Perdón por el retraso! Mil latigazos de penitencia, lo sé.

Bueno, en capítulos anteriores...Sakura, destruida por la crudeza del rechazo de Neji tras verla besándose con Sasuke, decide ayudar a Naruto y a Hinata. Esta última se ha visto obligada a prometerse a Itachi Uchiha para impedir que la Akatsuki y los países enemigos invadan Konoha. ¿Cúal será el plan de Sakura para salvar el amor de Naruto y Hinata? (venga que está a huevo! )

Este capítulo empieza en la madrugada del día en que Hinata ha de ir a la ciudad fronteriza a ser entregada a la Akatsuki. Espero que os guste! Y tanto si es así como si queréis matarme por lo malo que es...REVIEW! (Un fuerte abrazo a todos los maravillosos reviewers que seguís apoyando este culebrón!)

"Porque un fanfic con reviews...es un fanfic feliz!"


Las horas de la noche se arrastraron lentamente ante sus ojos abiertos, incapaces de cerrarse y dormir unos minutos. Aún quedaba para el alba, pero ya podía sentir su frío y duro filo en la nuca, como si el primer rayo de sol trajera la ejecución de la sentencia.

Su hija se marcharía dentro de una hora. No volvería a verla.

Hiashi se frotó los ojos.

Sabía que viviría siempre recordando esa mañana. Todo cuanto hiciera o no hiciera volvería a él, le asaltaría cada día de su vida, y no le daría descanso. Recordaba las palabras que habían salido de sus labios cuando Tsunade acudió a él con el comunicado de la Akatsuki en la mano. Recordaba las manos de la Hokage, con las uñas elegantemente pintadas, tenderse hacia él en un gesto de desesperación.

"Es Konoha o ella. Pero no podemos forzarla a que acepte. Usted sabe tan bien como yo que es un autosacrificio. Posiblemente, no vuelva nunca"

Hinata no había llorado. Sus ojos blancos se habían abierto mucho, entendiendo el peso que resposaba sobre sus hombros. Él había esperado que ella se negara. Creía conocer bien a su hija. Confiaba en que se negaría, y ya estaba preparado para buscar alternativas. Pero, incomprensiblemente, su hija había aceptado. Quizá porque le había visto mirarla con la misma compasión de siempre, la misma horrible compasión que se le dispensa a alguien que no puede valerse por si mismo.

Hiashi sentía que de algún modo, todos aquellos años de sistemática compasión por su débil hija la habían acabado empujando a un sacrificio.

Había tenido que dar su consentimiento, demasiado aturdido como para reaccionar.

"Como Hyuuga, me honra hacer algo que me destroza como padre"

Hiashi se levantó pesadamente del futón y caminó por la oscuridad de la habitación.

Algunas veces, al ver entrenar a Neji, había sentido envidia. Envidia de su hermano difunto y de su prodigioso hijo. Se había preguntado por qué había tenido que ser él y no su hija quien herederara aquel asombroso talento. Había descartado automáticamente a Hinata en favor de Hana bi.

Su hija se había sacrificado. Pero lo que torturaba a Hiashi era darse cuenta de que en realidad, él la había sacrificado muchos años antes, la primera vez que lamentó que ella fuera de una manera y no de otra.

Sus ojos blancos se cerraron. Nunca había sido capaz de llorar. No desde que su hermano se sacrificó por él. Y ahora, aunque pudiera, no lo haría. No iba a permitirse el alivio que pudieran traerle las lágrimas. No cuando había sido él quien había llevado a su hija a tener que demostrar su grandeza de esa manera.

Tuvo que apoyar una manocontra la pared. De repente, los años le pesaban como piedras atadas a la espalda.

"Hiashi" oyó la suave voz de su esposa a su espalda.

"Yo he tenido la culpa- murmuró Hiashi, sin volverse- Nunca esperé nada de ella. Si le hubiera dado una oportunidad mucho antes, no habría tenido que aceptar."

"Te lamentas de haberle negado siempre la consideración que merecía, pero ni siquiera ahora estás dispuesto a reconocer el inmenso valor de su decisión. Lo achacas a tu mal hacer como padre, no a sus cualidades" respondió ella.

"No quiero que muera" susurró Hiashi, apoyando la frente contra la pared.

Sintió los brazos de su mujer rodearle desde atrás, cálidos.

"Hinata ha elegido" murmuró ella contra el cabello de su esposo.

Hiashi cerró los ojos, dolido.

"No soporto saber que no puedo hacer nada."

"Sí que puedes- la voz de ella sonó orgullosa y tañida por la emoción. Sus ojos buscaron los suyos en la oscuridad, ardiendo.- Admírala. Admira el espíritu de tu hija. Por primera vez en tu vida, sé justo con ella."


