El Vuelo del Ikarus

Chapter VII: El Sol sale para todos

— Sí, Ángel de la Luz, podéis pasar —dijo una Hilda muy seria. Touma, sonrojado y avergonzado hasta la raíz del cabello, hizo una profundísima reverencia ante Hilda e hincó la rodilla en tierra. No se atrevía a mirar los ojos violetas de la Princesa Regente de Asgard, luego de tamaño y degradante disparate que había cometido en contra del honor de la Orden de los Guerreros Divinos.

Hilda fijó su mirada en él por largo rato, pero Touma no cejó. Ella suspiró y le hizo una seña a Erin, para que se retirara y los dejara a solas.

— Muy bien, Touma —dijo la Sacerdotisa de Polaris, levantándose del trono y caminando hacia él, conminándolo a levantarse—. Estamos solos, puedes decirme qué es lo que te ocurre. Pero primero, has de explicarme tu comportamiento el día de ayer en el campo de entrenamiento¿de acuerdo?

Touma asintió y por fin alzó la mirada. Hilda notó un dolor y una vergüenza inmensurables. De verdad el pelirrojo estaba arrepentido de lo sucedido con Hagen.

— Princesa... realmente no sé qué fue lo que me sucedió... es que... —no pudo continuar. Sabía que su salida del Valhalla iba a ser ignominiosa y nada de lo que dijera iba a favorecerle. Hilda sonrió y se acercó a una mesa ubicada al lado del trono y tomó una copa, llenándola de vino.

— Yo creo que sí sabes lo que ocurrió. Siegfried me contó todo, pero también quiero escuchar tu versión del asunto... ¿acaso tu animadversión por Hagen tiene alguna razón específica?

Ah, Hilda era muy inteligente, pensó Touma, no podría engañarla con una excusa tonta. Tendría que decirle la verdad, aunque con ello se arriesgara a ser ejecutado.

— Princesa Hilda... es cierto que mi misión ya ha acabado, y que me queda poco tiempo de permanencia en este hermoso Palacio... pero aquí he encontrado una razón que me impulsa a quedarme y... a olvidar mi obligación para con la Diosa Athena... verá, yo... er...

— Te enamoraste de una de las Sombras Divinas¿no es cierto?

El sonrojo instantáneo en el rostro del Ángel la hizo sonreír, como una madre sonriéndole a su hijo. Una sonrisa tierna, con algo de connivencia.

— Pues... Princesa... yo...

— Sí, ya me lo imaginaba... ¿quién de ellas, Touma¿Erin, Aleisha... o tal vez Selene?

— Alexiel, su majestad... ella es la dueña de mi corazón...

— ¡Ah, claro! —exclamó Hilda uniendo las manos—. Pero... ¿por qué pelear con Hagen?

— Es que yo pensé que... él y ella... pues...

Hilda soltó una carcajada discreta, cubriéndose la boca con una mano. Touma se sintió como un perfecto y monumental imbécil, ahora que había dado cuenta de las razones de su comportamiento.

— Oh, Touma... pensaste que los hermanos Merak eran amantes... —sonrió ampliamente la Sacerdotisa de cabellos plateados—. Déjame decirte algo, Ángel de la Luz. Hagen está prometido a mi hermana, la Princesa Flher... ellos pasaron una larga temporada curando las heridas emocionales que sufrieron durante la Guerra Sagrada contra los Santos de Bronce, pues como sabrás, fue uno de ellos el que quiso hacer entrar a Beta en razón, pero como su percepción del deber era más importante que el amor que sentía desde niño por Flher... podrás imaginar el desenlace de esta historia.

Ya sabía lo que había ocurrido en Asgard en esos tiempos, pues su Oneesan se lo había contado. Asintió gravemente e Hilda continuó.

— Pensé que era necesario que ellos salieran de Asgard por un tiempo, pues Hagen y Flher debían aclarar algunas cosas entre ellos. Por ende, los envié a Alfheim, una isla aledaña a nuestras costas, donde pasarían una temporada y, según mi esperanza, se afianzaría ese cariño que sienten el uno por el otro desde hace muchos años... ¿comprendes?

Touma volvió a asentir, sin saber muy bien por qué Hilda le contaba todo eso. Hilda le señaló el tapiz del Ragnarok, haciendo que Touma lo viera de cerca. Podía apreciarse una pareja vestida aguerridamente, peleando al frente de las huestes del Dios Odín.

— Por la valerosa intervención de mi hermana, el Santo de Bronce del Cisne no fue ejecutado, pero en el ínterin, Hagen dudó mucho de su lealtad... no para con la Orden ni conmigo, sino para con él mismo. Como uno de los más poderosos de la Orden Divina, esto significaba una enorme afrenta para él, así que debía mover algunos hilos y dar algunas órdenes en orden de llenar ese abismo entre ellos... porque su Destino es estar juntos, así está escrito.

