AMOR SIN BARRERAS

Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 9: "Los fantasmas del pasado"

—¿Cómo te va con tu asesor, Hanamichi? —preguntó Takamiya en tono burlón. Era domingo y, extrañamente, Rukawa le había dicho a Sakuragi que ese día no se verían. El ejército caminaba de regreso de Danny's, hacia el hogar del pelirrojo, puesto que su madre no estaba e iban a disponer de la casa esa tarde.

El pelirrojo no le respondió. En cambio, le otorgó como respuesta la mirada más furiosa que ese día había emitido.

—Cállate ya, Gordo —sugirió Youhei, igual de oportuno que siempre.

Takamiya hizo caso, por su bien y el de su lindo rostro.

Todos continuaron en silencio hasta llegar al domicilio de Hanamichi. Al entrar a la casa, cada uno se encargó de un puesto específico: Takamiya del refrigerador; Okusu de la televisión; Noma de las revistas donde salía Haruka Takami, y Youhei y Hanamichi entraron a la habitación de este último. Sakuragi sabía que debía hablar con su mejor amigo, y no iba a postergarlo más.

—Youhei, perdón por no pasar mucho tiempo contigo y con los muchachos.

—No te preocupes, Hanamichi —Youhei era un chico comprensivo—. Nosotros entendemos que ahora tienes más ocupaciones que antes.

El pelirrojo sonrió. Sabía que su amigo le hablaba con sinceridad. Sin embargo, no podía dejar de sentir que los abandonaba cada vez que salía con Haruka, o cuando se quedaba hasta tarde en la biblioteca con Rukawa.

—¿Te quedarás a dormir hoy? —preguntó el pelirrojo, haciendo uso de su habilidad congénita para evadir temas comprometedores.

—No lo sé. ¿Cuándo volverá tu mamá?

—El próximo sábado. Tenemos la casa seis días.

Youhei sonrió. Hanamichi quería lucir parrandero y vago, pero lo cierto era que deseaba que su madre estuviera más tiempo en casa. Mito lo sabía mejor que nadie.

—Me quedo esta noche, pero mañana no puedo.

—¿Por qué?

—Seré niñera de Koani-chan. Papá y mamá celebrarán su aniversario, y sabes que, en un restaurante lujoso, una niña de seis años estorba, por mucho que sus padres la quieran.

Sakuragi comprendió. Youhei debía cuidar a su hermanita de seis años mientras sus padres cenaban. No podía pedirle que ignorara a su familia, puesto que sabía cuán importantes eran para su amigo. Tanto como su madre para él mismo.

Como fuera, la tarde se les escurrió de las manos con bastante rapidez. Pronto fue hora de que el ejército se despidiera, excepto Youhei, que se quedaría a dormir esa noche ahí.

Cerca de las ocho de la noche, el teléfono sonó con insistencia. Fue Mito quien contestó, puesto que el pelirrojo estaba tomando un baño.

—¿Hola?... Sí, soy yo... ¿Mamá?... Bueno, no, pero... Como digas... Está bien.

Youhei depositó el aparato en su lugar. Miró a Hanamichi y habló:

—Era mi mamá.

—¿Qué quería? —el pelirrojo tenía una toalla alrededor de la cintura y a penas se secaba el cabello.

—Tengo que irme ya. Koani necesita niñera esta noche también.

Sakuragi entristeció, pero no se lo demostró a su amigo.

Antes de las ocho quince, Mito abandonó la casa de Hanamichi. El pelirrojo se resignó a que pasaría la noche solo, así que preparó un enorme tazón de helado con jarabe de chocolate, buscó entre la colección de videocintas que su madre tenía en la sala, eligió una y se dispuso a comprenderla... Cuando el teléfono sonó. Hanamichi se acercó al aparato, haciendo a un lado su delicioso helado, y suponiendo que era Haruka, para desearle linda noche y recordarle lo mucho que lo había extrañado durante toda esa semana que estuvo de gira.

—¿Haruka-chan? —contestó entre alegre y tímido. Era cierto que aún no se acostumbraba a la melosidad de su novia, pero también lo era que le fascinaba sentirse receptor de todas esas atenciones.

—¿Hanamichi-kun?

¿"Hanamichi-kun"...?

Esa no era Haruka. No era su voz. No era su tono. Haruka no lo llamaba "Hanamichi-kun".

—Habla Haruko Akagi.

Hanamichi quedó helado. ¿Haruko llamándolo? ¿Y desde Tokio? Eso no podía creerlo.

