El Vuelo del Ikarus

Chapter III: Entrenamiento

Touma siguió a Alexiel fuera del Comedor Real, para notar de inmediato que la chica tenía una expresión triste en el rostro.

— ¿Os ocurre algo, Lady Alexiel? —se atrevió a preguntarle. Ella negó con la cabeza sin mirarlo.

— Acompañadme, os mostraré el lugar donde los Guerreros Divinos entrenan diariamente —respondió ella con voz distante—. Os dejaré allí por un rato mientras ensillo dos caballos para el paseo que habéis pedido.

Caminando rápidamente, la joven Merak lo guió fuera del Palacio Valhalla, hasta un descampado cubierto por la nieve. No había nadie entrenando, el sitio estaba completamente desierto.

— Con vuestro permiso, os dejaré entrenando.

Dando media vuelta, Alexiel se fue, dejando a Touma solo en ese enorme campo de entrenamiento. Ikarus suspiró extasiado al ver la inmensidad del cielo color plomo, recordando lo que le había contado Marin de que en Asgard nunca podría ver el sol. Era una verdadera lástima, pues el sol era uno de los astros más hermosos que podían verse en el cielo, según su propia opinión. Ya que estaba allí, pues podría hacer algo de ejercicio, pues sus músculos necesitaban algo de movimiento. Así pues, saltó al medio del campo y se sostuvo de cabeza con una sola mano, mientras se concentraba en explotar su Cosmo de manera gradual. Primero la derecha, luego la izquierda... ahora se encontraba ejecutando movimientos marciales impecables, los mismos que le valieron el rango de Ángel de la Luz en el Olimpo. Estaba tan concentrado en los movimientos que no notó que unas personas lo observaban con asombro, hasta que una vuelta de patada lo volvió de frente a ellos. Eran Alberich y Siegfried, acompañados por Aleisha y Erin.

— Oh, perdón, ya me retiro —dijo él a manera de disculpa.

— Ni se os ocurra moveros de ahí —atajó Erin, saltando hacia él y seguida por los demás—. ¿Dónde aprendisteis a hacer esos movimientos?

Touma sonrió ampliamente.

— Pero Erin, os lo dije ayer... todo lo que sé lo aprendí en el Olimpo.

— Vos sois el Ángel de la Luz que antes servía a Apolo y a Artemisa¿no es cierto? —preguntó Alberich burlonamente, pero abrió los ojos sorprendido al ver al Touma asentir resueltamente.

— Os felicito, joven Ikarus, vuestros movimientos son impecables. ¿Tal vez me concederíais un enfrentamiento?

— Oh, esto va a estar bueno —exclamó Erin, mirando a Aleisha—. Siegfried contra Touma, esto no me lo pierdo por nada del mundo.

— Hermana, no seas mala, hay que darle algo de crédito a nuestro joven invitado —sonrió la otra, mientras Siegfried se colocaba en su postura inicial de pelea. Alberich bufó y se cruzó de brazos, caminando hasta un árbol y apoyándose en él. Las otras dos espectadoras se sentaron en unos peñones cercanos.

— Os explicaré —dijo Siegfried suavemente, dirigiéndose a Touma—. ¿Sólo golpes sin Cosmo de manera uno a uno o preferís ataques cósmicos?

— Preferiría sólo el entrenamiento físico, si os place —respondió Ikarus, sin muchas ganas de mostrar sus ataques personales—. Hoy me apetece de fortalecer un poco más mis músculos. Claro, si a vos no os importa.

— De ninguna manera —respondió amablemente Alpha—. Los invitados primero.

Los dos se enfrascaron en una pelea de entrenamiento bastante reñida, pues las capacidades y habilidades físicas de ambos eran parecidas. Erin y Aleisha estaban asombradas que un joven como Touma pudiera contener tanto poder en sus puños y pies. De pronto Erin sintió un movimiento a su espalda. Al volverse, vio a Alexiel entrando al campo, al mismo tiempo que Alberich cruzaba la puerta, marchándose.

— Nena —susurró a Aleisha—. Voy a ver qué es lo que le pasa a mi pelirrojo. Ahí viene Alex, coméntale lo que hablamos esta mañana.

Luego de haber dicho esto, salió disparada en pos de Megrez Delta. Alexiel tomó el lugar de la chica castaña en la roca, mientras observaba asombrada la falsa pelea entre Touma y Siegfried.

— El chico es poderoso¿no es así? —comentó Aleisha, mientras no se perdía detalle de la fuerte patada que Siegfried detenía en ese momento, propinada por el Ángel—. Quién diría que su apariencia escondiera tanto poder...

— Lo mismo se dijo de Seiya —fue la fría respuesta de Alexiel—. Es un joven impresionante.

— ¿Te refieres a Seiya o a Touma?

Alexiel miró de reojo a Aleisha, quien sonreía mordazmente.

— Loca, me refiero a Seiya, por supuesto.

— Sí, claro... y yo le doy comida en la boca a Sleipnir.

