Hello
Ya estoy aquí con un nuevo capitulo bajo el brazo :D
Como siempre, espero que les guste
Ya saben, las contestaciones a vuestros magníficos reviews (muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias por ellos) están al final del capitulo (sólo los del anterior capitulo… ;D)
Pd: Es muy largooooo, aviso :D (así que busquen una agradable y cómoda silla, jejejeje)
Besosssssss miles
Capitulo 45 Alegrías en medio del dolor
Parecía una noche como otra cualquiera, como si a lo largo del día no hubiera ocurrido nada extraordinario, como si nada fuera de lo normal hubiera sucedido… pero, en unas escasas seis horas, el mundo mágico había cambiado, todo había cambiado… ya nada volvería a ser igual.
Y, recortándose contra la oscuridad de la noche que empezaba a caer, la figura silenciosa de un castillo se erguía en medio de un valle. Nada se oía allí, sólo silencio, total ausencia de sonido… como siempre a esa hora, aunque… había algo en el aire que parecía distinto, una sensación, una amarga intuición de que había ocurrido un desastre incalculable.
Si, efectivamente, ese lugar era Hogwarts, colegio de magia y hechicería, lugar de enseñanza y aprendizaje para futuros magos y brujos. Lugar donde se enseñaba magia y se enseñaba vida, experiencias, convivencias. Lugar donde se enseñaba y aprendía. No era un simple colegio (aunque todos los colegios de magia no son sólo eso), era algo más, era una fortaleza, un bastión, un refugio contra el mal… y uno de sus principales pilares de protección había caído.
Nadie lo sabía todavía. Nadie lo imaginaba. Nadie se lo esperaba.
Nadie hubiera pensado jamás que ocurriría…
.-.-.-.-.-.
El silencio que lo invadía en aquella hora sombría no era debido a esa noticia (pues todavía no se conocía) era a causa de la vida cotidiana, de los quehaceres diarios. Todos, a esas alturas de la noche, estaban en sus aposentos, en sus salas comunes, preparándose para dormir y descansar. Dormir y despertar al día siguiente con noticias inesperadas…pero, no adelantemos acontecimientos, centrémonos en lo que ocurre ahora, en lo que sucedía en esos momentos, y sobretodo, centrémonos en lo que pasaba en uno de los pasillos de la escuela, donde, rompiendo toda regla impuesta, una muchacha se encontraba llorando.
Se podría decir también que no estaba sola, que había alguien, unos metros cerca de ella, e igualmente estaba lamentándose por la misma razón, pero seria mentir, pues a pesar de estar casi juntos, cada uno estaba solo con su pena, lamentándose por la misma noticia pero de distinta manera.
Era extraño tal cuadro, una alumna rompiendo lo establecido no siendo castigada o regañada por el profesor que tenia cerca (aunque esto ella no lo sabia, no conocía su presencia), pero lo ocurrido allí, unos instantes antes, bien justificaba tal excepción.
Ginny Weasley lloraba.
Severus Snape también.
La primera por la pérdida de una amiga.
El segundo por la pérdida de una hija tras conocer la triste verdad.
Hasta entonces no había querido darse cuenta, tan ciegos parecen ser a veces los sentidos, la cabeza gobernando al corazón y velando, ocultando, lo que este dice.
En esos instantes, el adusto, huraño, inaccesible, frío y severo profesor de pociones se lamentaba de eso mismo, de no haber hecho caso a las señales que, desde lo más profundo, su corazón le lanzaba una y otra vez. Se lamentaba de no haber creído que podría haber sido posible ese hecho: el hecho de haber sido padre, el hecho de haber tenido una hija.
Había sentido una extraña sensación aquel primer día en que se encontraron los dos cara a cara en los pasillos de la escuela, unos días antes de empezar el curso, cuando sus ojos se encontraron, cuando creyó reconocer en la muchacha a aquella amiga, mitad de su alma, que tuvo hacia ya tanto tiempo. Pero, como la mente le indicaba que era imposible… le creyó. Maldito razonamiento¿por que no había creído que podía haber sido posible?. ¿Por qué dejo de investigar y ceder al engaño cuando todo le indicaba que era otra la dirección?
Y ahora…
Ahora era demasiado tarde para volver atrás.
Ahora ya no había solución posible.
No había marcha atrás.
No podía cambiar nada de lo sucedido…
Pena por la perdida, rabia por conocer la verdad cuando ya era demasiado tarde…
.-.-.-.-.-.
En otra parte del castillo, a varios cientos de metros de esas dos personas que lloraban y se lamentaban, un grupo hacia su aparición: se trataba de aquellos que habían ido hasta los dominios de Voldemort y habían vuelto sanos y salvos todos ellos. Mejor dicho, habían venido más de los que habían ido: un gran perro negro y un muchacho con el pelo del mismo color que el animal que les acompañaban.
¿Por qué, si habían ido a rescatar a un hombre, ahora venían con un perro?
La razón era bien sencilla, era un animago, un mago con la capacidad de trasformarse en animal, y exactamente tenia esa forma al hacer uso de esta. Había recorrido un gran camino hasta ese momento, había aprendido mucho de las experiencias humanas, había vivido cosas inimaginables… pero todo ello tenia un precio y era la poca energía mágica que le quedaba en esos momentos. Por ello estaba transformado en animal, pues reduciendo su tamaño, podía evitar desgastarse más, perder la poca magia que le quedaba en el cuerpo.
El animal saltaba y reía, se alegraba de estar de vuelta, de estar junto a los que más quería. Reía y jugaba, se escabullía, jugueteaba con las piernas de las personas del grupo. A pesar de ser un perro adulto, en esos instantes parecía más un cachorro por la alegría que desprendía, tal era la felicidad que le embargaba por su regreso.
Todo el grupo se encontraba a las puertas de la enfermería del colegio, lugar donde se cura el cuerpo de las desavenencias cotidianas, donde se tratan todo tipo de heridas físicas y se alivia el sufrimiento. Allí se encontraban.
El hombre que había liderado el rescate, aquel que les había propiciado el salvamento de aquellas dos personas queridas, se encontraba ya dirigiéndose a la puerta. Todavía llegaba en sus brazos un pequeño bulto, cubierto, oculto para no desvelar de quien se trataba, más todos los que le acompañaban ya intuían que se trataba de una persona, de alguien de unos cuantos centímetros más bajo que el más bajo del grupo… pero nadie sabia el nombre, de quien era el cuerpo inerte que se ocultaba bajo una capa oscura y en los brazos de aquel hombre.
.-.-.-.-.-.
Madame Promfrey, la enfermera del colegio, había estado hasta ese momento revisando las pociones que almacenaba en su lugar de trabajo. Después del partido había tenido algo de actividad, pues las blugders volaron e hicieron su trabajo eficazmente… pero ahora, ahora se encontraba sola, sin pacientes, y por eso el ruido que hizo un grupo al llegar a su puerta a través de un traslador le sorprendió de gran manera.
Rápidamente se dirigió a la puerta extrañada, a esa hora todos deberían estar en sus aposentos y salas comunes, nadie deberían estar pululando por los pasillos, nada había sucedido para que se requirieran sus servicios… nada que ella supiera, por supuesto.
Así que, la visión de aquel grupo al abrir la puerta le sobresaltó bastante, no era una imagen lo que digamos muy normal, aunque, eso si, uno de los que allí se encontraban era un asiduo visitante a la enfermería ¿Qué había pasado para que todos ellos estuviesen en su puerta?
Antes incluso de que pronunciase palabra, el hombre que acompañaba al grupo se adelantó y le susurró algo al oído. Los ojos de la enfermera se llenaron inmediatamente de lágrimas y todos vieron como miraba, con tristeza, el cuerpo que portaba él y con un gesto, ambos adultos entraron a la enfermería, dejando a los demás fuera, ya les avisarían cuando pudieran entrar, de momento tendrían que esperar allí, afuera, en las puertas de la enfermería.
.-.-.-.-.-.
Todo eso ocurría mientras las dos únicas personas que no estaban donde deberían estar, sino en un pasillo desierto, derramaban lágrimas en silencio. Lágrimas amargas por aquella persona que, en esos instantes, estaba siendo depositado su cuerpo en una de las camas de la enfermería, siendo limpiadas las heridas que portaba, y siendo arreglada de tal forma que solo pareciera estar dormida, sumida en un profundo sueño, aunque los dos que se encontraban a su lado bien sabían que no era aquello lo que le hacia permanecer con los ojos cerrados.
Esas dos personas se encontraban sumidas en la oscuridad del pasillo, causada esta al apagarse todas las antorchas que habían permanecido encendidas hasta unos momentos antes, como si estas también hubieran entendido lo que había ocurrido y se sumaban al luto silenciosamente.
Todo estaba sumido en la oscuridad y en el silencio.
Y, de repente, la muchacha pelirroja que había escuchado una historia de sueños perdidos y esperanzas encontradas, levantó el rostro lloroso. Había sentido como su corazón brincaba dentro de ella, se recomponía y se juntaban los trozos esparcidos por el suelo tras su desesperación por creer que su amor no era correspondido. Y supo que ella tenía razón, que los sueños se pueden hacer realidad. Era más que una intuición lo que tenía, era una certeza de que su amor era mutuo.
Una palabra, un lugar se instaló en su mente.
Tenia que ir allí, tenía que ir a la enfermería.
Todavía tenia pena por lo sucedido, pero sabia que no podía quedarse en la tristeza eternamente, que tenía que vivir, mirar hacia delante, imaginar, construir un futuro. Y en ese existía alguien con los ojos verdes.
Se levantó, y empezó a correr rápidamente hacia ese lugar… su corazón le indicaba el camino a seguir.
.-.-.-.-.-.
Fuera, en la misma puerta del lugar al cual se dirigía Ginny, todos los presentes estaban sentados en el suelo esperando. No hablaban, pues no necesitaban palabras para entenderse, solo con sus ojos comprendían que sentimientos tenía cada uno en su interior: agradecimiento, amistad sin límites, ayuda incondicional… No necesitaban pues de palabras para describir y agradecer.
Y, encima de uno de ellos, un gran perro negro se encargaba de destrozar parte del uniforme del equipo de quidditch que portaba este. Desde que se sentaran a descansar en el suelo, el perro había decidido no separarse de aquel muchacho, algo les unía muy profundamente, y aunque en su mente animal no pudiera todavía descifrar el que era, sentía que tenia que protegerlo, estar a su lado. Por eso se encontraba encima de la pierna que tenia Harry doblada (la otra estaba estirada, pues el tobillo le seguía doliendo débilmente y esa era la única posición donde le dolía menos) y, tras haber descubierto que el cuero que tenían las protecciones de los brazos tenía buen sabor, se había dedicado a mordisquear y jugar con estas sin descanso.
Los ojos de todos los presentes se posaban, sin que este se enterase, en él. Todos reían al ver los intentos que el perro hacia para dejar saliva en todos los lugares posibles del cuero. Como se ha dicho, a pesar de mostrar el aspecto de un gran y fiero perro, se comportaba como si de un cachorro se tratase. Bien había valido el arriesgar la vida para ver la sonrisa y la alegría en los ojos del dueño del, ahora, maltratado uniforme.
