CAPITULO I
"TERRITORIO PELIGROSO"
Arwen se sentía resplandeciente. Sintió como un rayo de luz le bañaba los dedos de los pies y los sentía quemarse por el calor. Se acerco el pie y examinó sus delicados dedos. En ese momento ella estaba totalmente contenta. Una mezcla de olor a tierra y a algo raro pero familiar le dio la bienvenida en su nariz. Mientras ella respiraba los primeros rayos de la mañana.
Su respiración le hacía cosquillas en la frente y le arrastraba algunos cabellos a través de su piel. Los brazos fuertes la abrazaron y la atrajeron más a su cuerpo. Ella se sentía en paz. Amada. Y resplandecía intensamente.
Abrió los ojos.
Una oleada de pánico surgió en su pecho y el miedo se asomó en su cara cuando se dio cuenta de los cómodos brazos que estaban alrededor de ella no eran de Aragorn sino de alguien más.
La saludó la cara angelical de su querido amigo Legolas.
Ella exhaló lentamente y su miedo fue reemplazado por una cómoda alegría. Para su alivio solo podía sonreír con ironía. Supuso que era peligroso levantarse en los brazos y en la cama de alguien que no fuera Aragorn, pero con Legolas era diferente. Nunca pasarían de un cariño platónico y nunca consideraría el compartir su cama como un territorio peligroso.
Aragorn sabía de sus actividades nocturnas. Siempre lo había sabido, por que nunca habían intentado mantenerlo en secreto. No serían capaces de intentar algo, pues los chismes de los elfos solo eran murmullos. Aragorn sabía de su larga historia y respetaba su relación. Sin embargo él aún no entendía por que Arwen corría al cuarto de Legolas en medio de la noche. Siempre que tocaba el tema ella solo reía y preguntaba el por que de sus celos. Lo tranquilizaba repetidamente diciéndole que no había razón de desconfianza o celos. Esto traía poco consuelo a Aragorn. Pero ni Legolas ni Aragorn hablaron de esa rutina de media noche.
Arwen disfrutaba de ese tranquilo momento mañanero con su mirada fija en él.
Él había cambiado tanto y a la vez nada desde que lo conocía. Conservaba sus cabellos dorados besados por el sol, pero en lugar de salvaje ahora lo cuidaba bien. Legolas tenía unos ojos azules penetrantes, aunque ya sin la inocencia que habían tenido una vez. En ellos brillaban hermosos colores, mostrando una gran variedad de emociones y humores.
Inconscientemente Arwen levanto una mano para tocar su mejilla. Inmediatamente esos atractivos ojos azules miraban directo hacia ella. dentro de ella. Más allá de su piel y su alma. Y esos ojos que siempre estaban llenos de amor para ella, tenían algo más.
Deseo.
Lujuria.
Y Arwen se quedó sin aliento. No sabía que hacer; sus ojos mantenían su mirada en ella y no podía separarse.
Y lentamente, muy lentamente, lo vio avanzar poco a poco hacia su cara.
Arwen podía sentir un calor subir desde la boca de su estómago y calentar cada parte de su cuerpo. Los latidos de su corazón golpeaban dolorosamente dentro de sus oídos. Sintió su respiración atorarse en su garganta cuando el cerró sus ojos e inclinó su cabeza.
Arwen no sabía que hacer.
Su respiración le cosquilleó en la boca, inmóvil. Y todo lo que pudo hacer fue cerrar los ojos y esperar el contacto.
Nunca vino.
En lugar de eso oyó un sonido agudo mientras se alejaba de ella, como si lo hubieran despertado de un sueño. Arwen abrió sus ojos e intento, pero no consiguió que la mirara. Vio lo que le pasaba. Entonces Legolas se inclinó, le dio un ligero beso en la cabeza, suavemente, murmurando "Amon hiraeta".- Con esto se levantó y salió del cuarto.
Arwen soltó aire que no sabía que sostenía.
************
Amon Hiraeta: Lo siento
¿Cómo la ven?
Va bien, ¿no?
