AMOR SIN BARRERAS

Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 16: "Múdate conmigo"

—Lamento no estar ahí, Hanamichi.

—No hay problema, mamá. Youhei y los chicos pasarán el día conmigo.

La madre del pelirrojo estaba verdaderamente consternada porque no podría pasar ese día con su hijo: cumplía diecisiete años. Nunca había estado lejos durante un cumpleaños, y se sentía mal por ser esa la primera vez.

Sin embargo, Hanamichi tuvo un buen cumpleaños.

Youhei y los muchachos organizaron para él una fiesta en Danny's, con todo el equipo de básquetbol.

Haruka lo visitó por la tarde, y se quedó a dormir con él esa noche.

Rukawa, en cambio, fue quien lo despertó por la mañana y le dio el primer regalo de todos: un par de zapatitos rosas, con figuritas de animales bordadas, y listos para que los usara la bebé.

Porque él también estaba convencido de que sería una niña.

—Me alegra que esta vez no se te haya hecho tarde —sonrió Haruka.

A Hanamichi ya se le estaba haciendo costumbre que el tiempo se le pasara muy rápido. Por eso Haruka le había llamado por la mañana, asegurándose de que se levantara muy temprano.

—Sí. A mí también.

El pelirrojo se restregó los ojos una vez más. Estaba muy desvelado.

Estaban en la sala de espera del consultorio del doctor Yakishirou. Esa mañana le harían a Haruka un ultrasonido para saber el sexo del bebé..

Y eso emocionaba muchísimo a Hanamichi...

—¿Señorita Takami? —la enfermera llamó su atención— El doctor los espera.

Ambos entraron en el consultorio.

El anciano de la sonrisa afable y la mirada paciente los recibió con alegría.

—Haruka, me da gusto verte.

—A mí también, doctor.

El médico los miró a los dos. Se sentía emocionado por la futura alegría que les esperaba a ambos jóvenes.

—Muy bien. Hoy sabremos si esperamos a una niña o a un varón —sonrió.

Todo fue tan rápido como la primera vez que ella se sometió a un ultrasonido.

Tras mucho observar entre tonos negros, grises y blancos, el doctor pareció hallar lo que esperaba.

Y, con alegría, les reveló que dentro de ella crecía una niña aparentemente saludable.

Hanamichi enjugó diminutas y discretas lágrimas que se le agruparon en los ojos. Haruka sonrió abiertamente.

Ninguno de los dos quería esperar otros cinco meses hasta que naciera la pequeña Otomi.

Se hacía tarde, y aquello aún no parecía terminar.

Dentro de la habitación, la respiración de ambos jóvenes se aceleraba poco a poco.

—Kaede... —susurró ella con voz entrecortada.

Las cosas empezaban a ponerse "animadas".

Y, sin embargo, al escuchar su nombre en voz de ella, Rukawa se detuvo de súbito y trató de recobrar la compostura.

Le miró el rostro ligeramente arrebolado; las pequeñas perlas cálidas que bajaban por su frente; su pecho subiendo y bajando por la reciente actividad...

Y tuvo que detenerse.

—¿Qué sucede? —preguntó ella, entreabriendo los ojos y mirándolo anhelante.

Kaede se levantó. Kasumi se sorprendió.

—¿Qué pasó? —repitió, avergonzándose de que Kaede la hubiera visto en semejante condición.

—Nada —respondió él sin pensar.

No había planeado que aquello sucediera.

Llevaba saliendo con Kasumi tres meses, y era la primera vez que se besaban. Y también la primera vez que él se atrevía a acariciar su cuerpo frágil. Y la primera vez que ella dejaba que su novio se recostara en la misma cama donde ella dormía cada noche.

—¿Por qué te detuviste? —preguntó con desconcierto la muchacha. No era que le disgustara, puesto que ella no se habría contenido y ni siquiera estaba segura de todo aquello. Pero le pareció abrupto que se retirara de esa manera.

—Kasumi, perdón —escuchó que él le contestaba.

Lo miró sin entender.

Su padre aún estaba de viaje.

Kaede ya había entrado a su casa tres o cuatro veces.

En su cita anterior, él había aceptado conocer su habitación.

Pero nunca algo tan... íntimo como aquello.

—No te preocupes —le respondió ella, e intentó besarlo de nuevo.

Pero él no lo permitió.

