Capítulo 3
Las extrañas desapariciones de Remus.
Los rayos de sol se filtraban por las cortinas de una redonda habitación en Hogwarts, donde cinco chicos dormían plácidamente ante la perspectiva de algo nuevo…
Un chico castaño se empezaba a mover, los rayos que le daban en el cabello hacia que se desprendieran destellos dorados. Abrió los ojos, se desperezó y pesadamente, se sentó en la cama.
-¿Qué hora será? –se preguntó Remus mirando su mesita de noche, eran las siete de la mañana-. James, Sirius, Peter, Alan, ya es hora de levantarse –dijo Remus levantándose él mismo de la cama.
-Es temprano… -dijo Sirius dándole la espalda a Remus.
-Sólo falta una hora para que empiecen las clases –insistió Remus-, apenas tendremos tiempo para desayunar, chicos.
-Esta bien… ya vamos Remus… -rezongó James. El chico se levantó y dio un gran bostezó.
Después de él lo hicieron los demás. Para las siete treinta ya estaban desayunando.
-¿Cuál es la primera clase de hoy? –preguntó James, mientras untaba mermelada en su tostada.
-Transformaciones –respondió Sirius consultando su horario.
Habiendo desayunado se fueron a su primera clase de Transformaciones con la profesora Minerva McGonagall en el primer piso de la torre norte (N/A: Qué especifica, jeje). Cuando llegaron ya se encontraban la mayoría sentados, compartirían esa primera clase con los alumnos de Slytherin. Instintivamente, los chicos localizaron de inmediato al chico del pelo grasiento, estaba sentado en la última fila hasta atrás. La chica pelirroja se encontraba en el primer asiento de ésta y, cuando vio entrar a James resopló y se volvió a su compañera. Los chicos se sentaron y escucharon atentamente lo que su profesora les decía, después paso lista y así quedaron todos conocidos.
-Así que se llama Severus Snape –le dijo por lo bajo Sirius a James-, y la chica de anoche es Lily Evans…
-Es bonita… -comentó Remus-, lastima de carácter que tiene...
-¿Perdón? –preguntó James incrédulo-, ¿Te gusta, Remus?
-No, bobo –respondió el chico-, sólo estaba haciendo una apreciación.
Ya se encontraban en la última semana de septiembre entre tareas y obligaciones. Para ser el primer mes se habían adaptado muy bien, aunque los chicos no dejaron de notar que Remus estaba decaído.
-Remus –dijo James por encima de su libro-, ¿te sientes bien?
-¿Qué? –respondió este distraído-, sí, claro, sólo que estoy un poco mareado… ha de haber sido la cena.
-¿No quieres ir a la enfermería? –preguntó Sirius.
-Vamos, nosotros te acompañamos –se ofreció Peter.
-No, gracias –respondió bruscamente y suavizando dijo:- yo puedo ir sólo, gracias.
Y abandonó la sala común con aire preocupado.
-¿Qué le sucederá? –preguntó preocupado Peter.
-No lo sé… -respondieron James y Sirius mirando el lugar por donde había desaparecido su amigo.
-Pero es tarde –insistió James-, se supone que los de primero, como nosotros, no deberíamos de andar por los pasillos a estas horas.
-Para empezar, ¿a dónde fue? –preguntó Peter.
-¿A la enfermería? –sugirió Sirius.
-Tal vez… -dijo James no muy convencido. Dio un bostezo y guardó los libros en su mochila-, me voy a quedar aquí hasta que llegue.
-Pareces su mamá –comentó Sirius.
-No sé… -dijo James sin hacer caso al comentario de Sirius-, esto me huele mal… siento como si nos estuviera ocultando algo.
Sirius y Peter se quedaron esa noche en la sala común para esperar a Remus, trataron de quedarse despiertos, pero finalmente el sueño los venció en la madrugada.
Durante toda esa semana Remus no apareció. Los tres amigos le habían preguntado a McGonagall donde estaba, pero ella les respondía que había tenido que salir de urgencia a su casa; lo mismo les contestaba la señora Pomfrey, la enfermera del colegio, aunque no muy convincente.
