A quien investiga, Dios le castiga

Clara mañana, fue la que siguió a la eterna noche de Horatio Kane, dentro de la ruinosa tienda de campaña. Dumbledore intrigado con sus investigaciones, se acercó al jardín donde Snape lo había acomodado. H estaba delante de lo que había sido su cama, con una pringosa lata en conserva que devoraba como una manada de lobos hambrientos...

- Señor Kane, ¿no cree que sería mas apropiado comer con nosotros en el gran comedor? - le comentó el viejo mago mirando por encima de sus gafas de media luna - somos hospitalarios con los huéspedes.

- Rechazo la invitación, los duros detectives como yo no podemos permitirnos tales lujos - sentenció su ruda voz, aunque los vidriosos ojos que escondía detrás de las oscuras gafas de sol, indicaban algo bastante distinto.

- Como desee - se resignó Dumbledore - no he venido aquí para eso, como director del colegio y encargado de su protección, creo que es excesivo que alguien como usted se pasee con impunidad por el castillo, el suceso se solucionó de manera propicia, pero ya que el Ministerio le ha mandado hasta aquí y no puedo hacer nada contra eso, le comunico que sólo tiene tres días, no mas, para investigar cuanto guste, pero tenga cuidado, este lugar encierra múltiples sorpresas... - concluyó al fin, con un tono irónico no exento de malicia en sus sabias palabras.

El investigador no contestó las desafiantes palabras del mago, pero la sonrisa de autosuficiencia que mostró en su rostro tras la marcha de Dumbledore, parecían indicar a todas luces, que no eran necesarios tantos días, para llevarse lo que había venido a buscar...

El día en el colegio empezó como siempre, los madrugones sentaban muy mal a todos, especialmente a Draco, que ya iba quejandose de todo por uno de los pasillos en dirección a la clase de encantamientos, las chicas iban por detrás de el, pero oían sus gritos sin dificultades...

- ¡Estoy harto! el año que viene me cambio de horario, no puedo madrugar tanto, mi padre no lo consentiría si se enterara de tal maltrato hacia mi persona...

- Ufff, me empieza a doler la cabeza de sus berridos, ¿como puede ser tan crio? - comentó Ashley, mientras se masajeaba las sienes con cara de concentración.

- Eso se arregla en un segundo, ji ji ji - la mirada brillante y malévola de Eras ocultaba una pequeña trastada digna de Peeves.

Las chicas no entendieron a que se refería porque la chica no estaba haciendo nada raro, cuando de repente el grito agudo de Draco se oyó por todo el pasillo, el joven de Slytherin estaba empapado de agua helada, un viejo cubo de madera cayó sobre su melena dorada al abrir la puerta del aula. Las risas de los alumnos ahogaron por un momento los alaridos de chico, pero tanto alboroto terminó por atraer a los profesores. Zera y McGonagall se acercaban por las escaleras, rumbo a sus clases cuando llegaron al caos del pasillo.

- ¡Ya basta! - gritó McGonagall con su anciana voz, y el silencio se hizo - todo el mundo a sus respectivos quehaceres no quiero ver a nadie fuera de clase a deshoras.

- ¿Qué te ha ocurrido? - preguntó Zera acercandose a Draco.

- ¿Es que no lo ve? ¡Algún sangre sucia me ha empapado!¡podía haber sufrido graves lesiones en la cabeza con ese cubo! - las quejas del joven no paraban ante la atenta profesora, que sin mediar palabra y con un golpe de varita seco la ropa del joven.

- Ya esta, puedes unirte a las clases como uno mas - le respondió sonriente mientras le besaba suavemente en la mejilla.

Los colores rojizos que aparecieron en las mejillas de Draco, fue la única respuesta que obtuvo del chico mientras se dirigía sumiso a la clase como Zera le había ordenado.

- ¡Sera guarra! se cree que por comportarse así, va a obtener lo que busca - comentó Sidney echa un manojo de nervios.

- Pues parece que lo ha conseguido bastante bien - afirmo Lori observando a Draco caminar con una sonrisa tonta en la cara.

- ¿Acaso te importa ese chico? - la voz firme y oscura de Jack se oyó justo a la espalda de Sidney, la joven levantó la mirada sorprendida y se encontró con sus fríos ojos marrones, ruborizada por la penetrante mirada sólo pudo bajar la cabeza desconcertada y angustiada por haber ofendido al joven.

Las primeras clases fueron grises para todos, Eras después de su broma no aguantó demasiado y acabó apoyando su mejilla en el pupitre, para entrar en un estado de somnolencia. Mientras los alumnos amenizaban sus horas escolares, Horatio Kane circulaba con libertad por el castillo, observando todo con meticulosidad, estaba buscando algo con sus cincos sentidos y presentía que no estaba solo...

Con tranquilidad siguió avanzando por un sombrío pasillo, hasta que se detuvo frente a una pared, no había nada en ella, tan sólo las viejas piedras que la componían, pero H acerco su cara al frío muro y respiro hondo.

- Vampiro - fue la palabra que salio de sus labios tras expulsar el aire inhalado - mmm... señor director hace muy mal en esconder a criaturas peligrosas en un colegio de niños, el Ministerio no lo consentirá,... hay que cazarlo - pensó Kane mirando con odio la pared que tenia frente así.

