Declaimer: Los personajes de Card Captor Sakura no me pertenecen (aunque no me molestaría que me regalen a Shaoran y Eriol ), lamentablemente el Estudio Clamp me gano de mano y se los quedaron ellas.


Un príncipe que se convirtió en sapo.

(by Lady Verónica Black)

¿Cómo podría la bibliotecaria de un pueblo saber que el hombre del que se enamoró dos años atrás era un príncipe? ¿O qué el hijo que habían concebido era el heredero de una corona? Lo único que Tomoyo sabía era que el encanto seductor de ese hombre la había hecho mujer, y que aun después de tanto tiempo ella lo seguía amando…


-Capítulo Tres-

"Aclarando & Reviviendo el Pasado"

Tomoyo, al lado de la cuna de Dan, se quedo mirando con ternura a su hijo mientras dormía. Una intensa emoción la embargo. Amaba a esa criatura con todo su corazón, pero ahora tenia miedo por él y por ella misma.

Eriol.

¿Por qué había vuelto?

Quizá estuviera tramando algo terrible. Evidentemente quería algo de ella, de lo contrario, no habría vuelto. Pero hasta no saber que era no podría protegerse a sí misma ni a su hijo.

Después de arropar bien a Dan con su mantita amarilla y de acariciar sus sedosos cabellos negros, Tomoyo salió de la habitación y se dirigió a la cocina, que estaba en la parte posterior de la casa. Se preparo una taza de té y se fue a tomársela al cuarto de estar. Allí, en el suelo, vio la caja que Eriol le había llevado.

Se sentó en el sofá con los ojos fijos en la caja mientras bebía el té.

No me importa que tenga dentro, voy a mandarla de vuelta .

Pero ¿cómo?. No podía pagar un mensajero para que llevara esa estúpida caja al barco, eso le costaría bastante dinero y vivía con un presupuesto muy ajustado. Lo que debía hacer era tirar la caja a la basura, sin abrirla.

Miro a la caja furiosa, imaginando algo diabólico en su interior, comparándola con la caja de Pandora.

¿Por qué le estaba haciendo esto Eriol? ¿La estaba atormentado intencionadamente?

De repente, siguiendo un impulso, Tomoyo dejo la taza de té sobre la mesa de centro y se levantó. Se acerco a la caja con paso cansino. Después, agachándose, rasgo el papel que la envolvía.

Tomoyo reconoció el papel del envoltorio, era de una famosa boutique de Nueva York. En una ocasión, ella y Sakura se habían atrevido a traspasar sus elegantes puertas de cristal y su hermana le había regalado un pañuelo de seda mucho más caro que cualquier otra prenda que Tomoyo tenia en el armario.

Conteniendo la respiración, separo la última capa del fino papel que cubría un suave tejido de seda. Lo levanto. Era un delicado vestido de noche negro. Era la prenda más bonita que había visto Tomoyo en su vida.

Se puso furiosa.

-¡Hijo de…!

Era tanto un soborno como un golpe. Al parecer, Eriol le había regalado ese vestido para que lo llevara puesto en la fiesta que iba a dar en el yate. Pensaba que al regalarle algo caro conseguiría que ella hiciera lo que él deseara, una técnica de seducción que debería ser muy usada por él. Para Eriol, debería ser casi un acto reflejo.

Pero en este caso, era aún peor, porque parecía insinuar que dudaba que ella tuviera algo decente que ponerse… o que tuviera el gusto suficiente para elegir la ropa adecuada.

Tomoyo dejo caer en la caja la delicada prenda.

-Te vas a enterar que Tomoyo Daidouji no es una más de sus "conquistas", su Alteza Real.

Eriol estaba en la proa del Queen Elise con un martini en una mano y un cigarrillo en la otra observando la llegada de otra lancha llena de invitados que, animados, subieron al yate, ya lleno de gente elegantemente vestida. Ya había visto a algunos de los invitados en el viaje de las Naciones Unidas en representación de su padre, otros eran políticos locales, periodistas y gente del mundo de los negocios que estaba interesada en poner sus oficinas en Elbia. Había también un productor de teatro de gran éxito, dos de sus musicales y una comedia estaba presentándose en Brodway actualmente. Todos bebían champaña y picaban entremeses que unos camareros hacían circular por todo el barco.

Pero Tomoyo no estaba allí. Eriol no esperaba que se presentara, pero no había podido dejar de buscarla con los ojos.

Más de media hora después del comienzo de la fiesta, volvió a aparecer otra lancha. Esta vez solo iba en ella una pasajera. Eriol perdió interés en la identidad de la mujer ya que no llevaba puesto el radiante vestido negro de seda que le había comprado para la ocasión.

De repente, el aroma de un perfume familiar llamó su atención. Enderezó los hombros y se fijo con más detenimiento en la pequeña figura que subió los escalones del Queen Elise.

