Draco jugó bien sus cartas en la guerra y, ahora que la luz casi ha ganado, es de sus mejores agentes. Por eso le confiaron la valiosa misión de recuperar la única arma que podría derrotar al Señor Oscuro; sólo que no contempló el caer por ella. O por él, mejor dicho. Slash.

Mi accidentado regalo de cumpleaños a Luadica. Para bien o para mal (Jo, me encanta como suena esa frase XD). ¡Felicidades!


Química en tres patadas

La primera patada: Reactivos (Si en la etiqueta pone que son insolubles….)


"I don't ever wanna be like you
I don't wanna do the things you do
I'm never gonna hear the words you say
And I don't ever wanna, I don't ever wanna be you
Don't wanna be just like you, oh what I'm saying is
This is the anthem throw all your hands up
You, don't wanna be you".

Good Charlotte—The anthem

"Yo no quiero nunca ser como tú

No quiero hacer las cosas que tú haces

Nunca voy a oír las palabras que dices

Y no quiero nunca, no quiero nunca ser tú

No quiero ser sólo como tú, oh lo que estoy diciendo es que

Éste es el himno, levanten todos sus manos

Tú, no quiero ser tú".

Good Charlotte—El himno


Un adolorido y cansado Draco Malfoy bajó del vuelo 8877 de las British Airlanes. Maldiciendo a los muggles por su falta de magia y por su incapacidad de reducir el tiempo de vuelo entre Europa y América, puso pie por primera vez en el aeropuerto internacional de Tucson, Arizona.

Una oleada de calor lo golpeó como una bludger en medio del campo en cuanto bajó del endemoniado aparato llamado aeroplano. ¿Cómo era posible que los muggles eligiesen vivir en medio del desierto?

Siguió a los demás pasajeros que hacían su camino a través del asfalto hacia el edificio del aeropuerto, allí tenía que recoger su equipaje.

Maldijo en voz baja¿Por qué no había podido aparecerse y ya? Pero la culpa de todo la tenía el condenado vejete y su panda de inútiles, mejor conocida como la Orden del Fénix.

Orden de la cual él también era parte, se encargó de recordarle una molesta vocecilla en su cabeza. Esa vocecilla que siempre se reía de él.

Esa Orden que le había confiado la misión de la cual dependía la completa victoria del bando de los "buenos". Se tiró del cuello de la camisa, tratando de conseguir un poco de aire.

Sin duda la refrigeración del aeropuerto era una bendición.

Durante toda la guerra había jugado doble, siendo un Mortífago digno de su apellido pero ayudando a la Orden al mismo tiempo. Había sido espía de ambos bandos, sólo atendiendo a sus propios intereses.

Porque la verdad de todo era que, para él, el mundo podía irse al carajo. Muggles y magos por igual.

Pero eso no iba a suceder; algún bando habría de ganar la guerra mágica. Y comparándolos, el de la luz tenía más posibilidades. Desde que tenían cautivo al Señor Oscuro, todo parecía ganado (al fin recuperaría esa casa en Mazatlán que su padre les había prestado a los Mortífagos).

Claro, si no hubiera ido Dumbledore a salir con que no podían eliminarlo (adiós a la casa en Mazatlán) sin una misteriosísima arma que, según una estúpida profecía, era en palabras del vejete "el único que podía acabar con el mago oscuro".

Había sido aleccionado para jamás dejarse llevar por cualquier clase de emoción que no fuese la indiferencia, pero no pudo evitar la risa histérica que se le escapó cuando le dijeron que era él quien tenía que recuperar esa arma. Y más precisamente, cuando le dijeron que esa arma llevaba por nombre James Halliwell y tocaba para un grupo musical llamado Química.

Creyó que era alguna clase de broma pesada, hasta que se vio en el aeropuerto de Londres (Tienes que hacer todo a la manera muggle para que el señor Halliwell no sospeche nada) con el boleto en la diestra y una maleta en la siniestra.

