Escrito por LitteLotte
Es fabulosa, ¿verdad madre? –preguntaba la joven extasiada con la observación de la enorme araña cristalina que colgaba como antaño de la policromada bóveda del Teatro.- Viéndola así, es como si el tiempo no hubiese pasado, como si nunca se hubiera descolgado sobre las cabezas de los asustados espectadores en la noche del estreno de la ópera del Fantasma...
Si Meg, todo parece volver a estar como lo estuvo en aquellos días en los que la señorita Dáae nos deleitaba con su angelical voz y el conde de Chagny recorría los pasillos de la Ópera ebrio de amor. Y también los mismos en las que la sombra que siempre envolvió a este edificio se hizo más patente que nunca...
Madre e hija guardaron silencio, cada una contemplando la fastuosa lámpara que volvería a iluminar con su majestuosa luz las pasiones, tristezas y alegrías que cada noche tomaban forma y se encarnaban en las voces de los barítonos, tenores, sopranos y contraltos, encogiendo con sus melodía los corazones del público parisino, el cual una vez más, podría alzarse de nuevo para estallar en aplausos tras el final de la apoteósica representación operística.
¡Maravillosa! ¡Simplemente maravillosa! – sonó la voz del señor Moncharmin a sus espaldas.
¡Oh! ¡Increíble! – exclamó Firmin uniéndose a su amigo y olvidando por un instante el dolor de sus manos.- ¡Pareciese que es incluso la misma!
Así es señor Firmin, es que es exactamente la misma. Aunque tras el fatídico accidente, quedó en deplorable estado, los restauradores han conseguido hacer un gran trabajo, que sin duda será exaltado por los asistentes de la Ópera de París.
Monsieur André y monsieur Richard descubrieron, al unirse a las dos mujeres, que la joven a la que Firmin había hablado tal malhumoradamente era la propia Meg, por lo que se disculparon con ella, de nuevo bajo la mirada chispeante de madame Giry.
¡Apresúrate querida! ¡Vamos a llegar tarde!
Los cuatro se volvieron al mismo tiempo al oír la voz del hombre que, acompañado de otro y una joven a la que había dirigido esas palabras, se apresuraba por llegar hasta ellos.
Buenas noches a todos. Madame Giry – saludó Edourd Montlouis cortésmente besando la mano del ama de llaves – No saben cuanto nos alegramos el señor Conte Fratizelli y yo de poner encontrarnos al fin con ustedes.
Sí, estábamos ansiosos por que llegara al fin este día tan esperado para nosotros – añadió Fratizelli muy sonriente.
Señor Firmin, señor Moncharmin, - anunció Montlouis después de realizar los saludos pertinentes. - les presentó a mi sobrina, Satine de Chagny, a cuyo padre ustedes conocen, el Conde de Chagny.
Una hermosa joven surgió ante ellos, de cabellos largos y oscuros como el ébano, recogidos con un gracioso tocado, que dejaba al locutor indefenso ante la mirada poderosa de dos ojos azules que ejercían un poder de atracción a los que pocos podían resistirse. Una vez más, los Chagny se reafirmaban como una familia de apolos y afroditas.
¡Es todo un placer para nosotros volver a encontrarnos con un Chagny señorita! ¡Y además una Chagny tan bella! ¿No te parece André? – preguntó Richard no sin cierto tono de ironía que solo pudo entender Moncharmin.
¡Sin duda alguna!. Enchanté mademoiselle.- dijo André besando la mano de la joven.
Fantástico. Justo lo que necesitábamos. Espero que donde quiera que él esté no se entere de que por su teatro anda un pariente de Raoul de Chagny. Por la cuenta que nos trae a todos. - pensó Moncharmin para sus adentros.
También es un placer para mi, monsieurs, poder encontrarme en este teatro con ustedes. Muchas cosas he oído de él, mas no sé cuánto de cierto habrá en ello. Quizás podrían resolver alguna de mis dudas esta noche. Si ustedes gustan claro. – añadió Satine con tal encanto que los dos ex directores no tuvieron más remedio que ofrecerse a contestar muy atentamente todo lo que ella tuviera a bien preguntar, a pesar de que ambos deseaban justamente todo lo contrario.
¡Ah, las mujeres siempre con esa manía suya de querer saber sobre todo! – opinó Conte coreado por los risas de los hombres.
Señor Fratizelli, –amenazó la joven acallando los murmullos jactanciosos- No es necesario que le conteste a esto si no quiere que ocurra lo mismo que en aquella fiesta en la mansión de la Condesa Lully. ¿Me equivoco?
Desde luego que no. Créanme señores, pero la lengua de algunas mujeres puede ser en ocasiones el arma más mortífera de todas.
Satine ladeó la cabeza, consciente de que aquél hombre nunca cambiaría.
Creo que voy a dar una vuelta por el Teatro tío, mientras termináis de conversar con monsieur Firmin y Moncharmin de los pormenores de la entrega. Para familiarizarme un poco con el edificio antes de la fiesta.
Esta bien niña, pero no te alejes mucho pues falta poco para que comience y los invitados están a punto de llegar. Reúnete con nosotros en el despacho de los directores antes de las nueve.
Satine afirmó imperceptiblemente con la cabeza y dio medio vuelta para cruzar uno de los pasillos, abandonando el escenario de la Ópera.
¿Me oyes? ¡Quiero que estés junto a mi para recibir a los invitados!
¡Así será tío! – se escuchó en la lejanía mientras la joven atravesaba una de las puertas que conducían fuera del teatro.
Los cuatro hombres se despidieron de madame Giry y Meg, y se dirigieron de nuevo al despacho donde monsieur Edourd Montlouis y el señor Conte Fratizelli firmarían el último documento que les convertía en los nuevos directores del Teatro de la Ópera de París.
