AMOR SIN BARRERAS

Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 17: "Esperanza y desengaño"

Era sábado.

Hacía calor.

Hanamichi estaba en el entrenamiento.

Las clases del segundo grado habían empezado una semana atrás.

Akagi ya no era capitán del equipo. En su lugar, Ryota los animaba a jugar lo mejor posible, para ir a dar al Campeonato Nacional... Por segunda vez.

—¡Corre, Hanamichi! ¡Bloquéalo, Rukawa! ¡Trata de cubrirlo, Yasuda!

Miyagi no se daba abasto.

El equipo debía estar preparado para la semana siguiente: serían las inscripciones para los equipos deportivos. Eso implicaba nuevos rostros y nuevos talentos.

Una jovencita de primer año se había hecho muy amiga de Ayako.

Miyagi ya podría reconocerla en cualquier lugar donde la viera, puesto que le había parecido muy bonita.

También era muy cercana a Hanamichi y a Rukawa, lo que le indicaba muchas más sorpresas esperándole en cualquier momento.

—Muy bien: ya pueden irse —anunció el nuevo capitán—. Mañana, como todos saben, es cumpleaños de Ayako, así que no habrá entrenamiento.

—Y están invitados a una reunión en mi casa —interrumpió la entrenadora. La quijada de Miyagi amenazaba con salir de su lugar.

Los miembros del equipo sonrieron, y Ryouta entristeció: contaba con que la entrenadora sólo lo hubiera invitado a él, con la secreta intención de, por fin, consolidar una relación que había estado flotando en el aire durante más de medio año.

Debían recuperar el tiempo que tardaron en reparar el gimnasio la última vez. Pero eso no justificaba que Ayako tuviera que ir a la escuela el día de su cumpleaños.

Hanamichi y Rukawa iniciaron juntos el camino.

Eran muy buenos amigos desde hacía más de un año, y los unía más el hecho de que Rukawa se interesaba de verdad en el progreso del embarazo, y el aditivo de que él y Kasumi llevaban nueve meses saliendo juntos.

—Está por llegar, Rukawa —sonrió el pelirrojo con mirada cómplice.

Se refería, por supuesto, al nacimiento de Otomi.

El doctor Yakishirou les había augurado el alumbramiento a últimas fechas de septiembre, y estaban a mediados.

Todo había estado bien desde el principio. Nada haría suponer que se presentaran complicaciones, o que las cosas salieran distintas.

Rukawa creía haber superado ya su enamoramiento por Hanamichi, con ayuda de la dulce Kasumi, que estaba ya en primero en Shohoku y recién había cumplido dieciséis.

De hecho, en unos días cumplirían nueve meses de ser pareja, y ella estaba considerando algo muy "especial" para celebrar el acontecimiento.

—Felicidades, Do'aho.

—Ya no puedo esperar. Todo está listo en casa, y sólo falta que ella llegue —sonrió.

Vivía con Haruka desde hacía poco menos de medio año.

Ambos se habían esmerado en el arreglo de la habitación que sería para la niña. Y los dos la esperaban con alegría y anhelo.

—¿Irás a la reunión de Ayako? —preguntó el pelirrojo.

—No lo sé. ¿Tú?

—Aún no lo decido. No me gustaría estar tan lejos de Haruka.

—Avísame lo que decidas, Hanamichi.

El pelirrojo asintió.

Pronto llegaron a una intersección en la que se separaban. Se despidieron y continuaron por caminos separados.

—¿Y por qué no vas? —escuchó que decía la mujer.

Haruka lucía evidentemente en los últimos meses de embarazo.

El médico le había recomendado no realizar muchos esfuerzos ni mucha actividad, y a la siguiente semana irían a revisión. Era muy probable que el nacimiento de Otomi no demorara demasiado.

—No me gustaría dejarte sola —le respondió. Sirvió el contenido de la licuadora en un vaso muy grande. A su novia, inexplicablemente, le habían entrado unas ganas enormes por tomar una malteada de chocolate, pero hecha por él.

