Lágrimas de Ángel
Capítulo I
"Mucho gusto"
Todo se encontraba en silencio, el ambiente era abstracto. Ella no tenía idea del lugar en que se encontraba, todo era muy confuso y las imágenes no eran claras. Se sentía como si estuviese flotando en el aire, sentía que su cuerpo no le pesaba.
De pronto, su alrededor comenzó a tomar forma, y ella pudo distinguir con un poco más de claridad el lugar. Aunque jamás había estado ahí antes, sentía como si ya hubiese ido a ese lugar. El ambiente parecía vacío, no había más que espacio negro por todas partes, como si todo estuviera cubierto por oscuridad. Entonces, su cuerpo fue recuperando su peso normal, y ella tocó el suelo con los pies. Sintió como la humedad envolvía sus dedos, su talón, la planta del pie...
Parecía haber agua por todo el suelo, como si el sitio se estuviese inundando.
Viró su cabeza hacia distintas direcciones en un intento infructuoso por lograr ver algo, no podía saber si había alguien más ahí. De pronto, escuchó un ligero salpique, seguido de otro, y otro...
Era el sonido de gotas al caer sobre el agua y mezclarse con ella. Intentó seguir el sonido que llegaba a sus oídos, caminó unos cuantos pasos ¿Hacia el sur? ¿Hacia el este? No estaba segura, todo seguía siendo muy confuso.
En la lejanía pudo distinguir una débil luz que intentaba avivar su resplandor, pero sin éxito...
La chica corrió hacia ese lugar, y encontró una esfera, situada a cierta altura, sostenida sobre varios cristales puntiagudos entrecruzados, que brillaba emitiendo una luz tenue. Era de apariencia frágil, muy pequeña, como si pudiese romperse con el más ligero toque. Ella admiró la belleza de aquella diminuta bola luminosa, se sintió tranquila, como si aquello la estuviera protegiendo...
Entonces despertó.
El despertador sonaba sin cesar y ella se encontró de nuevo en su cama, acostada boca arriba. Sus ojos se abrieron de par en par; la luz del sol apenas tocaba, a través del cristal, la alfombra que estaba extendida sobre el piso. El aspecto de la habitación dejaba en claro que se trataba del cuarto de una chica. La joven se incorporó y se sentó con las piernas extendidas sobre su cama. Al parecer todo lo que vio había sido solamente un sueño, aunque sentía una particular sensación respecto a él, como si hubiese estado en aquel lugar con anterioridad.
La muchacha miró el reloj despertador que se encontraba sobre un escritorio frente a su lecho, retiró la manta que la cubría, se levantó y camino hacia él para apagar el ruidoso aparato, acto seguido dio unos cuantos pasos en dirección de un closet y lo abrió una vez que llego a éste, mostrando todas las prendas de ropa que había dentro.
Lo meditó un poco antes de tomar alguna de ellas, pues no encontraba la que necesitaba. Una vez que hubo encontrado lo que estaba buscando estiró su brazo y tomó el gancho del perchero que sostenía lo que iba a ponerse, se trataba de un uniforme escolar.
Dicha prenda estaba constituida por una blusa de mangas cortas color blanco, con botones y un emblema en forma de escudo bordado en el bolsillo del lado izquierdo, una corbata de tono azul marino con el mismo emblema cerca de la punta, y por último, una falda de tablas, pintada del mismo color que la corbata. Todo en su totalidad conformaba una pieza para vestir con clase y formalidad.
- "¡Sakura, el desayuno está listo!" –avisó una voz desde lo que parecía ser la planta baja.
- "¡Sí, ya voy, papá!"
La chica comenzó a mudarse de ropa.
No cabía duda que era dueña de una figura excepcional. Su cabello era de color castaño y lo usaba largo, el tono verdoso de sus ojos le daba un aire de ternura a su rostro, además su esbelta cintura la hacía lucir como una modelo. Ella había cambiado mucho con el paso de los años, había dejado ser una tierna niña pequeña, para pasar a ser una hermosa mujer de dieciocho años.
Ya estaba lista para irse a la escuela. La joven se arrodilló mientras seguía aún frente al armario y abrió un pequeño cajón de madera; en su interior, un pequeño ser descansaba sobre una diminuta cama, abrazado de una almohada de proporciones aun más pequeñas. La apariencia de dicho ser era la de un muñeco de felpa, con pelaje amarillo, pequeñas alas blancas que nacían de en medio de su espalda, una larga cola con la punta esponjada y grandes orejas redondas, que iban desde los extremos hasta lo más alto de su cabeza.
Ella sólo se limitó a sonreír al ver la apacible forma en que dormía aquel pequeño peluche.
