Capítulo 2

En el expreso de Hogwarts…

¿Qué sucede? –le preguntó James a otro alumno de primero cuando llegaron al lugar del barullo.

Es ése chico –contestó un alumno, señalando a una figura delgada y escuálida que tenia el pelo grasiento-, aquel que está muy pálido.

¿Y qué le hace a la chica? –inquirió Remus.

Nada, sólo la insultó –dijo el chico-, pero unos de tercero lo escucharon y 'lo pusieron en su lugar'…

¿Qué le dijo?

Sangre sucia… -susurró el chico.

A esta respuesta Sirius se puso pálido y le lanzó una profunda mirada de desprecio al chico del pelo grasiento y negro. James y Remus también.

¿Cuál es la chica? –preguntó Sirius, enfadado.

La pelirroja que esta junto a la ventana –señaló una vez más entre la multitud.

La chica, por la cara que tenía, aparentaba ser una alumna nueva de primer año. Era delgada, con el cabello castaño rojizo y con unos hermosos ojos verdes. Contrario a lo que cualquiera creería, ella no se encontraba llorando por el comentario o enojada, más bien parecía haber en su rostro cierta resignación.

¡Basta de peleas! –se hizo oír un chico como de quinto curso que lucía una plaquita en su túnica con la inscripción 'Prefecto'-, todo mundo a su compartimiento… aquí no hay nada que ver.

Sirius, James y Remus se volvieron hacia el chico que les había estado diciendo lo que pasaba. Éste era bajito y regordete.

Por cierto, no nos hemos presentado –comentó Sirius-. Me llamo Sirius Black…

Muy cierto… yo soy Remus Lupin.

Yo James Potter.

Y yo –dijo el chico regordete-, me llamo Peter Pettigrew (N/A: Lo siento, es parte esencial de la historia y no pude evitar ponerlo en el fic, pero les prometo que lo haré sufrir). Bueno, ya me voy a mi compartimiento.

Claro, hasta luego, Peter… -se despidieron los chicos y se fueron otra vez a su compartimiento mientras Peter hacia lo mismo.

Ya en el, volvieron a su platica acerca de la casa a la que probablemente irían…

Ojala no quede en Slytherin… -comentó lúgubremente Sirius.

El tren aminoró la marcha y por fin llegó a la estación de Hogsmeade. Los alumnos se apiñaron en las salidas del tren, de inmediato los controlaron los prefectos y por fin abandonaron el tren. En el andén los esperaban cientos de carrozas sin caballo, o al menos eso les pareció a los chicos en cuantos las vieron. Sin embargo, ellos no se transportarían a Hogwarts allí, si no en los botes que estaban en la orilla de un gran lago. Junto a éstos se encontraba un gran hombre, gran, en el sentido literal de la palabra, pues era por lo menos dos veces más alto y tres más ancho que un hombre normal.

¡Los de primero por aquí –gritaba haciéndoles señas a los pequeños-, vamos, de prisa! ¡Por aquí los de primero!

Todos los alumnos de primero se acercaron con recelo al hombre. Este les iba indicando que subieran a los botes en grupos de tres y cuatro. James, Sirius, Remus y Peter se juntaron automáticamente.

Ustedes cuatro –los señaló el hombre-, suban a ése bote.

Cuando todos estuvieron en los botes empezaron su recorrido hacia el colegio. Al cabo de unos minutos por fin se hizo visible un enorme castillo con luces en los ventanales, rodeado de las estrellas de la noche.

Desabordaron los botes y se dirigieron a la entrada del castillo, que tenía unos cerdos alados. Al llegar al vestíbulo, en las escaleras de éste, se encontraba una profesora de aspecto severo y de edad madura. Vestía una túnica elegante de color verde y un sombrero alto, ligeramente ladeado.

