Las Navidades IV: Sidney

Era 22 de diciembre y como todos los años, el colegio bullía de animación. En la sala común de Gryffindor los alumnos se despedían, se abrazaban, y se deseaban unas felices navidades. Mientras en el dormitorio de las alumnas de séptimo curso, Sidney canturreaba distraídamente...

- A mi burro, mi burro...

- ¡Hey, Sid! - dijo alegremente Angelina, una de sus compañeras de dormitorio - ya es la hora del desayuno, será mejor que bajes o te quedarás sin nada.

- ¿Qué?, oh, si claro, ahora mismo bajo.

La chica se alejó, mientras Sidney guardaba en su baúl su última ropa.

- Bueno, con esto creo que está todo.

Guardó a su lechuza Wicket en su jaula, y se encaminó hacia la puerta. Cuando llegó a la puerta del comedor, se dirigió a la mesa donde ya se encontraban sus amigas. Al acercarse comprobó que Lori y Eras, habían comenzado una de sus interminables discusiones sobre quidditch.

- Te digo - decía Lori - que Oxgworth es el mejor cazador que ha tenido el equipo de Inglaterra en años.

- Eso es incierto - le replicaba su amiga - sin que le toquen ya se está quejando al arbitro, y en cuanto este no mira se tira de la escoba.

- Anda mira, como en el futbol.

Las dos chicas se quedaron mirando extrañadas a Sidney.

- ¿El fu...ut...boool?

- Si el futbol, es un deporte muggle- comenzó a explicar la chica.

- Joder, ya empieza con sus batallitas - le susurró Lori a Ashley.

- Lo he oído - dijo Sidney - bueno como te decía Eras...

El desayuno transcurrió sin más incidentes, al finalizar todas las chicas se levantaron y se dirigieron hacia la salida. Vieron a los profesores agrupar a los alumnos para dirigirse hacia el tren, que les llevaría de vuelta a Londres.

- Bueno chicas, yo me quedo aquí - dijo Lori.

- Ya te mandaré una nota para que vengas a Paris, y recordad no os aparezcais en mi casa. A mi padre le daría un ataque. Ya os mandaré los billetes de avión - le comentó Sidney.

Las tres chicas se dirigieron hacia el tren cuando Sidney se paró.

- ¿A que esperas? - le dijo Ashley, tirando de la manga de su abrigo.

- No, a nada...

- Sid, Jack no coge el tren, va a pasar las navidades en el colegio.

- Oh, pero no lo esperaba a él... vale - reconoció al ver la cara de su amiga - esperaba verle, pero solo para despedirme.

- Si claro. Anda, vamos.

El viaje transcurrió apaciblemente, sin ningún comentario digno de mención. Cuando por fin llegaron al andén 9 y 3/4, a la única que le esperaban sus padres era a Ashley. Esto despertó cierta envidia en Sidney.

"Claro, papá siempre está demasiado ocupado con su trabajo como para venir a buscarme." pensó la chica "será mejor que me vaya hacía el aeropuerto"

- Es conveniente que me vaya ya, o perderé el avión. Ya os mandaré una lechuza para que vengais a mi casa.

- De acuerdo - dijeron Ashley y Eras - hasta pronto.

Cuando el avión llegó a su destino en el aeropuerto de París ya había anochecido. Cuando Sidney descendió del él, se encaminó hacia la salida. Recorrió con la mirada las miles de cara que se encontraban allí. Muchas miradas estaban dirigidas hacia ella. Su lechuza estaba armando demasiado escándalo. Entre ellas descubrió una cara conocida, Dominic, el chofer.

- Mi padre ha vuelto a estar demasiado ocupado ¿No? - le dijo, mientras le daba sus maletas.

- El señor McNeill, le presenta sus disculpas señorita. Pero tenía una reunión ineludible. - ¿De verdad?

El viejo chofer sonrió ante la insinuación de la chica, pero no añadió nada más. Cuando llegaron ante el Rolls Royce. La chica sonrió cuando se aproximaban a la casa. Una fina capa de nieve cubría toda la ciudad, y unos diminutos copos comenzaban a caer.

- La ciudad da la bienvenida a su mejor maga - le dijo el chofer con una sonrisa.

La chica le devolvió la sonrisa. A pesar de alejarse de sus amigos, se alegraba de estar de nuevo en casa.

- Ya hemos llegado - la cálida voz de Dominic, la sacó de sus pensamientos.

