16

Como si aquella mano invisible que Gohan parecía querer alcanzar se desvaneciera y su cuerpo no tomara —sería su alma la elegida acaso—, cayó el cadáver a un suelo cuya sed permanecería aún después de beberse toda la sangre del hijo, y el padre, sin tardanza ni preocupación alguna por la medida de las consecuencias, tomó con sus brazos los frescos restos de su primogénito, sintiendo subirle por el esófago una sensación repugnante que a cualquier ser vivo consciente de serlo que la experimentara le haría pensar que está a punto de vaciársele el estómago, mas, en este caso, los que derramaron su contenido fueron los lagrimales.

—¡Gohan! Gohan, no —decía Goku, tal vez creyendo que esos oídos desprovistos de vida aún lo podían escuchar—... Esto es... demasiado.

Apretó los párpados, ya no quería ver el cuerpo, a su contrincante, ni siquiera a sí mismo; hubiera presentado su renuncia de haberle sido posible tal cosa, Ya no quiero presenciar todo esto, habría dicho, y en otro lugar, otro tiempo, hubiera abierto los párpados y encontrado que todo aquello había sido una pesadilla, Deseo que los muertos revivan, podía decir todavía, en la balanza se hallaba el acertijo detrás de la esfera con una sola estrella y la capacidad del Kamisama para descifrarlo; mientras tanto, Goku no tenía alternativa.

—Te haré pagar esto... —le dijo a un adversario al que decirle cualquier cosa resultaba inútil, por lo cual no pronunció otra palabra mientras se ponía de pie.

Dolorosa determinación, dejar de lamentarse abrazando el cuerpo del recién difunto para continuar con el combate, dónde queda el desahogo y la expresión del sufrimiento, se deja para después, siempre habrá tiempo para llorar y sólo un poco para afligirse delante del muerto, mas la oportunidad de enfrentar al Lumínico, por lo general, se da una sola vez en la vida: la última, y el padre, que hijos ya no tenía, parecía entender esto de modo suficiente, tanto que usaría otra de sus emociones a su favor: la furia, que ésta, en el combate, puede ser un arma muy efectiva, infalible energizante y justificación suficiente en muchos de los casos y no hace falta decir, pero se dice, que éste era uno de ellos.

—¿Qué es...esto?

Se vio obligado a hincarse y poner una mano en el suelo, como si un buen golpe le hubiera sido enterrado en el abdomen, mas no era su adversario el causante de aquella sensación perturbadora, al menos eso se deduce, pues en esos momentos no presentaba el ente movimiento alguno. ¿Serían aquellos seres recién aparecidos los responsables? Al igual que El Lumínico, estaban hechos de luz; la diferencia radicaba en su número, el ente era uno, ellos eran muchos, y su naturaleza fugaz, ya que así como estaban un segundo desaparecían al siguiente. En los breves instantes en los que se dejaban ver, representaban todos alguna dramatización: el blandir de la espada; combates cuerpo a cuerpo, aunque obvio fue que cuerpo no eran; un beso de despedida, por ende, el último que se daba la pareja; el mismo acto del amor, en realidad del deber reproductivo y el disfrute corporal; una huida desesperada, ya fuera corriendo, volando o el cuerpo arrastrando; la lucha inútil y el momento de la muerte, unos imploraban y morían, otros se resistían y el resultado era el mismo, y a otro más el cuello se le torció en una media vuelta antes de que cayera al suelo y se esfumara, notable coincidencia, si eso es lo que fue.

—¡Basta!

El aumento de ki parecía ocurrir en contra de su voluntad, como si el esfuerzo efectuado por el saiya hubiera tenido como objeto frenar la transformación para entonces ya casi terminada. Si se ha de describir el cambio ocurrido después del resquebrajamiento de una minúscula parte de la superficie terrestre y de la aparición de un aura dorada envolviendo a Goku, la cual parecía causarle dolor, se supone esto último por la magnitud de los alaridos proferidos, entonces se dirá que el cabello del único ser vivo que lo posee en la escena descrita se tiñó de rubio platino, las iris del saiya se iluminaron en un resplandor dorado y de color blanco se volvieron sus ropas, las cuales fueron capaces de resistir la manifestación de energía antes mencionada para seguir vistiendo a Goku.

—¿Qué me sucede? —se preguntó Goku al momento de abrir los ojos y comenzar a ponerse de pie, mientras se percataba del aura luminosa aún presente que lo rodeaba y el torrente vivificador que le corría por las venas.

