El nido de Golondrinas

MAYO
Capítulo VI
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Era una mañana fría, y Mü se recomponía en una solitaria compañía del agravio terrible del día anterior. Comprendía un poco más la actitud de su Maestro, y ciertas preguntas encontraban su respuesta. Como el simple por qué.

El sol empezaba a mostrarse, matizando el cielo oscuro. Así que…, Shion deseaba abandonarlo, dejarlo con Shaka. Eso fue lo único que pudo deducir de todo aquello, hurgando en las palabras infantiles, pero honestas de Kiki.

Suspiró. Era imposible olvidar tan rápidamente el arcaico amor de él hacia su maestro, pues sí era amor. ¿Entonces, qué sentía por Shaka¿A quién amaba… de esa forma? Porque no había duda en él de ese amor intenso que causaba el simple recuerdo del Caballero de Virgo, sin embargo… lo aterrorizaba la idea de perder a Shion. ¿Qué significaba esa última sensación?

Lo que sabía ahora era que Shion estaba a 12 Casas de distancia, siempre estaría ahí, no debía afligirse al imaginar que lo perdería. Shion era por sobretodo su maestro, y estaba más cerca de Mü de lo que podía estarlo cualquier persona.

Todo estaba bien. Si Shion decía con crudeza despiadada que se alejase de él y estuviese con Shaka, lo haría. Quizá con la "libertad" de poder hacerlo conociese sus propios sentimientos, como un caballo al cual se le suelta la rienda permitiéndole conocer por si solo la pradera.

–– Mü. –– Mü se despidió de su reflexión en la llegada de Marín. No la había sentido venir, sonreía y se veía especialmente linda esa mañana sin su mascara de plata puesta. Tenía algo aparentemente grande envuelto en papel entre las manos.

–– Hola, Marín. –– saludó con cortesía, devolviéndole un rostro amistoso.

–– Es una mañana nublada y de un frío espeso… –– la pelirroja se sentó a su lado. –– No esperaba encontrarte aquí.

–– Tienes razón…, es muy nublada.

Marín no contestó. ¡Su amigo se veía tan deprimido tras una sonrisa brillante y calurosa!…, así no era el Mü de todos los días, de siempre. –– He recogido esto para ti. ¿Sabes? Son particularmente hermosas este mes. –– dejó el paquete sobre el regazo de Mü que desató la cinta descubriendo unos bellísimos claveles. Sonrió.

–– Son… maravillosas, Marín, no debiste molestarte.

Marín también sonreía, –– Las he escogido de varios colores porque no sabía cual era tu favorito. ¿Cómo te sientes esta mañana?

–– ¿Ya te has enterado? –– preguntó sin mirarla. No era de extrañarse, con el alboroto que Shion había causado… cualquier persona o caballero del Santuario debía saberlo. Recordó la mirada de los guardias cuando salió de la Sala del Patriarca, no había advertido eso antes.

–– ¿De lo de Shion? Sí, lo supe… –– tocó la rodilla de Mü con calidez y profundo cariño. –– No te angusties por eso.

–– Trato de no hacerlo. Pero… esta mañana no es un lecho de rosas…–– sus ojos se cubrieron con un velo de tristeza. –– El amor puede ser tan confuso. ¿Has amado alguna vez?

Marín asintió lentamente, prestándole una amable atención. –– Por supuesto.

–– Yo creo que…, estoy enamorado. –– la miró con profundidad, tratando de decirle con una mirada lo que no se creía capaz de decir con palabras confusas. –– Es que…, un hombre que ama, no debe tener dudas… ¿cierto?

–– Así parece ser.

Mü se perdió unos segundos embelesándose con los colores claros y los pétalos de rocío húmedo que sostenía en su regazo. –– ¿Tú…¿Sabes lo que yo siento por él, por Shion?

–– ¡Oh, Mü! –– exclamó con diversión. –– nadie puede saber eso, ni siquiera tú, sólo tu corazón.

Soltó un suspiro desdichado. –– Creo que él tampoco lo sabe, Marín. Yo amo a Shaka… y también amo a Shion, más de lo que puedas creer.

El rostro de Marín cambió al escuchar la confesión. Le asombró que hubiese sido dirigida a ella con tanta sencillez y franqueza. Cuando contempló su rostro con mayor atención, supo que no era una confesión o un secreto bien guardado, Mü sólo quería saber qué hacer, pues estaba desesperado y con cada pie sujeto a la red de ellos dos, de Shion y Shaka.

Ellos dos eran hombres buenos, era difícil no amarlos como lo hacía Mü. Fue comprensible que no supiese tomar una decisión rápida… quizá nunca lo haría.