En un instante en concreto, y sin darse cuenta de que tenía gran fuerza, el perro dio un mordisco a una de las partes que sobresalían del cuero… haciendo que esta se rasgase y cayese al suelo. El animal miró ese trozo, y no tardó en comprender que había hecho algo mal, su mente así se lo indicaba. Con una expresión de sumo arrepentimiento, alzó su cara hasta tenerla a la altura del muchacho propietario del uniforme, se sentía triste: él no quería que sucediera eso.
Harry no pudo contener la risa al ver el rostro que ponía el animal¡que importaba la ropa, que importaba el uniforme cuando al fin había regresado su padrino! (aunque ahora estuviera convertido en perro para ahorrar energía mágica). ¡Que importaba todo ello ahora que estaban juntos de nuevo!
Para sorpresa del perro, se encontró un segundo después siendo abrazado con fuerza por el muchacho.
No llegaba a comprender que significaba esa risa y esa explosión de alegría, pero si eso significaba que le perdonaba, entonces todo estaba bien. Como respuesta, dio un gran lametazo en la cara de Harry… llenándole de saliva. Él también estaba alegre y no sabia porqué.
El resto, es decir, Ron, Hermione y los gemelos, rieron ante la escena, si que había merecido la pena arriesgar la vida para rescatar a aquellas dos personas, ambos se merecían la felicidad de esos momentos.
De pronto, y rompiendo el jolgorio de la escena, un sonido parecido a un "croac" salio del bolsillo de Fred. Todos giraron la cabeza y le miraron inmediatamente ¿Qué era aquello?
.-.Ups – dijo el pelirrojo disculpándose y sacando una gran rana de su túnica.
.-.¿De donde la has sacado? – preguntó Hermione acercándose a él y cogiendo el animal entre las manos, tenia un aspecto realmente bonito y atractivo. Los dos gemelos, al ver ese gesto y conocedores de algo más empezaron a reírse.
.-.Ahí donde le ves… esa rana es Marcus Flint
.-.¿Qué? – saltó la chica y se la lanzó furiosa a los gemelos – Ahora voy a tener que desinfectarme las manos.
Ron, mientras Hermione intentaba (sin mucho éxito) limpiarse las manos en las túnicas de los gemelos, observaba de reojo al perro en que se había convertido Sirius… este no le quitaba los ojos de encima a ese extraño animal verde que estaba enfrente suyo… parecía a punto de saltar… como si quisiese ver que sabor tenia esa cosa extraña (hacia ya rato que el cuero con el que se había entretenido estaba destrozado) El perro observaba atentamente y seguía los saltos desesperados de la rana por escapar del lugar y de la cuerda que tenia alrededor del cuerpo (el otro extremo estaba en la túnica del gemelo) Observaba y seguía su trayectoria hasta que… vio su ocasión para atacar.
Y a punto estuvo de ocurrir un ranicidio, sino fuera porque tanto Harry como Ron atraparon al perro en medio de su salto y Fred tiro de la cuerda rápidamente.
.-.Ahora si¿de verdad es Flint? – preguntó Ron mirando atentamente ahora a la rana desmayada del susto (no todos los días te ataca un gran perro que es mil veces tu tamaño)
.-.De verdad hermanito. Aquí donde le ves es uno de nuestros botines de guerra – George arrebató el animal de su mano agarrándola por una de sus patas – Es una de las cosa que hemos traído de los sótanos – y señaló los dos sacos que, hasta entonces, se habían quedado apartados.
.-.¿Qué sucedió allí? – dijo Hermione entonces, ya que todavía ninguno de ellos sabia lo que había sucedido con los gemelos cuando se separaron. Sólo sabían que, después del rescate de Harry, ya se encontraban en la entrada esperándoles… con los sacos.
.-.Es que… es una larga historia…
.-.Si, una muy larga y aburrida historia…
.-.No se si la soportarían, Fred
.-.Si, hay tantas muertes y tanta sangre.
.-.Y sois tan inocentes que… - en ese instante, George se gano una mirada perforadora de cada integrante del trío – Bueno, vale. Os contaremos que sucedió desde que nos separamos.
oooooooooOOOOOOOOOOOOoooooooooooooo
A pesar de que esperaban encontrarse con celdas llenas de barrotes y aparatos de tortura, nada de esto fue lo que Fred y George encontraron cuando bajaron a los sótanos de esa casa. Allí no había absolutamente nada de nada. Nada de aparatos de magia oscura, nada de cualquier objeto que se pudiera considerar perteneciente al mal, nada de nada.
Así que los dos se sintieron rápidamente desilusionados, ya que habían previsto hacer una recopilación de aquellos aparatos y de descubrir que oscuros objetos utilizaban en los más macabros rituales de iniciación a mortifagos (y no, no era porque tuvieran una fascinación coleccionista por esto, sino que querían dejar un recuerdo allí… cortesía de Sortilegios Weasley)
Los sótanos se componían de varios pasillos, vacíos todos ellos, a excepción de algunas habitaciones distribuidas al azar, e, igual que el pasillo, todas vacías y ausentes de cualquier cosa que fuese la puerta de acceso.
Fue un paseo tremendamente aburrido, ya que tampoco se encontraron con nadie por allí, todos habían desaparecido y huido después del primer ataque en la puerta de la mansión.
Caminaban y caminaban, y de vez en cuando dejaban caer alguna bomba fétida en las habitaciones, pero ni con eso se alegraban… como se dice, fue un total aburrimiento… hasta que llegaron a la última habitación.
Si una de las cosas que habían esperado encontrar en los sótanos era una habitación especial para pociones, ahí la habían encontrado: toda la sala estaba llena de frascos y frascos llenos de líquidos de cualquier color y forma. Estanterías, armarios, mesas… todo ello estaba repleto de botellas y frascos.
El paraíso para cualquiera que le apasionase el tema.
Aunque… para ellos no, por supuesto, ya que nunca les había entusiasmado esa rama de la magia.
Pero enseguida vieron allí la oportunidad de dejar un pequeño recuerdo entre las filas del mal… se llevarían las pociones... ¡a ver que harían sin ellas!
Rebuscando entre sus bolsillos encontraron la solución al transporte, los sacos "sin fondo ni paredes" que estaban probando para la tienda (todavía era un prototipo, y por lo tanto, no sabían muy bien que efectos tenían) También encontraron algunos otros prototipos e inventos olvidados más, pero eso no tenia importancia, ya que no los iban a utilizar… o eso pensaban ellos.
Lanzando aquí y allá diferentes hechizos para sellar los frascos y botes y hacer el vidrio irrompible (no era cuestión de que se rompieran en el transporte), fueron recopilando todas y cada una de las pociones que allí se encontraban.
No fue difícil dejar el lugar vacío (y así también descubrieron que los sacos sí tenían un limite de almacenamiento), pero cuando iban a recoger los últimos frascos del suelo, oyeron una voz en la puerta.
- Vaya, vaya, vaya. Nos volvemos a encontrar.
Fred y George Weasley se dieron la vuelta para encontrarse cara a cara con lo que era, indudablemente, un feroz mortifago (o bueno, intentaba serlo, a pesar de que en sus manos la varita temblaba bastante). Ambos habían reconocido la voz al instante.
- Oh, que bueno verte de nuevo Flint.
- Si. No teníamos noticias tuyas desde hace tiempo.
- Te lo dije Fred, sabia que acabaría convertido en uno de ellos. Me debes dos galeones, hermanito.- Dijo George alzando dos dedos de su mano.
- ¿Eran dos? Pensaba que sólo uno.- puso lo que parecía ser una cara de enfado y refunfuñó - Bueno, vale. Dos galeones ¿Te los doy ahora? – Fred empezó a rebuscar entre sus bolsillos.
- ¡Cállense ya! – grito de pronto Marcus Flint, harto ya de la conversación sin sentido de los gemelos y les lanzó un hechizo de desarme a ambos… hechizo que sólo llego a rozar el hombro de George.
- Uy – dijo este al ver la leve rozadura en su túnica – Y pensar que te han admitido en sus filas, vaya que necesitado está Voldemort.
- Eh, George, toma un galeón – Fred estaba todavía buscando en sus bolsillos despreocupadamente, sin importar lo que pasase con los demás y en ese momento ponía algo en la mano de su hermano – El otro, enseguida lo encuentro, espera un momento
- ¡Pero que falta de respeto! – dijo Flint tirando con rabia su máscara al suelo – Soy un mortifago, un servidor del Lord Oscuro¡tenéis que temerme!
- Uy, vuelve a ponerte el antifaz, que quedabas más guapo, hombre.
Eso fue la gota que colmó el vaso, y harto ya de que no le hiciesen caso, Flint empezó a pronunciar una de las maldiciones imperdonables que hacia muy poco le habían enseñado.
- Cruc…… - y acto seguido, en un movimientos idéntico, los gemelos le tiraron algo a los pies, una espesa niebla le envolvió…
Y lo siguiente que se escuchó en la habitación fue…
- ¿Croac?
Una rana con cara de no saber que había ocurrido ocupaba el lugar del antiguo capitán de Quidditch de Slytherin.
oooooooooOOOOOOOOOOOOoooooooooooooo
.-.Creo que intuyo que la apuesta no era real. ¿verdad George? – Hermione enseguida había atado cabos y así había averiguado lo ocurrido.
.-.Muy inteligente cuñadita. En efecto, lo que me estaba dando Fred era uno de los últimos inventos que probamos en Semana Santa.
.-.Si, pero no sabíamos realmente que forma iba a tomar al contacto con él. Yo, por mi parte, pensaba que nos íbamos a encontrar con una serpiente…
.-.O con una especie de ogro… aunque, bueno, para ello no necesitaba mucho cambio.
.-.Nunca pensamos que iba a ser una rana – Fred tiró de la cuerda y el animal se despertó de su desmayo y, tras un gran salto, llegó al suelo.
El otro animal que se encontraba en el grupo todavía seguía sus movimientos atentamente ¿De que sabor seria aquella cosa verde que brincaba sin parar? Todos, al observar como el perro se relamía la boca al ver a la rana de nuevo frente a él, no pudieron aguantar mucho la risa: cuando le contasen a Sirius lo que hacia Hocicos y que instintos hacia las ranas tenia este… ¡Sí que seria digna de ver su reacción!
.-.-.-.-.-.
Y así estaban, riendo sin preocupación, alegres y contentos por lo que sucedía a su alrededor cuando el tiempo se paró. Todo quedó suspendido en ese instante: las risas, el salto desesperado de la rana por escapar (de nuevo) de una amenaza, la leve caricia que la enfermera hacia a un cuerpo en una cama, la palabra suspendida en el aire de su acompañante, la carrera desenfrenada de una muchacha pelirroja en uno de los pasillos, el llanto incontrolable y desesperado de un hombre… todo ello quedó suspendido, el tiempo se había detenido en ese instante.
Las manecillas de los relojes quedaron congeladas, las gotas de arena detenidas en su avance…
Todo con un propósito, todo con un objetivo.
Frente al hombre que lloraba, encogido, sumido en la oscuridad, una figura luminosa empezó a delimitarse y tomar forma. Era una persona que venia a verle, a despedirle, y sólo lo podía hacer de esa manera, en el instante en que el tiempo no existía, cuando los segundos no pasaban y la cuenta no seguía.
