenía ese trozo de tela empezaron a resquebrajarse, a desgarrarse de la posición en la que habían sido puestas hace ya mucho tiempo y que nadie, absolutamente nadie, había podido moverlas o dañarlas… hasta que ese viento había hecho presencia.

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El único ocupante de la habitación se dio cuenta entonces de ese extraño fenómeno, pues hasta entonces había estado absorto en sus pensamientos, recordando viejos tiempos en los que todavía era un muchacho sin mas preocupaciones que estudiar para los exámenes de las escuela. No sabia porqué, pero esos recuerdos le venían ahora clara y nítidamente a la mente, y en todos ellos, una sensación de grupo, de pertenecer a algo, predominaba en las imágenes que recordaba.

Siempre le había gustado pertenecer a algo, siempre se había sentido a gusto cuando estaba con gente. Y por eso recordaba con agrado sus años de escuela, cuando pertenencia a un grupo muy especial, cuando tenia unas amistades tan fuertes, cuando eran cuatro inseparables amigos… pero ahora. Ahora ya no existía aquel grupo, había sido él, el que nadie se esperaba, el que se enorgullecía tanto de pertenecer a esa unidad, el que había traicionado a los demás, el que había matado al grupo destruyendo a uno de sus miembros y la confianza en los demás. Había sembrado la semilla de la desconfianza y de la duda, y lo que se conoció como "Los Merodeadores" ya no volvió a existir en el mismo momento en que él, Peter, había accedido al chantaje de los mortifagos.

Todavía no sabia en que momento había sido, si ya en la escuela se habían fijado en su debilidad, o, por el contrario, fue cuando terminó los estudios y su familia se trasladó a otro país, separándole de lo que mas quería en ese mundo, como eran sus mejores amigos. En alguno de esos dos momentos había ocurrido su cambio, aunque albergaba la sensación de que fue en el viaje cuando se había debilitado sin querer la cuerda que les unía a todos.

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Una ráfaga de viento más violenta que las demás le distrajo de los recuerdos que acudían en tropel a su mente (imágenes de compañerismo y amistad sin fin, imágenes de niños viviendo aventuras y travesuras sin miedo al futuro). Ese viento, que hasta entonces había estado medio calmado, sólo haciendo ondear más que de costumbre la tela que sostenía el arco de piedra, había conseguido, con su fuerza, arrancar varios jirones y depositarlos en sus pies.

Así miraba Peter, a los negros trozos que se encontraban en el suelo, ya calmados y sin movimientos cuando le pareció oír… algo. Era como, no sabría describirlo muy bien, eran pasos que corrían, era como algo que se derrumbaba, como rocas que entrechocaban, el mismo sonido que hacia un edificio al derrumbarse (o al derrumbarlo).

Dio un paso atrás, acechándose a la puerta para comprobar si provenía del pasillo.

Ya no se escuchaba ese sonido.

Volvió a su posición original… ahí si lo escuchaba, tenuemente, pero lo escuchaba.

¿De donde provenía?

Recorrió con la mirada la habitación. Absolutamente nada, nada excepto esa especie de arco y esa tela ondeando cada vez con mas fuerza a causa de un viento que no se sabia de donde venia.

Como impulsado por algo, se acercó al arco.

Ahora si lo escuchaba más nítidamente: se oían pasos en medio de todos, pasos muy débiles, pero pasos al fin y al cabo… y la persona que los hacia parecía estar corriendo sin cesar.

Dio un par de vueltas al arco, el sonido provenía, indudablemente, de dentro de ahí… pero ¿Qué era exactamente aquella cosa¿Una puerta¿Un portal? Porque, decididamente, no se trataba de un arco sujetando un trozo de tela… tendría que ser algo más.

En esos instantes el velo estaba ya casi en posición horizontal, flotando mas arriba de su cabeza, por lo que pudo distinguir lo que había al otro lado: Nada.

