AMOR SIN BARRERAS
Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi
CAPÍTULO 3: "La llegada de una estrella a Kanagawa"
El lugar era una especie de salón acondicionado para la convivencia: sillas, bocadillos, decoración... Todo lo que el pelirrojo esperaba, o al menos lo que Youhei le había pronosticado.
Se había vestido informal: pantalón de mezclilla, tenis, una playera blanca y una sudadera azul. "Me parezco a Rukawa", les había dicho a sus amigos, y quiso cambiarse la ropa, pero ellos no lo dejaron. "No te ves como él", argumentaron todos. El pelirrojo, no muy convencido, permaneció con el atuendo y se dejó conducir a la dirección en la que ahora se encontraba.
Caminó por el recinto seguido de su ejército. Sus amigos no lo sabían, pero, secretamente, esperaba encontrarse con Haruko por ahí, después de todo, la convivencia era para admiradores tanto de Haruka como de Amano. Tal vez, si la encontraba, ella aceptaría que la acompañara; recorrerían juntos el lugar, y hasta ella lo tomaría del brazo... "Hanamichi" sonaría muy bien en labios de ella, y sentirla junto a él lo hacía desear que sucediera así.
Volviendo a la realidad, el pelirrojo se dio cuenta de que el lugar estaba abarrotado, casi no podían moverse. Entonces se preguntó si de verdad había sido una buena idea levantarse tan temprano en sábado, perderse de sus dibujos animados matutinos y estar acalorado, de mal humor y en espera de una perfecta desconocida... Y entonces ella llegó...
Era de cabello negro, delgada, bien formada, de baja estatura, de ojos verdes, piel de porcelana, labios delgados, sofisticada, de andar elegante, de voz íntima... Muy distinta de la distraída Haruko, pensó el pelirrojo, pero le gustó. Y estaba acompañada del galán imponente que también la acompañaba en la película.
—¡Ahí está ella! —gritó Takamiya emocionado, señalando a la mujer.
—¡Es más hermosa en persona que en la pantalla! —declaró Okusu con la boca abierta.
Hanamichi la miraba sin saber qué decir. Nunca había creído en esa tontería del amor a primera vista, y estaba convencido de que Haruko no era sólo un capricho más, pero esa chica... Tenía algo que le llamaba la atención. No sabía qué era, pero sí sabía que algo no le permitía dejar de mirarla.
Y como si la vida estuviera poniendo a prueba a su mente, en ese momento en que se había olvidado del mundo absurdo en el que vivía, una voz muy peculiar lo sacó de sus pensamientos:
—¡Sakuragi-kun!
Era Haruko.
Lo miraba sonriente, como si esa sonrisa fuera sólo para él... Pero a Hanamichi esta vez no se le antojó poner cara de estúpido, ni saltar, ni lucirse frente a ella.
—Haruko, hola. ¿Cómo estás? —dijo con seriedad. Y fue tal su expresión de madurez, que Youhei se quedó con la boca abierta.
En el lugar en el que estaba, no muy lejos del pelirrojo, Haruka Takami alcanzó a escuchar una seductora voz masculina. Se expectó debido a la seriedad que creyó distinguir, y rápidamente buscó con la mirada al dueño de aquél tono que le pareció tan seductor.
Ahí estaba él... Alto, musculoso, bronceado y... pelirrojo...
Era justo como lo había imaginado toda su vida: informal, serio, maduro... O al menos eso le pareció a la primera impresión.
—Sakuragi-kun, me alegra encontrarte... ¿Sabes? Hay algo que quiero hablar contigo —sonrió la muchacha.
"Quiero hablar contigo" fue una frase que retumbó en la mente del pelirrojo, e, inexplicablemente, lo devolvieron al que era siempre: tonto, expresivo, alegre, infantil y... enamorado de Haruko.
—¡Por supuesto, Haruko-chan! —gritó emocionado.
A lo lejos, Haruka lo vio cambiar de semblante y actitud; sin embargo, no dejó de mirarlo por un largo rato.
—¿De qué querías que habláramos, Haruko-chan? —preguntó Hanamichi en cuanto él y la muchacha se encontraron solos.
Haruko había sugerido alejarse del resto del grupo –en el que su hermano mayor y casi todo el equipo de básquetbol estaba incluido– para poder hablar con tranquilidad. Él la había llevado a una pequeña terraza que había en el lugar, y ahora miraban el horizonte en silencio.
—Sakuragi-kun, ¿sabes? He estado pensando en algo desde hace tiempo... —empezó ella mirando el cielo.
Hanamichi la observó. Casi sin darse cuenta, por primera vez se fijó en su cuerpo; era menudo, escuálido. La comparó con la impresionante figura de la actriz, y no pudo reprimir sentirse algo decepcionado ante el desencanto.
—Tú siempre has sido bueno conmigo —prosiguió—; sé que podría pedirte cualquier cosa, y tú lo harías por mí, ¿verdad?