Se quedó perplejo al ver a aquellos seres carentes de ki, ahí todavía. Ya no manifestaban drama o evanescencia alguna, sólo permanecían de pie, mirándolo, acaso estarían dotados de la capacidad para percibirlo por medio de la visión o algo parecido que requiriera apuntar el rostro hacia él. Quiénes son, ni siquiera pensó preguntarlo, De dónde vienen, supuso que nunca lo sabría, Qué quieren, he ahí la verdadera cuestión, pues de las dos anteriores, si bien nunca se supo la respuesta, se pueden hacer aproximadas suposiciones. La escalofriante luminosidad de los entes camufló al único asesino entre todos ellos, así como al inicio de todo este embrollo lo había hecho un derroche de energía al que llamaban Kame Hame Ha, y cuando el Lumínico hizo su aparición frente al saiya, lo atacó con sus puños y le impidió reaccionar oportunamente; recuérdese que uno de los sentidos más desarrollados del saiya de nada le había servido hasta ahora, y dependía éste de la vista, el oído y de los restantes para lidiar con el enemigo, y si alguien no comprende la desventaja que representaba esto, entonces le quedará todo muy claro cuando cierre los párpados y así los mantenga hasta que sufra un percance que lo obligue a abrirlos de nuevo, si le es posible hacerlo. En el caso de Goku no lo fue: era incapaz de salir de su ceguera extra-sensorial. A pesar de esto, y de su tardía reacción, bien librado salió de aquella embestida, ayudado quizá por su nivel recién obtenido, al que ningún número le fue o será asignado, y la repentina desaparición de los seres desconcertantes; el primero lo dotaba de un aura poderosa, capaz de quitarle de encima al humanoide con sólo expandirla, y la segunda, que no duraría mucho, le permitió centrar su atención en el combate, lo cual es un decir: el padre no olvidaba que cerca yacía el cuerpo sin alma de su hijo, y como tigre lo defendía del carroñero que insistía en pelear ahí mismo; no deseaba Goku verle más heridas a Gohan, ni aunque fueran accidentales o posteriores a la muerte, y a fuerza de puños y patadas alejó al ente luminoso del lugar, alrededor de doscientos pasos, cuántas veces lo estrelló contra el suelo, las suficientes para demostrarle a su adversario que en esta ocasión cualquiera podría ser el resultado del enfrentamiento.

—Kame... Hame... Ha! —dijo Goku, y el efecto de sus palabras no se hizo esperar.

Tampoco la reacción del contrincante. Usando una habilidad desconocida para cualquiera en el planeta, corrió el humanoide a través del ataque lanzado en su contra, como si se tratara éste de un holograma, y cuando estuvo bastante cerca, con el pie quiso golpear la mejilla del saiya, mas al ver su intento frustrado y aprendiendo que el mismo truco no funciona dos veces, aunque se trate de individuos distintos, basta con que sea la misma historia para que la lección sea válida, se abalanzó el ente contra su rival con la intención de penetrar el aura que protegía a Goku, y ya que era ésta una especie de viento y resplandor provenientes del ki, y no un campo de fuerza diseñado para evitar la invasión del propio espacio, vio entonces el aberrante que sus esfuerzos de ningún modo eran en vano: hacía contacto con sus puños en aquella piel que deseaba fastidiar, como a todo lo que debajo de ésta se encontrara. Entonces fue abatido por una lluvia de energy ha, y de nuevo dejó un surco en el suelo antes de volver a levantarse. Intentó cegar al saiya con un resplandor, así como lo había hecho con el nameku, pero fue inútil, acaso el dorado de los ojos le sirviera a Goku de protección contra cualquier deslumbramiento; parecía El Lumínico carecer de una buena memoria y la voluntad para aprender de sus propios errores, pues necesitaba con urgencia una nueva estrategia si quería obtener la victoria o, por lo menos, conservar la existencia.

—¿Qué pasa?. ¿Tienes miedo? —le preguntó Goku, en un tono sarcástico que le era propio en los combates, acentuado por su nuevo poder, el cual, así como le envolvía el cuerpo, se adentraba en su mente— Deberías tenerlo...

Al momento de haber dicho eso último, el saiya creó sobre la palma de su mano una muy pequeña esfera de energía, pero de luminosidad tan potente, que era indudable su gran densidad, mucho mayor que la de cualquier energy ha. La exhibió unos momentos, como si no hubiera tenido prisa por terminar aquel encuentro y de antemano se supiera vencedor, no importaba entonces en qué momento lanzara la esfera contra el enemigo: daría en el blanco, sin importar qué, y más si dicho blanco permanecía inmóvil como hasta entonces, sin que quedara claro si este era un gesto de resignación o de reto por parte del Lumínico. Aún así la lanzó, nada más hubo por hacer que esperar el término de la explosión ocasionada por la esfera cuando alcanzó su objetivo.

—Ya me cansé de esto...