En la azulada claridad del jardín helado, Shikaro contempló sorprendido el árbol tronchado en dos. Era como si alguien lo hubiera golpeado hasta partirlo. Su tronco astillado y desgarrado le pareció el símbolo de la desgracia de la familia.
Un pájaro.

Era casi irónico que de entre todas las máscaras, la única que había de pájaro le hubiera tocado a él.

Neji acarició la superficie tallada del pico, y las listas azules de los laterales, dispuestas para representar las plumas. La luz del amanecer las hacía brillar como si estuvieran recién pintadas.

"Neji-sama- dijo Shikaro, abriendo la corredera de su habitación. Su mirada se posó involuntariamente en los puños ensangrentados del joven Hyuuga, pero no dijo nada.- Ha llegado su compañero."

"Voy" respondió, poniéndose en pie.

Dejó la máscara en el suelo para enfundarse los largos guantes negros, a juego con su uniforme de ANBU. Una mueca de dolor cruzó su rostro cuando sintió la tela rozar sus puños hinchados y heridos. La prenda se deslizó obedientemente por sus brazos, ajustándose más arriba del bíceps, y dejando el espacio justo para que el tatuaje fuera visible. Para evitar que pudieran bajársele, aseguró la parte superior con vendas, como había visto hacer a los ANBU veteranos. La armadura flexible era nueva e impoluta, y se ceñía a su torso como si se la hubieran hecho a medida. Los pantalones térmicos negros que cubrían sus piernas eran más holgados, para facilitar la fluidez de movimiento. Unas botas negras ligeras, junto con los protectores blancos de brazos y piernas, completaban su equipamiento.

Se dirigió hacia el expositor de armas. Su idea inicial era llevar la katana oscura de su padre para aquella primera misión, pero en su lugar, inconscientemente, tomó la katana blanca, la misma que había llevado aquella dorada tarde de octubre en la que había aceptado entrenar a Sakura. La sostuvo en sus manos, indeciso. Le parecía que si la abría, los recuerdos volverían.

Con un pequeño chasquido metálico, el brillo terso del acero emergió de la funda y reflejó sus ojos blancos, como si de un espejo se tratara. Reflejó la mirada vacía, hundida de Neji.

Era esa la mirada en la que se habían perdido las lágrimas de Sakura? Eran esos los ojos con los que la había sentenciado?

Neji apretó los dientes al sentir de nuevo aquella náusea interna. No podía olvidar lo que le había dicho. Aunque sentía que estaba legitimado, que ella se lo merecía, se sentía miserable. El sentimiento de estar engañándose a sí mismo le escocía tanto como las heridas de sus puños.

Basta, le dijo su autocontrol, desde las profundidades de su ser.

Se ató la katana a la espalda y cogió la máscara.

Compórtate. Te están esperando.

Nunca antes sintió tanto alivio al tener que llevar la cara tapada

En el exterior, aguardaba su compañero de misión, vestido de idéntica manera y con el rostro cubierto por una máscara que representaba algo que recordaba a un roedor. Por el despeinado pelo castaño, reconoció a Hamada, uno de los aspirantes que se había examinado con él. Se saludaron en silencio, con una inclinación de cabeza.

Hiashi, apoyado en una de las columnas del porche, recibió la llegada de su sobrino con un pequeño gesto. Pese a que su expresión era tan contenida y sobria como siempre, su mirada estaba velada. Como si quisiera excusarse, murmuró:

"Hinata estará lista enseguida."

Nada más decirlo, la corredera del porche se abrió para dejar paso a la mencionada, inusualmente vestida de chuunin, y acompañada de su madre. El chaleco le venía ligeramente grande; Neji supuso que se lo habían prestado para que no pasara frío durante el trayecto hasta Fusaka. Vio que su pálido rostro observaba a los ANBU, y advirtió su sorpresa al reconocerle bajo la máscara del pájaro. Pese a que se había recogido la larga melena de ébano y la había metido por el cuello de la ropa, lo cierto es que no había muchos ANBU con aquel pelo. Tsunade le había sugerido que se lo cortara para proteger su identidad, pero Neji antes hubiera preferido morirse.

Apenas hubo despedida. Era un trago demasiado amargo. Neji contempló la honda aflicción que traslucían los ojos de su tío. Nunca antes le había parecido tan fatigado, tan consumido. Le vio besar la cabeza de Hinata y meterse en la casa sin mirar atrás.

Se pusieron en marcha.

Sólo la madre de Hinata se quedó en el porche, apurando la despedida hasta el final, hasta que su hija sólo fue un punto borroso en la claridad del horizonte.

El estoicismo de Hinata al encajar el adiós sin una sola lágrima no dejaba de sorprender a Neji. Caminaba junto a él cabizbaja pero con paso ligero. De vez en cuando, levantaba la vista para mirarle, y entonces él advertía la zozobra de sus ojos.