Sidney se bajó del coche, y contempló la fachada de su hogar. Era una hermosa casa, había pertenecido a la familia Delacroix desde su construcción . Pero ahora, desde la boda de sus padres, pertenecía a los McNeill. Su madre era hija única y sus padres no habían visto con buenos ojos que se casara con un americano sin futuro. Después de la ceremonia Pierre, el abuelo de Sidney, había obligado a su nuevo yerno a coger las riendas de la empresa familiar. Desde la llegada de su padre las cosas habían mejorado. Y aunque su abuelo no quisiera reconocerlo, nunca había ido mejor. La mansión, como le gustaba llamarla a su padre, estaba a las orillas del Sena, rodeada de puestos de flores exóticas que perfumaban el aire con su aroma. Era una casa señorial, de finales del siglo XVII, el estilo barroco se reconocía en la fachada, pero sobre todo en el interior. Todo el muro estaba repleto de amplios balcones, y estos estaban decorados con flores de vivos colores. Era una casa muy vieja, pero se habían echo algunas reformas, y ahora la casa lucía como en sus mejores tiempos. Además durante todo el día la luz del sol inundaba toda la casa, y por las noches el murmullo del río ayudaba a dormir. En la planta inferior se encontraba la cocina, y cerca de ella las habitaciones de los que trabajaban en la casa (el jardinero, la cocinera, el chofer...). También había diferentes salas más pequeñas, pero la estancia más espectacular se encontraba a mano derecha. Unas puertas de ébano daban paso a un magnífico salón de baile. Sidney, recorriendo un día el desván encontró una gran caja con escritos de sus antepasadas. Las había leído tantas veces que ya se los sabía de memoria. Con cada nueva lectura reconstruía en su cabeza la decoración del salón en sus tiempos de esplendor, su relato preferido era el de Evelyn. Además según los cálculos de Sidney, la chica que escribió aquellas hojas tendría la misma edad que ella.

"Pediré permiso a mama" pensó "tal vez me deje organizar la nochevieja, tal y como está en esos papeles. Se lo preguntaré esta misma noche" decidió.

La chica alzó la vista hacia el techo para contemplar la fastuosa araña de cristal que presidía la estancia.

"Colocaré velas por todos los lados, y las cortinas de la abuela"

Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por la entrada de su hermana Francoise, en la habitación.

- Dominic me dijo que habías llegado, pero Peter no se lo creía, así que he venido a buscarte y...

- Hola pequeña - dijo Sidney, abrazandola cariñosamente - yo también me alegro de verte.

Los dos hermanos de las chicas entraron corriendo en la sala.

- ¡Hey, hermanita! ¿qué tal el curso? - dijo el mayor de los dos, Mark- ¿a qué no adivinas a quien han hecho mister de su colegio?

Sidney sonrió, Mark era el único de sus hermanos que acudía a otra escuela de magia, a Beuxbaton.

- Hum, deja que piense ¡a ti! - exclamó divertida.

- Genial, por fin alguien listo en la familia- replicó el chico con sarcasmo.

- ¿Qué nos has traído? - preguntó Peter.

Su hermana pequeña le dio un codazo.

- Quedamos en que no le ibamos a preguntar.

- No te preocupes - dijo sonriente Sidney - esta noche después de la cena os los daré.

Pero fue interrumpida por la entrada de su hermana Jane en la habitación.

- Que raro - dijo Francoise, poniendo los ojos en blanco- está hablando por teléfono.

- Voulez vous couchez avec moi, ce soir - dijo Jane, quedamente.

- ¡Oh, vamos!, Sid ha vuelto - le regañó la pequeña, tirandole de la manga.

- Esto tiene fácil solución, Peter vamos.

Sidney se sentó en el sofá para no perderse detalle. Mientras Mark le agarraba las piernas y Peter le sujetó las manos. Francoise le arrebató el teléfono, y dijo:

- Ahoga mismo no puede ponegse, intentelo más tagde...

- Jo, como has podido hacerme esto - se enfadó Jane.

- Somos tus hermanos, nuestra misión es hacerte la vida imposible...

La riña entre los hermanos fue interrumpida por la aparición de los padres de los chicos. Marianne , llevaba su largo pelo rubio recogido en un pulcro moño. Lucía un precioso vestido negro que contrastaba con su pálida piel. como únicos complementos llevaba su anillo de casada y un collar de perlas que había pertenecido a su abuela. Sidney sonrió a su madre, estaba guapísima. Era la persona más elegante que conocía, siempre iba impecable. Sus ojos azules resplandecían de alegría, y una sonrisa se dibujaba en su cara.

