Lágrimas de Ángel
Capítulo IV
"Sucesos inesperados"
- "Por favor, despierte".
Intentaba sin mucho éxito hacer que despertase al moverla mientras ella permanecía sumergida dentro de sus sueños. Mei Ling no parecía querer despertar, pero Wei tenía que decirle a alguien lo que había sucedido y pensó que ella sería la persona más indicada.
- "Señorita Mei Ling, necesito decirle algo" –continuaba con sus esfuerzos.
La muchacha china lentamente entre abrió sus grandes ojos carmesí. Con una mirada cansada en ellos miró al anciano que se encontraba a un lado suyo. El hombre permaneció tranquilo como siempre, pues no era el tipo de personas que se exaltan fácilmente.
Mei Ling tenía aún sueño, pues no había descansado mucho y el que alguien la despertara justo a mitad de su estado de recuperación provocaba que se sintiera más cansada. Y más le hubiera gustado quedarse dormida, por que estaba soñando con una persona que ella apreciaba mucho desde que era una niña. Verdaderamente siempre sintió algo por él pero tuvo que darse por vencida ante su amiga japonesa.
Cuando Shaoran fue elegido como el líder de la familia Li a la temprana edad de dieciséis años supo que no tendría tiempo para atender como debía a un noviazgo de distancia. Pero él no iba a abandonar a Sakura aunque tuviera tales responsabilidades, sin embargo por alguna razón fue perdiendo interés, ella lo notó. Por poco tiempo pensó que había esperanzas para ella, aunque seguía pensando que él debía estar con Kinomoto; fue entonces cuando llegó Lin Yao.
Wei observó a la antigua prometida de su amo mientras esta mantenía un semblante pensativo, aunque seguía con los párpados medio cerrados y casi a punto de caer dormida. Sabía que la señorita Mei Ling estaba cansada, pero no había otra persona a la que pudiera decírselo sin tanta preocupación.
- "Señorita Mei Ling"
- "¿Si?" –respondió ella sonriente.
- "La señorita Lin Yao se ha marchado, no está en su habitación".
Mei Ling entonces comprendió lo que le explicaba el viejo mayordomo de la familia. Él quería que intentara detenerla, ya que seguramente Lin Yao iría a Japón para encontrar a Shaoran.
- "¿Qué? Bien, creo entender, será mejor salir ahora".
- "Eso no será necesario" –una firme voz de mujer se hizo presente.
La madre de Shaoran había entrado a la habitación de su sobrina. Ella ya estaba enterada de lo que sucedía, pues sus poderes, aunque no los mostrara a menudo, eran grandes y podía sentir la presencia de Lin Yao, por lo que no tardó en percatarse de la ausencia de la prometida de su heredero.
Su hijo le había pedido que no le dijera que se había ido a Japón, y no lo hizo, pero no tenía contemplado que Mei Ling arribara el mismo día en que él se había ausentado. Ya le había explicado que no le dijera a Lin Yao, pero fue demasiado tarde, aunque después ya no le dijo ningún detalle, ella ya sabía que Shaoran había ido a Japón.
- "Será inevitable que Lin Yao llegue a donde está Shaoran" –dijo a manera de afirmación- "Además que ella no tiene familiares, es la última de la familia Su".
- "Ya veo, entonces, no podemos decirle a nadie" -Mei Ling logró comprender lo que decía la señora Li- "Solo podemos dejar que se encuentren y esperar lo mejor".
- "Pero, señora…" –Wei no podía cuestionar a la madre de Shaoran, aun así, tenía sus dudas.
- "Shaoran no tendrá problemas, recuerda que asumió la responsabilidad de ser el jefe de la familia a muy corta edad. Y aunque todavía no es un adulto completamente maduro, sabe lo que hace".
- "Comprendo, señora".
La mujer de largísimo cabello color negro cerró los ojos por un segundo, como si meditase lo que podría esperar sucediera con su único hijo varón. Debía dejar que arreglase él solo sus problemas, pero como cualquier madre tenía mucho pendiente, sin embargo la responsabilidad como la mayor autoridad de la familia Li estaba primero. De ella dependía ver por el bien del clan y de su continuidad en Oriente.
Mei Ling volvió a dormir inmediatamente mientras el mayordomo y la señora la dejaban sola abordar el crucero hacia el país de los sueños. Mientras, por su mente cruzaba la preocupación. Intentando a duras penas no pensar en el bienestar de su primo, logró conciliar el sueño tranquilamente.
