El Vuelo delIkarus

Chapter X: El Duelo Final

El grupo, guiados por Marin de Águila, subieron lenta pero seguramente la larga escalinata de los Templos del Zodíaco, acercándose cada vez más a Athena y al final de su misión. Fueron saludados alegremente por los Lemurianos Kiki y Mu en el primer templo, acompañados de un Aldebarán sonriente; mientras que Kanon fue embestido por un molesto Saga para diversión del resto, quien gritaba reclamándole algo acerca de dejar un desorden en el Templo de Géminis al irse a Asgard. Asombrosamente, el Templo de DeathMask estaba limpio y sin traza de esas horribles máscaras, pero por si las dudas apretaron el paso mientras Kanon corría escaleras arriba con Saga pegado a sus talones. Riéndose de los gemelos, entraron al Templo de Leo, donde Touma fue literalmente apachurrado por el abrazo de Aiolia.

— ¡Muchacho¿Tenías que haber hecho tanto alboroto en Asgard para que la Sacerdotisa hiciera acto de presencia acá en Grecia?

Alexiel y Touma se miraron sorprendidos, al tiempo que Kanon y Aleisha hicieron lo propio. ¿Hilda en el Santuario de Athena?

Onegai, Aiolia... ¿puedes explicarte mejor? —rogó el Ángel.

El León Dorado se rascó la cabeza, mirándolo de reojo y luego mirando a Marin, quien asintió con la cabeza.

— Touma... ¿de verdad no sabes que la Regente de Asgard está aquí con uno de sus Guerreros Divinos... el cual clama por tu cabeza?

Alexiel dejó escapar un sonido de sorpresa y Touma sintió cómo su columna era barrida por un frío estremecimiento. Ya sabía de hecho quién era ese Asgardiano. Sin mirar a Marin, el pelirrojo continuó avanzando por el Quinto Templo, haciendo que los otros se apresuraran para alcanzarlo.

Alexiel observó con aprensión a Touma mientras pasaban por los Templos Zodiacales, sin importarle la novedad de ver construcciones antiguas llenas de tendencias jónicas mezcladas con el misticismo del Santuario. Tomó un tiempo, pero al fin llegaron al Templo de Athena. Fueron recibidos por Aiolos y Seiya, quienes saludaron gratamente a un Ángel de Ikarus preocupado por lo que diría Athena al verle... pero más por lo que pasaría con el hermano de Alexiel.

Guiados por un cordial Seiya y un amable Aiolos, arribaron ante la Diosa de la Sabiduría... y la Princesa Hilda de Polaris, quien estaba acompañada por Hagen de Merak. Los tres observaban en silencio el tapiz donde se representaba la batalla de los Santos de Bronce contra los Ángeles del Olimpo, siendo el mismo Touma el que figuraba como el favorito del artista tapicero, colocándolo en el centro con Seiya mientras se embestían uno al otro fieramente, demostrando el poder de sus Cosmos. Athena se volvió hacia los recién llegados y el pelirrojo fue presuroso a postrarse a sus pies.

— Salve Athena, Diosa de la Sabiduría y la Guerra, la más sabia de entre los Doce Olímpicos.

Athena lo miró preocupada, mientras Hilda miraba fijamente a las Sombras Divinas. Aleisha no resistió su mirada por mucho tiempo, sonrojándose un poco y bajando la cabeza; pero Alexiel sostuvo firme sus ojos en los de la Sacerdotisa, quien después de un largo momento cedió y cerró sus ojos. Hagen mantenía apenas la furia por volver a ver a ese pelirrojo estúpido, el ladrón de su hermana, por lo que le haría pagar.

— Touma, mi querido Touma —respondió dulcemente Athena, colocando su mano sobre su cabeza, en mudo signo de protección y bendición—. Habéis cumplido con vuestra misión, según lo que me explicó Hilda...

— Mi señora, yo...

— Pero debes saber que aparte de la alianza forjada con Asgard, hay algo que debí comentaros antes de vuestra partida —continuó Saori sin prestarle atención a sus titubeos, al tiempo que miraba a Kanon fijamente, hecho éste que hizo bajar culpablemente la cabeza al hermano de Saga—. Hace algún tiempo, cuando las Guerras daban un descanso a los humanos y los Dioses bebían néctar en el Olimpo, sin importarle mucho los fieles que aún mantenían sus templos cuidados y ofreciendo sacrificios en esos días que ellos mismos les habían ordenado; hay una costumbre que existe entre los Asgardianos que aún perdura hasta hoy en día. Ésta consiste en que el hermano mayor de cada familia es el que da el visto bueno a un joven para que pretenda a su hermana o hermanas menores, lo que es algo... antiguo, pero que tranquiliza a muchas jóvenes de familias nobles.

