AMOR SIN BARRERAS
Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi
CAPÍTULO 8: "Una oportunidad para el amor"
—¡La vida es maravillosa, amigos! —un muy feliz Hanamichi Sakuragi entraba a su salón entre saltos y pétalos de rosas que él mismo dejaba caer a su paso.
La mañana lo había despertado soleada y cálida. Era un día perfecto, sobre todo por la noche llena de ternura que había pasado con su novia.
—¿Qué le pasa hoy a Hanamichi? —preguntó Okusu muy serio.
—No sé, pero se ve feliz —respondió Takamiya.
—Anoche se arregló con la señorita Haruka Takami —confesó Youhei. Hanamichi le había llamado por teléfono para contarle.
—¡POR QUÉ ÉL! —fue Noma quien se lamentó.
El pelirrojo se ubicó en su pupitre y miró hacia la terraza con enorme ilusión.
—La vida es muy bella —suspiró. Y, justo en ese momento, divisó a Rukawa. Kaede miraba hacia el salón de Sakuragi. Cuando sintió su mirada encontrándose con la suya, rápidamente buscó otro objetivo.
Hanamichi no comprendió el ligero sonrojo que apareció en las mejillas de su rival
—Buenos días, alumnos.
Era el profesor de matemáticas. Colocó su portafolios sobre el escritorio y miró a Hanamichi distinto del resto de los estudiantes.
—Pssst... —llamó Youhei, puesto que su amigo no quitaba la expresión de estúpida felicidad que llevaba desde que despertó esa mañana— Hanamichi...
El pelirrojo no hizo caso, a pesar de que había escuchado perfectamente.
—Hanamichi... —volvió a susurrar Mito.
—Señor Sakuragi —llamó el profesor. Hanamichi lo miró sin contestar—, quiero hablar con usted después de la clase.
Se dejó escuchar un murmullo general, y Hanamichi se preguntó qué querría decirle a solas el maestro.
Kaede seguía en la azotea del edificio. Le gustaba mucho estar ahí.
Pensaba en los ojos de Hanamichi. Le gustaban mucho. Siempre le decían algo. Esos ojos castaños nunca estaban vacíos, y eso le encantaba.
—Torpe Hanamichi... —suspiró cuando recordó que el pelirrojo ya tenía una relación. Y, por lo que había visto en sus ojos esta vez, algo bueno había sucedido con ella para que estuviera tan feliz.
—¿Rukawa-san?
Kaede no esperaba volver a ver al muchachito.
—¿Qué haces tú aquí?
—Amano-san me envió a buscarlo. Quiere que usted reciba esto —y Akami extendió un sobre lacrado con su nombre en el frente.
Rukawa lo recibió y miró al chico.
—¿Otra vez te indicó que no me dejaras hasta que lo leyera?
—No. Me ordenó marcharme en cuanto usted lo recibiera. Que tenga buena tarde, Rukawa-san.
Y Akami se retiró del lugar. No lo admitiría ante nadie, pero ese chico estaba empezando a parecerle simpático.
Dudó unos minutos, pero, al final, decidió abrir el sobre y leer la carta que contenía.
"Kaede-chan:
Lamento haberte presionado. Sé que no debí haberlo hecho, pero, cuando vi ese reloj, no pude contenerme y lo compré. Quise hacerte un regalo adecuado. Tal vez tú no lo recordabas, pero ayer cumplimos cuatro meses desde que estamos juntos. Me fue imposible no empezar a quererte y quise demostrártelo. Lamento haberte ofendido.
Amano."
Kaede pensó que Amano Kamiya era un ser muy cursi. Sin embargo, sintió remover su corazón cuando leyó la carta. Y se sintió culpable cuando cayó en la cuenta de que no había recordado que, efectivamente, el día anterior se habían cumplido cuatro meses desde que empezaron a estar juntos.
Suspiró y cerró los ojos. Ya más tarde hablaría con él y se arreglarían. Ahora tenía sueño y lo único que haría sería dormir.
—Te esperaremos allá afuera, Hanamichi.
Youhei, Okusu, Noma y Takamiya se ubicaron en el pasillo, muy cerca de la puerta del aula, para poder escuchar lo que el profesor le dijera a Hanamichi.
—Tome asiento, señor Sakuragi —indicó el profesor. El pelirrojo obedeció sin decir palabra—. Supongo que no sabe usted por qué le pedí que se quedara —Hanamichi negó con la cabeza—. Bueno, tengo entendido que usted pertenece al equipo de básquetbol de la preparatoria.
