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Estaba sentado, pasando por entre los dedos de una mano los de la otra; pronto llegaría el momento de abandonar para siempre esa habitación en la que el tiempo transcurría más lento de lo normal, o quizá todo sucedía más rápido en el lugar donde vivía una vez que entraba ahí... No comprendía del todo el funcionamiento de la habitación del tiempo, a pesar de las veces que el Kamisama intentó explicárselo.

—¿Qué piensa, señor Goku? —le preguntó Uub y se sentó enfrente de él, en la otra cama.

El joven al que Goku ahora veía no era el mismo chico que inició con el entrenamiento años atrás. Su estatura, musculatura y conocimientos de combate habían crecido notablemente; ahora era un digno contrincante para cualquiera. Eso sí, a pesar de los años, seguía conservando su generosidad tan característica. No importaba en qué momento, ya fuera durante los entrenamientos, en las comidas, o en una de tantas y largas conversaciones: en la mirada de Uub, Goku podía descubrir aquella bondad intacta.

—En muchas cosas —contestó el Saiyajin, sin dejar de ver sus dedos entrelazados.

—Eso no es normal en usted.

—¿Uh?. ¿Qué quieres decir? —ahora Goku puso sus manos sobre sus rodillas y miró a Uub a los ojos; no descubrió nada de malicia. Nunca la había.

—Últimamente ha estado muy pensativo. Sigue siendo la misma persona, pero algo le está pasando.

—Creo que sólo necesito tomar un buen descanso.

—Ha de extrañar a su familia ¿no es así?

—Así es. Aunque durante este tiempo he podido verlos y estar con ellos, creo que tú y yo hemos terminado con el entrenamiento justo a tiempo —dijo, rascándose la cabeza—. Uub¿estás listo?

—Sí, señor Goku.

—Entonces... salgamos de aquí —sonrió.

Maestro y discípulo cruzaron juntos por última vez aquel umbral que unía dos dimensiones de distinta naturaleza, y con eso cerraron un largo episodio de sus vidas; no podrían rescribirlo, tan sólo leerlo a través de los recuerdos.

Cuando ya se hallaron de nuevo en su mundo, presintieron que las cosas no marchaban bien; la actitud solemne de Mr. Popo los preocupó aún más.

—Señor Goku, joven Uub... Kamisama los está esberandos —dijo con seriedad.

—¿Pasa algo malo, Mr. Popo? —le preguntó Goku.

—Es mejor que Kamisama les esblique.

—Debe estar allá afuera—dijo Uub.

El hombre del turbante asintió. Sus labios rojos permanecían ligeramente curveados, dándole una expresión de tristeza.

Goku y Uub se dirigieron hacia el exterior, dejando atrás a Mr. Popo. Al salir, se vieron envueltos en la noche, pero pronto se acostumbrarían sus ojos a la oscuridad y verían a Dendé en el borde del suelo, dándoles la espalda; pensaba en las palabras que usaría para comunicarles la pésima nueva.

—¿Sucede algo, Dendé? —preguntó el saiya.

—Es una pena que, justo ahora, suceda todo esto —decía el Kamisama sin perder de vista el horizonte —. Pero así es y tenemos que actuar.

Dendé dio la media vuelta y se acercó unos cuantos pasos.

—Goku, tenías planeado volver con tu familia y vivir una vida tranquila, pero me temo que eso no será posible... por el momento—el Kamisama medía la reacción del Saiyajin, el cual parecía desconcertado; deseaba contarle los acontecimientos de la mejor manera, mas no estaba seguro de poder lograrlo— Así como alguna vez individuos como Cell y Freezer amenazaron la paz y la vida en la Tierra, ahora otro ser hace exactamente lo mismo.

—¿De quién se trata? —inquirió Uub.

—No nos ha revelado ni su nombre ni su apariencia... Pero ya sabemos lo que ha hecho hasta el momento. Y por lo visto, no podemos subestimarlo: no a alguien capaz de acabar con dos guerreros Saiyajin de la manera en que lo hizo.

Un par de bocas y cuatro párpados se abrieron para formar gestos incrédulos. Dendé aspiró hondo; explicarles lo sucedido no sería nada agradable, pero no le quedaba otra opción.


—Regreso en unos minutos —dice Pan, antes de cerrar la puerta y dejar sola a su abuela.

Milk se pone de pie y se acerca a la ventana sobre el fregadero; muy poca luz entra por ésta y pronto tendrá que encender las lámparas o ya nada se va a ver: las formas de los muebles, de las paredes, de los utensilios de cocina y de ella misma empiezan a confundirse unas con otras y se mezclan en la oscuridad. Al asomarse, la mujer ve un sol incompleto al cual le faltan pocos minutos para ser engullido en su totalidad por la tierra lejana. De pronto, distingue algo más que el paisaje. Ya no algo, sino alguien. Se cubre la boca con las manos. Llena sus pulmones de aire en un suspiro. Ojos bien abiertos. Y sin pensarlo más, sale de prisa hacia fuera, a su encuentro. Va tropezándose con la falda aparatosa, agitando los brazos para no perder el equilibrio y sintiendo el peso de los años sobre su espalda y sus piernas. Cuando lo tiene enfrente, la mujer está exhausta, con los ojos llenos de lágrimas y con un nudo en la garganta que se aprieta más y más como si se lo jalara por los extremos.

—Milk... yo... —comienza a decir Goku, pero no tiene oportunidad de terminar.

Aquel día, la joven se dio media vuelta y comenzó a correr rápidamente, huyendo del saiya que poco tiempo atrás se había convertido en su marido.