- "Es obvio que no podré estar con él" –reflexionó con desánimo.
El telón se cerró, pero aun se podían escuchar los aplausos de las personas que habían asistido al teatro. Por fin pudo descansar después de estar frente a miles de miradas atentas que se le clavaban como dagas. Cada noche era lo mismo, siempre mostraba su encantadora voz a una gran cantidad de personas, pero a pesar de tener tantos admiradores no podía evitar sentirse sola en medio de aquel enorme escenario.
Caminó hacia la salida más cercana con la vista baja mientras los miembros del staff la miraban. Algunos con admiración, otros sólo de reojo y algunos más, en especial los del sexo opuesto, le lanzaban miradas bastante perturbadoras y desvergonzadas, algo que realmente la hacían sentir mal.
Continuó con su trayecto hasta llegar a su camerino.
El espejo rodeado de bombillas reflejaba su hermoso cuerpo que recién entró cubierto con un hermoso vestido color beige. Caminó hacia éste y miró su rostro reflejado, el mismo que hace unos momentos en el escenario parecía lleno de felicidad ahora denotaba una profunda tristeza, algo que nunca experimentó en su niñez.
Deshizo los listones azules que sujetaban en una coleta su oscura y larga cabellera, dejándola caer majestuosamente sobre sus hombros, que ya no soportaban la tensión que le provocaba su vida.
Quizá se tomaría unas vacaciones para poder pensar mejor, no soportaba más estar ahí, quería liberarse. Rápidamente se mudó de vestuario a uno más casual, una blusa rosa pálido, combinada una falda corta color café claro y unas botas café oscuro; tomó su bolso y su gabardina para luego salir del camerino hacía la salida del edificio.
Afuera ya la esperaban un grupo de cinco mujeres vestidas completamente de negro, cada una de ellas llevaba anteojos oscuros. Todas hicieron una reverencia al verla y una de ellas abrió la puerta de la limusina que sería su transporte. Al caminar hacía el lujoso automóvil miró a la mujer que tenía más cercana.
- "Quiero que llamen a mi madre, díganle que iré a visitarla" –le pidió amablemente.
- "Si, señorita" –respondió.
La bella chica de cabello oscuro abordó su transporte. La mujer que mantenía la puerta abierta cerró con cuidado y abordó al asiento del piloto. Las demás se subieron a las limusinas que se encontraban frente y tras la suya. Ya que se pusieron en marcha la chica miró la entrada del teatro en el que había cantado, y un empleado nocturno retirando las letras del anuncio principal.
"Mádison Taylor stasera(1)" se leía.
- "Esa no soy yo…" –pensó para sí.
No quería estar sola. Haberse ido de Japón y cambiarse de nombre. Realmente le hacía falta estar de nuevo allá y recordar a la niña de ojos verdes a quien quiso más que a nadie.
La chica oprimió un botón con el que se abrió un compartimiento donde había una pequeña caja, la abrió con extremo cuidado, pues significaba mucho para ella. En su interior había una goma de borrar en forma de conejito, la tomó entre sus manos y sujetándola con gran cariño cerró los ojos.
- "Sakura-chan…"
La flecha voló a toda velocidad y dio justo en medio del blanco. Los aplausos de admiración se dejaron escuchar mientras ella se relajaba luego de haber tirado. Estaba muy tensa, pero por suerte logró acertar. Sakura dio un suspiro, recogió su larga cabellera castaña con la mano izquierda y regresó a donde estaban los demás.
- "Qué suerte, le di" –pensó aliviada mientras se sentaba sobre sus rodillas, esperando a que la instructora hiciera pasar a otra persona.
- "Muy bien, ahora, Hitayama".
Una chica de largo cabello rubio pálido, de tono un poco oscuro y sujetada en un nudo se puso de pie y avanzó hacia el frente con un arco y una flecha, ambos en la mano izquierda. Sus ojos azules tenían una mirada seria y a la vez tranquila. Se colocó en posición y se preparaba para disparar a la vez que recitaba algo en voz baja:
- "Primero, Relajar el cuerpo y separar la tierra del cielo…"
- "¿Hoe?" –La maestra de cartas se sintió confundida- "Disculpe, instructora Suenami".
La muchacha rubia comenzó a jalar la flecha hacia atrás provocando que se estirara al arco, continuaba murmurando.
- "…Segundo, calmar la mente y respirar profundamente…"
- "¿Qué sucede, señorita Kinomoto?"