Las siguientes horas las pasó tratando de imaginar cómo demonios haría para acercarse a un tipo que, a juzgar por lo que decía el vejete, no quería saber nada de la magia y convencerlo de que hiciera sabe-qué cosas para matar al mago oscuro que le había marcado el antebrazo a él mismo hacía dos años.

Pero no llegó a ningún plan brillante e infalible así que tuvo que conformarse con echar pestes del clima de Arizona al bajar del avión.

Para cuando su equipaje apareció rodando en la banda de plástico negra, todavía no se le ocurría nada. Así que decidió encaminarse al hotel donde se alojaría y donde, por añadidura, estaba el dichoso grupo musical haciendo audiciones para encontrar un nuevo violinista.

"Por eso es por lo que sólo tú puedes hacer esto". Le había dicho Dumbledore. "Eres el único en toda la Orden que sabe tocar el violín".

Justo en ese momento había sentido ganas de asesinar a Severus, porque estaba seguro de que era él quien había ido con el chisme al vejete.

Ahora estaba en un taxi muggle, con el estuche que contenía su carísimo violín metido en una maleta muggle junto a él. Todo muggle.

El taxi se detuvo frente al elegantísimo Golden Corral Inn (Vaya nombre para un hotel de cinco estrellas). Pagó al conductor tras enredarse un poco con la denominación de los papelitos esos, billetes se llamaban.

— Turistas—comentó el hombre indulgentemente, haciendo que Draco le lanzara una mirada glaciar antes de tomar su maleta y largarse en tres zancadas.

Entró al vestíbulo sintiéndose ofendido por la espantosa decoración en grana y amarillo que imperaba. Tan Gryffindor.

— ¿Podemos ayudarle en algo?—preguntó una recepcionista, ataviada en un traje (cómo no) color grana. Con corbata amarilla.

Sintió ganas de vomitar.

— Sí—contestó, con el acento británico endureciéndole las palabras— reservación a nombre de Daniel Muller… ¿Es ésta la decoración de todo el hotel?—no pudo evitar preguntar, sintiendo una repentina aprensión.

La recepcionista (una chica de cabello castaño bastante joven) comenzó a teclear algo en una computadora portátil.

— Oh no, sólo la del lobby… ¿Por qué¿No le gusta?—la chica le sonrió— ¿Muller con una ele?

— Parece una especie de mercadillo pueblerino—contestó con frialdad— No, doble ele. M-u-l-l-e-r—deletreó— Muller.

— Ajá, aquí lo tengo… habitación 374—le tendió una tarjeta de plástico— y le diré al gerente que parecemos mercadillo, no se preocupe

— Ojalá—contestó, antes de marcharse.

— ¡Espere¿No quiere que alguien le lleve sus cosas?

¿Tener contacto con más muggles de los estrictamente necesarios¡Ja!

Le hizo un gesto negativo con la mano, mientras se alejaba rumbo a los elevadores.

— ¡Tercer piso a la derecha!—oyó que le gritaba la chica a sus espaldas. Agitó la mano en señal de haberla escuchado.

Había pasado mucho tiempo escuchando a Granger (sí, la sangresucia sabelotodo) hablar sobre el funcionamiento de todas las cosas muggles con las que se podría encontrar. Así que eso del elevador, en teoría, no le era desconocido.

Y Granger había dicho que eran muy seguros, pero no pudo evitar el pensamiento de que se estaba metiendo en una caja de metal sostenida por un cable. Salió de la caja con el estómago revuelto en el tercer piso.

Justo como le había dicho la recepcionista, giró a la derecha y (siguiendo la numeración en brillantes placas de metal plateado) llegó hasta la 374. Las paredes del pasillo estaban pintadas en suaves tonos crema, a juego con la alfombra y la decoración de madera oscura.

Al menos ya no era grana con amarillo.

Miró intrigado la tarjeta de plástico que le había dado la recepcionista. En el marco de la puerta había una especie de aparato electrónico negro que tenía una ranura… ¿Sería para ponerla allí?

Tras unos segundos de duda, la pasó por la ranura. Nada.

Gruñó¿Por qué los muggles no podían tener llaves?

