AMOR SIN BARRERAS

Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 7: "Peleas"

—¡Extra. extra! —eran a penas las seis de la mañana, y el joven vocero ya trabajaba buscando clientes para sus noticias— ¡Compre la extra!

Hanamichi Sakuragi hacía su recorrido matinal de cada día antes de las clases en Shohoku.

—¡Señor, lleve la extra! —ofreció el muchacho. No debía tener más de quince años,

Hanamichi sonrió cortésmente y se disculpó por no comprarla. El voceador no intentó más y corrió a ofrecerla a otra persona.

El pelirrojo, dando por terminado su ejercicio, decidió volver a casa.

El sol estaba en todo su esplendor. El otoño empezaba a abrirse paso entre el verde del verano, pero el sol aún se sentía tibio y acogedor en Kanagawa.

—Es un lindo día, ¿no te parece, Youhei? —el pelirrojo sonreía mientras caminaba hacia su salón de clases, con su siempre inseparable mejor amigo.

—Así es, Hanamichi —sonrió Mito. Sakuragi lucía mejor desde que salía con la actriz—. Veo que ni siquiera el saber que tenemos examen de matemáticas te ha hecho sentir distinto.

—¿Examen?

La noticia le cayó como balde de agua helada. No había estudiado ni lo más elemental, y sabía que debía llevar cierto promedio para poder permanecer en el equipo de básquetbol.

—¡HANAMICHI! —tres muchachos saltaron frente a Hanamichi y Youhei antes de que pudieran entrar al aula.

—¡Idiotas! ¡Van a provocarme un infarto!

—Lo sentimos, Hanamichi, pero queremos que veas algo —declaró Okusu muy serio.

—Pues, dado que Noma está triste, debe tratarse de Haruka Takami y su relación contigo —señaló Youhei.

—Sí, sí —dijeron Okusu y Takamiya al mismo tiempo.

—¿De nuestra relación? —se preguntó el pelirrojo, y escuchó a Noma llorar— Díganme de qué se trata.

Takamiya extendió el periódico que esa mañana Hanamichi no había comprado. El pelirrojo leyó el encabezado: "NUEVA CONQUISTA DE LA ACTRIZ DE MODA HARUKA TAKAMI. A ÚLTIMAS FECHAS, A LA EXUBERANTE MUJER SE LE HA VISTO ACOMPAÑADA DE UN TIPO PELIRROJO Y ATRACTIVO. DEBE TRATARSE DE UN NUEVO JUGUETE DEL QUE VA A DESHACERSE EN CUANTO LE FASTIDIE...". El resto eran cosas por el estilo.

Por supuesto que a Sakuragi no le pareció que hablaran así de una mujer que se interesaba bastante en él, y mucho menos que a él lo hicieran ver como el juguete nuevo de la chica que tanto había llegado a apreciar.

No iba a permitirlo; nadie iba a burlarse de él, y mucho menos a costillas de una relación que le prometía, si no felicidad, al menos sí alegría cotidiana.

—¿Qué significa esto? —preguntó, esperando que sus amigos tuvieran la respuesta.

—Quién sabe —habló Takamiya—. Okusu trajo el periódico hace unos minutos.

—Eres la noticia de medio continente, Hanamichi —acertó Okusu.

—¿No te alegra? Estás ganando fama gracias a la señorita Haruka —sonrió otra vez Takamiya.

Hanamichi los miró serio, a los tres. Youhei a su derecha, como siempre. Luego habló:

—¿Creen que me alegra, idiotas?

—¡Claro! —Okusu respondió— Ahora eres conocido por varias personas, y de seguro te estás convirtiendo en símbolo sexual.

—No me alegra. No me gusta ser el juguetito de una mujer que tiene todo.

El pelirrojo abandonó el aula. Youhei no lo siguió: sabía que su amigo necesitaba estar solo.

—¿Qué le pasa, Youhei? Ni siquiera nos golpeó.

—Ustedes no lo entienden, muchachos —aceptó Mito. Él conocía perfectamente lo que Sakuragi sentía con lo que estaba descubriendo gracias a Haruka Takami—. Hanamichi está verdaderamente interesado en que esto funcione. Ese encabezado ha venido a remover sus fibras más sensibles.

—¿A qué te refieres?

—Hanamichi de verdad valora lo que Haruka Takami, tal vez inconscientemente, ha logrado hacer por él.

—Buenos días, alumnos —irrumpió el profesor de matemáticas—. Espero que hayan estudiado. Saquen una hoja y escriban su nombre: es hora de hacer examen.

Los estudiantes obedecieron.

