El Vuelo del Ikarus

Chapter II: Ojos color del zafiro

Caminar por los pasillos del Valhalla era todo un ejercicio, pues eran tan largos y tan extensos que, si no hubiera tenido una guía, se hubiera perdido irremediablemente. Llegaron a una puerta, la cual tenía unas runas talladas en su superficie. Erin tocó la puerta y un murmullo femenino le dio autorización para pasar. Touma entró a una habitación más parecida a una biblioteca que a un salón de reunión. Él inclinó la cabeza frente a las dos jóvenes que allí se encontraban.

— Aleisha, éste es Touma de Ikarus, invitado de la princesa Hilda. Ella nos ha encomendado su cuidado durante su estadía.

La joven aludida miró de arriba abajo a Touma, quien la veía fijamente.

— Os doy la bienvenida al Valhalla, Ángel de la Luz. Soy Aleisha de Duhbe, Sombra de Alpha y capitana de las Sombras Divinas. Y ésta es Alexiel de Merak, Sombra Divina de Beta y segunda al mando.

Touma se volvió hacia la joven que Aleisha le indicaba. Alexiel era una joven preciosa, de cabellos rubios que le llegaban más debajo de la cintura y ojos azules de un azul tan profundo como los ojos de Apolo, su antiguo mecenas y señor.

— Salve, poderosas Sombras Divinas provenientes del Valaskiaf, quienes velan por el bienestar de los Guerreros Divinos al servicio del Dios Odín.

Erin sonrió al escucharlo. Ciertamente, el joven estaba bien educado y sabía decir las palabras convenientes en esas ocasiones. Aleisha sonrió también y extendió la mano, estrechando la que él le tendía. Touma estrechó igualmente la mano de la joven Merak, quien lo miró fijamente sin decir palabra alguna.

— Podéis sentiros como en casa, joven Touma. Os asignaré una Sombra para que os guíe y os muestre la belleza de nuestra amada tierra. Erin... ¿Erin?

La chica castaña estaba en la puerta, sonriendo con truhanería.

— Alei, acabo de recordar que mi querido Albie quería que lo acompañara al Bosque de Los Espíritus... creo que yo paso esta vez... ¿por qué no le dices a Alexiel que lo acompañe? Total, Hagen no está en Asgard en estos momentos, está con la princesa Flher en Alfheim. Así que... ¡Ciao!

Luego de decir todo eso rápidamente, Erin cerró la puerta tras ella. Se había escurrido de la tarea de cuidar a Touma fácilmente, lo que hizo que Aleisha soltara una sonora carcajada y Alexiel se cruzara de brazos, disgustada.

— Es válido su argumento, Alex... —murmuró Aleisha mientras la otra bufaba suavemente, para luego suspirar y asentir—. Gracias, hermana... —añadió y se volvió hacia Touma—. Alexiel os acompañará y os mostrará vuestro dormitorio. Las horas de las comidas están establecidas a las 08:00 hrs. y las 20:30 hrs. Como sois un invitado de la princesa, deberéis acompañarla en dichas ocasiones. Por demás, podéis explorar lo que deseéis de Asgard; si tenéis alguna pregunta, Alexiel de Merak os la responderá. Buenas noches, Lord Touma.

El aludido se inclinó y siguió a la silenciosa rubia fuera del recinto. Hubiera preferido estar con la jovencita Delta, pero ella había escurrido el bulto de una manera tan magistral que no atinó a protestar. Tampoco era muy inteligente hacerlo, pues era un visitante en una tierra extraña, de la cual no conocía muy bien sus costumbres. La rubia caminó delante de él, lo que le dio a Touma la oportunidad de admirarla. Sus cabellos se mecían y brillaban como el oro a la luz de las antorchas. Vestía un traje de montar de color azul oscuro, lo que realzaba el color de su cabello y sus curvas. Tenía un cuerpo precioso, lo que hizo que a Touma se le subiera la sangre a las mejillas. Para dominarse, trató de pensar en otra cosa. De pronto se le ocurrió que podría preguntarle alguna cosa sobre Asgard.