Se acercó la tarjeta a la cara, tenía una especie de banda negra en el reverso. Y siendo tan intuitivo como siempre, volvió a pasar la tarjeta pero con la banda negra por enfrente.

¡Bingo! La lucecita roja esa que tenía el aparatejo parpadeó para luego apagarse; y una verde se encendió en su lugar.

Probó a empujar la puerta y ésta cedió sin el menor esfuerzo. Entró con una sonrisa de autosuficiencia estampada en la cara.

Draco Malfoy (bueno, "Daniel Muller") era absolutamente capaz de enfrentar cualquier desafío que le presentara el mundo muggle. Oficialmente.

Se dejó caer en la mullida cama, soltando la maleta en la entrada, para continuar reflexionando sobre su desgracia. ¿Cómo iba a conseguir un objetivo como el que le habían impuesto?

Rodó por el lecho un par de veces, tratando de despejarse.

Y de pronto vino la claridad.

No podía seguir lamentándose de algo que tenía que enfrentar. No le quedaba más que ser un buen Malfoy y salir lo más dignamente posible del embrollo.

De cualquier forma, para una mente tan aguda (y un manipulador) como él… ¿Qué tan difícil podía ser?...


Kristin maldijo, por tercera vez en diez minutos, al estúpido tipo californiano que habían contratado para que redecorara el lobby.

¿A quién en su sano juicio se le ocurría obligarlos a vestir uniformes en los colores de las paredes?

Y tantito peor: rojo con amarillo. Estaba como para mandar matar al maldito decorador.

Además, para rematarla, tenía que poner cara de dulzura y soportar los desplantes de diva que tenían los huéspedes del hotel.

Ahora Kristin maldecía al rubio británico ese, que a pesar de estar como para comérselo, tenía una cara de pesado que no podía con ella.

Se alegró de ser relevada en la recepción y caminó con pasó ligero hacia los salones de conferencias; su "misión imposible" consistía en atender al grupo musical que estaba audicionando músicos y probando el sonido para un pequeño evento de caridad que alguna fundación organizaba. Algo extraño de mercadotecnia, pensó.

Llegó al salón coral (el más grande que tenía el hotel) para encontrarse con un escenario medio montado y al dichoso grupo acomodado por el salón. Una chica pelirroja (de seguro teñida) tocaba el violín en el escenario mientras otra (una veinteañera delgada, de cabello castaño que de seguro tenía algún gen hispano en su anatomía) la observaba atentamente desde una de las mesas ya dispuestas. Otros cuatro tipos estaban sentados a la misma mesa, pero no parecían prestar la mínima atención.

La chica del violín terminó de tocar, sonaba bastante bien.

— Buenas tardes—saludó, parándose junto a la mesa— Soy Kristin y estoy aquí para relevar a Mindy, su anterior asistente. Así que todo lo que necesiten, pueden pedírmelo a mí—acabó sonriendo.

— ¿Y qué le pasó a Mindy?—preguntó uno de los tipos; cabello teñido de azul e increíbles ojos a juego.

Y un cuerpo que dejaba poco a desear.

— Huyó de Mark y Paris—respondió la chica, esbozando una sonrisa malévola— y no la culpo

— ¡Hey!—protestaron unos gemelos, de cabello castaño y ojos color miel, al unísono. Tenían las facciones demasiado aniñadas.

La chica los ignoró olímpicamente y se dirigió a la violinista, que aún estaba parada sobre el escenario.

— Bien¿Olivia?—la chica asintió— interpretas bellísimo… voy a consultar con los chicos y luego te llamamos¿De acuerdo?

La tal Olivia pareció no creérselo, pero asintió y salió del salón.

La chica apoyó la cabeza en la mesa.

— Kristin… ¿Podrías darme algún analgésico?

— ¿Aspirina está bien?

— Claro

Kristin salió a pasos agigantados para ir por la pastilla.

— A ver—habló el chico del cabello azul— ¿Qué tenía de malo ésta, Em? Tú eres la experta en música clásica, pero a mí me sonó bien…

La llamada Em se frotó las sienes.