El pelirrojo observaba las nubes en el cielo. Desde la azotea, lograba ver casi todo el estado. Incluso creía divisar su pequeña casa. Sin querer, pensó en su madre. "Cuídate mucho, Hanamichi –le había dicho esa mañana–. Volveré en un par de días, y prometo que saldremos a cenar al menos". Suspiró. Su mamá siempre se preocupaba por él. Seguramente no podía evitarlo. Tal vez era algo que todos los padres hacían sin querer.

—¿Qué haces aquí, torpe? —una voz muy peculiar interrumpió los pensamientos de Hanamichi.

El aludido miró a Rukawa, pero pareció no reconocerlo de inmediato. Lo miró perplejo, y su rostro de porcelana se le figuró etéreo.

—¿No me oíste? —insistió Kaede, y Sakuragi pareció reaccionar.

—¡No me llames "torpe", kitzune dormilón!

Kaede sonrió sin que Hanamichi lo notara.

—¿Qué haces aquí?

—Ese no es tu asunto, Rukawa.

Hanamichi respondió con seriedad. Parecía no estar dispuesto a insultarlo siquiera. Kaede debía reconocer que, desde aquél encuentro con Haruko en ese mismo lugar, cuando ella se desengañó y Hanamichi estuvo presente, el pelirrojo parecía haber madurado un poco. Ya no se le veía correr por los pasillos insultando a sus amigos, ni lucirse para impresionar a nadie. Hasta en los entrenamientos había mejorado. Ya no era el mismo Hanamichi Sakuragi que Kaede disfrutaba atormentar...

Ya no era el mismo...

Y, sin embargo, ahora lo amaba más que antes. Adoraba esos cambios, esa madurez que le sentaba tan varonil. Le gustaba esa personalidad que había adquirido gracias a los mimos y atenciones de Haruka Takami. Y no había nada, ni un solo defecto, que no fuera digno de su cariño.

—¿A dónde vas? —se sobresaltó Kaede cuando el pelirrojo empezó a caminar hacia la salida.

Hanamichi pareció no comprender el repentino interés. Kaede lo miraba sin sorna, con evidente interés. Y eso le inspiró una respuesta sincera.

—Debo hablar con alguien.

Rukawa comprendió de inmediato. Él también había leído el periódico de la mañana, y supuso que algo así sucedería entre Hanamichi y su novia, pero nunca pensó que sería uno de los que se enterarían por propia voz del pelirrojo.

Hanamichi abandonó la azotea, y Kaede permaneció en silencio.

Las luces encendidas; el lugar en completo silencio; la atmósfera densa. Dos respiraciones acompasadas; dos bocas danzando al mismo ritmo; dos cuerpos transpirando de manera sensual...

—¡Corte!

Las luces se apagaron y el silencio fue interrumpido por muchísimas voces hablando al mismo tiempo.

—¿Qué estuvo mal esta vez? —preguntó con enojo Haruka Takami, mientras se sentaba en una silla cercana y se alejaba de su compañero de escena.

—No es creíble —imperó el director.

Haruka no comprendió.

—Haruka, sabes que eres una gran actriz. La revelación del año, la de mayor talento y la más seguida por los espectadores, pero no me creo tu actuación.

—¿A qué te refieres, Kyochi? —interrumpió Amano, quien, para variar, fungía como pareja de la protagonista.

—Mira, "Amor sin barreras" fue todo un éxito, pero en la continuación... Haruka, tú estás pensando en otra cosa. Tu mente no está en el foro, sino en otro lugar.

Haruka no lo negó: estaba pensando en Hanamichi. Pero no podía evitarlo. Estaba enamorada de él, y con razón, si él , en lugar de aprovecharse de su fama o su dinero, se había portado amable y cariñoso con ella, comprensivo con su trabajo. Él era como alguna vez, en su adolescencia, imaginó que sería el hombre de sus sueños.

—Tomen una hora para comer —dijo Kyochi—. Filmaremos el final en dos días, y necesitamos estas escenas lo más pronto posible.

Amano y Haruka asintieron. Ella se excusó con su amigo, argumentando que tenía que hacer una llamada a solas. Ambos sabían que se trataba de una llamada a Hanamichi, y Amano aprovecharía ese rato a solas para hacer una visita veloz a cierto muchacho que, a esas horas, debía estar en clases todavía.

Hanamichi estaba en el gimnasio de básquetbol. Contemplaba el tablero, y, frente a sus ojos, la nostalgia le dejó ver a Haruko la primera vez que ella lo condujo a ese lugar. La recordó como era entonces: distraída y enamorada de Rukawa. Con el corazón intacto aún.

—Lástima que el tiempo no retroceda... —suspiró.