—Hola, Haruko —se esforzó por parecer tranquilo.

Hacía como cuatro meses que no sabía nada de ella.

—Hanamichi-kun... Me alegra saludarte .

Él no pudo responderle de manera sincera. Así que se limitó a escucharla.

—¿Cómo estás, Haruko?

—Oh, estoy mucho mejor. Aquí todo es más tranquilo, y el semestre está por terminar. Espero estar de vuelta en Kanagawa para el año siguiente, cuando empiece el segundo grado.

En otros tiempos, el pelirrojo hubiera dado saltos de felicidad. Sin embargo, sólo asintió.

—Hanamichi... —la voz de la chica parecía de ensoñación— ¿Me extrañas?

La pregunta lo tomó por sorpresa. ¿Qué si la extrañaba? No había pensado en ella más de dos veces en cuatro largos meses.

—Sí, Haruko —se forzó a mentirle.

—Yo también te extraño mucho —confesó—. ¿Sabes? Viajaré la próxima semana a visitar a mis padres. Tal vez podamos vernos.

El pelirrojo asintió por cortesía.

—Escucha, ¿qué te parece si te llamo de nuevo cuando llegue? Estaré en la estación de autobuses el viernes por la noche.

—Claro, Haruko.

Hanamichi no la comprendía. Se escuchaba bastante mejorada, y supuso que quería verlo para contarle de su recuperación y de cómo le había ido en ese tiempo. Sólo por eso aceptó.

Dos minutos después de que Haruko se despidió y colgó, el teléfono volvió a sonar. Era Haruka.

—¡No sabes lo cansada que estoy! —se quejó Haruka. Había estado fuera de Kanagawa durante una semana, de gira con Amano y un grupo de rock de moda.

—Pero ahora ya estás en casa —le sonrió Hanamichi. Aprovechando que su madre no estaba, invitó a Haruka a que comiera con él después de la escuela. La noche anterior habían hablado escasamente, puesto que Haruka a penas llegaba al aeropuerto y él tenía clases. El gimnasio de básquetbol estaba siendo utilizado como sede de un concurso gramatical esa tarde, o algo así, por eso la suspensión del entrenamiento—. Sólo por tratarse de ti, esta noche cenarás comida preparada por el genio del básquetbol, Haruka-chan.

—Eres un ángel, Monito —se alegró la actriz—. Ahora cuéntame cómo estuvo tu semana.

—Pues no estuvo tan mal —respondió el chico, revisando en la alacena lo que pudiera faltarle para una cena digna de su novia—. Me asignaron un asesor para matemáticas.

—¿De verdad? Pero si yo pensé que ibas muy bien en la escuela.

—Jejeje... Bueno, es cierto que soy un talentoso la mayor parte del tiempo, pero el día del encabezado en el periódico falté a un examen de matemáticas y mi promedio bajó. Si no lo nivelo, me sacarán del equipo.

—¿En serio? —Haruka preguntó pensativa— ¿Y por qué estás aquí, cocinando para mí, en lugar de estudiar con tu asesor?

—Porque tú eres más agradable que él —respondió, dándole un beso en la mejilla—. Además, hoy tenía algo que hacer y suspendió la sesión.

—¿Cómo? ¿Pero es más importante otra cosa que tú?

—Bueno, es que Rukawa y yo no somos los mejores amigos.

Haruka recordó el nombre.

—¿Kaede Rukawa es tu asesor? —Haruka no podía creerlo. Sabía la relación que su novio y la pareja de su amigo no llevaban. No pudo reprimir sus ganas de burlarse, y mejor cambió de tema— Bueno, ¿y qué más te sucedió?

—Pues... Mamá se fue el viernes pasado y volverá el sábado por la tarde. ¿Sabes? Ella quiere conocerte.

—¿De verdad?

—Sí. Le agrada la idea de que yo tenga novia. También anoche me llamó Haruko.

—¿Haruko? —la actriz, de verdad, reconoció el nombre que el pelirrojo refirió— ¿La niñita que nunca se enteró de lo que sentías y buscó a Rukawa?

—Ella misma —Hanamichi aún no estaba convencido de que hubiera sido buena idea contarle a Haruka todo lo referente a Rukawa y a Haruko—. Vendrá el fin de semana y quiere verme.

—¿Irás?

—No lo sé. Es probable.

Haruka asintió confiaba mucho en Hanamichi, así como él confiaba en ella.

Tras un intento fallido –bastante fallido– por cocinar odem, un estropicio total en la cocina y una quemadura de primer grado en el dedo meñique de Hanamichi, decidieron pedir pizza para cenar.

