Capitulo 6
Navidades con los leones y grandes transformaciones.
El día más esperado por los chicos había llegado: la navidad. Habían decidido quedarse ése año en el castillo, ya que en primero no lo habían hecho. La mañana del veinticinco de diciembre, los chicos aun se encontraban dormidos, con idénticas sonrisas en los rostros. Afortunadamente, la transformación de Remus no había coincidido con las fiestas, así que o estaban disfrutando más que nunca.
Remus empezó a moverse en su cama, primero daba vueltas, ahora se agitaba furiosamente, en su rostro había una expresión de profundo pánico, tenía los ojos fuertemente cerrados y comenzó a gritar desesperado.
-¡No! ¡Por favor no! –decía-, ¡vuelve a ocultarte, vuelve a menguar! Déjame en paz.
De pronto, sintió que le golpeaban la cara. Abrió los ojos, era Sirius que trataba de despertarlo. Se sentó en la cama.
-¿Estás bien, Remus? –le preguntó James.
-Sí, sólo fue una pesadilla… -respondió-, siento haberlos despertado.
-No te preocupes, de cualquier modo ya era hora de hacerlo –dijo Sirius-, los regalos ya llegaron.
Era cierto, a los pies de su cama se encontraban pequeñas montañas de obsequios, envueltos con papeles de diversas formas y colores.
De inmediato se pusieron a abrirlos. Remus recibió un jersey, un libro llamado Criaturas tenebrosas y cómo defenderse de ellas y una caja con ranas de chocolate; Sirius recibió dinero de su tío, un jersey y unos calcetines, y una caja llena de todos sus dulces favoritos; y James… James sólo recibió un regalo, un paquete amorfo que abrió con cierta decepción. De su interior cayeron una carta y una capa de color plateado.
-¿Qué es?- le preguntó Remus, olvidando por un momento sus ranas de chocolate.
-Una especie de… capa –respondió extrañado.
-Mira, hay una nota –señaló Sirius.
-Léela –apuró Remus.
James se agachó y abrió la carta:
Querido James:
Seguramente has de haber quedado decepcionado al ver un solo paquete como regalo de navidad, y más al ver que era una simple capa, pero no es así, esta capa es excepcional, ya que es una capa de invisibilidad.
Creímos que enviarte más regalos sería inútil, ya que con semejante regalo, seguramente no les ibas a hacer caso. Feliz navidad.
Úsala bien…
Tus padres.
-Ahora entiendo todo –dijo James sonriendo.
-Tus padres se lucieron con el regalo –comentó Sirius.
-A esta capa hay que darle un buen uso… -dijo astutamente Remus.
-Me adivinaste la mente –dijo James.
-¡Podremos salir por las noches a los terrenos del colegio! –dijo entusiasmado Sirius.
-Y conocerlo como nadie –agregó Remus.
La comida de navidad fue estupenda, hicieron bromas, rieron, corrieron y jugaron en el Gran Comedor, todos estaban muy felices a excepción de Snape, como pudo notar James. Toda la comida permaneció sentado en su asiento, muy recto y mirando a todos con odio, como si tuvieran la culpa de lo que le pasaba. James lo ignoró y siguió jugando y gritando.
Esa tarde en la sala común, llegó la señora Pomfrey para llevarse a Remus al sauce boxeador, un árbol que había sido plantado especialmente para él. Éste árbol evitaba el paso a todo aquel que quisiera ir detrás de él, donde había una entrada aun pasadizo que conducía a la Casa de los Gritos, en Hogsmeade.
Remus ya les había comentado todo eso, que se sentía solo esos días y que temía profundamente lastimar a alguien...
-Lástima que se llevaron a Remus –dijo Sirius desde su asiento.
-Sí, no nos podrá acompañar a explorar el castillo –dijo James.
-Sabes, el puede explorar el castillo, me refiero a los terrenos, claro –dijo Sirius-. Puede descubrir infinidad de secretos.
-Pero no creo que recuerde nada –dijo James.
-Sería genial poder transformarnos en lobos y acompañarlo –dijo Sirius, aventurando a la imaginación-, lástima... aunque en realidad no me gustaría sufrir todo lo que él.
-Sí podemos –dijo James con una sonrisa-, tal vez en lobos no podremos trasformarnos pero sí en otros animales... podríamos ser animagos.