- "¿Quién es esa chica que acaba de pasar?" –preguntó Sakura.
- "…Tercero, centrar tus sentidos en la distancia… Lejos, muy lejos…"
- "Su nombre es Chitose Hitayama" –le respondió al ver su lista- "Según parece viene de Kyoto".
- "Ah, ya veo" –Observó Sakura a la chica- "Se ve que tiene mucha confianza" –dedujo, al observar su seria mirada, fija en el blanco.
- "…Cuarto, no apuntes a la diana… Conviértete en una con la diana".
Soltó la flecha rápidamente y ésta salió disparada. Todos se sorprendieron, algunos se pusieron de pie, al ver lo que acababa de suceder: Su flecha atravesó y partió por la mitad la flecha que la antigua card captor había lanzado previamente.
- "Increíble" –pensó Sakura mirando anonadada a la nueva chica.
La muchacha de mirada azul se recogió un mechón de cabello que movió el viento provocado por la flecha al momento de soltarla, dio un suspiro de tranquilidad y se dio la vuelta sonriendo, a la vez que sujetaba el arco con sus dos manos al nivel de la cintura. Inmediatamente se escucharon los aplausos.
- "Muy bien señorita Hitayama, parece que usted tiene una puntería tan buena como la de Kinomoto".
Los aplausos terminaron.
- "Gracias instructora" –hizo una reverencia y caminó hacia el grupo.
- "Bien muchachos, por hoy hemos terminado".
La chica nueva pasó junto a Sakura, ésta se puso de pie y contemplo a la rubia que se dirigía a los vestidores, ella también debía ir para allá. En ese preciso lugar, mientras tanto, alguien meditaba en la mochila de Sakura dentro de uno de los casilleros.
- "Me pregunto si podremos encontrar al mocoso" –dijo una vocecilla con tono de preocupación- "Últimamente he estado sintiendo muchas presencias extrañas en la ciudad, quizá haya un peligro que se está acercando, por eso le pedí que me trajera con ella a su práctica de arquería, por si sucede algo. Si esto es cierto encontrar al mocoso sería de ayuda, aunque por otro lado puede que él sea la causa de ellos; siendo así no creo que debamos involucrarnos, pero Sakura está muy triste y sé que al encontrarlo se pondrá feliz, aun así…" –inclinó la cabeza un momento- "Además Yue no está con nosotros, y el chico Eriol está en Inglaterra seguramente. Sé que solo es una suposición mía, pero no quiero pensar en que Sakura se enfrente sola contra algo desconocido, sobre todo por que ha estado muy deprimida… El poder de la magia viene del corazón y si ella se siente infeliz es probable que no pueda utilizar de la mejor manera sus poderes…" –dio un suspiro- "…Mm, realmente me preocupa Sakura… De cualquier forma, creo que ya debe ser hora de que vuelva".
El muñeco asomó sus ojos por las pequeñas rendijas del locker y miró si no venía alguien, parecía que todo estaba solo. Entonces sintió una notoria presencia, un flujo de energía bastante fuerte que podía sentirlo, era maligno.
Unos pasos se escucharon por el pasillo y un muchacho de cabellos grises entró en territorio prohibido. Dio unos pasos sigilosamente y se acercó precisamente al casillero donde se encontraba el muñeco amarillo. Extendió su mano sobre la cerradura y esta se abrió por si sola.
- "¿Será él?" –El guardián se asustó, podría enfrentarlo pero eso causaría un alboroto, además que no podía adquirir su verdadera forma en un lugar tan reducido.
El extraño abrió el casillero y encontró la mochila de Sakura, no le pareció bastante llamativa era simplemente eso: una mochila.
- "Debe haber algo aquí que me ayuda a saber quién es ella en realidad" –se dijo murmurando en un tono casi inaudible.
Tomó la mochila e iba a abrirla pero se detuvo. Escuchó los pasos de alguien que se acercaba y no tuvo más remedio, regresó la mochila a donde estaba, cerró el casillero y asombrosamente dio un salto, saliendo por la ventana rápidamente sin dejar evidencia de que estuvo ahí.
Una chica entró y abrió uno de los casilleros, luego llegó Sakura.
- "Hola, tú eres quien disparó antes de mí, ¿verdad?" –saludó la nueva a la recién llegada.
- "Ah, sí. Mi nombre es Sakura Kinomoto, mucho gusto" –se inclinó para saludarla.
