¿Te atreves a continuar?
Todo estaba en tinieblas, oí unas conversaciones amortiguadas por las paredes.
"Abre los ojos, no te puede ocurrir nada malo, sólo es un recuerdo" me dijo una voz en mi cabeza.
Lentamente abrí los ojos, estaba sentada ante un pequeño tocador. Sólo una pequeña vela, situada a mi derecha, alumbraba la habitación. Una joven con unos hermosos ojos azules me devolví la mirada. Su pelo rubio caía desordenada por su espalda, y algunos mechones tapaban su cara. Alargué m mano, y retiré el pelo de mi cara... de la suya.
- ¿Quien eres? - le pregunté, como esperando una respuesta.
La joven del espejo se rió y con sus blancas manos cogió un pequeño peine de plata. Me giré como buscando a la joven, pero no hay nadie más en el dormitorio. Volví la mirada con temor y contemplé el espejo. En el la delicada muchacha hay dejado de peinarse, lucía una magnífico peinado. Como guiada por un impulso, elevé mi mano hacia mi cabeza. Reprimí un grito... llevaba su mismo peinado. Unos suaves toques en la puerta resonaron en toda la habitación y a continuación, una criada, entrada en años, vestida de negro penetró en la oscura habitación.
- Ya es hora de que se vista, señorita - me anunció, y se dirigió hacia un armario - su regia madre opina que con el vestido verde de raso estará encantadora. ¿Que opina usted?
- ¿Cómo... qué dices? - dije mirandola.
Ella se acercó a mi, a la luz de la vela, mi cara debía ser asombrosamente pálida, porque...
- Dios mio, señorita, parece como si hubiera visto un fantasma - afirmó, en su cara se reflejaba la preocupación - ¿Desea que avise al doctor Dupuin?
- No Anne, estoy perfectamente...
Pero no pude continuar, al oír su nombre la mujer pareció tranquilizarse. Se dirigió hacia la chimenea, allí se arrodilló ante ella. Y sacando una caja de fósforos de su delantal, encendió el fuego.
- Esto ya es otra cosa - dijo, más para ella misma que para mi - bueno¿que vestido va a lucir esta noche?
- Perdona, se que te parecerá una pregunta estúpida, pero... ¿qué día es hoy?
- Señorita¿seguro que se encuentra bien? Hoy es 31 de diciembre.
Me levanté del tocador y me acerqué a ella, se encontraba junto a un precioso armario de caoba. Dentro había extraordinarios vestido, ella los recorrió con la vista hasta que encontró el que deseaba. Su mano se acercó al traje, pero yo la detuve...
- Espera - Anne se detuvo - saca ese.
Ella cumplió mi orden, y colocó en la cama un vestido negro de raso. El escote en forma de uve, acababa rematado por una pequeña rosa de plata, a modo de broche. Carecía de mangas tan sólo unas pequeños trozos de gasa, descansarían sobre los brazos desnudos.
- No creo que su padre apruebe ese vestido - me reprocho la mujer.
- ¿Porqué, no? - pregunté inocentemente.
- Como si no lo supiera... - al ver mi cara de extrañeza me aclaró - este vestido fue un regalo del pintor Sainter. Ya sabe que a sus padres no les agrada, sería mejor que aceptara regalos del distinguido señor Laforet...
- ¿Espera un momento, has dicho Sainter?
- Si eso he dicho, por eso no creo que sea conveniente que enfade a su padre precisamente este noche y...
- Ayudame a vestirme - le ordené a la señora.
- Si, señorita.
Cuando acabó salió de la habitación sin pronunciar una sola palabra más. Mientras yo me senté lentamente en el borde de la cama.
"Está bien cálmate, puedes controlar los recuerdos de este joven, sea quien sea. Esto me puede ser de utilidad. Y parece ser que conoce a un vampiro bastante famoso. ¡No hay porque ponerse nerviosa!" pensé.
Mis pensamientos fueron interrumpidos, alguien llamaba quedamente a la puerta.
- Adelante.
Una joven de no más de 14 años entró, y cerró la puerta tras de sí.
- Señorita, el señor Laforet y el señorito Sainter han llegado. Y si me permite la observación, el señorito está muy puesto esta noche.
- ¡Claro que no te lo permito! - exclamé, ni siquiera pensé la contestación ¿porque me había importado tanto esa observación?
- Perdone señorita - se disculpó la chica - será mejor que baje al salón, los invitados comienzan a llegar.
Y se dirigió hacia la puerta.
- Espera, Julie, lo siento, no se que me pasa hoy.
- No pasa nada - sonrió - hoy es su gran noche- se acercó y cogió mi mano- seguro que esta noche el señorito le pide en matrimonio.
- Si, seguro que si - dije quedamente.
A las siete salí de la habitación, tenía la sensación de haber estado allí antes. Recorrí el largo pasillo hasta las escalera principal. Me paré delante de un gran espejo, que adornaba la pared y miré mi reflejo. Una joven de delicados rasgos, me sonreía, ahora su rubio cabello esta sujeto por una fina diadema de plata. Alguien apareció silenciosamente a mi lado, pero por extraño que parezca no me asusté, pero yo sabía quien era. Se colocó a mis espaldas y con su brazo rodeó mi cintura, pero su cara permaneció entre las sombras. Una voz conocida me susurró al oído.
