AMOR SIN BARRERAS
Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi
CAPÍTULO 11: "La cena de Navidad"
—Pasaré por ti a donde me digas —dijo el pelirrojo.
—No, mejor yo llegaré a tu casa —insistió Haruka.
—Pero si siempre es así —se quejó él—. Por una vez, me gustaría ser un caballero e ir por ti a algún lugar, Haruka.
La mujer lo pensó un par de segundos.
—Bueno. Te daré la dirección de mi departamento.
Hanamichi buscó lápiz y papel para apuntar.
—Ven por mí a las cinco de la tarde.
—Pero la cena es a las once de la noche.
—Pero quiero darte tu regalo antes, Monito.
Sakuragi se emocionó: ¡ella le había preparado un regalo! Le fascinaban los regalos.
Colgó el aparato. Pensó en llamar a Kaede para confirmar, pero lo descartó: Rukawa era un dormilón. Además de que supuso que un hombre como él cumpliría sus promesas.
En eso estaba, cuando el timbre de la puerta sonó.
—¡Hanamichi, ve a ver quién es! —se escuchó la voz de Otomi desde la cocina.
El pelirrojo obedeció, y ni siquiera se imaginó quién sería. Era demasiado temprano para que Kaede llegara. De Youhei y los muchachos, ni hablar, puesto que siempre llegaban justo a la hora. A Haruka acababa de decirle que él iría por ella a su departamento...
—¡Hanamichi! —un hombre lo saludó efusivamente, abrazándolo y casi levantándolo del suelo. A su lado, una joven como de quince años sonriendo y sosteniendo una bandeja cubierta con papel aluminio.
—Buenas tardes, Tadano-san —saludó el pelirrojo aún con reserva. Reconoció al hombre como Daisuke Tadano, el pretendiente de su madre. Ya una vez lo había visto, cuando acompañó a Otomi al aeropuerto y él se presentó como el pretendiente oficial
—¡Ya te he dicho que no me llamas así, Hanamichi! Tú puedes decirme "Daisuke" a secas.
—Gracias... Daisuke-san
A leguas se notaba que a ese hombre le interesaba entrar en su familia.
—Kasumi, no seas descortés —regañó con tranquilidad Daisuke, dirigiéndose a su hija.
—Hola, Hanamichi.
El aludido reconoció a la joven de cabello rizado y ojos castaños como Kasumi Tadano, la hija de Daisuke. Él la había conocido en una convivencia de la línea aérea a la que asistió con su madre.
Él sabía que era una chica agradable. De hecho, habían hallado algunos gustos en común, y desde varios meses atrás se mantuvieron en contacto con ayuda del correo electrónico.
—¡Hola, Kasumi! —saludó con una evidente sonrisa— ¡Mamá, Daisuke-san y Kasumi ya llegaron!
La señora Sakuragi salió de la cocina y los recibió con calidez.
Kasumi y su padre se ofrecieron a ayudar con los preparativos para la cena.
Hanamichi, en cambio, se disculpó, diciendo que tenía que ir por su novia para la cena, y se dirigió a la dirección que Haruka le había dictado por teléfono.
Le tomó cuarenta minutos llegar... Hubiera hecho menos tiempo si el tren subterráneo no se hubiera detenido más de lo debido en dos estaciones. Pero no importaba: por eso había salido con tiempo demás.
Justo a las cinco de la tarde, el timbre de la puerta del departamento estaba sonando.
Haruka lo saludó con efusividad. Ese día, se veía especialmente bella. Se había arreglado como nunca.
—Te ves muy bonita, Haruka —susurró el pelirrojo, anonadado.
—Gracias —dijo ella—. Quiero causarle una buena impresión a tu mamá, Hanamichi.
El pelirrojo se conmovió. Ella se estaba esforzando mucho por él.
La actriz le ofreció algo de beber, fruta y todo lo que se le ocurrió. Sin embargo, a Hanamichi le saltó a la mente la promesa de cierto regalo.
—Oye, Haruka... —balbuceó— Si no mal recuerdo, tú ibas a darme un regalo.
La mujer le sonrió tan seductoramente como nunca lo había hecho.