- "Igualmente, yo soy Chitose Hitayama" –le correspondió el saludo.
- "¡Me parece que eres muy buena con el arco y la flecha!"
- "Bueno, sí… es que en mi antigua casa en Kyoto solía tomar clases de Kyuudo(2)".
- "Ah, ya veo".
Otras chicas comenzaron a llegar.
- "Si no te molesta, ¿Puedo llamarte Sakura?" –le pidió.
- "Claro que puedes" –le respondió con una sonrisa.
- "Gracias, tú también puedes llamarme por mi nombre".
El muñeco escuchó el diálogo entre su dueña y la otra. No sabía de quien se trataba pero parecía que había ayudado a animarla y ahora sonaba muy alegre, así que pensó mejor no decirle nada del sujeto que entró momentos antes. A pesar de que estuviera preocupado era mejor para Sakura estar tranquila. De todas maneras no podía hablarle mientras estaba en ese lugar rodeado de personas.
Las dos nuevas amigas siguieron platicando.
Afuera alguien las miraba por la pequeña y alta ventana del vestidor de chicas. No le quitaba la mirada de encima a la maestra de cartas. Todavía tenía que encontrar la verdad y no se iba a dar por vencido.
- "No puedo dejarte, yo prometí protegerte".
- "Tu parte en esto ya acabó, no podemos más estar juntos. Es el destino".
- "El destino no siempre es el que uno piensa, nosotros podemos cambiarlo".
- "Tal vez…Tengas razón…Pero no puedo dejar que tú vayas también…"
- "Otra vez… otra vez lo estoy viendo" –se dijo a sí mismo- "Esta vez pude escucharlo con más claridad, eran las mismas voces que la vez anterior, pero estoy seguro… estoy seguro que esa era su voz… la voz de ella" –miró a la joven que tenía en su mente…
Observó por la ventana y la vio en ropa interior, esto provocó que se sonrojara y perdiera el equilibrio cayendo desde la rama del árbol sobre el que estaba sentado y se escuchó como cayó sobre los arbustos que había abajo. Las chicas del vestidor se preguntaron que había sucedido.
- "¿Escucharon eso?" –dijo una de ellas.
- "Será mejor ir a ver" –sugirió otra.
- "¡Rayos!... Creo que será mejor irme de aquí, no vayan a pensar que soy un pervertido" –el muchacho salió del arbusto sin limpiarse la ropa y corrió a toda velocidad mientras pensaba- "Cada vez parece que logro recordar más cosas, pero aun no sé que sucede, así que será mejor seguir investigando a esa chica Kinomoto".
Cruzado de brazos y recargado sobre una pared se encontraba él dentro del elevador, con la cabeza inclinada, mientras éste ascendía al último nivel del edificio.
Alzó su mirada por un momento y miró de reojo el número que cambiaba sobre la puerta del ascensor. Regresó a contemplar el suelo con un semblante pensativo, dejaba deducir que se sentía bastante perturbado por estar ahí en ese momento.
Nunca supo lo que había sucedido con ella, jamás abrió la carta hasta hace sólo un día. Antes no quiso hacerlo por miedo a algo que él creyó podría suceder y que de hecho aún le atemorizaba bastante con solo pensarlo. Esa había sido su última carta antes de que dejara de escribirle.
Antes de olvidarla…
Miró de nuevo sobre la puerta y el número seguía cambiando, cada vez se acercaba más al piso al que quería llegar.
Pensar que todo fue por eso. Perdió todo contacto con ella y prefirió no saber nada más, él pensaba haberlo hecho por su propia seguridad, pero realmente era para poder calmar la confusión en su interior. Tal confusión como la que tiene una persona cuando se encuentra víctima del pánico. Eso lo detuvo por tanto tiempo, y ahora se encontraba dentro de un ascensor rumbo a la actual residencia de su primer amor.
Salió con una prisa notoria, según lo decía la carta que no abrió estaba en el último piso, en el apartamento quinientos sesenta y nueve. A como indicaba el patrón sobre las puertas de los apartamentos, parecía que el que buscaba se encontraba al dar vuelta por el pasillo.
Llegando a donde debería girar, Shaoran advirtió una presencia que había cerca, al parecer justo después de la esquina. Cautelosamente asomó su cabeza de tal manera que no pudiesen verlo. No se trataba de su hermano ni de su padre, ni nadie que él conociera.