- "Sigue durmiendo, Kero..." –le susurró tiernamente al oído a la pequeña criatura.
Sakura se puso de pie y salió de la habitación, bajó las escaleras y entró a la cocina en donde lo esperaba su padre. Le dio los 'Buenos días' y luego se volvió para decirle lo mismo a una fotografía que había sobre un mueble detrás de ella, en dicha imagen se encontraba una mujer de largos cabellos castaños y rizados, sonriendo con gran alegría.
Su padre ya terminaba de preparar el desayuno y colocarlo en los platos, ella muy amablemente los tomó y los colocó sobre la mesa.
Ya que la joven Kinomoto había puesto los platos de ambos en su lugar correspondiente, su padre dejó la cocina y se dirigió a sentarse junto con ella. Los dos se sentaron a la mesa, dieron gracias por la comida que estaban a punto de ingerir y comenzaron a disfrutar de sus alimentos.
La más pequeña de los Kinomoto comenzó a comer con un poco de prisa, ya que, como solía hacer cuando era niña, se había retrasado y llegaría tarde si no se apresuraba, aunque ahora no hacía tanto escándalo como en aquel tiempo. Su padre se percató de tal situación y dijo:
- "No comas tan a prisa, hija, no es bueno para tu salud".
Sakura se pasó el bocado por la garganta al sorber jugo de un vaso cercano y soltó un suspiro para luego sonreírle a su padre diciendo:
- "Estoy bien, papá, no te preocupes".
- "Bueno, bueno, sólo quiero que estés bien" –dijo el señor Fujitaka- "Por cierto, Sakura, ¿A qué hora será tu primera clase?"
La Maestra de Cartas vaciló un poco al escuchar lo que dijo su padre, pero segundos después se dio cuenta de lo que había escuchado. ¡Era cierto! Se le iba a hacer tarde para llegar a la escuela. Bruscamente se levantó de la mesa, tomó su mochila y corrió hacia la puerta de entrada con prisa, dejando su desayuno a medio terminar sobre la mesa de la cocina.
- "¡No te olvides de cerrar la puerta cuando salgas!" –Le recordó el señor Kinomoto con tranquilidad pero en voz alta.
Sakura escuchó lo último que había dicho su padre y se colocó sus zapatos, que se encontraban en el recibidor. Salió al pasillo del edificio en que se encontraba su apartamento y cerró la puerta de tras suyo. Afuera Sakura miró por encima del barandal y contempló la ciudad de Tokio.
Siempre había pensado que se veía hermosa la gran urbe desde esa altura, sobre todo en la noche con todas las luces encendidas, aunque en ese momento era de mañana y las luces se encontraban apagadas, pero no perdía su belleza.
La antigua card captor, entonces, recordó lo que tenía que hacer. ¡Ya se le hacía tarde! Y era preciso llegar temprano a la escuela. No sería conveniente que se retrasara el primer día de clases. Se dirigió velozmente hacia el ascensor y bajó al primer piso, de ahí corrió hacia la salida a toda prisa, pues no podía darse el lujo de perder más tiempo, y es que ella sentía de alguna manera que ese no sería un día cualquiera.
La estudiante de preparatoria salió del edificio.
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La fresca brisa otoñal soplaba por las calles de Tokio. El chico caminaba con toda tranquilidad por la acera, no llevaba ninguna prisa. Él ya sabía que no era necesario desesperarse por ese tipo de situaciones.
No estaba seguro de la hora. Sólo continuaba caminando, sin temor a retrasarse. El primer día no era gran cosa para su persona, y es que él tenía conocimiento de la escuela, y sabía a la perfección que no habría problema por tres o cuatro minutos de retrazo, después de todo había estudiado en ese colegio durante varios años ya.
Hizo una pausa para pensar un poco...
Ahora que lo recordaba, el primer día de clases no sólo era el inicio del ciclo escolar para él y sus demás compañeros. Un nuevo año significaba también nuevos alumnos. El pensar en que posiblemente habría nuevas compañeras, con las cuales pudiera tener una estrecha amistad, le hacía casi temblar de emoción. Aunque no tenía prisa, sería bueno llegar temprano; mientras más pronto estuviese ahí, más pronto vería a los nuevos alumnos, además de los que él ya conocía.
- "Seguramente habrá nuevos alumnos" –murmuró para sí- ". Espero que ingrese alguna chica bonita" –dijo entre risas.
El muchacho siguió con su recorrido, esta vez había apresurado el paso. Quería llegar temprano a clases, y aunque la razón no era precisamente la más adecuada, eso a él no le interesaba, simplemente deseaba estar ahí lo antes posible.