Sólo era un trozo de tela colgando de un arco antiguo y desastroso de piedra ¿verdad?

Pero, ahí seguía, ese sonido de desmoronamiento, de derrumbe… y de pasos.

Con un poco de desconfianza se acercó más hacia el arco, tenia que averiguar que era lo que sucedía, algo le decía que tenía que descubrir el origen de aquellos pasos.

El arco se encontraba enfrente suyo, y el velo desgarrándose poco a poco por encima de su cabeza, sólo tenia que alargar la mano y podía tocar el espacio que había (o que delimitaba) el arco.

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Hogwarts.

Cuatro pares de pies bajaban sin cesar las cientos y cientos de escaleras de las que disponía el colegio. Tres de esas personas seguían sin saber muy bien a donde se dirigía el pelirrojo que dirigía la marcha, pero este si sabía muy bien el lugar que buscaba, o mejor dicho, qué buscaba.

.-. ¡Ron! – las voces de Hermione y de sus hermanos le llamaban sin cesar, pero este seguía sin hacer caso.

En sus manos todavía llevaba la escoba y la varita que encontrara unos segundos atrás en el despacho del director. Sabía lo que había sucedido nada mas ver a la jefa de su casa herida en el suelo, y de acordarse de la ausencia del director en los minutos finales del partido. "El colegio es el lugar mas seguro mientras Dumbledore este en él" le había dicho su padre hace años, en tercero, cuando sucedido todo el asunto de Sirius y demás. Y todos sabían que esa frase era, al cien por cien, real, el director transmitía una seguridad indescriptible… y ahora no estaba, y por eso había ocurrido todo lo que había ocurrido.

Giró a la derecha, los otros le siguieron.

Ahora a la izquierda, y de nuevo a la derecha.

Se cruzaron con Peeves que canturreaba una melodía ("El viejo león nunca muere. La, la, la. El viejo león nunca muere. La, la, la"), iba caminando por el techo ajeno a los sucesos que trascurrían en el colegio… como siempre.

Bajaba un piso, se adentraba por un pasillo, volvía a adentrarse por la derecha en el segundo tramo…

Así bastantes veces hasta que…

.-. ¡Eh! Ya se a donde va – dijo Fred (un tanto lleno de agotamiento) al reconocer varios de los cuadros – Va a nuestra habitación…

No hizo falta más indicaciones, ya que, por supuesto, Ron se hallaba ya enfrente del cuadro que delimitaba la habitación de los gemelos y, tras decir la contraseña pertinente, se adentró en su interior.

Fred, Hermione y George quisieron hacer lo mismo, pero al segundo de atravesar la puerta, Ron ya se hallaba saliendo, en una de sus manos sostenía la extraña esfera que tantos quebraderos de cabeza les había dado últimamente y que ahora se encontraba mostrando una única cosa: un negro tan oscuro que parecía sostener un circulo de oscuridad.

Con decisión, y sin hacer caso a la gente que le había seguido, se dirigió hacia una de las ventanas más próximas al lugar, y la abrió, dejando entrar un poco de la claridad del día (y un poco de frío, que todavía duraba en aquellas fechas)…

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Si no hubiera habido nadie, seguramente no se hubiese encontrado, justamente unos segundo después, tumbado en el suelo.

.-. ¿Qué ibas a hacer? – un rostro furioso lleno a su alrededor de pelo castaño, se alzaba frente a él. En sus brazos sentía una extraña fuerza… Fred y George habían tirado de ellos para hacerle caer al suelo en cuanto vieron que se encaramaba a la ventana sosteniendo la esfera en la mano.

.-. Uhm... iba a… - le costaba respirar, por lo que indicó a Hermione que se levantará de su pecho, ya que el aire empezaba a no llegar a sus pulmones. Tras recuperar el aliento, siguió hablando – Iba a rescatar a Harry, se donde está.

.-. ¿Tu?