A Haruka estaba rondándole una idea en la cabeza desde varios días atrás.

—¿Qué harás en Navidad, Hanamichi?

La pregunta lo tomó por sorpresa.

—Aún no sé si mamá estará aquí o trabajará.

—Bueno... Estaba pensando en que, si tu mamá no está en casa, podríamos pasar las fiestas juntos...

A Sakuragi le fascinó la idea. Él hubiera deseado proponérselo, pero ella se le adelantó.

—Me encantaría estar contigo en esa fecha... Y mucho tiempo más, Haruka.

La semana transcurrió tranquila. Hanamichi asistía a la escuela, a los entrenamientos, y, por la noche, se encontraba en la biblioteca con Rukawa para estudiar.

El viernes por la noche, antes de que el entrenamiento terminara, Rukawa se acercó a su pupilo y suspendió la sesión, argumentando que la biblioteca estaría cerrada. Era cierto. Hanamichi, en lugar de saltar de felicidad por no verlo, le ofreció su casa como lugar de estudio. Rukawa, no muy convencido, aceptó.

Tras abandonar el gimnasio, ambos se dirigieron a la casa de Sakuragi.

—Disculpa el desorden, Rukawa —se excusó el pelirrojo, mientras encendía la luz y dejaba entrar a su asesor—, pero mamá regresa hasta mañana y no he tenido mucho tiempo para limpiar.

Kaede se sorprendió. Siempre supuso que Hanamichi sería un desordenado e irresponsable. Sin embargo, el desorden al que se refirió cuando se disculpó, eran solamente los platos del desayuno que no había tenido tiempo de lavar, y algo de polvo sobre un librero que había en la estancia principal.

—No... te preocupes...

—Bueno. Vayamos a mi habitación y ahí estudiaremos —decidió el pelirrojo—. ¿Quieres tomar algo?

—Eeehh... Agua, por favor...

—De a cuerdo. Sube las escaleras. Mi habitación es la primera puerta del lado derecho.

Rukawa caminó no muy convencido aún. Se le hacía extraño que Hanamichi fuera un buen anfitrión. Sin embargo, no le desagradó que el pelirrojo lo atendiera tan bien.

Subió las escaleras y buscó la habitación que creía sería de Hanamichi. Abrió una puerta y se topó con una pieza de paredes blancas, una cama matrimonial con sábanas rosas, tocador de cedro con artículos de belleza, ropero abierto, pero bien ordenado... Y, en la mesita de noche, a la derecha de la cama, una fotografía de un niño de siete u ocho años, pelirrojo y de sonrisa angelical. "Debe ser Hanamichi", pensó, y tomó en sus manos la fotografía. La observó detalladamente: el fondo era un lindo bosque soleado, y Hanamichi usaba pantalones cortos y sujetaba entre las manos un carrito azul.

En otra fotografía, junto a la primera, se veía un Hanamichi de tres o cuatro años, sujetando una pelota de playa, caminando sobre la arena de la costa, y tomado de la mano de una mujer de ojos verdes y cabello negro. Rukawa suspiró: su pelirrojo había sido un niño bonito.

—Ella es mi mamá —una voz lo sacó de sus pensamientos.

—Yo... Lo siento... No quise...

—No te disculpes, Rukawa —acotó el pelirrojo, dejando la bandeja con el agua y botanas sobre la cama—. Esta es la habitación de mi madre.

Hanamichi miró las fotografías que Rukawa había estado contemplando.

—Hacía mucho que no las veía... Es que casi nunca entro aquí.

—Es una mujer muy bella —se atrevió a decir Kaede.

—Sí —sonrió orgulloso Sakuragi. Contempló de cerca la fotografía de su mamá. Detrás de ella, estaba otra: en ella aparecía él, de cinco años, en brazos de un hombre pelirrojo, de ojos castaños y muy alto—. Este es mi padre —pronunció sin darle mayor importancia.

—Te pareces mucho a él —comentó Kaede, tratando de acertar.

—No es cierto —el pelirrojo bajó la fotografía para que nadie pudiera verla—. Vamos a estudiar.

Hanamichi se dispuso a salir de la habitación, y Kaede lo siguió. Tras cerrar la puerta y avanzar por el pasillo, Kaede intentó conversar con su pupilo:

—Mis padres tampoco viven juntos.

Hanamichi no miró el rostro de Rukawa, sin embargo, supuso que éste había cambiado su expresión. No se equivocó.