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Entró en la habitación cargando una caja repleta de cosas y artículos personales, y la colocó sobre un mueble. Estaba cansada, había cargado cajas durante toda la madrugada y parte de la mañana, menos mal que esa era la última. Dentro de la sala de estar había muchas cajas similares a la que había puesto sobre el sofá, todas llevaban algún contenido en especial anotado con un marcador negro sobre el cartón, cada una cargada con sus objetos importantes, pertenencias o simples prendas de vestir.
Se sentía muy agotada, no había duda alguna de que mudarse era un trabajo muy pesado, especialmente para ella sola. No había nadie que la ayudara, pues sus hijos se habían marchado a la escuela minutos atrás. Menos mal que ellos no se negaron a aceptar el divorcio entre ella y su ahora ex marido.
Desde que salieron habían estado muy callados.
Lo importante era que ellos estaban con ella, y esta vez no iba a dejar que nada los volviese a distanciar, esa era su principal prioridad. Sentía que sería una tarea difícil, puesto que el hecho de no ver a su padre podría afectar de alguna manera no favorable en ellos, sin embargo tenía que esforzarse lo más posible por su bien y el de ellos.
Observó la gran cantidad de cajas que había por todas partes, sólo le quedaba acomodar todas las cosas que contenían en sus respectivos lugares. Los hombres de la mudanza ya habían llevado y colocado los muebles en cada una de las habitaciones y solo le restaba tener que ordenar los objetos personales y de valor, aunque a su parecer eran muchos. Jamás se había mudado en tan corto tiempo y menos sin alguien que la ayudara, por lo que eso representaba una nueva experiencia.
- "Será mejor comenzar ahora" –dijo para sí- ". Espero que todo salga bien".
La mujer abandonó su asiento y abrió la caja que se encontraba más cercana a ella. Hurgó en el interior de aquel recipiente de cartón y encontró cosas que la hacían recordar muchos momentos felices que había dedicado a estar con su familia. Tantas memorias regresaban a ella, casi como si las estuviese viviendo de nuevo.
Recordó, al ver la foto de su hijo frente a un enorme pastel, la ocasión en la que había cumplido diez años. Aquella vez habían estado muy divertidos, los niños eran felices y ella también; claro que 'él' estaba con ellos, en la época en que no habían tenido tantos problemas.
Continuó buscando entre las cosas y encontró un ¿tornillo?...
¡Claro! Esa pequeña herramienta de metal pertenecía a un camión que se había estrellado una vez. Recordaba todo a la perfección: Ella y su ex marido paseaban a su hija de un año de edad por el parque, la niña acababa de aprender a caminar y ya andaba corriendo por todas partes. La madre y su esposo se sentaron a descansar en una banca, permitiendo a la pequeña explorar los alrededores. Pero, en un descuido de la madre, la nena se dirigió a la calle, y se tropezó en medio de ésta, a la vez que un enorme trailer se aproximaba hacia la infante. La madre, al percatarse de la situación, y por puro instinto corrió lo más rápido que pudo para salvar a su segunda hija. No parecía posible que pudiera llegar a tiempo y la niña apenas podía caminar, por lo que, sin duda, era inevitable una catastrófica tragedia, pero...
- "¡Bueno!, ahora no es el momento para eso" –pensó- ", hay que poner manos a la obra."
La señora se puso de pie sosteniendo con las manos algunos objetos más que encontró y comenzó con su labor de ordenar todo, ya que si no se daba prisa no iba a terminar a tiempo.
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La campana del instituto acababa de sonar. Los alumnos de preparatoria ya estaban entrando a clases, todos caminaban al mismo tiempo hacia la entrada del colegio. realmente eran muchos estudiantes. Entre todos ellos se encontraba uno que se distinguía de los demás. caminaba con tranquilidad, sin mucha prisa. Él sabía que no tenía caso apresurarse, según su parecer había suficiente tiempo para llegar al aula de clases a tiempo sin la necesidad de correr.
Sin embargo no todos pensaban igual.
No muy lejos de ahí, una chica corría presurosa por que no quería llegar tarde. Estaba desesperada y caminaba muy rápido, ¡ni siquiera veía por donde iba! Caminaba sin prestar atención en su camino. La joven no reparó en lo que había frente a ella y sin darse cuenta se golpeó con una pared... O algo así.
- "¡Discúlpeme, lo siento mucho!" –dijo dirigiendo la mirada hacia su interlocutor.
- "Está bien, no importa..." –el joven ni siquiera se inmutó.
- "Lo lamento, es sólo que soy nueva y..."
- "Dije que no importaba" –interrumpió dándose la vuelta para poder verla.
