El Vuelo del Ikarus

Chapter VIII: La Fuente de los Deseos

Alexiel se abanicaba con la mano a las puertas del Templo. No podía dormir, pues el clima templado de Grecia a mediados de Septiembre era algo... insoportable, para una persona nacida en las heladas tierras cercanas al polo. Su mente estaba perdida en mil y un pensamientos, recuerdos de su niñez y su deber; su hermano, su conciencia... y Touma.

Ese pelirrojo había sabido disculparse sutilmente, pero aún no habían tenido el momento a solas esperado para poder hablar con sinceridad. Para Alexiel esto era frustrante, pues quería (ahora sí) saber las razones por las cuales él había provocado esa terrible pelea con Hagen.

Ella sabía muy bien lo belicoso que era su hermano, pues compartían la misma sangre, los mismos genes; pero su entendimiento no alcanzaba a comprender cómo Touma pudo hacerse comportado de esa manera...

— ¿Alex?

Y allí estaba... el dueño de sus pensamientos. Vistiendo ropa más fresca, una túnica blanca que les habían proporcionado las vestales del Santuario Solar, Alexiel pudo mirar las formas angulosas y perfectamente masculinas del cuerpo del pelirrojo... lo que la hizo sonrojarse al pensar...

— ¿Estás bien¿Por qué no estás durmiendo? El viaje fue duro...

Alexiel dio gracias a los Dioses que estaba oscuro y él no podía ver su rostro sonrojado... el calor estaba jugándole malas pasadas. Carraspeó un poco, tratando de recobrar la compostura.

— No podía dormir —habló por fin—, este calor... no estoy acostumbrada a él...

— Comprendo... —respondió con un deje pensativo el joven—. Sé de una fuente donde podéis refrescarte, si así lo deseáis...

Sintiendo una gota de sudor bajar por su espalda, Alexiel se estremeció y asintió, la sola idea de agua fresca espoleó su deseo de ver esa fuente.

Caminando junto a Touma, pudo al fin satisfacer una de sus varias curiosidades.

— Sí, Thoran es uno de los que me conoció cuado yo era un niño... luego de que me separaron de Marin, vine a parar acá, donde aprendí los conceptos básicos de la pelea a distancia y cuerpo a cuerpo, además de la teoría del Cosmo... luego, el Oráculo indicó que yo debía ascender al Olimpo, pero por ser un mortal, no podía hacerlo yo solo... así que tuve que tomar parte en un ritual bastante peligroso, que me hizo perder casi toda mi sangre pero que me ayudó a alcanzar el Séptimo Sentido, que fue lo que me franqueó las puertas de la mente y el tiempo... pude ver por primera vez a Artemisa y a Apolo... así, ellos me ayudaron a trasladarme, Apolo tele-transportando mi cuerpo y Artemisa curando mis heridas ocasionadas por el Ritual... estuve tan agradecido con su bondad que juré solemnemente servirlos con mi vida... hasta ese día en que la Diosa Artemisa nos indicó a los Ángeles bajar a la tierra a eliminar al Santo de Pegaso, Seiya.

— Por Valhalla... —suspiró la joven Merak, mientras atravesaban un sendero cubierto por el follaje de un bosquecillo—. Has tenido una vida difícil, por lo que veo...

— No, no tanto... —sonrió él, descubriendo la fuente ante ella al levantar la última rama de follaje—. Esta es la Fuente del Sol... si miráis, es un gigantesco reloj de sol, creado a partir de la fuerza del agua... ¿qué os parece?

— ¡Es... precioso...! —exclamó ella, recorriendo con la mirada el increíble paisaje ante ella. El agua era oscura y reflejaba la luna; una pequeña isla de roca con un pináculo se alzaba en el centro de la fuente, lo que le indicó que era la "aguja" de ese fantástico reloj.

— Puedes bañarte en la Fuente, si así lo deseas... esperaré a que te refresques para guiarte de regreso al Templo —dijo Touma haciendo un movimiento para dejarla, a lo que ella le sujetó la mano.

— Puedes quedarte...


En poco tiempo, ambos se encontraban nadando en la fuente. Como el agua era oscura, la privacidad íntima de cada uno estaba resguardada. Alexiel reía mientras salpicaba de agua a Touma, quien no hallaba la manera de ocultarse.