Es comprensible, se dijo, sintiendo que empezaba a despuntar la admiración por ella. Se marcha para siempre. No volveremos a verla.

Pese a que su relación nunca fue cercana ni fluida, Neji sintió que su partida añadía más pesar aún a su estado de ánimo. Se preguntó si tenía que decir algo para aliviar aquel silencio tan denso como una mortaja. No estaba muy seguro de poder hallar palabras de consuelo; nunca había sido su fuerte. Afortunadamente, su prima parecía tan sumida en sus pensamientos que a Neji no le quedó otra que zambullirse en los suyos propios.

"Alguna vez...has sentido... algo por mi?"

Y le había dicho que no.

Si hubiera podido congelar el tiempo y seleccionar un segundo concreto, Neji habría jurado que podía determinar cúal fue el momento exacto en que la vio desmoronarse. Lo vio en sus ojos. Aquellos pozos esmeraldinos se habían encogido ante su negativa, habían huido de su rostro en el momento en que él dijo "No". Se habían entrecerrado para expulsar el exceso de lágrimas, y le habían lanzado aquella mirada doliente, desgarradora, aquel mudo grito de auxilio.

Justo antes de que él le diera la espalda.

Bajo la máscara, el rostro de Neji se contrajo. Quería repetirse que había obrado correctamente, que no iba a permitir que nadie jugara con él. Que la traición de ella no había conseguido herirle. Que era algo que se esperaba.

Pero las palpitaciones de sus puños desollados y sanguinolentos constituían una poderosa réplica, y hacían aún más evidente la paradoja: por qué él, que tanto se enorgullecía de su capacidad analítica y rectitud de miras, seguía sintiéndose tan hondamente miserable.

Los hechos eran los hechos. Sakura le había usado para darle celos al Uchiha. No había más vuelta de hoja. Lo que le irritaba era no haberse dado cuenta antes. Le irritaba sobremanera pensar que había estado perdiendo el tiempo por algo tan estúpido, en algo que no era de su incumbencia.

Mientes.

Los ojos de Neji se cerraron con fuerza, intentando desoír ese aullido interior.

Se repitió a sí mismo de nuevo que sólo había actuado como su dignidad le exigía, que no iba a permitir que le usaran y le faltaran al respeto. Era una afrenta a su honor. Sólo una afrenta de honor.

Mentiroso, le punzó de nuevo aquella voz en su interior.

Volvió a verlo. Volvió a ver la boca del Uchiha cirniéndose sobre la de ella, sobre la misma boca que él había besado apenas una hora antes. La oscuridad había hecho indescifrable la expresión de Sakura, pero él imaginó que también con Sasuke habría cerrado los ojos. Habría puesto sus pequeñas manos blancas sobre su pecho, habría ladeado la cabeza, se habría entregado.

Neji quiso tragar saliva, pero la congoja instalada en su garganta no se lo permitió. Su mandíbula estaba tan fuertemente apretada que podría haberse partido los dientes.

No podía soportarlo. Pensar en sus ojos cerrándose, en sus labios entreabriéndose para el Uchiha le volvía enfermo de dolor. Una hora antes de que se entregara a otro, ella había estado en sus brazos. La había sentido cálida contra su cuerpo. Su aroma había inundado sus sentidos. El vacío ahora le dolía como si le hubieran arrancado el corazón de cuajo.

Neji apretó los puños heridos con fuerza. Las heridas del día anterior volvieron a abrirse y la sangre empapó lentamente los guantes nuevos . En la agónica intimidad de su pensamiento, aquella vocecita se alzó de nuevo para punzarle.

Ahora empiezas a entender le susurró, sobrecogiéndole- lo estúpido que has sido.

Tenemos que darnos prisa en llegar. Se avecina una tormenta de nieve- oyó que le decía su compañero, interrumpiendo su tortura- Si no, la nieve nos obligará a buscar refugio.

Neji miró el cielo, negro como un pozo de brea a pesar de que no hacía dos horas que había amanecido. Tomó a su prima del brazo. Ésta dio un respingo.

"Tenemos que apresurar el paso- le dijo, escrutando sus ojos pálidos, idénticos a los suyos- Podrás?"

Su prima bajó la mirada y asintió, sin decir palabra.

"Vamos por la arboleda entonces- dijo Hamada- Será más rápido"

El ritmo incesante de sus saltos de rama a rama por el bosque en dirección a Fusaka le permitió a Neji aparcar momentáneamente sus tribulaciones y centrarse en lo que sucedería una vez llegaran a la ciudad. Tsunade les había ordenado que en ningún momento dejaran sola a Hinata, no hasta que la entregaran a las manos de los dos emisarios de la Akatsuki que les esperarían a la entrada de una taberna a las puertas de la ciudad.