La joven miró al muchacho con cuidado, le pareció que tenía una apariencia muy atractiva. Su complexión era más bien delgada y sus hombros eran amplios, tenía el cabello de un tono casi blanco y sus ojos reflejaban un color gris pálido, verdaderamente cautivadores. También una extraña presencia imponente que ella no podía describir.
Al parecer la muchacha se había quedado anonadada al ver al chico, quien también había puesto su mirada en ella. Él se quedó sin aliento al igual que la muchacha, sólo que la razón era muy diferente a la suya.
Repentinamente sintió un increíble sentimiento de nostalgia, nunca antes se había sentido de esa manera con respecto a otra persona. Esa cabellera color castaño, aquellos ojos verdes y ese rostro infantil...
No eran los rasgos de cualquier persona, había algo en esa chica que no era normal, pero las ideas en su mente no estaban claras.
En su cabeza vio distintas imágenes, ninguna de ellas la pudo observar con detenimiento, pues todas pasaron en fracciones de segundo, una tras otras, sin detenerse. Perdió la noción de la realidad y permaneció ahí parado mirándola. No pudo mover su cuerpo, de alguna manera había quedado atónito tan sólo de verla.
- "Realmente lo lamento." –dijo la chica una vez que se hubo colocado de pie.
El joven pudo recuperar el sentido al escuchar su voz y sólo se limitó a asentir con seriedad, sin prestar mayor atención a la muchacha.
- "Me llamo Sakura Kinomoto."
- "Claro, da igual." –al decir esto se dio la media vuelta y siguió con su camino.
- "¿Eh?... ¿No vas a decirme tu nombre?" –se extrañó ella.
- "Arikado, Makoto" –esto último lo dijo sin voltear.
Luego de eso, el joven continuó caminando y se perdió entre los demás estudiantes. Sakura se quedó parada en ese lugar mientras caminaban todos los demás a su alrededor.
¿Quién era ese muchacho? ¿Por qué se comportó de esa manera?
Entonces, recordó: Se le estaba haciendo tarde para llegar a clases. Inmediatamente emprendió su camino y corrió lo más rápido que pudo hacia el edificio de la escuela, pues no tenía contemplado retrasarse el primer día de clases.
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Una mujer se encontraba sentada frente al escritorio de lo que parecía ser su oficina, revisando algunos papeles que se encontraban sobre él. Al parecer eran los perfiles de los estudiantes de nuevo ingreso, los cuales parecían ser bastante interesantes; aunque había uno que la tenía intrigada.
Realmente parecía ser un joven muy entusiasta, según lo que decía aquel simple pedazo de papel, había tenido muy buenas notas. También estaba el perfil de una tal Sakura Kinomoto, ella al parecer destacaba en actividades como el atletismo y ese tipo de cosas, además de la música, pero en las matemáticas no aparentaba gran habilidad.
La mujer sonrió.
En eso, alguien tocó a la puerta.
- "¡Pase!" –dijo.
- "Discúlpeme... ¿Profesora Takahama?" –preguntó con timidez una nerviosa Sakura que asomaba su cabeza por la puerta.
- "Por favor, llámame Mio" –contestó- ". Tú debes ser Sakura."
La antigua card captor entró en la oficina y miró de reojo a la profesora. Se trataba de una mujer algo mayor que ella, de apariencia bastante joven, su cabellera era larga, lacia y de un tono rubio pálido, sus ojos, que estaban cubiertos por unos anteojos de elegante diseño, tenían un color azulado como el cielo, y su forma de vestir era formal, sin parecer demasiado seria o anticuada.
- "S-sí, mucho gusto." –se presentó Sakura haciendo una reverencia.
De nuevo tocaron a la puerta, esta vez fue un muchacho el que entró en la oficina. La maestra de cartas dirigió su mirada hacia el recién llegado. ¡Qué coincidencia! Se trataba del chico con el que ella tropezó en el patio de la escuela, y al parecer, según hacían ver las circunstancias, era un nuevo estudiante, igual que ella.
- "Supongo que usted es el joven Makoto" –dijo la maestra- "¿O me equivoco?"
El joven tan sólo asintió.
- "Hola otra vez, parece que seremos compañeros" –saludó alegre Sakura.
El joven de apellido Arikado no regresó el saludo, ni siquiera se molestó en mirar a Sakura, simplemente desvió su mirada hacia otra dirección con indiferencia. La más pequeña de los Kinomoto se sintió un poco incómoda ante tal actitud, por que le pareció grosero de su parte no responder, aunque posiblemente tenía sus razones para no hacerlo, quizá era que no le agradaba del todo.
- "¿Se conocen?" –preguntó dudosa la profesora.
- "En realidad no, nos acabamos de encontrar en el patio." –respondió Sakura, con una sonrisa.
