Escrito por LitteLotte

Amor...

¿Eso era amor? ¿Ese último beso que le había dado antes de marcharse era una muestra de amor?...

"Pues si eso es amor yo no te amo Duque de Silvaner..." pensaba la joven mientras se observaba en el espejo secándose las lágrimas.

¿Cómo había osado decir esas cosas de su tío...?

Amor... le repetía cruelmente su cabeza.

La joven se dedicó a la contemplación de su imagen, que veía levemente desdibujada a causa de las lágrimas derramadas. Aquél espejo tenía la capacidad de calmarla, como si fuera una especie de bálsamo con el que curar sus heridas. Desde que se instalara en el antiguo camerino de Christine Daaé, la pieza no había dejado de atraerla ni un solo segundo. El cristal transparente delicadamente trabajado, el marco dorado con sus grandes volutas adornándolo. Colocó su mano en él, sintiendo el frío tacto del oro...

Una suave corriente de aire agitó un oscuro mechón que reposaba sobre su faz. Cesó rápidamente. ¿De dónde había venido?. De su frente, estaba segura. Pero allí sólo estaba el espejo y tras el espejo una compacta pared por la que era imposible que circulara brisa alguna de aire.

¿O era sólo la apariencia que ocultaba la verdadera realidad?

De nuevo el aire acariciando su rostro... Ya no había ninguna duda, la corriente provenía de esa pared o incluso del propio espejo, no podía negar lo evidente por muy improbable que pareciese. Decidida a encontrar la pequeña grieta que permitía el paso del aire tanteó las paredes. Al fin y al cabo, el Teatro acababa de reconstruirse y había sufrido un grave incendio que había consumido gran parte de su estructura. Un pequeño descuido de los trabajadores. Una pequeña negligencia.

Por más que palpaba y exploraba las paredes pintadas no encontraba nada, hasta que al fin, volviendo sobre sus pasos, de nuevo junto al espejo, encontró la respuesta al extraño enigma. Una pequeña apertura junto al espejo. Ningún descuido, ninguna negligencia.

Estuvo a punto de meter la mano en el agujero oscuro cuando el cristal comenzó a iluminarse, o quizás fuese fruto de su imaginación, porque era bastante inaudito que el espejo desprendiera luz por si mismo, pero aún así estaba ocurriendo, o al menos eso era lo que ella percibía en ese instante. Una luz que iluminaba un camino hasta entonces invisible. Un sendero que surgía del espejo y conducía hacia otra luz totalmente distinta a la primera, una luz rojiza como la del fuego...

Comenzó a descolgarlo, ansiosa por el llegar al fondo de la cuestión y desentrañar el misterio. La apertura quedó al descubierto, pero era sumamente pequeña, apenas con espacio para introducir dos o tres dedos, una mano pequeña a lo sumo. Desde luego, la puerta de un pasadizo secreto no se hallaba allí. Quizás sí que había sido un desliz de los trabajadores o quizás aquel agujero tenía una función totalmente desconocida para la joven.

El ruido del pomo de la puerta al girar la hizo volverse hacia la misma sin darle a tiempo a colocar el espejo en su sitio.

Ya estoy aquí cari... ¿qué estas haciendo? – preguntó Alejandro visiblemente sorprendido sin poder terminar la frase anterior.

Satine reflexionó unos segundos en decir la verdad o mentir. Optó por la primera pues no había nada que ocultar.

Nada, me contemplaba en el espejo y sentí una ráfaga de viento sobre el rostro. Busqué su procedencia y he hallado este agujero en la pared, tras el espejo...

Mandaré que lo reparen enseguida. ¡Panda de atajos!

Está bien no te preocupes, - le tranquilizó la condesa de Chagny acercándose hacia él e intentando, por otro lado, desviar la atención de su prometido del suceso que más tarde se encargaría de investigar – Esto es una bagatela. Ven, siéntate y cuéntame que quería mi tío. ¿Solucionado el problema de nuestros "humildes" cantantes? – dijo irónica mientras le conducía hacia un sillón colocado en el otro extremo de la habitación.