El Vuelo del Ikarus
Chapter IV: Knowing Yourself
— Hey, Touma¿escuchasteis? —el aludido parpadeó varias veces y se volvió a encarar a la persona que le hablaba—. Pero¿qué es lo que os pasa?
— Lady Erin, no os escuché entrar —murmuró él a manera de respuesta mientras se volvía de nuevo a la ventana. Afuera, una tormenta golpeaba con furia los ventanales del Palacio Valhalla—. ¿Os puedo ayudar en algo?
— Sí, me podéis decir porqué estáis tan ausente desde ayer, que regresasteis de la cabalgata con Alexiel. ¿Pasó algo¿Ella os ofendió?
— No, no, de ninguna manera —respondió él en un murmullo—. Pero sí me mostró ese volcán donde ese Guerrero Divino entrena con ella.
— ¿Os mostró la cueva del volcán? Ese es uno de sus lugares favoritos, pues allí pasó momentos muy felices con Hagen.
— Oh... ya veo —respondió Touma sin atreverse a despegar los ojos de la ventana. Erin alzó una ceja a su espalda y tomó una almohada de la cama, para luego lanzársela.
— ¡Hey¡Despertad de una buena vez¡Es hora de la cena y debéis ir con la princesa Hilda!
Esto espoleó a Touma, quien se volvió y asintió profundamente.
— Hai, gomen, no tuve noción del tiempo... en un instante me alisto.
Se cambió detrás del biombo, mientras Erin esperaba junto a la puerta con los brazos cruzados.
— No sé qué diablos habrá pasado entre Alex y vos, pero de cierto os tiene a ambos muy callados. Vamos, Ángel de la Luz, si falláis en el horario la princesa se enojará y Aleisha me matará. ¡Apresuraos!
Touma terminó de alistarse, para luego seguir a Erin velozmente por los pasillos del palacio. Llegaron al Comedor Real a tiempo para inclinarse ante Hilda, que tomaba asiento en la cabecera de la mesa junto a Siegfried, Aleisha y una Alexiel que no levantó la vista.
— Tarde, Erin —dijo Aleisha entre dientes, mientras Erin le indicaba a Touma su asiento junto a Hilda—. Debería hacerte pagar por eso.
— De seguro tienen una buena excusa, Aleisha querida —dijo tranquilamente Hilda—. Tranquilizaos, joven Ikarus. Nadie será castigado.
Touma recitó de nuevo las fórmulas de saludo y trató por todos los medios de evitar la mirada de Alexiel, quien estaba sentada al lado de Siegfried y Aleisha. Erin y Alberich estaban sentados en el otro lado, junto a él. Hilda comenzó a contarle una historia de las costumbres de Asgard, por lo que él se esforzó por prestarle atención.
—...así es que se dice en Asgard que las familias protegen sus propias rentas de una manera algo violenta.
— Es interesante lo que me decís, princesa Hilda —dijo Touma, haciéndose el atento—. He sabido que ciertas personas de Japón hacen lo mismo, como los Yakuza, una familia de mafiosos al estilo de los sicilianos.
Mientras Touma hacía su intervención en la conversación, Alexiel lo miraba a hurtadillas. Cuando él se volvía hacia donde estaba ella, fijaba la vista en su plato, sintiéndose cada vez más incómoda. ¿Cómo habría pasado esto¿Por qué se sentía de esa manera? Y... ¿por qué se sonrojaba al escuchar la voz pausada y modulada del Ikarus?
— Alex... Hey, Alex... —Aleisha le dio un suave codazo, sacándola de su mutismo—. Por Odín¿qué es lo que te pasa?
— Er... nada, Alei... es que... me siento indispuesta, es todo.
Al finalizar la comida, Alexiel se escabulló directo a su habitación, dejando que fuera otra Sombra Divina quien escoltara a Touma a su alcoba. Esta vez fue la propia Aleisha quien lo hizo. Mientras caminaba con él, notó que Touma estaba callado, observando a todos los guardianes que se cruzaban con mirada ausente.
— Lord Touma... —le dijo, haciendo que éste diera un respingo y se volviera a mirarla—. ¿Os han tratado bien en vuestra estancia en Valhalla?
— Pero qué decís, Lady Aleisha... me han tratado muy bien...
— Está bien, Lord Touma... —Aleisha dudó un instante—. Buenas noches, Guerrero de la Luz... vendré mañana por vos.
Touma entró en su habitación y cerró la puerta, dejando a una capitana de Sombras Divinas con muchas dudas.
— Está bien¿qué es lo que pasa contigo?
Alexiel levantó la mirada, enfrentándose a la mirada de Aleisha.
— No me siento bien, es todo.
— Patrañas, Alex, te conozco muy bien —replicó la joven peliazul—, sé que entre ustedes dos pasó algo. ¿Qué fue lo que te dijo?
— Nada, lo que pasa es que estuvimos hablando sobre nuestras familias y...
— Ah, ya veo. Y a ti te dio por ponerte triste por Hagen. Nena, Hagen hizo su vida con Flher, ya es hora de que tú hagas la tuya. ¿No crees que ya sea tiempo de que dejes a tu hermano y busques tu propia felicidad?
— Sí, eso lo entiendo, pero...--
— Alex, me parece que estás haciendo una tormenta en un vaso de agua... además de que... ¿acaso estás celosa de la felicidad de tu hermano?
— Por favor, Aleisha, no seas ridícula. Sabes tan bien como yo que Hagen y la princesa Flher son felices juntos ahora que ya se sinceraron.
— Entonces, porqué no dejas a tu hermano feliz y seas tú la que tome riendas de otra cosa que no sean tus adorados caballos... ¿algo llamado Destino?
Alexiel miró de vuelta esos ojos verdes que le imploraban cordura. Y por primera vez en su vida de Sombra de Merak Beta, sonrió ampliamente.