.-. ¿Lo sabes?

Y la más importante de todas las preguntas que se formularon en los instantes después fue:

.-. ¿Cómo!

Como si fuera lo más obvio del mundo, Ron contestó.

.-. Volando… como si no.

.-. Ehmmm, si mal no recuerdo, no sabemos donde está Harry, utilizaron un traslador, y eso es imposible de rastrear.

.-. Si, en teoría, Hermione, pero algo me dice que Voldemort tiene algo más, y ambos en el mismo lugar.

.-. ¿Qué otra cosa?

.-. El velo.

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Las puertas se derritieron como si de velas se tratasen, y tras lo que quedó de ellas un mar de capas negras aparecieron. Al frente se distinguía una gran figura dirigiendo a las demás: era la que había lanzado el hechizo para derribar la puerta. Lord Voldemort acababa de llegar al Ministerio de Magia.

Con certeros disparos de hechizos aquí y allàtoda la zona se despejó de obstáculos y sólo quedaron los combatientes: por una parte los mortifagos, y por otra los empleados del lugar.

Cada bando tenia (o en el segundo caso, así lo habían concebido) a su líder, aquel con mas magia y poder, y serian ellos dos quienes se batiesen en duelo, nadie mas intervendría (y también, mas que nada, porque sabría que no podría ganar si lo hacían, sólo ellos dos podían luchar como iguales)

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La lucha comenzó en el mismo momento en que Dumbledore dirigió un fogonazo de luz azul contra la columna de mortifagos, y a pesar de dar las cosas ya casi por perdidas, a través de ese gesto, el resto de los trabajadores del ministerio sacaron fuerzas y ánimos de donde podían, y se sumaron a la contienda. Ellos tenían a Albus Dumbledore, tenían a una persona que hace años derrotara ya a un mago Oscuro (quien no se acordaba de eso, y mas saliendo en los cromos de las ranas de chocolate), si ya antes había podido con uno¿por que no con ese que acababa de atacar el ministerio? Además, las cosas no tienen porqué suceder siempre de la misma manera: esta vez el ministerio no caería derrotado.

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.-. ¿Cómo sabes que el velo lo tiene él?

.-. No se, algo en mi cabeza me lo dice. Son… como palpitaciones, impulsos, pensamientos.

.-. Quizás tenga algo que ver con el cerebro ese que se te enganchó en el ministerio – dijo de repente Hermione al acordarse de los sucesos que trascurrieron unos meses atrás, en los cuales Ron resultó "preso" de una masa encefálica sin control, a saber que tipo de experimentos se hacían allí con ellos.

.-. Simplemente lo se, nada más. Pero tenemos que ir rápido, es muy importante.

.-. ¿Por qué?

.-. No lo se, pero tenemos que irnos ya.

Fred y George se miraron mutuamente, y a la vez soltaron los brazos del apresado Ron.

.-. De acuerdo, pero...

.-. …Pero vamos a ir todos – y convocaron sus escobas, tal y como hicieran cuando decidieron abandonar la escuela el curso pasado.

Peeves, que les había seguido por curiosidad, casi se dio de bruces con las escobas que atravesaron la ventana por la cual pasaba en esos momentos, venían directamente del campo de quidditch.

.-. Parece ser que han cogido el gusto por salir volando del colegio – Filch apareció de repente por una esquina del pasillo y les miraba amenazadoramente – Pero esta vez, no intenten regresar. Yo me encargare de que no les dejen y que… - se detuvo bruscamente al distinguir en las túnicas de dos de las cuatro personas la insignia de prefecto, y todos ellos desaparecían por la ventana… volando.

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.-. Sabes Ron, desde primero no subía a una escoba. No me gustan las alturas – confesó Hermione mientras sentía como el suelo se encontraba muy, muy, pero que muy lejos de sus pies. Se aferraba con todas sus fuerzas al cuerpo de su novio que montaba la escoba de Harry (intentando no mirar abajo), mientras que los gemelos les seguían cada uno en su propia escoba.

