9
Respiró hondo. No podía creer lo que estaba a punto de hacer. Había llegado a la Corporación Cápsula minutos antes y, aunque todavía no se hallaba cerca de aquella oficina cuya puerta ahora no se atrevía a tocar, su corazón ya palpitaba de emoción, Lo vamos a ver, le decía éste, y ya verás tú como el sueño que tuviste el otro día comienza a hacerse una realidad; nos va a mirar como siempre lo hace, con esos ojos azules que no tiene ningún otro chico; apúrate, que ya lo quiero tener cerca,. ¿no quieres eso tú también? Claro que sí, contestaba ella, ya lo quiero ver, pero esta vez es diferente, Seguramente lo piensas por lo del plan, porque ahora vienes con otras intenciones, pero no te preocupes, nos dirá que sí, todo saldrá a la perfección; vamos, date prisa, que ya no aguanto, Ojalá todo salga bien como tú me haces pensar.
—¿Hola?. ¿Hay alguien ahí dentro? —preguntó la chica, mientras tocaba la puerta de la oficina. Por unos instantes, deseó que nadie le contestara; de ese modo hubiera podido irse y los nervios se habrían relajado, por lo menos durante ese día.
—¿Pan, eres tú?. ¡Pasa!
Así lo hizo, no había marcha atrás —o sí la había, pero en realidad querías que esto siguiera, que la fantasía te engañara el mayor tiempo posible—. El plan que Bra había confeccionado en sólo minutos, y tomaría días para llevarse a cabo, le pareció descabellado. Muy simple en teoría, pero con pocas probabilidades de éxito. En realidad, las chicas nunca hablaron sobre lo que esperaban conseguir con todo esto, por eso Pan se sintió ridícula cuando entró a la oficina del Presidente de la Corporación, el cual se hallaba revolviendo infinidad de papeles que tenía en los cajones de su escritorio.
—Siéntate, por favor —le dijo el muchacho, metiendo casi a la fuerza todos los documentos en un cajón que se resistía a cerrarse— ¿Qué te trae por aquí?
—Quiero que me invites a cenar o a hacer algo por la noche —dijo la chica, sin más.
—¿Qué?. ¿Y por qué habría yo de hacer eso? —le preguntó el joven de los cabellos alborotados.
—¡Porque... tienes que hacerlo! —contestó Bra, un poco enfadada, queriendo aparentar buen humor.
—Hay tantas chicas lindas a las que puedo invitar a cenar o a algo más; sigo sin entender qué te hace pensar que tienes una oportunidad —se burló Goten.
El chico vio la nave de Bra sobrevolando Ciudad Satán, y de pronto ésta había aterrizado a unos cuantos metros de él. Cuando vio a la chica caminando con ese gesto de exagerada determinación, supo que algo tramaba y él, por supuesto, aprovecharía las circunstancias para divertirse un rato a expensas de la "Princesa Saiyajin".
—A veces eres insoportable —dijo Bra y, en el acto, recordó la razón que la había traído a ese lugar; se tomó un trago de amargo orgullo— Pero aún así... Me encantaría salir contigo. ¿Te parece bien este fin de semana?
—No entiendo porqué quieres salir conmigo,. ¿qué bicho te picó? —decía el muchacho, con las manos en su nuca, sin dejar de caminar; lo hacía con la intención de alejar los más posible a la chica de su nave.
—No iremos solos; también irán Goten y Bra —explicaba Pan, quien ya se había puesto de pie y miraba hacia el exterior a través de la pared de cristal.
—Me parece muy bien —Trunks se puso de pie y se acercó a la chica—. Hace semanas que no nos vemos y sería divertido ir los cuatro a alguna parte para conversar.
Conversar y quizá algo más, No lo creo, otra vez me habla como si fuera su pequeña prima, Claro que no, esta vez su mirada es diferente, incluso yo lo noto un poco nervioso y, por si no te has dado cuenta, ya nos dijo que sí, lo logramos, Yo no estoy tan segura, a mí me parece que no siente lo mismo, Si necesitas una prueba, ahora es el momento de conseguirla, Y cómo voy a hacer eso, Bésalo, no hay método más eficaz para saber que alguien te corresponde que besar a esa persona a solas, Estás loco, pero te creo; tus latidos afectan mi cabeza y mi lógica, Eso es normal; por algo soy tu corazón.
—¡Detente! —le ordenó Bra al joven— Me has hecho caminar bastante y todavía no me dices si irás o no.
—Está bien, me rindo —Goten rió.
—¿Qué te parece... pasado mañana en la noche?
—No tengo inconveniente.
