AMOR SIN BARRERAS
Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi
CAPÍTULO 14: "La primera cita de Kasumi... Y las dudas de Hanamichi disipadas"
—¿Cómo me veo? —preguntó por enésima vez.
Kasumi se encontraba en el sanitario para señoritas, con Megumi, su mejor amiga.
Nerviosa por el día que era y por lo que ocurriría cuando sus clases terminaran, la chica no había podido contenerse. No durmió la noche anterior y se la pasó deambulando entre clases.
Finalmente, optó por saltarse la última hora y desde cuarenta minutos atrás estaba en el baño, contemplándose en el espejo, pensando si sería lo suficientemente bonita como para que Kaede se enamorara de ella.
—Te repito que te ves muy bien, Kasumi —le respondió Megumi, también por enésima vez.
Miró a su amiga a través del espejo, y se miró ella también. Kasumi era una chica bonita por naturaleza. No necesitaba atavíos para lucir su inocente aspecto atractivo. Ella, en cambio, ya se maquillaba y tenía un novio formal desde os meses atrás. Poseía una belleza que inquietaba a los hombres por lucir provocativa, muy al contrario de Kasumi, cuyo principal atractivo era una mirada inocente y cómplice.
—¿Crees que le guste, Megumi?
La aludida se enterneció por la ingenuidad de su amiga.
—Si no es así, el hombre es un estúpido —respondió con sinceridad. Confiaba plenamente en que el chico que tuviera la fortuna de ser amado por Kasumi tendría que saber corresponderla, o sería muy infeliz.
—¿Qué hora es? —preguntó Kasumi. Por salir a prisa en la mañana, había olvidado el reloj de mano en el escritorio de su habitación.
—Faltan diez minutos.
—¡Tengo que correr!
Salió del baño a toda prisa, seguida por Megumi.
Caminó con mucha lentitud.
No era que quisiera llegar tarde o darle una mala impresión a Kasumi. Sólo era que no tenía muchas ganas de nada, desde que se enterara del problema de Hanamichi y Haruka.
Kasumi no le desagradaba. Por eso la había invitado a salir.
Sucediera lo que sucediera entre Hanamichi y la actriz, él ya no podía aspirar a nada con el pelirrojo. Aquél acontecimiento afectaría el resto de su vida.
También él tenía que empezar a hacerse a la idea de que sus esperanzas, si no inexistentes, eran muy poco probables.
Sin darse cuenta, llegó hasta la secundaria Tomigaoka, en donde antaño estudiara él también. Se detuvo junto a un poste, en un lugar céntrico para controlar todos los rostros que pasaran junto a él.
No tuvo que esperar mucho, puesto que Kasumi fue muy puntual, igual que él.
Intercambiaron un rápido saludo, una cortés presentación con la chica que la acompañaba, y partieron sin un rumbo cierto.
—¿A dónde quieres ir, Kasumi? —preguntó Kaede con una pequeña sonrisa amable.
—A donde tú quieras, Kaede —respondió la chica, ligeramente arrebolada, y a la completa disposición del muchacho.
—Está bien, pero después no te quejes —amenazó divertido.
La muchacha no supo a qué atenerse, pero no le importó. Su sueño se estaba convirtiendo en realidad: tenía una cita con Kaede Rukawa, el dueño de los suspiros de muchas de sus amigas y compañeras. Y era ella quien estaba conversando con él, decidiendo en dónde pasar toda la tarde y haciendo planes para la semana siguiente.
—Me gustan los videojuegos —comentó como casualmente Kaede. Eso era anuncio de que irían al centro comercial, el centro de todos los muchachos y muchachas de preparatoria y secundaria.
—A mí también —confesó ella—, pero no soy muy buena.
—No importa. Yo te enseño.
Y así decidieron pasar la tarde en los videojuegos. Kaede hubiera querido llevarla al cine, pero no había muchas películas para elegir. La segunda parte de "Amor sin barreras" aún estaba en cartelera, pero le traería malos recuerdos. Kasumi, por su parte, agradeció que él no le propusiera ir al cine, puesto que ninguna de las películas en cartelera parecía buena.