-¿Animagos? –preguntó incrédulo Sirius-, pero si sólo tenemos doce años, James.
-¿Y? –preguntó éste.
-¿Y? –prosiguió Sirius-, es ilegal, nos pueden desc...
-¿Desde cuando te da miedo romper las reglar, Sirius? –interrumpió James, mirándolo burlonamente.
-No me da miedo romper la reglas –dijo ofendido Sirius-,...está bien, tratemos de ser animagos.
-Corrección amigo –dijo James sonriendo y levantando el dedo índice-: vamos a ser animagos.
Los chicos le contaron el plan a Remus y a Peter, quien se deprimió un poco pues trasformarse en animago es muy difícil y él no era muy bueno con la magia; James y Sirius consiguieron convencerlo diciéndole que lo ayudarían cuanto pudieran.
Se pusieron a investigar, preguntaron a su profesora de transformaciones, Minerva Mcgonagall, como quien no quiere la cosa sobre el tema. Mucha de la información que necesitaban se encontraba en la Sección Prohibida de la biblioteca, pero eso no era un problema ya que tenían la capa de invisibilidad de James.
Así transcurrieron tres años de los chicos, entre intentos, investigaciones, algunas equivocaciones; travesuras, lunas llenas, castigos, conflictos y muchas otras cosas más. Finalmente, en quinto, lograron su cometido.
Pero ya no eran uno simples chiquillos, habían crecido mucho... aunque madurado no tanto.
Físicamente eran los chicos más guapos del colegio, a excepción de Peter, claro (N/A: Esto apenas es el comienzo contra Peter). Sirius y James levantaban suspiros de las chicas del colegio cada vez que andaban por los pasillos del colegio, algo que a ellos les traía sin cuidado, Remus en cambio era más reservado y más ahora que lo acababan de nombrar prefecto, algo que sus amigos no desaprovecharon para bromear.
Sólo había dos personas que no los soportaban: Lily Evans y Severus Snape. Dos personas totalmente diferentes y que incluso se caían mal entre sí, pero que también les tenían inquina a los chicos.
Lily Evans compartía con ellos en quinto curso y eran de la misma casa, Gryffindor. Era prefecta y una de las mejores alumnas del colegio junto con James y Sirius, en lo que respecta a lo académico; acataba mucho las reglas. Físicamente era alta, delgada, con el cabello rojo y unos muy distintivos ojos verde almendrado. Todos suponían que le caían mal los chicos, en especial James, porque era muy travieso y muy presumido.
-Crees que te ves bien con el pelo así, como si te hubieras acabado de bajar de la escoba –le gritó furiosa Lily, un día a James.
Severus Snape, casa Slytherin. Amargado alumno del quinto curso. Pelo grasiento, complexión escuálida, piernas flacas... ojos negros y profundamente fríos. Esta es harina de otro costal. Volviendo con las suposiciones, Snape odiaba a James por ser... James. Según él era un presumido que se pavoneaba por el colegio, un arrogante, al que las reglas le tenían sin cuidado y que pensaba que todos los demás estaban muy por debajo de él. Ni un solo día, desde el primero de septiembre de su primer curso hasta ahora, se habían llevado bien, pero muy pronto se darán cuenta a lo que me refiero con estos dos personajes: Lily y Snape.
Cuatro chicos de quinto curso de encontraban en el aula de transformaciones, obviamente habían entrado a escondidas.
-Ya casi lo logras Sirius –decía emocionado James.
-Calla –pidió este levantando una mano-, me cuesta concentrarme...
Sirius bajó su mano y cerró los ojos... su compañeros estaban expectantes, por fin tres años darían su resultado. Pero de repente ya no estaba Sirius, en su lugar se encontraba un perro negro de ojos grises del tamaño de un oso y con colmillos temibles. Movió la cola alegremente y se acercó a los chicos que estaban estupefactos.
-¿Por qué se transformó en perro? –preguntó Remus, acariciándole las orejas al Sirius.
-El animal en que te transformes depende de cada uno –contestó James acomodándose los lentes-, tiene que ver con tu carácter y personalidad.
-Vaya –comentó inexpresivamente Sirius, que ya había vuelto a su forma normal-, ¿eso quiere decir que tengo personalidad de perro? –y sonrió-. Te toca, James.
-Te salió genial, Sirius –comentó James, caminando al centro del salón.
-Gracias.