El largo cabello de la joven brillaba como una cascada de tinta bajo la luz del atardecer, las delicadas hebras de pelo revoloteaban suavemente con la brisa del mar. Los pendientes eran dos sencillas argollas de plata, y traía un vestido de seda ajustado a su frágil y voluptuosa figura. Era ajustado en la cintura y largo hasta la rodilla, tenia dos finos breteles que se ataban tras el cuello del cual colgaba una delicada cadenita de plata con el dije de una lagrima en el cuello.

El color del vestido era el mismo que el de su piel, si se la miraba con el sol a su espalda, daba la impresión que no llevaba ropa. A cierta distancia era imposible saber donde empezaba la tela y donde la piel.

- ¡Bienvenida a bordo! –dijo Eriol elevando la voz para hacerse oír por encima de las voces de sus invitados.

Noto que ella llevaba un bolso un poco más grande de lo normal. ¿Seria para traer todo lo necesario para pasar la noche en el yate? Sus esperanzas se renovaron.

Tomoyo se puso la mano sobre los ojos en forma de visera y se lo quedó observando mientras el ojiazul se le aproximaba con una gran sonrisa en su rostro.

- Estas bellísima –dijo Eriol, conciente de que sus invitados lo estaban mirando.

- Gracias.

- ¿No te iba el vestido que te regale?

- No tengo la costumbre de aceptar regalos de desconocidos –respondió ella rápidamente.

- Quizás podamos ponerle remedio a eso –contesto él dedicándole una deslumbrante, pero automática sonrisa, con la que había empezado muchas de sus conquistas.

Después, acercando su boca peligrosamente a su oído, le susurro:

- La mayoría de mis invitados se marcharan al anochecer.

- Y yo mi iré con ellos –dijo ella sucintamente-. Sólo he venido para devolverte esto.

Le ofreció la bolsa que llevaba. Eriol miró en su interior. Era el vestido que le había comprado.

- Lo siento… creí que te gustaría.

-¿Porqué? ¿Por qué iba a gustarme que me hagan un regalo caro?

Eriol parpadeó. Dos años atrás, había visto que Tomoyo era así, pero no se le había ocurrido que ahora rechazaría su regalo como lo habría rechazado en el pasado.

- Ya, entiendo –dijo Tomoyo, cuando Eriol no consiguió encontrar palabras para expresar sus confusos pensamientos-. Siempre te ha salido bien, ¿por qué no ahora? Bien, pues siempre hay una primera vez para todo.

- Tomoyo se aparto de él, se dio media vuelta y miró a su alrededor.

-¿Dónde esta la comida? Me muero de hambre…

El ojiazul se la qued mirando mientras ella comenzaba a andar por la cubierta sonriendo a algunos de los invitados en dirección a la puerta que daba a la galería del yate. A Jacob le llevó varios minutos darse cuenta de lo que acababa de ocurrir.

¡Lo había dejado plantado y con la palabra en la boca!

Poco a poco, su enfado se transformó en incredulidad. Se le tensaron todos los músculos del cuerpo. Por fin, con un gruñido, se coloco el bolso bajo el brazo y echó a andar hacia la galería.

Tomoyo estaba hablando con un matrimonio de edad avanzada. Él les lanzo una fría mirada y la pareja, educadamente, dio por finalizada la conversación y salieron de allí.

Eriol agarró por el brazo a Tomoyo, impidiéndole que agarrase una copa de la bandeja de un mesero que pasaba por ahí.

- ¿Porqué me has devuelto el regalo?

- Por que no necesito que me compres ropa.

- Comprendo… -dijo él, lentamente-. Bien, tenia razón, quieres algo más de mí que ropa, ¿verdad?

Eriol no había esperado eso de ella, al parecer la gente cambia mucho en dos años.

- Será mejor que lo digas claramente, Tommy. Vamos, ¿qué es lo que quieres de mí?

Ella le clavo una mirada fría y desafiante.

-Nada. No quiero nada de ti, Eriol. Por eso es que he venido esta noche, para dejártelo muy claro.

- Mentirosa.

En vez de enfadarse como Eriol había esperado, Tomoyo se lo quedo observando fríamente durante unos segundos, sus bonitos ojos recorriéndole el cuerpo de arriba abajo.

-¿Por qué iba a mentirte? ¿Es esa la experiencia que tienes con las mujeres? ¿Siempre quieren algo de ti?

- Siempre –respondió él.

Tomoyo se mordió el labio inferior.

- Sí, eso imaginaba. De todos modos, imagino que sabes porque.

-¿Por qué?

- Esperan que les pagues, porque esas son las reglas que tú impones en tus relaciones.

