Escrito por LitteLotte
"Veo que alguien más se ha decidido a adentrarse en mis dominios, monsieurs. Una vez más me han desobedecido. Pronto sufrirán las consecuencias."
Las letras escarlatas asaltaban los ojos de Edourd Montlouis, que intentaba disimular con poco éxito el temblor de sus manos, produciéndole un efecto descorazonador en su enajenado espíritu. Conte Fratizelli permaneció en el mismo sitio, escondiéndose tras la espalda de Montlouis para evitar que el señor duque descubriera el desaliento que su rostro mostraba. Madame Giry no tuvo ninguna necesidad de conocer el remitente y el contenido de la carta, y Montlouis pareció leer en los ojos del ama de llaves un "se lo advertí" acusador.
Me dirijo al Gran Salón, - dijo madame Giry sin dejar de observar a los dos directores – si a ustedes no se le ofrece nada más.
Vaya ya buena señora. – contestó Don Alejandro ante el silencio de los hombres - ¿Y bien? – preguntó expectante cuando madame Giry cerró la puerta tras de sí. ¿ Algo importante? – dijo señalando la carta.
¿Esto? – habló Montlouis ocultando su nerviosismo con una sonrisa bobalicona – Nada importante. Papeleo administrativo. – aseguró al tiempo que guardaba la nota bajo llave en uno de los cajones de la escribanía.
Bien, entonces, ¿han conseguido llamar de una vez a la policía?
Estábamos en ello justo cuando usted entró por la puerta, ¿verdad Edourd?
Así es. Madame Giry nos entretuvo unos instantes con sus cuentos de vieja. Siempre tiene algo entre los labios por lo que quejarse...
Ahora no hay tiempo para semejantes tonterías. Pero tristemente, corroboro su falta de disciplinada para con los trabajadores del Teatro. Hablaremos sobre ello en otro momento más propicio. Hagan el favor de coger el teléfono y avisar al jefe de la policía de lo ocurrido.
Edourd se dirigió presto a descolgar el auricular del aparato por segunda vez en ese día. Esta vez no estaba la mano rugosa de madame Giry para detenerle.
Alguien golpeó con fuerza la puerta del despacho. Edourd siguió marcando el último número mientras Don Alejandro abrió la puerta. Un vigilante de puños remangados y pecho sudoroso apareció tras la puerta. Su respiración entrecortada, delataba la celeridad con la que se había desplazado hasta el despacho.
¿Qué quiere? – le inquirió Conte Fratizelli, dispuesto a aprovechar la ocasión para mostrar al Duque su control sobre los trabajadores. – Nos el mejor momento, como usted debería saber, para hablar con los directores.
Es que... su sobrina, digo, la sobrina del señor Montlouis, – Edourd y el duque se giraron en redondo hacia el joven guarda – ha sido hallada desplomada en uno de los pasillos.
Policía nacional de Francia, ¿dígame?...¿sí? – El tío de Satine colgó el teléfono sin contestar a la voz de mujer que le había respondido.
¿¡Qué? – los ojos de Don Alejandro echaban chispas, haciendo retroceder al vigilante sobre sus pasos - ¡Desplomada! ¿Dónde? – gritó zarandeando al joven.
En... en uno de los pasillos, uno de los pasillos cercano a su habitación.
Don Alejandro soltó al joven y salió como alma que lleva el diablo del despacho de los directores. De nuevo tuvo que soportar otra mano oprimiéndole su brazo.
¿Pero que ha pasado? ¿Desmaya dices? – Edourd esperaba encontrar una respuesta en el vigilante que negara aquella estremecedora idea que comenzaba a formarse en su mente antes de correr junto a su sobrina.
Sí, la condesa de Chagny estaba totalmente inconsciente cuando la divise en el pasillo... Al principio, creí que..., con lo que acaba de ocurrir en el escenario del Teatro que, que estaba muerta... Además la sangre que surcaba sus labios y las heridas inflingidas en sus pies no eran muy alentadoras que digamos...
Edourd pensó que el corazón le saldría por la boca.
¿Pero? ¡Pero! – gritó volviendo a zarandear al joven que no dejaba de lamentarse por la desgracia de haber sido él quien descubriese a Satine de Chagny desfallecida en el corredor.
Pero me acerqué a ella y vi como respiraba, su vientre ascendía y descendía en ese movimiento que las personas realizamos cuando respiramos. Le hablé pero no me contestaba, entonces busqué ayuda encontrando, imprevisiblemente, puesto que todo el mundo se hallaba en el escenario junto con mi difunto compañero – y al decir esto el rostro se le ensombreció ante la idea de haber sido él quién se encontrara en ese momento tumbado junto a un decorado – a una de las bailarinas, Meg, la hija de la señora Giry.
Conte y Edourd intercambiaron una mirada preguntándose si aquel encuentro había sido fruto de la casualidad o si madame Giry había sido sabedora, antes que ellos, del peligro en que su sobrina podía hallarse.
¡Terminé de una vez!
Meg, que por otro lado debo decirles todo lo que me sorprendió la tranquilidad que mostró al comunicarle la noticia, como si ella la hubiera estado esperando desde hace buen rato, accedió rápidamente a quedarse con la señorita y en ese momento fue cuando yo me decidí por acudir a contarles lo sucedido. No estaba dispuesto a dejar a la señorita tirada en el suelo sin ningún tipo de vigilancia.
Está bien muchacho. Retírese, ha cumplido muy bien con su trabajo.
Señores. – dijo el joven despidiéndose feliz al desenvolverse al fin del delicado asunto.
En cuanto el trabajador abandonó la estancia Edourd abordó a su amigo Fratizelli, descargando en él, todo el pánico por el que estaba apoderado.
¡Conte! ¿Tú crees que... puede ser..., puede ser ese fantasma? La carta... ¡quizás fuera a Satine a quién se refería!
Es cierto que todo encaja pero... ¿por qué tu sobrina iba a descender hasta los sótanos, no hay nada que se le haya perdido por allí. No yo creo que la carta sin duda se refiere al vigilante muerte entre los decorados, estoy seguro. De todos modos tendremos que esperar a que ella se recupere para saber la respuesta.
Sí, tienes razón amigo mío. No puedo dejar que este me sobrepase de esta manera. Tengo que calmarme.
¿Has guardado a buen recaudo la nota no? – ante la afirmación que su amigo realizaba con la cabeza - ¿Bajo llave? – nueva afirmación – Bien, marchemos pues junto a tu sobrina. Más tarde buscaremos y dispondremos todas las acciones necesarias para olvidar lo antes posible este engorroso asunto.
