Escrito por LitteLotte
Monsieur Moncharmin, con el rostro blanquecino por el encuentro fantasmagórico acaecido instantes antes, y monsieur Firmin, cuyo sentido de la alerta comenzaba a mostrarse, ascendieron por la gran escalera tras la estela de Madame Giry, la cual ya se había internado en el interior de la Ópera parisina.
Los directores cruzaron rápidamente la nave de la Gran Escalera, observándola a duras penas , pues el paso de la señora Giry era muy apremiado, la antesala de las maravillas que se habían obrado en el edificio tras las furiosas llamas que habían consumido gran parte de la estructura de la Ópera.
No pensaba que se hubiera hecho semejante arreglo... Nunca creí que volvería a ver este teatro tal y como lo dejamos aquél funesto día en que... – decía Moncharmin visiblemente emocionado.
Vamos André, - cortó Firmin mientras lo instaba a seguir hacia delante con su bastón- no hagamos esperar a madame Giry y al resto. ¡Ya tendrás tiempo de admirar los logros que se han realizado durante estos tres años!
Firmin comenzó de nuevo su marcha, pero tras unos segundos, paró en seco y volviéndose de cara hacia su amigo, al que había estado dando la espalda hasta entonces, le aconsejó:
¡Ah! ¡Y cambia esa cara tuya, por favor! No más espectros que surgen de los infiernos, ¿me oyes?. Olvida tu sueño, no sea que atraigas la atención de cosas ya enterradas. Lo último que queremos esta noche, es recordar cualquier cosa proveniente de nuestro última etapa del directorio sobre este teatro.
Monsieur Moncharmin se limitó a una leve inclinación de cabeza... Su sueño no había sido ningún delirio de loco de manicomio. Había sido muy real, aún podía recordar aquella voz inolvidable, aquel tono dulce y excelso que podía embriagar los oídos de las más renombradas voces parisinas. Pero también aquél que podía hacer enloquecer de pavor a sus oyentes si así lo deseaba. Y eso mismo había ocurrido con monsieur Moncharmin, pues aunque intentaba disimular lo mejor posible su miedo ante Firmin, las palabras del Fantasma le habían llenado de angustia, una angustia ya conocida...
Cuando los antiguos directores llegaron al fin al foyer de la Ópera, los aplausos de los presentes inundaron el vestíbulo del teatro.
Parecía como si el tiempo no hubiese transcurrido y fuera, en verdad, el mismo día en que ambos directores, inexpertos, adquirían la dirección del teatro de manos de los anteriores directores. Los mismos encantadores mosaicos sobre fondo de oro y colores tornasolados. Las mismas pinturas que cubrían con sus escenas las paredes del decorado foyer, que dejaba adivinar la riqueza y elegancia del teatro que custodiaba en el interior. Hasta los mismos aplausos que gustosos recibieron en el pasado pensando en los gloriosos días que la Ópera les depararía...
Todos habían detenido por un instante su trabajo en los últimos retoques para la fiesta que tendría lugar por la noche para recibir a aquellos a los que sirvieron antes del desgraciado incidente.
Gracias, gracias. – comenzó a decir monsieur Firmin- Me alegro mucho de reencontrarme con todos vosotros después de lo tristemente sucedido. Es un placer para mi poder observar los magníficos trabajos de restauración realizados y vuestra excelente labor para la pronta reapertura del teatro.
Los nuevos directores se sentirán muy contentos de poner contar con semejantes trabajadores para ayudarlos en lo que será sin duda una ardua tarea, con un final reconfortante – concluyó el Moncharmin con mucha menos vehemencia que Firmin.
Monsieur Firmin y monsieur Moncharmin querrán acudir ahora al despacho para zanjar al fin los últimos puntos de la entrega del teatro a los nuevos directores.- dijo la señora Giry que había permanecido a un lado.
Así es señora, queremos concluir lo antes posible para que tanto el señor Edouard Montlouis como el señor Conte Fratizelli, puedan ejercer su cargo sin más dilataciones.
Síganme entonces.
Los trabajadores volvieron a sus quehaceres mientras Richard y André volvían a seguir a Madame Giry por los pasillos que conducían a su antiguo despacho.
Ambos pudieron comprobar que también su oficina se había conservado como la dejaron anteriormente. Hasta pareciese que los papales no se habían movido de su sitio.
El incendio no llegó hasta aquí, por eso el despacho esta tal cual ustedes lo vieron la última vez. –dijo madame Giry adivinando sus pensamientos. – Esperen aquí un momento, mientras traigo un papel que deben ustedes firmar.
André se desplomó en su silla mientras Richard hojeaba los folios amontonados en el escritorio.
Cuantos recuerdos... – murmuró Richard para sí - ¿No es como si no hubiera pasado el tiempo, amigo mío? Nada ha sido movido desde que nos fuimos.
Si, esto... – dijo André mientras se secaba con el pañuelo de su bolsillo el sudor de la frente-... es demasiado extraño. Alguien tendría que haber entrado a limpiar todo esto...
¡Mira! – exclamó Firmin - ¡Si hasta parece que sigue en la mesa aquella nota del Fantasma!
¡No bromees más, Richard! ¿No decías que me olvidara de él? Además, no seas tonto, es imposible que sea esa nota porque yo mismo la cogí antes de irnos para entregársela a la policía para la investigación que abrieron...
Pues, pues... pues entonces es, es...
¡Deja de balbucear por dios Richard! ¿De quién es la maldita nota?
Del Fantasma de la Ópera...- contestó Firmin ahora pálido como su amigo.
No puede ser...¡no puede ser!.
Toma, compruébalo por ti mismo.