- "Ya veo. Bueno, como ustedes son los únicos estudiantes nuevos los llevaré a su aula ahora mismo."
La Señorita Takahama se puso de pie apoyándose con ambas manos sobre el escritorio, caminó en dirección a la puerta y la abrió sin mucho cuidado. Les hizo a los estudiantes una seña con la mirada y éstos de inmediato la siguieron fuera de la oficina. Sakura iba adelante junto con la profesora, y el otro caminaba tras ellas dos con la mirada pegada al suelo, como si no estuviera pensando en nada o como si estuviese deprimido.
La antigua card captor se percató de la forma de actuar de su nuevo compañero de clases e intentó hablarle, pero en vano, pues él se rehusaba a formar un dialogo con ella.
Aunque ella siguiese insistiendo él seguiría sin decir nada, pues no le parecía conveniente tener amistad con alguna persona, jamás le había parecido bueno hacerlo y no cambiaría de opinión, pues siempre terminaba perjudicado.
La maestra de cartas no tuvo más remedio que resignarse a no hablar con su compañero. Era sólo que no lograba entender por que era tan serio, tan reservado. La duda se mantuvo en su mente por unos instantes, aunque ella sabía que no lograría hacer una suposición acertada, y es que acababa de conocerlo, por lo que no sabía nada de él en realidad. Sentía que tal vez podría lograr algo si seguía insistiendo, claro que sin hacerlo demasiado, para no molestarlo.
Así, siguió divagando en lo mismo, pues no tenía nada mejor en que pensar, al menos hasta que llegaran a lo que sería su nuevo salón de clases.
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Dentro de una de las aulas, ya se encontraban todos los alumnos sentados en sus respectivas bancas. La mayoría platicaban con sus compañeros, aunque no todos estaban tan animados. Algunos comentaban sobre sus vacaciones, otros saludaban a sus amigos después de tanto tiempo y otros tantos simplemente refunfuñaban por el regreso a clases, pues eran adolescentes y esa es su forma normal de ser.
Sin embargo había quienes no se encontraban hablando con alguien más.
Ahí estaba él, sentado junto a la ventana, mirando a través del cristal con la mirada perdida, intentando divisar algo en el vacío del patio. Realmente no tenía idea de lo que buscaba, tan sólo estaba aburrido.
A él no le agradaba tanto la idea de regresar a clases, ya que jamás había sido bueno para levantarse temprano y siempre se le hacía tarde sin darse cuenta. Lo único que verdaderamente lo ponía feliz del regreso a clases era la posibilidad de que entrara algún nuevo estudiante, posiblemente una chica linda, eso si que le gustaría.
En pocos minutos llegó la profesora encargada de ese grupo. Se dirigió hacia el escritorio designado para los profesores y se colocó de pie frente a toda la clase.
Gran parte de los alumnos concordaban en que era una maestra muy guapa, era nueva en la institución pero a pesar de eso era toda una profesional y sabía ejercer muy bien su trabajo como profesora.
- "Buenos días alumnos" –saludó la profesora Mio, a lo que todo el alumnado respondió con un saludo igual- ". Durante este nuevo año escolar tendremos dos estudiantes de nuevo ingreso" –dirigió su mirada hacia la puerta- ". Pasen por favor."
Inmediatamente, dos jóvenes ingresaron al aula de clases, siendo recibidos por todos los demás chicos, que a partir de ese momento serían sus compañeros de clases.
- "Ellos son: la señorita Kinomoto, y el joven Arikado"
- "Hola, mi nombre es Sakura Kinomoto, mucho gusto" –hizo una reverencia para presentarse ante el grupo, mientras que el muchacho que la acompañaba no movió uno solo de sus músculos.
Uno de los estudiantes prestó una particular atención en la señorita Kinomoto, quien no era solamente bella, sino también resaltaba cierta ternura y además podía sentir que era una chica muy especial. En cambio, el otro alumno no era muy parecido a ella, de hecho su mirada era bastante fría y no mostraba expresión alguna, tampoco parecía estar mirando hacia alguna dirección en especial, tan sólo permanecía con una cara.
La profesora viró su cabeza hacia varias direcciones del salón, estaba buscando algunos lugares vacíos en los que se pudiesen sentar sus nuevos estudiantes. Encontró dos sitios al fondo del aula; uno de ellos se encontraba junto a la ventana, un lugar adelante del último, y el otro se encontraba situado en la siguiente fila, hasta el fondo del salón.
La profesora les dio una indicación para que tomaran sus lugares y acto seguido los dos nuevos estudiantes fueron a sentarse, mientras que todos los demás alumnos, principalmente los hombres, miraban a la señorita Kinomoto.
