CAPITULO II

"SUERTE DE TONTO"

"Oh, soy un tonto!!!" Pensaba Legolas mientras se ponía de prisa la camisa que había agarrado cuando huía de su habitación. Mientras huía de Arwen. Necesitaba Alejarse de ella y de esa maldita cama. Legolas corrió hacia el bosque y finalmente se situó en la base de un gran árbol. Ahí, entre los verdes exuberantes podía sacar lo que molestaba su mente. Arwen. Específicamente Arwen y él.

¿Qué había sucedido ahí arriba? O mejor dicho ¿Qué fue lo que casi sucedió? ¿Qué fue lo que casi permitió?

Arwen. Su verdadera amiga. La había conocido por muchas estaciones. En lo peor y lo mejor de la Tierra Media. Un alma a la que le confiaba todo, y a la que vio crecer desde la elfa libre y llena de energía a la hermosa y agraciada Señora de Imladris. La estrella de la tarde de su gente. Quizá ella sería la única que siempre lo entendería. La única que él conocía y a quien quería muy profundamente. Legolas sabía que amaba a Arwen. Lo sentía en cada fibra de su cuerpo. pero ¿estaba enamorado de ella?

No, no lo estaba.

Pero cuando esas palabras salieron de su mente, Legolas no podía olvidar como ella se sentía en sus brazos. su pequeña y aún delicada forma presionada perfectamente contra él. No podía olvidar la forma en que su cabello olía a frescas lilas con el rocío de la mañana, o la forma en que su vestido abrazaba cada una de sus curvas. No podía sacar de su mente la forma en que sus ojos violetas lo observaban o como irradiaba belleza etérea con los cálidos rayos de la mañana.

No, no la amaba.

Todavía recordaba el momento en que estuvo tan cerca de sus labios, pudo prácticamente probar su boca. ¿Podía pensar que lo estaba esperando para que la besara? ¿Darle la bienvenida?

No tendría oportunidad de descubrirlo. En el momento en que recuperó la calma, recordó quién era ella y quién era él.

No podía amarla.

Legolas no se atrevería a traicionar a Aragorn, a quien cuidaba y respetaba profundamente. No traicionaría la relación de Aragorn y Arwen con su instante fugaz de lujuria. No traicionaría a Arwen con sus deseos pasajeros y egoístas. No se atrevería a traicionar su relación con Arwen por que era la cosa más grande que tenía y no se imaginaba vivir sin tal amistad.

Estaba estable. había cometido un error. Pero no dejaría que pasara de nuevo. O que casi pasara. Legolas estaba seguro de sus nuevos sentimientos, que todo había sido temporal y que no arriesgaría a Arwen.

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Arwen todavía estaba perfectamente acomodada en la cama de Legolas. Su mente era un lío por lo que acababa de suceder. O lo que casi sucedió. Lágrimas se asomaban en sus ojos y todo lo que pudo hacer fue buscar comodidad en el calor que se disipaba del lado de Legolas. Las sábanas y la almohada olían a él y a ella. ¿Qué estaba haciendo? En el rastro de su presencia, Arwen repitió en su mente cada momento de esa mañana. Todo dentro de ella era un revoltijo y desesperadamente intentó darle sentido a todo eso.

¿Se sentía feliz por que él había intentado besarla? ¿Estaba decepcionada por que no lo hizo? ¿Estaba agradecida de que la hubiera visto hasta el último segundo antes de irse? No sabía lo que sentía. Muchas preguntas continuaban invadiéndola.

¿Qué habría pasado si no hubiera parado? ¿Habría permitido que la besara? ¿Habría encontrado fuerzas para oponérsele? ¿Y Aragorn?

Aragorn. Las lágrimas resbalaron por su mejilla cuando pensó en el hombre que amaba. Arwen se odió. Sobre todo, se odió por que sabía que si Legolas no hubiera detenido el beso. no lo hubiera detenido. Se odió por traicionar a Aragorn, por dejarse tentar. Por no tener fuerza y fe en su amor.