— Lady Alexiel... —aventuró, pero la rubia no se volvió, hasta llegar a una puerta. La abrió e hizo un gesto, mirándolo insondablemente.

— Dormiréis en esta habitación —por fin pudo escuchar su voz. Tenía una pronunciación maravillosa y rica en matices, pero la frialdad de sus palabras era palpable—. Os vendré a buscar mañana para escoltaros al Comedor Real. Estad listo a las 07:45 AM.

— Como digáis, Lady Alexiel.

Ella asintió y se retiró. Touma alzó una ceja ante el mutismo de la chica y entró a la habitación. Se sentía cansado, aunque no había hecho mucho esfuerzo físico ese día. Así que sin pensárselo dos veces, se echó sobre la cama y se quedó dormido.


Se despertó al escuchar unos golpes a su puerta. Saltó de la cama y se arregló el desordenado cabello rápidamente, para luego abrir la puerta. Era una jovencita de cabellos violeta, que le traía una jofaina con agua caliente y una toalla. Le agradeció con una soñolienta sonrisa y procedió a acicalarse con más calma. Ya estaba listo y vestido con unos gruesos pantalones de lana color negro y un jersey cuello de tortuga de color blanco, cuando tocaron a su puerta nuevamente. Era Alexiel, quien lo miró de arriba abajo sin expresión alguna en el rostro.

— Buenos días, Ángel de la Luz —en cierta forma, su voz había perdido parte de la frialdad de la noche anterior—. He de llevaros ante la princesa para el desayuno. Conoceréis al resto de las Sombras y a los Guerreros Divinos allí.

— Muy buenos días tengáis, Lady Alexiel, me siento muy honrado con las atenciones que se me dispensan.

Ella asintió levemente e hizo un gesto, invitándolo a seguirla. Touma así lo hizo, mientras notaba que la joven estaba vestida de manera diferente. Ahora vestía otro traje de montar, de color verde oscuro.

— ¿Sois jinete, Lady Alexiel?

Ella se volvió a mirarlo. Él señaló su indumentaria, haciéndola reparar en el traje de montar, lo que la hizo sonreír levemente. Para Touma, esa sonrisa fue como si hubiera salido el sol dentro del Palacio Valhalla.

— Sí, Lord Touma. Soy la entrenadora de los caballos Asgardianos, entre otras cosas. Si queréis dar un paseo sólo tenéis que pedirlo.

— No sería mala idea, Lady Alexiel —aceptó él gustoso.

— Muy bien entonces. Luego hablaremos de eso.

Luego no volvió a pronunciar palabra hasta que llegaron al Comedor Real. El recinto estaba bullicioso, pues los Guerreros Divinos se encontraban allí con sus Sombras, pero cuando Touma entró, se hizo un pesado silencio.

— Buenos días, joven Touma de Ikarus —Hilda se dirigió a él sentada desde la cabecera de la mesa y le hacía un gesto para que se levantara y se acercara—. Sentaos a mi lado. Voy a presentaros a los Guerreros Divinos. Siegfried de Duhbe Alpha —Touma miró fijamente al hombre, era el mismo que recibió el pergamino para Hilda—. Syd de Mizar Zeta y Bud de Alcor Zeta —los gemelos de cabellos verdes inclinaron la cabeza a la vez—. Phenrrill de Aliotho Épsilon —el joven de cabellos largos grisáceos le estrechó la mano a través de la mesa—. Alberich de Megrez Delta —el pelirrojo frunció el ceño profundamente al ver a Touma sonreírle a Erin, quien estaba detrás de él—. Mime de Benetnash Eta —el rubio de ojos de rubí le hizo un gesto ambiguo—. Y Tholl de Phecda Gamma.