- Me alegro de tener a todos mis niños en casa - dijo dando un abrazo a cada uno de sus hijos, y se sentó a la derecha de Sidney - Tienes que contarme todo lo del colegio.

Su madre era la única que le había enseñado a creer en la magia. Siempre le contaba cuentos fantásticos, aun cuando su abuela le decía que era una pérdida de tiempo. Su padre se avergonzó cuando había recibido la carta, pero su madre se alegró. Es lo que hubiera querido vivir ella.

Su marido entró después de decir esta frase. Thomas ,vestía un impecable traje gris marengo con una corbata de color gris perla. Unos gemelos de oro adornaban sus muñecas. Su pelo negro, igual que el de sus hermanos, comenzaba a blanquear en algunas zonas. Pero todavía seguía siendo un hombre muy atractivo. Ya que sus ojos verdes reflejaban el entusiasmo y la energía de su juventud.

- Cada día te pareces más a tu madre - dijo dirigiendose a Sidney, y le dio un rápido beso en la frente - ¿qué tal el viaje?

Pero antes de que su hija le pudiera contestar Caroline, la doncella, entró en el cuarto.

- La cena está servida señores.

Habían pasado dos días, desde su llegada a París y no había recibido noticias de sus amigas. Las invitaciones para su fiesta de nochevieja estaban en su mesa. Junto a la invitación de Lori, incluyó otra nota.

"Lori te mando lo que me pediste"

Wicket, dormitaba en su jaula.

- Lamento despertarte - le dijo suavemente Sidney - pero tienes que entregar estas cartas.

La lechuza ululó quedamente, como dando su conformidad y tendió una pata hacía la chica. La joven ató a su pata las invitaciones. Y esperó hasta quela lechuza se perdió de vista.

Hasta ese día no se había vuelto a acordar de la fiesta. Así que mientras desayunaba preguntó a su madre:

- Mamá, ya sabes que mis amigos vendrán en nochevieja y...

- A si, claro cariño ¿y? - preguntó distraídamente su madre, mientras hojeaba el periódico de la mañana.

- ¿Podría organizar yo la fiesta?, quiero decir el menu y la decoración.

- Claro - se sorprendió su padre - ya era hora de que te comportarás como una señorita.

Sidney puso los ojos en blanco, y sus hermanos sin que les viera su padre hicieron muecas.

- Cariño - dijo su madre dirigiendose a Sidney - ¿Cuándo vais a ir a comprar los regalos? - preguntó intentando desviar el tema.

- Pensaba salir hoy.

- Nosotros también queremos ir - chillaron sus hermanos.

- Ya, pero tengo que ir a comprarlos al callejón Saere Coeur a comprarlos.

- Yo voy contigo - dijo Mark - luego podemos quedar con los demás.

- Cuantas veces os he dicho que no quiero oír hablar de ese tema en la mesa.

- Perdona papá, ¿a que tema te refieres? - le preguntó inocentemente Sidney.

- No juegues conmigo jovencita, ya sabes a lo que me refiero.

Mark, para intentar suavizar la situación dijo, dirigiendose a sus hermanos:

- Quedamos esta tarde a las cuatro en la fuente de Saint Michell.

Sidney y Mark llegaron al concurrido barrio de Montmartre, a las once de la mañana. Se apresuraron para dirigirse a las traseras del Moulin Rouge. Allí el chico dijo la contraseña de aquella semana.

- Cuando llueve, es mejor quedarse en casa con un buen fuego.

- Esa contraseña es... correcta. Bienvenidos.

La pared se abrió por la mitad, dejando ver una larga calle con gente, que andaba por ella distraídamente. Cuando entraron en el callejón, la pared se cerró detrás de ellos. Se vieron empujados por la gente y Mark dijo:

- He quedado con unos amigos, ya nos veremos en casa.

- ¿Que pasa? - le gritó Sidney cuando se alejaba - ¿te avergüenza que te vean con tu hermana de Hogwarts?

- Más o menos - replicó su hermano.

La chica suspiró, su hermano no había cambiado, decidió recorrer las tiendas hasta encontrar lo apropiado para sus amigos. Pero al poco rato se tropezó con alguien.

