El nido de Golondrinas
UNA MANZANA VERDE
Capítulo IV
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–– Es una herida bastante profunda. –– Marín dijo con suma severidad. –– Debiste tener más cuidado, Mü. –– terminó de vendar su mano cuidadosamente.–– Supongo que estaba un poco distraído, –– se excusó. Había procurado decirle que la lámpara había caído, pero no que él la había hecho ésa de esa manera. Si lo hacía, entonces Marín podía empezar a sacar sus propias conclusiones. Le preguntaría por qué, y juzgaría que necesitaba descansar o tenía demasiadas preocupaciones. Y nuevamente le preguntaría por qué. No, Marín era una buena amiga, pero no era preciso que ella se enterase de todo.
–– Creo que Kiki se recompuso un poco ayer. Aioria lo llevó a comer, y me parece que también fueron a nadar. Cuando llegó aquí, estaba exhausto pero algo más conversador. No me molesté en llevarlo de vuelta a tu templo, espero no haber sido algo atrevida.
–– No, está bien. –– dijo Mü con la intención de irse. –– Gracias, Marín. Dile a Kiki, cuando despierte, que podrá regresar cuando quiera.
La puerta se abrió antes de que él siquiera se le acercara y entró Aioria sin su armadura puesta, al igual que Mü.
–– Mü, qué sorpresa. –– le saludó entrando con una bolsa de comida cargada en un brazo.
–– Era hora, Aioria.
–– Había mucha gente. ¡Esto es Atenas! –– se explicó con enfado, limpiando el sudor de su frente. –– Hice lo que pude.
–– Es para hacerle de comer a Kiki, –– comentó Marín a Mü que ahora los observaba desde la puerta abierta.
–– Se los agradezco. De verdad. Ahora tengo que irme.
–– ¿Estás seguro? –– preguntó Aioria con un corte de pan entre los dientes. –– ¿No quieres quedarte a comer?
–– No, lo siento mucho pero… –– Mü comenzó a caminar hacia atrás pero chocó con un cuerpo. Se volvió y alzó las cejas impresionadísimo.
–– Shaka. –– sabía que no había razón para tanta impresión. Pero esa era la casa de Marín. Qué podría hacer Shaka allí.Se armó un silencio incomodo.
–– Por favor, no te quedes fuera. Entra, Shaka. –– dijo Marín siendo hospitalaria.
Shaka, no inmediatamente, se aventuró a dar algunos pasos dentro. Se detuvo un poco más adelante de Mü.
Mü sólo podía ver su perfil, como hipnotizado.
–– Vine por Aioria. –– Aioria alzó las cejas. –– Quería pedirte una disculpa.
Marín y Mü miraron a Aioria, y luego a Shaka, y una vez más a Aioria. No entendían nada. Pero Aioria finalmente sonrió y cruzó la sala a zancadas hacia él.
–– No seas tonto, todo está bien. –– dijo abrazándolo con un solo brazo. –– Pero sólo si te quedas a comer con nosotros. Te prometo que la próxima vez Marín no cocinará.
–– No es un buen chiste, Aioria. –– se defendió ella. Afortunadamente llevaba mascara y nadie podía ver el rubor de sus mejillas.
–– Pienso que estará bien.
Mü reparó en que hasta ahora ni siquiera lo había mirado, y parecía hacer todo lo posible por evitarlo.
–– Tú también quédate, Mü. –– Aioria insistía.
–– No tengo apetito. Perdónenme.
–– Por favor, Mü. – Shaka sostuvo su muñeca. –– Quédate a comer.
Mü asintió casi inconscientemente. Creyó que Shaka estaba enojado con él, y por eso no le había hablado. Mü se sintió por ese lapso de tiempo fuera de lugar, incomodo, y ahora Shaka le pedía que se quedase. ¿Acaso ya habría olvidado lo que pasó? Tal vez estuviese arrepentido de haberlo tratado tan mal aquella vez.