El joven Arikado no le tomó importancia a las miradas 'estúpidas' de los demás, de hecho ni siquiera había cambiado su expresión mientras caminaba entre los escritorios.
Él jamás se había sorprendido de que las personas se quedaran mirándolo, siempre le había parecido un simple gesto de desprecio, como si le tuvieran miedo o como si no lo quisieran, pues así eran las personas y no podía hacer nada. Aunque en ese momento no era a él al que miraba la mayoría.
La antigua card captor se puso roja de vergüenza al sentir las miradas de todos los chicos clavadas en ella. No era que no supiera que era bonita, pero probablemente estaban exagerando. Volteó su mirada hacia otros lugares del salón y pudo ver a otras chicas, todas eran bellas, tal vez algunas más que ella; entonces, ¿Por qué los muchachos estaban tan interesados en su persona? ¿Sólo por que era 'la nueva' o habría otra razón? Decidió no prestarles atención y se apresuró a llegar a su escritorio.
- "¡Hola!" –Saludó uno de los hombres que al parecer se sentaría delante de ella- "Soy Daisuke Matsumoto, mucho gusto."
Sakura tomó asiento, estaba un poco nerviosa, no sólo por que era su primer día en esa institución, sino que también era la primera vez que un chico se le presentaba tan directa y cortésmente. A decir verdad, el muchacho no le pareció del todo desagradable. Este joven parecía encerrar una personalidad encantadora y, de cierta manera, misteriosa.
El otro alumno nuevo permaneció en su asiento, que ya había alcanzado, mirando fijamente a la maestra de cartas, examinando con extremo cuidado cada uno de sus movimientos, preguntándose quién era en realidad. Lo tenía intrigado, pues aún no lograba explicarse por qué vinieron a él esas imágenes cuando la miró, recuerdos que ni siquiera él sabía que tenía, de algún modo había que averiguar la verdad sobre su nueva compañera...
De algún modo...
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El lugar estaba muy callado, no se percibía ningún sonido a excepción del tictac del reloj, en donde quiera que éste estuviera. Las luces se encontraban apagadas, aunque la luz del sol de la tarde que se colaba por las ventanas proporcionaba suficiente visibilidad.
Se escucharon unos pasos acercándose hacia la puerta de entrada.
Pudo escucharse como el cerrojo de la puerta se abría con lentitud, seguido del rechinido de la perilla, sólo antes de que la puerta se abriera de par en par para dejar entrar a una hermosa jovencita de cabellera castaña y ojos verdes como esmeraldas. Se trataba de la más pequeña de los Kinomoto.
Ya había llegado de la escuela y estaba bastante cansada, pues el primer día le había resultado ciertamente agotador, aunque también había cosas buenas sobre él, pues había tenido la oportunidad de conocer a dos nuevos amigos, eso sin considerar la forma en que se comportó el muchacho que también era alumno nuevo.
La antigua card captor caminó de la sala de estar hacia la cocina. Una vez ahí se dirigió hacia el refrigerador y lo abrió. Tenía hambre, y no había algo de comida ya preparada, pues su padre estaba muy ocupado con ciertos documentos importantes que tenía que revisar y no tenía tiempo para hacer algo de comer.
Se quedó contemplando los interiores de la enorme caja que guarda comida durante unos cuantos segundos. Finalmente estiró su brazo y lo introdujo en el aparato, sacando un cartón de leche de su interior. Fue lo mejor que pudo encontrar y tenía que conformarse.
Caminó hacia la alacena y abrió las pequeñas gavetas, buscando algún recipiente en el que pudiera depositar el líquido para poder beberlo sin problemas. Se paró de puntas y estiró su brazo hacia arriba, intentando alcanzar un vaso, ya que estos se encontraban situados en la parte más alta. Por instantes estuvo apunto de caerse, pero alcanzó a tomarlo.
Agarró el cartón que contenía la leche, se sirvió dentro del vaso, vertió la bebida dentro en su garganta, ingirió el líquido y se volvió a servir, repitiendo el proceso. Luego de tomarse unos tres vasos de leche guardó el recipiente en el refrigerador nuevamente y depositó el vaso en el fregadero debajo de la llave del agua. Entonces, se dispuso a ir a su habitación.
En el camino por el pasillo, encontró que la puerta de la oficina de su padre estaba medio abierta, echó un vistazo dentro y pudo ver a un hombre mayor que leía de espaldas a ella, con una lámpara de lectura a un lado. Su pelo era castaño y éste ya pintaba algunas canas, usaba lentes y parecía estar muy centrado en su lectura, tanto así que no sintió la presencia de su única hija, que lo observaba.
