Escrito por LitteLotte
La voz de Satine comenzó a alzarse lentamente para ir ascendiendo de forma vibrante a través de las cálidas notas escritas en el libreto escarlata. La joven poseía una hermosa voz que dejaba translucir rasgos propios de una prometedora soprano apunto de emprender su vertiginosa carrera. ¡Si la hubieran oído los inquebrantables críticos que hacían perder la cabeza a más de un cantante en París con sus punzantes comentarios! ¡No estarían destinados para la Condesa de Chagny ninguna de esas opiniones que como sanguijuelas absorbían toda la gloria que había marcado hasta entonces a más de una proyección operística!.
Al fin había encontrado en la soledad de su habitación, un momento para dedicárselo a aquella ópera por completo, después de calmar durante días el arranque impetuoso de su prometido, después de conseguir que de la mente del Duque de Silvaner se desterraran sus deseos de abandonar el Teatro, al menos por el momento...
Aquello que Satine creía algo meramente inofensivo, la acción de cantar unos fragmentos de una ópera encontrada en el lago subterráneo de un teatro, para aliviar la carga que debía soportar sobre sus hombros, como simple pasatiempo exterminador de tensiones, por el disfrute de complacer a sus oídos con melodías sin igual, por el placer de la música por la música, no haría prever a mortal alguno de la tierra que sería el desencadenante de tan magnas y trágicas pasiones. Pero desde el interior de la tierra comenzaban a fraguarse tales sentimientos, avivados por el fuego de un amor frustrado que había buscado en cada recoveco nuevos anhelos para volver a ser razón de ser. Y aquellos sonidos que el aire transportaba y hacía llegar por medio de las trampillas hasta más allá de las profundidades de la Ópera parisina, punzaron en su abatido corazón, despertando una fuerza ahogada por las innumerables lágrimas derramadas tras la desaparición del ángel de la música en su vida...
Pero... ¿acaso no había regresado y estaba cantando en ese mismo instante para su placer?
"Canta para mí" – le había pedido en sueños.
Estaba siendo respondido, lo oía de forma tan clara, entonando aquellos versos extraídos de su angustia, que no podía ser una cruel broma de su tormento. Casi podía acariciarla de nuevo...
"Ha vuelto... mi Ángel de la Música..."
Satine elevó su voz al llegar a la cúspide del aria. Se había olvidado del mundo, prácticamente había penetrado en un trance difícil de abandonar por voluntad propia. Si en ese momento hubiera llegado alguien hasta la puerta de la habitación, y hubiese gritado a pleno pulmón su nombre, llamándola a gritos para que pusiera fin a esa locura, no lo habría escuchado. Tan lejana estaba de aquel suelo y sin embargo, el más suave, el más leve, el más imperceptible de los sonidos le devolvió a la tierra bruscamente.
"Mi flor roja..."
Las palabras le helaron la sangre. Nadie las hubiera percibido si se hubiera hallado en la estancia. Sólo ella. A ella iban destinada.
Mientras, Satine quedaba petrificada, buscando a la invisible forma que le habían hablado en susurros, su tío Edourd junto a Conte Fratizelli, asistían a un nuevo ensayo de "El Mensajero" que pronto había de ser representado en la reapertura de la Ópera Populaire.
La Vittoria está brillante, ¿no crees querido Conte?
Irresistible. Parece que desde el "incidente" con su marido su ha vuelto dócil, como una pequeña palomita.
¿Cuánto crees que tardará en regresar a su estado normal de vanidad?
No lo sé pero probablemente en un plazo que nosotros consideraremos demasiado corto.
Edourd sonrió a su amigo. Sí, tenía toda la razón. Mientras la Vittoria permaneciera agazapada en su nidito las cosas irían mucho mejor. ¡Pero ay, que ilusos eran aquellos dos pobres directores si albergaban tales pensamientos! La Vittoria con su encantador balancear, se aproximó hasta el borde del escenario, consiguiendo que todas las miradas del resto se volvieran hacia ella y guardaran silencio, expectantes.
No voy a seguir interpretando este papel – declaró firmemente la soprano dirigiéndose hacia los directores.
¿Cómo dice signora? – preguntó sorprendido Edourd al tiempo que se levantaba de su asiento.- ¿Qué no va a realizar el papel?
Sí, me ha oído perfectamente señor Montlouis. Esto no es serio. – mientras la Vittoria contemplaba sus brillantes uñas.
¿Por qué dice eso? – inquirió Fratizelli consciente de que la Vittoria había despertado de su "letargo"
Porque no me gusta mi personaje. No tiene ese gran aria que se me prometió en un principio, ese aria que debía figurar en el último acto.
Ahora todas las cabezas giraron en un mismo movimiento hacia el director de orquesta.
¿Puede explicarnos, señor Lassou, si es tan amable que esta ocurriendo aquí?
Sí, verán, yo...
¿No ha compuesto el aria del que habla nuestra "queridísima" soprano? – dijo esto, en un intento de halagar a la cantante, cuya actitud precavida hacia esperar lo más agudos gritos que voz alguna pudiera dar.
No, es decir, sí, está aquí, en mi mente. – aseguró el director señalando con su batuta hacia su cabeza. – Es que... todo ha sido tan apresurado... y esta era una oportunidad irrechazable... si les hubiera hecho saber que mi ópera aún no esta acabada...
¿!QUÉ! – exclamaron los dos directores a la vez.
¡Ven! ¡Se lo advertí! – sentenció la Vittoria satisfecha - ¡Este hombre es un incompetente!
¡Pero! ¿Cómo es posible?. Yo vi su ópera completa antes de firmar el contrato.
Con el debido respeto, usted no es un hombre especializado en música. Usted creyó ver mi ópera terminada pero no fui así... yo, escribí notas sin sentido y le hablé del final, pero... ¡Mas no se preocupen! ¡Todo esta en mi cabeza! – repitió de nuevo el hombre como si esa frase fuera la solución al problema – Ya prácticamente esta acabada, solo quedan por transcribir algunos fragmentos, entre ellos el aria del que habla la señora soprano – dijo lanzando una mirada furibunda hacia la mujer.
¿Qué haremos ahora, Conte? ¿Qué haremos?
¡Has sido burlado Edourd! ¡Burlando como un inocente crío!
¿Cómo podía yo saber que esas notas no eran las verdaderas? ¿Acaso soy músico? ¡No! ¡No! – el rostro de monsieur Montlouis estaba rojo por la vergüenza.
¿Y el duque? ¡¿Qué haremos ahora con el Duque por Dios santo!
Todo el teatro se mantenían en absoluto silencio. Unos intentaban reprimir las carcajadas al comprobar la exaltación que poseía a los dos hombres, aunque risitas ahogadas se dejaron oír en lo mas lejano del escenario. Todos lo habían oído, no podían mentir al Duque como hicieran la vez anterior para evitar el escándalo. Esta vez tendrían que dar la cara ante el señor De Montoro.¡Su Teatro! ¡Qué poco había durado la gloria!...
