CAPÍTULO 1.
Era un amanecer tranquilo en el Valle de Godric. La calle silencia y desierta revelaba que todos se encontraban dormidos aún… o eso creíamos todos…
Situada al final de la calle se encontraba una bonita casa de campo. En la entrada de ésta había una lechuza de piedra que sostenía un letrero que rezaba:
Mansión Potter
No.317
Y tras la gran reja se encontraba un amplio patio donde había un caminito de piedra que conducía a la entrada de la casa…
En el segundo piso un chico delgado con el pelo negro azabache y alborotado le levantó de la cama, tomó sus lentes de la mesita y se dirigió a la ventana. Los primeros rayos del sol le daban en el rostro. Se sentó en el alfeizar y contempló el cielo con una amplia sonrisa. Así estuvo mucho tiempo hasta que de pronto, se escucharon ruidos en la casa de enfrente, el chico dirigió la mirada hacía la casa y vio que se abría una ventana. Sus vecinos habían despertado, lo que quería decir que sus padres no tardarían mucho en hacerlo, así que decidió que ya era hora de bajar a desayunar.
Caminó hacia el espejo que estaba en su armario y trató de acomodarse el cabello con las manos, lo que le resultó imposible pues éste siempre quedaba igual de alborotado.
Eres un caso perdido –le dijo el espejo con voz soñolienta.
Cállate –replicó el muchacho.
Salió de su cuarto y bajó las escaleras rumbo a la cocina. Sabía que sus padres aún estarían dormidos, pero él se moría de ganas de empezar el día. Cuando llegó, ser sirvió un vaso con leche y se puso a pensar en cómo podría ser su llegada a Hogwarts y a esperar a que despertaran sus padres.
Bueno días, cariño –dijo su madre cuando se apareció en la cocina-¿qué haces despierto tan temprano?
¿No es obvio? –apuntó su esposo que llegaba tras ella-, hoy es el primer día de James en Hogwarts.
Sí, papá tiene razón –contestó James sonriendo-, desde que me desperté no pude volver a dormirme de la emoción.
Cualquiera estaría así -dijo su madre-¿ya tienes todo listo, hijo?
Desde ayer…
Tardaremos una hora en llegar a King's Cross –estimó el padre de James mientras consultaba su reloj-, creo que ya deberíamos de irnos.
Entonces, me voy a cambiar –dijo James, y abandonó la habitación con entusiasmo.
De pronto, en padre de James tuvo una idea repentina.
Helen¿dónde está mi capa? –le preguntó a su esposa que se tomaba un té.
En tu viejo baúl, Steve –le respondió su mujer-¿no pensarás…?
No es mala idea… -dijo su esposo esbozando una sonrisa.
Mientras tanto, a miles de kilómetros de la casa de los Potter, un chico moreno de ojos grises se encontraba en una discusión con su madre.
Ya te lo advertí, Sirius –decía su madre severamente tomándolo del codo-, o quedas en Slytherin como todos en la familia Black o te olvidas de que perteneces a esta familia.
Yo no puedo decidir eso, madre –replicó el muchacho tratando de zafarse de su madre que le clavaba las uñas-, todo depende del sombrero selecc…
¡No me importa! –interrumpió la señora Black-. Ya es hora de sacarte esas ideas tontas de la cabeza acerca de que todos los magos somos iguales a esos repugnantes sangre sucia.
Tu eres ka de las malas ideas –dijo furioso, Sirius-, la que tiene prejuicios… ¿no te das cuenta de que un mago vale más por lo que es que por su origen¿Y que no importa si eres o no de una familia de 'raigambre', como tu dices?
Eres imposible, una vergüenza para esta noble familia… veo que es inútil tratar de corregirte –dijo su madre muy furiosa-. Ve por tu baúl que ya nos vamos.
El chico subió furioso las escaleras hacia su habitación, donde unas lágrimas de desesperación corrieron por sus mejillas; le las secó con decisión y coraje y salió, una vez más, arrastrando su baúl.
Justo en ése momento, pero en la estación King's Cross, en Londres, un chico delgado, de aspecto pálido y del pelo castaño claro, al igual que sus ojos, iba bajando de un tren que acababa de llegar. Detrás de él pareció una señora joven, muy parecida al chico que iba delante de ella, salvo por los ojos, los cuales eran almendrados.
¿Estás emocionado, hijo? –le preguntó la mujer al chico.
Claro que sí, mamá –respondió alegremente pero súbitamente frunció el entrecejo-, pero me preocupa… lo que pueda pasar con mi situación.
Oh, Remus –dijo su madre mirándolo dulcemente y acariciando el cabello de su hijo-, todo estará bien, no tienes de qué preocuparte. El profesor Dumbledore lo tiene todo controlado.
¿Y qué les diré a mis compañeros cuando desaparezca cada mes?
Mmm… ya inventaremos algo –contestó la señora sonriendo-. Ahora mejor preocúpate por cómo atravesar la barrera si ser vistos.
A unos cuantos metros de Remus y su madre, los Potter iban llegando a la estación y se preguntaban también cómo atravesar la barrera para llegar al andén nueve y tres cuartos.
Habrá que correr –dijo el señor Potter.
No puedo creer que después de atravesar la barrera fácilmente, por varios años, ahora estemos batallando –dijo la señora Potter-, nunca había visto la estación tan llena de muggles.