Este último inclinó levemente la cabeza, dando por finalizadas las presentaciones. Las jóvenes Sombras permanecían de pie al lado de cada Guerrero Divino, dándole a Touma la oportunidad de verlas a todas. Allí estaba Aleisha, al lado del Guerrero de Alpha; la jovencita de cabellos violeta, la cual le había llevado la jofaina de agua, estaba al lado del Guerrero de Gamma; otra de cabellos verdes le sonreía al Guerrero de Eta; la ya conocida Erin hablaba al oído de un malhumorado Guerrero de Delta; otra jovencita de cabellos asombrosamente blancos como la nieve le tendía una servilleta al Guerrero de Épsilon. Extrañamente, los que no tenían Sombras femeninas eran los gemelos, quienes hablaban entre ellos en voz muy baja, sin hacer caso de lo que ocurría a su alrededor. Hilda se levantó.

— Empezaremos —dijo Hilda, mientras se hacía el silencio en la mesa—. A vos, Dios Padre Supremo del Valhalla, damos gracias por la paz y la prosperidad que ahora se respiran en el pueblo de Asgard. Damos gracias también por la visita del joven mensajero de la Diosa Athena, quien nos ha traído un inesperado pero no menos bien recibido mensaje de alianza entre los dos Santuarios. Somos un pueblo agradecido con vuestros favores, mi señor Odín.

La oración fue recibida con un murmullo fervoroso y unánime.

— Gracias por los alimentos recibidos.

El desayuno comenzó, sumiendo la mesa en varias conversaciones susurradas y algunas a tono de voz normal. Hilda se inclinó sonriente hacia Touma, quien probaba el zumo de naranja y trataba por todos los medios de no arrugar la cara, pues el jugo estaba ácido.

— Como podéis ver, joven Ángel de la Luz, somos un grupo bastante disparejo —Touma asintió sonriendo a su vez—. Pero nos hemos dado cuenta que a pesar de todo lo ocurrido somos una familia. Es bueno tener a la familia cerca¿no es así?

— Así es, Lady Hilda, estoy completamente de acuerdo —respondió Touma—. Yo mismo he sido bendecido de una manera inesperada por los Dioses al darme el mejor regalo de mi existencia: el reencontrarme con mi hermana Marin.

Hilda se quedó de piedra, al igual que Siegfried y Aleisha, quienes escuchaban la conversación. Touma no pudo ver el rostro de Alexiel, pues ella estaba a su espalda.

— ¿Sois el hermano de Marin de Águila, la Amazona de la Diosa Athena?

Ikarus asintió, con una radiante sonrisa.

— Ella es mi Oneesan, mi hermana mayor. Fuimos separados hace mucho tiempo, cuando yo aún era pequeño. Luego, perdí todo rastro de ella cuando fue enviada a Atenas. Pero ahora estamos juntos, pues ella y yo hemos fortalecido nuestros lazos. Puedo sentir su Cosmo aún cuando esté en Grecia y yo aquí en esta hermosa tierra Asgardiana.

Hilda sonrió al oírlo hablar de ese modo de Marin, mientras Siegfried y Aleisha se miraban con una sonrisa de connivencia. Touma volvió la cabeza hacia Alexiel, preguntándose si eso que veía en sus ojos no era añoranza y algo de tristeza. El resto del desayuno discurrió amenamente, pues Ikarus escuchó a Siegfried contarle sobre las interesantes y épicas leyendas del Ragnarok. Al terminar, Hilda volvió a levantarse y todos la imitaron. A una rápida mirada de Aleisha, Touma hizo lo propio.

— Gracias, Padre Odín, por habernos bendecido con la bonanza de vuestra iluminación —recitó la fórmula ritual de agradecimiento. Todos bajaron la cabeza respetuosamente.

— La infinita Sabiduría del Padre está con nosotros —fue la consabida respuesta, para luego levantarse todos de la mesa y salir del Comedor.

Continuará...