Recordó las indicaciones de la Hokage.

"No bajéis la guardia en ningún momento. Ellos esperan cualquier excusa para iniciar la invasión de la villa, así que es posible que intenten secuestrar a Hinata durante el viaje para luego decir que nos negamos a entregarla. Cualquier señal, cualquier foco de peligro, debe ser minimizado. Hinata debe llegar sana y salva a ellos. Exigid el documento de entrega y el salvoconducto sellado de Fusaka como pruebas del cumplimiento de nuestra parte"

Neji miró por el rabillo del ojo a Hinata, que seguía su paso, fatigada, entre las ramas cargadas de nieve. Su respiración estaba acelerada por el esfuerzo, y su cabello se agitaba con los saltos. Una vez más, se sorprendió de su silenciosa entereza. Era una lástima que hubiera descubierto aquella faceta suya ahora que debían despedirse para siempre.

Tras una hora más de camino, Fusaka apareció, sucia y gris, ante sus ojos. Como la ciudad fronteriza que era, sus murallas estaban reforzadas por la constante vigilancia de los centinelas apostados en los corredores internos. Dos grandes puertas abiertas de par en par guardaban la entrada a la última ciudad del país del Fuego.

Neji se ajustó la máscara y le hizo una señal a Hamada para que caminara tras Hinata cubriendo la retaguardia. En la intimidad de su rostro cubierto activó el Byakugan, y el mundo pasó a ser un infinito galimatías de líneas de chakra y flujos de energía. Le preocupaba la posibilidad de que la amenaza se ocultara en aquel gentío que entraba y salía de la ciudad. Si había problemas, la población civil se vería afectada y una estampida provocada por el pánico podría hacer que perdiera de vista a su prima y a su compañero.

Afortunadamente, Hamada también se había percatado de ello y caminaba muy pegado a Hinata, avanzando en fila india a través del gentío. El cuerpo de Neji estaba tenso, sus ojos privilegiados escrutando cada corriente inusual de chakra, cada posible fuente de peligro.

"Aquella es la primera taberna" le susurró Hamada, adelantándose.

Neji asintió, sin decir nada, y cogió a Hinata por el codo para redirigirla discretamente fuera del bullicio, hacia la taberna.

El local estaba tan lleno que al principio temieron haberse equivocado. Al ser la primera taberna a la entrada de la ciudad, era un lugar de paso tanto para los que llegaban como para los que se iban. Había mucha gente comiendo en yukata. Neji supuso que quizá además de taberna, aquel antro servía como hostal para los viajeros. La concurrencia era heterogénea: aquí y allá se distinguía la piel curtida de la gente del país del Viento, y algunos pálidos habitantes de la Roca. Al percibir la curiosidad que sus uniformes despertaban , Neji se dio cuenta de que había sido un error entrar allí vestidos de ANBU y con las máscaras puestas. Las bocas se movían en murmuraciones apresuradas, sin apartar la mirada de aquellos dos extraños enmascarados.

Entonces, Neji le vio. Sentado al final de todo, junto a la barra, se sentaba un individuo de gigantescas proporciones, vestido con un largo abrigo negro estampado con algunas nubes rojas: el emblema de la Akatsuki. La tela caía a ambos lados de la silla como si de un manto se tratase, y su duro cabello oscuro despuntaba hacia arriba como las púas de un erizo. Al alargar una mano azulada hacia su vaso de sake, el anillo de la organización criminal destelló bajo la tenue luz de la lámpara. Justo en ese momento, se volvió hacia ellos. Sus diminutos ojos de escualo les identificaron rápidamente y una sonrisa torcida reveló su dentadura en forma de sierra.

"Qué puntualidad" dijo, ensanchando aquella feroz sonrisa.

Neji frunció el ceño bajo la máscara. Aquel hombre tenía un aspecto brutal. Sintió a su prima retroceder y apretarle la mano por detrás, asustada.

"Konoha siempre cumple los tratos. Y vosotros?" oyó que replicaba Hamada, tenso.

El criminal se rió suavemente y le lanzó una peligrosa mirada.

"No estáis en posición de negociar. Típico de la Hoja inflar el pecho cuando está acorralada"

Palpando la creciente tensión, Neji intervino, cogiendo suavemente a Hinata.

"Aquí tenéis lo que queríais- dijo fríamente. Sentía el hombro de Hinata temblar bajo su mano, mientras los ojos de aquel monstruo la examinaban con deleite- Necesito una prueba que avale nuestra entrega."

"Qué desconfianza- sonrió el criminal. Buscó entre sus ropas y extrajo un documento. Lo blandió ante ellos y señaló a Hinata- Pero primero la muchacha."