- ¡Matt!, ¿qué haces tu aquí?

- Hola Sid - dijo el chico alegremente, abrazandola - estoy pasando las Navidades con mis padres aquí. Oye, ¿Lori va a venir?

- Si todas van a venir a pasar la Nochevieja a mi casa.

- Estupendo, por que no quedamos aquí - dijo señalando una taberna cercana - a la once y media ¿vale?

Pasaban de las cuatro cuando la chica llegó a la fuente, cargada de bolsas. Sus hermanos la esperaban impacientemente.

- Ya pensábamos que no venías - le dijo Francoise, cogiendole alguna bolsa.

- No hay nada para ti cariño - le dijo su hermana - así que no hace falta que las registres.

- Pero Navidad es mañana, nos habrás comprado algo ¿no?

- Anda, vamos ha hacer vuestras compras.

Eran las nueve de la mañana, cuando Peter y Francoise entraron en la habitación de su hermana mayor.

- Ya es Navidad, dormilona - dijeron a dúo saltando encima de la cama de la chica.

- Pero si todavía es de noche - replicó Sidney, todavía dormida.

- Abre los ojos, y verás.

Cuando sus hermanos consiguieron sacarla de la cama, la arrastraron hacia el salón. Sus padres ya se encontraban allí, con cara de preocupación.

- Esta mañana estos paquetes no estaban aquí - decía su padre.

- ¡Shhh! Que ya están aquí.

- Mirad cuantos regalos - dijo Francoise, arrastrando a Sidney hacia el árbol.

La niña tenía razón, el gigantesco árbol que presidía la estancia estaba rodeado de multitud de paquetes. Los niños se abalanzaron sobre los regalos, y comenzaron a rasgar los brillantes papeles de colores. Con cada regalo abierto sus caras se iluminaba cada vez más.

- Sid - dijo su padre - estos regalos de aquí, han llegado esta mañana.

La chica comenzó a coger los regalos, en todos ponía el nombre de la persona que se los enviaba.

"Espero que disfrutes con mi regalo", rezaba la carta de Eras "sólo tienes que decir el nombre del lugar, y te transportarás allí. Estarás toda una semana, con los gastos pagados. Además el tiempo que pases allí, no contará en la vida real.Esto te conducirá a High Mansión, una retirada mansión entre bellos montes europeos, ya que buscas tranquilidad y paz, tendrás excursiones organizadas, amplios banquetes, y atención personalizada"

Sidney desenvolvió un paquete, contenía una hucha en forma de murciélago. "Lori, no tienes remedio" pensó. Su madre puso en sus manos un segundo paquete con una tarjeta "Se que cuando nos contaron la leyenda de la lágrima del fénix, te gustó. Por eso ahora te regalo esto.". Al desenvolver con cuidado el regalo unos finos pendientes de plata, cayeron en sus manos. Estod tenían la forma de una lágrima brillante. "Son las légrimas de un fénix conservadas, te protegerán contra los hechizos".

- Jo, que bonito. Mami, ¡yo quiero unos iguales! - se quejó Jane.

"Aunque en estas fechas no puedas estar con tu vampi, espero que esto te anime" que original, era el regalo de Ashley, una dentadura postiza de vampiro.

- ¡Papá! Aquí dice algo de un vampiro - exclamó Jane.

- No le hagas caso, no sabe lo que se dice - le explicó Sidney a su padre, mientras fulminaba con la mirada a su hermana.

La chica siguió leyendo la tarjeta de su amiga.

"Este otro regalo es un diario. Todo lo que escribas en él, al leerlo se verán imágenes."

"La han traído desde mi país natal" había escrito Matt, en su paquete "allí es típico"

Sidney se rió al desenvolver una camisa de flores.

- Mira, como los surfistas - dijo Jane.

- ¿Es que vas a criticar todos mis regalos? - le preguntó a su hermana.

"Este regalo, abrelo cuando no haya nadie. Es un ojo de lobo, sólo dará buena suerte a la primera persona que mire el ojo"

La chica sonrió, Unziel, tenía que ser él.

- Todavía te queda un regalo, cielo - le dijo su madre, tendiendole un pequeño regalo.

Sidney se fijó en el nombre escrito en el paquete. Una letras menuda con aspecto gótico.

"Jack, se ha acordado de mandarme un regalo"

- Ya lo abriré más tarde, ¿porque no vamos a desayunar? - dijo.