—No me va a pasar nada —dijo ella, tomando el vaso que el pelirrojo le ofrecía—. Además, Kentaro y Doko se quedarán a cuidarme.

El pelirrojo no parecía convencido. Los escoltas podían ser muy responsables, pero no eran de su absoluta confianza.

—Si quieres —propuso ella para hacer que la dejara sola un par de horas al menos— puedo llamar a Amano para que venga a quedarse conmigo. No dormiré sola.

Eso pareció convencerlo por completo.

—Bueno, si es así... La verdad es que sí tengo ganas de ir.

Con la decisión tomada, se dio a la tarea de avisar a Rukawa, para que fueran juntos.

Por primera vez desde que lo conocía, era él quien llegaba antes que Rukawa, el señor puntualidad inglesa.

Supuso que algo habría tenido que demorarlo, y ni siquiera era para alarmarse, puesto que eran sólo cinco minutos de retardo.

—Bueno... Alguna vez tenía que ser impuntual —sonrió Hanamichi para sí.

Pero la alegría no le duró mucho, puesto que aún no había terminado de decirlo, cuando divisó a Kaede, apresurado y más arreglado que de costumbre.

—Lo siento —se disculpó el pelinegro en cuento llegó.

Rukawa tuvo que hacer grandes esfuerzos para no irse de espaldas ante la perfecta visión de Hanamichi: pantalón de vestir negro, saco del mismo color, camisa, negra también, sin corbata y zapatos perfectamente lustrados.

Kaede, en cambio, para desentonar, usaba pantalón de mezclilla azul, tenis azules y la sudadera que Kasumi le había obsequiado en su cumpleaños. Cubriendo su desordenada melena, una gorra deportiva negra.

—¿Por qué te arreglaste tanto, torpe? —preguntó Hanamichi con su mejor cara de aquí no sucede nada.

—Yo no quería —se ruborizó el aludido—, pero Haruka insistió. Dice que un padre de familia debe vestirse bien. No quería hacerla sentir mal, así que prefería darle gusto.

Kaede asintió sarcástico.

Se encaminaron al departamento de Ayako.

La entrenadora vivía en una zona exclusiva de la ciudad. Compartía el departamento con su hermana, pero, debido a su trabajo como súper modelo, la chica nunca estaba en casa. Lo que le dejaba el lugar disponible para hacer con él lo que quisiera.

—Ayako es millonaria —susurró Rukawa. A pesar de conocerla desde la secundaria, nunca había visitado si casa.

Hanamichi no dijo nada. Ya se estaba acostumbrando a vivir en una casa muy grande.

La entrenadora los recibió alegre, con una lata de Coca-Cola en la mano izquierda, y mucho más... "arreglada" que de costumbre.

Rukawa casi se va de espaldas: ¿acaso todos tenían otra personalidad y otra apariencia por la noche? Primero, Hanamichi tan atractivo. Luego, Ayako, que usaba vestido, zapatos altos y maquillaje. ¿Qué seguía? ¿Acaso Akagi se embriagaría?

—¡RUKAWA! —escuchó una voz grave a sus espaldas, al tiempo que un escalofrío recorría su espina dorsal.

—¿Capitán?

En efecto: Takenori Akagi, aclamado Gorila y ex-capitán del equipo de Shohoku, sosteniendo un vaso con contenido alcohólico, lo saludaba con una sonrisa mitad alegría y mitad inconsciencia.

—¡YA QUERÍA QUE LLEGARAS! —hipó Akagi— Verás... Mi pequeña hermana Haruko aún e extraña... Por alguna razón, también extraña al mono pelirrojo... Y yo no puedo contradecirla, ¿sabes?

Antes de que Kaede pudiera negarse, Takenori lo arrastró hasta un sillón y empezó a hablarle de Haruko y de sus progresos en la otra escuela. Y, por supuesto, también le hizo partícipe de la noticia de que su hermanita volvería a Shohoku.