En ese momento, un sonido agudo interrumpió sus pensamientos. Hanamichi extrajo del bolsillo un aparatito negro y sonoro: era el teléfono celular que Haruka le había obsequiado cuando cumplieron un primer mes de salir juntos.

Hanamichi contestó, a pesar de que no sabía cómo debería responderle.

—¿Haruka?

—Hola, monito —escuchó del otro lado de la línea—. Estaba pensando en pasar a recogerte al parque donde siempre nos vemos. Tengo muchas ganas de verte.

—No —decidió Hanamichi. No deseaba verla y gritarle o hacerle daño con tanto coraje que sentía—. Mejor veámonos mañana, o pasado mañana.

—¿Qué? —Haruka se alarmó. Hanamichi nunca se había negado a verla— ¿Qué sucede? ¿Estás bien, Hanamichi?

—Sí. Estoy un poco enfermo y tengo entrenamiento hasta tarde —el pelirrojo hizo una pausa—. Te llamo después.

Colgó.

Estaba confundido. No sabía cómo hablar con ella sin dejarse dominar por la rabia. Él estaba convencido de que Haruka sentía algo especial cuando estaban juntos, pero su orgullo no le permitía entenderlo así.

Permaneció otro rato en el gimnasio. Cuando llegó la hora del almuerzo, fue a reencontrarse con Youhei y el resto del ejército. Por un rato, haría de cuenta que seguía siendo el mismo muchacho inmaduro y escandaloso que no se preocupaba por cuestiones del corazón.

Faltaban casi dos horas para el almuerzo.

Kaede Rukawa no deseaba abandonar esa cómoda posición en la azotea.

—Rukawa-san...

Una tímida voz se escuchó entre la bruma del sueño consolidado.

—Rukawa-san...

Kaede la escuchó entre bostezos, y bufó molesto cuando se dio cuenta de quién luchaba por despertarlo.

—Mmpfff... ¿Qué haces tú aquí?

Era Akami Midorikawa, el asistente personal de Amano Kamiya.

—Amano-san me ha enviado a entregarle esto.

El muchachito quinceañero, que había tenido que vestirse con el uniforme de Shohoku para entrar a la preparatoria, le mostró a Rukawa una caja aterciopelada que tenía una nota sobre la tapa.

Kaede leyó:

"Para que me recuerdes en todo momento. Amano."

Abrió la caja, y se topó con un reloj de oro con incrustaciones de diversas piedras preciosas en el extensible.

—Regrésaselo —ordenó al muchacho.

—No puedo hacer eso, Rukawa-san. Él me dio instrucciones precisas de no dejarlo hasta que usted se colocara el reloj en la muñeca.

Kaede bufó otra vez. Si esa era la única manera de que lo dejaran dormir, se pondría el reloj. Pero Dios sabe que más tarde arreglaría cuentas con Amano Kamiya y su afán de tratarlo como mascota consentida.

—¡Perfecto! —anunció el director de escena— Esta vez queda. Pueden irse a casa. Mañana trabajaremos hasta tarde, así que prepárense.

Los actores y equipo técnico que trabajaba en la elaboración de la continuación de "Amor sin barreras" terminaron de laborar ese día. Haruka Takami, agobiada y exhausta por diez horas de filmación continua, se dirigió a su camerino para descansar antes de ir a casa. Amano Kamiya, preocupado por las noticias del día, se presentó ante su amiga con un ejemplar del periódico.

—¿Has tenido oportunidad de leer el periódico hoy, Haruka-chan? —preguntó el atractivo actor.

—No. Estuve ocupada todo este tiempo. Además, las noticias malas siempre me deprimen.

—Pues creo que esta te deprimirá.

Amano extendió el periódico. Haruka leyó en voz alta:

—"NUEVA CONQUISTA DE LA ACTRIZ DE MODA HARUKA TAKAMI. A ÚLTIMAS FECHAS, A LA EXUBERANTE MUJER SE LE HA VISTO ACOMPAÑADA DE UN TIPO PELIRROJO Y ATRACTIVO. DEBE TRATARSE DE UN NUEVO JUGUETE DEL QUE VA A DESHACERSE EN CUANTO LE FASTIDIE..." —suspiro— Hanamichi debe haberlo leído ya...

—Es lo más probable.

—Entonces por eso no quiso verme... Debe sentirse herido...

Haruka no hubiera podido acertar más. El pelirrojo estaba molesto, herido en el orgullo. Debía sentirse un animalito de exhibición. Y ella estaba triste porque sentía que lo perdería.

El celular de Hanamichi sonó. Era la tercera vez en menos de diez minutos. Él sabía que se trataba de Haruka. De seguro ya había leído el periódico y estaría intentando disculparse con él.