¿Cómo podía enfrentarlo otra vez? ¿Cómo podía enfrentar a cualquiera de ellos otra vez?

Era débil y se odió por eso.

No, lo superaría. La determinación de la Estrella de la Tarde brilló cuando decidía ser más fuerte que sus debilidades. No la tentarían otra vez, no se dejaría.

Por lo menos, lo hacía por Aragorn.

Pero sobre todo, lo hacía por ella.

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Se había el día entero. Arwen dudaba si iría a la celebración de Sheelala, la razón de su estadía en Rivendell.

Los golpes en su puerta la perturbaron cuando se ponía algunas flores en su pelo. Era un mensaje que decía que el príncipe del Bosque Verde la esperaba. Algo sorprendida Arwen se echó una mirada en el espejo y se apresuró a su reunión con Legolas.

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Lo encontró en un pequeño patio abierto, vestido en ricos tonos primaverales. Le daba la espalda, así que aprovechó para ver sus bien formados músculos. Impecable. Las mariposas dentro del estómago de Arwen se volvían locas con cada paso que daba hacia él.

Legolas había detectado su presencia desde hacía tiempo pero había dado vuelta solamente para hacerle frente.

"Soy un tonto" susurró cuando sus ojos observaron de nuevo su radiante belleza. Vestida de morados y violetas, su vestido le dio un efecto de efervescencia que flotaba hacía él. Su cabello caía libremente, una simple tiara acentuó sus oscuros mechones. Pero sus ojos perforaban su corazón.

Sus ojos lo atraparon. El violeta hizo efecto y su mirada llena de incertidumbre lo azotaba.

Algo se movió dentro de su corazón y lo maldijo por traicionarlo. Oh, él era un tonto.

"Legolas." Arwen habló suavemente mientras se detenía frente a él.

"Amin nauva auta yeste" él exhaló "Debes perdonarme, no sabía lo que hacía. Debes creerme cuando digo que estoy avergonzado por mis acciones, no te traicionaría a ti o a Aragorn, actuando de esa manera."

"Mellonamin, no hay nada que perdonar" su voz era un tranquilizante para su alma. "No dudo de tu lealtad u honor, por la confianza que te tiene mi corazón, Pero te ruego que me contestes esto: ¿Me amas?"

Legolas no sabia que hacer. Su corazón latía violentamente en su pecho haciéndole sentir cosas que ninguna persona había sentido, elfo u hombre.

"Si" salió como un áspero susurro. "Te amo. Pero no a manera de romance. Te amo como un gran amigo; como un hermano a una hermana. Haría cualquier cosa por ti, y te protegería más allá de todos los peligros del mundo. Pero no, no estoy enamorado de ti"

Arwen no sabía si estaba feliz o triste por las noticias. Pero supuso que era la respuesta que deseaba oír de él.

Ella le sonrió indecisa. "Bueno, podemos dejar esto atrás."

Legolas le ofreció su brazo y ella lo tomó agradecida mientras entraban a la sala principal.

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La celebración duró un buen tiempo durante la noche. Como siempre, cuando los dos elfos estaban juntos, mucho rumores sobre su relación pasaban de oído a oído. Por la manera en que bailaban y se miraban, uno se preguntaba por que no fijaban la fecha para casarse. De hecho, ellos tenían un sonrojo de amor irradiando en sus caras.

Habían terminado de bailar una pieza cuando una gran conmoción se escuchó en el pasillo. Una figura cansada y oscura irrumpió en la sala y caminó entre la gente y la luz.

"Aragorn." Arwen alcanzó a decir antes de soltar la mano de Legolas y correr a abrazarlo.

A Legolas le pesaba el corazón. Se alegraba de ver otra vez a su amigo, pero le dolió ver el afecto que Arwen daba tan libremente al mortal.

Entonces Legolas se deslizó entre las sombras de la noche.

De hecho, él tenía suerte de tonto.

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Amin nauva auta yeste: Lo haré yo primero

Sheelala: Festival de verano