— Princesa¿por qué me cuenta todo esto a mí?

— Es para que comprendas ampliamente que Hagen de Merak y su hermana pertenecen a distintas providencias... —Hilda alzó los ojos a la puerta del Salón—, y es posible que tu deseo no esté tan descabellado...

Touma se volvió en redondo. Alexiel caminaba hacia ellos con el rostro demudado. Inclinándose ante Hilda, formuló los saludos rituales con voz fría y seca.

— Princesa Hilda de Polaris, Sacerdotisa Regente de las heladas tierras de Asgard... ¿habéis solicitado mi presencia ante vos?

— Sí, Alexiel... tengo una misión para vos. Ahora que Hagen y Flher han formalizado su compromiso, necesito de vuestras habilidades de diplomacia a los fines de invitar a la Diosa de la Sabiduría a estas festividades tan importantes para el reino, pues su bendición sería ideal en este caso de extremo júbilo para nuestra estirpe.

Alexiel miró a Hilda de hito en hito, mientras Touma se maravillaba una vez más de la astucia y la habilidad de la Princesa para hablar veladamente. ¿Eso significaba que Alex iría al Santuario a ver a Athena?

— Princesa, cumpliré vuestras órdenes al pie de la letra —respondió la rubia enderezándose solemnemente—¿podría preguntaros cuándo he de partir a Grecia?

— Partiréis con Aleisha y con los caballeros atenienses, haciendo una parada en el Santuario del Dios Apolo en Delfos. Habréis de invocar el Oráculo del Dios del Sol para averiguar si el hado está a nuestro favor. Mientras estéis en Delfos, Aleisha y el antiguo General Marino continuarán su camino al Santuario, siendo vos luego escoltada al mismo por el Ángel de Ikarus.

Touma pudo darse cuenta que Hilda le estaba dando un valioso tiempo para ganársela de nuevo... tiempo que tendría que aprovechar.


— ¡Por los Dioses, qué calor!

Tal era la exclamación de Aleisha mientras caminaban por el sendero que los llevaría a Delfos. El viaje había sido corto, pero para Touma fue eterno. Alexiel sólo hablaba con Aleisha y en un lenguaje que ni Kanon ni él podían entender, mientras que el comportamiento de la misma capitana de las Sombras Divinas era extraño. Se mostraba nerviosa, sobresaltándose a cualquier evento repentino.

Anochecía en Delfos cuando por fin arribaron. Fueron acogidos por los sacerdotes del Templo de Apolo, quienes les proporcionaron un baño fresco y comida. Ya refrescados, el grupo se reunió con Thoran, el Sacerdote Mayor del Templo del Dios del Sol.

— Saludos, visitantes de Asgard y del Santuario de Athena —dijo amable, sonriendo—. Es un honor para nosotros teneros aquí... habéis venido para consultar el Oráculo¿no es cierto?

— Así es, gran Thoran —dijo Touma tomando al Sacerdote de la mano. Esto hizo a los otros darse cuenta que Thoran era invidente.

— ¿Pero qué es lo que oyen mis oídos? ... ¡Touma¿En verdad eres tú?

— Sí, amigo mío, soy yo... he vuelto con las Sombras Divinas de Asgard por orden de la Princesa Hilda de Polaris, quien desea conocer el hado de su hermana y su contrayente, uno de los Guerreros Divinos de la sagrada Orden de Odín... y conmigo viene también el pródigo Kanon, antiguo General Marino de Poseidón...

Aleisha le sonrió a Alexiel, quien seguía cruzada de brazos. Aún estaba molesta por lo ocurrido en Asgard, peor tuvo que reconocer para su pesar que la habilidad de discurso del pelirrojo era muy impresionante. Además, se sintió algo enternecida por la escena: Touma sosteniendo al anciano Thoran, como un amoroso nieto sostiene a su abuelo más querido.

— Es una gran sorpresa tener aquí reunidos a personalidades de diferentes destinos —dijo el anciano, con una sonrisa afable—. Y tú, hijo mío¿qué ha pasado contigo? Ha sido mucho tiempo desde que te despediste de nosotros para ir con nuestro Señor y la Diosa de la Caza, Artemisa, a servirlos en el Olimpo...

— Es una larga historia —respondió Touma—¿estás seguro que quieres escucharla¡Podrías caer dormido de tanto hablarte!

La risa del Sacerdote surgió, cristalina, como la risa de un niño.

— Vamos, muchacho, cuéntame lo que ha ocurrido desde ese día en que dejé de sentir tu presencia en este mundo... ¡no dejes nada sin contarme!