Aleisha estalló en risitas sarcásticas, mientras Alexiel fruncía el ceño. La capitana había dado en el clavo. Estaba realmente impresionada con los movimientos que ejecutaba Touma, estaba claro que ambos, Siegfried e Ikarus, tenían ciertos problemas para detener los embates del oponente.

— Blancanieves, Erin y yo estuvimos comentando esta mañana sobre la conveniencia de tu viaje a Alfheim...

— Ya no iré, Alei —respondió Alexiel con una leve sonrisa—. No quiero interrumpir a mi hermano mientras está de vacaciones con la princesa Flher.

— ¿Y qué hay de Freyr? —preguntó Aleisha, refiriéndose al joven guerrero que Hagen entrenaba como su pupilo y el cual había mostrado cierto interés romántico por la rubia—. ¿No quieres ir a verlo?

Alexiel, sin quitar la mirada de los contendientes, sonrió levemente al ver cómo Siegfried saltaba para esquivar un puñetazo de Touma dirigido directamente a su cara.

— Freyr es un bebé, Ale, no podría--

— Pero con Touma sí¿verdad?

Oh, cielos, Aleisha estaba acertando a cada aseveración que hacía, pensó la rubia con el ceño fruncido. Los cabellos rojos del Ángel de Ikarus le daban cierto atractivo salvaje, lo que le causaba algo de intriga. Nada que ver ni siquiera con Alberich, que era pelirrojo igualmente, tenía "ese no se qué", que definitivamente estaba presente en la gallarda apostura y presencia de Touma.

— Te quedaste callada... voy a tomar eso como un sí entonces —dijo la joven de cabellos cerúleos con una enorme sonrisa cáustica.

— Ah, Aleisha¿nadie te dijo lo fastidiosa que eres?

Eso, antes de hacer enojar a la capitana de las Sombras Divinas, la hizo soltar una carcajada tal que los combatientes perdieron la concentración y los golpes que iban a propinarse uno al otro llegaron a su destino.

— ¡Auch! —fue la exclamación de ambos, Siegfried frotándose la mandíbula y Touma el estómago. Alexiel y Aleisha corrieron hasta ellos.

— ¡Touma¡Siegfried¿Están bien? —preguntó Aleisha preocupada. Los dos hombres se miraron con una sonrisa de respeto mutuo.

— Sí, estamos bien, Alei... —respondió Siegfried haciendo una mueca de dolor—. Os ofrezco mis más sinceros respetos, Ángel de la Luz. Vuestros movimientos son impecables. Nunca había tenido tan buena sesión de entrenamiento... y tan aparatoso final —añadió, mirando a su Sombra de reojo, dándole a entender que su risa fue la causante de los golpes.

— ¿Estáis bien? —la voz de Alexiel se dejó oír como un murmullo en el oído de Touma. Éste se volvió a mirarla y un levísimo sonrojo asomó a sus mejillas—. Podemos posponer el paseo, si os sentís indispuesto.

— Oh no, Lady Alexiel, de ninguna manera —respondió mirándola fijamente—, tengo muchos deseos de conocer esta tierra eternamente nevada y hermosa...

Siegfried y Aleisha se miraron con una sonrisa de picardía cuando ambos jóvenes caminaron hacia la puerta del campo de entrenamiento, a fin de cabalgar por las tierras de Asgard.


— Ése es Dheyr —dijo ella señalando con la cabeza un fogoso potro color gris pizarra—, y éste es Faknid —añadió, halando por la brida otro corcel de color blanco—. Decid cuál de éstos dos preferís.

Touma tomó las riendas del caballo gris, subiéndose en su lomo con ligereza. Alexiel hizo lo propio en el caballo blanco y ambos se lanzaron al galope a través de las puertas de la caballeriza y luego por el bosque. El pelirrojo sonrió ampliamente al sentir el helado viento en su cara, mientras que la rubia a su lado no le perdía el paso con Faknid. Llegaron al abismo donde la Estatua de Odín se erguía, majestuosa, llena de secretos y de poder antiguo. Touma estaba extasiado al ver la enorme belleza de Asgard.

— Vamos, os llevaré a las Zonas de los Guerreros Divinos —dijo ella espoleando a Faknid. Él asintió y chasqueó la lengua, galopando con maestría junto a Alexiel. Cruzaron el Bifrost, para luego dirigirse a la Zona de Beta. Alexiel estaba impresionadísima con las habilidades del Ángel para montar, pero no lo dejó translucir. Llegaron a una especie de cueva helada, en donde se realizó una de las batallas más duras de la Guerra Sagrada entre el Santuario de Athena contra el Santuario del Norte. Desmontaron y Touma siguió a la chica dentro de la cueva. Los ojos del pelirrojo se abrieron de par en par a ver una enorme extensión de lava, magma hirviente que reposaba plácidamente en una cueva hecha de hielo.