— Mira James, de que sonaba bien sonaba bien… de hecho es la que mejor ha interpretado de los tropecientos mil violinistas que hemos visto. Pero sólo eso, interpretar porque no improvisa ni tantito.

— ¿Y eso que tiene de malo?

— Que nosotros no vivimos con el pentagrama enfrente. Y no se trata de tocar piezas de Mozart, cielo, necesitamos a alguien diferente. A alguien que sea uno con su violín, alguien que pueda sacar música del aire, alguien que…

— Ya, ya— manoteó al aire, que cuando Em tomaba vuelo no había quien la detuviera— ¿Y para qué quieres un violinista? Nos las apañábamos bien sin uno

— Porque quiero un violín. Me gusta el sonido. Y punto

James se encogió de hombros, girándose hacia los gemelos que jugaban manotazos.

— ¿Y fueron todos por ahora?—preguntó el único que no había hablado en todo el rato, un chico de cabello y ojos oscuros con expresión serena— Recuerda que aún tenemos que probar el sonido y a la gente de aquí no le va a parecer que no hagamos lo que dijimos que haríamos

La chica sonrió indulgentemente— No sé que haría sin ti, Kyle… pero nos falta uno y espero por todos los dioses que este sea el bueno.

Mark golpeó a James, James golpeó a Paris y Paris golpeó a Mark. Kyle parpadeó indiferentemente y se dirigió a Em.

— ¿Algún motivo para tanta esperanza o sólo quieres acabar?

Paris cayó al piso bajo el peso de Mark y James.

— Pues tiene una currícula impresionante—le pasó un papel a Kyle— pero creo que es más el hecho de que quiero acabar

Kyle leyó con las cejas arqueadas.

— Británicos. Todo lo hacen a la vieja escuela—comentó.

La chica sonrió— Un buen violinista tradicional sabe improvisar, al menos

Kyle sonrió de igual manera.

— Eso es lo que tú esperas

Kristin regresó con la aspirina y un vaso de agua, pasando por encima de la bola humana que eran James, Mark y Paris rodando por el piso, llegó hasta Kyle y Em.

— Aquí está tu aspirina—anunció.

Em la tomó en menos de lo que dura un parpadeo.

— Eres un ángel—murmuró.

— Es adicta a los antibióticos—explicó Kyle, haciendo que Kristin sonriera ante el apacible (pero no por ello menos atractivo) pelinegro.

— ¡Eso no es cierto!

— ¿Ah no?

­— ¡No!—replicó, con una incontenible expresión de alivio al sentir los efectos del analgésico.

El chico rompió en carcajadas, haciendo que Kristin riese con él (aunque más disimuladamente).

— ¿Qué es tan gracioso?—preguntó Mark, con la camiseta toda jaloneada y la respiración agitada.

— Emily—contestó Kyle con expresión de indiferencia.

— ¿En serio?—Paris y James les miraban sin enterarse de lo que pasaba.


Draco se pasó una mano por el cabello recién lavado y ajustó el cuello de la camisa color vino que vestía.

Las primeras impresiones eran demasiado valiosas como para arriesgarlas.

Y si la camisa de seda con los pantalones de cuero no lograban impresionar (había considerado la gabardina a juego, pero con el calorcito que hacía tuvo que descartarla), entonces nada lo haría.

Se echó el estuche del violín al hombro y empujó la puerta del salón coral.

Que Merlín se apiadase de él.

Una chica delgada de cabello castaño oscuro con mechones morados golpeaba a un par de tipos de cabello castaño, mientras que un pelinegro les miraba con aire cansado. A su lado estaba la misma recepcionista que lo había atendido cuando llegó y un chico de cabello azul. Todos más o menos de su edad.

— Señor Muller—saludó la recepcionista.

— Kristin—contestó, leyendo su nombre en la placa que estaba prendida a su solapa.

— ¿Puedo hacer algo por usted?

Darme un firewhisky, sería genial.

— No creo, gracias…

La chica que golpeaba a los castaños levantó la cabeza.

— ¡Muller!—Exclamó— ¡Tú eres el que faltaba!

— ¿Ah si?