Llegaron a la habitación del pelirrojo. Era un poco más grande que la de su madre. Las paredes habían sido pintadas de azul, del mismo azul de los ojos de Kaede. La cama era individual y tenía un edredón verde. En las repisas había una televisión, un aparato de sonido y varios juguetes de cuando niño, entre ellos, el carrito con el que Hanamichi aparecía en la fotografía. En el escritorio, cerca de la ventana, estaban la computadora personal, un par de libros y varios papeles sueltos.

—Siéntate —indicó, señalando una silla frente al escritorio.

—Vivo con mi hermano mayor, en un departamento —Kaede continuó hablando—. Papá nos dejó un fideicomiso antes de morir, y mamá se aseguró de que nada nos faltara antes irse a Canadá.

Hanamichi sintió aquello como una brecha saltada entre el abismo que los separaba. Sin embargo, sentía que si lo dejaba seguir hablando, él tendría que confesarle la triste historia de su familia rota.

—Rukawa, yo... —el sonido del teléfono lo interrumpió.

Antes de contestar, miró el reloj: eran las ocho quince.

—¿Diga?... ¡Haruko! —exclamó Hanamichi con evidente sorpresa: se había olvidado por completo de ella— ¿Qué ya llegaste?... Yo... Lo siento, Haruko, pero... No, no me molesta que me llames... Estoy con mi asesor de matemáticas... No, no puedo verte hoy... Mañana tampoco... Haruko, yo no... Bueno, si tú... Está bien, Haruko... El domingo nos veremos... Sí, recuerdo dónde es... Al medio día... Sí, Haruko. Adiós.

Rukawa recordó a la tal Haruko: la chiquilla que le había hecho escándalo cuando la rechazó, en la azotea de Shohoku, frente al pelirrojo. Si se ponía a pensar, hacía mucho tiempo que no la veía en la preparatoria... Así que había salido de la ciudad...

—¿Podemos empezar, Rukawa?

El aludido asintió. Suponía que la cabeza de Hanamichi debería estar repleta.

Kaede miró el reloj de la pared por enésima vez. Marcaba las once quince. Él y Hanamichi llevaban estudiando tres horas ya.

Once treinta. El pelirrojo parecía no entender lo que su asesor explicaba.

Doce diez. Kaede se estiró una vez más en su silla. Dio un sorbo a la taza de café que Hanamichi le había preparado quince minutos atrás.

Doce treinta. Kaede estaba, literalmente, cerrando los ojos sobre los libros.

—¡Por fin entendí! —se alegró el pelirrojo.

—Sí, que bien por ti... —respondió Kaede adormilado.

Hanamichi lo vio cansado y somnoliento... Se conmovió.

—Escucha, Rukawa... Sé que va a sonarte tonto, pero... Si quieres, puedes quedarte a dormir conmigo...

El aludido se sonrojó ante la idea de "dormir con Hanamichi"

—No, gracias —determinó.

—No me lo tomes a mal. Es que... Bueno, te quedaste aquí hasta que yo entendiera, y creo que es lo más correcto no dejarte ir a estas horas y solo...

—Me puedo cuidar solo, Do'aho.

Rukawa esperaba que el pelirrojo le respondiera con una rabieta o con un insulto, pero permaneció en silencio.

—Hasta luego, Sakuragi.

Se disponía a salir de la habitación, pero la voz del objeto de su deseo lo detuvo.

—Mis padres no viven juntos, Rukawa.

Esa muestra de confianza le pareció la correspondencia a su confidencia.

—Se casaron jóvenes, mamá se embarazó, nací yo... Y papá nos abandonó cuando yo cumplí dos años... Nunca hemos vuelto a saber de él.

Rukawa no pudo decir nada.

—Mi mamá es todo para mí, y no me gusta estar sin ella.

Kaede se sintió feliz, porque sabía que no muchas personas conocían ese lado del pelirrojo. Quiso quedarse con él y no dejarlo solo jamás.

—Tal vez... —iba a decir algo, pero lo meditó y dijo otra cosa— Escucha, hace frío allá afuera, es tarde, y... ¿Podría quedarme contigo... Hanamichi?

El pelirrojo se sorprendió de la muestra de confianza. No pudo reprimir una sonrisa.

Rukawa no era tan desagradable, después de todo.

CONTINUARÁ...

Notas de la autora

Uuuuu!!! Así que Haruko va a regresar... Pero Rukawa va a dormir con Hanamichi...

¿Qué sucederá?

No os perdáis el capítulo diez.

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