AMOR SIN BARRERAS
Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi
CAPÍTULO 4: "La chica enamorada del pelirrojo"
Llovía ligeramente en Kanagawa. Era una llovizna agradable, pero Hanamichi Sakuragi no se percataba de que había vida fuera de su habitación.
No había visto a Haruko desde el día en que ella le había pedido ayuda para conquistar a Rukawa, y de eso ya eran casi dos semanas. Dos largas semanas de evitarla, de esconderse si la veía aproximarse, y de ignorarla en los entrenamientos del equipo.
Youhei, siempre pendiente de su mejor amigo, había notado el repentino cambio del pelirrojo hacia la chica, y lo había atribuido a la confusión que le había confesado sentir con respecto a sus pensamientos hacia Rukawa y hacia la propia Haruko.
Esa tarde, igual que el resto de ellas, Hanamichi se dedicaba a pensar. El capitán Akagi había suspendido el entrenamiento, argumentando que, al día siguiente, él y Kogure presentarían un examen muy importante para su promedio final de matemáticas, así que debían dedicarse a estudiar. Youhei y el resto del ejército había tratado de sonsacarlo para vagar por las calles de Kanagawa y apedrear algunos gatos callejeros, pero él se había excusado diciendo que su madre le llamaría por teléfono para cerciorarse de que no vagabundeaba como los vecinos aseguraban... Lo cual era mentira.
Youhei lo comprendió: Hanamichi había llegado a la edad en que debía madurar y dejar de lado al chiquillo escandaloso que siempre alegraba la vida de quienes lo rodeaban. Por eso no trató de convencerlo de cambiar su decisión y le permitió quedarse en casa sin objetar nada.
"Iré a verte más tarde, amigo", había prometido Youhei antes de marcharse con el resto del ejército. El pelirrojo recordaba el rostro suplicante de Haruko: "Quiero que me ayudes a conquistar a Rukawa. Ya no soporto más... Lo amo, Sakuragi-kun, y no puedo concebir a nadie más que yo para él..." En esas dos semanas de no hablar con ella, tampoco se había preocupado de los insultos y peleas con Rukawa. Ese no era el Hanamichi Sakuragi de siempre: no peleaba, no gritaba, no insultaba... Ya casi no sonreía...
Y todo por culpa de ella...
Le costaba admitirlo, pero toda la culpa era de Haruko por haberle pedido ayuda, por haberlo hecho golpearse de frente con su realidad y sus sentimientos. Y eso lo hacía no querer verla siquiera.
Y con respecto a Rukawa... Bueno, desde hacía tiempo que ya no le resultaba placentero insultarlo sinceramente. Más bien, le gustaba ofenderlo para darle sabor a sus días, para saber que al mismo Kitzune le importaba un poco. No lo odiaba, si eso era lo que él creía, pero nunca había oportunidad de expresárselo. Tampoco estaba seguro de que le simpatizara, pero una cosa era segura: necesitaba saberse objeto de su atención.
Y en eso estaban los pensamientos del pelirrojo, cuando alguien llamó a la puerta de su casa. Se preguntó quién sería, y muchas personas pasaron por su cabeza, pero nunca imaginó encontrarse a ese extraño mostrándole respeto en el umbral de su casa:
—¿Sakuragi-san? —preguntó el alto hombre vestido de negro, mientras hacía una reverencia.
—Soy Sakuragi Hanamichi. ¿Quién eres tú?
—Mi nombre es Miyamoto Hentaro, y, cumpliendo órdenes de la señorita Takami Haruka, he venido a entregarle esto —y el hombre mostró un hermoso arreglo de rosas rojas, un enorme oso de peluche y una caja de chocolates.
—¿Qué es esto?
—Con su permiso, Sakuragi-san.
Hentaro hizo una reverencia y se retiró. Hanamichi permaneció algunos minutos observando aquellos regalos antes de meterlos a su hogar.
—¿Será una broma de los muchachos? —se preguntó, y, tratando de convencerse de ello, entró a la casa con sus obsequios.
—¡Hola Hanamichi! —saludó el muchacho con una sonrisa.
Tras vagar por las calles de Kanagawa durante varias horas, Youhei al fin se había separado del ejército y se encontraba en casa de su mejor amigo.
—¿Cómo estás? —le preguntó sin dejar notar su preocupación.
—Bien, gracias amigo... —respondió el pelirrojo— Oye... Gracias, por los regalos, Youhei —dijo mirando con sinceridad al chico menos alto.
—¿Regalos? —repitió Mito— ¿Cuáles regalos, Hanamichi?
—Tú sabes... Las rosas, el muñeco y los chocolates... El toque del hombre de traje fue muy bueno. Casi me convencieron. Y eso de que Haruka Takami lo había enviado todo... Bueno, eso es lo más original que se les ha ocurrido —sonrió y le mostró a su amigo los obsequios.