- "Pobre de mi papá" –pensó con un gesto de compasión- ", trabaja demasiado".
Continuó caminando y llegó a la puerta de su cuarto, en donde seguramente encontraría al pequeño guardián de las actuales 'Cartas Sakura', que anteriormente pertenecieron al brujo Clow. Abrió la puerta con cuidado, pues solía suceder que abría bruscamente mientras el pequeño sinvergüenza leía una revista frente a ésta y terminaba siendo golpeado.
Al parecer la pequeña criatura no estaba frente a la puerta, la maestra de cartas entró a su habitación, dejó caer su mochila a un lado y se echó a la cama con los brazos extendidos, quedando boca arriba sobre el confortable colchón. Cerró los ojos, suspiró y los abrió de nuevo, miró hacia el techo sin un punto fijo en el cual poner su mirada y luego giró el cuerpo hacia su izquierda quedando de lado, mirando hacia el escritorio que se encontraba a unos metros de su lecho.
Su mente divagó en lo que le había pasado durante la mañana. Había sido un buen día, conoció a su nueva profesora y también a dos alumnos.
Esta nueva vida que comenzaba a llevar mostraba indicios de que sería bastante agradable, y no tan mala como había pensado en un principio. Aunque todavía recordaba con especial cariño las experiencias que tuvo durante su vivencia en Tomoeda, y lo feliz que había sido ahí con todos sus amigos.
Aún podía ver a su vieja amiga Tomoyo Daidouji, grabándola con su cámara como acostumbraba hacerlo, ella había sido la mejor amiga que había tenido, sólo que dejo de verla al mudarse a Tokio, y ella también cambió de domicilio. Podía recordar a sus demás compañeros de la primaria; la constante lectora de Naoko, la madurez y la comprensión de Rika, las inexplicables, pero aun así creíbles mentiras de Yamasaki y a Chiharu llevándoselo a rastras mientras él continuaba sus habladurías. Por otro lado, estaba Eriol Hiragizawa, la reencarnación del mago Clow, que le dio muchos problemas, pero que al final resultó ser un buen amigo y una de las personas en las que más confiaba. Y también estaba él...
Silencio.
También podía recordarlo, el chico del que se enamoró, la persona que más había amado, la persona que se fue de su lado y que jamás regresó. ¿Qué habría sido de él? ¿Por qué nunca volvió a comunicarse con ella?
Le dolía que él la hubiera abandonado, pero le dolía aun más no saber la razón, y es que realmente se preocupaba por él, aunque a veces le gustaría poder olvidarlo. Lo extrañaba demasiado como para poder borrar los recuerdos de su mente, aún lo amaba y le gustaría por lo menos saber que le había pasado, saber si estaba bien o si se sentía igual que ella.
- "¿Qué te sucede, Sakura?" –dijo un pequeño muñeco de felpa amarillo que se asomaba desde el cajón.
- "Ah, hola, Kero" –la maestra de cartas cambió de inmediato su expresión por una sonrisa fingida- ". ¿Estabas dormido? Perdóname si te desperté."
- "No te preocupes" –dijo muy alegre el muñeco- ", y dime, ¿Cómo te fue en la escuela?"
- "Bueno" –pensó un poco en lo que iba a responder- ", me pareció un día muy agradable. Conocí a la maestra que nos da clases y se ve que es una persona muy amable. También conocí a un chico que es alumno nuevo igual que yo, aunque parecía ser un muchacho muy serio, pues por más que le hablé no me respondió ni una sola vez."
- "¡Qué maleducado!" –exclamó el pequeño guardián saltando de su lugar.
- "¡Cálmate, Kero!" –le gritó la maestra de cartas- "además tuve la oportunidad de conocer toda la institución, gracias a otro estudiante que se me presentó muy cortés y que además parecía ser un chico bueno."
Tocaron a la puerta. El guardián se metió de nuevo al cajón y lo cerró lo más rápido que pudo. La puerta se abrió y se asomó la cara del padre de la muchacha, que al parecer había escuchado el ruido que hacía la pequeña figurilla amarilla que vivía en el cajón.
- "Oh, veo que ya llegaste, hija" –dijo el señor- ". No te escuché entrar".
- "Si, no te preocupes, papá" –respondió su hija- ". Estoy bien".
- "¿Estabas hablando con alguien?" –interrogó el padre.
- "¿¡Eh!?" –apareció una gota sobre la cabeza de Sakura.
- "Es que me dio la impresión de escuchar que platicabas con otra persona".
- "Sólo hablaba conmigo misma, papá".
- "Oh, bien. Todavía tengo mucho trabajo que hacer así que me quedaré despierto hasta muy tarde, que descanses, hija".