Hinata le lanzó una suplicante mirada a Neji. Bajo la máscara, este cerró los ojos, afectado.

Lo siento, Hinata le dijo, desde el fondo de su corazón, al empujarla hacia el criminal. De veras. Perdóname.

"Buena chica" silbó el escualo, complacido. Puso su enorme mano fría y húmeda sobre el hombro de Hinata, provocándole un respingo, y la situó detrás de si, como eliminar cualquier tentación de huida. A continuación, desplegó el documento ostensiblemente y usó el anillo de la Akatsuki para sellarlo. Se lo tendió a Hamada con una sonrisa burlona.

Hinata comenzó a llorar silenciosamente, de puro terror. Neji apartó la mirada, escondiendo su rabia tras la máscara.

Aquello era un adiós. La vio morderse el labio, como siempre hacía cuando estaba nerviosa, y limpiarse los ojos con la manga.

Lo siento, Hinata, le repitió, deseando que ella pudiera sentirlo a pesar de no pronunciarlo. Es lo que me han ordenado.

"Oh, qué bonito- silabeó sarcásticamente el miembro de la Akatsuki, dirigiéndose a la Hyuuga- Ya estás llorando?-se echó a reír- Tan pronto? Qué dejarás para más tarde?"

Presa de la rabia, Hamada hizo ademán de saltar sobre el criminal, pero Neji le agarró por el brazo. Los diminutos ojos del sicariobrillaban con retorcida alegría antes de tirar de Hinata hacia la escalera.

"Di adiós, pequeña" le ordenó con voz aflautada, acercando mucho su rostro a su cuello. Hinata gimió, lívida. Lanzó una mirada de desesperación a Neji, pero sólo podía ver su máscara.

Los dos ANBU se quedaron allí hasta que el verdugo y su presa desaparecieron en lo alto de la escalera. Luego, caminaron lentamente hacia el exterior. Hamada no decía palabra. Por la tensión de sus hombros, el Hyuuga leyó que el derrumbamiento emocional estaba próximo. Tragó saliva.

"Volvamos a Konoha, Keisuke- murmuró, poniendo una reconfortante mano en su hombro, más para consolarse a sí mismo que para consolarle a él- La tormenta de nieve no tardará en desatarse"

Mientras tanto, dentro del hostal, Hinata continuaba su ascensió a los infiernos, peldaño a peldaño, hacia la habitación de aquel extraño monstruo mitad humano mitad tiburón. Su temible aspecto y su voz, tan metálica y chirriante, la llenaban de pavor. Le temblaban tanto las piernas que tenía que aferrarse a la barandilla para no caerse.

Qué iban a hacerle? Su mirada se posó en las gigantescas manos de él, rematadas por uñas negras. Iban a torturarla? .A violarla?

No había podido decirle adiós a sus padres. Nunca volvería a Konoha. Nunca volvería a ver a Neji.

Se llevó una mano a la boca para contener la primera arcada. Sentía la acidez de su estómago revuelto por el terror, amenazando con hacerla vomitar allí mismo. Comenzó a marearse, a perder de vista los escalones. Intentó respirar hondo para recuperar el control de sí misma, pero era inútil. La desesperación la hacía querer tirarse escaleras abajo, querer huir de la pesadilla en la que estaba envuelta; despertarse, comprobar que todo era un sueño.

Pero era real. Tropezó con uno de los escalones, aturdida. No podía seguir subiendo.

Afortunadamente, su verdugo se detuvo en el tercer piso y la agarró bruscamente del brazo para conducirla hasta la última puerta. Llamó tres veces.

"Soy yo" dijo con voz cantarina. Hinata soltó un resuello de ansiedad.

¿Hay alguien más?

La puerta se abrió entonces y reveló ante sus pálidos ojos el rostro de sus pesadillas. Líneas suaves, casi adolescentes, tan parecidas a las de Sasuke. Piel pálida, profundos surcos provocados por el insomnio. Bajo dos cejas perfectas, dos pozos oscuros, elegantemente rasgados en el pálido óvalo de su rostro. Sobre su blanca frente lucía el estigma del renegado: la bandana de Konoha con el símbolo rayado. Aunque estaba sumido en la penumbra, la efigie de Itachi Uchiha era perfectamente reconocible.

"Por qué has tardado tanto, Kisame?" oyó que le preguntaba a su monstruoso compañero.

Ella se estremeció. La voz de Itachi era extrañamente suave, agradable. No había rastro de aspereza en ella. Le sonaba familiar y cálida, muy diferente a la fría voz de brutal asesino que le había imaginado.

Los dos estúpidos élites que vinieron escoltándola querían el recibo de entrega- respondió Kisame, con una desagradable carcajada. Se volvió entonces hacia ella y la atrajo hacia delante de un fuerte tirón, para que Itachi la examinara- Ten cuidado. Parece que tiene ganas de vomitar.