-¿De qué demonios estas hablando? –grito él. ¿Qué reglas? Esa mujer era exasperante. Eriol casi nunca levantaba la voz, pero Tomoyo lo sacaba de quicio-. Siempre he sido encantador con las mujeres y…

- Yo no he dicho que no lo fueras, a tu modo, que es muy materialista. Me refiero a que tienes fama de aburrirte enseguida de tus amantes y de cambiar de mujer como si te cambiaras de zapatos. Cuando una mujer accede a tener una relación contigo, sabe que la vas a dejar en cuestión de semanas; por lo tanto, te trata de la misma manera que vos las tratas a ellas. Tú tomas de ella lo que quieres, y ella acepta de ti lo único que le das, regalos caros.

Eriol la miró furioso.

- Hablas de mí como si fuera un ser completamente superficial. Yo no soy así. ¡Pregúntale a Ron!

Tomoyo se echó a reír y sacudió la cabeza.

-¿Quién es Ron? ¿Tu criado? –dijo ella en too despectivo hacia el hombre que estaba frente a ella.

Esa mujer lo estaba volviendo loco. ¿Qué derecho tenía esa bibliotecaria de pueblo a analizarlo?

- Bueno, sí… Ron es mi chofer, mi guardaespaldas, y otras muchas cosas. Además también es mi mejor amigo.

- Y estoy segura que le agradeces generosamente por ponerte de tu lado en las discusiones –declaro la amatista.

Eriol se dio cuenta que Tomoyo se había dado cuenta que su ultima suposición era falsa. La duda cruzo el semblante de ella.

A Eriol le hirvió la sangre. De repente, le resultó imposible no agarrarla, y lo hizo. Queria hacerla comprender que no era un mal hombre; sin embargo, el mundo se negaba a tratarlo como a los demás. Él era diferente. Era cierto que gozaba de privilegios especiales, pro otros hombres gozaban de cosas tales como la intimidad, el derecho a elegir sus estudios y su profesión, y el derecho a casare con la mujer que eligieran. Él sin embargo, jamás gozaría de algo tan simple y especial como eso.

- Ron jamás dice lo que no siente, aún cuando sabe que no me va a gustar.

- ¿En serio? ¿Y que dijo Ron de lo nuestro hace dos años? ¿O no era parte de tu corte en esos momentos?

Eriol parpadeo. Ella estaba jugando duro.

- Era mi chofer cuando estaba estudiando en Inglaterra, en Oxford. Después se quedo a mi lado como ayudante personal, chofer… lo que fuera que necesitara. También estuvo conmigo cuando estuve en Yale, pero le dije que podia arreglármelas solo una temporada y Ron se marcho a visitar a su familia en Londres.

- ¿Así que no oyó hablar de mí? –preguntó ella.

- No.

¿Por qué se sentía como si debiera bajar la cabeza avergonzado cada vez que Tomoyo le hacia enfrentarse al pasado? No era propio de él sentirse culpable. Sin embargo, no había dejado embarazada a ninguna otra mujer… hasta Tomoyo.

- Escucha, yo no te forcé a que fueras mi amante. No utilicé mi fortuna para seducirte, ni te prometí un fin de semana en los Alpes, ni te compre joyas…

- Exacto –lo interrumpió ella-. Porque fuiste lo suficientemente inteligente para darte cuenta de que eso no habría funcionado conmigo.

- Podría haberte prometido casarme contigo o quedarme a vivir aquí para siempre. Tampoco te dije que te amaba.

- No, no lo hiciste –admitió ella con voz dolorosamente hueca, antes de lanzarle una fulgurante mirada-. Yo tampoco te dije que te amaba.

Eriol contuvo la respiración. ¿Qué importancia tenia eso? Nunca le había importado… con otras mujeres. No obstante, se sentí como si le hubieran sacado algo que le perteneciera. No pensaba mucho en el amor porque, para él, era sinónimo de no estar solo. Y Eriol nunca estaba solo.

Antes de Ron, había tenido niñeras, tutores, mayordomos y criados. Su madre había fallecido hacia siete años, pero Eriol no la echaba de menos más que a un antiguo profesor. La reina casi siempre había estado demasiado ocupado para pasar tiempo con él. Desde luego, nunca le había dicho con palabras que lo queria. Eriol era hijo único, por lo que no había tenido que rivalizar con nadie por el cariño de su madre. En realidad, él no conocía el significado de la palabra amor en su vida.

- Tommy… –dijo él aun sujetándola por los brazos-. ¿Por qué te pones tan agresiva conmigo?

- ¿Yo? Yo no soy agresiva, príncipe Eriol –la amatista parpadeo fingiendo inocencia-. He venido a decirte que muchas gracias por el vestido, pero que no lo quiero. También te agradezco que me hallas invitado a tu fiesta. Lo estoy pasando muy bien. La comida es magnifica y la champaña esta exquisita. En conjunto estoy perfectamente bien.