—A mí me gustaría que ustedes se volvieran amigos —dijo, un segundo antes de empezar a hablar de lo difícil que era conseguir un buen corte de cabello en la actualidad.

Hanamichi no pudo contener la risa cuando halló a Rukawa, literalmente atrapado por el Gorila.

Sin embargo, su sorpresa fue gigante cuando Haruko lo interceptó.

La muchacha empezó a contarle de sus avances, de sus amistades y de todo, al tiempo que, uno tras otro, le servía vasos llenos de alcohol. El pelirrojo nunca se había embriagado, y hubiera deseado negarse a beber antes de saber lo que le deparaba la noche.

Entró tambaleándose a la habitación.

Estaba oscuro. Alguien lo ayudaba a avanzar, y era alguien más pequeño que él.

No sabía bien a bien en dónde estaba. Lo último que recordaba, muy vagamente, era que Haruko movía mucho la boca y él cada vez se sentía más mareado.

—Tranquilo... Camina con cuidado... —escuchó una voz que conocía, pero que no identificó.

Sus párpados pesaban mucho.

Cuando sintió la suavidad de un colchón debajo de su espalda, supuso que habría llegado a su cama, al lado de Haruka, y que pronto ella se le abrazaría y dormirían tranquilamente.

—Tranquilo, Hanamichi... —escuchó que le decían— Ya todo estará bien...

No abrió los ojos porque tenía mucho sueño.

Trató de voltear sobre su costado para facilitarle a Haruka el abrazo, pero sintió el peso de otro cuerpo sobre el suyo.

Desde hacía un par de meses que Haruka se sentía indispuesta para las relaciones sexuales. Por eso le sorprendió que se sentara sobre su abdomen de forma tan sugerente.

—Te quiero, Hanamichi... —escuchó que le decía.

—Yo te amo,Haruka... —respondió casi inaudible.

Sintió unas manos muy suaves sobre su ropa; manos delicadas que le desabotonaban la camisa y el pantalón. Una boca ansiosa sobre su pecho, cuello y boca. No era Haruka la que estaba sobre él. No había un vientre abultado y a punto de vaciarse entre él y la mujer. No había olor a fresas ni a perfume Chanel. No distinguió el par de esmeraldas en la oscuridad...

Sin embargo, su cuerpo no pudo resistirse y no tardó en responder cu virilidad.

—No... —intentó negarse— Podría lastimarte...

Pero la mujer no lo escuchaba.

Definitivamente, no era Haruka la que luchaba por hacerlo poseerla.

Lo siguiente que hubo fue una exaltada conversión entre murmullos, un par de malas palabras y Hanamichi siendo arrastrado al exterior del departamento, a medio vestir.

—¡Camina! —escuchó la voz de Rukawa. Se escuchaba molesto.

—¡Ah, Rukawita! —hipó alegremente el pelirrojo.

No entendía de qué se trataba todo aquello, pero le alegraba mucho ver a Kaede.

Kaede no dijo nada.

—¿A dónde vamos, Rukawa? Estaba con Haruka... Parece que la bebé ya nació porque ella no estaba embarazada... ¿Sabes? Me recordó a Haruko... ¿Tú te acuerdas de Haruko? Ella nos quería mucho... Pero Otomi ya debe haber nacido...

A Kaede le parecía deprimente la situación de los borrachos. Y más la de Hanamichi.

Si hubiera demorado un par de segundos más, Haruko habría logrado acostarse con Hanamichi. Eso no sería bueno, sobre todo porque la bebé estaba por nacer en unos días, y Hanamichi era muy feliz con su novia.

Nadie hubiera imaginado que Haruko se valdría de tretas tan desleales como embriagarlo para acostarse con él.

Le había dicho un par de cosas. Haruko se justificó diciendo que Hanamichi, por derecho, tenía que estar con ella. Y que él no tenía derecho de meterse entre ellos dos.

Al final, tuvo que llevarse a Hanamichi a rastras.

Fueron a dar a un parquecito cercano a casa de Rukawa.