Era alta, madura, nítida. Su rostro reflejaba madurez y conocimiento y sus ojos una calidez extraordinaria.
Se agachó hasta quedar a su altura, observando el rostro de aquel que tenia delante con atención. Aunque era sólo luz, parte de un todo, no pudo evitar la expresión de tristeza que le provocaba esa imagen, y un profundo pesar por lo sucedido.
Acercó su mano hacia la cara del hombre, no podía tocarle como antes, no podía pues ella era nada, era luz y era todo. La dejó suspendida a unos milímetros de su mejilla, en un gesto de consuelo.
¿Por qué él tenia que sufrir tanto?
Unos destellos luminosos aparecieron en sus mejillas, saliendo de sus ojos y acabando en el suelo. Eran lágrimas de un alma de luz.
¿Por qué no se le permitía ser feliz?
¿Por qué tenia que sufrir una y otra vez?
Ella, desde que le dejara aquel día, desde que se despidiera para siempre de su pareja, siempre en sus pensamientos estaba él. Y sufría, ya desde el descanso eterno, cuando observaba la vida de negrura que había elegido, sin ella poder hacer nada para ayudarle a retornar a la felicidad.
Siguió su vida, observó sus esfuerzos por seguir y continuar, por no desfallecer.
Era sólo una espectadora, no podía intervenir, no podía aunque quisiera, aunque lo deseara con todo su corazón y alma entera.
Una vez, siendo pequeña, se lo había entregado en un juego, ambos lo habían hecho, se habían jurado amor eterno. No sabían todavía que les deparaba el futuro, cuantas separaciones tendrían más que soportar y cuantas alegrías y penas provocarían. Nada sabían entonces, pues eran todavía niños inocentes.
Y después…
Ahora se encontraba allí, había venido a recoger a alguien también muy querido para ella. Sabia que estaba allí, la sentía, pues era también parte de ella. No quería hacerlo. No quería llevársela, pues sabía que no había retorno posible del lugar donde iban a ir.
Si por ella fuera, la dejaría regresar, que viviese libre y feliz, junto a él, junto a su padre. Que disfrutasen ambos de su compañía, que su hija cicatrizase las heridas de un corazón herido.
Sin darse cuenta, sus pensamientos volaban por el aire, se esparcían en todas direcciones… y llegaban hasta una figura que se encontraba a unos pocos metros de ellos dos. Una figura que no podía dejar de llorar también por el amargo destino que la vida le había deparado: separada de su madre verdadera, criada por unos padres a los que había adorado y que habían muerto por ella, y, finalmente, conocer el nombre de su padre real cuando ya no había tiempo. Que injusta era la vida con algunas personas.
Veía, llorosa, ahora la escena que se desarrollaba ante sus ojos, como dos personas muy cercanas estaban juntas de nuevo, en un leve instante donde el tiempo que no existía.
Miraba a su madre tal y como fue en su vida, la fuerza que irradiaba, la tristeza que se asomaba por sus ojos al saber lo que sucedía, por lo que había venido a hacer. Miraba y veía la angustia en su interior, sus ganas de cambiar lo sucedido, las ganas de no hacer más daño a la persona a la que había amado en su juventud y seguía amando más allá de toda existencia.
Veía a sus verdaderos padres juntos, en ese instante en el que el tiempo no existía, e igual que su madre, lloraba por la forma injusta con la que trataba la vida a su padre: cuando encontraba algo de felicidad, de alguna manera, se la arrebataban cruelmente.
.-.-.-.-.-.
Elizabeth se encontraba escondida, oculta tras una columna. Su esencia, su alma pura, seguía estando en el colegio. Todavía no había desaparecido del todo, pues tenia que ir su madre a recogerla, y así, juntas, regresar a donde las almas permanecen descansando para siempre. Su caso no era único, muchas personas tienen un guía para ese último esfuerzo, esa ultima marcha, y, aunque sabia que tenia que esperarla, se había escondido tras ese lugar para observar.
No sabia muy bien que le había impulsado a observar a su padre hasta entonces, el permanecer a su lado, acompañándole en silencio. No sabia muy bien que había sido esa sensación que había tenido hacia unos minutos, cuando sintió la llegada del grupo y le susurro al oído a la otra persona donde se encontraban. No sabía que había sido, pues estaba prohibido cualquier contacto después de que su última imagen hubiera desaparecido. Y ella lo había hecho, había desobedecido y se había quedado junto a ellos dos.
Y así pudo ver la llegada de su madre, su tristeza y su abatimiento al agacharse e intentar acariciar a su pareja. Sus lágrimas silenciosas, sus pensamientos y su pesar por lo que venia a hacer.
Y recordó que, desde el momento en que cogio entre las manos el traslador que le llevó a la celda, supo que su vida llegaba a su fin, a sus últimos momentos. Era una certeza que tenia (y después, al conocer toda su historia, supo que fue lo mismo que le sucedió a su madre, que un resquicio del futuro se le había mostrado) Llego al lugar casi inconsciente, casi sin fuerzas, pero tenia que hacer algo, un ultimo esfuerzo antes de su final. Fue de esa manera que su energía viajo a una habitación cercana, fue su energía, su ultimo aliento de vida, quien sostuvo el velo cuando este se rompía. Fue su luz quien mostró el camino y ayudó a salvar a alguien perdido, haciendo resplandecer los lazos que se creían perdidos. Sabia lo que iba a pasar si nada de esto sucedía, y un futuro lleno de oscuridad y muerte era algo que nadie quería. Por eso se sacrificó ella.
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Su madre todavía seguía agachada y entristecida, recorriendo con la mirada aquel rostro que tanto había cambiado desde la ultima vez, aquellos ojos llenos de vitalidad entonces, ahora llenos de amargura. Y no pudo dejar de pensar porque existía tanta desgracia a su alrededor, porque no era capaz de tener un solo instante de paz y felicidad.
Habían pasado ya tantos años desde la última vez que se vieron, pero su amor todavía seguía latente en ambos. Ella lo sentía y también sentía las capas de protección que había construido él, las barreras que había puesto para evitar ser dañado de nuevo, el resentimiento hacia la felicidad de los demás, algo que él nunca había tenido durante mucho tiempo… No pudo impedir que más lágrimas de luz se derramasen por el suelo ante tanta injusticia.
.-.Es tarde ya – una voz le dijo, sacándole de sus pensamientos.
Alzó la mirada y, frente a ella, se encontraban tres personas que conocía muy bien: un matrimonio y su hija, aquella que le acompañaba en su tumba, aquella que había cedido su puesto y su nombre a la suya propia para protegerla.
Les miró. ¿Qué hacían ellos allí?. ¿Acaso se había retrasado mucho?. ¿Acaso el tiempo había empezado a fluir?. ¿Acaso había inflingido alguna norma por mirar a su pareja?
La mujer, su amiga, la persona en la que había confiado la vida de su hija, negó con la cabeza, ellos estaban allí para ayudar. Todos mostraban el mismo aura luminosa que le envolvía a ella, eran todos seres de luz suspendidos en el tiempo.
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.-.No temas – la muchacha que acababa de llegar se acercó hasta una columna y tendió su mano. La persona que se encontraba escondida allí quedó sorprendida ante su aspecto, pues frente a ella estaba una copia exacta de si misma: el mismo pelo, el mismo aspecto. Lo único que las distinguía una de otra era sus ojos, ya que ella tenía los ojos de su madre. La muchacha rió al ver su desconcierto – Si, yo soy Elizabeth – dijo, aunque no hizo falta, pues la niña enseguida había entendido.
.-.Tú… tú eres tal y como imaginaba. Como te veía en mis sueños – dijo Liz saliendo de su escondite – Cuando te contaba todo sobre mi y mis… tus padres – rectificó cuando se dio cuenta de todo – Tu eras mi confidente de pequeña y mi mejor amiga. ¿Por qué no volviste a aparecer después de mi séptimo cumpleaños?
.-.Porque no era bueno que descubrieses toda la verdad sobre nosotras dos. Porque tenías que crecer libre y sin preocupaciones, disfrutar de la vida que tenias. – se volvió hacia el grupo donde estaban sus padres y la madre de la niña – No podía seguir estando contigo, tal y como me recordó tu madre – Nuevamente miró a los ojos a Liz – Si, ella fue quien me cuidó. Mis padres te cuidaron a ti, y tu madre me cuidó a mí hasta que nos reencontramos ahora de nuevo.
.-.Y ahora ¿Qué va a pasar? – Liz le dio la mano, por una parte si que tenía miedo, pero por otra sabia que era eso lo que tenía que ocurrir. En esos momentos si que ambas parecían gemelas, idénticas en todo excepto en sus ojos.
.-. Confia en mí
Y, en ese instante, ante los ojos de esas personas, un gran resplandor sumió al lugar de una claridad nunca antes vista, todo se llenó de luz y luminosidad. Sólo un minúsculo trozo permaneció inalterable, negro como la ropa que llevaba el hombre, el único que no mostraba actividad alguna pues era el único que no sabía lo que ocurría en los límites del tiempo.
.-.¿Por qué tiene que sufrir tanto? – dijo la mujer levantándose en ese momento de su posición: enfrente de ese lugar sin luz. - ¿Por qué no se merece una oportunidad de ser feliz?
Su hija, que hasta ese momento había estado algo apartada, se acercó corriendo y le abrazó fuertemente, consolándole, ella también sentía lo mismo.
En ambas existía la misma pregunta en la mente¿Por qué el hombre no podía ser feliz?
Las lágrimas de las dos, madre e hija, se fundieron con la luz que les envolvía.
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El tiempo volvió a latir, todo volvió a fluir a la vida. Nadie sintió que este se había detenido, que había quedado suspendido. Nadie. Todo siguió tal y como estaba ocurriendo antes de que el tiempo se parase: las risas fuera de la enfermería, el dolor que sucedía en el interior, las ansias de una pelirroja en llegar cuanto antes a la enfermería, el llanto silencioso de una persona en medio de un pasillo…
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.-.Ya está todo hecho – dijo Madame Promfrey poniendo la cortina blanca alrededor de la cama donde habían estado hasta ese momento. Sus ojos todavía estaban llorosos ante lo sucedido - ¿Se lo dirás? – le preguntó a su acompañante, pues mientras habían trabajado en curar las heridas este le había contado de quien se trataba realmente la niña.
.-.Si, tiene que saber toda la verdad – contestó él dando la ultima mirada entristecida a la, ahora, oculta cama.
.-.¿Por qué Severus tiene que sufrir tanto?
.-.No lo se, Poppy. Algunas personas parece que no pueden tener una vida normal y corriente como los demás – dijo y entonces empezó a recordar a otra persona que conocía, mejor dicho, había conocido y, como el profesor de pociones, no tuvo una vida lo que se podría decir normal y feliz.