Finalmente, un viernes en la noche, apareció por fin. Su semblante era tan pálido como el día en que lo dejaron de ver y estaba más delgado. Sirius, James y Peter se levantaron de imediato de sus sillones frente a la chimenea para recibirlo.
-¡Remus! –exclamó James cuando llegó ante el-, ¿dónde te habías metido?
-Eh…, mi madre enfermó –respondió con evasivas-, estoy cansado del viaje, creo que me voy a dormir.
-Claro, ya nos contarás luego –dijo decepcionado Sirius.
Remus les sonrió y subió las escaleras rumbo a los dormitorios de los chicos. Los otros, regresaron a sus lugares frente a la chimenea.
-Parece enfermo –comentó James.
-Pero él dijo que había sido su madre… -dijo Sirius.
-No, Sirius –dijo James recordando de pronto-, su madre está perfectamente bien, yo la vi el día que entramos a Hogwarts.
-Eso fue hace un mes… -insistió Sirius-, pudo haberle pasado algo en ese tiempo.
-Lo que haya sido mañana le sacaremos la verdad –concluyó Peter-, vayámonos a dormir que es tarde, por favor.
Y lo hicieron, durmieron esa noche y al día siguiente trataron de que Remus les contara todo lo que había hecho cuando no estuvo, sin embargo, éste sólo les respondía con evasivas… al final dejaron de insistir.
Pero volvieron a hacerlo cuando el chico castaño desapareció otra semana del mes de octubre, así como noviembre, diciembre, todas las navidades y en enero. En febrero, Sirius estalló contra el chico:
-¿Por qué no nos dices que diablos te pasa? –le decía casi gritando.
-Créeme que si pudiera ya lo hubiera hecho desde hace mucho –respondió Remus con voz temblorosa ante el ataque de Sirius quien lo tenía atrapado en un rincón de la sala común.
-Pero, ¿qué puede ser tan grave? –insistió el chico.
-No lo entenderías…
Sirius se relajó al ver la cara de Remus que reflejaba una profunda tristeza y gran pesadumbre. Sus ojos brillaban de lágrimas contenidas y miraba al suelo. Remus levantó la mirada y empujó con fuerza a Sirius qué retrocedió asustado, y se fue a su dormitorio.
-Tenemos que ayudarlo –dijo James.
-Empecemos por averiguar qué es lo que le pasa –sugirió Sirius-, dejemos de insistir por un tiempo, sirve que se calma y tal vez poco a poco nos diga algo…
El primer curso terminó y los chicos se fueron a sus casas a pasar las vacaciones de verano. Sirius estaba triste por esto, ya que sus padres nunca salían a ningún lado, entonces James le propuso que se fuera a pasar el verano con él a su casa a lo que éste aceptó de inmediato. Remus se fue con su madre, según él a Bristol con sus tíos pero prometió que escribiría.
El primero de septiembre otra vez entraban a Hogwarts para alegría de los alumnos. Sirius y James no pudieron evitar notar lo pálido que estaba Remus y no se resistieron a preguntar.
-No me ocurre nada –respondió sonriendo-, creí que ya me habían dejado en paz, chicos. Estoy bien, ya no se preocupen tanto por mi –concluyó, aunque la verdad sus palabras no convencieron a nadie.
Remus se adelantó en subir al tren, Sirius, James y Peter se quedaron un poco atrás para hablar.
-Recuerden que tenemos que averiguar qué le sucede –dijo Peter.
-Claro que sí –respondió James subiendo al tren. Iba a comentar algo cuando ve que Remus vuelve.
-¿Qué esperan? –les dijo impaciente.
-Ya vamos, eh… a Peter se le cayó… -respondió Sirius no muy convincente-, ¡un libro! Sí, eso…un libro.
Remus puso los ojos en blanco.
-Vamos –dijo y volvió al compartimiento
Y así comenzó el segundo curso.