Youhei miró consternado a su amigo. Intentó recordar que en algún momento de su largo día de apedrear perros y gatos callejeros, y de malgastar el tiempo y el dinero en los barrios bajos de Kanagawa, pudieron haber tenido tiempo de encargar rosas tan costosas en una florería, un muñeco de peluche tan fino y aquellos chocolates que sólo eran para ocasiones especiales, como el cumpleaños de sus madres... Y, sobre todo, cuándo pudieron disponer de los recursos para hacerlos llegar con un hombre de traje como el que había mencionado Hanamichi.
—Nosotros no hicimos nada de eso, Hanamichi. Tú sabes que no tenemos tanto dinero, y todo eso se ve muy costoso. Tampoco hubiéramos podido utilizar el nombre de la señorita Haruka Takami, tú sabes que es nuestra diosa, y jamás usaríamos su nombre en vano.
—¿No fueron ustedes...? —susurró el pelirrojo, y, justo cuando pensaba preguntarle a Youhei quién pudo haber sido, el timbre de la puerta sonó— ¿Quién será?
Mito movió la cabeza negativamente: "No lo sé".
El pelirrojo abrió, y detrás de la puerta se encontraba aquél que hacía unas horas se había identificado como Hentaro Miyamoto.
—¡Hentaro-kun! —sonrió el pelirrojo, y, acercándose al hombre y sujetando sus mejillas, se dirigió a Youhei —¿Estás seguro de que no lo conoces, Youhei?
Youhei negó con la cabeza.
—Bueno... —y, sin soltar las mejillas de Hentaro, se dirigió a él— ¿Qué me dices tú, Hentaro-kun? ¿Verdad que él fue uno de los que te enviaron con los regalos?
—Lamento decirle que no es así, Sakuragi-san. Como dije anteriormente, quien me ha enviado es la señorita Takami.
Youhei abrió los ojos como platos; Hanamichi empezó a jalar la cabeza del hombre de traje, y una voz sensual los interrumpió:
—Gracias por ayudarme, Hentaro —al escucharla, el aludido se soltó de los brazos del pelirrojo e hizo una reverencia—. Serás bien recompensado.
—Gracias, señorita.
Youhei reconoció la voz y miró a la mujer. La reconoció de inmediato y se frotó los ojos para corroborar que no estaba soñando. Cuando estuvo seguro, su mandíbula cayó al suelo, y balbuceó:
—¿Haruka Takami...? ¿La señorita Haruka Takami...? ¿Aquí, ahora, así...? ¡Takami-sama! —gritó y empezó a hacer reverencias sin detenerse.
Hanamichi reconoció a la mujer como la imagen en las fotografías y carteles de sus amigos, y no pudo evitar encararla, puesto que, mientras Youhei no estuvo con él, se preguntó si de verdad aquella exuberante mujer, de cuerpo hermoso, mirada sensual y voz seductora, le habría enviado tres obsequios sin conocerlo.
—Así que tú eres Haruka Takami... —meditó recorriéndola de pies a cabeza una y otra vez.
—Sí, soy yo, monito— respondió ella con seguridad.
—¿Tú me enviaste el muñeco y lo demás? —preguntó sin rodeos el pelirrojo.
—Así es.
—¿Por qué?
—¡Hanamichi, eso no se pregunta! ¡Haruka Takami está en tu casa! ¡Haz reverencias!
—¡Youhei, cállate! —gritó Sakuragi, y asestó un certero cabezazo en la frente de su amigo. Youhei quedó inconsciente en el suelo— Bueno, dices que tú me enviaste todo eso... ¿Por qué lo hiciste?
Haruka entró a la casa sin esperar a ser invitada. El guardaespaldas permaneció en el umbral. Una vez dentro, la fabulosa actriz tomó asiento y se comportó con total naturalidad.
—Bonita casa, Hanamichi... ¿Puedo llamarte así? —el pelirrojo no contestó, y no dejó de mirar a la chica con desconfianza— Bien, Hanamichi, te envié esas cosas por una sola razón.
—¿Cuál?
—Tú me gustas.
Otra sentencia para el pelirrojo.
"Me gustas"... ¿Quién le había dicho eso antes?... Nadie... Ni siquiera Haruko, o alguna de las niñas que alguna vez le interesaron... Nadie... Y se lo decía una actriz aclamada por el público y la crítica; una mujer que protagonizaba los sueños de muchos hombres en el mundo...
¿Qué debía hacer ahora...?
Seguramente, Youhei le aconsejaría tomarla entre sus brazos, besarla y hacerle el amor durante toda la noche, como alguna vez todos habían soñado... Pero no se le antojaba...
—¡¿QUE HARUKA TAKAMI ESTUVO EN CASA DE HANAMICHI?! —gritaron Okusu, Noma y Takamiya al mismo tiempo. Estaban en la escuela, en su salón de clases, y Youhei les contaba la aventura del pelirrojo la noche anterior.
—¿Y qué quería ella con Hanamichi? —preguntó Takamiya.
—¿Por qué con él? —lloró Noma.
—Verán, mientras nosotros lo dejamos en casa, ella le envió flores, un muñeco de peluche y chocolates caros.