Estaba burlándose de él, no obstante, a Eriol le resulto imposible seguir enfadado con ella. Él aroma de Tomoyo lo tenia casi embriagado. Cuanto más razonable y más controlada ella se mostraba, más enloquecía él.

- Estoy seguro de que quieres algo, no eres tan distinta de las demás.

Tomoyo lo miro fríamente.

- Supongo que sí, quiero algo. Bien, voy a decirte exactamente lo que es –dijo Tomoyo en tono de conspiración-. Mi reino por un bocadillo decente de jamón, estos canapés son deliciosos, pero no consiguen quietarme el hambre.

- Déjate de bromas, Tommy. Vamos dime que quieres. Se trata del niño, ¿verdad? Quieres que te de dinero por él. Bien, de acuerdo. Ni siquiera voy a discutir la posibilidad de que no sea mío. Así que, si necesitas dinero, me asegurare que lo tengas. Pero no quiero que esto llegue a oídos de la prensa…

Eriol se interrumpió al ver la furia que revelaba la expresión de Tomoyo.

- ¡¡Eres un madito y pedante niño mimado!! Jamás he conocido a nadie tan egocéntrico como tú, Eriol von… como te llames.

La reacción de ella lo dejo perplejo.

- Te estoy ofreciendo el dinero que quieras por un niño que no he visto en mi vida –objetó él-. ¡Ni siquiera estoy seguro que sea mío! En mi opinión, la oferta es muy generosa.

- Y es por eso que eres precisamente todo lo que te he dicho que eres –le espeto ella-. No quiero tu dinero, Eriol. Lo que quiero es que nos dejes a mí y a mi hijo en paz. El único motivo por el que he venido es para ahorrar el gasto del envió del vestido.

Tomoyo se zafó de él y añadió:

- Apártate de adelante, quiero irme ya.

Eriol no pudo ignorar la expresión decidida que vio en sus ojos, y no pudo creer lo segura de sí misma que la vio. Por fin, lo comprendió. Ella no le estaba pidiendo nada. Era la primera vez en la vida que conocía a alguien que no tenía la intención de utilizarlo, y Eriol no sabia como reaccionar ante eso.

Por lo tanto, hizo lo que el cuerpo le estaba pidiendo que hiciera desde que Tomoyo puso un pie en el Queen Elise. Se interpuso entre ella y la puerta, la estrechó entre sus brazos y la beso. El beso se prolongó, se hizo más suave, más delirante. Por fin, Eriol la sintió relajarse y los labios de Tomoyo, dulces y temblorosos, se abrieron para permitirle la entrada.

Estrechando el abrazo, Eriol pego el cuerpo de ella al suyo. Tomoyo no forcejeaba más, había abierto la boca pero no le devolvía el beso. Eso le preocupo. Decidió aceptar el desafió. Le acarició los labios con la punta de la lengua y espero hasta oírla gemir, entonces, los labios de Tomoyo comenzaron a responder a los suyos.

Pero ocurrió algo extraño. Fue como si Tomoyo le diera una vida que no había sentido en dos años, desde el verano que pasaron juntos. Una inmensa excitación se apodero de él, acompañada de una energía que nadie, excepto ella, le había provocado.

Hasta ahora, Eriol había supuesto que su frialdad con las mujeres era producto de su preocupación por lo estudios o sus deberes como emisario de su padre, o debido a las pesadas responsabilidades que tenia como heredero a la corona. Sin embargo, las presiones no habían cesado en las ultimas semanas. Era como si Tomoyo Daidouji tuviera el poder de liberarlo y de hacerle sentir lo que significaba ser únicamente un hombre.

- Tomoyo… -murmuro Eriol con voz neutra-. Ojalá hubiera podido quedarme contigo.

- Hiciste una elección –susurro ella mientras con los dedos le acariciaba la garganta.

- No, yo no puedo elegir. Mi futuro estaba decidido aun antes de que naciera.

- Pobre príncipe rico –bromeó ella.

Pero Eriol se dio cuenta que ya no intentaba hacerle daño, como él le había echó daño al abandonarla.

- No necesito tu compasión –dijo Eriol mientras le acariciaba el cuello con los labios-, aunque supongo que merezco que te burles de mí. Lo nuestro se hizo… demasiado serio, llegó más lejos de lo que había imaginado.

Eriol le beso el hombro y después lanzo un gemido por el esfuerzo que estaba haciendo por no perder el control.

- No sabía como decirte adiós, algo que antes nunca había sido un problema para mí.

Con ternura, Tomoyo le puso las manos en el rostro y lo miró a los ojos.

- Algo así podría haber servido. "Adiós, Tomoyo. Ha sido maravilloso, pero pertenecemos a mundos diferentes. Fue un gusto conocerte."