-Bien... ahora voy yo.
James cerró los ojos, respiró hondo y se concentró en su objetivo. Transcurrido un minuto y no había cambio. Los chicos ya iban a comentar algo cuando James desapareció para dejar a la vista un hermoso ciervo.
El ciervo caminó con cautela por el salón y, más confiado trotó un poco. Regresó hasta donde Remus, Peter y Sirius e inclinó majestosamente su cornamenta.
-Un ciervo –dijo Remus-. Hasta ahora se han transformado en dos animales lo suficientemente grandes como para mantener a raya a un lobo... ¿en qué se transformará Peter?
-Un tigre... –sugirió Sirius.
-O un puma –dijo James en su estado normal-, no sé... Tu turno Peter.
-Chicos... –dijo nervioso Peter-, no creo... que yo pueda hacer esto... Es...
-Sencillo, si te concentras bien –lo alentó Remus.
-Vamos Peter –dijo impaciente James-, llevamos tres años con esto, algo tuviste que haber avanzado.
-Pero, ¿y si me quedo como animal para siempre? –pregunto temeroso.
-No seas tonto –dijo Sirius-, eso no pasa. Ve al centro del salón y transfórmate. ¡Vamos!
Peter caminó a donde le dijo Sirius, temblando notablemente. Sus manos de cerraban en un puño y volvían a abrirse continuamente.
-Relájate... –decía Remus en voz baja.
Peter respiró muy hondo, exhaló, volvió a respirar y cerró los ojos. Su frente sudaba por la concentración y la tensión en la que se encontraba. Ya relajado, su cuerpo brilló momentáneamente y desapareció.
-¡No puede ser! –exclamó James asustado-, ¿dónde está?
-¡Desapareció! –dijo Sirius-, pero es imposible. ¿Qué vamos a hacer ahora?
-Si tan sólo dejaran de mirar a la altura de sus ojos –dijo Remus divertido-, y agacharan la cabeza, se darían cuenta de que Peter no desapareció.
Sirius y James siguieron la mirada de Remus... al suelo. Ahí estaba Peter, o lo que antes había sido Peter.
-Una... ¿una rata? –dijo incrédulo Sirius.
-Bueno... supongo que esto tendrá sus ventajas... –dijo James, tratando de contener la risa.
-Pero yo creí que serías algo más... –continuó Sirius tratando de no reír también-, grande. O por lo menos, más feroz.
Peter volvió a transformarse.
-Pero no, soy una estúpida rata –dijo tristemente. (N/A: ¡Tú lo has dicho!)-, y ustedes se trasformaron en animales grandes y poderosos.
-Es cierto... –dijo Sirius en voz baja.
Remus le lanzó una mirada de enojo.
-Sabes... –dijo sonriéndole a Peter-, tu transformación ha resultado ser una excelente herramienta.
-No entiendo... –dijo éste.
-Ni yo... –intervino James-, ¿por qué, Remus?
-Porque para poder entrar a la Casa de los Gritos –respondió Remus- hay que apretar un nudo del Sauce Boxeador, para que se quede inmóvil... ¿aún no entienden?
-Sí... tiene razón, James –dijo Sirius-, después de todo, Peter es útil.
-Al transformarse en una rata, tiene el tamaño ideal para pasar a través de las ramas del árbol y apretar el nudo –explicó Remus- para que se quede inmóvil...
El timbre sonó, los chicos se apresuraron en abandonar el aula antes de que llegara la profesora McGonagall y los alumnos de esa clase.
En la entrada se cruzaron con los alumnos de Slytherin. Snape, que iba entre ellos, no desaprovechó la oportunidad para mandarle una de sus miradas asesinas a James y su grupo. El chico lo notó y levantó su varita disimuladamente, apuntó a la mochila de Severus y ésta se desgarró.
-Creo que tus cosas se cayeron, Snape –le dijo James, burlonamente al pasar a su lado.
Snape levantó su varita rápidamente para lanzarle algún maleficio, pero no le atinó pues James ya había dado la vuelta por el pasillo.
-James –dijo Remus seriamente mientras caminaban por los pasillos que conducían a las mazmorras-, no quiero que vuelvas a atacar a Snape en mi presencia... no desafíes mi autoridad, por favor.
-Lo siento, prefecto –contestó James haciendo una reverencia.
Remus gruñó y se adelantó al aula de pociones.
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