Lágrimas de Ángel
Capítulo III
"Errores pasados"
La cinta ya había llegado a su final y Sakura oprimió el botón de eyectar en la video casetera. Había permanecido sentada, viendo las grabaciones de su amiga durante casi toda la mañana. Cada uno de esos casetes contenía inmemorables recuerdos de su infancia, los cuales iba reviviendo conforme veía cada una de las grabaciones que había hecho su amiga de la infancia.
A menudo se preguntaba que fue lo que hizo para que todo terminara de tal manera, quedándose ella sola. Al menos Tomoyo, quien fue a la última persona que tuvo a su lado le había dejado algo para recordarla a ella, y no sólo a ella, también podía ver los rostros de todos sus amigos. Esas cintas eran algo muy valioso para su amiga, ella lo sabía.
La antigua card captor se puso de pie y guardo el video dentro de la caja donde se encontraban los demás. Le parecía que eran demasiados, y que le faltaban bastantes para terminar de verlos todos. A pesar de que ya había visto bastantes, la cantidad no dejaba de asombrarla, de hecho, ya que hacía uso de su memoria, eran realmente dos cajas y la que tenía en sus manos, era sólo la primera. Su antigua amiga le había dejado dos cajas, en donde contenía todos sus videos importantes.
- "¡Ayyyy!!!!!" –se quejó- "¡Son muchos videos! No cabe duda que a Tomoyo le encantaba filmarme cuando era niña".
La puerta estaba entre abierta. Al parecer el pequeño guardián había ido a la cocina por un bocadillo mientras ella estaba viendo la televisión, y aprovechando la ausencia del señor Fujitaka. Jamás iba a cambiar ese peluche glotón, siempre iba a ser una criatura antojadiza y que le fascina degustar de un buen alimento, en especial si se trata de un postre.
Sakura se dejó caer sobre su cama con un suspiro. Contemplando el techo su mente comenzó a divagar, se sentía nostálgica y no podía pensar en otra cosa más que en su pasado. ¿Qué fue lo que paso? Poco a poco las personas a su alrededor se habían alejado de ella y finalmente habían desaparecido de su vida.
Lo único que le quedaba en ese momento eran su padre y el muñeco amarillo, guardián del sello de las cartas, lamentablemente no podía estar con ambos al mismo tiempo. ¿Por qué todos la dejaron? Ahora que realmente pensaba en ello, ¿Quién fue la primera persona de la que dejó de saber? Era la persona a la que más extrañaba de todos ellos...
- "...Mi querido Shaoran..."
Ya casi se había olvidado cuando le vio por última vez. Después de aquella ocasión se mantuvieron en contacto por medio del correo. Todavía conservaba la hoja en que Shaoran escribió lo último que pudo saber de él, decía que había conocido a alguien en los círculos místicos, una chica de nombre Lin Yao.
Ella le escribió una carta de respuesta, y expresó en ella los deseos que tenía de conocer algún día a esa amiga de la que había hablado. Pero nunca recibió una contestación, no sabía si la carta había llegado siquiera a su destinatario. Quizá Shaoran no la recibió y por eso dejo de escribir de regreso, por que pensó que ella se había olvidado de él y no al revés, como ella pensó. De tal modo que eso la hacía culpable por haber perdido al amor de su vida, se arrepentía de haber sido tan distraída.
- "¡YO tuve la culpa!!!" –la maestra de cartas no pudo más contener su llanto.
La tela de la sabana se humedeció con las lágrimas de tristeza que derramaba. No podía más; quería verlo. Durante mucho tiempo pensó en olvidarlo, mantuvo oculto ese sentimiento y trató de seguir su vida como si nada, pero su interior jamás estaría tranquilo sin saber qué había sido de su querido Shaoran.
Lentamente, la cabecita de un pequeño muñeco amarillo se asomó por la puerta.
Sakura estaba muy mal, no recordaba haberla visto llorar de esa manera. Sin duda había algo que la perturbaba sobremanera. Algo verdaderamente trágico.
- "...Sakura..."
- "¿Kero?" –la más pequeña de los Kinomoto se incorporó e intentó sacarse la lágrimas disimulando una sonrisa- "¿Qué sucede?..."