Tomoyo se escapó de su abrazo con tal rapidez que lo dejo totalmente sorprendido. La súbita ausencia de ella le quito la respiración. Eriol parpadeo un par de veces antes de volverse. Tomoyo estaba subiendo los escalones que llevaban a la cubierta.

- ¡Espera! –gritó él.

Extendió un brazo para agarrarla. Tomoyo fue muy rápida. Antes de poder capturarle el delicado tobillo, ella saltó a cubierta.

- ¡Maldita sea, Tomoyo, espera!

Cuando Eriol atravesó la puerta, Tomoyo ya había recorrido la mitad de la longitud del yate. Ron caminaba hacia ella con expresión preocupada. El rostro de ella estaba tenso y sus ropas revoloteaban con su paso rápido. Tomoyo se agarro a la baranda del barco nerviosa mientras hablaba con Ron. Cuando Eriol se le aproximo, la escucho decirle a Ron cuanto tardaría la lancha en ir por ella.

- Ahora mismo voy a llamar para que vengan, señorita –Ron le lanzo a Eriol una mirada de reproche.

- ¡Eyy, yo no le he hecho nada! ¡Pregúntaselo a ella si no me crees!

Tomoyo se llevo las manos a ambos lados de su rostro y se quedo mirando el mar.

Ron se interpuso entre ambos con expresión seria.

- Alteza, es posible que la señorita prefiera estar sola mientras espera la lancha.

Eriol no podría creer lo que oía. Ambos estaban en contra suya.

- ¡Yo no le he hecho nada! Tommy, díselo.

Ella pareció meditar las posibles implicaciones de su respuesta. Entonces, despacio, volvió el rostro hacia Ron.

- El príncipe no me ha hecho daño. Estoy disgustada por… problemas familiares.

El caballero inglés se la quedó mirando unos momentos antes de dar un paso atrás y apartarse de ellos.

- Iré a pedir la lancha –dijo Ron con voz queda-. Estaré aquí cerca, señorita. No dude en llamarme si me necesita.

Ella asintió y luego se volvió para quedarse mirando el agua de nuevo.

Eriol se acerco a Tomoyo.

- Tienes razón –le dijo él en un susurro-, es imperdonable la forma cómo te trate. La verdad es que nunca me ha costado romper una relación. Al dejarte como te dejé… hice lo que esperaban de mí.

¿No le había dicho el viejo Frederick años atrás que relaciones breves y desapasionadas con las mujeres eran las mejores? El sexo no tenia nada de malo siempre que se protegiera el corazón y la fortuna.

- Supongo que…. estoy acostumbrado a aprovecharme de quien soy –añadió Eriol.

-¿Qué importancia tiene quién eres? –le preguntó Tomoyo con voz queda-. Todos tenemos sentimientos. Que un hombre te abandone duele tanto si es camionero a que si es millonario.

Eriol sacudió la cabeza, no sabia como hacerle entender la situación en la que él estuvo.

- No debía haber estado tanto tiempo contigo. Fue culpa mía, no tuya. Por ley, solo puedo casarme con una mujer de la realeza.

- En ese caso, cuando te diviertes con una plebeya como yo, siempre tienes una excusa para abandonarlas, ¿no? –preguntó Tomoyo.

- También he salido con aristócratas. Pero las jóvenes de la aristocracia… están acostumbradas a no presionar. Saben que, cuando llegue el momento, tendré que elegir y, si no son muy exigentes, tiene más posibilidades.

- Muy interesante –comento la amatista burlonamente-. Dime, ¿cuándo va a llegar el momento de elegir?

- A finales de este año.

Tomoyo se quedo boquiabierta y le costo un evidente esfuerzo volver a cerrar la boca.

- Estas hablando en serio, ¿verdad? Té esta permitido elegir una mujer, pero solo de entre un puñado de "mujeres adecuadas", y tendrás que conformarte con ella el resto de tu vida, ¿es eso?

- Bueno, no exactamente… -Eriol tosió educadamente, evitando los ojos de Tomoyo.

- ¿No exactamente? ¿Qué quieres decir con eso?

Eriol suspiró, miro a su alrededor y vio a Ron charlando con uno de los empresarios americanos que deseaban hacer negocios en Elbia. Sin duda estaba disculpándolo por no estar atendiendo a sus invitados.

- Esta bien, te lo explicaré, es lo menos que puedo hacer por ti teniendo en cuenta como te traté. Sin embargo, la situación es bastante compleja, así que… ¿podrías quedarte un rato después de que los invitados se hallan marchado?

- Yo… no sé. Mi hermana esta cuidando al niño. Sakura acaba muerta del cansancio, cuida a un montón de niños en su casa durante el día.