— ¡Sí!—se lanzó hacia donde él estaba parado— Emily Pissant—se escucharon risitas de parte de los tipos de cabello castaño que, ahora que lo notaba, eran gemelos. La tipa puso los ojos en blanco y le tendió la mano— mucho gusto.

— Daniel Muller—la estrechó.

— Bien, Daniel… ¿Te importa que te llame Daniel?... Éstos idiotas son Mark y Paris Lewis, guitarra y bajo. El que parece dormido es Kyle Turner, batería. Y junto a la linda Kristin a quien pareces conocer, está James Halliwell: nuestra guitarra principal.

Algo en el cerebro de Draco se disparó cuando la tal Emily dijo James. James Halliwell, la condenada arma.

Sonrió lo mejor que pudo y dirigió un gesto de saludo a los tipos, fijándose especialmente en el de cabello azul; que (cómo no) también tenía los ojos azules.

Y qué azul. Aunque el tipo le miraba ceñudo (y el cabello azul cielo restaba seriedad al conjunto), era obvio que tenía unos ojos impresionantes.

— ¿Podríamos ir a lo que sigue?—habló el tal James, con voz gélida— No tenemos mucho tiempo

— Oh si—murmuró la que se había presentado como Emily— ¿Podrías tocar algo?

— Claro—abrió el estuche y sacó el violín con inmenso cuidado.

— Pero en el escenario, por favor—habló de nuevo la chica.

— Seguro—refunfuñó Draco, trepándose al escenario— ¿Algo en especial para tocar?

— Improvisa—le contestó Emily.

— ¿Disculpa?

—Que quiero que improvises primero, luego si quieres puedes tocar alguna pieza clásica. A mí lo que me interesa es que sepas improvisar

El rubio se encogió de hombros y se acomodó el violín.

Hacía tiempo que había compuesto una sencilla canción para su madre y, aunque técnicamente no era improvisar, decidió interpretarla.

Cuando terminó, Emily le miraba con los ojos castaños llenos de emoción. Antes de que pudiera averiguar qué sucedía, se vio envuelto por sus brazos.

— ¡Sí¡Sí!—gritaba como loca.

— ¿Ah?

— El puesto es tuyo, Daniel.

— ¡Pero Em!—protestó Halliwell, pálido como la muerte.

¿Y a ese que le pasaba?

— ¡Pero nada!—contestó Emily, mirando a Halliwell con expresión asesina— ¿Daniel?

— ¿Qué?

— ¿Aceptas entonces?

— Claro, para eso vine.

Emily se le volvió a colgar del cuello, besándole la mejilla sonoramente.

— Bien—anunció la chica, acomodándose un mechón de cabello morado tras la oreja— Ahora podemos empezar a probar el sonido.

Fue sólo entonces cuando Draco notó que en el escenario estaban varios instrumentos regados y semi-conectados a esos extraños aparatos electrónicos muggles.

Los cuatro tipos se treparon al escenario.

— Bienvenido y buena suerte—le dijo el pelinegro, Turner, al pasar junto a él para colocarse en la batería.

— Sí, buena suerte—corearon los gemelos, levantando la guitarra y el bajo del escenario.

Halliwell pasó de lado sin dirigirle la palabra, pero la mirada con que le obsequió lo dejaba todo muy claro. No le simpatizaba.

El de cabello azul tocó un poco en la guitarra eléctrica. Acomodó algo en las bocinas y en los sintetizadores y se bajó del escenario, para salir del salón sin haber articulado palabra.

— ¿Y ahora qué demonios le pasa a James?—preguntó uno de los gemelos. Uno que tenía un lunar en la mejilla.

— No lo sé, Mark… creo que debería hablar con él…—contestó Emily, corriendo tras el ojiazul.

— No te preocupes—le dijo el otro gemelo, Paris, aplastando botones en un enorme cuadro negro que no tenía ni idea de lo que era— James siempre es raro, no es por ti

Turner comenzó a aporrear la batería.