Bienvenidos a Hogwarts –dijo a los alumnos-. Soy la profesora McGonagall, subdirectora del Colegio. Los dejaré unos minutos aquí, pero antes quiero decirles un poco acerca de Hogwarts. Fue fundado hace aproximadamente mil años por cuatro magníficos magos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin, es así como se llaman cada un de las cuatro casas que conforman el colegio. Serán elegidos para que habiten en una tomando en cuenta sus habilidades y virtudes. Sin más que decir, enseguida regreso por vosotros.

Dio media vuelta y se dirigió a una especie de sala. Los chicos de primero, sin excepción alguna, se encontraban nerviosos, todos temían ser elegidos para la casa incorrecta.

¿En qué casa creen que queden? –les preguntó Sirius a sus tres compañeros.

Pues yo no me considero valiente, ni inteligente… así que tal vez vaya a Hufflepuff –contestó Peter, nervioso.

Yo creo que a Gryffindor –dijo James con seguridad-, mi familia siempre ha estado allí.

Yo la verdad no tengo idea –dijo Remus con sinceridad-, la que sea creo que estará bien... ¿y tu, Sirius?

Pues… -el chico meditó la respuesta con la mirada ligeramente triste-, considerando la reputación de mi familia y como todos han estado en Slytherin… lo más seguro es que también vaya para esa casa… aunque me encantaría mil veces no quedar ahí, me repudia esa gente sin… cerebro.

Descuida, amigo –dijo James poniendo una mano en su hombro-, quedarás en la casa que mejor te quede y dudo mucho que ésa sea la de Slytherin.

Gracias, James –dijo más alegre-. Miren, ya viene la profesora McGonagall.

Los chicos voltearon y efectivamente comprobaron que era cierto lo que decía el chico. La profesora les ordeno que se formaran por parejas y la siguieron hasta un Gran Salón. El techo de éste no se veía si no que estaba lleno de estrellas, tal como la noche. La profesora los condujo a través de dos largas mesas donde había alumnos de diversas edades sentados y mirándolos con curiosidad, algunos les sonreían.

Al fin la tan temida esperada selección empezó. Los cuatro chicos quedaron en Gryffindor, para asombro de Sirius que esperaba lo peor. El chico de pelo grasiento quedó en Slytherin…

Era de esperarse… -comentó Peter.

Y la chica pelirroja en Gryffindor con los chicos. Después de eso disfrutaron del delicioso banquete, para que por último, el director del colegio, Albus Dumbledore, le dirigiera un discurso de bienvenida:

Bienvenidos alumnos, tanto nuevos como viejos –comenzó abriendo los brazos en señal de bienvenida-, espero que sus vacaciones de verano les hayan dejado nuevamente vacíos para volver a llenarlos de nuevas y mejores cosas. Supongo que estarán ansiosos por ir a sus salas comunes a descansar, pero no están de más algunas indicaciones y recordatorios…

Después del discurso de Dumbledore, los chicos siguieron a un prefecto hacia su sala común. Una sala redonda y acogedora, con una chimenea que en esos momentos esparcía su calor por toda la habitación. El prefecto carraspeó.

Chicos, escaleras arriba, a la derecha –indicó señalando el lugar-, y chicas a la izquierda. ¿Todo bien?

Sí –respondieron unos cuantos.

Entonces, a la cama porque mañana empiezan sus clases –dijo con entusiasmo cediendo el paso hacia los dormitorios.

Todos subieron entre tímidos y entusiasmados a dormir, mañana seria un gran día y debían de estar descansados para eso. De hecho, el entusiasmo de James le produjo un pequeño accidente…

¡Oye! –exclamó la chica pelirroja del tren cuando James chocó contra ella-, fíjate por donde vas…

¡Lo siento! –contestó este de malas maneras-, qué delicada… -murmuró James.

¿Perdona?

Que pase buena noche, princesita… -contestó James haciendo una parodia de reverencia, la chica lo ignoró y entró a su habitación cerrando la puerta muy fuerte.

Este será un año interesante… -comentó Sirius. James gruñó y los demás rieron y se fueron a dormir.

Había tantas cosas por platicar y tanto por conocerse, sin embargo el sueño los venció… ya habría tiempo para hacerlo.