Marín entonces entró a la cocina con Aioria y estuvieron ellos dos solos. Shaka apretaba aún su muñeca.
–– Necesitamos hablar, Mü.
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–– ¿Qué hace él aquí? –– preguntó la mujer cortando las zanahorias apresuradamente. –– Habrías visto la cara del pobre Mü cuando lo invité a pasar, estaba más pálido que un papel.
Aioria rió. –– Sí, lo sé, me pregunto qué se traen esos dos.
–– ¿Que qué se traen¡Por los Dioses, Aioria! Shaka se ha estado comportando de esa manera tan extraña, y tú dices esa estupidez. Debe ser algo más profundo que 'Algo que se traen'. Como si fuera poco, se aparece aquí buscándote. ¿Por qué?
–– Fue algo grosero conmigo. –– contó frotándose los ojos. La cebolla empezaba a picarle.
–– ¿Grosero? – Marín quería saber más. –– (Te picará más si te tocas) Explícate, Aioria.
–– Bueno, no exactamente, –– Aioria se inclinó sobre el lavaplatos y se mojó el rostro.
–– Ofendió a Mü apenas lo nombré. –– ¡Por qué! –– Marín se cruzó de brazos, extrañada. –– Creí que siempre fueron buenos amigos.
–– Sí, yo también me impresioné mucho. Shaka ha estado soltando sapos y culebras sobre la casa de Aries. Pero parece que ya se cansó.
–– Dioses, no sé qué decir de eso, Aioria. Estoy anonadada, en verdad. Bueno. Mü no puede ser de ninguna manera perfecto, pero es de una gran calidad humana. No es justo que Shaka se haya expresado tan negativamente de él, –– volvió a cortar las zanahorias con gran habilidad. –– Debe tener una muy buena excusa.
–– (Por favor, lava esto, gracias Marín) Ya ellos se entenderán. –– dijo repentinamente seguro, derramando el agua caliente de una olla en el desagüe.
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No había ningún motivo para sentirse tan nervioso. Era Shaka quien caminaba a su lado, una persona que conocía de toda la vida. Pero no era como el Shaka de antes. Las vibras que llegaban hacia él eran distintas: tenía la inseguridad, la duda, la frase tonta trabada en su garganta… temía que Shaka dijese algo, cualquier cosa, porque advirtió que podría enredarse con sus propias palabras.
Sin embargo, ya llevaban más de diez minutos caminando en la bahía. Los dos marcaban pequeñas huellas en la arena, pero ninguno decía palabra. Súbitamente Shaka dejó de caminar. El sol robaba hermosos destellos brillantísimos de su cabello. Tan intensos, que Mü casi se sintió cegado.
Se escuchó un suspiro y Shaka se sentó en la arena, dándole la espalda, como si estuviese meditando. Mü no se atrevió a moverse.
–– Me gustaría que estuvieses sentado, Mü. –– Las palabras sonarían duras en el diccionario, pero Mü supuso que el tono amable que empleó las indemnizaban fácilmente.Obedeció con la naturalidad y sutileza que siempre lo caracterizaban. Se sentó a su lado, no muy lejos. Miraba su perfil directamente.
Una súbita brisa fuerte peinó sus cabellos. La trenza en la que Mü había llevado atado su cabello se desprendió, dándole una majestuosa y bella libertad.
Mü cubrió sus ojos con el antebrazo para evitar que entrara la arena, Shaka juntó los parpados con fuerza y sonrió, aspirando toda la brisa marina que era capaz de ocupar en sus pulmones.
Cuando el aire que los había abrazado se despidió, Shaka exhaló manteniendo su sonrisa y abriendo los ojos. Qué rara sensación, por un momento, pudo tener enteramente el aroma suave de Mü en su interior, y ya había desaparecido. Aún así, fue inmensamente dichoso en esos segundos que parecieron una eternidad.
–– Tienes un perfume muy… agradable.
–– No uso perfume.
–– Sí, lo sabía.
Mü frunció el ceño levemente, extrañado.