Era más bien un muchacho de apariencia imponente, con el cabello de un tono grisáceo claro, casi blanco. Parecía estar revisando la puerta frente a la que se encontraba, pasaba su mano por encima de ella como si quisiera encontrar rastros de alguna presencia, quería saber si la que sintió antes de llegar a Tokyo era la misma que posiblemente encontraría ahí.
Shaoran vigilaba sin dejarse ver por el extraño al mismo tiempo que éste continuaba examinando.
Parecía muy centrado en lo que hacía pero repentinamente detuvo en seco el movimiento de su mano, parecía haber sentido algo y comenzó a virar su cabeza como si supiera que alguien lo espiaba. Shaoran dejó de mirarlo para colocarse a un lado de la esquina pegando su espalda al muro, fuera de la vista de ese sujeto.
- "¿Quién es él?" –se preguntaba en su mente.
Volvió a echar un vistazo y el desconocido había desaparecido, al igual que la presencia que lo rodeaba. En un principio pensó en quedarse un momento más a ver que sucedía, pero ya no podía esperar a ver a su flor de cerezo.
Se acercó a dónde aquella persona estaba parada antes de desaparecer de su vista y casualmente era el apartamento en el que, según había leído, ahora vivía Sakura. Pasó por su cabeza que tal vez él era un amigo suyo, pero no le parecía factible ya que su apariencia era bastante sospechosa a pesar de aparentar tener aproximadamente la misma edad que Sakura tendría en ese momento.
De cualquier manera, ya estaba él ahí. Tenía que verla nuevamente y confesarle todo lo que le había pasado después de esa última carta que recibió. Se acercó a la puerta anteriormente revisada por el muchacho de cabello gris, extendió su dedo y acercaba su mano al botón del timbre cuando vio un repentino flash.
No había sonido alguno a excepción de aquel agudo que se percibe cuando uno se queda momentáneamente sordo. Lo que veía era su mano derecha empuñando una espada empañada con la sangre de alguien mientras con su brazo izquierdo sujetaba a la persona a quien pertenecía ese fluido.
De nuevo vio un flash y regresó a la realidad en un segundo, su respiración se había perdido y sus ojos se estaban en blanco, como si hubiese experimentado o visto algo horripilante que le cortara la respiración y lo dejara sin palabra alguna que poder decir, en un estado de parálisis momentánea.
No pudo más que retroceder mientras intentaba tomar una bocanada de aire a duras penas, se sostuvo con la mano derecha sobre el barandal. Era esa pesadilla de nuevo, aquello que le congelaba el alma y que hacía que un escalofrío recorriera su columna, provocando una sensación de pavor absoluto, algo que no podía soportar ni con todas sus fuerzas.
- "A-ah--ah…" –intentaba articular palabra vanamente.
Sentía una presencia, una bastante maligna que se encontraba enfocada hacia él, como si alguien hubiera causado que viera esas imágenes justo en ese momento. Jamás le había sucedido durante el día, eso solo lo veía en sus sueños, solo cuando dormía, y siempre despertaba desesperado para encontrarse nuevamente en su alcoba. Pero ahora le sucedió estando despierto ¿Por qué?.
El sol que descendía sobre el horizonte iluminó su rostro, el viento sopló jugando con su castaña cabellera y se sintió un poco mejor, contemplo el cielo naranja de la tarde y se permitió dar un largo suspiro.
Entonces escuchó como el elevador se detenía en ese piso con el timbrecillo que este emitió al momento de pararse. Pudo sentir una presencia conocida… Era ella, Sakura se acercaba y él apenas se recuperaba de su trance.
No podía dejar que la viera ahí, lo que vio momentos antes le quitó las ganas de verla y corrió en la dirección contraria a aquella de donde se escuchaban los pasos de ella, saltó una rejilla no muy alta y comenzó a descender desesperadamente por las escaleras para incendios. Sakura dio vuelta.
- "¿Hoe?" –hizo un gesto de duda- "Qué raro que alguien utilice las escaleras de emergencia" –dijo mientras escuchaba pasos golpear sobre las escaleras metálicas.
- "Tal vez hubo una falsa alarma" –dijo un ser amarillo que emergía de la mochila de la antigua card captor.
- "Pero entonces habría sonado en todo el edificio, así es como funciona" –explicó segura de lo que decía.
- "¡Como sea!, tal vez fue algún loco que andaba por aquí".
- "Puede que tengas razón. Bueno, mejor ya hay que entrar".
