Título : Lo lamento

Capítulo 6: El palacio de Murashi y Lacoshi.

Por fin otro capítulo de esta historia.

Debo agradecer todos los reviews que me han mandado que aunque no son excesivos me animan a seguir escribiendo.

En el último capítulo los deje con el suspenso de que pasó con las chicas así que ahora lo descubrirán. Disfrútenlo tanto como yo... jeje.

Los personajes no me pertenecen.

diálogos-

pensamientos-

CAMBIO DE ESCENA

Comenzamos

Después de su pelea con Inuyasha y los demás, Murashi y Lacoshi se llevaron a Sango, Aome y Yumi a un palacio protegido por un campo.

En un oscuro lugar, con suelo frío Aome abrió poco apoco los ojos.

—¿Dónde estoy?¿Inuyasha?— intentó levantarse, pero un insoportable dolor recorrió su cuerpo.

Era cierto Murashi la había atacado y unas heridas largas y profundas recorrían todo lo largo de su cuerpo. No podía moverse.

—Sango— dijo al ver el cuerpo de su amiga junto a ella en el suelo de piedra fría. Estaban en un calabozo.

Sango abrió los ojos con dificultad y esbozó una leve sonrisa.

—Aome ¿estás bien?—

—No, pero lo importante es salir de aquí lo antes posible— Aome recordó algo —¿Y Yumi?—

—Aquí estoy— dijo la chica que estaba sentada contra la pared con un aire de estar a punto de desmayarse. Respiraba con dificultad pero se acercó a Aome y a Sango con un plato con agua.

—Tomen se sentirán mejor— les ofreció.

Aome y Sango tomaron agua y, efectivamente, se sintieron mejor.

De pronto una luz apareció al fondo del pasillo donde se encontraban la celda. Una puerta se abrió.

—Vaya, vaya están vivas. Menos mal así será más divertido— Murashi les arrojó un trozo de pan a cada una

—No se preocupen, no esta envenenado. Además no podemos matarlas ahora— sonrío cínicamente.

Aome, Sango y Yumi lo siguieron con una mirada de odio mientras desaparecía por la puerta.

CON LOS CHICOS

Habían pasado tres días desde el incidente con los monstruos que se habían llevado alas chicas.

Mientras tanto Inuyasha y los demás descansaban en una cabaña de una ladea cercana de donde había sucedido la pelea.

Inuyasha abrió los ojos y se encontró con que una chica que no conocía trataba la herida de su estomago.

—¿Dónde estoy?¿Qué sucedió?— pregunto el hanyou.

—Esta es una aldea cercana de donde los encontramos. Mi padre fue a recoger hierbas medicinales cuando los encontró a usted y sus amigos tirados en suelo gravemente heridos, y los trajo para curarlos. Mi padre es doctor— terminó la chica

Inuyasha apenas había puesto atención pero decidió que tenía que buscar a Miroku y Sudeki. De pronto recordó a Aome siendo herida, a Yumi envenenada y a Sango inconsciente.

Se levantó bruscamente asustando a la chica.

—¡¡Las chicas!Cuando nos encontraron habían tres mujeres con nosotros ¿dónde están?—

—¿Chicas? Lo siento, sólo los encontramos a ustedes— se disculpó.

Inuyasha no lo pensó dos veces, se vistió y salió en busca de Miroku y Sudeki. A los que encontró en otra choza dormidos. Los sacudió.

—Despierten. Murashi y Lacoshi se llevaron a las chicas—

—¡¿QUÉ!— dijeron al unísono los dos recién despertados.

Después de un rato estaban listos para partir. Miroku se despidió del doctor y de su hija, pero como estaba muy preocupado por Sango no intentó nada con la jovencita. Eso sorprendió mucho a Inuyasha y por fin comprendió lo que tanto le repetían Aome y Shippo. Miroku en serio estaba enamorado de Sango.

Después de hacer una preguntas Miroku supo por donde ir y tuvo malas noticias.

—Estuvimos inconscientes tres días. Seguramente Murashi y el otro ya han de haber... —

—No digas eso, hay que buscarlas— le dijo Sudeki que corrió detrás de Inuyasha seguido por el monje.

EN EL CALABOZO

Aome después de un gran esfuerzo se levantó y tomó una flecha de su carcaj (creó que así se dice) y se acercó cojeando a la puerta del calabozo cerrada con un oxidado candado. Clavó en él la flecha. Esta desprendió un destello rosado pero nada sucedió el candado no cedió.

Aome quedó sorprendida, su poder espiritual se había debilitado casi por completo, y cayó al suelo perdiendo el equilibrio.

—Aome no sigas, ya lo intentaste te vas a lastimar— dijo preocupada Sango

—No voy a resignarme, no quiero morir aquí— le respondió Aome con una mueca de dolor en su cara.

—No me refería a quedarnos. Yo lo intentaré— le propuso Sango animando a la sacerdotisa.

Se acercó al candado y con su espada después de unos intentos se abrió. Yumi colocó el brazo de Aome sobre su cuello para ayudarla a caminar. Sango se adelantó y gracias a un conjuro curativo que había invocado Yumi pudo moverse con facilidad, pero no le quedaron energías para curar a Aome.

Sango las guió a una ventanilla y con su boomerang la rompió para dejar pasar a sus amigas.

Apenas iban a salir cuando Murashi abrió la puerta y las descubrió. Con un gas las durmió, las amordazó y las llevó con Lacoshi para vigilarlas.

—Causan muchos problemas y me sorprende que no hallan muerto aún. Se ve que Naraku quiere deshacerse de ellas— dijo Murashi.

MIENTRAS TANTO

Inuyasha, Sudeki y Miroku llegaron al lugar de la pelea y los dos mitad bestia olfatearon el lugar minuciosamente y descubrieron un rastro muy leve que llevaba al Norte.

Lo siguieron, pero se toparon con una pared de roca que no lo s dejaba pasar. Sudeki estaba decidido a escalar cuando Miroku que no quitaba su vista de un punto de la pared dijo.

—Inuyasha esto es un campo. La energía que despide lo delata—

—En ese caso— desenvainó a colmillo y este se enrojeció después la abanicó y unos destellos chocaron contra la pared.

Después de unos instantes una parte de esta desapareció y recuperaron el rastro de las chicas.

Sudeki estaba sorprendido, pero le importaba más Yumi.

Al llegar al palacio no se detuvieron y entraron.

En el cuarto donde estaban las chicas Sango había logrado desatar a Aome y Yumi y después ellas la desataron. Lacoshi y Murashi habían salido cuando notaron la presencia de Inuyasha y compañía.

En silencio Sango tomó su boomerang, Aome sus flechas y arco y Yumi se preparó para salir. Sango abrió la puerta un poco y les ordenó a sus amigas que salieran.

Al salir corrieron, como pudieron pues estaban heridas, en busca de los chicos.

Inuyasha, Miroku y Sudeki se encontraron con Lacoshi y Murashi.

—Vaya, vaya pensamos que nunca llegarían— dijo Lacoshi.

—Silencio. Devuélvenos a Sango, la señorita Aome y a la señorita Yumi— dijo el houshi.

—Tendrán que pasar sobre nuestros cadáveres—

—Perfecto, ustedes pusieron las condiciones— gritó Inuyasha.