Incapaz de aguantar el violento temblor de sus piernas, Hinata cayó de rodillas, atemorizada bajo el escrutinio de la oscura mirada de Itachi. Tenía la impresión de que él podía leer dentro de ella, que podía descubrirla. Pero Itachi no hizo tal cosa. Sin decir nada, tiró de ella para ponerla en pie. Hinata se pegó a él instintivamente, rehuyendo atemorizada el contacto de su compañero.

Kisame se echó a reír.

"Qué mano tienes para las mujeres, Uchiha. Sin embargo, no te hagas ilusiones- le dijo a la aterrorizada Hinata- Esa piel tan bonita tuya no va a durar mucho inmaculada"

"Basta, Kisame- intervino Itachi, molesto. Lo último que le faltaba era que la joven estuviera aún más nerviosa.- Déjanos solos"

Los labios azules de Kisame se curvaron en una desagradable sonrisa, pero no articuló réplica. Con un alivio difícil de expresar con palabras, Hinta vio cómo se marchaba obedientemente por la escalera.

Pero ahora quedaba lo peor. El corazón le latía tan fuerte que podía habérsele salido del pecho, mientras le dirigía a Itachi una mirada cargada de aprensión. Éste estaba de espaldas ante ella.

"Y ahora deshaz el henge- dijo entonces con suavidad, sin mirarla- Por favor.

Ella se quedó lívida. El corazón se le detuvo.

La había descubierto.

Cómo…no…

"No creas que puedes engañarme. Tú no eres Hinata. Y de hecho, no creo que seas una Hyuga" explicó Itachi lentamente,con una amabilidad casi desquiciante dada la situación.

Ella tragó saliva, incapaz de mover un músculo. Las rojas pupilas de Itachi la observaban con calma.

"Puedes elegir mostrarte ante mí, o mostrarte ante Kisame. Y creéme, yo soy bastante más indulgente."

La sola mención de Kisame hizo que volvieran las náuseas. Viéndose sin más alternativa, Sakura alzó las manos trémulas y deshizo la transformación con una nube de humo. Permaneció con la mirada clavada en el suelo, tratando de controlar el temblor de sus rodillas bajo la mirada de alguien que se parecía demasiado a Sasuke.

Vio sus pies detenerse ante ella, y retrocedió un paso. El corazón le latía con una violencia inusitada, sacudiendo cada fibra de su ser con cada golpe. Sabía que iba a morir, y por algún motivo, no podía asimilarlo. Todos sus miembros estaban laxos y pesaban como el cemento. No podía moverse, no podía evitarlo.

"Eres muy joven- oyó que decía Itachi, su voz silbando sobre su cabeza- Por qué te has arriesgado? Sabes que tendré que matarte."

Sakura sintió como su ser se contraía de pánico, como si hubiera sido absorbida por un torbellino helado. Cerró los ojos con fuerza.

"Mírame- susurró Itachi, deslizando la mano bajo su barbilla y alzándole el rostro. Contempló los enormes ojos verdes, brillantes por las lágrimas, vacíos por el terror. Su pulgar se movió hacia arriba levemente, como acariciando el labio inferior de Sakura, y añadió, casi con pesar- No era más fácil mandarnos a la auténtica Hinata?"

Sakura se estremeció y trató de apartar la mirada, pero Itachi no se lo permitió.

"Habríais invadido la villa de todas maneras"

"Eso es cierto" admitió él. Sakura sintió que estaba cerca de desmayarse. Los ojos de Itachi, fijos en ella, ejercían una presión hipnótica. Entrecerró los párpados, notándose a punto de desfallecer.

Itachi sonrió suavemente.

"Tú no eres jounin aún-dijo, ahondando en sus ojos- Tan mal está Konoha como para mandar genins como señuelo?"

"Soy chuunin" corrigió Sakura.

Las cejas de Itachi se arquearon levemente.

"Sabías a lo que te enfrentabas viniendo aquí?"

Sakura bajó el rostro, para ocultar su zozobra.

"Yo misma lo elegí"

Itachi la miró, intrigado.

"Por qué?"

Los ojos de Neji, mirándome.

"No importa- respondió Sakura, en un alarde de osadía. No obstante, su voz estaba preñada de tristeza.- Haz lo que debas hacer conmigo."

Itachi contempló cómo su boca se tensaba en una línea prieta, y sus puños se cerraban al tiempo que sus ojos, preparándose para morir. Meneó la cabeza.

"No voy a dar la muerte a quien viene buscándola. Es inútil. Si no te gusta lo que dejaste atrás, ten el valor de enfrentarte a ello. Toma tus medidas."