- "Sakura, por favor..." –el guardián hizo notar su preocupación- "No me gusta verte llorar, pero menos me gusta que finjas sonreír cuando estás triste. Dime, qué te sucede".
- "Kero... lo que pasa es que..."
- "Puedes confiar en mí, Sakura".
- "Es que... ¡Extraño a todos...! ¡Extraño a Tomoyo, a Yue y también a mi hermano! ¡Extraño a mis amigos de la escuela! Y..." –Sakura hizo una pausa- "...Extraño a Shaoran".
Silencio.
Las lágrimas en el rostro de la maestra de cartas afloraron nuevamente mientras pensaba en todo lo que había perdido.
Su silencioso sollozar hacía entristecer al guardián del sello. El pequeño muñeco voló a donde su dueña y descendió sobre la cama, quedando parado frente a ella. Al acercarse y tocar la pierna que tenía más cercana a él, Sakura detuvo su llanto.
Mirando a los ojos a su pequeño amigo, lo tomó con sus manos y lo abrazó cuidadosamente y con ternura, como si fuera algo muy valioso que no quisiera perder.
- "Al menos te tengo a ti, Kero".
El guardián recibió una caricia en su pequeña cabecita.
- "No hables así, por favor, Sakurita. Tú siempre has sido muy alegre y jamás te había oído hablar de esa manera".
- "Pero, Kero... Es que ya no tengo a nadie más además de ti y mi papá".
- "Pues si te sientes tan sola ¿Por qué no intentas contactar a Tomoyo o a alguien?"
- "No puedo. La última vez que vi a Tomoyo fue cuando me dio sus grabaciones. No sé nada de mi hermano. Yukito ya no vive en Tomoeda y Shaoran vive en Hong Kong, nos manteníamos comunicados por medio de correo, pero..." –Sakura parecía entristecer.
- "¿Pero qué?"
- "Tal vez ya no quiera saber de mí. Ya no he recibido nada de él desde hace mucho, seguramente la última carta que le envié se perdió y no la recibió, yo debí seguir insistiendo, pero en lugar de eso decidí seguir esperando. Por eso no puedo contactarlo".
- "Bueno, en ese caso podrías intentar sentir la presencia de alguien en esta ciudad, la de tu hermano o la de Yue, tal vez" –sugirió el muñeco.
- "Lo he tratado, pero Tokio es una ciudad muy grande. Hay muchas personas y no he sentido la presencia de mi hermano o la de Yue".
- "Entonces, podríamos utilizar las cartas para encontrarlos".
- "¿Se puede hacer eso?"
- "¡Claro! Igual que cuando atrapaste a la carta del espejo. Clow las usaba todo el tiempo para leer la fortuna".
- "¿Por qué no me lo habías dicho?"
- "No creí que fuera necesario, pero te ayudaré a encontrarlos con las cartas para que no llores más. Sólo que, como siempre te he dicho, debes desearlo realmente para que funcione" –le explicó.
- "Sí. Nada me haría más feliz que volver a ver a todos. Te prometo que ya no volveré a llorar así, Kero" –afirmó Sakura limpiándose las lágrimas.
- "Bien, empecemos".
Se escuchó el rechinar de unas llantas cuando un auto frenaba cerca de un área residencial en la ciudad de Tomoeda. La puerta del taxi se abrió y Shaoran puso su pie sobre el duro pavimento, salió cuidadosamente y cerró la puerta. Observó los alrededores con cierta nostalgia. La verdad es que estaba muy feliz, pero a la vez se sentía bastante incomodo. Por una parte le daba alegría volver a ver a quien fue su novia durante la adolescencia, pero viéndolo de otra manera, se sentía mal por que iba a tener que decirle que se iba a casar con otra persona.
Shaoran... aún amaba a Sakura?
El taxista aceleró y el automóvil que conducía desapareció entre las tranquilas calles de la ciudad. De la misma manera, el joven Li se puso en marcha y comenzó a caminar mientras pensaba en la situación en la que se encontraba.
Salió de su casa sin avisarle a nadie a excepción de su madre. Ya podía imaginarse el escándalo que armaría Lin Yao al notar su ausencia, seguramente voltearía la casa de arriba abajo con tal de encontrarlo. Y quizá tendría que amenazar a más de una persona para saberlo. Pero es que ella no debía saberlo.