Debido a la excitación del momento, ninguno de los cuatro pudo percibir un ligero sonido que se producía detrás de ellos, aunque, si se hubieran dado la vuelta no hubieran visto nada… pues los thestals eran difíciles de ver si no habías visto a nadie morir.

Realmente formaban una escena peculiar.

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Harry se levantó con dificultad del suelo apoyándose en la pared a la que se había arrastrado. Su hombro y su tobillo seguían doliéndole como nunca, pero había logrado renegar el dolor que sentía a un rincón oscuro de su cerebro al centrarse en el amor que sentía en su corazón.

Tenia que conseguir salir de ahí, volver al colegio.

Tenia que lograrlo.

A tientas, pues casi no había luz, se dirigió a lo que supuso la puerta de la celda, pues de eso parecía provenir una ligara brisa, y ya que no existían ventanas, de todas, todas, tenia que ser la puerta, la entrada a ese cubiculo.

Tanteó con manos nerviosas toda esa parte, y lo que descubrió hizo que una ligera sonrisa de triunfo se dibujara en sus labios: podía salir de ahí… sólo necesitaba lanzar el hechizo adecuado a unos lugares estratégicos y la puerta se derrumbaría.

Se llevó una de sus manos al bolsillo donde habitualmente guardaba la varita… y entonces se dio cuenta de que algo muy importante se le había caído en el despacho del director.

Sus labios perdieron la esperanza que se había instaurado instantes antes.

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Cada vez quedaba menos trozo por donde refugiarse y huir.

Cada vez mas, Sirius se encontraba con que sólo quedaba un delgado sendero por el que cruzar y escapar de esa oscuridad que todo se lo tragaba. Por doquier se extendía y extendía, y parecía querer alcanzarle y darle caza… o por lo menos esa era su sensación.

La columna que tanto conocía parecía que se hallaba en el centro justo de las cosas que todavía perduraban, que todavía quedaban en pie (o por lo menos, que parte se sostenía), y allí se dirigía él, pues algo le indicaba que sólo ahí, exactamente en el lugar donde más protegido y a gusto, y donde más se sentaba a reflexionar y pensar, era donde tenia que ir.

La oscuridad, o lo que fuera que se estaba tragando el lugar, parecía haber respetado ese trozo, esa columna en concreto, aunque cada vez mas, eso se parecía a una isla desierta en medio de un océano tremendamente bravo que amenazaba en cada instante con devorarla entera y no dejar ni rastro.

Seguía corriendo y corriendo.

Quería llegar a la columna.

Tenia que llegar a la columna

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.-. Uhmmmm… ¿Dónde me encuentro? – preguntó Elizabeth al abrir los ojos y sentir como su cabeza le retumbaba terriblemente.

.-. Shh, no te muevas – le indicó una voz de mujer a la vez que le acariciaba el pelo y el lugar donde había atado un trozo de tela arrancado de los bajos de la falda que llevaba, con eso había evitado que siguiese saliendo sangre de la herida que esta tenia, aunque el color pálido de la cara indicaba que había perdido bastante sangre.

.-. ¿Quién es usted? – logró preguntar la niña al empezar a distinguir de entre la bruma que veía enfrente suyo la figura definida de un ser humano - ¿Dónde estoy¿Qué me ha pasado?

.-. Sigue tumbada. Has perdido mucha sangre, tienes una gran herida en la cabeza – le informo Petunia mientras miraba como, en el otro extremo de la habitación, su hijo y esposo se encontraban renegándola.

No sabia si había hecho bien o mal, pero ahora se encontraba ahí, cuidando a esa desconocida ¿bruja, no, mejor dicho, a una chiquilla asustada que no sabia donde estaba… como ellos.