Dichas palabras habían sido pronunciadas por el saiya que, una vez desvanecida la nube de polvo y al ver al humanoide de pie e ileso, como se lo había visto la mayor parte del tiempo hasta ese momento, decidió que ya estaba harto de un ente asesino que era capaz de mantener impunes todos sus crímenes y resistir cuanto ataque se le dirigiera, mas no tuvo tiempo de seguir con estas reflexiones y emocionales determinaciones: su contrincante ya iba en camino y no era larga la distancia que los separaba ni demasiados los segundos que el ente tardaría en recorrerla volando a aquella velocidad. El padre decidió que la ocasión no era otra sino la derrota del Lumínico (aunque, como se sabe, por ese nombre no lo conocía nadie), por eso no trató de postergarla más tiempo y hasta se podría decir que aceptó de buen grado el intercambio de golpes; cabe aclarar que a esto último se lo llama así porque generalmente cada contendiente procura la reciprocidad, es decir, asestarle al otro un puñetazo como mínimo por cada uno que se reciba, saliendo unos más beneficiados que otros gracias a la generosidad mostrada por muchos que no tienen reparo en dar de más; al parecer eso pretendía hacer el humanoide: más frenético que antes, se enfrentaba cuerpo a cuerpo con Goku, logrando traspasar en repetidas ocasiones el aura luminosa que protegía al saiya y llevando el combate a nuevas alturas, en sentido figurado y literal, pues ahora los pies de ambos estaban lejos de la tierra, así como de los cuerpos del hijo y el maestro, por lo que la caída sería más prolongada si alguno de los dos desfallecía esta vez. Un puño viajando hacia el rostro con fuerza y velocidad incontenible, se dobla el cuello, más no se rompe y la piel en su lugar se mantiene; la rodilla hundiéndose en ese estómago, se tuerce el enemigo, no se sabe si en realidad ha sido lastimado; el golpe que falla su objetivo y otro que es detenido; así podría continuar, en tiempo presente aunque todo esto ya ocurrió, la enumeración de movimientos que en la práctica siempre sucedieron más rápido de lo que podían ser descritos, y a final de cuentas lo que importaba era el resultado, quién seguiría peleando y cuál iba a ser el próximo ataque, eso al menos para los espectadores, si alguna vez los hubo y a pesar de las emociones experimentadas por ellos al presenciar todo esto, ya que para los combatientes cualquier falla podía significar la derrota, máxima cuya validez era dudosa en el caso de El Lumínico, mas no para Goku, quien cuidaba cada uno de sus parpadeos, sobre todo porque no había podido provocarle al enemigo un daño visible o suficiente para que éste viera reducidas sus fuerzas. Él, por el contrario, comenzaba a tener dificultades para mantener el dorado de sus cabellos, pues esa transformación, que antes lo había hecho sentir lleno de energía, ahora parecía consumírsela como el fuego lo hace con la hierba seca, detalle en el que reparó una vez que se apartó a prudente distancia para poner los dos pies sobre la tierra mientras el humanoide actuaba de igual manera, como si ambos buscaran retarse mutuamente y de nuevo con la inmovilidad.

—¡Diablos!

Más pronto de lo que cualquiera en el lugar del saiyajin hubiera deseado, volvió el ente luminoso al ataque, esta vez usando la carrera, y no el vuelo, como medio para encontrarse con su rival. Cuántas veces se repetirá esto, se preguntó Goku, temiendo, en contra de lo acostumbrado, caer derrotado frente a un rival que parecía ignorar por completo la experiencia del agotamiento y que ahora en una de sus manos creaba una esfera luminosa cuyo objetivo era más que obvio, Pero no moriré hasta que seas eliminado, se prometió el saiya, y entonces vio de nuevo a esos seres sin rostro ni nombre, pero de número y luz suficientes para ocultar entre ellos al Lumínico. Se paralizó ante la repentina aparición, y supo que ya era tarde para evitar el ataque del contrario, y justo cuando se creyó perdido, observó un resplandor más, los seres provenientes de otros mundos ya no estaban allí, y el ente era lanzado lejos y se estrellaba contra la tierra, no siendo nada de lo anterior la razón del momentáneo alivio que sintió el saiya, pues de seguro el ente antropomorfo se levantaría de nuevo y aquellos seres seguirían al asecho; el verdadero motivo fue la aparición del sujeto que había derribado al humanoide y que ahora le dirigía una sonrisa que el sarcasmo convertía en asimétrica.

—Parece que no puedes hacer nada tú solo, Kakarotto —dijo el otro saiya.