¿Cómo podría decírselo?
Claro, cómo decirle: "Escucha, Lin Yao, voy a ir a Japón a ver a una muchacha que fue mi novia cuando era niño para decirle que me voy a casar contigo, y quiero que te quedes aquí."
Conociéndola haría hasta lo imposible por conseguir que la dejara ir con él. Y él sabía que no podría resistirse a tal petición si se lo pedía directamente, ya que, aunque él no lo quisiera, le sería muy difícil negarle algo a su actual prometida. Además no quería que ella conociera a Sakura, no le parecía una buena idea.
Al menos no por ahora.
Continuó caminando tranquilamente unos cuantos bloques más. Hasta que pudo ver a cierta distancia el lugar al que se dirigía. Él mismo no podía creer que todavía se acordara de la dirección de la casa. Después de todo había pasado mucho tiempo desde la última carta que había enviado, pero eso no era de interés en el momento. Lo importante era que la vería de nuevo.
A su bella flor de cerezo...
Al acercarse a la puerta y tocar el timbre de la casa, Shaoran notó que había un ambiente diferente al que tenía la casa hace años. No sentía ninguna presencia mágica, ni la de Sakura, la de Kerberos o la de Yue. ¿Será que realmente era tanto tiempo? ¿Que ya había olvidado sus presencias? Supuso que era el nerviosismo, pero cuando la puerta se abrió se llevó una sorpresa.
- "¿Puedo ayudarle en algo?" –cuestionó con curiosidad una mujer de avanzada edad.
- "Disculpe, ¿Se encuentra Sakura?" –Shaoran se sentía muy confundido.
- "¿Sakura? Lo siento, pero aquí no vive nadie con ese nombre".
- "Está bien, disculpe la molestia".
Shaoran se alejó de la casa cabizbajo mientras escuchaba como la puerta se cerraba lentamente de tras de él.
¿Se habría equivocado de dirección?
Pero si era la misma casa. Sentía que quizá algo había sucedido. Posiblemente... No, no era posible que hubieran muerto ¿O si? No sabía que pensar. Introdujo sus manos a su pantalón en un gesto de cansancio. Fue entonces que sintió en el interior del bolsillo derecho algo que parecía ser de papel.
¡Ahí estaba!
La carta a la que se le había quedado viendo esa noche. El único recuerdo que le quedaba de Sakura. El último correo que le envió su flor de cerezo. Un sobre que jamás tuvo deseos de abrir, por miedo. Miedo a las pesadillas que tenía, le temía a algo horrible que jamás desearía que pasara. Con un extraño presentimiento dentro de sí, Shaoran abrió el sobre descuidadamente. Sacó la hoja que contenía y lo leyó por primera vez, decidido debido a su preocupación.
- "¡¡No puede ser!!"
- "¡¿En dónde está Shaoran?!" -gritaba Lin Yao por toda la casa- "¡Quiero ver a mi Shaoran!!!!"
Los sirvientes de la residencia Li ya se habían resignado a intentar calmarla. Por más que trataran no iban a lograr que dejase de buscar a Shaoran y que pidiera a gritos que le dijeran en dónde se encontraba. Además que ninguno de ellos lo sabía, pues desde la madrugada el joven señor no estaba, nadie lo había visto y era extraño que se fuera así, ya que no era su costumbre. Sobre todo por que cualquier persona que conociera a su prometida sabría que armaría un escándalo como el que se estaba llevando a cabo.
Sólo había una persona en toda la casa que podría saber con certeza a dónde estaba el joven hechicero. No podía hacer nada sin decírselo antes, y si no estaba es seguro que ella se lo había permitido.
Únicamente la señora Li podría saberlo.
La puerta se abrió con brusquedad y Lin Yao entró a los aposentos de la madre de Shaoran mientras ésta se encontraba meditando. Todos en la casa sabían que entrar durante ese lapso estaba estrictamente prohibido, incluyendo a los hijos de la señora, pero Lin Yao no iba a esperar a nadie para saber el lugar en que estaba su prometido.
- "¡Señora!" –irrumpió Lin Yao en el silencio del cuarto- "¡Usted sabe en dónde está Shaoran y quiero que me lo diga ahora mismo!" –exigió la muchacha.