–– Sabes una cosa, Mü, –– al no tener respuesta rápida, terminó de decir. –– Disfruto de tu compañía. Y lo que haya dicho en el jardín de los Saras, estoy arrepentido de haberlo dicho. También estoy dispuesto a disculparme con Kiki. –– añadió en un susurro. –– No tuvo sentido haber sido tan duro. Él es tu discípulo, y uno muy bueno.
–– Shaka…, –– se le escapó a Mü.
–– Preferiría que no dijeras nada. Soy yo el que te debía esas palabras.
Mü sólo podía verse a él mismo alrededor de una hermosa aura sakura en el reflejo de la mente de Shaka; lamentó no poder leer los latidos erráticos de su corazón.
–– Bien, estoy seguro de que Aioria y su amiga nos esperan. –– Mü coincidió con él, y juntos regresaron a la casa de Marín, en los alrededores de las 12 Casas.
Kiki y Aioria ya se encontraban sentados en la mesa cuando la pareja que hacían Mü y Shaka entraron. Mü pronto sintió un ligero temor, imaginando alguna escena de terquedad por parte de Kiki. Pero la esencia del niño era (para su alivio) de incomodidad, seguramente por la presencia de Shaka que ya le había sido anunciada al despertarse.
–– ¡Aleluya! –– exclamó Marín sirviendo un último plato humeante. Todo se veía francamente bien, no solo se veía, también olía maravillosamente.
Shaka le sonrió a Mü esperando que se sentase primero, para luego él sentarse en una silla a su lado. Marín, por su parte, le dio un codazo a Aioria que no apartaba sus ojos delatoramente enfocados en la actitud de Mü y Shaka.
Kiki ya había empezado a comer, fue entonces cuando Mü decidió dirigirse a él. –– Kiki… ¿te divertiste ayer?
–– (Te dije que se sentaría a su lado¡te lo dije!) –– dijo en un susurro suspicaz el Leon al oído de Marín.
–– (Calla, Aioria, pueden oírte) –– Marín replicó con los dientes apretados.
Kiki suspiró antes de llevarse otro bocado (No sabía lo que pretendía su maestro, pero fuese lo que fuese, el hecho de llevársela bien con él, no quería decir que Shaka también sería aceptado).
Shaka no dejaba de observar atentamente la interacción entre maestro y alumno mientras comía discretamente. Sabía que el estado de animo de Kiki era causa suya, Mü no tenía porqué intervenir.
–– Kiki¿sabes lo que es un Gairdneri?
La pregunta tomó fuera de base a todos, sobre todo a Mü; porque Kiki seguía siendo regido por el signo Aries, y su sangre era por naturaleza impredecible.
Kiki levantó la mirada, respondió al rostro de Shaka (que a pesar de mantener sus parpados cerrados) lo veía fijamente, y Kiki podía sentirlo.
–– ¿Lo sabes?
–– No, no lo sé. –– respondió vacilando.
–– ¿Quieres saberlo?
Kiki volvió la mirada a su maestro, que le sonrió enseguida, incitándolo a responder.
Kiki asintió lentamente.
–– Son las llamadas truchas arco iris, de un intenso color rosa. Viven en los ríos, pero cuando se las ve entrar al mar, a la luz de la luna, se puede apreciar como el océano se baña de diminutas luces plateadas.
El niño no pudo evitar que sus ojos brillaran con un repentino interés. –– ¿Eso quiere decir que cambian de color¿Puedo verlo algún día?
–– ¿Te gustaría? –– respondió con indiferencia Shaka volviendo el rostro hacia su plato, cortando la carne lentamente.
–– ¡Por supuesto! –– exclamó Kiki irguiéndose entusiasmado. Marín y Aioria se sonrieron.
–– Llevarte será un placer.
–– Mü, has comido prácticamente nada.
–– Sí, es verdad, pero no me gusta la carne roja.
Marín sólo había formulado el comentario para que el ambiente se tornara natural, y toda atención dejase de centrarse en Shaka y Kiki.