Sakura abrió los ojos y le miró, desconcertada. ¿Iba a perdonarle la vida?

"No obstante, no puedo dejarte ir. Kisame perdería el control.-continuó él. La miró, mientras se quitaba el largo abrigo negro de la Akatsuki. Su cuerpo, cubierto por la malla y el neopreno negro, se revelaba mucho más joven de los años que el abrigo le confería.

Tanto él como su hermano tenían ese aire de adolescencia tardía, una confusión de la naturaleza, un rastro del tiempo mal borrado. Sakura sintió que le contemplaba con la misma familiaridad con la que contemplaba a Sasuke, y se obligó a mirar al suelo.

Vio cómo Itachi se sentaba en el borde de la cama y levantaba la mirada hacia ella.

"Acércate" ordenó.

Sakura dio un involuntario paso atrás. La embargó una insoportable sensación de vergüenza y angustia acerca de las connotaciones de la petición de Itachi. Adivinando sus pensamientos, la comprensión apareció en su rostro.

"No voy a violarte, si es lo que temes" una cierta simpatía asomó en su tono.

Sakura le miró, confusa. Era este el monstruo que asesinó a su familia? El mismo Itachi que estaba sentado ante ella? Se quedó quieta, sin saber qué hacer.Lo que había oído de él no concordaba con aquel ser suave y amable que tenía ante si.

"Voy a intentar salvarte la vida- añadió Itachi, percibiendo su renuencia. Extendió la mano hacia ella y movió ligeramente los dedos.- Ven."

La orden reverberó como una campanada por todo su ser, describiendo ondas, adormeciéndola, reduciendo su voluntad a la más absoluta sumisión. La realidad le parecía una dimensión amortiguada y lejana. Sin ser dueña de sus movimientos, tomó la mano de Itachi, y se dejó tumbar en el lecho.

Vio que el rostro de Itachi se cernía sobre el suyo, y la sospecha cruzó su mente. Había sido un engaño? Pensó en moverse, en luchar contra el magnetismo de sus pupilas. Pero no podía.

"No me temas- murmuró él. Deslizó el índice suavemente por el labio inferior de Sakura- No te haré daño"

Sakura entreabrió la boca, buscando la pregunta que deseaba hacerle.

"Por… por qué me ayudas…- su voz estaba rugosa y seca como un árbol extinto. Sus ojos vagaron suplicantes por la frente de alabastro, tan parecida a la de su hermano, y se posaron en su rostro. Su desconcierto era evidente."Yo…creía que tú…" no terminó.

Itachi asintió, infiriendo el resto de la frase. Alzó una mano y le apartó algunos cabellos del rostro, y murmuró:

"Cómo te llamas?

Sakura respondió.

"Muy apropiado - Itachi hundió pensativo los dedos en la larga cabellera rosada de Sakura, desparramada por el cubrecama, y dijo- No te mataré porque es innecesario. No te equivocas al decir que Konoha será invadida de todas maneras. Quitarte la vida tampoco me produciría ningún placer. Pese a lo que hayas podido oír sobre mí, no soy un sádico."

Sakura le miró sin poder ocultar su perplejidad.

"Entonces, por qué…?"

Itachi sonrió levemente, con amargura.

"Yo tomé mis medidas. Dejar a mi hermano vivo…fue una de ellas."

Le dejó vivo para que le matara. Para que hiciera justicia a su crimen, comprendió Sakura. Ahora entendía la amarga tristeza que veía anclada en los más profundo de sus ojos. Aquella culpa, aquel pecado horrible, le perseguiría siempre y sólo hallaría descanso cuando su propio hermano le quitara la vida. Apartó la mirada, afectada.

"Mírame, Sakura."

Supo que había llegado la hora. Le miró con temor, sin atreverse apenas a preguntar.

"Qué vas…a…?"

Itachi sonrió por toda respuesta, y le cogió la cara con suavidad, acercándola a la suya. Por un agitadomomento, Sakura pensó que iba a besarla, pero no fue así. Sólo quería asegurarse de que los ojos de la chuunin estarían fijos en los suyos. Sus pupilas se expandieron, como dos rubíes floreciendo, y el sharingan comenzó a girar, absorbiendo la consciencia de Sakura, robándole el alma, encarcelándola en algún plano muy cercano a la muerte. Los labios de Sakura se entreabrieron, como un último suspiro. Sus manos se abrieron y su cabeza cayó, totalmente laxa, sobre la cama.

Lejos de allí, a cuatro horas de camino, dos fatigados ANBU entraban en Konoha con los ánimos totalmente destruidos. El viento soplaba con fuerza y arrancaba las pocas hojas que quedaban en los árboles. El profundo gris del cielo indicó a Neji que habían llegado a tiempo de refugiarse de la tormenta. Se volvió hacia Hamada.