- "Gracias, tú también, y no trabajes demasiado"
El profesor de universidad respondió con una sonrisa y cerró la puerta, seguidamente se abrió el cajón en el que se encontraba el guardián de las cartas y éste salió rápidamente. Sakura suspiró una vez que se había ido su padre, pues se sintió aliviada al ver que no sospechaba nada de ella, y es que no quería que supiera nada de la existencia de Kero ni de las Cartas Sakura, que siempre le había ocultado desde sus tiempos como Card Captor. No era que no quisiera decírselo, sino que simplemente no sabía cómo lo tomaría y no quería sorpresas.
- "Por favor, sígueme contando, Sakurita" –dijo el guardián, mientras flotaba de un lado a otro.
- "Pues, el colegio es muy extenso, no creí que fuera tan grande, además creo que me habría perdido con facilidad, pero por suerte Daisuke me mostró todas las instalaciones y respondió a cada una de mis preguntas".
- "¿Daisuke?" –el muñeco se sintió confundido.
- "Sí, ese es el nombre del otro chico que conocí. Fue muy amable conmigo y además me llevó al techo de la escuela, desde donde se podía apreciar una hermosa vista de todo el lugar. El otro chico que ya te había mencionado se llama Makoto, y como ya te dije, me pareció un muchacho muy serio, aunque cuando recién nos encontramos se quedó pasmado nomás de ver mi cara. ¿A qué crees que se deba?"
- "Bueno, no lo sé, pero seguro es algo sin importancia".
- "¿Tú crees? Por que a mi me pareció muy extraño" –Sakura se notó preocupada.
- "No te preocupes por eso, Sakura" –dijo el guardián mientras le sobaba la cabeza con su patita- ". Mejor vete a dormir ya, o llegarás tarde mañana".
- "¡Tienes razón Kero!" –dijo animosa la Card Master- "Seguramente notengo de que preocuparme".
Entonces, tomó su cobertor y se tapó, se acurrucó en la cama y cerró los ojos. El muñeco amarillo con alas voló hacia el interruptor de la luz y lo oprimió dejando el cuarto a oscuras, acto seguido se dirigió a su cajón y se dio un golpe en la cabecita con él por la falta de visibilidad, se sujeto con sus patas delanteras mientras daba vueltas en el aire apretando los dientes para no dar un grito de dolor. Se metió en su cama colocándose un gorrito para dormir en su adolorida cabeza, y cubriéndose bien.
- "Buenas noches, Kero" –dijo Sakura al muñeco.
- "Bue-nas no-ches, Sakura" –respondió forzando la voz, debido al dolor que aún sentía.
Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. La más pequeña de los Kinomoto no sintió ganas de dormir, seguía preocupada por lo que le había sucedido en la escuela con ese chico, quizá había provocado en él algo que no era común y por eso es que no le habló en todo el resto del día.
Pero... su mirada al momento de verla le pareció muy extraña, casi como si le tuviera miedo o si fuera alguien que él había conocido. Eso le recordó, también hubo alguien que mostró una respuesta parecida al verla, cuando seguía estudiando la primaria.
Li Shaoran. Todavía no podía olvidarse de él, aún esperaba su regreso y probablemente siempre lo esperaría. ¡Cómo lo echaba de menos! Realmente necesitaba de alguien que estuviese con ella en esos momentos y que pudiera hacerla sentir mejor, pues se sentía muy sola. Una lágrima brotó de su ojo y se deslizó por su rostro hasta llegar a la almohada, haciendo que esta se humedeciera.
- "Cómo quisiera que estuvieras aquí" –pensó para sí, deseando que ese pensamiento llegase hasta él.
Notas del autor: xD, Ya terminé el primer capítulo que la verdad no sé si les parezca interesante... Aún no aparecen los demás personajes y supongo que ustedes se preguntarán qué les pasó... Todo a su tiempo, ya los pondré cuando llegue el momento y mientras tanto sigo con mis tarugadas =P.
Ojalá les haya gustado esta primera entrega, pues no sé si me salió bien...
Otra vez, Comentarios y opiniones mándenlos a
Ah, y les traigo un adelanto del capítulo que sigue xD:
Shaoran también ha vivido su vida y parece haberse olvidado de Sakura. Su vida ha cambiado bastante al igual que la de nuestra amada protagonista, pero hay algo en su interior que no lo deja en paz y sabe que debe aclarar las cosas que esta haciendo si no quiere que algo malo suceda para él y para los demás. El joven Makoto no sabe lo que le ocurre y Sakura aún no logra entender a su compañero. Alguien siente una gran soledad incurable, mientras que otra persona recuerda que tiene una amiga cercana.