— Es por ello —intervino Hilda inclinando cortésmente la cabeza hacia Athena—, que cuando un joven pretende a una hija de nobles, el hijo mayor como protector de su hermana procede a batirse en duelo con el pretendiente, a fin de probarle a la familia que es digno de la muchacha¿comprendéis, Ikarus?

— Comprendo perfectamente, Princesa Hilda —respondió Touma seria y decididamente, mirando a Hagen. Éste sonrió fríamente y asintió a la silenciosa pregunta hecha por los ojos de Hilda.

— Siendo un habitante de mi Santuario pero aún sirviente de Apolo y Artemisa —añadió Athena mirando de nuevo hacia el tapiz, donde en su parte superior se apreciaban los hermosos rostros de los Dioses hermanos del Sol y la Luna—, debéis tomar esto como decisión tuya, pues no me debéis obediencia directamente a mí, Touma...

El aludido permaneció en silencio.

— Todo está dispuesto, entonces...


El Coliseo albergaba esa noche una de las peleas más insólitas desde la era del mito: un Guerrero Divino venido de Asgard contra un Ángel caído del Olimpo. Athena sólo podía ser anfitriona del duelo, más no podía tomar partido por ninguno de los dos...

— Touma¿estás seguro de lo que piensas hacer?

— Nunca he estado más seguro en mi vida, Seiya —dijo mientras se ajustaba la máscara que lucía cuando vestía el ropaje que le confería el rango de Ángel de Ikarus—. Si es la manera Asgardiana de hacer las cosas, pues bien, yo jugaré su juego. Tanto él como yo estamos conscientes de que esto puede llegar a ser mortal... pero si es la forma de ganarme el respeto de ese rubio necio, pues lo haré.

Hyoga y Seiya se miraron confundidos, mientras Kanon fruncía el ceño.

Mientras que al otro lado...

— ¿Por qué tuviste que apelar a ese derecho obsoleto del duelo del jefe de familia, Hagen? —protestó Alexiel, al borde de la histeria—. ¿Es que no puede entender tu cabezota que yo quiero a Touma¡¡Déjame vivir mi vida como a mí me parezca!

— Te equivocas, hermana —replicó Beta, sacudiendo el cabello—. Así sea mi propia tozudez hablando, quiero demostrarle a ese estúpido Ángel de la Luz que con los Merak no se juega... ¡y aún menos con mi hermana!

— Shaiβe, Hagen... —exclamó Aleisha, enfurecida—. ¡Eres un mentecato!

— ¡Pero qué vocabulario! —se burló él, con una fría sonrisa—. Bonita manera de expresarse de la capitana de las Sombras Divinas... me aseguraré de que Siegfried se entere de esto.

Aleisha bufó y salió a la arena gruñendo, presa de una increíble rabia.

— Alei... —escuchó que la llamaban quedamente—. ¡Aleisha!

La capitana se volvió y se encontró con una cara familiar.

— ¡Erin! —exclamó, sorprendida—. ¿Qué demonios haces aquí en Grecia?

— Selene escuchó detrás de las puertas del Salón del Trono en Asgard la petición de Hagen ante Hilda —explicó la castaña, saliendo de su escondite tras una columna—. Hilda trató de disuadir a Hagen, pero fue inútil. Él le dijo que no podría hacer feliz a Flher si no se aseguraba que su hermana estaba bajo el cuidado de un hombre digno...

Un trueno acompañó las últimas palabras de Erin. Se aproximaba una tormenta. Aleisha suspiró, calmando su rabia.

— ¿O sea, que estamos fritas? —preguntó. La Sombra Divina de Delta asintió gravemente.

— Lo peor del caso es que Siegfried y Alberich están fuera de Asgard, en una misión de reconocimiento por el polo... ninguno de los dos sabe nada... así que me escapé del Valhalla, dejándole dicho a Selene que cuidara de la Orden y de Flher mientras este problema se solventaba... ¿qué dice Lord Touma de todo esto, Alei?

— Ese bobo está dispuesto a pelear con Hagen —intervino Kanon, aproximándose a las jóvenes—, hasta hacerlo entender que sus intenciones con Alexiel son auténticas. Se está preparando para el duelo.