"Nos vemos mañana, Keisuke."

Hamada le miró, sorprendido. Se quitó la máscara y se sacudió nerviosamente el alborotado pelo castaño.

"No vienes al cuartel?" le preguntó.

Neji negó con la cabeza.

"Prefiero ir a mi casa. Es mejor así" añadió, sabiendo que Hamada lo entendería.

Y lo entendió.

"No te preocupes- respondió Hamada- Yo entregaré el documento y haré el informe para Tsunade"

"Gracias" respondió Neji, antes de desaparecer entre los árboles del jardín trasero de la casa Hyuuga.

Se quitó la máscara y se frotó las sienes, disgustado. Su primera misión como ANBU había sido la más dura. Por más batallas encarnizadas en las que se viera involucrado en un futuro, ninguna llegaría a dejarle el mal sabor de boca que sentía ahora. Entre lo de Sakura y la entrega de Hinata, Neji había tocado fondo emocionalmente.

Maldita sea, se fustigó mentalmente. Cerró los ojos un segundo, para sentir el viento en el rostro.

Y entonces, un murmullo le alertó. Abrió los ojos y se volvió rápidamente, peinando los alrededores con la mirada.

Y ahora qué, pensó, inquieto.

El ruido venía de la cara este. Con el sigilo que caracterizaba a un ANBU, camufló su chakra y se deslizó hacia el lateral de la casa. El murmullo continuaba.

"Date prisa" oyó que susurraba una voz familiar al otro lado de la esquina.

Naruto, reconoció Neji, perplejo. Qué hace Naruto aquí.

Sin poder contener su desconcierto, Neji salió de su escondite y se plantó ante Naruto. Lo que vieron sus ojos le dejó petrificado.

Hinata.

Hinata y Naruto.

No es posible, se dijo, con los ojos abiertos de par en par. No es posible. Acabo de escoltarla a Fusaka.

Naruto se quedó pálido. Hinata parecía a punto de desmayarse. Lo furtivo de sus movimientos no dejaba lugar a ninguna duda: estaban huyendo.

El corazón se le detuvo, como si lo hubieran aplastado de un mazazo. Todo su ser se congeló en la comprensión de lo que estaba sucediendo.

Naruto, presa del pánico, intentó explicarse. Instintivamente, se colocó delante de Hinata y alzó las manos.

"Neji, oye...no es culpa de Hinata- balbució, al verla expresión noqueadadel Hyuuga- La culpa es mía. Yo la obligué. Sakura..."

Al oírla mencionar, Neji volvió en sí de pronto. Como una bestia descontrolada, agarró a Naruto por el cuello y lo levantó con una sola mano, empotrándolo contra la pared con una fuerza que hizo vibrar los cimientos de la casa. Hinata reprimió un grito. Las venas de los ojos de Neji se habían hinchado, perfilando el Byakugan. Sus dedos apretaron el cuello de Naruto, con la suficiente fuerza como para romperlo.

"QUÉ ESTÁ PASANDO!- gritó, perdiendo los papeles por primera vez en su vida. Naruto jadeó, intentando retirar la mano de hierro que le aguantaba por el cuello

"Neji, por favor!- gritó Hinata, aterrorizada. Tiró del brazo de Neji- Vas a matarlo!"

Neji no la escuchó. La apartó sin miramientos. Su rostro, encendido por la ira, estaba a pocos centímetros del de Naruto.

"Si mi prima está aquí, a quién he dejado hoy a Fusaka?-le zarandeó, airado- A QUIEN!

"A Sakura!- chilló Hinata con desespero, rompiendo en sollozos. Sus ojos pálidos se volvieron hacia los de su primo, confirmando sus sospechas.- A SAKURA!"

El rostro de Neji se desencajó. La mano con la que aprisionaba el cuello de Naruto se quedó sin fuerza y aflojó la presión, dejándole caer al suelo. El rubio jounin tosió, ahogado, y se llevó las manos al cuello. Hinata corrió hacia él y lo abrazó, asustada.

Sakura, pronunció Neji para sus adentros, comprendiendo la inmensa ironía que le había jugado el destino. Se llevó las manos a la cara, incapaz de reaccionar.

La he llevado a la muerte.

No volvería a verla nunca más. Como si ese pensamiento fuera suficiente para hacerle perder la razón, volvió a ponerse la máscara de ANBU e, ignorando los primeros copos de nieve de la tormenta se abalanzó hacia el bosque en dirección a Fusaka, con el rostro pálido por la angustia y su cuerpo espoleado por la desesperación. A sus espaldas, oía las voces de Naruto y Hinata rogándole que volviera, diciéndole algo de la nieve.

Pero Neji ya no escuchaba a nadie.


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