Sus recuerdos le trasladaron hacia tiempos lejanos y hacia una amistad fuera de todo limite, cuando ambos eran tan cercanos, que incluso parecían hermanos de sangre, pues habían crecido juntos y su entendimiento era insólito… Tal era la amistad que les unía.
oooooooooOOOOOOOOOOOOoooooooooooooo
- Vamos Albus. El tren no espera – un niño de unos once años corría a toda prisa por el andén de una estación. Empujaba un carro lleno de todo tipo de cosas y se dirigía hacia la entrada de un vagón. Tras él, un muchacho pelirrojo de su misma edad le perseguía.
- ¿Qué quieres que haga? Mi madre no me ha dejado hasta que tuviera toda la ropa en su sitio – contestó este al llegar a su altura. Entre ambos subieron sus respectivos baúles y buscaron un lugar libre.
Al llegar, el pelirrojo inmediatamente se desató la corbata que llevaba y se dejó caer en un asiento.
- Muy bonito, tu madre preocupada por ti, y lo primero que haces es destartalar todo – su amigo se encontraba enfrente de él con los brazos cruzados en el pecho, pero sabia que estaba bromeando, como siempre. Se conocían desde niños, sus familias eran grandes amigas desde que recordasen.
- Buena imitación – observó – pero creo que la expresión de enfado de mi madre tiene que parecer más real la próxima vez.
Su amigo esbozó una sonrisa y se dejó caer a su lado en el asiento.
- ¿Un caramelo de limón? – le preguntó Albus sacando de entre sus ropas una bolsa de estos dulces.
- Bueno, si insistes – dijo y con un movimiento de la mano cogió tantos caramelos como pudo – No se que tienen, pero están buenísimos.
- Opino lo mismo que tu – respondió Albus metiéndose también un puñalado de ellos en la boca.
Era el comienzo de un nuevo curso en su colegio: su primer año en Hogwarts.
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- ¿Por qué tuviste que hacerlo? – refunfuñaba a su lado Albus.
- No se, siempre pensé que los baños aguantarían más – le contestó inocentemente su amigo elevando los hombros.
Ambos iban ahora tras su jefe de casa, y rumbo al despacho del director, la infracción que habían hecho era lo bastante grande como para considerar el traslado de colegio.
- Admítelo, a ti también te gustó.
- Si, es cierto – confesó este con una sonrisa – Fue muy bueno ver la cara que puso Binns cuando los baños empezaron a escupir agua y no paraban.
- Y no te olvides de la explosión…
- Como olvidarla. Si retumbó el castillo entero – sus ojos chispearon al recordar – Y el pasillo con todo ese hielo para patinar fue genial.
- ¿Piensas que Binns renunciara de su puesto de profesor, tal y como amenazo en el pasillo empapado de agua?
- No creo. Pienso que, si se muere, se convertirá en fantasma, y seguirá dando clases tan soporíferas como siempre – dijo el Albus niño, sin saber que, unos cuantos años después, todo lo que dijo se haría realidad… tan bien parecían conocer esos alumnos entonces a su profesor.
- Yo prefiero Beauxbatons
- ¿De que hablas ahora?
- Bueno, como nos van a trasladar – explico su acompañante seguro de si mismo – digo que yo prefiero Beauxbatons.
- ¿Beauxbatons¡Si tú no sabes francés! – exclamó Albus, elevando la voz y ganándose una dura mirada de reproche de su jefe de casa, por lo que decidieron que no volverían a hablar más hasta llegar a su destino… pero eso no significara que no se hicieran gestos y rieran a espaldas del hombre que les dirigía (gestos que imitaban el estado de enfado que se había apoderado de su profesor cuando fue victima de la broma de ambos)
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Armando Dippet, el actual director de Hogwarts, se encontraba en su despacho descansando y poniéndose al corriente de lo que sucedía en el castillo. Todos los años hacia eso los primeros días de curso. No llevaba mucho en el cargo, tan solo unos cinco años, y por lo tanto, todavía le quedaba mucho por aprender. Su aspecto era el de un hombre joven y fuerte, pero ya asomaban algunas canas en su pelo a causa de su edad. También, si se observaba con atención, se podía distinguir unas minúsculas arrugas alrededor de sus ojos y boca.
En los instantes en que reunía y juntaba todos los pergaminos sobre el inicio del curso en la mesa, se escuchó el ruido de la puerta.
- Señor – la cabeza del actual jefe de la casa de Gryffindor apareció tras el marco, tras él se encontraban dos niños de primer año.
Dippet se levanto rápidamente de su asiento y se dirigió hacia el profesor para que le diese alguna explicación, pues tenían que haber hecho algo extraordinariamente grave para que les llevase hasta allí.
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Tras unas largas e intensas miradas ya que los dos hombres no se llevaban muy bien entre si, el director accedió a escuchar lo sucedido, por lo que señaló al profesor las sillas que se encontraban enfrente de su mesa. A los dos niños les dejo entonces frente a la chimenea, justo enfrente de los cuadros. Ya les llamarían cuando fuera necesario.
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Y así fue como Godric Gryffindor despertó de su letargo, pues había sentido una gran fuente de poder, aunque, en realidad, eran dos, pero que se confundían y se mezclaban hasta llegar a fundirse en una. El origen de esa magia venia del despacho, por lo que se despertó completamente y decidió mirar que era lo que ocurría. Desde su posición, en el cuadro donde estaba, sólo alcanzaba a ver una discusión acalorada en la mesa del director y…… a dos pequeños niños a sus pies. ¡No podían ser ellos!
Pero, por descarte y proximidad, tenían que serlo. Ellos eran realmente la causa de tanto poder y magia en el despacho.
El viejo "león" se inclinó hacia delante, podía percibir algo más en ellos, una unión, una amistad muy fuerte y…… un destino marcado de sacrificio y servicio a la magia.
Se echó hacia atrás asustado. No podía ser. Pero… si, ahí estaba todo claramente, ante sus ojos.
Vio como los dos niños se percataban en esos instantes de que les estaba mirando. Sus ojos. Los ojos de ambos eran tremendamente reveladores y supo que su primera intuición hacia ellos era real. Aun así, caminó hasta uno de los retratos cercanos y convocó a los otros tres fundadores del colegio, tenia que consultar si debían o no advertir a uno de ellos del futuro que le aguardaba, un futuro lleno de dolor y perdidas.
Entre todos decidieron que no podían intervenir, ellos eran unos simples reflejos de lo que habían sido en su vida. No podían luchar contra lo que estaba escrito que sucediera. No podían hacer nada.
Godric regresó a su cuadro, sumido en sus pensamientos, meditando las consecuencias de los hechos que iban a tener lugar, un día de muchos años después.
Y en esa posición se quedó hasta que, casi ciento treinta años después, otra gran fuente de poder le despertara de su meditación, cuando un muchacho entró al despacho portando la que había sido su espada en vida. No pudo ver su futuro, pues este estaba envuelto en brumas inciertas, lo que le hizo pensar en quien seria y que papel en la historia tendría esa persona. Uno muy importante, eso era cierto.
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Pero, bueno, regresemos a ese presente y a esa reunión en la que se debatía sobre la expulsión de dos niños de primer año. A pesar de sus muchos argumentos a favor de esta (las bromas continuadas, el comportamiento de los alumnos y un largo etcétera de infracciones) el director decidió que ambos (para desesperación de los profesores y de su jefe de casa) se quedarían en Hogwarts para seguir sus estudios: tenían mucho potencial para la magia y había que aprovecharlo. Se quedarían en el colegio a cambio, eso si, de intentar mejorar su respeto hacia sus superiores (cosa que hicieron durante, aproximadamente… un mes… después volvieron a ser incorregibles)
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Así trascurrieron sus siete años de colegio, y al final, los profesores que les habían tenido de alumnos no sabían si reír o llorar por la marcha de ambos, pues los dos magos habían dejado una profunda huella en sus corazones.
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Al salir de la escuela, y pesar de que sus rumbos se separaban, tomaron la decisión de no alejarse mucho el uno del otro, y así seguir teniendo esa amistad irrompible que había sido su orgullo en la escuela. Juntos viajaron a países extraños en las breves vacaciones de las que disponían en sus trabajos, y juntos combatieron a los seres malignos que se les pusieran por delante.
Una de las cosas que descubrieron en esos viajes llegó a ser uno de los mayores logros que nunca se hubiera hecho y por lo que uno de ellos seria siempre conocido: el descubrimiento de los doce usos de la sangre de dragón. Logro que, aunque hecho por los dos, por causas que más adelante sucederían, sólo fuera recordado uno de ellos como descubridor.
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La vida siguió su curso, y esos dos niños y jóvenes crecieron y se convirtieron en hombres poderosos y temidos por las criaturas del mal. Fueron esos también los días en que el mago oscuro Grindelwald mostraba todo su poder y dominio. Se encontraban pues, en los días de una de las guerras más sangrientas que jamás se hubiera conocido en el mundo mágico. Era 1945.
Llegó un momento en que todo el mundo temía salir de sus casas, y los valientes que lo hacían era para enfrentarse a esas hordas de enemigos, aliados de las tinieblas. Todo era caos y destrucción.
Unos cuantos valientes se unieron para combatir el mal. Antaño habían coincidido en la escuela o en otros lugares. A todos les unían un fuerte sentimiento del deber y del luchar por lo que estaba bien. Poco a poco empezaron a hacer retroceder al mal, pero también, poco a poco iban quedando menos, caían a causa de los continuos ataques. En unos meses quedaron apenas una docena de personas de lo que conocían como la Orden del Fénix, un grupo creado para luchar contra el mago oscuro y reunidos con la filosofía de que, fuera quien fuera cada uno, tuvieran la capacidad que tuvieran, todos podrían aportar un grano de arena en la guerra contra el mal.
No se podría describir las grandes gestas que estas personas hicieron, pues era tan secreto el grupo que nadie conoció que era, o quienes lo integraban, pues hasta que no se estaba ya dentro no se conocía. Pero si, fueron muchas cosas importantes y muchos ataques se pudieron prevenir gracias a la acción de esas magnificas y arriesgadas personas.
Como se puede deducir, esos dos jóvenes formaban parte del grupo, y su arrojo y valor no tuvieron limites. Quizás fuera por ello por lo que fueron los últimos supervivientes de la Orden, y quizás fuera por ello que, en ese día en concreto, se encontrasen cara a cara y sin nadie más a su alrededor, enfrente de ese mago oscuro que tanto daño había hecho a la comunidad mágica en esos tiempos: Grindelwald.
La lucha fue despiadada desde el primer momento. Los rayos y las maldiciones volaban por los aires sin descanso. Cuando uno estaba caído en el suelo, el otro iba a seguir combatiendo sin descanso. Así pasaron muchas horas y la pelea no parecía tener fin… hasta que sucedió el desastre.
Albus Dumbledore se encontraba en el suelo, malherido tras una serie de maldiciones. A su lado también estaba su amigo, e igual que él, casi sin fuerzas para luchar. Ambos resistían, y ambos sabían que quedaba muy poco para el final, frente a ellos Grindelwald sonreía con la varita apuntándoles de forma despiadada
- Es el fin – dijo el hombre pelirrojo en un susurro que sólo llego a oír su amigo.
- Mientras hay vida hay esperanza ¿no es cierto? – le contestó este con una medio sonrisa, agotado tal y como estaba, aun le quedaban fuerzas para luchar.