—Muy bien. Entonces, Pan y yo los esperaremos en la Corporación.
—¿Y a dónde quieres que las llevemos?
La chica vio a Goten con más detenimiento que otras veces. Ese rostro de aparente ingenuidad, que escondía su verdadera habilidad para hacer que las mujeres se rindieran a sus pies, le pareció más atractivo que nunca. ¿Se estaba forzando a ella misma a enamorarse de él o lo hacía de modo natural? Quién lo sabía. Por unos momentos, la idea de noviar con aquel chico no le pareció tan mala. Se le formó en el rostro una sonrisa auténtica; le salió involuntariamente, así como el espontáneo brillo en sus ojos.
—Decide tú a dónde quieres llevarme —dijo, olvidando a la otra pareja que, según el plan, los acompañaría—. Yo iré con todo gusto.
—¿Sabes? Soñé contigo el otro día —le confesó Pan, al joven de cabellos violeta.
Bajó la mirada, ruborizada, y envolvió con una mano la otra. ¿Qué estaba haciendo? Sólo había sido un sueño y, aún así, la chica albergaba la esperanza de que algo en él hubiera sido real. Añoraba esa sensación de placentero escalofrío bajándole por la espalda, haciendo que cada uno de sus vellos se erizara. Sólo los besos de aquel joven y sus palabras endulzadas de un cariño poco usual en él, podían hacerle experimentar dicha sensación. ¿No era una lástima que sólo sucediera mientras dormía? Un Trunks en sus sueños y otro en la realidad. Y lo peor de todo es que no sabía si eran la misma persona.
—¿Sí?. ¿Y qué pasó? —preguntó él, con curiosidad.
—Me dijiste que aquello no era un sueño. Y que tú soñabas lo mismo también —musitó, y tuvo el valor suficiente para mirarlo a los ojos, los cuales la atrapaban siempre en su claridad.
—Eso es curioso —decía él, rozándose la barbilla con el pulgar y el índice—. Sin embargo, es probable que te haya dicho la verdad —sonrió.
Durante esos segundos, en los que ambos guardaron silencio, se miraron sin interrupción y respiraron al unísono; esto último fue producto la imaginación de Pan, la cual se convenció de que, si el sueño solo eso había sido, ya no importaba. Trunks, en el mundo real, ahora le había dado razones para creer que ya no necesitaría soñar más.
—Sólo hay una manera de saberlo —dijo ella, para sí misma.
—¿Qué dijiste?
El saiya no había terminado su pregunta para cuando Pan ya se hallaba besándolo en la frente. La chica tuvo que pararse de puntillas y apoyar sus manos en los hombros del joven para poder igualarlo en estatura. Sintió en el cuello, cerca de la barbilla, una exhalación tibia, proveniente de la nariz de Trunks. Habría querido poner ese beso en los labios, pero seguramente, pensaba ella, se habría desmayado ahí mismo, y lo que ahora necesitaba era estar totalmente consciente para terminar de confirmar sus sospechas y aclarar sus dudas. ¿Las mariposas del amor también le hacían cosquillas a Trunks?
—Sabes que te quiero, Pan¿no es así? —dijo y, sin darte tiempo para dar una respuesta, te plantó un beso igual, arriba de las cejas. La señal, pequeña. ¿Era ésta?
—Sí, lo sé —dijo la chica, mirando hacia el suelo de nuevo; procuraba mantenerse de pie— Me tengo que ir.
Cuando Bra subía a la nave pensó que tal vez su amabilidad con Goten había sido demasiada. Se había delatado. Le gustaba el chico, de eso ya no había ninguna duda, pero habría preferido disimular más, pues a Goten parecía gustarle que las chicas le rogaran, lo corretearan e incluso lo acosaran con tal de tener una cita con él, sólo para tener el gusto de rechazar a algunas tantas después. Y ella, por supuesto, no habría actuado igual que dos o tres de esas jóvenes si no hubiera estado de por medio la naciente relación entre su hermano y su mejor amiga —la cual, contradictoriamente, había olvidado en su momento de mayor debilidad—. Lo que hizo por ellos, le había causado mucha gracia a Goten, claro estaba; pero si llegaba a corresponderla, qué más daba. Después se darías cuenta de que haberle manifestado, tan sólo por unos minutos, sus verdaderos sentimientos, la simpatía y el gusto que sentía por él, fue una de las cosas más acertadas que hizo en esos días, pues entre más tiempo pasara, menores serían las oportunidades que tendría para decirle, Me gustas, con palabras o simplemente con su sonrisa, misma que le negó infinidad de veces sólo porque el muchacho tenía la mala costumbre de interpretarla como prueba de que había sucumbido a su atrayente personalidad, o por lo menos eso se imaginaba Bra.