La maestra de cartas sacó sus llaves e introdujo la de la puerta en el cerrojo.
Mientras, un chico misterioso observaba desde las sombras cuando ella entraba a su hogar. Sakura cerró la puerta de tras suyo y el muchacho salió de su escondite, se acercó al barandal y miró hacia abajo pudiendo ver al joven Chino llegar hasta el suelo y correr tratando de alejarse desesperadamente de ahí.
Con una mirada seria dio la media vuelta y comenzó a caminar por el pasillo.
- "Esto puede complicar las cosas" –pensó, refiriéndose a Shaoran.
Dejando los documentos por un lado se recargó sobre el respaldo de la silla sobre la que estaba sentado y se frotó los ojos con las yemas de los dedos pulgar e índice de su mano izquierda, a la vez que dejaba caer al suelo la pluma que sujetaba con la derecha.
No había dormido en toda la noche por el pendiente de tener que terminar ese trabajo para un empresario muy reconocido, y a pesar que sabía la importancia de su profesión no podía evitar sentirse desalentado y no tener el entusiasmo para hacerlo. Esa era la ocupación que él eligió, así que debía ser responsable, pero los últimos sucesos ocurridos en su vida realmente lo deprimían, pese a que ella le hizo prometer.....
De vez en cuando se preguntaba cual hubiera sido la razón para que sucediera algo así, él siempre le decía que debía cuidarse pero ella actuaba como si todo estuviera bien sabiendo a que ambos conocían su enfermedad. Ella había sido la mujer más amable que había conocido; siempre con tal de que no se preocupase siempre mostraba una dulce sonrisa, aquella que siempre lo alegraba.
Como le hubiera gustado estar ahí en el momento de su partida.
- "¿Por qué sigues pensando en lo mismo?"
- "…Por que yo… La extraño…"
No hubo respuesta.
- "¿Qué fue eso?" –dudó- "¿Acaso estoy alucinando? Podría jurar haber escuchado una voz dentro de mi cabeza".
Permaneció en silencio.
¿Era posible que se estuviera volviendo loco? No le parecía probable, pero la posibilidad no desaparecía. Quizá sería producto del estrés. Esa era la mejor explicación que podía encontrar, claro que estaba cansado y por demás deprimido debido a la pérdida que tuvo.
Se puso de pie con un pequeño esfuerzo y salió de la oficina en dirección a su dormitorio, de ahí fue al baño que tenía adjunto. Adentro se observó en el espejo grande sobre el lavabo, ella lo había comprado, le gustaban de ese tamaño; retiró sus anteojos y pasó su mano derecha sobre su grisáceo y corto cabello, se miró de nuevo.
La imagen de otra persona se reflejó frente a él por un segundo.
- "¡Cielos!" –se sorprendió- "Tal vez deba ver a un doctor, creo que estoy empezando a tener visiones".
Él se sentía sano y no creía que la muerte de Kumiko le hubiese afectado. Pero ¿Qué había sido eso? Le pareció algo raro, aún así, extrañamente familiar. Parecía reconocer esa figura, era como la que veía de vez en cuando en sus sueños.
Pensaba en ello a la vez que se aseaba, alistándose para ir a la cama. Terminó de lavar sus dientes y salió del baño, se puso una pijama color azul cielo, se recostó y se arropó. Por un momento contempló el espacio vacío del otro lado del colchón tamaño matrimonial sobre el que descansaba.
- "De verdad te extraño, pero… ¿Qué será lo que me sucede?"
Ya habiendo puesto el seguro a la puerta y asegurado el volante con un bastón activó la alarma de su automóvil. Tomó el control remoto correspondiente a dicha función y lo introdujo al interior del bolsillo derecho del pantalón de vestir azul que llevaba puesto. Además de eso estaba vestido con una camisa completamente blanca, como recién limpiada, y una corbata azul marino. Esa combinación la usaba muy a menudo, ya que le provocaba cierta nostalgia el vestirse tan parecido a como cuando asistía a la preparatoria.
Caminó cómodamente sobre sus zapatos negros hacia la puerta principal de un edificio cercano.
Entró bruscamente, pero no había por ninguna parte alguien que pudiera molestarse con eso, ya que difícilmente la gente se paraba por ese lugar. Además de su oficina, en la cual nunca se encontraba él mucho tiempo, había tres locales más. Uno de ellos, el primero del piso de abajo, estaba desocupado y completamente vacío a excepción de un sofá de bastante antigüedad que, por alguna, razón nadie lo ha querido mover de su sitio y nadie ha querido tampoco alquilar ese local, hay quienes dicen que ahí hay fantasmas pero él no podría saberlo ya que hacía mucho tiempo que había perdido su 'don'.