- Si, ya. Siempre lo dices. Siempre tienes esperanzas de que todo salga bien
- Creo que es por el nombre que mis padres me dieron al nacer – rió este quedamente, pues "esperanza" era lo que significaba uno de sus muchos nombres. Estel, esperanza. Esperanza, Estel. Todo era lo mismo.
- Ya me gustaría tener la vitalidad que tu tienes… - empezó a decir Albus.
- Y la tendrás – Estel se levantó súbitamente y se encaramó contra el hombre, que en esos instantes iba a invocar una maldición, la única mortífera que existía en esos momentos.
Un rayo violeta se dirigía hacia los dos hombres y uno de los dos lo interceptó en esos momentos.
El choque de dos de los hechizos fue tremendo y resonó en el edificio donde se encontraban, haciendo estallar los vidrios de las ventanas y provocando un caos inimaginable. Todos los trozos volaban y se estrellaban contra las paredes, pero un hueco quedó entre los dos que combatían ahora…
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- No puedes vencerme – grito Grindelwald hacia su combatiente, sostenía la varita con mucha fuerza y evitaba que el hechizo resultante de la unión de ambos no le llegase.
- Al menos lo intentare – dijo este también con grandes esfuerzos, aunque sabia que nada podía hacer.
Poco a poco, el poder de la oscuridad ganó, y los rayos unidos alcanzaron a su contrincante, dándole de lleno y haciéndole chocar contra una de las paredes, perdiendo así el conocimiento. Un débil hilo de sangre empezó a brotar de su cabeza.
El otro mago que quedaba, Albus Dumbledore, al ver que su amigo había sido derrotado, reunió las últimas energías que le quedaban y se lanzó hacia una lucha desesperada… ya no luchaba por él, ya no luchaba por su amigo, ya no luchaba por su grupo, ahora sólo luchaba porque el bien triunfase y el mal no ganase.
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Si se pudiera resumir en unas pocas palabras la actuación que este mago tuvo en esos instantes, la descripción seria "formidable, inaudita, poderosa y… desesperada" Tal era su arrojo, valentía y poder.
Fue una lucha como nunca se ha visto en miles de años… pero algo empañó la victoria, pues en el ultimo instante, cuando el mago oscuro ya estaba arrinconado contra la pared, cuando sentía la punta de la varita de su contrincante en su cuello, cuando sabia que nada más le quedaba salvo la rendición, hizo un ultimo esfuerzo y empezó a conjurar una maldición que quedaría grabada en los corazones de los dos amigos. Había descubierto cuál grande era el poder de los dos juntos y la razón por la que luchaban sin descanso.
Como no podía lanzar dos juramentos, se centró en uno de ellos, el que, para él, tenía más poder: y magia: la persona que ahora se estaba levantando del suelo.
- Os condeno a no permanecer juntos nunca más, salvo en cortos periodos. Nunca más volveréis a estar juntos mucho tiempo – y dirigiéndose a su anterior contrincante le dijo la peor sentencia que una boca jamás haya pronunciado – Te condeno a ver morir a los que más amas, a las personas que tengas a tu alrededor. Te condeno a vagar sin descanso entre los límites del tiempo y del espacio. A que todo rastro de ti quede olvidado entre las arenas del tiempo hasta que tu hora haya llegado. Entonces podrán conocer tu aspecto real, pero no por mucho tiempo, pues morirás aparentando ser otro. Te condeno a ayudar pero no poder recibir auxilio. A ser guía pero no guiado. A sentirte responsable de la vida de las personas que conozcas en los dominios donde te destierro. Serás olvidado, tu nombre borrado de las páginas de la historia…
- ¡Basta! – grito Albus Dumbledore apretándole más la varita en su cuello, pero su grito no sirvió de mucho, pues su amigo estaba desapareciendo entre brumas y niebla.
- Nunca ha existido nadie con tu nombre. Tu presencia ha sido borrada de cualquier persona que te ha conocido alguna vez. No existe rastro alguno de ti ya. Todos te olvidaran. Todos, incluso tu amigo más cercano, tu hermano – pero, en ese momento, antes de que la magia del hechizo le tocase, su contrincante pronunció las palabras que le quemaban en la boca y el cuerpo del mago oscuro cayó a sus pies, sin que la ultima frase de su maldición hiciera su cometido.
Albus miró a su alrededor y se encontró solo. Nadie más había allí. La maldición había sido efectiva: desde ese momento su amigo no existía, nunca había existido para nadie… excepto para él.
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Pasaron los años, y ese hombre se convirtió en uno de los más grandes y poderosos magos del presente. Su nombre era pronunciado con veneración y admiración, nadie antes había hecho tantas cosas extraordinarias y se había enfrentado él solo (y derrotado) a uno de los peores magos oscuros de la historia. La orden del Fénix, de la que él había sido el último integrante con vida, quedó olvidada, pero muchos años después, y tal y como el pájaro que le daba nombre, resurgió de sus cenizas con el mismo propósito: combatir el mal.
Y la maldición de Grindelwald se cumplió en todas y cada una de sus partes, incluso la de la muerte de su amigo, pues Estel no murió con su apariencia, sino con la de otra persona, con el aspecto de su mejor amigo y hermano: Albus Dumbledore. Murió a manos de otro mago oscuro: Voldemort.
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En la enfermería de la escuela, el director acababa de abrir los ojos al terminar de recordar todo y cuanto había hecho junto a su amigo. Y también, las palabras que se dijeron antes de despedirse para siempre, pues sabían que iba a suceder a continuación: que uno de ellos no regresaría, que iba a morir irremediablemente en la trampa que Voldemort había creado. Todo era cuestión de mantener el engaño, de hacer creer que había caído en ella sin saberlo, aunque bien lo sabían, bien conocían lo que iba a suceder, la catástrofe que se avecinaba: el tener en la balanza dos cosas diferentes, el elegir entre la vida de las personas del ministerio y la de un objeto muy importante para el mundo mágico.
Y, por primera vez, las dudas ante el futuro aparecieron en los rostros de los dos hombres, y decidieron separarse, y la sensación de que seria para siempre resonó en sus corazones cuando lo hicieron. El que fuera al ministerio moriría esa noche, y por eso, por esa intuición, se decidió engañar a Voldemort, forzándole a pelear contra una de las personas a las que había jurado matar, luchar sin descanso, para que no se diese cuenta de lo que sucedía en sus dominios, el cómo sus barreras de protección fueron rotas y sus prisioneros liberados.
Y a él le debía su vida ahora. La última gran ilusión que había creado sirvió para sus propósitos. El profesor de Defensa contra las Artes Oscuras había muerto. Gran Maestro en hacer creer cosas que no existían, gran mago de la mente e ilusiones, descansase en paz.
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Una vez acabado todo lo que habían ido a hacer, el mago más oscuro de todos los tiempos, Lord Voldemort, y sus seguidores se fueron del Ministerio, no existía lugar alguno en que alguien se sintiese a salvo. Tras ellos dejaron un gran reguero de sangre y destrucción, muchas muertes y el confirmamiento de que la guerra estaba en su máximo apogeo. No sabían que, dentro de poco, se enterarían de cosas sucedidas mientras ellos estaban fuera, cosas que hicieron enfurecer a ese mago poderoso y que entrara en cólera nada más traspasar las puertas de sus dominios… pero, de momento, un gran desastre en el mundo mágico ya estaba hecho.
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Ese panorama de muerte y destrucción fue el que encontraron los aurores y demás trabajadores del ministerio que no se encontraban, por fortuna, en esos momentos allí. Acababan de terminar de enmascarar un ataque producido en una zona muggle y les había costado bastante tiempo hacer que todo pareciese normal y corriente y que los muggles no sospechasen nada… pero, poco a poco, la guerra que se desarrollaba en el mundo mágico traspasaba la débil barrera que les separaba unos de otros y tarde o temprano, estos se darían cuenta de lo que ocurría.
Entre la gente que entraba en esos momentos al hall del lugar se encontraban algunos integrantes de la orden del Fénix, que hasta entonces habían estado de encargados de la zona atacada y que habían ido a ayudar a pesar de sus heridas y debilitamiento pues antes de llegar a ese lugar, se habían encontrado con algunos mortifagos, y, tras una ardua y larga lucha, les habían reducido.
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Una vez superado el shock de encontrar el ministerio en ruinas, se procedió a la tarea más desagradable: el comprobar quienes habían caído.
Enseguida se vio que las perdidas, por desgracia, eran demasiado elevadas… e importantes.
Dedalus Diggle, Sturgis Podmore, Elphias Dogev, Emmeline Vance, y Hestia Jones, todos ellos miembros activos de la orden se encontraban muertos, ellos eran los únicos que se encontraban allí en esa desafortunada hora.
Y muchos nombres más se fueron añadiendo a una lista que redactaba en un pergamino una pluma encantada, en medio del desastre. Dicha pluma apuntaba los nombres de la gente que iban descubriendo. La mayoría de caídos eran conocidos de los que acababan de llegar, gente humilde, trabajadores del ministerio, personas que sólo desempeñaban su trabajo y que no hacían mal a nadie (sólo, eso si, intentar llevar la riendas del mundo mágico e intentar ayudar a mejorar el país) No quedó nadie de los que acababan de llegar que no tuviera un pariente o un conocido en esa lista fatídica… ¡eran tantos los muertos!
Y además, cada vez que levantaban o despejaban un trozo donde hubiera acumuladas ruinas, encontraban más y más cuerpos de gente. Nadie había quedado con vida, eso lo aseguraron muy bien antes de irse los mortifagos y Voldemort a la cabeza.
El ministerio estaba deshecho, las paredes estaban destruidas, y todos y cada una de las personas que se habían encontrado allí, estaban muertas… incluido el Ministro de Magia, Doris Crockford, que sólo había durado en el cargo menos de un año.
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Ya llevaban una lista bastante extensa de nombres, cuando, tras apartar los restos de la estatua que había sido el orgullo de esa entrada, se encontraron con el cuerpo de alguien a quien nadie hubiera creído que pudiera estar en la lista: Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore estaba muerto.
Un silencio se apoderó de la sala cuando la persona que lo había descubierto gritó su nombre y cayó al suelo, arrodillado y sollozando. Era un joven perteneciente a la orden, uno de los últimos en entrar tras perder a sus padres en un ataque de los mortifagos, y uno que consideraba a ese mago como un padre.
Nymphadora Tonks se acercó por detrás a su compañero y puso una mano en su hombro, en un leve gesto de consuelo, pero sabía que ninguna palabra podía decirse en esa hora tan sombría.
Jonathan se dio la vuelta agradecido por el gesto y por el apoyo, en los meses en los que habían estado juntos había aprendido a apreciar a esa alocada joven con pelo de mil colores. No supo que era lo que le impulsaba a responder a ese gesto, pero un instante después se encontró abrazado a ella, derramando lágrimas sin control. Todos lo hacían de un modo u otro en ese trozo derruido de ministerio.
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Terminaron de desenterrar cuerpos, terminaron de evaluar el desastre y, cuando una persona estaba enrollando el pergamino donde estaban apuntados los nombres de los fallecidos, algo le detuvo. Era una sensación que había tenido. Volvió a desenrollar la parte que tenia en sus manos y se fijó en todos los nombres apuntados. Sus ojos recorrieron una y otra vez la larga fila de nombres y cargos. Buscaba algo, pero no lograba encontrarlo. Parte del pergamino cayó al suelo, era enorme la lista, pero él buscaba con atención un nombre en concreto.