–– ¿Sabes que he visto a Shaka esta mañana? –– dijo sonriendo por lo bajo. No sabía si ayudaba a Mü o no, pero era la mejor medicina que tenía en su repertorio.

–– Oh…, –– Marín supo a primera vista que Mü estaba inquietándose por la emoción, aunque lo ocultase bien. –– ¿a qué hora? –– él con franqueza habría deseado verlo también.

–– Temprano.

–– ¿Más temprano que ahora?

–– Sí, Mü, un poco más temprano.

Mü reparó en la sonrisa amplia de sus labios, no era necesario preguntar por qué estaba allí, obviamente estaba comportándose como un tonto sólo al oír el nombre de la persona que amaba. Se ruborizó y tuvo la necesidad de alegar apresuradamente: –– Marín…, siento haberte dicho sobre mis sentimientos hacia Shaka…y Shion… no tenías que oír sobre eso, además… no quiero hacerte sentir incomoda, sé también que somos…--

–– ¿Hombres? –– ayudó irrelevante.

–– Sí, claro.

–– Sabes que eso no tiene importancia¿tu maestro te enseñó a amar?

–– Indudablemente.

–– ¿Y te dijo alguna vez, que el amor se limita al sexo opuesto?

–– No, nunca dijo eso.

–– ¿Y por qué te incomoda hablarme de eso, entonces?

–– Yo sólo…, creí que me había precipitado contándotelo todo.

–– Mü, yo soy tu amiga, no hace falta que pienses dos veces lo que vas a decirme. Excepto, claro, cuando haya mencionado el nombre de Shaka. ¿También quieres saber cómo iba vestido, o si preguntó por ti? –– añadió con picardía.

–– ¡Ya basta, pequeña tonta! –– dijo riendo.

Segundos después estuvieron de acuerdo en dar un paseo en los alrededores de las 12 Casas, y Mü sentía que su tristeza era exorcizada con cada dulce palabra de su antigua amiga de la infancia.

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«Prometí ser fuerte, yo le prometí ser valiente… y aparentar ser feliz mientras Mü lo fuese, aún cuando sintiese que mi corazón se desangrase de dolor. Shion y yo… estamos sufriendo tanto con todo esto» despidió una roca ligera sobre la superficie de un lago negro, haciendo ondas sobre la sombra lúgubre y triste de las verdes ramas húmedas y poco expresivas de los árboles.

No era un sitio seguro para estar solo, pero no estaba solo, y Aioria se acercaba a él después de haber bebido suficiente agua. Le gustaba el agua natural en las mañanas, era buena para su entrenamiento, y no le había hecho gracia en lo absoluto que Kiki hubiese salpicado agua en su rostro al arrojar el objeto mientras estaba inclinado en la orilla. Creyó que había sido una broma pesada, y ceñudo estaba decidido a echarle una regañadita, pero se ablandó al ver su estado de meditación sumisa.

Se secó el agua del rostro y parte del cabello antes de decir: –– ¿Ocurre algo malo?

–– ¿Eh? –– Kiki se volvió. –– No, nada malo ocurre. Es muy temprano y supongo que aún estoy un poco dormido.

–– Oh, –– se sentó a su lado, ahora él fue el pensativo mientras Kiki esperaba que dijese algo más. –– ¿Entonces por qué has decidido acompañarme a trotar, Kiki? Pudiste haber dormido hasta más tarde. Te sentí cruzar en la madrugada por mi Templo.

–– Lamento haberlo despertado, Aioria. ¿Lo hice?

–– No, en lo absoluto, yo tenía muchas cosas en qué pensar. ¿Pero tú, Kiki, qué podías hacer dando carrerillas a tan inusual hora?

Un pajarillo de varios colores posó cerca de ellos, distrayéndolos con su canto suave; Kiki dijo mucho después, adyacente a la paciencia paternal de Aioria: –– Hablaba con Shion, sobre asuntos de hombres.

Aioria curvó sus labios en una sonrisa que no fue advertida por el pequeño Kiki. –– ¿Y podré saber cuales son esos asuntos?

–– No, no lo creo.

–– ¿Valdrá la pena insistir? –– susurró estirándose sobre la hierba, cruzando un brazo tras la cabeza para mayor y satisfactoria comodidad. –– ¿O deberé recordar lo que oí decir a Aioros una vez? 'la curiosidad mató al gato'

–– Deberá considerarlo. –– rió mirando hacia abajo para encontrarse con su mirada. Sabía que todo ese asunto le estaba brindando madurez y responsabilidad, se daba cuenta cuando se guardaba con celo asuntos tan importantes. –– ¿Podemos nadar ahora?