La tarde pasó rápido. Intentaron jugar en varios lugares, pero Kaede era muy bueno y Kasumi muy mala. Él logró sacar un osito de peluche del cazamuñecos, y fueron a parar a la cafetería. Bebiendo chocolate y hablando animadamente.
Cerca de las ocho de la noche, Kaede dijo que ya era suficiente, y que ella tenía que volver a casa.
Tomaron un taxi que los llevó hasta la casa de ella.
Kasumi lo invitó a pasar, pero Rukawa se rehusó. Él le dio un beso en la mejilla y se despidieron.
Justo antes de que la chica cerrara la puerta, Kaede la invitó a salir al día siguiente, y ella aceptó desbordante de felicidad.
—¿Cómo estás? —le preguntó.
Eran las ocho treinta. Kaede había corrido desde la casa de Kasumi hasta la de Hanamichi, para saber cómo estaba.
—Bien, creo...
El pelirrojo lucía evidentemente preocupado. Estaba demacrado y parecía desmejorado.
—Haruka se hizo una prueba casera. Salió positiva.
—¿Y?
—Mañana iremos con su ginecólogo.
—¿Quieres que te acompañe? —preguntó sin dudar. En verdad hubiera cancelado sus planes del día siguiente.
—No, gracias —dijo con pesadumbre. "¡Por supuesto!" hubiera querido decir, pero no era problema de Rukawa.
Permanecieron en silencio un par de minutos.
—Es una suerte que mamá aún no regrese.
Kaede lo miró con los ojos bien abiertos.
—Será muy difícil cuando tenga que decírselo.
El pelinegro asintió. Definitivamente, no envidiaba su posición ni su situación.
—Hoy salí con Kasumi —inició Kaede, como queriendo distraer al pelirrojo.
—¡Ah, sí! ¿Cómo les fue?
—Bien. Ella es malísima para los videojuegos.
Ambos rieron un momento.
—Nos divertimos —confesó en serio.
—Ojalá les resulte todo bien —deseó el pelirrojo con sinceridad.
Se miraron a los ojos, como sabiendo que ya nunca podrían abandonarse uno al otro. Eran cómplices. Tal vez eran compañeros de equipo, o de parranda. Pero, más que eso y que cualquier otra cosa, eran amigos, y eso no podía cambiar.
A Hanamichi nunca le habían gustado los hospitales, consultorios, ni nada similar.
Si no mal recordaba, la última vez que había estado en uno fue a los doce años, cuando falleció su abuelo. Y eso no fue nada agradable.
Sin embargo, en esta ocasión era diferente.
Era el consultorio de un ginecólogo reconocido, uno bueno, que por algo era el médico más confiable para Haruka, y ahora le encomendarían un secreto que aún no decidían si continuarían albergando o no.
—El doctor Yakishirou casi se desocupa. Los atenderá en unos momentos.
Era la tercera vez que la enfermera decía lo mismo.
Según Haruka le había dicho a Hanamichi, el doctor estaba atendiendo a una mujer que tenía ya ocho meses de embarazo, y que daría a luz a tres bebés. Eso debía tomar tiempo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Haruka. No habían hablado de mucho desde que se enteraran de todo aquello.
—No lo sé —y era la pura verdad.
Hanamichi tenía sentimientos encontrados, y no sabía qué sentir. Por un lado, estaba la desesperación de ser padre a los diecisiete años (que aún no cumplía). Por otro, estaba más comprometido que nunca con su novia. Por un tercer lado, las reacciones de su madre, que serían bastante ambiguas. Y, por último, la pequeña esperanza de que ese bebé le traería felicidad y orgullo, y de que él y Haruka jamás se separarían.
—Hanamichi, yo quiero decir... —Haruka no continuó.
—¿Señorita Takami? ¿Señor Sakuragi? El doctor los espera —anunció la enfermera.
Haruka sujetó la mano de Hanamichi con firmeza, pero con evidente miedo.
Entraron al mismo tiempo en el consultorio.
Un hombre de baja estatura y mirada confiable los recibió. Era canoso y gordo, y en algo le recordó a Hanamichi al profesor Anzai.
—Haruka, me da gusto verte —saludó—. Pero no recuerdo que tuvieras cita. Sin embargo, por teléfono dijiste que era urgente, así que vayamos al grano.