- "Calma, niña, no es necesario exaltarse de esa manera. Mi hijo no se encuentra aquí" –explicó la señora con toda tranquilidad.
- "¡Eso ya lo sé! ¡Lo que yo quiero que me diga es en dónde está!" –continuó.
- "No hables tan fuerte, este lugar no es el apropiado para que grites así. Shaoran se ha ido, y debes esperar su regreso como lo haría una buena esposa. Yo no puedo decirte en dónde está".
Toda la servidumbre se asomaba cautelosa por la puerta observando la plática entre la señora de la casa y la futura esposa de su hijo. Nadie se atrevía a intervenir, ninguno sabía lo que podía suceder entres esas dos personas.
La señora Li era una mujer muy paciente y gentil, pero puede llegar a ser bastante estricta y de vez en cuando dura. Lin Yao era una muchacha jovial y muy amable, pero cuando se trataba del joven amo podría llegar a hacer catástrofes si le era posible.
Nadie deseaba saber lo que ocurriría, pero aun así se mantenían en la puerta.
- "¡Hola a todos!" –escucharon una voz animosa que venía de la entrada de la casa.
- "Señorita Mei Ling, es un gusto saber que ya está de regreso" –Le recibió Wei, quien era el único que no estaba espiando, pues él ya sabía a dónde estaba su amo.
- "Gracias" –sonrió con alegría- ", Quise visitarlos luego de que llegué a mi casa. Shaoran no está ¿Verdad?"
- "Así es" –el anciano se vio algo sorprendido- "¿Cómo lo sabe?"
- "Me llamó, dijo que iba a ir a Jap..."
Pero antes de que Mei Ling pudiera terminar su frase, una enorme estela de humo apareció, y cuando ésta se disipó Lin Yao estaba frente a ella haciendo un gesto de ternura, parecido a la cara de un gato callejero cuando quiere que se le dé de comer.
- "¿Tú sabes dónde está, Mei Ling? Tienes que decírmelo, te lo suplico" –Lin Yao estaba determinada en conseguir la ubicación de Shaoran.
- "Si... bueno..." –Mei Ling no entendía muy bien lo que ocurría- "...Se fue a Japón..."
- "¿De verdad? ¿Pero qué es lo que hace allá?"
- "Pues fue a ver a una persona, se trata de su..."
- "Mei Ling" –interrumpió la señora Li llegando al recibidor- ", por favor ven conmigo".
- "Si, señora. Disculpa, Lin Yao" –Mei Ling fue y siguió a la dueña de la casa.
Lin Yao se quedó pensativa. Dijo Mei Ling que Shaoran fue a Japón a ver a alguien, pero que ella supiera él no conocía a nadie en ese país. Sería algo que ella desconocía, algo que él no le había dicho.
Ahora más que antes, estaba decidida a encontrarlo y no le importaría viajar hasta Japón para verlo. Después de todo, en su mente, ella tenía todo el derecho por ser su prometida. Sin embargo ella no tenía idea de quién era esa persona, ni los motivos de Shaoran para ir a verla, por lo que posiblemente se llevaría una sorpresa.
- "Señorita Lin Yao, realmente creo que sería mejor dejar solo al joven Shaoran".
- "Soy su prometida, Wei" –dijo convencida- "Solamente iré para ver como está y conocer a la persona que fue a ver, luego regresaré".
- "Espero que no haya ningún problema con la señora".
- "Ella no puede prohibirme que vaya a verlo, además no estaré haciendo nada malo. Ahora, Wei, acompáñame a preparar la comida".
- "Está bien, señorita".
El buen señor siguió a la prometida de su joven amo hacía la cocina mientras pensaba en lo que podría ocurrir una vez que encontrase a Shaoran. Como mayordomo que era no tenía tanta autoridad como la señora, pero era su tutor y posiblemente la persona que conocía mejor al joven heredero de la familia Li. Él sabía que la señorita Lin Yao era una persona amable y comprensiva, pero no podía evitar preocuparse por su joven señor.
- "Muy bien, ahora coloca esa carta con tu mano izquierda" –indicó el guardián a su dueña.
