AMOR SIN BARRERAS

Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 5: "Haruko sale de la escena"

—Haruko no ha venido a la escuela desde hace días, ¿verdad, Hanamichi? —el pelirrojo asintió con un movimiento de cabeza— Me preocupa... —suspiró Mito.

—A mí también —declaró sinceramente Sakuragi.

Cierto: Haruko había faltado a la escuela desde el incidente con Rukawa. De eso hacía ya casi una semana, y el pelirrojo no se había atrevido a buscarla ni a reclamarle a Kaede.

El muchacho de mirada gélida a penas si se dejaba ver en los entrenamientos. Rukawa no se sentía mal por el desmoronamiento de la chica a la que, según comentaban sus amigas, él le había roto el corazón. La verdad, siempre se había preguntado qué demonios era lo que ocasionaba que tantas chicas se enamoraran de él. Sabía lo que era el amor, puesto que él lo sentía en su corazón, y sabía lo que era sufrir por un amor en silencio, debido a que así era el suyo... Pero también sabía que no había manera de enamorarse de nadie si no se le conocía, porque eran esos pequeñísimos detalles casi sin importancia los que hacían que se pudiera mirar de manera especial a una persona.

Hanamichi suspiró. Caminaba al sanitario con Youhei, cabizbajo y sin ganas. Era curioso, pero no se sentía mal por la pena de Haruko: estaba más seguro que nunca de que la gente debía seguir su corazón, sin importar el daño que pudieran causar a terceros. Él lo haría a partir de entonces...

—¿Nos vamos? —escuchó preguntar a Youhei desde la puerta del sanitario.

—Sí, claro, amigo.

El pelirrojo descansaba en su habitación. Había un completo desastre en el lugar: ropa sucia y limpia revuelta y tirada sobre la alfombra, polvo en los muebles, la cama destendida... Y él con principios de resfriado que, aparentemente, sería terrible.

Hanamichi dormitaba en su cama, cubierto hasta el cuello con las sábanas azules que su madre le había obsequiado en su último cumpleaños. No se había preocupado por ponerse algo de ropa encima de la camiseta blanca y los bóxers negros con los que había dormido; lo único que pensaba era que no volvería a hacer nada que atentara contra sus salud. Y, de pronto, el teléfono lo hizo sobresaltarse...

¡¡RIIIIIIIIG!! ¡¡RIIIIIIIIG!!

—Mmmmm... —farfulló de mal humor— ¿Quién será...? —dijo con ironía, suponiendo que se trataría de Okusu, Noma o Takamiya, para burlarse de su malestar.

¡¡RIIIIIIIIG!! ¡¡RIIIIIIIIG!!

—¡Ya voy! —gritó, como si de algo sirviera.

¡¡RIIIIIIIIG!! ¡¡RIIIIIIIIG!!

—¿Diga...? —contestó con desgano.

—¿Sakuragi-kun...?

Hanamichi no tardó mucho en reconocer la voz que se había tornado lánguida desde la última vez que la había escuchado: era Haruko Akagi.

—¿Cómo estás, Haruko?

La chica tardó unos segundos en responderle.

—Mejor... —suspiró —Te llamo para decirte que me ausentaré de la escuela, Sakuragi-kun. ¿Podemos hablar?

—Claro, Haruko-chan. ¿En dónde? —el pelirrojo anotó la dirección que la chica le indicó.

Minutos más tarde, mientras Sakuragi reunía fuerza física para asistir a la cita, su madre llegó a casa. El pelirrojo avisó a dónde iría y cuánto tardaría, y salió de su hogar.

Hanamichi llegó diez minutos antes de la hora al lugar. Era un parquecito discreto que casi nadie frecuentaba. A él le gustaba visitarlo cuando se sentía cansado o abrumado por los problemas propios de la adolescencia, y, aparentemente, a Haruko también.

No había bancas o algo similar, y el pelirrojo tenía unas enormes ganas de sentarse en algún lado y descansar sus piernas que parecían muy fatigadas, así que, a falta de algo mejor, se decidió por un pedacito de sombra que se pintaba bajo las ramas de un arbolito solitario. Se sentó y cerró los ojos. Percibió que su nariz estaba congestionada y que su garganta palpitaba dolorosamente.

—Estúpido Youhei —murmuró al recordar que por culpa de su amigo habían permanecido bailando bajo la lluvia con todo el ejército. Curioso que el único que lo resintió fue él, el talentoso y súper hombre Hanamichi Sakuragi. Ni Youhei, ni Okusu, ni Takamiya... Y mucho menos Noma, puesto que estaba tan deprimido porque fue el único que no obtuvo autógrafo de Haruka Takami, que decidió guardarle luto durante dos semanas, y eso incluyó no salir de su casa después de la escuela.

Tosió inconscientemente, y una voz aguda lo hizo levantar el rostro y olvidar las maldiciones destinadas a su amigo.

—¿Sakuragi-kun? —dijo Haruko sin muchas ganas— Gracias por venir.

