Notas de la autora: Se supone que esto pasa después del capítulo 22 (anime), pero antes del 23, cuando Ed está en el hospital.

SÓLO UN NIÑO

Veía un resplandor rojo a lo lejos. Se sentía completamente paralizado y no podía mover un solo dedo. Por delante de sus ojos pasaban imágenes fugaces: Al destrozado, prisioneros demacrados y asustados, homúnculos y militares enzarzados en una sangrienta lucha... Pero él no podía hacer nada porque no podía moverse, se encontraba en medio de un charco de una extraña agua roja de la que salían rayos por todas partes. Lo que más le preocupaba era Al, los homúnculos y los militares podían matarse entre ellos si querían, pero Al estaba allí tirado en el suelo, con la armadura destrozada y tan inmóvil como él, así que ninguno de los dos podía hacer nada...

Pero entonces empezaba a tener mucho, mucho calor, hasta que sintió una cosa fría en su frente. De repente, todas las imágenes desaparecieron de su mente y se despertó. Entonces comprendió que sólo estaba soñando. Permaneció allí, medio despierto, sin abrir los ojos. Sentía una sensación extraña, como si flotara y su cuerpo no estuviera donde tenía que estar. El calor persistía, pero ahora alguien le estaba pasando algo mojado por la cara, y empezó a sentirse mucho mejor. Cuando ese alguien terminó, empezó a acariciarle el pelo. Ed no sabía quién era ni por qué lo hacía, pero quería decirle que dejara de hacerlo, porque él ya no era un niño pequeño. Pero no tenía fuerzas para quejarse. En realidad le gustaba, le recordaba a su mami, que también le acariciaba así cuando iba a darle las buenas noches. Por un momento pensó que había vuelto a aquellos tiempos, cuando él y su hermano todavía eran pequeños y vivían felices junto a su madre. Pero de repente volvía a acordarse de todo lo que les había pasado desde el fatídico día en el que decidieron resucitarla, y los buenos recuerdos se desvanecían en un momento.

Quería saber quién era la persona que estaba con él... ¿Al, quizás? No, no podía ser, las manos de Al eran las de una armadura, duras y frías... tampoco podía ser Winly, porque por lo que él sabía, ella estaba en el pueblo sin enterarse de nada, y así debía ser. Entonces...

Ed entreabrió los ojos. Sentado en una silla al lado de su cama creyó distinguir a alguien vestido con uniforme de militar. Miró su cara, su pelo corto y negro y el lunar bajo su ojo izquierdo. Era Maria Ross, una de los dos guardaespaldas que el señor Armstrong les había puesto a Al y Ed para protegerles del asesino de alquimistas nacionales. Al verla, Ed se sintió culpable. Como estaba enfermo y no podía pensar con claridad, tampoco sabía bien por qué era, pero se sentía culpable por algo... ah, sí, recordaba vagamente que la había engañado cuando le dijo que no intentarían nada ellos dos solos, cuando en realidad ya tenía la idea de escaparse a media noche. Ella no debía de estar muy contenta con él, pero aun así estaba a su lado, vigilando y cuidándole como si fuera su madre. ¿Por qué?

Él quería preguntárselo, pero no le salía nada. De hecho, no estaba seguro de si todavía estaba soñando. Ross se dio cuenta de que la estaba mirando. Le sonrió y, todavía acariciándole, le dijo:

"Tranquilo. Ya estás a salvo, cariño."

Cariño... hacía mucho, muchísimo tiempo que nadie le llamaba así. Ed sintió como un calor extraño que se extendía por todo su cuerpo. Pero no era el mismo calor que el que le producía la fiebre, sino otra cosa... extraña, pero muy agradable. Los ojos se le volvieron a cerrar por el cansancio, pero al menos ahora sabía que estaba a salvo. Y se quedó dormido.