Varias veces repitió los nombres de los apuntados en su cabeza, sus ojos recorrían sin control la larga fila de fallecidos. Su boca repetía, con una voz sin ruido, los nombres una y otra vez. Parecía que estuviera aprendiéndose todo lo que ahí estaba escrito, pero buscaba algo en concreto.
Con el pergamino en la mano, y con una sensación extraña en su cuerpo, se acercó hacia una de las hileras de cadáveres, allí estaban los magos más importantes que habían caído: el ministro y el director de Hogwarts.
Y con el cuerpo de este ultimo enfrente suyo, volvió a repasar la larga lista, volvió a buscar su nombre, y entonces, sólo entonces, se dio cuenta de que existía un nombre que no conocía, nunca lo había oído, nunca había escuchado ese nombre ser pronunciado en la sala… pero ahí estaba, en el pergamino.
Incrédulo por lo que sucedía, miro alternativamente el pergamino y el cuerpo que estaba delante suyo
¿Y si…?
Existía una posibilidad, una remota posibilidad de que hubiera sucedido eso que en su mente imaginaba… y por fortuna, podía comprobarlo si lo que se le había ocurrido era cierto o no, recuerdos muy lejanos le vinieron a la mente.
Agachándose, y con cuidado de no ser visto por nadie, pues lo que iba a hacer podría parecer un sacrilegio, hizo un ligero corte a la túnica del mago, en la pierna, a la altura donde sabia él que se encontraba algo… y no lo encontró. La cicatriz que tenia el verdadero Albus Dumbledore, aquella que mostraba el mapa del Metro de Londres, no estaba allí… y por lo tanto esa persona era alguien que se había hecho pasar por él.
Arthur Weasley gritó eufórico ante su descubrimiento¡Dumbledore no estaba muerto!
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Una figura corría y corría sin cesar por entre los pasillos del castillo, de Hogwarts. Con un objetivo fijo en su cabeza, siempre hacia el mismo lugar, hacia la misma dirección. Ya no sabia cuantas escaleras había pisado, cuantos pisos había bajado, cuantos metros había recorrido… Todo ello era nada en su mente, un algo que había sucedido pero sin acordarse siquiera. Y, de repente, ahí estaba, a unos pocos metros de su meta…
Sus pies pararon de pronto su carrera desenfrenada, pasando a la total actividad a una quietud nerviosa. ¿Qué le impedía avanzar más?. ¿Por qué no continuaba?. ¿Por qué su cuerpo se negaba a seguir?...
Las dudas, que su corazón había desechado unos instantes antes de iniciar la desenfrenada carrera, le golpeaban ahora dura y cruelmente. ¿Y si él no le quería?. ¿Y si todo hubiese sido una ilusión?. ¿Una mentira?. ¿Sueño con amargo despertar?
Todas y cada una de las preguntas y dudas le golpeaban en el corazón una y otra vez. No podía centrase y razonar, no podía pues la duda la invadía cada vez más impidiéndole pensar. Le hacia dudar de si lo ocurrido antes había sido sólo un sueño. Le hacia preguntarse si su corazón soportaría una ruptura más. Le hacia preguntarse si lo mejor seria volver tras sus pasos, regresar, no intentarlo ni siquiera. Tal era la fuerza y el dominio que la duda sembraba en su corazón y alma: había pasado a estar segura de todo a estar segura de nada, de dudar por cualquier cosa.
Se encontraba a unos metros de doblar la esquina del pasillo donde se encontraba la entrada a la enfermería. Inmóvil, quieta… dudosa.
Aguardó así unos instantes y pudo percibir las risas, la alegría, el jolgorio que existía allá, mientras que en su interior sólo había dudas.
¿Y si él no le quería?. ¿Y si todo había sido un sueño?. ¿Y si?. ¿Y si…?
Todo eran dudas.
Así se encontraba Ginny: dudosa y terriblemente angustiada.
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En la otra parte, a unos metros por delante de esa figura inmóvil, incapaz de moverse por un sentimiento que la invadía, cinco jóvenes se afanaban en separar a los dos animales que les acompañaban, pues habían iniciado, de nuevo (y ya no sabían cuantas veces llevaban) una continua caza y huida. Dos de ellos ahora estaba encima del gran perro negro, sujetándole firmemente, agarrándole para que no fuera en persecución de una minúscula y escurridiza rana.
A la vez, los demás, es decir Hermione, Fred y George, tenían grandes dificultades en agarrar al verde animal, pues en un movimientos inesperado, la cuerda que le sujetaba se había soltado de su enganche del bolsillo de uno de los gemelos, y ahora iba arrastrándose por el suelo, siguiendo el camino que el animal marcaba.
Así pues, el grupo se separó, pues mientras una parte de ellos quedaba a las mismas puertas de la enfermería, los demás emprendieron la carrera en pos de una rana.
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Fue así que, de repente, estos últimos y tras doblar la esquina del pasillo, se encontraron frente a frente con…
.-.¡Ginny! – exclamaron los tres al ver a la pelirroja.
Esta, al oírles, alzó inconscientemente una se sus manos e intentó limpiar, sin éxito, el rastro que las lágrimas habían dibujado en sus mejillas, pero sus ojos, rojos de tanto llorar, delataban claramente lo que había estado haciendo en los últimos minutos. En su rostro se había mezclado lágrimas de amor y lágrimas de pena. Lágrimas por una perdida y lágrimas por una alegría… y lágrimas de dudas y preguntas.
La rana quedó petrificada en medio de un salto (a causa de un hechizo lanzado desde sus perseguidores) e hizo un ruido sordo al caer al suelo, pero de eso no se dio cuenta la muchacha, ni se dio cuenta de quien tenia enfrente, actuaba por instinto, sin saber lo que hacia.
Nada más estaba ella, sola, rodeada de dudas que crecían en su interior., Nadie la quería, nadie nunca la había querido. Su vida no era nada, no servia para nada. Inmersa en medio de un océano, sola, sin nadie. La duda, finalmente, la había acorralado y la estaba asfixiando.
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Hermione dio un paso hacia ella y, vio que sus ojos se habían vuelto cristalinos, que no les miraba, que actuaba por reflejos, que no estaba allí, que sólo su cuerpo lo estaba. No sabía que sucedía, no sabia que hacer, pero, de repente, alguien pareció susurrarle al oído la solución a ese insólito problema. Era una voz cercana y lejana, conocida, pero con un timbre distinto, seguro y certero. Le sonaba muchísimo, le pareció conocida, pero no supo a quien pertenecía, era una extraña sensación.
Y fue por eso, por ese impulso, por esa voz, que abrazó a Ginny fuertemente. Un abrazo sincero, un abrazo de animo, de amistad incondicional, de compañía sin limites.
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Ginny, sintiendo a alguien a su lado, se despertó del hechizo que la duda había sembrado en su interior, haciéndole ver cosas donde no existían, haciéndole sumergirse en un mar de soledad cuando la vida es todo lo contrario: esta llena de personas a tu lado. Se despertó para darse cuenta de que no era una solitaria isla, que no estaba sola, que tenia a personas a su alrededor, a sus amigos, a su familia, a un montón de personas que nunca la dejarían sola, todos estaban a su lado.
Con una sonrisa agradecida, devolvió el abrazo más fuerte a Hermione. Ya había vuelto, ya era la de antes. Y, justo en los instantes antes de que ese gesto fuera terminado, sintió como esta le susurraba en el oído unas palabras, una frase que hizo que su corazón quedase totalmente restaurado, radiante y fuerte, y que ya no dudara más de la decisión que había tomado.
.-.No te vas a arrepentir… el amor esta de tu lado – fue lo que le dijo ella, y vio que, entre las palabras, se escondía mucho más. Ahora si que estaba bastante bien segura de que sus sentimientos eran correspondidos.
Fred y George, sus hermanos gemelos, también se encontraban frente a ella. Había superado ya una prueba, la de ser aceptado su amor por sus amigos, ahora le faltaba la más importante de todas, la de ser aceptada por su familia.
Con las fuerzas renovadas dio un paso, pero los gemelos no se movieron de su posición, firmes, uno al lado del otro, impidiéndole el paso, e impidiéndole cruzar la esquina. Dio otro paso. Y otro. Caminó hasta quedar a su altura y, de repente… ellos se apartaron, uno a cada lado, tal y como hiciera una gran puerta ante la llegada de una gran celebridad.
Ginny, atónita, no supo que decir, más un guiño y un brillo en los ojos de sus hermanos le animaron a seguir, a continuar hacia su destino. Ellos le apoyaban, estaban de acuerdo con su elección.
Pasó entre ambos y dobló la esquina.
Ya faltaba menos.
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No sabia que pensar. ¿Por qué la vida le seguía tratando tan mal?. ¿Por qué no podía ser feliz?. ¿Por qué su destino era perder lo que amaba? Siempre, una y otra vez, se le escapaba la felicidad de entre los dedos, escurriéndose como arena que no podía retener. Se le escapaba… se perdía. Y por eso lloraba y lamentaba
Severus Snape, aunque no lo pareciese, no había sido siempre así, la vida le había enseñado lo dura y cruel que podía ser, y tras sufrir continuos golpes de tempestad, tras caerse y levantarse, tras tocar el cielo y hundirse en los infiernos… Tras esas todas experiencias dulces y amargas, había decidido no dejar que nada más le dañase: cerraba su persona a todo cuanto le rodeaba, no quería sentir, no quería sufrir más, no quería que le destruyese como antaño.
Pero ahora, ahora las barreras se habían derrumbado, y estaba derramando las lágrimas que en los últimos doce años se habían quedado en su interior. Estaba llorando sin control, sin detenerse siquiera a pensar que le podía ver alguien. Eso ya no importaba. Nada importaba. Sólo el dolor de la pérdida.
Sus lágrimas silenciosas caían al suelo sin detenerse. Sin control. ¿Por qué él?. ¿Por qué tenia que sufrir tanto?. ¿Por qué?. ¿Por qué?. ¿Por qué?
¿Por qué, cuando veía un resquicio de luz, las tinieblas volvían a aparecer en su vida?
Un nombre salio de su boca, un nombre que hacia años no pronunciaba (los mismos que no lloraba, los mismos que se escondía). Un nombre que le traía la imagen de una persona muy querida, antes odiada, pero ahora, tras conocer su verdadera historia, la amaba más que nunca.
.-.Lisseth – dijo al aire.
Y, en el mismo momento en que su nombre salio de sus labios, sintió una sensación conocida, un olor que le recordaba tanto a ella, su dulzura, su sonrisa, sus caricias…
Una mano de sus manos se deslizó de sus ojos y se posó en una de sus mejillas. ¿Había sido su imaginación o, unos minutos antes, había sentido, en ese lugar mismo, una caricia idéntica a la que ella le hacia siempre¿Había sido una ilusión o era su perfume el olor que embargaba, débilmente, ese rincón del pasillo?
No sabía que era lo que le ocurría, pero había sentido su presencia rodeándole, a su lado, enfrente de él.