Otro de los locales, el que se encontraba junto al primero, era alquilado por una persona que se encarga de vender quien sabe qué cosa, pero sólo utiliza el lugar como una bodega. Y el otro que quedaba, en el segundo piso junto a su oficina, era el consultorio de un psicólogo no muy conocido por la gente, ya que tenía pocos pacientes que posiblemente sólo acudieron a él por recomendación de amigos suyos.
Se dirigió a las escaleras y subió a la segundo planta, donde estaba su oficina junto a la del médico mental. Pasó sin poner mucha atención a la puerta donde se leía: "Dr. Arikatsu Nataga".
Tomó su llavero e introdujo una de las llaves en el cerrojo de la puerta de cristal de su oficina.
Entró, cerró la puerta y encendió la luz. Todo estaba en orden, no había nada fuera de lo común o eso le pareció antes de ver una pequeña bolsa que posaba sobre el escritorio de su secretaria junto a una nota.
"Espero que le gusten mis galletas :D"
Su semblante cambió a una expresión tranquila y compasiva, como la de un padre cuando ve algo que ha hecho su hijo.
Esa chica parecía que tenía un gran interés en él, aunque pensaba que a veces exageraba con ciertos detalles como el que acababa de encontrar. Por alguna razón ella siempre se ponía nerviosa cuando hablaba con él sobre asuntos no relativos al trabajo, algo que le parecía muy inocente y que le recordaba a su hermana menor de cierta manera.
Tomó una galleta y la comió con gusto.
Esa chica tenía ciertamente una gran habilidad para la cocina, tratase del platillo que se tratase. Casi podría apostar que sería capaz de cocinar todo un banquete de bodas, incluyendo el pastel y aun poder continuar, cosa que le recordaba a su antiguo compañero de la preparatoria que solía siempre comer en grandes cantidades sin importar lo que fuera.
Tomó otra galleta y la introdujo en su boca, deleitándose con su cremosa consistencia. Cerró la bolsa y tomó la nota que le habían dejado, la introdujo en su bolsillo izquierdo y acto seguido se dirigió al teléfono que se encontraba junto a un aparato con una luz roja que parpadeaba continuamente.
Oprimió uno de los botones y una cinta empezó a correr.
"Usted tiene: dos mensajes sin escuchar…"
A veces le resultaba bastante molesto tener que escuchar a los mensajes de la contestadora pero no le quedaba nada más que hacer. Tuvo que ir a dormir a la oficina, ya que su apartamento estaba siendo desalojado debido a ciertas sucesos extrañas que pasaban últimamente y que la gente pensaba eran muy inusuales. Se supone que ese era un lugar muy tranquilo. él no quería que sucedieran cosas raras, pero estas parecían seguirlo a donde fuera.
Ya se había mudado siete veces, cuatro en los últimos tres meses. Eso le daba mala espina, como si algo estuviese a punto de suceder. De cualquier forma, no tenía tiempo para pensar en eso.
"Mensaje número uno:
¿Hola? ¿Señor?... Oh, lo siento, um… señor Touya, sólo quería saber a qué hora quiere venir a cenar y qué le gustaría que le preparara. Por favor llámeme mañana, Señor… Ay, perdón… E-esperaré su llamada.
Fin del mensaje".
- "Esta secretaria mía, como me gustaría que dejara de llamarme 'Señor'" –dijo en sus pensamientos.
"Mensaje número dos:
Disculpe, creo que marqué el número equivocado, perdón…
Fin del mensaje"
- "Otro…" –se dijo- "Cuando dejarán de confundirlo…"
Sucedía que el número telefónico del doctor que alquilaba junto tenía una diferencia de un dígito con el de su oficina y frecuentemente llamaban equivocadamente.
- "Bueno, parece que no es nada de importancia"
Pasó a su despacho, encendió la luz y apagó la de la sala de espera. Se sentó sobre un sillón negro de apariencia bastante cómoda, se quitó los zapatos y se aflojó la corbata, dio un suspiro y miró hacia el vacío en el suelo.
Frente a él cayó una pluma luminescente que se desvaneció al contacto con el piso. Se talló los ojos un poco.