—Así es. Y debo agregar que Shohoku es más fuerte desde que este talentoso deportista ingresó al equipo.
—Me agrada su optimismo, señor Sakuragi. Pero tengo una mala noticia para usted.
Hanamichi no entendió.
—Como debe saber, todos los alumnos que pertenecen a los equipos deportivos, deben cumplir con cierto promedio académico —Sakuragi asintió—. Usted estaba a salvo de la expulsión.
Hanamichi sonrió. Pero esa sonrisa se desvaneció cuando cayó en cuenta del tiempo verbal que el profesor utilizaba.
—¿Qué quiere decir?
—Que su promedio está en el límite.
—¿En el límite?
—Usted faltó al examen que apliqué ayer, y eso ha provocado que su promedio disminuyera mucho. Si no se recupera, tendrá que abandonar el equipo.
"Abandonar el equipo..."
Hanamichi no podía abandonar el equipo. No podía darse ese lujo.
Salió abatido del salón. Ni siquiera hizo caso a las burlas de sus amigos.
Contrario a la soleada mañana, la tarde en Kanagawa pintaba nublada con posibilidades de lluvia.
Hanamichi caminaba cabizbajo hacia el gimnasio. Youhei y los chicos lo habían dejado a solas, como él lo había pedido.
Llegó a los vestidores y se cambió de ropa. La idea de tener que dejar el equipo no lo dejaba en paz.
Cuando entró al gimnasio ya todos estaban presentes. Lo miraron al mismo tiempo y se sintió abochornado.
—Es hora de empezar —ordenó el capitán—. Sakuragi, sígueme.
Hanamichi obedeció. Supuso que ya todos se habían enterado del incidente con el examen.
—No te preocupes —Ayako caminaba detrás de ellos. Guiñó un ojo con complicidad—. Todo va a solucionarse.
Akagi los condujo hacia la oficina del profesor Anzai. Ahí estaba el anciano bebiendo té. Hanamichi, por primera vez, se sintió avergonzado ante el director técnico.
—Bienvenido, Akagi-kun. Ayako-chan. Sakuragi-kun.
El anciano se veía respetable, imponente. Hanamichi sintió deseos de no hablar.
—Anzai sensei, he traído a Sakuragi, como usted lo pidió. Ayako también pidió acompañarnos.
Anzai afirmó con un movimiento de cabeza.
—Sakuragi-kun, ¿sabes por qué estás aquí?
Hanamichi miró al piso. Por primera vez en su vida, se sentía avergonzado por sus calificaciones.
—Lo supongo.
—El Consejo Deportivo exige un promedio mínimo para que los estudiantes puedan permanecer en los equipos —explicó el capitán Gorila—. Tú estás en el límite.
Al pelirrojo le pareció estar viviendo un deja vu. No le gustaba que le hablaran así. Se sentía muy incómodo entre esos tres que creía desconocer. Nunca le habían mostrado preocupación tan sincera, salvo Ayako, que desde el principio aceptó que él era bueno en el básquetbol.
—Lo sé.
Takenori Akagi lo miraba con severidad. El profesor Anzai con paciencia. Ayako con esperanza. Seguramente ya tenían algo decidido.
—¿Me echarán del equipo? —preguntó con la preocupación de un niño pequeño.
Hubo un silencio que predominó en el ambiente lleno de tensión. Sakuragi esperaba la respuesta de alguno.
—Eso sería lo mejor —fue Akagi quien habló—. Lo mejor para todos.
Hanamichi sintió las lágrimas agolpándose en sus ojos. Sentía miedo de perder lo único constante que tenía. El básquetbol era todo para él; aún más que Haruka; más que los estudios. No quería que lo echaran del equipo.
—Sin embargo —intervino el profesor Anzai—, Akagi-kun y Ayako-chan han intercedido en tu favor, Sakuragi-kun.
El pelirrojo creyó sentir una luz que lo iluminaba por completo.
—¿Qué? —fue lo único que pudo articular.
—Eres importante para el equipo, Hanamichi Sakuragi —acertó Ayako—. Sería una tontería que, sabiendo cuánto te necesitamos para el Campeonato Nacional, no hagamos nada por ayudarte.
—¿Ayudarme?
—Eres un irresponsable, Sakuragi —halagó el capitán—. Pero eres un irresponsable que sabe jugar, y un irresponsable que forma parte del equipo de Shohoku. No debemos darte la espalda ahora.
Hanamichi no podía creer que fuera Takenori Akagi, el mismo que disfrutaba golpeándolo e insultándolo, quien estuviera pronunciando aquellas palabras.