—¡No, Goku! —gritaba mientras soltaba la carcajada y era perseguida.

El saiya se fue tras ella; la pudo haber alcanzado en un santiamén, pero prefirió seguir con el juego y echar la carrera como ella; nada de volar.

—¡Te alcanzaré!. ¡No huyas! —reía él también.

Milk rodeó la casa y se metió entre unos árboles cercanos; daba brincos para esquivar las manos captoras de Goku, las cuales de repente lograban rozar su vestido o tomarlo con algunos dedos por unos instantes.

—No... no lo lograrás —dijo ella, jadeante. Una vez que se detuvo le dio la cara al saiya y pensaba como escaparía de él ahora— No te dejaré hacerlo.

Ambos, ya excitados por los jadeos del otro, el juego y las risas, morían por desprenderse de las ropas, tumbarse en el césped y entregarse mutuamente justo ahí, en medio de aquellos árboles, con la misma libertad que los animales silvestres.

—Ríndete ¡estás perdida!

—Sé muy bien lo que quieres, pero no vas a conseguirlo tan fácilmente esta vez, créeme —dijo, y riéndose emprendió la huida otra vez.

Cuando Milk está cerca de la puerta de la casa, Goku la toma por el brazo.

—¡Suéltame! —le grita la mujer, sacudiendo su brazo para liberarlo, dándole la espalda en medio de la noche que apenas comienza.

—¡Milk!. ¿Por qué me tratas así?

—¿Por qué? —voltea a verlo con mirada crepitante.

Goku ya no ve a la joven con la que retozaba entre los árboles y no entiende el enfado de la energúmena que ahora le reprocha quien sabe qué y quien sabe por qué.

—Pudimos estar juntos, tranquilos al fin. Ya no tenías que pelear contra nadie —dice Milk, conteniendo su llanto— ¡Pero no!. ¡Uub fue más importante para ti que tu propia familia!. ¿Sabes lo que fue para mí esta intermitencia que duró todos estos años?

Goku piensa que lo mejor es guardar silencio y dejar que su esposa se desahogue, pues no sólo tiene un carácter difícil y es casi imposible hacerla entrar en razón cuando se pone así, sino que además ha perdido un hijo ese mismo día, al igual que él.

—Cuando te quedabas en casa, lo único que querías era volverte a ir. Y cuando te ibas, yo me quedaba esperando que regresaras otra vez. ¡Goku!. ¡Si tú hubieras estado aquí...! —se interrumpe a sí misma, porque escucha otros gritos más fuertes que los suyos.

¡Abuela!. ¡Abuelita1. ¡Alguien ayúdeme!


—Regreso en unos minutos —dijo Pan, antes de salir del a casa de su abuela.

Pan caminó acelerada hacia su hogar, y le extrañó ver todas las luces apagadas; era sólo cuestión de minutos para que a su casa la engullera la completa negrura. Ya no veía, sino más bien escuchaba los árboles mecidos por el aire y la hojarasca al ser arrastrada. Su cabello parecía querer desprenderse de su cabeza y echarse a volar al ser golpeado por el viento, el cual silbaba como lo había hecho en la mañana del mismo día: llorando por la presencia de la muerte.

—Debo darme prisa —murmuró la chica, ante la puerta.

La ventanas negras, que no revelaban el interior de la casa, sembraron en Pan un mal presentimiento.

—¡Mama!. !Ya llegué! —gritó, mas no hubo respuesta.

La joven contaba con encontrar a su madre ahí a esas horas; después de encender las luces del primer piso, buscó en vano alguna nota pegada al refrigerador o puesta debajo del florero que adornaba la mesa de la cocina. Esto no es normal, pensó la chica, e intentó iluminar el segundo piso accionando el interruptor al pie de la escalera, pero no funcionó. Clac clac clac y nada. Podía ver los primeros escalones, pero los últimos sólo los dedujo.

—¿Mama?. ¿Estás ahí?. ¡Contéstame! —gritó Pan, con voz quebradiza— Tendré que subir...

Pisó el primer escalón, pero se detuvo cuando vio que la iluminación comenzaba a parpadear. Finalmente se apagó por completo y Pan quedó completamente ciega. No sabía que el lugar podía sumirse en tal oscuridad.

—¿Mama?. ¿Eres tú? —preguntó, después de oír una perilla girando y el rechinido de una puerta que se abría por completo: la del cuarto de Videl; pero los únicos pasos que se escucharon después fueron los de Pan mientras subía las escaleras.

Se tuvo que sujetar del pasamanos, y una vez que subió los escalones, tanteó los muebles y las paredes hasta que llegó a la habitación de su madre. Como no podía hacerlo con la vista, buscó con su mano el apagador en la pared. Cuando lo encontró, sintió que se empapaba de un líquido tibio que le dio asco. Encendió la lámpara del techo. Ahí estaba su madre: sentada en el piso, con la espalda recargada en la cama y mirándola fijamente. Sus ojos estaban intactos y parecían vivos. Pan sabía que no podía ser así y no se quedó para comprobarlo. Era obvio que Videl no podría sobrevivir después de derramar tanta sangre sobre el suelo, las paredes, los muebles, su propio cuerpo... Esa sangre, el espejo hecho añicos, los añicos regados por el suelo, los muebles caídos, las manos desgarradas por las que se asomaban algunos huesos, el retazo de mejilla ausente que revelaba dientes ensangrentados y otros tantos arrancados, el cuello lacerado y la carne saliendo por las cortaduras, daban una idea de lo cruenta que había sido la batalla librada contra el agresor. Tan sólo una idea.