—Sí, gracias, doctor. Él es Hanamichi Sakuragi, mi novio.
—¡Oh, claro! Lo he sabido por las noticias de la televisión y las revistas. Mucho gusto, Hanamichi. ¿Puedo llamarte así.
El pelirrojo asintió con la cabeza y sonrió, más por cortesía que por otra cosa.
—Bueno, vayamos al grano —se dijo Haruka—. Doctor: tengo un retraso, y me hice una prueba de embarazo casera. Quisiera que usted nos dijera si esperamos un bebé o no.
A Hanamichi le sorprendió el escucharla tan temeraria. Hablaba sin vacilar y sin timidez. El doctor parecía acostumbrado a la conducta de su paciente, así que sonrió y respondió:
—Muy bien. Creo que la manera más confiable será un ultrasonido. Menos mal que te reservé toda la mañana, Haruka. Así lo haremos sin prisa y con cuidado.
La enfermera entró y condujo a Haruka detrás del vestidor para que se preparara. El doctor se dirigió a un cuarto contiguo para preparar el equipo, y Hanamichi se quedó husmeando por todo el consultorio.
Fue cuestión de minutos para que todos se encontraran frente a un monitor, observando el interior del vientre de la actriz. El doctor pasaba un aparatito extraño por todo el abdomen de su paciente, buscando algo que le indicara que Haruka estaba embarazada.
Hanamichi miraba con atención. Se sentía extrañamente entusiasmado, y Haruka también. Muy dentro de ella, deseaba que las sospechas fueran ciertas, y que dentro de ella estuviera creciendo un bebé, mitad suyo mitad de Hanamichi, y que eso implicara estar juntos el resto de su vida.
Pasaron pocos minutos antes de que el doctor anunciara, sin dejar ver con precisión el tono de su voz, que la mujer estaba embarazada desde hacía, aproximadamente, cuatro semanas. Un mes a penas, pero el embarazo estaba en orden y en curso perfecto.
El examen duró sólo quince minutos más.
Cuando abandonaron la clínica, Hanamichi y Haruka iban tomados de la mano.
Se dirigieron a una pequeña y discreta cafetería.
—Entonces... —comenzó Haruka. Aún no tomaban una decisión, pero ella se encontraba más confundida que nunca.
—Haruka, te amo —se le adelantó Hanamichi.
—Yo también, monito.
Hacía mucho que ella no lo llamaba así.
—¿Qué vamos a hacer, Hanamichi? —preguntó la mujer. En verdad no lo sabía.
—Yo... Quisiera que lo tuviéramos...
—¿En serio? —Haruka abrió los ojos muy grandes. Pensó que su novio se acobardaría y querría optar por la salida fácil.
—Sí.
Haruka se conmovió.
No quería tener hijos tan joven, era cierto. Nunca estuvo entre sus planes embarazarse a los dieciocho años, pero tampoco quería deshacerse del producto del amor entre ella y Hanamichi.
—¿Estás seguro? —preguntó Kaede. Jugaban uno a uno. Hanamichi iba ganando, y no porque él se lo permitiera, sino porque el pelirrojo estaba verdaderamente enérgico y optimista.
—¡Sí! Si es niño, se llamará Kentaro, como el padre de Haruka.
—¿Y si es niña?
—Otomi, como mi mamá.
Hanamichi sonrió, lanzó el balón y lo hizo entrar limpiamente.
—Quiero pedirte un favor —dijo, recuperando la seriedad.
Kaede lo miró, esperando que dijera lo que tenía que decir.
—Quiero que estés con nosotros cuando se lo digamos a mi mamá.
Kaede comprendió. Pero, al mismo tiempo, se sintió verdaderamente conmovido porque Hanamichi lo considerara tan confiable como para pedirle que presenciara el momento en que se lo dijeran a su madre.
—Cuenta conmigo, Hanamichi.
Ambos sonrieron, y reanudaron el partido.
CONTINUARÁ...
Notas de la autora
Pensaba poner algo más trágico y más dramático por aquí, pero opté por darle la salida más feliz que pude... ¡No me atrevía a hacer sufrir tanto a Hanamichi!
Veremos que les depara el futuro.
No olviden dejar reviews.