La maestra de cartas realizaba las indicaciones del pequeño ser a la vez que este se las repetía, estaba muy concentrada en lo que hacía. Si eso le ayudaría a encontrar a sus viejos amigos haría su mejor esfuerzo y si algo salía mal empezaría de nuevo, aun así se tardara toda la noche, eso a ella no le importaba.
- "Con eso terminamos, ahora repite después de mí" –replicó el muñeco de felpa- "Estas ya no son las cartas Clow, así que tendré que hacer un nuevo conjuro".
- "Sí".
- "Cartas que contienen los poderes de mi estrella, muéstrenme la disposición de la persona que deseo encontrar" –dijo el guardián.
- "Cartas que contienen los poderes de mi estrella, muéstrenme la disposición de la persona que deseo encontrar" –repitió Sakura a su vez.
Las cartas que se encontraban frente a ambos emitieron un brillo rosado durante unos segundos.
- "Ahora debes dar vuelta a las cartas. Pero antes quisiera saber que persona es a la que intentas buscar".
- "Yo... Quiero... encontrar a... Shaoran".
- "¡¿Qué?! ¡¿Al mocoso?!" –exclamó el guardián con un sobresalto- "Pero si él vive en Hong Kong, no servirá de nada".
- "Lo sé, pero es que no dejaba de pensar en él mientras seguía tus instrucciones" –le explicó la antigua Card Captor.
- "Bien, no hay más remedio que ver las cartas" –dijo Kero finalmente con resignación.
La antigua Card Captor volteó todas las cartas y ambos las miraron, Sakura se preguntaba cual podría ser el significado que tendrían. El guardián las analizaba y trataba de recordar lo que solía encontrar en las predicciones que hacía su creador.
- "Mira esta primera carta".
- "Es la tierra".
- "Hm.... Es posible que el mocoso quiera verte".
- "¡¿De verdad?!"
- "Aún no recuerdo bien, pero mejor veamos las otras cartas" –sugirió.
- "Está bien, Kero".
- "Las siguientes cartas describen la situación en que se encuentra la persona buscada".
- "El laberinto, la sombra y el silencio".
- "El laberinto simboliza confusión, la sombra simboliza miedo, el silencio es algo oculto, como un secreto".
- "¡Eso quiere decir que Shaoran se encuentra mal!" –se lamentó la estudiante de preparatoria.
- "Ahora, las siguientes dos cartas describen las posibles razones".
- "El sueño... El regreso..."
- "¿Qué querrán decir esas dos cartas?" –se preguntaba el guardián, aunque tenía una cierta idea pero no estaba muy seguro de ello.
Al ver las cartas, Sakura no pudo evitar preocuparse por cómo se encontraba su antiguo amor. Quizá era algo de su pasado lo que estaba molestándolo, o sea que podía ser posible que fuera ella la razón.
Eso podría explicar que regreso estuviera relacionada con ello, pero no comprendía por que sueño también lo estaba. La confusión en ella hacía que se sintiera más preocupada pues al no saber con exactitud por qué las cosas estaban así sólo podía pensar lo peor, a pesar de que ella nunca había sido así, pero su vida no era la misma que a los diez años y era muy posible que algo terrible pudiera suceder.
- "Shaoran..." –en su mirar había gran preocupación- "Quiero verlo, debo encontrarlo y saber que es lo que le aflige".
- "Mañana podrás pensar mejor en eso, y también proseguiremos con tus otros amigos de la infancia".
- "Si, también quiero saber que ha sido de Tomoyo" –repitió con cierta ansiedad.
El muñeco voló hacia el interruptor de la luz. La oscuridad se hizo presente en la habitación y Sakura se cobijó sobre su cama pensando preocupada. Preguntándose si era posible que ella pudiera ayudar a Shaoran con sus problemas, o si podría encontrarlo si quiera. Ese sentimiento que tenía por él jamás cambiaría, ella nunca pudo olvidarlo ni enamorarse de otra persona, pues siempre estuvo esperándolo.
Ahora ella sentía de alguna manera que podría verlo, aunque todavía no sabía como se daría tal acontecimiento. Sentía una felicidad en su interior por lo menos al saber cómo estaba, al menos así sabía algo de él.