Cerró los ojos y recreó en su mente su aspecto, cada uno de sus facciones: su pelo, su cara, sus labios… sus ojos. Esos ojos que tanto le habían enloquecido en su niñez y juventud… y que había querido olvidar desde su marcha. Esos ojos que le seguían y atormentaban la mente en ese ultimo año. Esos ojos que no había querido reconocer en la persona de su hija… y ahora, todo estaba perdido.
Siguió derramando más lágrimas, siguió llorando las que se habían quedado en su interior, vaciándose, sacando toda la pena encerrada hasta entonces. Siguió llorando y desahogándose en soledad.
Y, por uno de los azares del destino, una lágrima cayó al mismo lugar donde cayese una de las lágrimas de un alma de luz que le había ido a visitar en los límites del tiempo. No se dio cuenta, pero un camino empezaba a iluminarse poco a poco en el pasillo. Un camino que señalaba en una dirección, sólo en una en concreto…
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Cogio aire y, poco a poco, lo fue expulsando, sacándolo de su interior. Ya le faltaba menos.
Quería verle, infinitas ganas de volver a verle… y ahora sólo unos metros les separaban.
Al otro lado oía su voz, escuchaba su risa.
En un gesto inconsciente, se mordió ligeramente los labios, había deseado, soñado, tanto con ese momento. Lo había recreado tanto en sus fantasías. Lo había imaginado de mil y una maneras… y ninguna se parecía en nada a la que iba a suceder en realidad. Pero eso no le importaba, nada era importante mientras ocurriera lo básico, lo imprescindible.
Sus manos temblaban, sus piernas no le sostenían, y lo único que le hacia permanecer en pie era la certeza de ser correspondida.
Avanzó un paso y paró.
Se quedó ahí, justo en la esquina, sin llegar a pasarla, sin poder ver lo que sucedía, sólo oyendo su voz.
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.-.¡Eh! Hocicos, aquí, ven aquí – Harry se encontraba apoyado en la puerta de la enfermería. La señora Pomfrey estaba a su lado, ya era su turno para revisar lo que le sucedía (su pie torcido, su brazo adolorido). Por eso le llamaba, para entrar los dos juntos y que la enfermera pudiese echarle un vistazo también.
El perro levantó la cabeza, ese nombre le sonaba, lo conocía, le resultaba… extrañamente familiar. Con un gesto ligeramente brusco, al no ser consciente de su fuerza, se desembarazó de Ron, que le sujetaba fuertemente (para que no pudiera ir en busca de la rana) y se acercó corriendo hacia ese chico que tanto cariño le tenía. Una sensación extraña de definir le hacia estar siempre a su lado, protegiéndole, evitándole algún mal. Al llegar a su altura, emitió un ladrido de conformidad, le seguiría allí donde hiciese falta.
La puerta de la enfermería se cerró tras ellos, quedándose Ron solamente en ese trozo del pasillo. Y fue justamente entonces, en el instante en que la puerta terminaba su recorrido, cerrándose, cuando otra cabeza pelirroja apareció tras la esquina.
Se hizo un silencio, los dos sabían porque estaba ella allí, y los dos sabían a lo que había venido.
Sus ojos se encontraron frente a frente, decisión en los de la joven, decisión en los del hermano.
Y, sin más palabras, Ron sacó de su bolsillo un arrugado y maltratado trozo de pergamino… y se lo tendió. Ginny bajó sus ojos y, al mirar lo que era, palideció inmediatamente¿Qué significaba aquello?. ¿Por qué lo tenia él?
Quiso dar un paso hacia atrás, pero algo le impedía retroceder. Estaba estática en el sitio.
Ron se acercó despacio. El ruido de sus pasos era lo único que se oía… y el latido acelerado del corazón de su hermana.
Se acercó hasta quedar a su altura y depositó el pergamino en las manos de Ginny.
Esta no entendía nada, no sabia que tan importante había sido aquel casi insignificante objeto en el rescate, no sabia que, gracias a él, habían logrado saber donde le habían encerrado, no sabia que justamente las palabras que allí estaban escritas eran las que habían rescatado al destinatario de un negro pozo de oscuridad… no sabia nada salvo el significado que tenia para ella.
Agachó sus ojos hasta posarlos en las manos que le habían dado el pergamino, y los subió despacio hasta la cara de su hermano. No había dicho nada, ni una palabra en todo el rato, y no sabia si era algo bueno o malo. Sabia que había leído el contenido, lo que ahí se decía (ya que lo había sacado de uno de sus bolsillos), pero su opinión, lo que pensaba al respecto, no la conocía.
Ron, al ver el desconcierto en los ojos de su hermana, no pudo más, y una sonrisa de oreja a oreja se formó en su cara, y, si esto le sorprendió, lo que dijo e hizo a continuación lo hizo más.
.-.Has hecho una muy buena elección, hermanita. Los dos vais a formar una pareja extraordinaria.
Y no sólo no le dejó continuar, sino que, corriendo, se acercó hacia la puerta de la enfermería y la abrió, para facilitarle el paso. No sólo estaba conforme con la relación que iban a empezar, si no que les iba a apoyar en lo que hiciera falta.
Un último obstáculo sólo le quedaba ya.
Dio un paso más y se adentró en la enfermería
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La Señora Pomfrey se hallaba, en esos instantes, al borde mismo de la desesperación. Estaba en medio de la que había sido hasta entonces una ordenada y cuidada enfermería, pero que ahora parecía que un huracán lo había sobrevolado… mil veces. Y, bueno, en realidad ningún fenómeno atmosférico había irrumpido bruscamente en el lugar, pero si un animal que se le asemejaba: un gran perro que estaba saltando y escabulléndose sin control por entre las camas. Todos, excepto ella, se reían al ver sus gestos de desesperación y rendición ante lo evidente.
Hocicos, aunque correteaba por toda la superficie que ocupaba la enfermería, se abstenía de acercarse a una zona delimitada por unas cortinas blancas. No sabia porqué, pero ese lugar le atraía de una extraña manera, pero no se atrevía a acercarse.
De un salto, se subió a la cama donde permanecía uno de los ocupantes, el otro, el director, se encontraba casi ausente, mirando por la ventana, como si recordase tiempos lejanos. El perro, una vez que sintió la dura mirada de la enfermera sobre él, que se había acercado a examinar al muchacho, de otro salto bajó al suelo y se quedó casi obedientemente allí, aunque después, en un descuido de esta, volvió a correr por entre las patas de las camas.
Harry rió de nuevo al ver la expresión horrorizada que la señora Pomfrey lanzaba a Hocicos, pues este se encontraba peligrosamente cerca de una de las estanterías con pociones y remedios de las que constaba el lugar, y fue por eso que ninguno de los dos escuchó la puerta abrirse, ni vio a la persona que entraba en esos momentos.
.-.Harry - dijo esta al entrar. No le salían más palabras de la boca, sólo esa.
Él, al escuchar su nombre ser pronunciado, se volvió hacia ese lugar, y se encontró cara a cara con un rostro lloroso… acababa de llegar Ginny.
Los dos se quedaron, de repente, parados, sin saber que decir. Ella de pie, él sentado en la cama, con uno de sus pies vendado fuertemente.
Todo dejó de existir a su alrededor, sólo estaban ellos dos, nada más que ellos dos. No existía la enfermera, ni el director, ni Hocicos… nadie, sólo ellos dos.
No supieron cuanto tiempo pasó, ni que sucedió a continuación, pues estaban tan absortos en los ojos del otros, que cuando Harry se quiso dar cuenta de lo que hacia, ya se encontraba a su altura, de pie, a su lado. El dolor no existía, nada existía, sólo ellos dos.
.-.Ginny – fue la única palabra que salió también de su boca.
Sin despegar sus miradas, alzó una mano de sus manos y, delicadamente, le acarició la mejilla, allí donde las lágrimas habían dejado rastros profundos.
.-.Harry – dijo ella en respuesta, no podía decir nada más, sólo su nombre era lo único que existía dentro de ella. Con un leve gesto, inclinó su cabeza ligeramente hacia la derecha, hacia su mano.
.-.Ginny – contestó él al ver su gesto, y sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría.
Parecía que eran las únicas palabras que los dos conocían, pero eran las más importantes, el nombre del ser amado en los labios del otro. Nada más importaba, sólo ellos dos.
Los ojos de ambos estaban fuertemente conectados, no podían romper esa unión, no podían dejar de mirar al otro. Verde y castaño reflejándose mutuamente, viendo su reflejo en el reflejo del otro.
Y se fundieron los dos colores, y se fundieron sus bocas en una sola.
Al fin, después de tantas y tantas penalidades, de tanto sufrimientos, de tanto fingimientos, de tanto dolor, y rabia, y tristeza… después de todo eso, al fin estaban juntos.
No importaba lo que pensasen los demás, no importaba lo que dijesen, lo que sucediese, lo que, tras los muros del colegio ocurría, ahora se encontraban ellos dos juntos y nada tenia importancia… nada salvo ellos dos. Su amor era lo único que importaba.
No fue un beso cualquiera, sino un verdadero y deseado beso. No era desesperado, sino tierno, muy tierno, sincero… que nacía desde lo más profundo de sus corazones y les transportaba a lugares de inimaginables colores, a sensaciones indescriptibles, a alegrías inmensas…
Un beso que ninguno de los dos quería parar… era tanta la necesidad del otro, de su compañía…
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Ninguno supo cuanto tiempo pasaron así, juntos, tocando el cielo con las manos, rozando el paraíso y sintiendo que lo único que existía eran ellos dos… hasta que un ligero carraspeo que sonaba lejano, muy lejano, les hizo volver a la realidad.
.-.¡Ejem, ejem…! – la voz que lo decía parecía un poco cansada, parecía que había estado haciendo eso (intentando llamarles la atención) desde hacia ya bastante tiempo. Después del carraspeo, continúo hablando algo más – Harry, de acuerdo. Se que vuestro amor es sincero, que os queréis con toda vuestra alma, que siempre os habéis amado en secreto (y más estos últimos meses), y mil cosas más… - decía recitando algo que había leído en un trozo de papel y que le habían confesado unos minutos atrás - …pero, tío, que es mi hermana, no la asfixies… en mi presencia…
Harry y Ginny se separaron ligeramente colorados, habían perdido la noción del tiempo, y también, habían reconocido, con sorpresa, quién era el dueño de la voz.
Y si toda esa situación les parecía un poco vergonzosa (el ser pillados besándose… aunque, bueno, Ron ya suponía lo que iba a ocurrir dentro) se les terminaron de subir los colores al ver a todo el grupo detrás de él, en la puerta, y sus caras radiantes de felicidad mientras miraban a la recién formada pareja.
.-.Snif, snif, que bonito – dijo Fred haciendo como si se quitaba lágrimas aparecidas al ver la escena.
.-.Si, snif, nuestra Ginny se ha hecho mayor – Añadió George y se ganó una mirada de parte de la muchacha un tanto intimidatoria. Entre los dos gemelos aguantaban el cuerpo desmayado de la que, hasta entonces, había sido una bonita rana (y, por cierto, en el cambio había perdido demasiado atractivo).