- Esta noche estás preciosa, tengo algo para ti.
Y sin decir una palabra más colocó en mi cuello una fina cadena de plata, el colgante quedaba fuera de mi vista ya que estaba tapada por su mano que se encontraba en mi hombro. Alargué una mano enguantada hacia la suya pero, antes de que nuestras manos se rozaranél la retiró. Y una pequeña rosa de plata se deslizó por mi cuello. Me llevé una mano a la boca intentando reprimir un grito. Él interpretó esa señal erróneamente, como de emoción. Por eso me dijo:
- Una rosa para otra rosa. Luego nos vemos - y después depositó un beso en mi cuello.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, las piernas me temblaban y tuve que apoyarme en la pequeña consola, situada debajo del espejo. Una delicada música de piano, acompañada por los acordes de un solitario violín, ascendió por la escalera acompañada de las risas de las personas que bailaban. Esa melodía... yo la conocía, es la que Jack tarareaba siempre. Con ese pensamiento de que podría verle, me armé de valor, me aparté del espejo y descendí por las escaleras. Cuando llegué al salón, caminé entre las parejas que bailaban en el centro de la habitación. Me dirigí hacia una gran ventana, y desde allí observé. Los caballeros al pasar por mi lado me saludaban con una inclinación de cabeza. Las elegantes damas, cuando me veían se apresuraban por hablar conmigo. Extrañamente sabía los nombres y gustos de aquellas mujeres. Mantenía una fascinante conversación, sobre como debe bajar una señorita de un carruaje, con la mujer del alcalde cuando...
- Disculpeme señora Pompidu, debo ir a saludar a alguien.
- Oh, claro querida - me contestó la señora, claramente disgustada.
Rápidamente me acerqué al joven que había atraído mi atención. Mientras la música, se había detenido.
- Jack - le llamé, el aludido se paró pero me miró con cara de preocupación - no sabes cuanto me alegro de verte.
- ¿De veras, señorita Delacroix?
Al oír su contestación comprendí que no debía haberle tratado con tanta familiaridad.
- Disculpeme, señor Sainter. Espero no haberle ofendido.
- Nada de eso, todo lo contrario - me contestó, con formalidad, esbozando una sonrisa - ¿Me permite este baile? - dijo mientras me cogía la mano, y hacía una reverencia.
- Por supuesto - repliqué.
La melodía volvió a sonar y comenzamos a bailar un vals.
- ¿Porqué hablabas con esa delicadeza? - le dije con burla.
- No te rías, tú padre nos está observando, me pareció prudente no demostrar nuestros sentimientos en público.
Mi mirada recorrió el salón, cerca de la pista de baile descubría a un hombre de unos cincuenta años. No dejaba de mirarnos y en su mirada había una nota de reproche. A su lado se encontraba un hombre más joven, era guapo, aunque su pelo comenzaba a blanquear en algunas zonas. Él inclinó la cabeza, a modo de saludo, yo hice lo mismo. Cuando Jack se dio cuenta de a quien saludaba la miró con rencor y me acercó más hacia él.
- ¿Te pasa algo con el señor Laforet- le pregunté al examinar su mirada.
- ¿Qué, no claro que no... Pero no te acerques a él.
- Pero¿porqué?...
- No es de fiar, y no me preguntes nada más.
No añadí nada más, pero su respuesta me dejó intranquila.
- ¿Porqué no salimos al jardín? Allí podremos hablar con tranquilidad.
- Claro - dije entre susurros - ve tu delante, yo te seguiré.
Jack se dirigió hacia una puerta medio oculta por una cortina. Pero de improvisto, todo se paralizó. Pero yo podía moverme... una voz resonó en la silenciosa sala.
"El viaje finaliza aquí, para salir diga su nombre. Le damos las gracias por habernos escogido"
Miré una última vez en derredor mio, y abrí la boca para pronunciar mi nombre cuando un cuadro llamó mi atención. En ella una joven rubia de grandes ojos azules, aparecía retratada. ¡Era la joven que yo veía cada vez que miraba en el espejo! Mis ojos recorrieron todo el cuadro a gran velocidad y descubrí que en la base del marco se encontraba escrito un nombre. Corrí hacia donde se encontraba y con temor leí el nombre: "Evelyn Delacroix".
- ¡No, no puede ser! - exclamé - necesito seguir con el viaje - chillé desesperada.
"No poseemos esos datos. Por favor diga su nombre".
Haciendo caso omiso de la voz que me hablaba, me dirigí hacia la puerta por la que había desaparecido Jack. Cuando estaba a punto de atravesar la puerta, una fuerza invisible me empujó hacia tras. Caí al suelo con un ruido sordo.
- Esta bien, ya me marcho. Sidney Mcneill.
Las imágenes desaparecieron, y una neblina blanquecina llenó la habitación. Lori cerró el diario, no podía creer lo que había visto.