— ¡Espera¡Iie! —protestó, mientras Alex se sentía más confiada y le salpicaba con más saña—. ¡No hagas eso¡Hey!

Alexiel reía con ganas, hasta que se vio presa entre los brazos del Ángel. Calló abruptamente por el beso al que Touma la sometió. El agua jugueteaba con la pareja, mientras ellos se acostumbraban a la piel del otro... y a su calor.

Touma pasó los dedos por el mojado cabello rubio, para luego descender por su espalda desnuda, bajo el agua. Sin dejar de besarla, la condujo flotando a la orilla del islote que se ubicaba en medio de la fuente. Al sentir su espalda tocar la superficie de mármol, ella reprimió un gemido.

Envalentonado, Touma recorrió la piel desnuda de la Sombra Divina, sus costados y caderas, hasta llegar a sus piernas. En un movimiento suave pero firme, la tomó por las rodillas y la sentó encima del pilar, sacándola del agua. La luz de la luna iluminó la piel lechosa de la nórdica, la cual brillaba como una húmeda perla. Ella lo miró con ojos flameantes, mientras Touma se olvidaba de respirar al ver semejante belleza mostrándose a él, sin pudores ni reservas.

— Por los Dioses... qué hermosa eres... —masculló a duras penas mientras ella lo halaba hacia sí, pero haciéndolo tan repentinamente que lo sacó del agua, cayendo encima de ella. Ambos soltaron la carcajada, nerviosos de sentirse nuevamente, húmedos, tensos... y excitados.

— Touma... yo...

— Esto... Alex, sólo si tú estás de acuerdo... —murmuró de nuevo, besándola levemente. Ella lo miró fijamente, la luna en el cielo reflejando su piel pero manteniendo su rostro a la sombra. Se miraron un largo momento, el aire de la noche enchinándoles la piel.

Por toda respuesta, ella lo haló más hacia sí, lamiendo sus labios. Touma gimió quedamente y sus manos comenzaron a recorrerla. Su suave piel lo enardeció, su cuerpo lo excitó. Estando ambos desnudos, no había barreras que quitar, sólo las emocionales... y éstas ya habían sido derribadas.

Ella tomó entre sus manos la cabeza de bermejos cabellos, mientras él besaba y volvía a besar los perfectamente formados pechos, haciendo que ella exhalara un profundo suspiro. Parecía que las manos de Touma se multiplicaban, vagando, tanteando, explorando y acariciando.

En un momento, ella no pudo soportarlo más... y soltó un gemido. Esto le indicó a Touma que había encontrado zonas sensibles, pues sus inquisitivos dedos hacían que la respiración de Alexiel se entrecortara, ansiosa.

— Touma... por favor... —pidió ella, urgente. Él comprendió y se colocó sobre ella, mientras entraba en su interior, despacio, muy despacio. Alex se aferró a sus hombros, mientras Touma esperaba que ella se distendiera. Pasado un momento, comenzó a moverse lentamente. Pronto, su ritmo comenzó a incrementarse, mientras Alexiel sentía como su piel estallaba en un sinfín de cosquillas.

— Dioses —jadeó él, mientras hundía su cara en su cuello—. Alex... oh, Alex...

— Ay, Touma... —respondió ella en un susurro intermitente, antes de soltar un pequeño grito corto. Había alcanzado el clímax, seguida muy de cerca por el Ángel, su Ángel.

Abrazados, sosteniéndose uno al otro apretadamente, compartiendo besos y palabras dichas por vez primera... la rubia se había entregado en cuerpo y alma... y en corazón.


Regresaron tomados de la mano, el momento que habían compartido era tan poderoso, que sabían que las palabras sobraban. Se detuvieron frente a la habitación que ella compartía con Aleisha, no deseando separarse y quedarse siempre juntos, juntos siempre.

Touma señaló la ventana, donde el mundo recibía la salida del sol con alborozo.

— Deberías descansar, mi amor... —susurró quedamente, su nariz rozando la de la rubia—. Pronto Thoran nos llamará para convocar el Oráculo...