Como tampoco quería seguir hablando (realmente la perdida de sangre había sido bastante grande y se encontraba casi sin fuerzas), Elizabeth empezó a cerrar los ojos… lo que vio era bastante extraño: se trataba de un lugar lleno de escombros que se derrumbada y de una figura que intentaba escapar del suelo que desaparecía tras de él.

Antes de caer en la inconciencia, sintió como una energía salía de su cuerpo y se sumergía en la imagen que acababa de ver.

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¿Se lo imaginaba, o es que los pasos se acercaban cada vez más?

Peter miró intrigado el arco que acababa de atravesar, los laterales se estaban desprendiendo cada vez con más fuerza y resonaban con furia al golpear el suelo. El velo, la tela negra seguía ondeando por encima de su cabeza, pero ahora se estaba empezando a soltarse de ahí definitivamente de ahí, pues sólo quedaba unos centímetros para que arco y tela fuesen dos.

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La misma intuición que le había dicho a dónde tenia que dirigirse, le indico que tenía que sacar la esfera que había cogido del cuarto de sus hermanos.

.-. Hermione, en el bolsillo derecho.

Rápidamente esta sacó la esfera, que brillaba ahora con una luz bastante fuerte y relucía de un modo poderoso… aunque se tratase de un color negro total.

.-. Ahora, se que suena raro, pero tienes que lanzarla. Con todas tus fuerzas – le indicó.

.-. ¿Hacia donde?

Ron miró hacia el arriba y hacia el suelo, a izquierda y a derecha. ¿Dónde tenia que lanzarla?

.-. No lo se – encogió los hombros – Espera – el vuelo de las escobas se detuvo de repente, igual que los thestal que les seguían – Allí.

.-. ¿Allí? – Hermione siguió la dirección de su dedo - ¿Hacia delante?

.-. Si, exactamente allí.

Con la seguridad de hacer lo que tenía que hacer (aunque no estaba tan segura en realidad), lanzó con todas sus fuerzas esa esfera misteriosa.

Esta describió un arco hasta que… desapareció sin más en medio del cielo. No hubo ni un estallido ni nada, sólo desapareció… como si hubiese atravesado una tela invisible.

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Del lugar ya sólo quedaba esa columna. Única y exclusivamente esa columna y un circulo de poco mas de medio metro alrededor de ella. Y dentro de él, apoyado, se encontraba Sirius, que miraba derrotado toda la oscuridad que le acechaba.

Así que ¿ya estaba¿ahí se acababa todo?

Ya sólo quedaban unos cuarenta centímetros hasta que lo que fuera que se tragaba el lugar le alcanzara.

Treinta.

Podía sentir como el desaliento se apoderaba de él.

Era un poco chistoso la verdad: que algo negro acabase con un Black.

Rió ante la ironía, una risa de alguien que ya sabe que va a morir, de alguien a quien ya no le queda nada de esperanzas. Rió como no hacia desde hace quince años, cuando supo de la traición de Peter y de su "triunfal y heroica" muerte.

Rió porque no le quedaba ya nada que hacer.

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Un momento. ¿No era eso un sonido?. ¿Un sonido producido por un ser humano?. ¿No era aquello una risa? Peter volvió a mirar el extraño arco desde la puerta de la habitación, unos instantes atrás había desistido ya de su "investigación" al no averiguar de donde provenía el sonido de pasos.

Un momento. Esa… esa… esa… esa risa. Ya la había oído antes, estaba seguro. Era terriblemente conocida para él. ¡Terriblemente!

.-. ¡Sirius! – dijo sin pensar.

¿Qué?

Se volvió hacia el velo, ya sólo quedaban unos cuantos hilos que le sujetasen en el arco de piedra. Miró hacia este, realmente ahí no había nada, pero… era absurdo, en un velo no puede estar encerrado alguien ¿o si?

Algo parecido a un destello verde se posó en los hilos que sujetaban la tela, como si quisiesen mantenerla un poco de tiempo unida más a esa zona.