— Esta tormenta favorecerá a Hagen, puedo apostarlo —dijo Aleisha pensativa. Kanon tomó un mechón de su cabello negro-azulado y sonrió maliciosamente.

— Yo no estaría tan seguro de eso, preciosa. Touma es muy poderoso. Roguemos a los Dioses porque los dos salgan vivos de esta tontería.

Erin meneó la cabeza preocupada, mientras Aleisha se abrazaba al Geminiano y él acariciaba su cabello. La tormenta avanzaba, cubriendo el cielo con negrísimos nubarrones. La noche del duelo estaría acompañada de una lluvia furiosa y relámpagos.


Pocos Santos habitantes del Santuario habían podido recordar una tormenta eléctrica que azotara de esa manera ese suelo sagrado. Sin embargo, esto no fue impedimento para que dos figuran se enfrentaran la una a la otra, en un combate singular. Aiolia y Marin, Kanon y Aleisha, los Santos de Bronce y las Sombras Divinas de Asgard observaban a los contendientes medirse con la mirada bajo una cortina de agua que caía implacablemente del cielo. Alexiel se encontraba sentada junto a Hilda y Athena, mientras el Patriarca Shion de Aries miraba al cielo.

— Que comience el duelo —dijo Athena, cerrando los ojos.

Ambos contrincantes inclinaron sus cabezas a Athena e Hilda... y el duelo comenzó.

— Fuiste demasiado lejos al pensar que podrías salirte con la tuya —dijo Hagen en un siseo, convocando su helado Cosmo—. Ahora, delante de todos tus amigos, te probaré que eres sólo un estúpido arribista. ¡Vas a perder más que este duelo!

La temperatura comenzó a bajar aceleradamente. El aliento que expelían los espectadores se hizo visible. El agua que caía empezó a solidificarse, dejando de ser lluvia. El granizo se hizo presente en la arena, cayendo sobre los duelistas. Pero Touma no hacía el menor caso de todo esto. Escuchó las palabras de Hagen mirando al cielo, mientras la luna se dejaba ver pálidamente entre las tormentosas nubes.

— ¿Pero qué te pasa, Ikarus¿Estás diciendo ya tus oraciones para irte directo al infierno después que yo acabe contigo?

— Puedes hablar lo que quieras, Hagen. Estoy aquí para demostrarte a ti, a la Princesa Hilda, a Athena y a la propia Alexiel que mis sentimientos son legítimos.

— ¿Cómo te atreves de hablar de sentimientos o de verdades si eres un falso y un pobre diablo¡No sabes lo que dices, impertinente!

— Mira, Hagen —dijo Touma, ya harto de los insultos que le encasquetaba el Guerrero Divino de Beta—. El hecho de que yo sea un despistado que no haya comprendido bien que tú eras el hermano de Alexiel, no quiere decir que sea un descerebrado y que no tenga honor. Estoy aquí¿no es así? Deja de hablar tanto y prepárate¡porque por ella soy capaz de todo!

Touma finalizó sus palabras convocando su Cosmo púrpura y haciendo aparecer una de sus lanzas, mientras el rubio se colocaba en posición de ataque y el granizo que caía sobre él se arremolinaba, dándole al coliseo un aspecto lúgubre. Hagen no se dio por aludido, llamando de nuevo su Cosmo.

— ¡Sigues siendo un estúpido¡¡Great Ardent Pressure!

La ola de fuego arrasó con medio coliseo, enviando a Touma lejos de donde estaba. Los espectadores contuvieron un grito cuando vieron la cabeza del Ángel chocar con violencia contra la pared de la arena. Aún así, no cejó. Se levantó de nuevo, aún sujetando su lanza.

— Eres un obtuso, Hagen —dijo, mientras caminaba. Por su frente corría un pequeño riachuelo de sangre—. No puedes aceptar que tu mundo está cambiando, que ahora ya nada puede ser lo mismo... que tu hermana es ahora toda una mujer y que razona por sí misma, es independiente... pero por sobre todas las cosas, que quiere estar con un extranjero...

— ¡Cállate! —gritó el rubio—. ¡No tienes ningún derecho de hablar de ese modo¡Alexiel no sabe lo que quiere aún!