- Por favor, llámala y pregúntale si no le importa. Tomoyo… te le pido por favor. En serio necesito hablar a solas contigo.

Ella apretó los labios, y se quedo mirando el oscurecido horizonte.

- Me parece arriesgado –murmuró ella.

Eriol también sentía esas vibraciones eléctricas que corrían entre los dos cuerpos, advirtiéndole del riesgo de quedarse a solas con ella. Pero se negó a reconocerlo.

- No voy a hacerte nada, te lo prometo. Tommy, no va a pasar nada que vos no quieras que pase.

Ella guardo silencio durante unos momentos. Luego, volvió a mirarlo con expresión decidida.

- Esta bien, me quedare, pero solo hasta media noche. Voy a llamar a Sakura.

A las once de la noche, Tomoyo vio a Ron organizar la partida de los invitados en la lancha. Pronto, los últimos que quedaron le dieron las gracias a Eriol por su hospitalidad y también se marcharon.

Por fin solos, bueno tanto como Eriol podría estarlo nunca. La tripulación seguía en el barco. Por lo que Tomoyo había visto, eran el capitán, cuatro marineros, un cocinero y dos camareros. Y Ron.

- Ven, vamos a la proa, la luna esta casi llena y podremos hablar en privado.

Tomoyo rió y sacudió la cabeza.

- Me parece que tu idea de privacidad difiere mucho de la mía –dos de los marineros estaban recogiendo sillas mientras otro retiraba los platos y vasos. Parecían ensimismados en su trabajo, pero Tomoyo noto que sentían curiosidad-. ¿No podemos hablar abajo? No estoy acostumbrada a que me rodee tanta gente.

Eriol pareció sorprendido.

- De acuerdo. Pero pensaba que tendrías miedo a que me lanzara a ti tan pronto como estuviéramos completamente solos.

Ella negó con la cabeza.

- Nunca te he tenido miedo, Eriol. No en ese sentido.

El ojiazul le ofreció la mano y ella entrelazó los dedos con los de él, como en el pasado.

Eriol la llevo al interior del barco, pero haciéndola entrar por otra puerta donde la escalinata bajaba a más profundidad que la que Tomoyo conocía. Entraron a un salón privado en el que un largo sofá se curvaba cubriendo tres paredes, en el centro de la estancia había un bar, un reproductor de música, y una pantalla de televisión que colgaba del techo.

-¿Champaña? –le preguntó él después de que Tomoyo eligiera un rincón del sofá para sentarse.

- No creo que sea buena idea –respondió ella-. Prefiero una gaseosa.

Eriol asintió, y después de servir los dos vasos con la bebida, fue a sentarse junto a ella.

Guardaron un prolongado silencio mientras tomaban sus gaseosas. Tomoyo noto que Eriol estaba tan nervioso como ella, pero no comprendía porque. Al fin y al cabo, ¿Qué significaba ella para él? ¿Para qué perder más tiempo con ella cuando ya le había dicho que no pensaba volver a acostarse con él?

A menos que… a menos que sus temores se confirmaran y Eriol estuviera tramando algo para separarla de Dan. En cuyo caso, preferí conocer sus intenciones cuanto antes porque pensaba luchar contra él hasta la muerte si era necesario.

Por fin, Eriol se aclaró la garganta y rompió el silencio.

- Creo que tu hijo es también hijo mío –Eriol alzo una mano para evitar que ella lo interrumpiese cuando abrió la boca para protestar-. Lo que quiero decir es que lo concebimos los dos, nada más. No voy a intentar quitártelo, Tomoyo.

- ¡No podría soportarlo!

- Y yo lo comprendo. Nunca he tenido que hacer esto antes… yo… no me encuentro muy elocuente en estos momentos…

Tomoyo noto en él algo vulnerable e infantil que le encogió el corazón.

- No te preocupes, no pasa nada. Lo único que tienes que decir es lo que estas pensando –le dijo ella con una sonrisa-. No creo que puedas empeorar la opinión que tengo de ti.

Eriol alzo los ojos al techo.

- Exacto –se aclaro la garganta-. He sido sincero contigo. Yo no tenía intención de dejarte embarazada, aunque sí de dejarte para siempre, no te lo voy a negar. No tenia pensado volver aquí, pero me cambiaste… cambiaste algo en mí… no sé como explicarlo. Lo veo todo confuso…yo…

-¿En qué sentido? –preguntó ella.

- No lo sé –admitió Eriol-. Es como si, de repente, estuviera intentando llevar dos vidas diferentes debido a tú…nuestro niño. Antes de volver aquí y verte, y enterarme que era padre no dude un momento de que, al final, acabaría casándome con una mujer de la realeza, aunque quizás no tan pronto como a mi padre le gustaría. Y si alguna vez me enamoraba de una mujer, encontraría la forma de mantenerla cerca de mí, pero sin…

- Quieres decir que la tendrías como amante, ¿no?

