III

El cura regordete encargado de las reliquias de la Iglesia(hoy en día apenas se veneraban, pero antiguamente un Templo no era tal sin sus propias reliquias, y hay reliquias de absolutamente todo lo que te puedas imaginar… la sangre, la cabeza, un dedo… nunca entenderé esa atracción por las partes corporales de los Santos, personalmente me repelen) vino a mi encuentro mientras me fumaba un cigarrillo observando el aburrido cielo macilento de agosto.

Su manera de andar me recordaba a una viejecita, con los pies tan mínimos que renquean más que caminan… se acercó a mi, miró a mi cigarrillo con cara de reproche, y yo seguí fumando. Consejos a estas alturas?

Sígame señor Constantine.- El barullo del funeral se había quedando en el aire y todavía sentía la angustia de ella pegándose por las paredes, qué ojos más felinos tenía… seguí al Padre Peri por lo que supuse serían las antiguas dependencias de la Sacristía, y cómo no, bajamos unas escaleras… siempre hay unas escaleras dispuestas a ser bajadas… y yo me siento como descendiendo metafóricamente en todos los sentidos. Y la luz? Ah, cierto, un poco de suspense.

Y bien?- suspiré tratando de mirar por encima del hombro del cura que desenvolvía unas cajas.

Unas cajas de madera, con cerrojos oxidados, toscas pero encantadoras.

Un paño.

Un objeto como de marfil pero negro como el azabache en forma de media luna, como si fuera un colmillo… largo como desde mi muñeca hasta mi codo. Al contacto con la yema de mis dedos me transmitió como electricidad… de materia ósea… qué demonios era aquello? Alcé los ojos y miré intrigado a mi interlocutor, que sonreía inocentemente.

Señor Constantine… me han dicho que eso que usted ve es…-hablaba nervioso, intentando darle poca importancia a sus palabras, como con miedo de que me riera de él.- Es una garra.- Perfecto. Una garra. Una jodida garra?. Sonreí. Lo notó.- Nadie recuerda al que la trajo, pero siempre ha rondado gente extraña por aquí, sobretodo en los últimos años.- y pasó a detallarme un completo grupo de incidentes con gente más o menos rara que habían encontrado saltando las verjas del recinto, husmeando por el cementerio… en realidad no me sorprendía, las Iglesias siempre han atraído toda una serie de… acontecimientos.

Una garra de qué?- porque no se me ocurría qué podría tener de sagrado una garra… el padre Peri estaba avergonzado cuando me lo dijo.

De un dragón.-

Ah.-suspiré… un dragón?- de verdad?

Totalmente.- Vaya, ahora dragones, esto es nuevo.- Conoce usted la historia de San Jorge?-

El Santo que luchó contra un dragón para salvar a una princesa? Si, por supuesto, era una de mis leyendas favoritas de niño.-

Pues todas las leyendas parten de algún punto en común con la realidad- cerró la caja, la envolvió y me la entregó.

En menos de 5 minutos me encontraba en el medio de la nave central de Santa Clara, entre confuso e intrigado con la garra del dragón de San Jorge en mi poder.

Y cuando iba a dirigirme a casa la vi.

Aline estaba allí sentada, con la cabeza entre las manos, mirando hacia algún punto fijo del horizonte.