–– ¿En las frías aguas, a esta hora de la mañana?

–– Sólo será un momento, gato cobarde. ¡Miau! –– le retó haciendo una mueca y huyendo.

–– ¡Un momento sólo si logró alcanzarte y ahogarte pronto, Kiki! –– le atajó a Aioria, corriendo tras él en la vera, salpicándose agua helada, comprobando ellos mismos que era imposible entrar sin resfriarse y acobardándose ambos entre carcajadas.

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–– ¿Roshi? –– la voz suave y tímida de Sunrei se escuchó a su espalda. Pescaba apacible un desayuno antes de su llegada sentado en una roca alta.

–– Oh, Sunrei, –– Dohko se alertó sonriéndole, –– ¿qué ocurre?

–– Ha llegado esto para usted, lo ha traído un Caballero del Santuario. –– dijo extrayendo de la fajilla del cheongsam un sobre largo.

–– ¿Hm¿De Grecia? –– extendió la mano para recibirlo. –– Espero que no sea una invitación formal a alguna catástrofe… –– rió rasgando el borde superior. –– Muchas gracias, Sunrei, puedes dejarme solo, asustas los peces.

–– ¡Oh, Roshi! –– exclamó riendo, y dijo antes de girarse en retirada: –– Sólo recuerde no volver a traer un par de escafandras para el desayuno.

–– Procurare no hacerlo, –– arrugó la frente ofendido, –– qué exagerada. –– murmuró cuando se hubo marchado. –– Un par de escafandras¡ha¿Cuándo he pescado eso? Excepto aquella vez…

Sus ojos se deslizaron sobre cada letra dirigida a él. Era una carta de Shion, su contenido simplemente exigía verlo con urgencia, refiriéndose a él como el gran amigo que amaba y ansiaba volver a ver, pues lo necesitaba. Suspiró sin comprender la nostalgia y preocupación que una carta normal como aquella le causaba, no era de Shion tener ese tipo de detalles, algo grave debía perturbarlo.

Se incorporó, debía alistarse para su visita al Santuario, y Sunrei no se molestaría en comprar algunas sardinas para compartir con el arroz de esa mañana.

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Mü regresó solo a la Casa de Aries, Marín se había despedido oportunamente, no era bien visto que una amazona entrase porque sí al Templo de un Caballero Dorado. Respiró profundamente, dejando los claveles en el lavavajillas, pensando en buscarles un sitio apropiado más tarde.

Se sentó en una butaca pequeña, sosteniéndose la barbilla con languidez. La charla y caminata había sido muy buena, por lo menos algo de su despecho logró salir. Sin embargo la ansiedad permanecía, la rabia al imaginarse hablando con Shion y no poder acercársele siquiera.

Sacudió la cabeza, dándose cuenta a tiempo de que caía en su propia trampa; era difícil no hacerlo, cada recuerdo, cada palabra, cada susurro evocaba a Shion en su memoria, lastimándolo.

No sería sencillo superarlo – se mordió el labio inferior – él sólo deseaba verlo. ¿Qué rayos estaba ocurriendo en él? Caminó hacia el lavaplatos, abrió la llave y se echó agua en el rostro, humedeciendo aún más los claveles. Lo extrañaba…

Las risas de Kiki se oyeron en el Templo: "¡No, ya basta, Aioria!" gritaba. Entró directamente en la cocina empapado en barro, ocultándose tras Mü. –– ¡Dígale que basta, Mü, yo no quiero más cosquillas!

Un momento después llegó Aioria en el mismo estado, con el cabello revuelto y una sonrisa de oreja a oreja en el rostro, a su lado se aproximaba Shaka con su túnica de un blanco admirable, y cada uno de sus cabellos en su lugar.

Algo se movió con rudeza en el pecho de Mü al mirarlo. –– Aioria, el niño no quiere más cosquillas. –– dijo, no se le ocurría otra cosa, sus ojos se pegaban a voluntad en Shaka y se abrumaba.

–– ¿El niño¡oh, vamos! –– exclamó entrando a la cocina. Mü lo lamentó…

«Dioses, tiene los pies tan sucios...»

–– Es todo un bandido. Pero si quieres un niño, nos hemos encontrado con éste en el camino. –– señaló a Shaka con la mirada que le sonreía a Mü.

Kiki rió a ese comentario y Mü se sonrojó un poco: –– No digas tonterías, creo que con Kiki es suficiente.