- ¿Se puede saber que hace? - la misteriosa voz del profesor Snape, consiguió amedrentar el corazón del investigador, interrumpiendo sus hostiles pensamientos.

- Tan solo contemplo la impecable mampostería de la pared, es una obra de grandes arquitectos, ¿no cree profesor? - le respondió recuperando la compostura.

- Los esclavos son los mejores arquitectos del mundo, sin duda - las cortantes palabras del profesor resonaron por el pasillo - será mejor que no se dedique a contemplar el arte y se meta en su trabajo.

- No se preocupe tanto por mi, señor Snape... por cierto a que hora se come en este colegio? - preguntó melosamente mirando por encima de sus oscuras gafas.

- No tenia ni idea de que fuera un invitado digno de tal honor...

- Pregunteselo a su adorado director - cortó H con audacia.

- Justo al mediodía - respondió finalmente con una mirada de odio - espero que nuestra comida sea de vuestro agrado - sentenció mientras se alejaba al rítmico movimiento de su capa.

- No se preocupe profesor, la disfrutare mucho... - pensó Kane, una risa eufórica dominaba su interior, estaba cerca de lo que buscaba.

El inspector decidió dar un tranquilo paseo por los alrededores como los grandes cazadores que tienen acorralados a sus presas, contempló por primera y ultima vez la magnificencia del castillo bajo los radiantes brillos del sol invernal, realmente era un lugar mágico.

Cuando en sus oídos empezó a resonar la algarabía de cientos de muchachos que reían y corrían de un lugar a otro del castillo, en dirección al gran comedor supo que había llegado la hora, dejo de contemplar con estupor un viejo cuadro medieval, y se dirigió con paso firme a la entrada del castillo, los jóvenes que le precedían ignoraban que estaban siendo objeto de estudio por su parte, la pesadez de las clases los había adormilado demasiado como para darse cuenta de ello, y disfrutaban de su rato de ocio antes de seguir con la rutina.

- Veo que se ha decidido a acompañarnos finalmente, querido inspector - dijo una voz a sus espaldas, cuando H observaba desde la puerta el gran comedor.

- Tiene buenos informadores, señor director - insinúo Kane al girarse y mirarle la demacrada cara que los años había ido devorando.

- Ya se lo dije, el castillo esconde muchos secretos, y yo solo conozco unos pocos - su sabia voz, siempre se adelantaba a los pensamientos mas suspicaces de Horatio - acompañeme le enseñare su sitio - Dumbledore le condujo hasta la mesa de los profesores, donde estaban todos reunidos charlando tranquilamente, Kane se sentó al lado del director.

- Buena comida, la que sus elfos nos ofrecen pero me gustaría charlar de un tema en cuestión...

- ¿Que os parece, tenemos al gran inspector en nuestro comedor, ¿que buscara en el colegio? - preguntó a sus compañeros de mesa Draco, con su habitual malicia.

- Yo solo espero que se vaya pronto, todo se arregló bien - comentó Lori con tono serio.

- ¿Te refieres al desmayo de la pija Griffindor?

- No hables de ella así, es muy simpática, Draco.

- Si, y también una sangre sucia, ¡odio a ese tipo de gentuza y encima Griffindor! como Potter - su cara se oscureció al decir el temido apellido.

Harry, estaba comiendo tranquilamente junto a Ron como siempre, aquel año no había sido tan movido para el como los anteriores, o al menos eso parecía a simple vista. Sidney, la pija Griffindor como la llamaba Draco, estaba a la izquierda de Harry, aunque al principio a penas se dirigían la palabra, con el tiempo ambos mantenían una cordial amistad, pero Harry todavía no confiaba en ella tanto, como para rebelarle sus mas oscuros secretos.

- ¿Ocurre algo Jack? - preguntó Lori con la mirada sombría, el mortecino joven casi no había apartado la mirada de la mesa de los profesores, donde Horatio charlaba tranquilamente.

- Absolutamente nada - las secas respuestas de Jack eran de sobra conocidas por la avispada joven, que aun así mostraba cierto respeto por la reserva del joven, Lori solo articuló una sonrisa de comprensión y siguió con su comida.

Pronto llegaron las clases de la tarde, y aunque todos estaban en sus aulas, había una persona que se rezago, Horatio Kane entró con prudencia al cuarto de baño del segundo piso, allí lavandose las manos estaba Jack, la presa buscada por todos, sólo por el conocida.

- Je, por fin te encuentro, escurridizo gusano - las gafas de H no podía ocultar ya, su cara corrompida por la locura.

- No se de que esta hablando, señor inspector - respondió Jack tranquilamente, pero poniendose en alerta.

- No te hagas el inocente conmigo, la chica no sufrió ningún desmallo, fue mordida por un vampiro.

- Si usted lo dice, puede creer lo que quiera yo tengo clases, buenas tardes - respondió el joven tajante molesto por la conversación.

Yo fui quien guíe a Ruby para que se robara la botella... - confesó al fin, cuando Jack tenia la mano sobre el picaporte de la puerta - he venido a por mi presa... ¡ja ja ja, jua jua jua! - las risotadas de H se oían ya por todo el castillo...