Al darse la vuelta y mirar hacia el escritorio frente a su cama logró distinguir en la oscuridad la silueta de una pequeña figura de felpa que recibió hace algún tiempo. Se trataba de un oso de un tono café oscuro que se hacía casi invisible por la ausencia de luz. Era el oso que él le había regalado a los doce años.
- "Quiero estar contigo..."
Desinteresado y con plena seriedad, entró dentro de la habitación y cerró la puerta tras él, deslizándola hacia su derecha. Todo quedó oscuro, no había luz en el interior de ese cuarto y la puerta de madera de la antigua casa no permitía que esta se colase por ningún lado.
Dudaba de su estado actual. Él sentía su cuerpo perfectamente bien, pero no sabía lo que estaba ocurriendo en el interior de su mente. Se recostó sobre un tendido que había puesto en el duro piso de madera y se puso a pensar.
Lo más factible era que sólo alucinaba, pero había una gran confusión que no era normal en él, y que no recordaba haber experimentado. Pues siempre fue una persona de carácter serio e inamovible, no obstante ella tenía algo...
Sakura Kinomoto es el nombre de la muchacha que lo confundía. No era la clase de confusión que siente uno cuando se enamora. Algo dentro de su subconsciente le indicaba que la chica de ojos verdes estaba relacionada con él, íntimamente.
- "Debe ser ella..." –pensó a la vez que se cubría la cara con su mano derecha.
Posiblemente la chica Kinomoto podría ayudarlo. Ella podría tener el potencial y la habilidad para hacerle revivir su pasado que ha estado enterrado en su interior y que no ha podido recordar. Seguramente ella era la indicada para hacerlo.
Al incorporarse y quedar sentado sobre el tendido en el piso estiró su brazo izquierdo a un lugar cercano en la oscuridad y tomó un objeto de forma cuadrada, con textura suave, pero que se notaba su antigüedad.
- "Tal vez logre saber qué es esto" –Makoto Arikado acarició lo que tenía en sus manos.
Era algo que siempre había tenido con él desde que podía recordar.
- "Toma, puedes quedártelo".
- "Pero es muy valioso para ti".
- "Por eso te lo doy".
De nuevo logró recordar algo.
Esta vez era más claro. Podía escuchar voces, pero las imágenes no mejoraban. Todo giraba en su interior con gran distorsión. Oía voces hablar, ya no entendía lo que decían, el sonido se iba atenuando poco a poco hasta que ya no escuchó nada y las visiones desaparecieron junto con la audición.
Estaba en la misma habitación oscura. Nunca se movió, pero su mente lo llevó a otra parte, algún momento en el pasado que apenas pudo apreciar. Aquello no le explicaba nada, pero al menos se sentía mejor de recordar algo, aunque no supiera de qué se tratase.
El metro se detuvo en la estación y él pudo ver cómo una gran masa de gente ascendía bruscamente. Era de esperarse en una ciudad tan llena de gente ocupada como lo era Tokio. Las personas más apresuradas avanzaban empujando a los otros, a veces lamentaba que hubiera quienes se comportaran de esa manera con quienes los rodean.
Las personas son egoístas. Difícil para él era tener que vivir eso día a día, no tenía a nadie más que a él mismo. Sentía que eso no era realmente lo que quería, pero no había nada que pudiese hacer.
Pasó mucho tiempo desde que se fue de su hogar y se prometió a su propia persona que no volvería hasta conseguir encontrar una respuesta. No había vuelta atrás a su decisión, es decir, de ningún modo podía regresar, aunque fuera lo que más desease en esos momentos.
- "Me pregunto que estará haciendo el monstruo" –pensó en su hermana- ", Seguramente ha crecido mucho".
El tren se detuvo en la siguiente estación y varias personas salieron del transporte a la vez que otras más ingresaban a él de la misma manera que en la estación anterior.
Era bastante estresante tener que estar así, sabiendo que ninguna de las personas podría jamás entender el don nato que él poseía. Aunque desde su adolescencia lo había perdido al brindarle sus poderes al guardián de la luna de las Cartas Clow. Kaho era la única persona que había conocido que lograba comprenderlo, ella y su mejor amigo, Yuki. Debido a su habilidad siempre le había costado trabajo intimar con los demás.