Hermione, mientras tanto, sólo sonreía abiertamente, ellos dos se merecían toda la felicidad del mundo. Acercándose hacia Ron, le abrazó por detrás.
.-.Déjales que se besen. Serán muy felices – le dijo antes de hacer acallar sus replicas con un beso.
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Harry, de nuevo, se inclinó suavemente hacia Ginny, de manera que sus labios quedaron a escasos milímetros de su boca.
.-.Te amo – dijo. Sabía que la amaba, que la quería con toda su alma. Lo había intentado negar, ocultar, pensar que era todo ilusión, esconder… pero de nada había servido, pues el amor había triunfado sobre todo, y ahora sabía que su corazón sólo pertenecía a una pelirroja con los ojos castaños.
.-.Yo también te amo – le contestó ella. El beso, su primer autentico beso, le había demostrado que le amaba más que nadie, que nunca nada les iba a separar, las dudas ya no volverían, ya no más preguntas, ya no más dudas. Le observó durante unos instantes, sin moverse, sólo observando aquellos dos ojos verdes que tantas veces había recreado en sus sueños, y, luego, el espacio entre ellos dos quedó reducido a nada: sus bocas se unieron de nuevo en un dulce beso.
oooooooooOOOOOOOOOOOOoooooooooooooo
Severus Snape no supo que fue lo que sucedió, lo que le impulsó a ponerse en camino hacia ese lugar, a una carrera desenfrenada hacia la enfermería. No sabia que era lo que ocurría, pero una extraña sensación se había apoderado de su persona, una insólita certeza que, por lo que sabia él, no podía ser verdad, aunque algo, en su interior, le decía que sí, que era cierto.
Las lágrimas ya se habían terminado, se había vaciado entero de ellas, había llorado todas y cada una de las lágrimas que en los últimos años no había derramado. Lo había hecho una y otra vez, durante no sabia cuanto tiempo. Y, cuando la última lagrima cayó al suelo, se instaló en su pecho la necesidad de ir hasta ese lugar, de llegar a la enfermería.
No sabía porqué, no sabia nada. Lo único que sabía era que tenía que ir.
Por eso cruzó el castillo rápidamente, como un cometa fugaz.
Y, justamente eso fue lo que todos vieron al entrar él en la enfermería, como si algo pasase muy rápido a su lado… pero, tras dar un par de pasos dentro del lugar, se paró de repente, consciente de lo que había ido a hacer.
Sin hacer caso a la enfermera (que le recriminaba su fuerte entrada y el portazo de la puerta), sin hacer caso del director (que le miraba con cara de pena y se acercaba hacia él), y sin hacer caso del atónito grupo que se encontraba ahora alrededor de una cama (al final, tras sentir un fuerte dolor en la pierna, Harry había accedido a sentarse en ella), y desde ahí miraban todos a su profesor, nunca le habían visto comportarse de esa manera. Sin hacer caso a nadie, se acercó hacia la única cama tapada con las cortinas, y de un rápido gesto, apartó estas…
Al ver, al comprobar con sus propios ojos la verdad, cayó pesadamente al suelo de rodillas, y, aunque había pensado que ya no le quedaban más lágrimas, empezó a llorar de nuevo. ¿Por qué la vida no le dejaba ser feliz?. ¿Por qué tenia que perder a lo que amaba una y otra vez?
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Ginny, desde donde se encontraba (sentada en una cama, al lado de la que ahora era su pareja, cogiéndole tiernamente la mano – no se habían separado todavía, no querían separarse-) al ser la única que comprendía toda la situación, no pudo evitar que la tristeza del hombre la golpeaba también: sabía quien era ella, sabia que significaba todo eso…
Los demás no lo sabían, no conocían el parentesco que tenían ambos, pero aun así, al conocer profundamente a la persona que se encontraba en la cama, no pudieron dejar de sentirse tremendamente abatidos, entristecidos, apenados por haber sentido alegría y felicidad cuando una tragedia había sucedido. Todo era dolor y llanto en la enfermería.
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El tiempo, por segunda vez en ese día, detuvo su avance impasible, congeló el avance del reloj. Todo se congeló en la posición en la que estaba: las lágrimas de los ocupantes de la enfermería, su dolor, su tristeza… todo quedó suspendido en ese instante.
Todo con un propósito, todo con un objetivo.
Y dos espíritus de luz aparecieron en medio del lugar, justo enfrente de la cama donde se lamentaba un hombre vestido totalmente de negro y embargado de profunda tristeza.
.-.Te echaré de menos – dijo una de ellas a la otra.
.-.Yo también, pero mereces – la mayor de las dos miró hacia la figura que se encontraba a unos centímetros de ellas dos – Merecéis ser felices – y dicho eso, con una caricia en la mejilla, se despidió de ella… y la luz desapareció… dejando todo como había estado hasta entonces.
El tiempo volvió a transcurrir, nada parecía haber ocurrido en ese breve periodo de tiempo congelado, pero algo había cambiado, el destino había cambiado…
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Fue como salir de una piscina de agua tremendamente fría, pasar, de repente, de un lugar donde no se podía respirar, a uno lleno de aire, de vivificador y purificador aire. De sentirse ahogado a sentirse vivo.
Sentir, tras los parpados cerrados, la luz que llegaba, el aire entrando a sus pulmones, el oxigeno circulando por su cuerpo. El cuerpo le pesaba, vaya si le dolía, pero nada de eso importaba. Nada.
Oyó (que maravilloso era poder escuchar de nuevo los sonidos que le rodeaban) como alguien se levantaba del suelo, el ligero y característico ruido que hacia su túnica al moverse. Sabia quien era, sabia porque se encontraba allí, a su lado, sabía porque lloraba.
Todavía no podía abrir los ojos, ni mover nada, ni dar a conocer que ella estaba viva, era tanto el dolor que tenia… ¡y lo deseaba con tantas ganas! Deseaba que él dejase de llorar, que su padre (que bonita era la palabra en su cabeza, que maravillosa la sensación de saber quien era su autentico padre) no estuviera triste… pero no podía, su cuerpo se negaba a hacer lo que le decía su cabeza.
Oyó de nuevo la túnica al moverse, al acercarse hacia ella, y reconoció el olor que le llegaba en esos instantes, ese olor tan característico, tan de él.
Lo siguiente fue sentir un beso que se depositaba en su frente, un afectuoso beso… y ya no pudo más, quería abrir los ojos, quería decirle que no llorase más, que había vuelto para estar con él, con su padre verdadero.
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El beso se terminó y Severus Snape, poco a poco, empezó a retirarse. Ya había terminado todo, ya se había despedido para siempre.
Y, cuando, con sus manos, se limpiaba las lágrimas que le quedaban, pues le empañaban la vista completamente, oyó la única palabra que nunca habría creído que escucharía… Nunca:
.-.Papá – fue dicha débilmente, casi sin fuerzas, por una persona que, a duras penas, podía mantener los ojos ligeramente abiertos, mirándole, desde su cama. Pero él la escuchó perfectamente, su dolor se convirtió en felicidad… y fue, en ese instante, cuando supo que los sueños podían hacerse realidad, cuando se inclinó y se fundió en un abrazo con ella.
Su vida podía ser brillante, podía tener felicidad.
Una luz volvía a brillar en medio de su oscuridad.
Una luz volvía a brillar en medio de la guerra.
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Contestaciones a los reviews (de nuevo, muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias por ello)
Syringen Hola Guapa! Bueno, a pesar de hablar tanto estos últimos días por msn y demás ;D, no se que decirte por aquí, jejejeje. Ah, ya se, sólo que no creo que lleguemos a los 50 capítulos, ya que quedan unos 2 o 3, aunque…… no le des muchas ideas a mi musa, que es muy peligrosa. Por cierto, no te puedes quejar por el review que te puse, jejejje. Sobre lo que dices del capitulo, pues viendo que ya has leído el siguiente :D, pues no creo que te queden dudas de algo :P (ya ves, que hay que dar un poquillo de felicidad después de las tragedias) Un besazo muy grande.
Isaurita Saludos a ti también guapa¿Qué veías venir algo así? (aunque seguro que lo del siguiente capitulo no, jejjeje) Si es que si, se veía venir algo "excepcional", pero no creo que todos esperabais que sucediera eso :D (creo que agote las reservas de pañuelos a varias personas :P) Lo de que la historia se acaba, si, eso también es cierto (yo creo que en 2 o 3 capis), pero como no os libráis tan fácilmente de mi, retornare con la siguiente parte :DD Ahh, y a ver si te veo, que ya tengo ganas de hablar contigo ;D Besos miles Pd: Que no, que no le des tantos ánimos y saludos a mi musa, que luego se descontrola que no veas Besicusss. Pd2: No pude avisar de la "subida" de este capitulo pues no tuve mucho tiempo :P, pero ahora si lo hago, cuando esta todo :D
Celina Saludos guapetona! Muchas gracias por los halagos, todavía seguís poniéndome colorada del todo :D Sobre Ginny, pues…… no te puedo responder XD y lo de cómo continuara, pues ya lo has visto en este capitulo :D (que, espero, te haya gustado tanto como los anteriores ;D) Lo de echar de menos la uni… ya la estoy echando de menos (y eso que me quedan todavía unos meses… pero la nostalgia ya me invade) A ver que hago yo ahora ? Y si, juego en el equipo de mi uni (hace dos años quedamos campeonas de un torneo inter universidades XD y estos no han ido muy mal que digamos) y es algo que me encanta (otra de las razones por las que no quiero terminar……) Si te apetece preguntarme mas, ya sabes, no dudes ;D Un besazo desde la futura ciudad del Agua (Zaragoza Zh2O 2008) Besosl milessss.
marce Hola! Muchas gracias por el cumplido :D Y, si te has leido este capitulo, ya ves lo que "realmente" ha sucedido :D (¿Cómo iba a matar al director?... todos me ibais a linchar XD) Si, pobre Snape, pero bueno, ahora ya tiene un poquito de felicidad :D Sirius, bueno, Sirius (mejor dicho, Hocicos) por lo que se ve, esta muy contento con su vuelta :D Un besazo y espero que te haya gustado el capitulo :DDD
YaRoN Holaaa! Bueno, ya has visto que al final no me fui muy lejos de viaje XD (tenia que regresar para este capitulo, jejejejejeje) Y si, ya sabia que iba a provocar muchas lágrimas (a mi misma la primera) pues tenia que "hacerlo" real (como ya has leido el capitulo… sabes a que me refiero) En fin, que no se que mas contarte (sólo que se que pronto me voy a tener que coger un avion a un lugar desconocido para todo el mundo :P) Un besazo y muchos animos para Madrid 2012 ! Pd: Muchas gracias por los comentarios!
Gabriela Luthien Black Saludos! Muchas gracias lo primero por el cumplido :D Y bueno, la pregunta que haces…. Pues se responde en este capitulo :D ya veras quien es (Sirius no puede ser, que "todavía" no habia regresado XD) Y si, ha pasado muchísimo tiempo desde que se inició este fic 0.0… y ya va acabando… pero no preocuparse, seguire dando la lata con la segunda parte, jejjejej. Un besazo muy grande Pd: No te preocupes, tu lee cuando puedas y te dejen. Besos miles
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