¿Y si buscamos a algún mago? –propuso James.
No es mala idea –convino su madre-¿reconoces a alguien, Steve?
Eh… no –respondió mientras miraba a su alrededor-. Espera¿no es la señora Lupin la que está allá? –preguntó señalando donde estaban Remus y su madre.
Sí, claro que es ella –dijo Helen siguiendo la mirada de su esposo-. Atendió a James cuando se rompió la pierna¿recuerdas, hijo?
Sí –respondió el chico-, fue muy gentil conmigo.
Entonces vamos con ella –dijo Helen.
El padre de James colocó el baúl de su hijo en un carrito y siguió a su esposa e hijo.
Bueno días, señora Lupin –dijo Helen cuando llegaron a ellos.
Señores Potter…James –dijo la señora Lupin, sonriendo-, qué sorpresa encontrarlos aquí, supongo que James va a entrar a Hogwarts¿no?
Sí –respondió con entusiasmo en niño de pelo negro.
Como mi hijo Remus –dijo la señora Lupin posando su mano en el hombro de su hijo, quien se mantenía muy callado y ligeramente detrás de su madre. James le sonrió junto con los Potter y éste les devolvió tímidamente el gesto.
Nunca había visto el andén tan lleno de muggles –comentó la madre de Remus.
Sí, nosotros tampoco –coincidió el señor Potter-. De hecho le queríamos pedir su ayuda para cruzar… pero veo que estamos en el mismo problema.
Nos tendremos que arriesgar, el expreso partirá en quince minutos –dijo la señora Potter adelantándose había la barrera.
El señor potter siguió a su esposa junto con Remus, su madre y James. Uno a uno cruzaron la barrerazo sin antes mirar atrás para que no los vieran. Para los adultos era de los mas natural cruzar la barrea y no se sorprendieron nada cuando legaron al otro lado. Por las caras que pusieron James y Remus era evidente que no pensaban lo mismo. En cuanto llegaron al otro lado sus bocas se abrieron de la impresión.
Cientos y cientos de alumnos nuevos y antiguos se congregaban en el mágico andén, donde un tren escarlata de grandes dimensiones echaba humo y parecía a punto de partir. Sorprendidos, los chicos se acercaron a sus padres para despedirse.
Espero que tengan un buen curso –dijo el padre de James abrazando a su hijo-, y que se diviertan también.
Claro que lo será –dijo James sonriendo maliciosamente.
Oh, oh, James ya esta maquinando una nueva travesura, amor –le dijo la señora Potter a su esposo, que sonrió divertido.
Nada de travesuras, hijo –dijo tratando de parecer severo ante su esposa, aunque cuando ésta no vio le guiñó un ojo a su hijo.
Remus, todo saldrá bien –le decía su madre aparte-, no te preocupes por tu condición, nadie se va a enterar. Tu tranquilo, hijo… disfruta el curso y diviértete –concluyó abrazando a su hijo y le dio un dulce beso en la frente antes de que los chicos subieran al tren.
Los chicos buscaron un compartimiento y pusieron sus baúles en le último ya que todos estaban ocupados. Como no se conocían se hizo el silencio entre los dos. A james le irritaba un poco estar así y Remus estaba impacientándose por lo mismo.
¿En qué casa crees que quedes, Remus? –le preguntó James, rompiendo en incomodo silencio.
No sé… tal vez en Gryffindor porque mi familia siempre ha estado ahí –contestó el chico encogiéndose de hombros.
Yo también pienso eso –dijo James asintiendo con la cabeza-, sólo espero no quedar con los odiosos de Slytherin…
La puerta del compartimiento se abrió y un chico moreno de ojos grises asomó tímidamente la cabeza.
Hola –saludó sonriendo un poco-¿podrían dejarme estar con ustedes?... el tren esta saturado y ya no encuentro espacio…
Claro –contestó James sonriendo y haciendo una parodia de reverencia a lo que Remus sonrió-, pasa y ponte cómodo.
Gracias –contestó el chico. Entró y puso su baúl en el portaequipajes y luego se volvió a sus compañeros.
Yo soy Remus Lupin –dijo amablemente el chico tendiéndole la mano.
Y yo James Potter.
Mucho gusto, me llamo Sirius Black –dijo el chico sonriendo aunque se le borró inmediatamente esa expresión al notar la cara de recelo que habían puesto sus compañeros-.Bien, bien, ya entendí… -dijo con un dejo de tristeza en la voz- la reputación de mi familia me precede, sin embargo yo no pienso igual que mi familia. Les aseguro que estoy totalmente en contra de ellos.
James y Remus se miraron extrañados ante la declaración del chico, pero al final sonrieron e hicieron como si no hubiera pasado nada.
El camino fue agradable, jugaron y bromearon un largo rato. Después de comer siguieron jugando hasta que el barullo que se estaba armando en el pasillo los distrajo.
Remus se adelantó a la entrada y asomó la cabeza, James y Sirius le siguieron.
¿Por qué estarán armando tanto escándalo? –preguntó Sirius.
Supongo que es el entusiasmo de ir al colegio… -dijo Remus, aunque en realidad no creía que fuera por eso.
A mi me parece que se están peleando –dijo con entusiasmo James.
Los tres chicos salieron del compartimiento para ir a investigar.