—¿Si?

Decidió contestar. No tendría caso aplazarlo, puesto que, tarde o temprano, tendría que enfrentarla y pedirle una explicación.

—¿Hanamichi? —la chica se oía desesperada— Por favor no cuelgues. Escucha, yo no sabía que se trataba de eso. No sé de qué hablan. Hanamichi, tú sabes que eres más que eso para mí. Yo... yo te quiero, Hanamichi...

La voz casi entrecortada. Haruka sufría. Y Hanamichi no tenía la misericordia de hablar.

—¿Hanamichi...?

Silencio.

—¿Monito...?

Ese sobrenombre pareció remover algunas fibras debajo del necio orgullo del pelirrojo.

—Haruka... Hablaremos.

La actriz sonrió ampliamente. Eso era todo lo que necesitaba escuchar.

—¿Qué demonios intentas hacer? —un muy molesto Rukawa caminaba de un lado al otro de la habitación que Amano había alquilado para que pudieran verse cada vez que quisieran. Era su guarida del mundo para estar juntos, sin testigos, sin interrupciones.

—¿A qué te refieres, Kaede-chan?

—¡Esto! —el muchacho mostró el reloj.

—Fue sólo un pequeño regalo que quise hacerte.

—No necesito regalos.

—Yo sé, pero quería...

—Desde el principio te aclaré que no iría más allá de lo que acordamos al principio, Amano —Rukawa estaba verdaderamente enojado—. No quiero nada de ti.

—Kaede, lo siento, pero...

—¿No entiendes, Amano? ¡No necesito nada tuyo! ¡Esta iba a ser una relación superficial, física! No tienes derecho a profundizar.

—Kaede... Te quiero. Tú lo sabes.

Rukawa miró al actor. Hablaba con sinceridad, podía verlo en sus ojos. Pero Kaede se sintió más herido que nunca en su vida. No podía permitirlo.

—Yo no.

Y, tras decirlo, se marchó.

Amano permaneció largo rato sentado en la cama. No había querido presionarlo, pero sabía que el corazón de Rukawa pertenecía a otro. Y eso dolía mucho.

No había luna esa noche. Kanagawa lucía más oscura que de costumbre. Hanamichi lo atribuyó al otoño. Esa era una estación que nunca le había gustado. Indecisión. Sí, eso era: ni frío ni calor. Era un estancamiento: ni avance ni retroceso. Prefería el invierno o la primavera, incluso el verano. Pero no el otoño.

Y, sin embargo, tenía que esperar a que Haruka llegara para que tuvieran la oportunidad de reconciliarse.

Deseaba arreglar las cosas. No podía dejarla tan fácilmente. En todo ese tiempo que llevaban juntos, si bien no había llegado a amarla, la quería bastante. Incluso más que a Haruko, pero no era amor, estaba seguro.

—¿Monito? —la voz de Haruka lo interrumpió— Gracias por haber aceptado

Hanamichi le sonrió sin mucho ánimo.

—Verás que cuando hablemos vas a darte cuenta de que todo fue un malentendido, un encabezado amarillista.

La chica sonreía esperanzada.

—Mira, tú sabes que en el medio en que trabajo los chismes y rumores con muy comunes. Monito, yo te he demostrado que no eres un juguete o algo parecido: te quiero de verdad, monito, y puedo demostrarlo cuando tú quieras. Ese encabezado fue sólo un chisme del reportero para vender su periódico.

Sakuragi escuchaba con atención.

—Tú también me quieres, ¿cierto monito? Entonces sabrás perdonar algo que ni siquiera fue mi culpa. Yo no mandé a nadie a escribir eso.

El pelirrojo la dejó hablar y explicar todo lo que quiso. Cuando ella terminó, él aspiró profundo y tomó la palabra.

—Haruka... —comenzó— Tú sabes lo que significas para mí.

La chica asintió.

—Sabes también que te quiero. Eres la primera mujer a la que quiero de esta manera.

Haruka sonrió: eso necesitaba escuchar.

—Entonces... ¿estamos bien?

Hanamichi no tuvo que pensar su respuesta;

—Estamos bien.

Haruka se acercó al pelirrojo. Deseaba sentirse abrigada entre sus brazos. Se afianzó al fuerte pecho y Hanamichi la estrechó contra sí. Permanecieron abrazados varios minutos, hasta que el frío se hizo intenso y tuvieron que volver a casa.

CONTINUARÁ...

Notas de la autora

Título perfecto, capítulo algo sin sentido... No importa. De cualquier manera, sirve de "parte aguas" para lo que sigue.

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