— ¿Ah no?—contestó Draco escépticamente— si se notó que no me quiere dentro

Fue Mark quien le contestó. Vaya, si no era tan difícil diferenciarlos— Quizá, pero no veo por qué… y Jim no es de los que hacen las cosas sin razón…

Se encogió de hombros.

Esto iba a ser mucho más difícil de lo que había imaginado.


— ¡James!—Emily corría tras su guitarrista por los pasillos del hotel.

— ¿Qué fregados quieres?—ladró el peliazul sin detenerse.

— ¡Uy! Nomás quiero que me expliques qué demonios fue ese teatrito—contestó, caminando a la par que él.

— No fue nada—se detuvo en una de las habitaciones y la abrió para meterse.

— James—dijo ella, en tono de "No me convences".

El chico suspiró— Entra

— ¿Qué?

— ¿Quieres que hablemos o no?—Emily obedeció.

— De acuerdo, ya estamos adentro—dijo, cerrando la puerta— Ahora ¿Vas a decirme qué te pasa?

— ¡Es que no me pasa nada!—gritó.

— Y yo soy el hada de los dientes

— No me causa gracia

— No estoy tratando de hacerte reír

— ¡Argh!

Emily suspiró—Esto no nos lleva a ningún lado, dime¿Qué te ha hecho Daniel Muller para que te enfades tanto porque entró al grupo¡Es un violinista extraordinario!

— ¡Ja¿Por dónde empiezo¡Y no me importa que sea Vanessa Mae en versión rubia¡Es un desgraciado!

Emily frunció el ceño— James… ¿Lo conoces?

El peliazul suspiró— Sí, Em. Lo conozco

— Dices de antes¿No?... de cuando Harry¿Verdad?—la chica le había tomado la mano y lo miraba con una mezcla de preocupación y cariño.

­­—Sí, Em. Lo conozco de antes

— Oh… Jamie… cuánto lo siento. Debí haberte escuchado… ¿Tan malo es?

James se encogió de hombros.

— Solía ser poco más que un niño rico egocéntrico y mimado, pero me hizo pasar malos ratos.

Emily se mordió un labio. Sabía lo susceptible que era su Jamie a cualquier cosa que le recordara su "antes".

Y no lo culpaba, si hubiera tenido una vida como la suya no hubiera aguantado lo suficiente para salir del atolladero y hacerse de una nueva. Eso admiraba en él, porque ella se habría cortado las venas al primer muerto…

— Bueno, míralo del lado bueno. Él no sabe quién eres.

— Sí, eso me tranquiliza—contestó, poniendo una sonrisa falsa.

Emily le apretó el hombro en señal de apoyo— No tienes que volver hasta las 9, para la función. Procuraré que se haya ido… ¿De acuerdo?

James asintió con la cabeza, dejando que Emily se marchara.

¿Qué rayos estaría haciendo Malfoy en el mundo muggle¿Por qué se había cambiado el nombre¿Y por qué en Arizona, precisamente? El rubio le traía demasiados recuerdos que deseaba olvidar.

A riesgo de parecerse más a Emily, iba a necesitar una aspirina.

O algo más difícil de encontrar en las farmacias.


"No you don't know what is like… when nothing feels alright

You don't know what is like, to be like me

To be hurt, to feel lost, to be left down in the dark,

To be kicked when you're down

To feel like you've been pushed around.

To be on the edge of breaking down and no one's there to save you…

No you don't know what is like… Welcome to my life"

Simple Plan— Welcome to my life.

"No, no sabes lo que se siente… cuando nada está bien.

No sabes lo que es ser como yo.

Ser herido, sentirse perdido, ser abandonado en la oscuridad

Ser pateado cuando has caído.

Sentir que te han hecho a un lado,

Estar a punto de desfallecer sin nadie ahí para salvarte.

No, no sabes lo que se siente… Bienvenido a mi vida"

Simple Plan— Bienvenido a mi vida.


Meimi aquí. Se que nada tiene sentido, pero esperen un poco al desarrollo de la historia.

Y para los que sí tuvo sentido: Sí, también sé que el asunto se está poniendo algo predecible.

Como ya advertí implícitamente, es mi primer slash. Tened piedad xD.