—¿De verdad lo harán? —el pelirrojo se sentía verdaderamente conmovido.
—Por supuesto, Sakuragi-kun —decidió el anciano.
—Sólo hay un inconveniente —ahora era Ayako la que hablaba—: necesitarás un asesor.
A Sakuragi ni siquiera le preocupó. Eso era mínimo comparado con la pena que le traería dejar el equipo.
—Ayako ya se encargó de eso.
No importaba quién fuera ese asesor. Él lo aceptaría gustoso con tal de remediar ese inconveniente.
La tarde pintaba soleada. Una tarde soleada en otoño no era algo malo, pensaba Hanamichi Sakuragi. Pero en esa tarde tan linda, eran sus acompañantes quienes empezaban a sacarlo de quicio...
—¿Estás bromeando? —preguntó Youhei comiendo pasta italiana en Danny's, donde estaba reunido con Hanamichi y el resto del ejército.
—Ya saben que yo no bromeo con lo que respecta al equipo —respondió el pelirrojo mientras masticaba el hielo que sobraba en su vaso.
—Entonces tendrás un asesor... —meditó Okusu.
—Un asesor... —repitió Takamiya.
—Un asesor... —siguió Noma.
—¡UN ASESOR! —finalizaron los tres al unísono con cornetas, serpentinas y escándalo.
—Ayer Ayako dijo que ya lo tenía todo arreglado —continuó Hanamichi haciendo caso sólo a Youhei—. Supongo que eso es mejor que dejar el equipo.
Mito meditó mientras masticaba su bocado con enorme parsimonia.
—¿Estás seguro?
El pelirrojo afirmó con un movimiento de cabeza.
—Entonces está muy bien —sonrió con sinceridad Youhei.
Sakuragi sonrió contagiado por su mejor amigo. A pesar de que Okusu, Noma y Takamiya hacían bromas al respecto y no dejaban de burlarse, Youhei siempre iba a estar a su lado de la manera más sincera y solidaria. Y eso lo tranquilizaba mucho. Sabía que eso del asesor sería difícil, sobre todo para alguien como él, pero supuso que, con el apoyo de Youhei, todo sería más digerible.
La biblioteca de la preparatoria Shohoku no era uno de los lugares favoritos de Hanamichi. De hecho, hacía mucho tiempo que no la visitaba. Si no mal recordaba, la última vez que estuvo ahí fue durante el recorrido que organizó el comité de bienvenida para los alumnos de nuevo ingreso, al principio del semestre. Todo el mundo sabía que él no era un ratón de biblioteca, por eso los presentes que lo conocían se sorprendieron cuando lo vieron entrar al recinto.
Había quedado de ver a su nuevo asesor a las seis y cuarto, justo quince minutos después del entrenamiento. Ayako no había querido decirle de quién se trataba. Ella insistió en que todo sería mejor así, y que, de todos modos, el asesor lo reconocería cuando lo viera. Según Ayako le había explicado, Sakuragi no tendría problema alguno, salvo dedicarse por completo a estudiar algunas horas diarias durante los dos meses siguientes, o hasta elevar su promedio: lo que sucediera primero.
Se ubicó en una mesa vacía. Sentía que la gente lo observaba; estaba seguro de que todos los estudiantes murmuraban acerca de él, y no le gustaba.
Simplemente, ese no era su estilo. Él no era de los que aceptaban cualquier cosa por conseguir algo. A él le gustaba luchar por lo que tenía... Pensándolo bien, aceptar que alguien lo asesorara era una enorme lucha para permanecer en el equipo de básquetbol.
No, no cabía ni la menor duda: definitivamente, era un héroe. Estaba renunciando a su orgullo por permitirle a Shohoku conservar un lugar dentro del Campeonato Nacional. Se iría al cielo, de eso ni dudar. Todos estarían orgullosos y felices.
—Soy lo mejor del mundo —pensó satisfecho, y se preguntó dónde estaría el asesor. Ya llevaba cinco minutos de retraso.
Repentinamente, notó que un muchacho muy alto entraba al lugar. Era delgado y pálido, de cabello negro y muy familiar para él.
—¿Qué hará aquí Rukawa? —se preguntó— Yo no sabía que los zorros leían —pensó divertido. Y su sorpresa creció cuando, tras divisarlo ahí sentado, Kaede empezó a acercarse a su mesa.
—Hola —saludó Rukawa escueto—. ¿Estás listo? No tenemos mucho tiempo.
Hanamichi no reaccionó de inmediato. Le tomó algunos segundos asimilar que Kaede Rukawa estaba sentándose frente a él, que sacaba un par de libros pesados de la mochila y que lo miraba como dándole a entender que pasarían algún tiempo juntos.