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Dentro, en la única columna que quedaba del lugar, un minúsculo agujero había aparecido en medio de la blancura tornada a gris (por los efectos de la proximidad de la oscuridad). Se encontraba cerca de Sirius, y si no fuera porqué le había parecido oír su nombre, nunca se hubiera dado cuenta de la presencia de aquel agujero pálidamente verde que empezaba a crecer en medio.

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Peter se acercó al velo que ondeaba por encima de su cabeza, y este empezó a descender, como si se hubiera desprendido del arco, aunque no era así exactamente, pues todavía seguía unido muy débilmente a través de ese destello. Se acercó y alargó la mano hacia ahí…

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Sirius veía como la oscuridad se acercaba cada vez más, le rodeaba sin cesar y se aproximaba a él sin pausa. Ya sólo le separaban unos escasos veinte centímetros.

Miró hacia ese lugar que se podía distinguir en la columna.

Dudaba.

Miraba hacia la oscuridad.

Miraba hacia la columna.

Volvía a mirar la negrura.

Volvía a mirar ese ovalo de color verde pálido que se había abierto en la columna.

La oscuridad ya se encontraba a menos distancia.

Miraba la columna.

Y volvía a mirar la nada que tenia enfrente de él.

Se movió unos pasos hacia la derecha.

Algo aterrizó en el lugar.

O mejor dicho, apareció frente a él, flotando en el aire.

Una esfera.

Una esfera de color negro.

Miró el suelo.

Miró la esfera.

Miró la columna.

Miró el ovalo.

Y una idea se instaló en su mente.

Arrojó la esfera a sus pies.

Esta se rompió.

Pero al disiparse el humo que había salido de su interior… ya no estaba Sirius allí.

Había atravesado la columna.

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Se dice a menudo que la ausencia de algo es un vacío, pero aquella definición no se podía aplicar a esa columna, la más blanca y más limpia de todas. La que nada tenía dibujado a su alrededor: ni una muesca, ni un rasguño. Nada, absolutamente nada. Era, estaba, decididamente vacía, blanca.

Y a pesar de ello, era la más importante, la que mantenía el lugar en pie, la piedra angular. Si ella dejaba de existir, todo el lugar desaparecería para siempre. Era la primera y la ultima: alfa y omega, el principio y el final. Y además, era la mas significativa y la destinada a la acción mas arriesgada de todas las misiones que se desarrollaban a las personas que acaban en ese sitio para reencontrarse con ellos mismo o para saber cual era su misión (pocos, muy pocos acababan en ese lugar, sólo los destinados a ir y con un propósito concreto).

En definitiva, se trataba de lo imposible, pero también de los mas importante, una prueba directa de fe, de confiar en que, al otro lugar, se encontrase alguien, de confiar que ahí, detrás, sin saber que había, se encontrase una persona en la cual habías confiado alguna vez, que, en algún tiempo, hubieras tenido con ella algún tipo de lazo, de unión… en definitiva: era el equivalente a saltar al vacío sin saber lo que había detrás, de saltar sin nada en las manos. Un acto de valor sin igual.

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Peter se acercó al velo, algo le gritaba en la mente que ayudase. ¿Ayudase a quien¿Y cómo? Se acercó un poco más, y pudo ver como las piedras se desprendían totalmente ya de de su sitio. No quedaban más que unos segundos para que todo el arco se rompiese definitivamente y formase un gran e inútil montón en el suelo. Sus ojos se concentraron en la zona donde se había posado aquel destello verde, se había agrandado bastante desde que lo distinguiera por primera vez.

Miró las piedras, un lateral se había terminando de desmoronar y ahora toda la estructura caía al suelo… con velo incluido.

En cuanto este tocó el suelo, el brillo verdoso de la tela empezó a disminuir, lentamente, a ser cada vez más pequeño.