Por qué no estás igual que yo, casi me muero de la emoción, Yo también, pero no quiero adelantarme a los hechos, Dichos hechos ya se han hecho, y tú sigues creyendo que todo lo estás imaginando, Así es porque así es, Te dio la señal que te prometió, No me besó los labios, Él no dijo exactamente qué es lo que haría, Me besó la frente porque yo lo hice primero y porque seguramente le di pena o lástima o qué sé yo, Claro que no, Claro que sí, Que no, te digo; ese cerebro tuyo no te deja pensar ni actuar correctamente, Quisiera creerte y ser como tú, así de confiada, Ya verás lo equivocada que estás, mañana en la noche lo comprobarás. ¿Lo hiciste, pequeña? Fue una lástima. No tuviste la oportunidad y, a partir de la fecha en la que te llegó la primera de una serie de malas —terribles, horrendas— noticias, dormirías con la firme impresión de que tu alborotado e insensato corazón siempre te mintió.
Se sentó, cruzó las piernas sobre el césped y, por primera vez su vida, le pareció extraño estar vivo. Se pasó los dedos por el cabello alborotado, sintiendo su cráneo. Sus pensamientos, sus recuerdos, conocimientos, temperamento y todo lo que él era se hallaban dentro de ese caparazón que, a veces, le parecía demasiado frágil. Algo que alberga nuestra esencia, debería ser realmente irrompible, pensó. Pero por más duro y sofisticado que fuera un cráneo, el cerebro ahí dentro no dejaría de envejecer e irremediablemente moriría algún día. No supo por qué pensaba en todo esto; tal vez el sol, con su naranja incandescente, le hizo reflexionar acerca de la capacidad que poseía para percibir los objetos, la cual nunca había considerado como algo extraordinario, incluso después de conocer a algunas personas que carecían del sentido de la vista. ¿O fue el sonido del viento haciendo remolinos en su oreja el que lo había hecho recordar que podía escuchar y el que logró que comenzara toda esta cadena de reflexiones por él nunca antes hechas? Se habría preguntado también si los árboles eran capaces de sentir tristeza, por qué los animales se comportaban de un modo extraño últimamente y a qué se debía su repentino interés por todas estas cuestiones, si su mejor amigo no hubiera llegado en aquellos momentos a distraerlo.
—Nunca te he visto tan pensativo —dijo el de los ojos azules, mientras dejaba de levitar y ponía los pies sobre el césped.
—Creo que eso es porque —comenzó a decir el otro saiya, sin dejar de darle la espalda—... nunca había apreciado todo esto como lo hago ahora. Lo que parece normal es asombroso en realidad.
—Tienes razón —afirmó Trunks; se sentó en el suelo y recargó su espalda en el tronco del árbol que ahí estaba —. Aunque no sé qué te pasó para que te pongas a pensar en todo eso.
—Tampoco lo sé, pero no soy el único que anda actuando raro —soltó una risita breve, a labios cerrados.
—¿A qué se debe ese comentario? —el del cabello violeta agarró una ramita del suelo y empezó a romperla lentamente en pequeños fragmentos que comenzaría lanzar hacia delante, atinándole a Goten algunas veces por accidente.
—Me encontré con Bra ayer en la mañana; más bien, ella me encontró a mí, porque parecía estarme buscando. Me pidió que la invitara a salir¿puedes creerlo? —le preguntó al otro, girando su cuello para voltearlo a ver y comprobar que, efectivamente, era su amigo quien estaba arrojando esos pequeños trozos de madera—Después me dijo que también irían Pan y tú; aunque se mostró más simpática que de costumbre. Eso es actuar raro. Por eso digo que no soy el único.
—Eso es curioso. Pan fue a la Corporación hoy, y me quedó esa misma impresión. No era la misma de siempre.
—Te digo que algo se traen esas niñas.
—¿Tú crees que...?
Trunks dejó que la pregunta flotara en el aire y así llegara a los atentos oídos de Goten: quería ver si éste podía dar una respuesta a una interrogante que él mismo no se atrevía formular completa, pues a cualquiera le podría parecer absurda la posibilidad que planteaba. ¿Bra, enamorada de su amigo¿Y esa pequeña, de él?
—No... es decir —se corregía, negando con la cabeza y los ojos cerrados—, si así fuera¿qué diferencia habría? Son sólo unas niñas.
—Tan sólo niñas — afirmó el otro, como si quisiera alejar de su mente cualquier duda al respecto.