A pesar de su aparente desenfado, el recién llegado arqueó las cejas al momento de notar la inusual apariencia de su aliado, un gesto claro que delató su sorpresa, aunque de modo fugaz, pues luego volteó a donde se hallaba el enemigo para encontrarse con que éste ya se había incorporado. Goku no contestó el saludo, ni pensó tampoco en comunicarle la terrible noticia, Mi hijo y Piccolo han muerto, eso seguramente ya lo sabía, porque si un saiya percibe un ki que se apaga, entonces lo más probable es que suponga que alguien ha perdido la vida. Además, no tuvo tiempo, El Lumínico emprendió la retirada sin previo aviso, volando con urgencia hacia La Capital del Oeste, como si fuera víctima súbita del pánico y se viera a sí mismo totalmente perdido ante los dos saiyas, quienes no tuvieron otra opción que ir tras él, dejando en el abandono los cadáveres de Gohan y Piccolo, que a fin de cuentas, cuerpos eran y nada más, y siete esferas podrían posteriormente solucionar todo el dilema.

—¡No escaparás, sabandija!

Volaban los tres con la misma intensidad, por lo que los saiyas no podían darle alcance al ente, y Vegeta, aún incrédulo y ofendido por la cobardía del adversario, le lanzó a este varios energy ha en el trayecto hacia la capital. La distancia era considerable, mas para estos guerreros fue sólo cuestión de segundos llegar a la ciudad, situación que preocupó a Goku sobremanera: pensó en la cantidad de personas que ahí se encontraban, algunas caminando y conduciendo sus automóviles en las calles iluminadas por luces artificiales, otras en el interior de las construcciones continuando sus actividades como quien tiene todos los años por delante y cuya vida no está a punto de terminar, y otras más interrumpiendo aquello que los entretenía para preguntarse quiénes eran esos seres dotados con la extraordinaria capacidad de volar que ahora recorrían las calles de la ciudad en un zumbido que desplazaba el aire y hacía temblar algunos cristales en los edificios; muchas de esas personas él las jamás iba a conocer ni vería siquiera, otras tantas nunca le habían dado el reconocimiento que él merecía, cegadas todas por la caja tonta, mas no dejaba de tomarlas en cuenta; fue por eso que, cuando vio que Vegeta se disponía a lanzarle al ente otro energy ha, estando ellos en pleno vuelo por las calles de la ciudad y tomando en cuenta que el humanoide había esquivado todos los ataques anteriores desde que se dirigieron al lugar donde estaban ahora, decidió embestir a su compañero y desviarle el brazo de tal modo que la esfera de energía se dirigiera al infinito y ellos dos se estrellaran contra la el ventanal más próximo, siendo el saldo de esta acción unos cuantos cristales rotos, una pared destruida y algunas personas perdiendo el control de sus autos al frenar o esquivar a los dos saiyas para no atropellarlos, pues cayeron estos en medio de una calle de doble sentido, mas como a la vista no hubo ningún muerto y los habría habido por decenas si Vegeta fallaba en su intento por atacar al ente, Goku se permitió sentir un poco de alivio.

—¡Eres un verdadero imbécil, Kakarotto! —vociferó Vegeta, mientras se quitaba de encima al otro y se erguía.

—¡Y tú...! —iba a contestarle el improperio con un insulto menor, uno de esos que a Vegeta, en otras circunstancias, lo hubieran hecho burlarse, pero se contuvo, acaso la vergüenza le había ganado al verse ahora como el centro de atención de toda la gente alrededor— ¿No pensaste en todos ellos?

Vegeta se quedó mudo; sólo a través de su mirada expresaba toda su frustración. Ninguna importancia le daba a los rostros de sorpresa y conmoción que lo rodeaban, y sólo volteó hacia ambos lados buscando a aquel que había huido exitosamente gracias a la intervención de Kakarotto. Entonces a la mente le vino uno de esos recuerdo que se hacen presentes en el momento justo, como si pretendieran despertar nuestra conciencia para que ésta nos remuerda desde lo más profundo, Si a ti los demás no te interesan, entonces cómo puedo saber yo que en realidad te importo, dijo ella, Lo sabes porque yo te lo digo, eres importante para mí, contestó él, Pero matar miles de inocentes no te viene ni te va, Y miles más mataría por ti, No me halagas, sólo me asustas, Qué puedo yo hacer, Cuando en tus manos tengas vidas de seres humanos comunes y corrientes, recuerda que la mía es como cualquiera de ellas y la piedad que yo te pido ahora es la misma que tú rogarías por mí, Cómo lo sabes, De rodillas lo harías, estoy segura. Después recordó el cadáver de su hijo y la expresión de dolor que había en ese rostro, como si su sufrimiento perdurara aún después de la muerte; y también la sonrisa de la pequeña cuyos ojos eran del mismo azul que los de la madre.

—No quería dejarlo escapar... Ahora ese maldito asesino está suelto otra vez y todo gracias a ti.

Entonces, antes de que Goku pudiera decir cualquier cosa ante tal reproche, el aura que lo envolvía desapareció de repente y sus cabellos volvieron a oscurecerse. Y así como él se había apagado, lo hicieron de súbito todas las luces en la ciudad.