La idea le resultaba deplorable; no obstante, sabía que era una práctica común en la historia de la humanidad.

- Sí –admitió él-. Satisfacería mis apetitos sexuales y mis necesidades de afecto con una amante pero mi matrimonio sería único y exclusivamente político.

Eriol dejo el vaso en la mesa del centro y la miró, esperando su reacción.

Tomoyo lo miro fijamente, asimilando las implicaciones de sus palabras.

- No, Eriol –susurro ella-. Jamás podría soportar vivir esa mentira.

- No tiene porque ser una mentira –dijo él apresuradamente-. Estas cosas se comprenden dentro de los círculos en los que me muevo, y se aceptan como algo natural. Podríamos viajar juntos. Y Dan, se llama así, ¿no? Bueno, pues Dan tendría lo mejor de lo mejor. Podrías tener una casa preciosa en la que criarlo y jamás tendrías que preocuparte por el dinero ni por el costo de la educación del niño. Y yo pasaría con ustedes el tiempo que me fuera posible y…

Tomoyo le sello los labios con las yemas de los dedos. Una tristeza sobrecogedora la embargó. Se dio cuenta que Eriol estaba solo, aunque él no o sabía, y viviría el resto de su vida sin el amor y la comprensión de una verdadera compañera. Le tenía compasión, pero también la había ofendido la propuesta de él.

- Jamás podría vivir así –repitió ella en un susurro-. No me importa lo que haga la gente de tu mundo, Eriol, a mi lo que me importa es la gente que tengo alrededor. A los que quiero. ¿Y a Dan, qué le diría que eres tú? ¿Sabría que eres su padre? ¿O tendría que decirle que es el Tío Eriol? ¿Y que le diría a mi familia? ¿Cómo les explicaría que jamás me casaría porque voy a pasarme el resto de mi vida siendo la amante de un hombre? Mis padres son unas personas sencillas, unas buenas personas que me criaron y me enseñaron a creer en el matrimonio y en la fidelidad. Hace dos años, cuando estuvimos juntos, pensé que… En fin, no importa.

Eriol la miró con expresión solemne.

- Creíste que nos casaríamos.

- Sí –murmuro Tomoyo-. Pero ya hemos hablado de esto, así que…

Eriol la tomo de las manos, se las llevo a los labios y las beso.

- Lo siento, Tomoyo, lo siento mucho. No fue mi intención engañarte ni dejarte como lo hice. Lo que pasó fue que…

- Lo sé.

Tomoyo se puso en pie. Ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, más palabras no aliviaría el dolor de sus corazones. Sus deseos y necesidades eran dos cosas distintas.

- No te vayas todavía –dijo Eriol.

Tomoyo lo miró y vio lo que más temía en sus ojos: deseo. Unos ojos que se negaban a liberarla, a dejarla ir. Unos ojos que la atraían con remisión.

- No, Eriol. No…

Eriol tiró de ella y la hizo caer en el sofá, a su lado.

- Quedate aquí un rato más. La tripulación y Ron están ocupados, no vendrán aquí.

- No puedo –dijo ella con voz ahogada.

Pero la hechizó con el sonido de su voz mientras seguí rogándole que se quedara. Los labios de él que le estaban besando los dedos lanzaban oleadas de electricidad por sus brazos. Tomoyo echó la cabeza hacia atrás y cerro los ojos, recordando lo maravilloso que había sido hacer el amor con él.

- Fui el primero, ¿verdad? –preguntó Eriol moviendo los labios seductoramente sobre un brazo de ella.

- Sí –respondió ella capaz de ignorar la verdad.

-¿Y desde entonces? –preguntó él antes de besarle la garganta.

- Nadie –contestó ella en un susurro-. Has sido el único.

- Oh, Dios mío, Tomoyo… -dijo con voz enronquecida por la pasión-. Sí fuese otro hombre…

Pero no lo eres , pensó Tomoyo con absoluta tristeza.

Eriol le acarició la espalda y la estrecho contra sí. Ella no se opuso, hacia tanto tiempo que no hacia el amor… Sin embargo, durante todo ese tiempo no había querido a nadie que no fuera Eriol.

Los meses de soledad, las responsabilidades de la maternidad, del trabajo y la rutina diaria parecieron disiparse, dejándola como si le hubieran quitado un gran peso de encima.

Por fin, un suspiro de resignación, sucumbió a los besos de Eriol, dejando que él, con sus manos, sus caricias y su voz, hicieran desaparecer cualquier rastro de duda que le quedaba.