"Piensa Peter, la voz era de Sirius. Él era uno de mis mejores amigos, junto a Remus y James. Juntos nos divertimos en la escuela. Juntos éramos los mejores bromistas de todo Hogwarts. Y también fuimos los únicos animagos no registrado de esa época. Lo recuerdo muy bien, recuerdo cómo Sirius me animó a hacerlo, a intentar trasformarme, aunque yo tenía miedo. Recuerdo sus ánimos, y su constante alegría y confianza en que yo lo lograría. Recuerdo cómo James y Remus se quedaron asombrados cuando me trasformé por primera vez ante ellos, y como Sirius me miró con la expresión que ponía siempre de qué sabia que yo lo lograría. Siempre estaba ahí, apoyándome, animándome…"

Peter miró el agujero que se cerraba, cada vez era mas pequeño… ¡tan pequeño que una rata se podía meter dentro!

Sin más vacilación, murmuró el hechizo que le permitía trasformarse en ese minúsculo animal… y se adentró en lo desconocido.

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En el ministerio todo era caos y destrucción. Muchos habían caído de uno y otro bando. Por doquier se encontraban los cuerpos de los caídos, pero impasibles a lo que ocurría a su alrededor Albus Dumbledore y Lord Voldemort se miraban cara a cara… sin moverse.

Estaban en una de las pausas del combate, después de casi haber destruido toda una pared (precisamente aquella en la que había estado esperando el Dumbledore antes del combate)

.-. Acabaremos con todo – dijo el segundo.

.-. No si yo puedo impedirlo – le contestó el director de la escuela de magia y hechicería Hogwarts.

.-. Ya no puedes hacer nada – un lado de los labios de Voldemort (si se podía llamar labios a eso, que mas bien parecían dos líneas dibujadas donde se suponía la boca) se curvó hacia arriba, en un especie de sonrisa del que se sabia superior y que tenia todas las cartas a su favor.

.-. Si puedo.

.-. No, te aseguro que no puedes. ¿De verdad pensabas que estabas aquí por pura coincidencia, que era una casualidad, una suerte que te encontraras exactamente en el ministerio cuando lo atacasen? No has pensado que, quizás, era lo que YO había planeado todo para alejarte del colegio.

.-. ¿Qué has hecho? – la preocupación empezó a instalarse en su mente¡cómo había sido tan estupido¡Había dejado Hogwarts solo!

.-. ¿Yo? Nada, nada – se regocijó Voldemort – Sólo que… hay… – estaba dejando intencionadamente pausas entre las palabras para deleitarse con la expresión que ponía el viejo al oírlas – varios… pajaritos…… enjaulados – el miedo se adueñó de la cara del director, miedo causado por lo que Voldemort podría hacerles –. Y el mayor de todos…… hoy…… va…… a…… morir – alzó la varita y la apuntó directamente hacia el pecho del director. Una varita cargada con muchísima magia negra… y con enormes deseos de matar – Avadra….

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Pd: La autora no se hace responsable de los ataques al corazón sufridos, es más ahora seencuentra huyendo hacia un lugar de cuyo nombre no quiere acordarse... algo que suena como Ankh-Morpork o algo asi, nunca se le han dado bien los idiomas, jejejeje. Pero dice que pronto estara de vuelta (ey tú, si tú, baja la varita y deja de amenazar...jejeje que te conozco) En fin, que nos vemos pronto. Un beso. Espero que les haya gustado.

Pd2: "Recordar, nunca olvidar. Recordar para no cometer los errores del pasado, para aprender de ellos. Recordar a los Ausentes, a los que dejaron un hueco dificil de rellenar. Atesorar los recuerdos... y nunca olvidar"1º aniversario 11 de Marzo - Madrid. A ellos, y a todas las victimas del terrorismo, de la injusta crueldad de unos seres que no se pueden considerar de la raza humana. "Los que sufren son siempre los que se quedan, pues los que se han ido ahora disfrutan de la paz eterna"