–– Entonces… –– Aioria sugirió, tal vez pretendiendo el plan de Marín. –– ¿Quieres uno de estos? –– ofreció la primera fruta que alcanzó sobre el frutero en medio de la mesa. Se trataba de un durazno.
Mü iba a responder negativamente, pero Shaka ahogó esas palabras con su propia voz.
–– No le gustan los duraznos.
Todos se volvieron hacia Shaka que se ruborizó enseguida. Obviamente había dicho aquello sin premeditarlo bien. ¿Qué caballero recordaría que a su viejo compañero de armas al cual no hablaba desde hacía muchísimos años no le gustaban los duraznos? Cortó otro pedazo de carne, lo masticó y lo tragó. Las miradas aún seguían clavadas en él.
–– Quise decir… que Mü prefiere las manzanas…, verdes y…–– tosió con obvio nerviosismo. –– frías.
Mü sonrió, apretando en secreto su mano bajo el mantel. –– También me gustaría ir a ver esas truchas, Shaka.
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–– No necesitas contarme nada. –– Mü rozó con sus dedos el cabello castaño de Kiki, que dormía con un rostro y sonrisa serena sobre su cama; en la cual Mü y Shaka descansaban sentados.
–– Por favor. Fui muy grosero, no sólo con tu pupilo, sino con Aioria, y también contigo, Mü. No sé qué ha estado ocurriéndome, pero hubo algo en eso…, no puedo entender lo que causó en mí…, Dioses… lo que yo quiero decir es que tienes derecho a saberlo Mü.
Mü movió negativamente la cabeza. –– Yo no quiero saberlo, nuestra relación es bastante buena ahora, era eso lo que me preocupaba.
–– Aunque así sea. ¡Quiero que lo sepas Mü! Me enojé con Kiki simplemente porque…
Kiki removió su posición sobre la cama.
–– Estoy pensando…, Shaka, eso que quieres decirme, creo que deberá esperar hasta otro día. ¿Está bien?
Shaka sonrió, intentando no parecer frustrado en ese vano primer intento. –– Está bien.
Mü caminó con él hacia la salida de la Casa de Aries. Shaka se despidió entre el murmullo de los grillos y se dispuso a irse, con sinceras ganas de meditar, analizar sus sentimientos en compañía de su Maestro.
Pudo sentir la presencia de Mü observarle mientras caminaba a paso normal hacia su templo. A pesar de lo movido que había sido ese día, sentía una paz y tranquilidad maravillosa. Tanto, que el antes caluroso Santuario, se había convertido (para él) en un sinónimo de la primavera misma.
Se detuvo de súbito, sintiendo algo pequeño que estaba chocando contra su espalda; era un papel. Se dio la vuelta y atrapó con un puño la hoja antes que saliese despedida junto al extraño viento.
Miró de vuelta a la Casa de Aries. Mü aún estaba allí, sonriéndole y mirándole. Shaka estiró el arrugado papel, extrañado. Era el dibujo de Kiki, un dibujo que no le parecía en lo absoluto gracioso, y en un diminuto recodo, había algo escrito con la característica elegante letra de Mü. Era una pregunta.
¿Cuándo regresaremos al nido de golondrinas?
Algunos segundos después, Shaka estrechaba contra su cuerpo a Mü en un apasionado abrazo, uniéndose en una sola silueta bajo la luz de las estrellas.
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Nota: ¡AYYY! MENUDO CAPÍ. HASTA PARECE CAPÍTULO FINAL! PERO NO... EN REALIDAD FALTA UNO MÁS. ME HABRÍA GUSTADO ALARGAR EL FF PERO SERÍA ARRIESGARME Y DAÑARLO. ASÍ QUE... SÓLO FALTA UN EPÍLOGO Y RESPONDERÉ ENTONCES TODOS SUS REVIEWS.
FIN.-.-.-.-
¿Se asustaron, chicos?
¡Tengo un Epílogo para ustedes!