Touma despertó con algo de dolor de cabeza. Algo le decía que los días transcurridos en el Palacio Valhalla llegaban a su fin, con el comentario hecho por Erin la noche anterior acerca de las Runas de la Alianza.
— La princesa Hilda enviará con vos un presente a la Diosa Athena, a fin de que la alianza esté consagrada por ambos panteones.
Pero eso no tranquilizaba al Ángel, pues ahora tendría que regresar al Santuario...
Hacía tres días que no veía a la joven rubia Alexiel, cosa que lo inquietaba. No podía preguntar por ella, pues no estaba muy seguro de que si dicha pregunta la tomarían como una ofensa. Hilda estaba abocada en sus labores como Sacerdotisa y había dispuesto todo para que las Sombras Divinas lo atendieran, pero pasaba las cenas hablando amigablemente con Touma y discutiendo sobre los Mitos Asgardianos y el Ragnarok.
Caminó por los pasillos del Valhalla, recordando la promesa que le hizo a Marin antes de emprender este viaje que... mal que bien, le había hecho pensar en dos cosas importantes. La primera, en los valores familiares y en la segunda... que la soledad era mala compañera.
— Lord Touma...
El aludido parpadeó, girándose a mirar a la dueña de la voz.
— Lady Alexiel, me teníais preocupado...
— ¿Por qué? —preguntó ella—. ¿Os ocurre algo?
— Es que... supe que el Guerrero Divino de Beta estaba por arribar al Valhalla y... quería saber si vos estabais bien.
— Sí... estoy bien... —respondió ella con cierta timidez, para luego carraspear—. Me preguntaba si era posible que me acompañarais al pueblo de Makdar, más allá de la Zona de Phecda, pues debo efectuar varias compras... así podríamos cabalgar de nuevo...
Touma cogió al vuelo las palabras de Alexiel. Sonrió ampliamente y asintió.
— Hai, será todo un honor para mí el acompañaros, Lady Alex...
Ella sonrió a su vez. A Touma le pareció como si toda la biblioteca se iluminara por el solo hecho de su sonrisa.
— Vamos entonces...
Makdar era un pueblo de Asgardianos comerciantes. Todo el que pudiera necesitar algún objeto, estaba seguro de que lo encontraría allí. Alexiel caminó por entre las calles abarrotadas de gente embozada en pieles, mientras Touma la seguía tratando de no perderse detalle de los distintos tarantines que vendían oro, plata, joyas de varias clases y escudos familiares, armas de fuego, comida, pieles, vestidos, cueros, dagas, espadas y demás cosas.
— Lord Touma, he sabido que las Runas de la Alianza están consagradas por Odín, siendo así que nuestro Dios ha dado su bendición para aliarnos con el Santuario...
— Sí, así es... ya la princesa Hilda me lo había mencionado... —era ahora o nunca—. Pero la verdad, Lady Alexiel, ya no estoy tan seguro que deba regresar al Santuario.
La rubia parpadeó por lo sorpresivo de su comentario y su tono, bajo y tímido.
— ¿Por qué razón no queréis regresar a Grecia, Touma¿Acaso vuestra hermana no está allí?
— Lo está... pero ella ya tiene una vida hecha al lado del Santo Aiolia de Leo, no tardará mucho la llegada del día en que ellos unan sus vidas con la venia de la Diosa... y me quedaré solo.
— ¿Cómo podéis decir eso? Vuestra hermana es una Guerrera, pero vos mismo dijisteis que intervino en la batalla que tuvisteis con el Santo de Pegaso...
— Lo hizo, lo hizo... —esa batalla era algo que Touma no quería recordar, pues allí aún ansiaba convertirse en un Dios—. Pero de igual forma... toda mi vida he estado solo, buscando a mi hermana... y ahora que la he encontrado, ella ha tomado la decisión de aceptar a Aiolia como su pareja.
Alexiel sonrió levemente, mientras Touma observaba desinteresadamente una daga con un símbolo en relieve.
— ¿Sabéis algo? Esa daga es una daga ceremonial para sacrificios a las Nurnas, quienes son las que llevan el sentido del Tiempo y el Espacio en sus manos. Como sabéis, una de las Nurnas se enamoró de un mortal, dejado de lado su obligación para con sus hermanas y el resto del pueblo nórdico. Cuando fue obligada a regresar a sus deberes, comprendió que no importaba cuán divina fuera... los mortales son seres divinos, aún más que los Dioses, porque son libres... ¿comprendéis?
Touma sonrió levemente, sintiéndose algo apenado por mostrar su malcriadez con ese asunto de Marin y Aiolia. Alexiel se inclinó sobre la mesa del vendedor y tomó la daga.
— ¿Creéis que una filosa hoja sea el vehículo para alcanzar un estado de plenitud?
Ikarus la miró fijamente, confundido. No sabía a lo que Alexiel se refería.
— Lo siento, pero no os comprendo, Lady Alex--
— Me refiero a que muchas parejas han tomado su vida en sus manos para demostrarle al mundo lo felices que son...
De pronto, pareció como si ellos dos estuvieran solos. El gentío del mercado y el vendedor que hablaba frente a ellos no fue escuchado más. El silencio se apoderó de los sentidos de ambos, sólo podían mirarse a los ojos. Azul contra azul, diciéndose cosas que no se atrevían a poner en palabras.
Sin más, Touma se inclinó sobre Alexiel y la besó.
La suavidad de sus labios enardeció al Ángel de Ikarus, haciéndolo más osado y profundizando el beso. Se acercó más a ella, rodeándola con sus brazos y atrayéndola hacia sí. Se sentía en el séptimo cielo... hasta que Alexiel se separó de él y huyó corriendo.
Continuará...