—Kasumi, tú me gustas —se anticipó ante su rostro de perplejidad—. Me gustas en serio. No quisiera echarlo a perder.

Kasumi no lo comprendió. Pero sintió un creciente alivio que terminó por hacerla sonreír.

"No lo harás" pensó, pero permaneció en silencio.

Kaede la contempló. Le gustaba mucho. Había empezado a quererla.

Tal vez sería posible olvidar a Hanamichi...

Él lo intentaría hasta que no pudiera más.

—¡Es una niña! —celebró otra vez el pelirrojo.

Estaba en su casa, con Youhei, Okusu, Noma, Takamiya y, por supuesto, Rukawa.

Los había reunido de urgencia, para comunicarles al mismo tiempo que sería padre de una niña.

—Ahora ya saben: pueden obsequiarnos ropa color rosa, roja, amarilla, blanca... —numeró los colores con los que imaginó a la pequeña niña.

Los muchachos sonrieron.

Esta vez no harían bromas. ¡Serían tíos! Eso era mejor que todo.

Aunque Noma aún no se recuperaba de todo aquello, no intentó ocultar su felicidad: dentro del ejército, habría una niña hija de Haruka Takami. Eso era lo mejor que hubiera podido imaginar, sólo superado por la posibilidad de ser él la pareja oficial de la bella actriz.

Hacía una semana que sabían que serían padres de una niña.

Estaban los dos en la habitación que Haruka había designado para la bebé.

Elegían papel tapiz para las paredes, cortinas y el lugar ideal para cada cosa.

—Pronto serán cinco meses —comentó Haruka lo más casual que pudo.

—Sí. Yo pronto conseguiré empleo. Trabajaré todo el tiempo que tenga disponible y haré que Otomi se sienta orgullosa de mí, Haruka.

La actriz se enterneció.

—Yo tendré que retirarme en poco tiempo. Es una suerte que la película termine de rodarse en dos semanas. Es increíble que aún no se note el embarazo.

La mujer miró a su novio. Hanamichi colocaba las cortinas rosas con estampado de Doremon.

—Hana... Yo quería hablar de algo...

—¿De qué? —el pelirrojo no dejó de lado su labor sino hasta que la concluyó.

—Yo... Creo que pronto tendré que hacer algunos cambios en mi vida. Y tú también.

Sakuragi no comprendió.

—Verás: necesitamos hablar de lo que pasará en cinco meses. No será bueno para Otomi que sus padres se turnen para verla o cuidarla, ni que haya tanto movimiento en su vida.

Le pelirrojo tuvo una idea descabellada: ¿acaso Haruka iba a proponerle que se dividieran la custodia? ¿que pasara vacaciones alternadas? ¿que cada uno eligiera los días de la semana que quisiera estar con ella sin interferir con el horario de trabajo o escuela?...

—¿Qué quieres decir?

—Yo no sabía cómo pedírtelo, Hanamichi... Pero quisiera que te mudaras conmigo.

Sakuragi nunca creyó verla tan sonrojada. Pero le pareció la mujer más hermosa del mundo.

—¿Mudarme contigo? —repitió incrédulo.

Él había pensado en eso, pero muy a futuro. Tal vez casarse primero.

—Sí. Tu mamá puede vivir con nosotros también. Sería lo mejor para Otomi el ver a sus padre juntos. Así, tú podrás terminar la escuela y yo, tras recuperarme del embarazo, volveré a trabajar. Dividiremos horarios y todo saldrá de maravilla.

—¿Estas segura?

Haruka lucía tan convencida, que Hanamichi no tuvo que pensarlo mucho.

—Sí, Hanamichi.

—Está bien... Acepto.

—Oh, claro que no, Hanamichi.

Otomi no aceptaría, por ningún motivo, entrometerse tanto en la vida de su hijo.

—Estoy de acuerdo en que vivan juntos, pero yo me quedaré en mi casa. Pueden visitarme, claro. Y no duden en recurrir a mí si es necesario, pero no estaré cuidándolos como si fueran bebés.

Hanamichi entristeció: le había entusiasmado mucho que su mamá viviera con él, Haruka y Otomi.

—Pero los visitaré con frecuencia —guiñó un ojo.

Era cierto que no quería entrometerse. Pero tampoco se desentendería por completo de la vida de su niño querido.