— Pero... ¿Cómo es esto posible? —farfulló, al ver que los humos de azufre emanados de la centelleante sustancia era condensado en caprichosas nubes que iban a parar a un techo de estalactitas de hielo. Las burbujas en la superficie se le antojaron parecidas a un enorme caldero infernal.

— Ésta es parte de la Zona de Merak Beta —dijo la rubia, saltando intrépidamente entre las diminutas rocas que hacían las veces de un inusitado puente entre las orillas y aterrizando con gracia en la roca del medio, justo donde Hagen había desafiado al Caballero de Athena del signo del Cisne—. Aquí es donde el Guerrero Divino y yo entrenamos para dominar el fuego y el hielo.

— Es... interesante —dijo él, mirando al techo. Una miríada de estalactitas goteaban agua, evaporándose en su caída en menos de una milésima de segundo—. Decís que tenéis un hermano, Lady Alexiel. ¿Dónde está?

— Está en Alfheim, una isla cercana a Asgard. Mi hermano es un servidor fiel de Asgard. Ahora está con la princesa Flher, hermana menor de la princesa Hilda.

Touma paseó su mirada por el recinto helado, confundido. ¿Cómo era posible que un volcán estuviera activo dentro de una cueva helada? Se sentía acalorado y algo mareado. Alexiel tuvo que darse cuenta de esto, pues saltó por las piedras de regreso y encendió su Cosmo, helado pero cálido a la vez, noble y de un inmaculado color blanco azulado.

— ¿Estáis bien, Touma? —preguntó ella, conduciéndolo a la salida mientras su Cosmo lo protegía del abrasante calor de la cueva. Afuera, la frialdad de la brisa lo reanimó y le hizo darse cuenta de algo...

— Es la primera vez que me llamáis por mi nombre, Lady Alexiel...

Un leve color asomó a las mejillas de la chica, quien apartó la vista y lo hizo sonreír azorado.

— Por favor, llamadme así... me gusta como se oye —pidió. La rubia lo miró sorprendida y asintió conteniendo a duras penas una sonrisa.

— Me pregunto si Erin le habrá quitado de la cabeza a Alberich esa idea tonta de la cabeza...

— ¿Cuál idea?

Alexiel sonrió, esta vez con picardía, haciendo que el corazón de Touma diera un vuelco al verla.

— Alberich tiene la idea de que... bueno... de que vos...

— ¿De que soy un espía?

Ella asintió, llevándose una mano a la boca, cubriendo su sonrisa. Él soltó una carcajada divertida.

— ¿Yo, un espía? —rió a gusto—. Por favor¡si a duras penas puedo espiar a Marin cuando habla con Aiolia!

Esto hizo que Alexiel dejara de cubrir su boca y soltara la risa. Esto envalentonó un poco al Ikarus.

— Además, si yo fuera un enemigo, creo que para estos momentos ya hubiera completado mi misión¿no os parece?

— No hagáis caso de lo que dice Alberich, la única que entiende cómo funciona su mente es Erin... acaso estará celoso de vos.

— ¿Nani¿De mí?

— Erin siempre lo martiriza diciéndole que le encantan los pelirrojos, y como vos tenéis los cabellos bermejos... Alberich de seguro cree que ella...

Esto hizo reír con más ganas a Touma.

— ¡Pero si a la joven Erin se le nota a leguas lo mucho que quiere a Delta!

— Bueno, él siempre ha sido bastante inseguro de sí mismo en esos asuntos, pero para la batalla... es otro cantar.

— ¿Qué hay de Siegfried y Aleisha?

— Ellos son hermanos. Ella ha sido la Sombra de Alpha por bastante tiempo, lo que le adjudicó el rango de capitana de las Sombras Divinas por su experiencia y su Cosmo.

— Impresionante... impresionante en verdad —murmuró Touma, mirando al cielo. Quería preguntarle, pero no sabía exactamente cómo—. ¿Y qué hay de vos y el Guerrero de Beta?

La sonrisa de Alexiel se apagó levemente, lo que hizo que Touma se diera una patada mental. "¡Con razón Marin dice que soy un baka!" pensó, molesto consigo mismo.

— Bueno, lo que pasa es... él y yo no hemos tenido la oportunidad de pasar unos momentos juntos, porque ahora está siempre con la princesa Flher y todo aquello... entrenar a Freyr y además proteger a la hermana de la princesa Hilda, de seguro lo tiene muy ocupado.

Estas palabras hicieron que a Touma se le hundiera el estómago.

— Estoy seguro que podréis pasar un momento con vuestro Guerrero Divino en cuanto le digáis lo que sentís, Lady Alexiel.

— Tal vez, tal vez no... Regresemos, ya el camino se bloqueará con la tormenta que está a punto de caer... debemos apresurarnos.

Touma la siguió silenciosamente, pensando a toda velocidad en cómo podría convencer a Hilda de quedarse un poco más de tiempo. Tenía mucha curiosidad de conocer al Guerrero de Beta, quien no sabe quién es la mujer que lo espera triste en Asgard mientras hace maromas con el hermano de Alexiel. Mucho para un Asgardiano.

Continuará...