El pelirrojo asintió con un movimiento de cabeza.
—Quiero que me ayudes a conquistar a Rukawa.
Las palabras sonaron como una sentencia en la mente de Sakuragi. Sin embargo y curiosamente, no sintió roto el corazón... ¿Qué sucedía con todo aquél amor que por meses había creído sentir?
—¿Conquistar a Rukawa? —repitió.
—Ya no soporto más... —susurró Haruko, y al mirarla, Hanamichi notó la tristeza en su rostro— Lo amo, Sakuragi-kun, y no puedo concebir a nadie más que yo para él.
El pelirrojo no sabía qué decir; más su preocupación no era por el dilema de su amiga. Era que su cabeza estaba convertida en un remolino: ¿no estaba seguro de amarla? De ser así, a esas alturas su corazón debería estar dando ya los últimos latidos. Y, sin embargo, no lo había afectado.
Pero la idea de interferir para que Rukawa se enamorar de ella tampoco le agradó...
¿Qué le estaba sucediendo?
¿Qué no era Rukawa su mayor rival y Haruko el amor de su vida?
¿Por qué no sentía odiarlos a ambos?
—¿Me ayudarás, Sakuragi-kun? —la voz lánguida y suplicante lo devolvió a la realidad.
El pelirrojo no supo qué contestar.
Mirándola ahí, tan necesitada de su ayuda, tan indefensa... ¿Cómo explicarle que ya no sentía nada por ella, y que no deseaba ayudarla a conquistar a Kaede Rukawa?
Hanamichi pidió al Cielo que le ayudara. Y, como si alguien arriba lo hubiera escuchado, algo se interpuso entre su respuesta y la distraída chica.
—¿Qué haces aquí, Haruko... —interrumpió el capitán Akagi, que llevaba ya quince minutos tratando de localizar a su hermana menor— Y con este idiota?
—¡Hermano!
Hanamichi estaba tan ensimismado, que ni siquiera pensó en responder al insulto del capitán.
—Ya todos nos vamos, Haruko. Te esperaré dos minutos, y luego nos iremos a casa.
El capitán dejó a su hermana para ir a reunirse con sus amigos.
—¿Vendrás con nosotros, Sakuragi-kun?
—No, Haruko-chan —rió tontamente el pelirrojo—. Yo esperaré a Youhei y a los muchachos.
La chica comprendió que su amigo no dejaría el salón con ella, así que, haciendo una ligera reverencia, fue a encontrarse con su hermano mayor.
Un chico de cabello negro caminaba entre la multitud, intentando distinguir una peculiar cabellera roja, perteneciente a un tipo alto y musculoso...
—¡Hanamichi!
El resto del ejército, de muy mala gana, también trataba de localizar a Sakuragi.
Youhei se aproximó al balcón en el que creyó ver a su amigo. Ahí estaba el pelirrojo, pensativo, mirando al horizonte... Muy distinto al de siempre.
—¿Hanamichi...? ¿Qué haces aquí... tan solo?
Sakuragi se dio un tiempo para pensar en una respuesta, y no pudo reprimir un triste suspiro de nostalgia que preocupó ligeramente a su mejor amigo.
—Haruko quiere que la ayude a conquistar a Rukawa... —dijo sin rodeos. La declaración tomó por sorpresa a Mito, pero Hanamichi no dio tiempo a su respuesta— No quiero hacerlo, Youhei.
—Te entiendo, Hanamichi —dijo apoyando su mano en el hombro de Sakuragi.
—¡No, Youhei! —exclamó— No es por lo que tú crees —el pelirrojo entendió la mueca de incomprensión que se dibujaba en el rostro de Mito—. No son celos. No me dolió escucharla cuando lo pidió, pero no me agrada la idea de que Rukawa se enamore de ella.
Ninguno comprendió, en ese momento, que la confusión del pelirrojo se debía a ese pequeño calor que surgía en su corazón cada vez que pensaba en Rukawa; no era odio lo que sentía por él, desde hacía tiempo que ya no lo odiaba. Y también hacía mucho que ya no amaba a Haruko, pero no logró entenderlo en ese instante.
Lejos del balcón, la hermosa actriz observaba conversar a los muchachos...
—¿Estás lista para irnos, Haruka-chan? —preguntó Amano acercándose a la mujer, y dejando a su paso un rastro de jovencitas embelesadas con su presencia.
—Sólo dame un momento, ¿si, Amano-kun?
El joven asintió, y Haruka dio instrucciones a uno de sus guardaespaldas. Minutos después, la escolta y los actores abandonaron el salón, y el guardaespaldas permaneció ahí largo rato más.
CONTINUARÁ...
Notas de la autora
Hay algo bueno reservado para el capítulo cuatro.
¿Adelantos?...
No lo creo.
Mejor no se lo pierdan.