- Si, buena idea.

Mientras se dirigían al comedor, la chica se guardó el pequeño paquete en el bolsillo.

Era ya noche cerrada cuando Sidney acabó de escribir cartas a todas sus amigos, para agradecerles sus regalos. Cuando se dio cuenta de que no había abierto el reglo de Jack. Del papel de color negro, cayó un trozo de papel, rojo como la sangre.

"Je, muy típico de él"

"Siempre me has preguntado que como era yo antes de ser lo que soy. Nunca he querido contestarte, por miedo. Pero creo que ha llegado el momento. Me ha costado mucho conseguir este regalo. Funciona casi igual que un pensadero, pero a diferencia de él, aquí puedes vivir la historia. Podrás saber como era, y por que pasó esto. Sólo tienes que susurrar mi nombre y el tuyo. Nos veremos en el sueño."

Sidney se quedó en silencio, no sabía que decir. Era el mejor regalo que le habían hecho.

- Gracias Jack - dijo a la oscura noche.

"Hoy es 31 de diciembre" pensó Sidney "todavía quedan muchas cosas por hacer"

Subió al desván y fue metiendo en una caja todo lo que necesitaba. Bajó con cuidado por las destartaladas escaleras y entró en el salón. Comenzó a colocar todo mientras tarareaba una vieja canción. De repente se paró. ¿Porqué se acordaba de esa canción? no recordaba haberla oído nunca. Se encogió de hombros y siguió con su tarea.

- Señorita - le llamó Enrietta, la cocinera - ¿este es el menú que quiere para esta noche?

- Si - le contestó la chica, mirando la hoja que llevaba la señora en la mano - ¿hay algo que no puedas hacer? - preguntó preocupada.

- No, todo se puede hacer. Vaya señorita, esto está quedando precioso.

- Gracias, Enrietta.

Con mucho esfuerzo, Sidney, había adaptado el vestido de noche de su antepasada. Ya que Evelyn había hecho un dibujo detallado del vestido que lució esa noche. A las nueve y media, Sidney salió de su habitación. Vestía un vestido negro de raso, y los pendientes que le había regalado Lori, el pelo lo llevaba recogido con una pequeña diadema de plata. Se miró en el gran espejo del pasillo.

"Tal y como estaba dibujado"pensó, y sonrió a su imagen.

Entró en el salón y comenzó a encender las velas (al modo muggle). Este había permanecido cerrado todo el día, nadie había visto como había quedado. La puerta sonó.

"Serán mis amigas, menos mal que se han acordado de llamar a la puerta."

- Yo abro - dijo la chica, y se dirigió a la puerta - ya era hora de que llegarais...

Pero no pudo añadir nada más, el que se encontraba en el umbral de la puerta no eran sus amigas.

- Jack - exclamó, y le dio un fuerte abrazo - cuanto me alegro de que estés aquí.

- Si, bueno, pasaba por aquí, y...

- ¿Te quedas a cenar? Oh, lo siento no debí decir eso...

- No te preocupes, gracias por tu regalo - dijo Jack mostrandole la botella - es imposible perderla - comentó sonriente.

Los dos se dirigieron hacia el salón, pero antes de entrar Jack le agarró por la cintura y le susurró al oído:

- Esta noche estás preciosa, tengo algo para ti.

Y diciendo esto colocó en el cuello de la chica una fina cadena con un colgante en forma de rosa. Sidney sonrió.

- Una rosa para otra rosa.

- Gracias es muy bonito... - dijo mirándole a los ojos - será mejor que pasáramos al salón.

Cuando entraron Sidney le dijo:

- ¿Te gusta? Lo he copiado de unas notas que encontré de una antepasada y...

Pero no pudo seguir, el rostro del chico estaba más pálido de los normal. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, y sus manos temblaban.

- Quien, ... como, ... se llamaba - dijo entrecortadamente.

- Oh, Evelyn, creo que tenía mi edad, cuando celebró esta fiesta.

Al decir esto, Jack la miró con una expresión de temor en sus ojos.

- Lo siento, tengo que irme.

- Pero Jack...

Pero la chica no pudo añadir nada más, el chico salió rápidamente de la casa y se perdió en la noche. Al salir tropezó con Ashley, Lori y Eras, estas cayeron al suelo.

- ¿Qué era eso? - preguntó Eras, intentando incorporandose.