—¿Por qué a él?— interrumpió Noma al borde del llanto.
—Y, mientras yo estaba inconsciente, ella le dijo a Hanamichi que le gustaba.
—¡¿¡¿POR QUÉ ÉL?!?! —lloró desesperadamente Noma.
—¿Es eso cierto, Hanamichi? —se dirigió Okusu al pelirrojo.
Sin embargo, el aludido no le respondió. Miraba a través de la ventana. Las nubes se veían felices en el cielo, sin preocupaciones, sin enamorarse una de otra... Sin problemas como los suyos. Por un momento, deseó ser una nube.
Ignorando los comentarios del ejército, Sakuragi salió del salón sin importarle que el profesor estuviera por llegar, y se dirigió a la azotea del edificio. Sentía que necesitaba estar solo...
Pero no logró estarlo...
Antes que él, en la azotea se encontraba la dulce Haruko Akagi, mirando las nubes también y suspirando con el viento de la mañana.
—Haruko... —susurró, pero su voz no fue imperceptible para la chica.
—Sakuragi-kun... Hola... —saludó la hermana del capitán, pero no sonrió.
El pelirrojo caminó unos metros sin saber por qué, y, cuando se encontró junto a ella, no la miró. Contempló las nubes nuevamente, y ella fue quien se decidió a hablar primero.
—¿Cómo estás, Sakuragi-kun?
Hanamichi, sin recordar el amor que aún creía profesarle, respondió sin pensar:
—Muy confundido...
La chica lo miró, y, sin esperar a que él continuara, se adelantó a hablarle:
—Sakuragi-kun, yo... Necesito estar con Rukawa...
El pelirrojo la miró a los ojos. Vio las lágrimas que luchaban por escapar, pero, lejos de conmoverlo, le pareció la mujer más egoísta del mundo...
—Hay una chica interesada en mi, Haruko-chan... —susurró el pelirrojo. La chica lo miró sorprendida, y antes de que nadie dijera nada, un tercero intervino en la escena:
—Maldición... Una escena cursi, para variar...
Ni Haruko ni Hanamichi supieron desde cuándo Rukawa había estado ahí. El pelirrojo lo miró y luego a Haruko, y luego a él otra vez... Haruko, por su parte, miró a los ojos a Hanamichi, como tratando de hallar ahí el valor que necesitaba para confesarle su amor a Kaede. Confundida, volvió a mirar a los ojos a Hanamichi, y luego a Rukawa, y, viéndose sin salida, corrió a los brazos del segundo y lo abrazó con fuerza, como tratando de sentirlo cerca.
—Rukawa-kun, yo te quiero... Ru... Kaede-kun, yo te amo, te necesito —decía, mientras se afianzaba al fuerte pecho en que su cabeza descansaba— Por favor, no me rechaces... Te quiero cerca de mi...
A Kaede no le importó que la chica ya sollozaba. Miraba al pelirrojo, que a su vez veía la humillación de su amiga sin hacer nada por detenerla... Kaede confundió el ensimismamiento de Hanamichi con una señal inequívoca de que no le importaría lo que le sucediera a Haruko, y por eso se atrevió a decirle la verdad:
—Tú no me interesas.
Haruko sintió su corazón romperse en pedacitos, y siguió aferrándose al muchacho de ojos azules.
—Rukawa, tú no puedes decirme eso... Yo te quiero... ¿No basta eso para que me quieras a mi? Por favor, Kaede... No me hagas esto...
Pero ni el llanto ni la desesperación de Haruko lograron conmoverlo. Kaede miró a Hanamichi a los ojos: "Lo siento, pero mi corazón ya pertenece a alguien más...". Y, tras estas palabras, Kaede se marchó del lugar.
Haruko cayó de rodillas, sujetando su rostro para que su llanto no fuera visto por su amigo.
—¿Por qué...? ¿Por qué, Sakuragi...? ¿Por qué... por qué... por qué...? ¡¿POR QUÉ?! —gritó finalmente, y se dejó abrazar por Hanamichi totalmente abatida.
Lloró cobijada por su abrazo. El pelirrojo nunca la vio en tal estado de desesperación, ni vio tanto llanto mojando su uniforme... Y, sin embargo, no odió a Rukawa... Ni sintió su corazón roto por el llanto de Haruko... Sin entender por qué, rememoró las palabras de Kaede: "Lo siento, pero mi corazón ya pertenece a alguien más..."
Por primera vez en su vida, escuchó lo que decían su cordura y su madurez... Y comprendió que al corazón no puede obligársele a sentir amor: así como Haruko no lo amó jamás, nadie podía culpar a Rukawa por no corresponderla... Y tampoco debía culparse él porque el amor hacia ella había terminado sin explicación.
CONTINUARÁ...
Notas de la autora
Un capítulo algo melodramático, lo sé.
Sin embargo, necesitaba sacar a Haruko del plano amoroso de Hanamichi y quitarle a Rukawa de los ojos.
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