— Oh, lo sabe, claro que lo sabe... —replicó el otro—. Quiere ser feliz, quiere sentirse amada, quiere reír, quiere amar, quiere ser independiente... ¿es que no lo ves en sus ojos¡Ella quiere ser feliz!

— ¡Me cansé de tus palabras, niño¡¡Universal Freezing!

Pronto, todo el suelo de piedra y ruda arena se convirtió en un helado espejo, mientras el ataque de Hagen colisionaba directamente contra el cuerpo de un Touma tomado por sorpresa y nuevamente lo lanzaba lejos, convertido en un sólido bloque de hielo. Alexiel se retorció las manos y, de no haber sido por Aleisha y Erin que la sujetaron, hubiera saltado a la arena para salvar al pelirrojo Ángel del Olimpo.

— ¡No, suéltame! —gritó, desesperada—. ¡Touma¡¡Touma, vamos¡¡Sal de ahí!

— ¡Compórtate como es debido, Alex! —rezongó Erin mientras forcejeaban y por fin lograban sentarla—. ¿Qué dirá la Princesa Hilda sobre esto?

— ¡No me importa¡¿Qué no ven que Touma está a punto de morir en el congelado¡¡Touma!

Marin apretaba las manos de Aiolia, Kanon se inclinaba más hacia la arena. El suspenso era roto por la lluvia granizada, que no paraba de caer. De pronto, el bloque de hielo que encerraba a Touma comenzó a brillar en tonalidades purpúreas, resquebrajándose por momentos.

— ¡Touma! —fue la exclamación que salió de todas las bocas. Un poderoso rayo cayó, impactando con violencia sobre el bloque y despedazándolo estruendosamente. El fulgor del Cosmo de Touma engulló la mitad de la arena, crepitando con electricidad.

— ¡Esto es imposible! —musitó Hagen, retrocediendo un paso.

— ¡Nada es imposible para quien quiere demostrar la verdad, Merak! —exclamó Touma con voz potente, avanzando a toda velocidad hacia él—. ¡Volarás de nuevo conmigo hasta la luna¡¡Ikarus's Flight!

Hagen no pudo evitar la colisión, pues el Cosmo del Ikarus había crecido en tal manera que quedó paralizado. La electricidad brilló de tal manera en el coliseo que mientras ambos cuerpos ascendían al cielo, el Cosmo de Touma estalló repetidamente, traspasando las nubes y desvaneciéndolas. La tormenta yacía en el olvido, mientras los espectadores esperaban nerviosamente a que la gravedad hiciera su trabajo. Alexiel lloraba, presa del más auténtico terror al pensar que ambos, o alguno, podría no regresar vivo de semejante viaje al cielo. Erin y Aleisha sostenían a su hermana, mirando al cielo ansiosamente. Marin escondió su rostro cubierto en el pecho de Aiolia, mientras todos los demás contenían un grito, expectantes.

— Por Odín... ¿es éste el poder de un Ángel?

— No, Hilda... —respondió Athena—. Es el poder del amor, que es más grande que el Cosmo de un Dios. Es más grande que la voluntad del cielo, más duradero que la eternidad del Inframundo. Touma nos ha demostrado hoy que el sentimiento que tiene por la joven Alexiel es grandioso, como el amor que puede sentirse una sola vez, al encontrar al alma gemela que se acompañarán por el resto de sus vidas...

— Entiendo... ¡Oh, miren!

La luna, despejada y juguetona, iluminaba todo el coliseo, mientras un resplandor dorado pálido descendía lentamente hasta el suelo. Era Touma, quien había desplegado sus alas hermosas y luminosas, conduciendo a un consciente Hagen. Alexiel saltó hacia la arena y corrió hacia ellos, seguida de cerca por Aleisha, Erin, Kanon y Marin. Alexiel abrazó a ambos jóvenes, pero Hagen se desligó de su brazo.

— Hermana, tenías razón... puedes hacer tu vida al lado de Touma, si ese es tu deseo... ahora comprendo que ser sobreprotector contigo sólo era egoísmo, por pensar que aún podía dominar cada aspecto de tu vida...

— No, Hagen... está bien que quieras protegerme... pero como tu Sombra Divina, soy yo la que debe protegerte... no quiero que dejes de ser mi hermano, sólo quiero que me dejes cometer mis propios errores y vivir mi vida, como yo lo desee... sólo eso, hermano...

Hagen la miró y ambos hermanos de Merak se abrazaron.

Continuará...

Shaiβe Miera, en alemán. (Notas de la Autora.)