Cuando se levantaron, las chicas entraron en la casa. Y encontraron en medio del salón a Sidney.

- ¿A pasado algo? - le preguntó Lori, al ver la cara de la joven.

- ¿Qué? - preguntó, como saliendo de un trance - no nada. Ya era hora de que llegarais.

- Vaya, que decoración más bonita. Parece que estamos en el siglo XVIII - exclamó Ashley - y que vestido... ¿de dónde lo has sacado?

- Gracias, lo he copiado de unas notas que encontré. Si quieres te las enseño. Ahh, muchas gracias por vuestros regalos - dijo Sidney.

- Lo mismo decimos - replicaron sus amigas.

- Pues a mi si me gustaría ver esas notas - comentó Eras.

Sidney abandonó la sala, para subir a su habitación. Cuando volvió al salón encontró a su hermana Francoise charlando animadamente con su Lori.

- Toma - dijo tendiendole el libro a Eras - pero ten mucho cuidado, es un papel muy antiguo.

Ashley se colocó a la derecho de su amiga para poder observar los escritos.

- Vaya - exclamó Ashley - está todo igual que en el texto.

La conversación de las chicas fue interrumpida por la llegada de los padres y los hermanos de Sidney.

- Cariño - le sonrió su madre- ha quedado precioso.

Sidney sonrió a su madre.

- Estas son mis amigas Lori, Eras y Ashley - comentó señalando a las chicas - y estos mis padres.

Marianne, la madre, se adelantó y las saludó, pero el padre se quedó detrás de su mujer. Observaba a las jóvenes con un rictus desagradable en el rostro. Sidney vio su expresión, pero salvo la mirada de reproche que le lanzó, no hizo ningún comentario. Ya había sido un milagro que su padre había aceptado que las chicas cenaran allí. Ya sería demasiado que encima les cayera bien.

Las chicas se dirigieron a la mesa donde la mesa se curvaba por el peso de los platos, repletos de comida. Había de todo: salmón ahumado, caviar, angulas, percebes, cerdo asado, queso y en el centro de la mesa un gran pavo. De postre había todo tipo de futas escarchadas, tarta de queso y de manzana. Y para ayudar a pasar toda esa comida, ponche, champán y chocolate.

Cuando la cena acabó y comenzaron con los postres, Mark, puso los ojos en blanco se puso de pie y exclamó:

- ¡Veo tres vidas nuevas, y vosotras estáis en ellas!

- Pero que dice este niño - exclamó el padre - deja ya de beber.

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A las once y cuarto, las chicas salieron de la casa para dirigirse al callejón Saere Coeur. Sidney y Ashley se quedaron rezagadas y la segunda preguntó:

- ¿Tu hermano es adivino?

-Bueno, siempre a tenido dotes especiales... para adivinar las cosas. Pero seguro que lo ha hecho para impresionaros.

- Pero cuando ha dicho eso, creo que me ha mirado.

- Vamos, no digas tonterías, no ha mirado a nadie.

Pero los ánimos de Sidney no ayudaron a Ashley, que continuó preocupada el resto de la noche. Cuando por fin llegaron a la taberna, Matt apareció delante de ellas.

- Ya estamos todos preparados, vamos.

Y las guió hacia la parte de atrás de la taberna. Allí por efecto de la magia, se encontraba un gran prado, las luces brillaban por todos los lados. Un gran reloj sobrevolaba la zona. Las chicas cogieron una uvas y se colocaron alrededor de la gente. Matt no se apartaba de Lori, Eras le dijo en tono de burla:

- Te ha tocado el petardo.

- Pues te lo regalo... - mientras decía esto Lori no hacía más que beber.

A las doce todos se felicitaron el nuevo año, pero cuando quisieron felicitar a Lori y a Matt, estos habían desaparecido. La fiesta continuó hasta altas horas de la madrugada. Al final, alredor de las seis de la mañana las chicas, apoyandose unas en otras se dirigieron a la casa de Sidney. Aunque estaba agotada, cuando la chica se metió en la cama no logró conciliar el sueño. Seguía pensando en lo sucedido con Jack. ¿Qué le abría asustado tanto? Alrededor de las ocho, notó como Lori se aparecía en su habitación. Al final cayó en un sueño ligero y perturbador. Pocas horas después, Sidney acompañó a sus amigas hasta el aeropuerto.

- Ya nos veremos en el tren- se despidió Sidney.