Hanamichi no podía darse el lujo de llegar ebrio ante Haruka. Así que Kaede lo llevaría hasta su propia casa, desde allá llamaría a Haruka y le avisaría que Hanamichi estaba con él.

El camino fue tortuoso.

El pelirrojo no paró de hablar de incoherencias. Y eso desesperaba al pelinegro.

Cuando entraron al departamento de Rukawa, Kaede se alegró de que su hermano hubiera ido a quedarse a casa de su novia. Así no tendría que dar explicaciones.

Llevó a Hanamichi a su habitación. Decidió que el pelirrojo se quedaría en la cama y él en el sofá del cuarto.

Sin embargo, cuando Hanamichi estuvo recostado sobre la cómoda cama, y Rukawa se disponía a marcharse a su propio lugar temporal, el pelirrojo lo sujetó por el cuello y no lo soltó rápido.

—Yo te quiero mucho... —susurró, y Kaede supuso que estaría soñando con Haruka.

No intentó reprimir un suspiro que brotó desde el fondo de su corazón.

—Yo también, Hanamichi —respondió al durmiente.

Hanamichi lo tenía tan cerca, que Kaede sintió claramente su cuerpo firme.

Se le quedó mirando, contemplando sus facciones como cuando durmieron en la casa de Sakuragi. Era perfecto. Y pensar que nunca lo tendría...

Hanamichi abrió los ojos un segundo. Miró una figura felina y unos ojos gélidos que lo miraban con candor. No supo que pasó por su mente, y no importó nada más. notó su vida dentro de los ojos, y, en un impulso que nunca podría repetir, se apoderó de los delgados labios que lo recibieron con pasión y ternura...

Rukawa no daba crédito a sus sentidos. ¡Hanamichi lo estaba besando! Y no parecía sentir nada de repulsión o asco o nada que no fuera ternura.

Unos segundos después de que le beso iniciara, el pelirrojo se separó. Miró los ojos una vez más, y, con la hermosa visión, se quedó profundamente dormido.

Un sonidito agudo los despertó.

Mientras Hanamichi buscaba el teléfono celular, Kaede calculó la hora: probablemente, las nueve o diez de la mañana.

Escuchó a Hanamichi emitir sonidos que no logró entender. El teléfono dejó de sonar.

El pelirrojo tenía una resaca infernal, prueba de que era la primera vez que se embriagaba.

Aún con la sensación de los labios cálidos sobre los suyos, se preguntó si todo habría sido un dulce sueño o una cruel realidad.

—¿Qué hora es? —escuchó la voz del pelirrojo.

—No lo sé —le respondió sin mirarlo.

—Rukawa... ¿Qué sucedió anoche?

De verdad no lo recordaba.

Por su memoria pasaba una fugaz imagen del rostro de Haruko, y luego los ojos de Rukawa, pero no lograba comprender la escena.

—¿No lo recuerdas?

—No.

Kaede no lo culpó.

Pero, a pesar de todo, sintió que su corazón le dolía.

—¿De verdad?

Hanamichi asintió con la cabeza.

—Pues... Tomaste mucho. Te embriagaste. Tuve que arrastrarte hasta aquí.

El pelirrojo no dio crédito a lo que escuchaba. Él nunca había tomado.

Iba a decir algo, pero el sonido del celular, de nueva cuenta, lo sobresaltó.

Lo alcanzó sin mucho esfuerzo, y contestó.

—¿Haruka?... ¿Estás segura?... ¡No tardaré!

Colgó con una inexplicable sonrisa dibujada en los labios.

—Haruka cree que ya es hora.

Ambos muchachos se encaminaron a la clínica del doctor Yakishirou.

Notas de la autora:

Me encuentro algo ocupada por estos días.

De hecho, estoy subiendo estas actualizaciones desde la clase de Cómputo, en la escuela…

No me enorgullece, pero eso es mejor que nada.

En fin…

Igual y ahora no le ven mucha coherencia a la historia, pero de verdad planeo algo bueno para el final.

Nos vemos la próxima vez!