—Es un regalo para ambos, Hanamichi... —susurró, sentándose a su lado y acercándose a su oído.
El pelirrojo sintió calosfríos al contacto de su aliento.
Justo en ese momento, la inocencia de Hanamichi se esfumó, y comprendió el regalo que Haruka le tenía preparado...
—¿Haruka? —susurró sorprendido. La sujetaba entre sus brazos mientras ella lo besaba en el cuello y las orejas, pero aún no comprendía. En todo ese tiempo, a penas y se habían besado en los labios algunas veces. Haruka nunca mostró interés en apresurar las cosas. De hecho, nunca se atrevió a sobrepasar los abrazos, y tuvo que ser él quien se aventurara a iniciar el primer beso.
—Escúchame, Hanamichi —dijo ella, deteniéndose de súbito—: eres el primer hombre que significa tanto para mí. Por eso, deseo que te quedes grabado en mi memoria, en mi cuerpo y en cualquier lugar posible de mi corazón.
Al pelirrojo se le heló la sangre. Su novia era una mujer muy determinada. Además, se sorprendió muchísimo cuando escuchó que sería "el primer hombre en dejar huella en su historia". Siempre supuso que sería una chica... "casquivana", y nunca le importó. Cuestiones como la virginidad y la promiscuidad no tenían gran importancia para él, sobre todo porque seguía siendo virgen a los dieciséis años. Ni siquiera se preocupó por suponer que nunca sería el primero en la vida de la mujer que ahora ocupaba gran parte de su corazón.
—¿Te gustaría, Hanamichi? —le preguntó ella. Le sonó provocativamente inocente.
Él asintió con un movimiento de cabeza, y sus ojos se abrieron más allá de su capacidad natural.
Haruka se sentó en su regazo y continuó besando su cuello con parsimoniosa delicadeza. El pelirrojo no tardó en reaccionar a los estímulos de su novia, y quiso corresponder.
Sus movimientos eran torpes, puesto que nunca había estado en una situación como esa con ninguna mujer. Salvo las contadas veces en que había recurrido a los "placeres en solitario", jamás había estado tan cerca de una experiencia sexual tan... completa. Hanamichi cerró los ojos y decidió dejarse llevar por las oleadas de sensaciones que su cuerpo dejaba sentir.
Haruka, por su parte, tampoco tenía experiencias de cama, pero su instinto le indicó que Hanamichi sabría apreciar el esfuerzo que ella hacía por provocarle el placer que parecía estar sintiendo.
Después de las caricias, ella se levantó del regazo de su novio. Lo tomó de la mano y lo condujo a una de las habitaciones del departamento. Era espaciosa y tenía una enorme cama con sábanas blancas de seda. Un gran ventanal permitía entrar la luz natural. Múltiples juguetes de felpa adornaban las repisas. En la mesa de noche, un teléfono, una pequeña lámpara y un reloj particular.
Sin decir palabras, la actriz recostó al pelirrojo sobre la cama. Él se dejó hacer, y cuando vino a darse cuenta, la chica se encontraba sobre él, besándolo en la boca, el cuello y los lóbulos de las orejas. Él le correspondía recorriendo su espalda y brazos sobre la ropa, pero sólo eso. Hubo un momento en que Haruka sintió la necesidad de continuar con aquél "acto", y empezó por desabotonar la camisa azul que cubría el torso de su ahora amante.
Hanamichi le permitió desnudarlo, lenta y dulcemente. En cambio, cuando él se encontró sólo en ropa interior, comenzó con torpeza su tarea de dejarla en las mismas condiciones: retiró con cuidado la blusa negra de seda y la falda larguísima y blanca, y se sorprendió cuando tuvo ante sus ojos las dos exuberantes protuberancias que nacían en el pecho de su chica, cubiertas sólo por el sostén. Posteriormente, fue ella quien procedió a deshacerse de las atractivas bragas, y Hanamichi hizo lo propio.
Cuando se encontraron ambos sin atavíos del pudor, contemplaron la anatomía del otro, acariciaron cada rincón del cuerpo ajeno y reconocieron la suave piel de cada uno. Hanamichi se estremeció al sentir la suave piel de ella contra la propia. Haruka, en cambio, sintió calosfríos cuando tuvo contra sí misma la masculina piel bronceada.