Rápidamente Eriol desato el nudo del vestido tras el cuello y suavemente tiro hacia abajo, dejando que la seda cayera lentamente sobre el cuerpo de ella como una suave caricia hasta llegar a sus pies, permitiendo que el fresco aire le erizase la piel. Lentamente, él paso la mirada desde el rostro de ella al corpiño que le cubría los pechos. Con habilidad de experto, desabrocho la diminuta prenda. Las delicadas capas de encaje blanco se apartaron y los senos de ella quedaron libres, anhelando sus caricias. Y Tomoyo volvió a descubrir la pasión olvidada con nueva intensidad, y renovado placer.

De repente, Eriol dejo de moverse. Ella lo miró, temiendo que fuera a echarse atrás. Lo sorprendió contemplándole los pechos.

- Eres preciosa… tan hermosa –susurro él.

Él le cubrió un pecho con una mano y luego empezó a juguetear con el pezón. Al momento, Eriol bajó la cabeza y lo beso hambriento.

Tomoyo le abrazó la cabeza y se la apretó contra el pecho, deleitándose con el placer que le producía la caricia que Eriol le estaba dando.

- Por favor, Eriol… Por favor… -gimió ella.

Lentamente, Eriol apartó la boca de los pechos de Tomoyo y alzó el rostro.

-Creo que me moriría si tuviera que parar ahora, Tommy. Hace tanto tiempo que…

Pero se interrumpió y, después de un agonizante gruñido, empezó a separarse de ella.

-¡No! –grito ella-. ¡No es eso lo que queria decir!

Eriol había malinterpretado sus palabras.

- No, Eriol, no pares…. Quería decir que….

Incapaz de explicarse, le demostró lo que quería dándole un beso y terminando ella misma de sacarse la ropa.

Eriol no necesito más explicaciones. En cuestión de segundos se desvistió, y se colocó encima de ella.

- Sí, por favor, ahora… -rogó Tomoyo susurrante.

Nada había cambiando… ni se hicieron promesas, ni hicieron planes, ni compartieron sueños. Era el momento y nada más. A ella no le importó. Sólo era conciente de ese único e intimo acto. Tembló cuando los labios de él se posaron entre sus pechos, descendiendo hasta el vientre y dejando un rastro de pequeños y enloquecedores besos hasta que, por fin, Tomoyo sintió el aliento de él cerca de su entrepierna.

Le rodeó los hombros con las piernas mientras él besaba la sensible y húmeda piel, haciéndola sentir oleadas de éxtasis.

Volviendo la cabeza, Tomoyo gimio de placer:

- Eriol… Oh, Eriol… Eriol…

Lo sintió colocarse entre sus caderas y abrió los ojos. Vio su pecho desnudo y su firme y musculoso vientre, espléndido, descendiendo sobre ella. Entonces, empezó a penetrarla. Más y más. Llenándola y embistiéndola.

- Eres mía –murmuro él con voz ronca-. Mía… mía… mía… mí Tomoyo…eres mía.

Continuara…

Nota de la Autora:

Hoolaass a todos!! Un nuevo capítulo, luego de tanta suplica lo he puesto…. Vamos a ver si puedo ir manteniendo un mejor ritmo y actualizo cada dos semanas, no prometo nada pero lo voy a intentar.

Como se habrán dado cuenta la historia dio un pequeño giro, más que nada en la relación de Eriol y Tomoyo, ahora que harán? Después de esto… ¿se reconciliaran, harán como si nada, o volverán a discutir? Además ambos se han olvidado de cierto detalle… se repetirá la historia?? Pero más que nada ¡¡¿Qué sucederá con el pobre Dan?!! Todo esto es algo que aun no se… y con suerte lo sabre pronto y lo pueda escribir así ustedes también se enteran.

Como ahora no tengo tiempo, y no tengo los reviews aquí conmigo no se los podré contestar, prometo en el próximo chap hacerlo. Y gracias a todos los que me dejaron sus comentarios!! Arigatôu!!

Espero que les halla gustado, y que ninguno se halla ofendido con la ultima escena, y a los que si… fíjense que el raiting dice R así que no me responsabilizo de futuros traumas o algo por el estilo. Además todos, o por lo menos la gran mayoría ya saben como van mis fics

Ya saben lo de siempre…. Felicitaciones, comentarios, criticas, sugerencias o lo que gusten en un review, o sino a mi mail: o

Ja ne, suerte para todos

Lady Verónica Black.

(antigua vero-chan, pero ahora mujer casada y con apellido nuevo XD.).

…:: Que la magia los acompañe, las estrellas los guíen, y para la suerte griten muy fuerte: ¡¡Viva Xiao Lang Li, Eriol Hiragizawa y Sirius Black; Los hombres más lindos y sexys que hay en el planeta!! ::…

¡¡ DEJEN REVIEWS, PORFISS… ES QUE ME GUSTAN MUCHITO!!

PD: ya se que estoy loca, así que no me lo digan