- "¿Una ilusión…?" -Se recostó sobre el sillón colocando sus manos detrás de su cabeza- "Desearía que no lo fuera…"
Cerró los ojos lentamente, y justo antes de que pudiera conciliar el sueño creyó sentir una mano cálida que acariciaba su frente.
- "Mamá…"
Sonomi Daidouji estaba bastante nerviosa, algo confundida a decir verdad. Recién había recibido una llamada, en la que le dijeron que su hija iría a visitarla. Fue esa misma tarde cuando la llamaron, según lo cual, de acuerdo a la diferencia horaria, habían llamado justo a las once de la noche(3).
- "La última vez que la vi, aunque no lo aparentaba, noté que estaba muy triste… Casi no sonreía y se notaba en sus ojos una gran soledad"
Recordaba a la perfección el rostro melancólico de su única hija en su última visita a su casa en Roma. Ella quería más que nada en el mundo poder ayudarla a superar ese estado tan depresivo en el que se encontraba, pero Tomoyo se negaba a recibir ayuda diciendo que no tenía ningún problema y que todo marchaba a la perfección cada vez que se la ofrecía.
Sin embargo una madre puede notar con facilidad el estado en que se encuentran sus hijos, y Sonomi podía percatarse de lo que ella sentía.
Según lo que le habían dicho parecía que llegaría a Japón a la mañana del día siguiente.
La señora Daidouji podía sentir una mezcla de sentimientos en su interior, por un lado le daba gusto que su hija fuera a visitarla, pero por otro no le gustaría verla con la misma cara triste que le mostró hace un tiempo. Pero claro, ella la recibiría con los brazos abiertos, sólo que esta vez haría todo lo posible por animarla.
Notas del Autor: Muajajaja… Ya creyeron que había abandonado la historia ¿Verdad?, eso jamás. Vaya que me tarde bastante con este capítulo pero supongo que no puedo hacer nada al respecto, es que no se me ocurría ninguna idea que me convenciera, pero ahora sí ya está listo. Ahora bien, ¿que les pareció? Como ven Lin Yao no se deja intimidar y está decidida a estar con Shaoran; Vaya sorpresa que Tomoyo ahora es cantante, es que su voz es divina ., lo malo que está muy deprimida pero eso cambiará. Qué tal la nueva amiga de Sakura, Chitose, por fin alguien pudo animarla un poco… ¡No! Makoto no es un pervertido, es sólo que está muy empeñado en encontrar la relación de Sakura con sus repentinas retrospectivas. Shaoran parece estar muy asustado de ver a Sakura, quién sabe por qué, bueno yo si sé, pero no les voy a decir xD. Supongo que ya saben, o se darán una idea de quién es el de las visiones. Touya por el momento parece tener ciertos problemas con su vida como se habrán dado cuenta; y Sonomi tiene conflictos con la visita de Tomoyo. Como sea, esto va a seguir adelante, así que sigan leyendo.
Ya saben, comentarios, quejas o sugerencias mándenmelas a mi dirección , o escríbanme aquí…
Aclaraciones:
(1) "Mádison Taylor stasera" en italiano "Esta noche Mádison Taylor".
(2) "Kyuudo" es un arte antiguo japonés poco conocido en el que se utilizan el arco y la flecha. A diferencia de la arquería convencional, el Kyuudo consiste típicamente en un ritual en el que el arquero se quita el kimono de encima del hombro, cuidadosamente saca una flecha y realiza otros movimientos antes de efectuar el tiro; en Kyuudo es necesario tener un apropiado estado de la mente.
(3) "según la diferencia horaria habían llamado justo a las once de la noche" Entre Italia y Japón hay 10 horas de diferencia; cuando en Japón es la una, en Italia son las once.
Adelanto del siguiente capítulo:
Es Domingo y Sakura está ahora mejor, saldrá a divertirse con su nueva amiga y se llevará más de una sorpresa. Tomoyo llegó a Japón, pero decide tomar un pequeño desvío antes de llegar con Sonomi, entonces se encontrará por primera vez con una persona. Shaoran analiza sus sentimientos sin poder llegar a una decisión antes de su encuentro con Sakura mientras que Lin Yao lo busca desesperada. Makoto intenta por un momento olvidarse de sus problemas, con música; mientras, Touya se encuentra con un viejo conocido y Miiko le confiesa sus sentimientos, sólo para quedarse sin una respuesta.
Capítulo V "Domingo de sorpresas"