–– Pero él ha crecido más, –– Aioria le guiñó un ojo al rubio, –– y además tendrás---

–– Aioria, estás incomodando a Mü. –– Intervino oportunamente, –– no quiere un niño grande.

–– Sí, eso pensé.

Mü sonreía a pesar de todo. Ellos interactuaban animadamente, y le alegraba ver la participación tan fluida de Kiki. Parecía disfrutar de la presencia de Shaka y él mismo les ofreció agua. –– ¿Por qué se han mojado? Me preocupa que Kiki pueda resfriarse más tarde. –– preguntó dándoles la espalda, inclinándose sobre los claveles para ordenarlos en una vasija.

–– El agua era irresistible. –– contestó simplemente Aioria.

–– Así es, irresistible. –– apoyó Kiki, ellos se veían con complicidad.

Mü asomó la cabeza sobre su hombro, dejó los claveles fuera del lavavajillas, posándolas al pie de la vasija hermosa donde las pondría. –– ¿Qué tan fría es el agua a esta hora, Shaka?

–– Terriblemente fría.

–– ¿Y enfermarías si nadaras?

–– Sin duda alguna.

–– ¡Shaka! –– dijeron al unísimo, fingiendo enojo.

–– No, está bien. –– Mü cargó la mayoría de los claveles luciéndolos en la vasija. «Qué bien huelen...» –– Será una buena excusa para cocinar algo caliente… para todos ustedes… –– sus palabras se embotaron un poco, de nuevo sus recuerdos se perdían en Shion, porque él ahora iría a comer con él si no…

–– Por favor Mü, me siento exhausto después de entrenar…. –– el tono fuerte de Aioria lo trajo de vuelta bruscamente.

–– ¡Oh… –– asintió enérgicamente –– por supuesto…!

–– ¡Ah, yo quiero pan de ajo y mantequilla, maestro! –– dijo enseguida Kiki, lamiéndose los labios.

–– ¿Pan de ajo¿Él cocina eso¡Ah, cómo me encanta! –– aprobó Aioria.

–– Hace mucho tiempo mi maestro Mü no hace de comer. ¡Pero cuando lo hace, lo hace muy bien! –– continuó el niño.

–– Mmmmrrr…

Shaka se alejó de esa discusión, buscando el silencio junto a Mü quien seguía ordenando los claveles. –– ¿Te sientes bien, Mü?

–– Claro, Shaka. Si lo preguntas por Shion…, creo que estoy bien ahora.

–– Te he visto mucho mejor, –– Shaka vaciló, pero terminó frotando su espalda con calidez –– me gustaría ayudarte.

–– ¿Y cómo podrás ayudarme? –– dijo en voz baja después de una pausa. Abandonó su labor con los claveles para mirarle de frente. El bullicio del par tras sus espaldas era casi ensordecedor, sin embargo, no les importaba. Mordió un clavel con los labios, sosteniéndolo mientras sus manos ataban con mejor estrechez una coleta en su cabello.

Shaka lo contemplaba, maravillado por tanta belleza… inocente.

–– Hablaré con el Patriarca e iremos a dar un paseo.

Los labios de Mü se separaron con sorpresa, dejando caer el clavel que llevaba portado en ellos, –– ¿qué cosas dices, Shaka? Shion no te permitirá eso. –– susurró. Había palidecido.

–– ¿Y si aseguro que lo hará?

–– No sé si te creería… –– respondió sonriéndole. –– Tú lo conoces bien, Shaka.

–– Lo convenceré. Acepta por favor.

–– ¿Qué cosa?

–– Salir conmigo.

Mü arqueó una ceja, acabaría creyendo que Shaka hablaba en serio. Y parecía hacerlo. –– Acepto entonces, sólo si él lo permite.

–– ¡Maestro Mü, Aioria y yo tenemos hambre!

–– Enseguida comenzaré, Kiki. –– dijo con dulzura. –– ¿Comerás tú también? –– preguntó volviéndose a Shaka.

–– No, me habría encantado, pero tengo que hacer.

–– Uh… –– Mü se había decepcionado un poco.

–– Sin embargo, –– Shaka agregó en el último momento, –– quiero llevarme el clavel que tenías en los labios.

Mü soltó una risita, respondiéndole a su mirada casi con coquetería. –– Eres un tonto. Vete ya.

–– No hasta llevarme ese clavel.

–– Hay muchos en la vasija, coge uno de esos.

–– No, yo quiero ése, Mü.

Mü miró al suelo, –– es una lastima, creo que lo he pisado varias veces.

–– Aún lo quiero.