Touma soltó una risita y comenzó su historia. Para Kanon, Aleisha y Alexiel, era una historia completamente nueva, pues para ese momento, Kanon estaba muerto y las otras dos estaban enfocadas en otros asuntos, como la vuelta de sus propios Guerreros Divinos. Conforme el relato avanzaba, Alexiel y Aleisha comenzaron a compartir miradas esporádicas. ¿Realmente ese muchachito impulsivo e irritable era tan poderoso y tan virtuoso como para ganarse el favor, no de uno, sino de dos Dioses?

Kanon escuchó impresionado la historia, sonriendo ausente al recordar a los doce Santos Dorados encerrados con el Patriarca Shion y él mismo en un sitio oscuro y sin salida, una voz femenina y otra masculina acosándolos, condenándolos... pero la luz que después los hizo volver a la vida, la calidez y la pureza del Cosmo de Athena... respiró profundamente, atrayendo la atención del fino oído de Thoran.

— ¿Suspirando por los recuerdos, eh, Geminiano? —preguntó burlón el Sacerdote—. Tal vez tu destino sea reparar el yerro que alguna vez te dirigió... y una buena oportunidad se te dio. He sabido de las actuaciones de cada habitante de los sagrados recintos de los Dioses en la Tierra, así que puedo decir, sin temor a equivocarme, que esta nueva vida que ahora disfrutas es un regalo de los Dioses... disfrútala al máximo, amigo mío...

Kanon asintió, dibujando una sonrisa amplia en su rostro. Sabía que esta vida no era sino una recompensa por lo que había hecho, así que no había más que decir. Touma continuó su historia, siendo Thoran el que mostró sorpresa al escuchar el argumento final y el discurso de la Diosa Athena para hacer entrar en razón al Dios Solar.

— ¡Por la bóveda celeste! Ha sido muy valiente por parte de la Diosa de la Sabiduría hacer esto, pues es sabido que Apolo sólo entiende razones dichas por Zeus... impresionante en verdad tu historia, pequeño, pero... ¿dónde está tu hermana ahora¿Cómo te sientes ahora que la encontraste, después de tantos años de búsqueda?

— No sabría decir, amigo Thoran... pues son muchas las emociones que afloran cuando pienso en mi Oneesan. Alegría, por haberla encontrado, volver a ver su rostro, su sonrisa, escuchar su voz; culpa —aquí miró a Alexiel—, por haberme comportado como un perfecto imbécil cuando nos encaramos por primera vez; y tristeza, por haberla hecho sufrir, luego que supe que ella realmente era la persona que busqué por tanto tiempo y que aún así le hice daño deliberadamente... en mi estúpida necedad de ansiar poseer la fuerza de un Dios...

Alexiel supo al momento que él no estaba hablando de Marin, sino de ella, Era una disculpa velada, dada con la máxima de las sutilezas y la caballerosidad. Se enterneció una vez más, ofreciendo por fin una mirada directa y una pequeña sonrisa al Ángel de Ikarus.

— Comprendo perfectamente, hijo mío... —dijo el anciano, colocando su mano en la cabeza de Touma y revolviéndole levemente los cabellos—. La culpa, es un sentimiento que puede resultar una carga para algunos, pero para otros es un impulso que los lleva a hacer el bien finalmente. Las emociones humanas, sin embargo, son de una índole más intensa que las que puede sentir un Dios, pues estos, en su inconmensurable poder e inmortalidad, tienen otro tipo de mentalidad, otras prioridades... ¿comprendes?

— La mortalidad hace que la vida sea más intensa a partir de las emociones... a veces, es bueno ser humano.

Thoran guardó silencio ante este argumento. Alexiel se sonrojó levemente, al ver que los otros la miraban con la boca abierta, sorprendidos de su intervención.

— Acércate, hija mía —pidió el Sacerdote—. Tu voz es un bálsamo curativo para aquellos que no habían tenido la dicha de escucharla —tomó las manos de Alex entre las suyas, con gesto feliz—. Dime tu nombre, por favor, niña de hermosa voz...

— Soy Alexiel de Merak, Sombra del Guerrero Divino de Beta, llamado el guerrero del fogoso hielo, al servicio del Señor Odín.

— ¡Ah! Ahora puedo comprender el mensaje de la Sacerdotisa de Asgard... seas bienvenida, Lady Alexiel... y tú también, Lady Aleisha de Duhbe, capitana de las Sombras Divinas... sean bienvenidas al recinto del Oráculo Sagrado de Apolo...

Ambas jóvenes saludaron con cortesía, a lo que el anciano sonrió dilatadamente.

— Descansad ahora, jóvenes. Mañana habremos de realizar el Ritual del Hado, el cual nos dirá qué será del destino impuesto por las Parcas a esta feliz unión de un Guerrero Divino y una Princesa. Id, hijos míos... descansad...

Continuará...