—¿Qué haces tú aquí? —le preguntó con desconfianza sin percatarse de lo obvio.
—¿Cómo que qué hago aquí? Necesitas un asesor y soy el mejor en la materia —se enorgulleció Kaede.
—¿Tú?
Hanamichi se obligaba a no entenderle. No podría aceptarlo así de fácil, ¿o sí?
—No tenemos toda la tarde, Do'aho. Hay que empezar a estudiar. Tienes poco tiempo para aprender todo lo que has ignorado en un año de escuela.
—¿Todo el año? —Sakuragi parecía haber olvidado que empezaba a conversar con Rukawa.
—¿No recuerdas que los finales están próximos? Por eso la urgencia de tu promedio.
Al pelirrojo le pareció lógico. El fin de semestre estaba próximo, y los exámenes finales venían sobre su espalda en muy poco tiempo.
—Como sea, yo no quiero que tú seas mi asesor —se cruzó de brazos—. Hay muchos otros, y si hablo con Ayako seguro que me ubicará con alguien más.
Rukawa lo miró con seriedad. Hanamichi, a pesar de parecer más maduro, no lo era tanto.
—Escúchame bien —imperó—. Esto no me gusta más que a ti, pero eres bueno y no podemos darnos el lujo de perderte.
Kaede aspiró muy profundo y tomó valor para decir lo que seguía:
—Te necesitamos para el Campeonato Nacional.
Hanamichi se quedó con la boca abierta. Rukawa hablaba sinceramente.
Él no podía hacer nada más que aceptar esa ayuda.
—¿Me entendiste? —preguntó Rukawa. Por un momento, miró el rostro de Hanamichi, ensimismado en tratar de resolver una ecuación. No pudo evitar mirar los ojos hermosos que lo acompañaban en sueños, pero retomó la conciencia de la situación y el momento, y volvió a preguntar— ¿Te ha quedado claro?
—Creo que sí... —susurró Hanamichi rascándose la cabeza con el lápiz y mirando el procedimiento que Kaede había resuelto en la hoja de papel.
Ninguno de los dos habló. Llevaban ahí más de tres horas. Ya casi no había gente en la biblioteca, y, al parecer, tardarían más tiempo en terminar.
—Déjame ver... —habló el pelirrojo— Tengo dos signos negativos... Entonces el resultado será negativo también, ¿cierto?
Kaede deseó tener un abanico de papel como el de Ayako para poder golpear con él a su alumno, pero no pudo hacerlo.
—Torpe Hanamichi —dijo sin darse cuenta—. Debes aprender la ley de signos.
—¿Ley de signos?
—Te la voy a repetir: positivo más positivo da positivo; positivo más negativo da negativo; negativo más positivo da negativo; negativo más negativo da positivo.
El pelirrojo había tomado nota, como si de verdad le interesara aprender.
—¿Me entendiste?
—Creo que sí...
Kaede suspiró. Ya casi eran las diez de la noche y la bibliotecaria ya les había dicho un par de veces que estaba por cerrar el lugar. Decidió dar por terminada la sesión.
—Repasa lo que tienes de hoy. Nos veremos mañana a la misma hora, aquí.
—De acuerdo.
Kaede se enterneció al notar el parecido que Hanamichi tenía con un niño pequeño regañado.
El pelirrojo tomó sus cosas y fue el primero en abandonar la biblioteca. Conforme caminaba, repetía la ley que Kaede le había enseñado: "Positivo más positivo da positivo; positivo más negativo da negativo; negativo más positivo...".
Kaede lo contempló alejándose del lugar, solo y pensativo, tratando de asimilar todo lo que esa noche había visto y escuchado. Sólo pudo marcharse cuando escuchó el último eco de sus pasos y vio su silueta desvanecerse en la oscuridad: "...negativo más positivo da negativo; negativo más negativo da positivo..."
Kaede no supo, al menos esa noche, lo que la mente de Hanamichi repetía sin cesar: "Torpe Hanamichi... Torpe Hanamichi...".
Definitivamente, esa noche pintaba ser el principio de algo agradable, para ambos: al pelirrojo no le pareció que Kaede fuera tan antipático como él creía, y a Rukawa se le hizo una buena excusa para pasar más tiempo con su Do'aho.
CONTINUARÁ...
Notas de la autora
Mmmm... Rukawa dando clases de matemáticas... Eso no se ve todos los días.
Algo bueno saldrá de esto,ya lo verán.
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