—Hola —dijo Hanamichi no muy convencido de tener las palabras correctas para su amiga—. ¿Cómo te sientes, Haruko?

La chica bajó la cara. Sakuragi pensó que rompería a llorar por haber sentido removerse la herida nuevamente, y se preparó para consolarla como la última vez, pero ella no lo hizo.

—Ya me he recuperado un poco —sonrió, pero se notaba de inmediato que luchaba por no dejar brotar las lágrimas.

Hanamichi asintió fingiendo creerle, pero no era buen mentiroso. La chica lo notó, y de inmediato le explicó lo que había sucedido: el día de la terrible decepción había llegado a su casa después de que anocheciera. Su hermano y sus padres se preocuparon mucho, puesto que ella era una chica bien portada. Se encerró en su habitación y no dejó de llorar hasta la madrugada, cuando el sueño la venció. No entendió cómo era que Rukawa no la amaba, y tampoco tomó muy en cuenta el detalle de que Kaede le había dicho estar interesado en alguien más.

Hanamichi creía ponerle atención, pero en cuanto mencionó el detallito de que el corazón del zorro era de alguien ya, el pelirrojo no pudo evitar sentir curiosidad. Aunque no quisiera comprenderlo, le intrigaba que ese ser antisocial y frío pudiera estar enamorado; debió haberse dado cuenta, puesto que, según creía, el amor te hace lucir bien, te hace feliz sentir algo por una persona... Y, sin embargo, desde que conocía al kitzune, nada había cambiado. Hasta se habían intensificado las peleas que ya lo caracterizaban desde que se conocieron...

—Me ha destrozado... —susurró Haruko. Sakuragi no se dio cuenta de cómo llegaron hasta esa confesión, sentados ambos sobre el pasto y ella con un semblante verdaderamente triste.

Hanamichi no supo qué decir. No era experto en el amor; tampoco era experto en ser el mejor amigo de nadie, mucho menos de una chica frágil como ella. Supuso que lo más coherente sería decir algo como "Tranquila, Haruko. Él se lo pierde. Encontrarás a alguien mejor que sepa corresponderte", pero, aún cuando quiso, no pudo decirlo. Esas palabras no eran lo que realmente sentía. No pensaba que Haruko mereciera a Rukawa o que él hubiera hecho algo malo, ni perdido nada. Mejor sería "Ya cálmate. Eres una niñita inexperta que se enamoró de una imagen y no sabes lo que es querer de verdad"...

Pero tampoco eso pudo decir.

No se sentía con el derecho de hacerlo, puesto que tampoco él sabía lo que era amar a nadie. Así de pronto, en cuanto vio por primera vez a una actriz de moda, y comparó a Haruko con ella durante cinco segundos, ese amor que pregonaba entre su ejército se había esfumado. Así de simple: hoy te quiero, mañana ya no... Eso no era amor.

—Tranquila, Haruko —se atrevió a decir, y continuó sin creer que fueran suyas esas palabras—. No tiene nada de malo que una persona no te corresponda. Verás que esto se te pasará... —y nunca antes dijo palabras tan ciertas.

La chica lo abrazó en señal de gratitud sincera.

—Sakuragi-kun...

—Llámame Hanamichi.

Haruko sonrió.

—Hanamichi-kun, me ausentaré de la escuela —anunció la chica, y, de inmediato, explicó—. Hace algunos meses la escuela organizó un concurso local de ensayos, y el mío fue el ganador: obtuve una beca para cursar un semestre en Tokio. Mis abuelos viven allá, así que será una buena manera de olvidar algo de lo que ha sucedido con Rukawa...

Hanamichi respetó la decisión de su amiga. No se enteró jamás del concurso de ensayos que ella mencionó, pero tampoco iba a sugerirle que se quedara a ver todos los días al zorro.

Haruko se iría seis largos meses...

—¡Ya llegué, mamá! —notificó el pelirrojo tras descalzarse y volver a sentir el dolor en la garganta.

Lo que seguía era fantástico: un baño tibio, un té de limón y su deliciosa camita...

—Qué bueno, Hana-chan —respondió la mujer desde la cocina. En cuanto escuchó a su hijo, le anunció un recado—. Una chica te llamó por teléfono, hijo. No reconocí su voz, pero dijo llamarse Haruka. También me dijo que te buscaría por la noche, o que te visitaría después.

Hanamichi no puso mucha atención. La única chica con ese nombre que él recordaba era la actriz que hacía algunas semanas le había dicho que estaba interesada en él. Sin embargo, estaba muy cansado, y no pensó en más que en dormir.

—Camita, camita... —murmuró mientras se metía entre las sábanas.

Se quedó dormido y no volvió a abrir los ojos hasta el día siguiente.

CONTINUARÁ...

Notas de la autora

Mmmm... Así que Haruko se va de Kanagawa durante seis meses...

¿Qué sucederá con Hanamichi...? ¿Con la actriz...? ¿Con el mismísimo Rukawa...?

No dejen de leer el siguiente capítulo.