Tras el jugueteo y las caricias, Hanamichi se posicionó sobre su novia. Haruka se preparó mentalmente. Siempre había escuchado que la primera vez dolía, pero supuso que eran habladurías para asustar a las jóvenes. Hanamichi, preocupado por su novia, actúo despacio ,con cautela, para infringirle el menor daño posible: siempre había escuchado que las primeras veces eran muy dolorosas para las mujeres.
—Haruka, creo que esto va a doler... Te prometo que trataré de no lastimarte —susurró el pelirrojo con amorosa paciencia.
—Te amo, Hanamichi —fue lo único que ella pudo articular.
Estaba nerviosa, y mucho. Nunca pensó que esas habladurías fueran ciertas, pero, cuando Hanamichi la embistió por primera vez, sintió que el infierno existía, y que ella lo estaba viviendo: el pelirrojo la estaba partiendo por la mitad. Las veces consecutivas, también dolieron, pero, conforme los segundos transcurrían y la cavidad de ella se acostumbraba a la virilidad de él, las punzadas dolorosas se convertían en espasmos de placer.
Hanamichi, por su parte, sintió una extraña sensación cuando estuvo por completo en el interior de su novia. Era apretada, y eso le produjo gran placer. Se asustó bastante cuando, la tercera o cuarta vez que embistió, vio su virilidad cubierta por la evidente mancha roja que emanaba del cuerpo antes virgen de su chica.
—Haruka, yo... —tartamudeó contrariado— Perdóname, por favor...
—No, Hanamichi —determinó ella, aún con lágrimas en los ojos, pero con ensoñación en la mirada—. Continúa. Ya pasó.
El pelirrojo hizo caso. Cuando sintió que su miembro estaba acostumbrándose a la humedad sombría de Haruka, arremetió con mayor velocidad. Pronto su cuerpo reconoció las oleadas de placer que el movimiento le estaba produciendo.
No pasó mucho tiempo antes de que ambos reconocieran, al unísono, el momento en que sus mentes se nublaron y sus sensaciones llegaron al límite. Un grito acallado fue la señal de que todo había terminado, y de que, desde ese instante, algo especial los uniría hasta la muerte.
Eran cerca de las nueve de la noche cuando Hanamichi y Haruka llegaron a casa.
La chica vestía impecablemente para la ocasión. Daisuke Tadano y su hija Kasumi departían alegremente con la señora Otomi Sakuragi. Okusu, Noma, Takamiya y, por supuesto, Youhei, se encontraban ya esperando a su amigo pelirrojo. Kaede Rukawa ya había llegado y respondía con satisfacción las esporádicas preguntas que la madre de Hanamichi le hacía.
Fue una muy agradable cena de Navidad la de ese año.
Haruka le simpatizó muchísimo a la madre de su novio, y, a su vez, a Haruka la señora Otomi le pareció una mujer extraordinaria.
Youhei y los muchachos aceptaron calurosamente a Kaede entre los amigos de Hanamichi, y se emocionaron eufóricamente cuando Haruka se presentó ante ellos como la novia del pelirrojo.
Daisuke recibió un inocente beso de la señora Sakuragi bajo el muérdago. Mientras, su hija quedó prendada de la azul mirada de Kaede Rukawa.
Esa noche, todo fue paz y amor.
CONTINUARÁ...
Notas de la autora
Capítulo dedicado a MEDORA.
Sé que había prometido poner un poco de lemon en este capítulo. De verdad lo intenté a la hora de narrar el regalo que Haruka le quiso dar a Hana... Pero no soy muy buena en este género... ¿O será que "alguien" no me tiene lo suficientemente atendida como para que yo pueda tener inspiración...?
Bueno, es sólo una suposición, ¿cierto? (¡¡Mentira, mentira!! Alguien va a morir en pocos días... ¬¬)
Ojalá les haya gustado.
Está un poquito corto, pero, como dicen, las cosas no se hacen sólo por que sí. Todo lo escrito hasta aquí tiene un motivo.
Nos vemos en el siguiente capítulo.