Ella comprendió perfectamente. Había que reponer fuerzas para estar con los cinco sentidos en la ceremonia de predicción. Asintió y unió sus labios a los de él, en un profundo beso. Luego, tomó el picaporte de la puerta y empujó. Los ojos de ambos de agrandaron de sorpresa. Touma, más rápido, cerró la puerta levemente, sin ruido. Tomó la mano de Alex y la llevó apresuradamente a las puertas del Templo, donde soltaron la carcajada de sus vidas.

— ¡Jajajaja! —rió Alexiel, apoyándose de una de las columnas—. ¡Ahora entiendo por qué es que Aleisha estaba tan deseosa que saliera a tomar aire!

— ¡Jajajaja! —coreó Touma, sosteniéndose el estómago con las manos—. ¿Quién diría que Kanon fuera tan tierno? Esto lo va a saber todo el Santuario de Athena¡a menos que sea mi esclavo durante un mes¡Saga se morirá de la envidia cuando sepa que su hermano conquistó a la capitana de las Sombras Divinas!

— Ay... ¡jajajaja! —respondió a duras penas la joven, sacudiendo la cabeza—. ¿Y qué me dices de Siegfried¡Al pobre le dará un ataque al corazón si le digo que Aleisha tiene un tatuaje en un cachete!

Los jóvenes se desternillaron de risa a costillas de la "inocente" pareja dormida en ese cuarto ya olvidado, pues habían visto a una Aleisha durmiendo junto a un Kanon que la sostenía contra su pecho, ambos con los cabellos revueltos. Esos dos bien podían darse por pescados si alguno de los sacerdotes entraba a la habitación, pensó Touma, así que corrieron de vuelta y atacaron la puerta a golpes, despertándolos sobresaltados.

— ¡Buenos días! —exclamó Alexiel alegremente, mientras sacudía el picaporte. Dentro de la habitación, pudo escucharse unos murmullos suspensos y sonidos de sorpresa, mientras los de afuera reían tapándose la boca. Al cabo de unos minutos, Aleisha abrió la puerta, vestida y peinada correctamente. Verla así ocasionó otro ataque de risa que le indicó a la morena que había sido descubierta. Un rubor escarlata bañó su rostro y frunció el ceño ante las risotadas.

— ¿De qué se ríen ustedes? —preguntó al fin.

— ¡Hermana, no sabía que te gustaran las estrellas! —susurró la rubia, lo que hizo que el sonrojo de Aleisha fuera más evidente. Touma soltó otra carcajada al ver que Kanon aparecía por el otro lado del pasillo, arreglando en su rostro una expresión casual.

— ¿Qué es lo que ocurre? —preguntó—. ¿Qué es tan gracioso?

— La marca que tienes en tu cadera —replicó Ikarus con una sonrisita sarcástica—. ¡Esa mordida no se irá en un buen tiempo, muchacho!

Atrapados. Menos mal que habían sido ellos y no algún sacerdote, o la vergüenza hubiera sido mayor. Alzando los hombros en derrota y con el rostro igual de encarnado, Kanon sonrió y pasó un brazo alrededor de la capitana de las Sombras Divinas.

— ¿Y ustedes, dónde demonios estaban? —preguntó Aleisha, tratando por todos los medios de no golpear a la rubia y al pelirrojo, que no dejaban de reír. Alexiel suspiró y le guiñó un ojo.

— Fuimos a ver la luna —respondió, mirando a Touma. Éste asintió, con expresión maliciosa. Los otros rieron al darse cuenta que su secreto era igual que el de los otros dos.

— ¿Y qué... ella también tiene un tatuaje? —preguntó Kanon, dándole un codazo al pelirrojo. El aludido sonrió y cogió un mechón del cabello de Alex, jugando con él.

— No, no tiene nada...

— ¡Touma!

— ¡Jajajajajaja! —fue la respuesta de todos a la exclamación de Alexiel. Thoran apareció por la esquina del pasillo, sonriendo festivamente al escucharles.

— ¡Qué bueno encontrarles tan de buen humor esta mañana! —gorjeó. Touma corrió a su encuentro, tomándole del brazo para guiarlo—. ¡Buenos días a todos! Que el Dios Sol los bendiga.

— Que así sea, abuelo —rió Touma—. ¿Está todo preparado?

— Así es, querido hijo —respondió el anciano—. Todo está arreglado para la ceremonia de predicción del Oráculo. Venid, hijos míos. Vamos a comenzar en cuanto el incienso rodee el simulacro.

Continuará...