Nuevamente el transporte público se detuvo y la gente ascendía y descendía de él como si ya estuviesen programados para ello.
Ya no podía ver a los espíritus, o al menos ya no tan seguido como cuando era más joven. Rara vez hablaba de ello con alguien, y por lo general cuando lo hacía lo tomaban por loco o simplemente se reían en su cara sin comprender lo real que era.
Miró por las ventanas empapadas con gotas de lluvia casi secas cuando la tonada de su teléfono móvil se dejó escuchar. El hombre suspiró con fastidio y sacó el teléfono de su bolsillo. Siempre tenían que llamarlo en el momento menos indicado ¡Acaso no lo podían dejar en paz!
- "¿Y ahora qué es lo que quieren?" –dijo contestando el teléfono con enfado- "Ah, eres tú Miiko".
- "Señor, sólo llamé para saber si quiere que cambie su cita del Domingo al Lunes" –contestó una voz femenina del otro lado del auricular.
- "Ya te he dicho que no me digas 'Señor', llámame por mi nombre. Y sí, sabes, creo que preferiría cambiarla, pero ¿Por qué ese cambio?"
- "Bueno, Señor..." –la voz parecía un poco nerviosa.
- "Que no me llames señor".
- "Si, este..." –La muchacha se sonrojó, pero para su suerte él no podía verla- "Es que quería invitarlo a cenar a mi casa, si a usted le parece"
- "¿Cenar?" –lo pensó un segundo- "Supongo que está bien, pero ya no me digas señor".
- "De acuerdo, ya no lo haré, Señor".
- "Mm." –gruñó
- "Ay, perdón... Bueno, lo esperaré el Domingo, entonces, adiós".
El celular se apagó y lo guardó de nuevo en su bolsillo. Esa secretaria suya era una mujer muy bella, además de amable y comprensiva. Hacía solo dos meses que la había contratado y desde el primer día había notado que ella le miraba de una manera no muy normal. Al parecer ella sentía algo por él, pero no sabía si sería correcto que estuviera a su lado.
Finalmente el metro se detuvo en otra estación. Esa era su parada, así que tomó su saco, bajo el cual se encontraba su portafolios, éste lo tomó por el mango y salió del vehículo, al pasar bajo las luces de la puerta una placa de color dorado brilló en el maletín, en ella grabado con hermosa letra se leía:
Lic. Touya Kinomoto
Tocó a la puerta y esperó a que alguien abriera. Mientras permanecía parada frente a la entrada observó la forma en que estaba decorado el pasillo, los pisos eran de mármol en un tono grisáceo, las paredes estaban pintadas de blanco al igual que el techo, del cual colgaban pequeñas lámparas con bombillas por cada cinco metros a lo largo del pasillo.
Escucho un rechinido frente a sí.
Abrió la puerta una mujer de más o menos su edad, un poco menor que ella, más bien. Ésta al percatarse de quien la visitaba no titubeó en dejarla pasar haciéndole una seña.
- "Sonomi, no sabes el gusto que me da que hayas venido" –dijo la mujer.
- "Al contrario" –respondió ella- ", me da gusto que me hayas llamado, Asami".
Ya pasaron por el recibidor y se adentraron al apartamento.
Las dos señoras se sentaron en el sofá más grande que había en la sala de estar. Una de ellas, Sonomi, era una mujer madura, con el cabello corto y de color castaño con un ligero tono rojizo que lo hacía ver único; vestía un traje de color rojo carmesí y usaba unas zapatillas con tacones no muy altos de color negro. La otra mujer aparentaba ser más joven que su amiga, su cabello era negro y le llegaba a los hombros, en donde éste formaba una curva hacia arriba; su vestimenta constaba de una blusa blanca y una falda corta de color negro, esa era su ropa de trabajo.
- "Discúlpame, espero que no tengas problemas".
- "Descuida, Industrias Daidouji no caerán si me ausento un poco" –aclaró la empresaria- ", lo que ahora me preocupa eres tú. Quisiera saber por qué fue que me llamaste".
- "Sonomi, eres amiga mía y sé que eres de confianza" –la mujer temblaba- ". Necesito de tu ayuda" –En un gesto de preocupación tomó las manos de su amiga y las colocó entre las dos.