"TERRITORIO PELIGROSO"
Arwen se sentía resplandeciente. Sintió como un rayo de luz le bañaba los dedos de los pies y los sentía quemarse por el calor. Se acerco el pie y examinó sus delicados dedos. En ese momento ella estaba totalmente contenta. Una mezcla de olor a tierra y a algo raro pero familiar le dio la bienvenida en su nariz. Mientras ella respiraba los primeros rayos de la mañana.
Su respiración le hacía cosquillas en la frente y le arrastraba algunos cabellos a través de su piel. Los brazos fuertes la abrazaron y la atrajeron más a su cuerpo. Ella se sentía en paz. Amada. Y resplandecía intensamente.
Abrió los ojos.
Una oleada de pánico surgió en su pecho y el miedo se asomó en su cara cuando se dio cuenta de los cómodos brazos que estaban alrededor de ella no eran de Aragorn sino de alguien más.
La saludó la cara angelical de su querido amigo Legolas.
Ella exhaló lentamente y su miedo fue reemplazado por una cómoda alegría. Para su alivio solo podía sonreír con ironía. Supuso que era peligroso levantarse en los brazos y en la cama de alguien que no fuera Aragorn, pero con Legolas era diferente. Nunca pasarían de un cariño platónico y nunca consideraría el compartir su cama como un territorio peligroso.
Aragorn sabía de sus actividades nocturnas. Siempre lo había sabido, por que nunca habían intentado mantenerlo en secreto. No serían capaces de intentar algo, pues los chismes de los elfos solo eran murmullos. Aragorn sabía de su larga historia y respetaba su relación. Sin embargo él aún no entendía por que Arwen corría al cuarto de Legolas en medio de la noche. Siempre que tocaba el tema ella solo reía y preguntaba el por que de sus celos. Lo tranquilizaba repetidamente diciéndole que no había razón de desconfianza o celos. Esto traía poco consuelo a Aragorn. Pero ni Legolas ni Aragorn hablaron de esa rutina de media noche.
Arwen disfrutaba de ese tranquilo momento mañanero con su mirada fija en él.
Él había cambiado tanto y a la vez nada desde que lo conocía. Conservaba sus cabellos dorados besados por el sol, pero en lugar de salvaje ahora lo cuidaba bien. Legolas tenía unos ojos azules penetrantes, aunque ya sin la inocencia que habían tenido una vez. En ellos brillaban hermosos colores, mostrando una gran variedad de emociones y humores.
Inconscientemente Arwen levanto una mano para tocar su mejilla. Inmediatamente esos atractivos ojos azules miraban directo hacia ella. dentro de ella. Más allá de su piel y su alma. Y esos ojos que siempre estaban llenos de amor para ella, tenían algo más.
Deseo.
Lujuria.
Y Arwen se quedó sin aliento. No sabía que hacer; sus ojos mantenían su mirada en ella y no podía separarse.
Y lentamente, muy lentamente, lo vio avanzar poco a poco hacia su cara.
Arwen podía sentir un calor subir desde la boca de su estómago y calentar cada parte de su cuerpo. Los latidos de su corazón golpeaban dolorosamente dentro de sus oídos. Sintió su respiración atorarse en su garganta cuando el cerró sus ojos e inclinó su cabeza.
Arwen no sabía que hacer.
Su respiración le cosquilleó en la boca, inmóvil. Y todo lo que pudo hacer fue cerrar los ojos y esperar el contacto.
Nunca vino.
En lugar de eso oyó un sonido agudo mientras se alejaba de ella, como si lo hubieran despertado de un sueño. Arwen abrió sus ojos e intento, pero no consiguió que la mirara. Vio lo que le pasaba. Entonces Legolas se inclinó, le dio un ligero beso en la cabeza, suavemente, murmurando "Amon hiraeta".- Con esto se levantó y salió del cuarto.
Arwen soltó aire que no sabía que sostenía.
************
Amon Hiraeta: Lo siento
¿Cómo la ven?
Va bien, ¿no?