La chica se quedó allí hasta que el avión despegó. Desde allí se dirigió al callejón Saere Coeur, y caminó hasta la gran biblioteca. Era la primera vez que iba a esa gran edificación. No pudo dejar de sorprenderse cuando entró en el majestuoso edificio.

- ¿Puedo ayudarla en algo? - le preguntó la anciana bibliotecaria.

- Si, claro. Desearía ver todas las crónicas que se conserven del año 1788.

La señora le miró extrañada.

- ¿Para que necesitas esos datos?

- Es para la clase de defensa contra las artes oscuras - mintió Sidney - del colegio Hogwarts. Nos han pedido que busquemos sucesos inexplicables. Y oí a mis padres, que en ese año hubo un caso bastante extraño.

- Esta bien, acompañame, jovencita.

Sidney siguió a la bibliotecaria por oscuros pasillos, repletos de libros. En ellos pequeños y tétricos personajes investigaban.

- Ya hemos llegado - dijo la señora - año 1788. Vaya, que extraño...

- ¿El qué?

- Mira, fijate - afirmó, enseñandole un gran pergamino - han arrancado la mitad de este sumario - se lo tendió a Sidney - vamos a investigar quien fuer la última persona que vio esto.

Cuando volvieron a la entrada de la biblioteca, la anciana consultó su lista.

- Vamos a ver..., si aquí está - exclamó triunfante - Jacques Sainter.

- ¿Cómo dice?

- Jacques Sainter, fue el último que consultó esto - dijo señalando los papeles que la chica llevaba en la mano - fue en el año 1936.

A la mañana siguiente, cuando amanecía, Sidney saltó de la cama y cogiendo un trozo de pergamino se dispuso a escribir.

"Espero que Lori logré ayudarme"

Cuando acabó de escribir la carta, la ató a la de su lechuza.

- Date mucha prisa, es muy urgente - le dijo.

La pequeña lechuza, movió la cabeza, como indicando que lo entendía y salió por la ventana.

El día 4 de enero, Sidney se despertó pronto, tenía que coger el avión para dirigirse a Londres. Pasaría la noche en las tres escobas, y a la mañana siguiente cogería el tren. Ya había preparado todo su equipaje, pero...

"Será mejor que meta en el baúl, el libro de Evelyn. Aquí hay datos que igual nos sirven de ayuda."

Cuando estaba a punto de bajar a desayunar, el cuervo de Lori apareció de improvisto.

- Kringsten - exclamó la chica.

El cuervo parecía agotado, se desplomó sobre la mesa. Sidney le quitó con delicadeza la carta de la pequeña pata y leyó:

"Querida Sid:

Primero darte las gracias por la nochevieja que pasamos en tu casa; fue fantástica.

No sé que decirte. Recuerdo la historia que contaste sobre los antepasados y en especial sobre ella. Sobre los vampiros he hablado con Rella y me ha dicho que lo más probable es que sí, que haya sido alguno; hemos estado mirando los registros vampíricos, y ¡adivina! En esa época sólo hay cinco vampiros conocidos; Thomas Kent en Inglaterra, Kurt Tokvac en Austria, Horacio Carreiro en Argentina y Moloca Aitsel en Mozambique. Y aquí vine lo bueno en Francia también había uno, y se llamaba Jacques Sainter. Sólo hay pistas sobre Kent estamos en ello, Rella envió una lechuza a su abuelo Jeff (fue el anterior ministro de Magia), para que reuna más información sobre el francés Sainter.

Cuando me llegue la información ya te contaré; pero lo único que se me ocurre es que Jack conozca a alguno de ellos ¿no crees que puede ser alguna leyenda de vampiros? No los se. Ya hablaremos...

Nos veremos pronto. No te preocupes.

XXX

Lori Galdir."

Suspiró después de leer la carta, la guardó en el bolsillo de su pantalón.

- No hay respuesta - le dijo al cuervo - dale las gracias de mi parte.

Kringsten asintió y salió por la ventana. Ya más tranquila bajó a desayunar, sus hermanos ya se encontraban allí.

- Te vamos a echar de manos - le dijo Francoise, dandole un abrazo.

- Yo también, pero el verano llega en seguida, antes de lo que te imaginas.

Cuando acabó el desayuno, se dirigió a la puerta. Allí estaban sus padres les dio un abrazo y se dirigió hacia el coche.

- Hasta el verano - se despidió.