Hubo silencio. La mujer de negocios contempló el rostro de su vieja amiga. La profunda mirada en sus ojos y las lágrimas que comenzaban a brotar de ellos, sabía que no bromeaba. Inmediatamente se dio cuenta de su estado de ánimo, pues esa mirada sólo podían reconocerla quienes habían estado en esa situación, o en una parecida.
Manteniendo la serenidad, se dispuso a hablar.
- "Calma, Asami. Cuéntame qué te ocurre" –le pido amablemente.
- "Pues..." –le soltó las manos, y colocó las suyas sobre sus piernas- "Lo que sucede es que desde que me divorcié no estoy muy segura de lo que siento. Tengo mucho miedo, Sonomi, no sé que hacer, tengo miedo de que mis hijos no vuelvan a confiar en mí, y no sé si pueda sola. Yo sé que esto te sucedió a ti también, tú criaste sola a tu hija... Pero es que yo temo que ellos extrañen a su padre, aunque..."
- "Tienes miedo de que dejen de confiar en ti, pero ¿Cómo quieres que lo hagan si no confías en ti misma?"
- "Lo sé, por eso siempre te he admirado, Sonomi. Tú eres una mujer firme, no te doblegas ante nada, y aun así sigues siendo dulce con quienes aprecias, pero yo siento que no soy tan fuerte como tú" –puso su puño cerrado sobre su pecho como un gesto de autocompasión- ". Es por eso que te llamé, quiero que me apoyes en esta situación por la que estoy atravesando".
- "Claro que te apoyaré, amiga. ¡Recuerda que YO siempre estaré para ayudarte!"
- "¡Muchas gracias, Sonomi!" –dijo la señora Asami abrazando a su invitada- "Es bueno tener amigas como tú".
Las dos mujeres se mantuvieron juntas por unos segundos, luego se separaron.
- "Y dime, ¿Cómo se encuentra tu hija?".
Al oír esto Sonomi bajó su mirada con cierta tristeza.
- "Ella está... Bien..." –suspiró- "...Creo que será mejor que me vaya, se me hará tarde".
- "De acuerdo, amiga. De verdad te agradezco que me hayas escuchado".
Sonomi Daidouji mostró una sonrisa para despedir a su amiga, acto seguido se puso de pie y fue hacia la salida. Al salir, tras cerrar la puerta a sus espaldas se apoyó sobre ésta y miró el suelo por unos momentos, su mirada reflejaba preocupación. Levantando la vista con resignación, pensó:
- "Ella está bien, pero me gustaría volver a verla sonreír".
Notas del Autor: Por fin pude terminar de escribir el tercer capítulo. Pienso que no me quedó tan bien como yo hubiera querido así que es posible que lo edite o algo. De cualquier forma, como podrán ver ya aparecieron algunos personajes que andaban desaparecidos, por así decirlo. Al parecer Sakura está muy preocupada, esperemos que su preocupación no dure mucho, aunque soy yo el que decidirá eso xD. Makoto Arikado, ese chico está cada vez más conciente de lo que le sucede y puede que encuentre algo sobre Sakura. Ahora sí, ya puse al hermano de Sakura; lamento no haber mencionado nada de él desde antes, pero no lo creí necesario, y bueno, nunca pasó por mi mente que estuviera con Yukito, eso sería demasiado sencillo y no sería emocionante para la historia. La mamá de Tomoyo como se dieron cuenta es amiga de esa señora. Espero que les esté gustando el Fic, intentaré continuar lo más pronto posible.
Ya saben, comentarios, quejas (quizás tengan muchas) y sugerencias a ... No bromeo ò-ó
Adelanto del siguiente capítulo:
¡Seguimos encontrando a los personajes perdidos!... La preocupación de Sakura va en aumento, aunque es posible que algo la tranquilice. Lin Yao compra un boleto y sale rumbo a Japón, Shaoran no sabe de esto y está muy preocupado por encontrar a Sakura. Por otra parte Touya intenta seguir con su vida normal, pero se da cuenta de que algo la está afectando, Makoto intenta averiguar más sobre Sakura mientras que Sonomi recibe una noticia que no sabe si tomar como buena o mala.
Capítulo IV "Sucesos inesperados"
